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La ceremonia de entrega de limosnas en Luang Prabang

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Minutos antes de las seis de la mañana una hilera de ancianas arrodilladas en el suelo, bien de su calle o junto a los muros de un templo cualquiera, esperan pacientes y en silencio la llegada de los monjes budistas que nunca acuden tarde a su cita diaria. Tienen todo listo para cuando ellos lleguen. El arroz glutinoso ejerce su pastosa gravedad en una arrugada bolsa de plástico, así como las frutas y las especias. Muy pronto los monjes, casi todos infantes de no más de quince años, vendrán a buscar esta limosna que supondrá su única comida en toda la jornada. En Laos el conocido como Tak Bat es una costumbre bien arraigada y en Luang Prabang, la capital religiosa y cultural en ese país, no es menos teniendo en cuenta la cantidad de monasterios con los que cuenta la ciudad. Se trata de la ceremonia de entrega de limosnas, una tradición con la que se da por inaugurado el día. Para los monjes que abandonan por unos instantes sus estancias y rezos y, por supuesto, para los fieles, que con esta acción buscan desprenderse del mal karma. Turísticamente hablando se ha convertido también en un reclamo para los viajeros por esa autenticidad espiritual que uno espera en esta parte de Asia que aún mantiene el budismo como un baluarte. No cabe duda que posee un halo de magia y un colorido tal que presentarse a este ritual cotidiano, incluso desde la barrera, se convierte en una experiencia muy especial.

Monjes budistas en la ceremonia de entrega de limosnas en Luang Prabang (Laos)

Asistimos a la ceremonia de entrega de limosnas en Luang Prabang en dos lugares distintos, en la calle principal de la ciudad, próximos al templo Wat Mai, y en las afueras donde no llegan los turistas y nos acompañaron tan sólo los ladridos mañaneros de los perros. 

El desfile de túnicas naranjas en Luang Prabang

El Tak Bat no es un lugar sino un momento, una escena compuesta por disciplinados monjes que en fila india recorren las calles próximas a su monasterio para recibir las limosnas de la gente del pueblo. No importa el día de la semana que sea, que con puntualidad suiza surge de la nada una mancha color naranja que se va definiendo paso a paso hasta hacerse de carne y hueso. El tintineo de los recipientes metálicos que sujetan sus hombros como si de una bandolera se tratara se ocupa de interrumpir el silencio más puro. Con esos pies descalzos y pequeños recorren muy despacio las calles en busca de la única comida del día. Y es que los monjes budistas ni pueden cocinar sus alimentos ni comer más tarde de las 12, por lo que desfilar por Luang Prabang es para ellos el principio del fin de largas horas de ayuno dedicadas a vivir en comunidad, rezar, leer y no dejar nunca de aprender. También de jugar, ya que muchos de estos sacerdotes son apenas unos críos que acuden a la escuela que hay en el monasterio.

Monjes budistas en el Tak Bat o ceremonia de entrega de limosnas (Luang Prabang, Laos)

La ceremonia de entrega de limosnas en una calle cualquiera de las afueras de Luang Prabang

La casualidad nos hizo comprender una de las claves de este acontecimiento diario. Teníamos pensado acudir como nos habían recomendado al Tak Bat en la calle con mayor concentración de templos de Luang Prabang, la avenida principal que corta en dos la ciudad y de ese modo colocarnos en cualquier lugar entre el templo Wat Mai y Wat Xieng Thong para ser testigos de la ceremonia de entrega de limosnas. Nuestro hotel quedaba lejos del centro y cada mañana, bajo petición, llevaban a sus huéspedes a esta calle para estar exactamente a las 6 de la mañana, hora a la que salen los monjes de los monasterios en los que viven. Hicimos lo propio, nos apuntamos para salir temprano al centro, y estuvimos como un reloj a las 5:30 preparados para tomar nuestro transporte. Pero sucedió algo del todo inesperado. No apareció el conductor que tenía que llevarnos y se nos hizo tan tarde esperando que ni una motocicleta nos hubiese acercado a tiempo. Entonces uno de los trabajadores laosianos del hotel nos comentó que si salíamos a la calle en la que estábamos, apenas a 100 metros, veríamos el desfile diario de los monjes. Comprobaríamos exactamente qué sucede en una parte no turística de la ciudad o del país. No lo habíamos pensado hasta entonces y casualidad o no, fue una enorme experiencia.

La de Luang Prabang fue una visita que combinamos con un viaje de dos semanas a Vietnam. Llegamos tras un vuelo de dos horas desde Hanoi, ciudad con la que tiene comunicación aérea de manera diaria. Bangkok es otra ciudad con la que hay vuelos.

Mapa de situación de Luang Prabang en Laos

Sin duda se trata de una combinación perfecta de las muchas que se pueden hacer desde Vietnam. Otra, por supuesto, es la de los templos de Angkor en la cercana Camboya.

Al principio había tan poca gente en la calle que no creíamos que fuese a pasar nada por allí, pero de pronto apareció la esperada mancha naranja. Varias personas se colocaron entonces en la acera y de rodillas aguardaron en silencio la lenta llegada de los monjes. No pasaba ni un coche, ni una moto. Tan sólo algunos perros ladraban cuando se acercaba esta extraña procesión de monjes de túnicas naranjas que caminaban descalzos. Y, por supuesto, nosotros, que con una distancia prudencial y un silencio reverencial, fuimos siguiendo la ruta que hacían los monjes esa mañana provenientes de algún templo de los alrededores que, con total seguridad, no aparecía en las guías. Si algo no puede faltar en esta tradición es respeto por parte de quienes somos testigos y no participantes de una tradición budista con muchos cimientos en Laos y otros países del Sudeste Asiático. Por eso siempre tratamos de no pasar ciertas líneas rojas (en este caso naranjas) que molestaran lo más mínimo a los monjes y a los devotos que aguardaban su llegada.

Monjes en la ceremonia de entrega de limosnas en Luang Prabang (Laos)

Al cabo de los minutos fueron apareciendo más filas de monjes, los cuales seguían una ritualística similar. Caminaban juntos en una ordenada fila india hasta llegar a las personas que tenían sus dádivas preparadas, consistentes mayoritariamente en alimento. Con los hombros tapados y sin mirarles la cara a los monjes, siempre separados por monasterios, les hacían entrega de su ofrenda introduciéndola en el recipiente metálico que portaban consigo. Cuando todos ya tenían su parte, se adelantaban unos metros y se ponían de cara a la pared para realizar una serie de rezos de agradecimiento por las limosnas que acababan de recibir.  Los feligreses, por otra parte, o bien se marchaban o se quedaban esperando a los otros grupos de sacerdotes que estaban por venir.

Monjes budistas saliendo a recoger limosna en Luang Prabang (Laos)

Los niños-monje iban muy concentrados en esta rutina diaria, aunque de vez en cuando dejaban escapar alguna carcajada infantil rápidamente reprobada por las personas más mayores que iban con ellos. Su mirada era limpia y sus ojos brillaban con la luz de la inocencia de aquella edad tan prematura. Nosotros no éramos más que dos seres totalmente transparentes hacia ellos, simples testigos de lo que para ellos es normalidad y para nosotros todo lo contrario. Cuesta entender en Asia que nos sorprendamos tanto los occidentales de lo extraordinario de la sencillez, pero vivimos en mundos tan diferentes que los contrastes culturales de este tipo nos atraen de forma poderosa. Por eso la ceremonia de entrega de limosnas en Luang Prabang o en cualquier rincón de Laos termina siendo uno de los mejores recuerdos con los que nos vamos los viajeros de esta tierra verde que se riega con semejantes rutinas.

La ceremonia de entrega de limosnas en la calle principal de Luang Prabang

Al día siguiente el conductor no se durmió y nos llevó al centro de la ciudad a la hora establecida. Muy cerca de Wat Mai, uno de los templos que más me entusiasmaron en Luang Prabang, nos fuimos a nuestros puestos con un cuarto de hora de antelación. Pero la cosa había cambiado. Había mucha gente, mayoritariamente turistas, e incluso se había montado de la nada un pequeño mercadillo para vender comida y otras ofrendas de cara a la ceremonia. El silencio del que habíamos disfrutado justo 24 horas antes se había evaporado y los flashes de las cámaras iluminaban a una calle repleta de personas preparadas para recibir a los monjes y entregarles sus limosnas. Aquel el era el precio que había que pagar por estar en un lugar célebre y continuamente recomendado en guías en papel o en internet. La gracia de encontrarse en esta calle, a pesar de que había más tumulto de gente, era que la presencia de monjes era tan abundante que podríamos estar hablando de centenares.

Desfile de monjes budistas en la calle principal de Luang Prabang durante el tak bat

Y así fue, la fila india se monjes budistas se hizo interminable durante aproximadamente un cuarto de hora. La calle se había vuelto naranja y las aceras no daban abasto entre donantes y mendicantes. Si bien es cierto que que la cantidad era atractiva para hacer fotos o grabar, aunque fuera en la distancia, no tenía las mismas sensaciones que el día anterior. El ruido era mayor, muchos turistas con muy mala educación se sentaban a entregar sus ofrendas con el arroz en una mano y la cámara de fotos en la otra (la cual no dudaban en utilizar en el momento de su «acto profundamente espiritual») y otros no se molestaban ni siquiera en omitir el tono de sus teléfonos móviles o en utilizar el flash a medio metro de la cara del monje al que estaban retratando.

Monjes en la ceremonia de limosnas de Luang Prabang (Laos)

Con todo eso, la ceremonia de entrega de limosnas de Luang Prabang centro merece la pena. Quizás lo mejor es apartarse un poco de todo el meollo, no ir al mismo Wat Mai e incluso probar por calles aledañas. Si ya queremos intimidad total mi consejo es irse a las afueras de la ciudad y ponerse cerca de un monasterio, que se podrá observar con mucha más tranquilidad, aunque la presencia de los monjes sea menor.

Cosas que no se deben hacer si asistimos al Tak Bat

Desde hace algún tiempo los comerciantes y locales se han concienciado de la necesidad de mantener inalterable esta tradición religiosa, que no turística. Muchos voluntarios reparten folletos en inglés pidiendo respeto y seguir ciertas normas para «no cargarse» una costumbre con muchos siglos de antigüedad. Estas premisas son tan lógicas que tenerlas que escribir en un papel o decirlas en voz alta resulta embarazoso. Como, por ejemplo, mantener una distancia prudencial para no molestar a quienes de verdad sienten lo que están haciendo, evitar los ruidos de los teléfonos móviles, el griterío o desactivar el flash a la hora de hacer fotografías. Y, por lo que pudimos saber in situ, no comprar el arroz o alimento a los vendedores ambulantes que se te acerquen, dado que nos advirtieron que mucha de la comida que entregan no está en buen estado. Es preferible hacer esta adquisición, en el caso que se quiera entregar limosna a los monjes (nosotros, dado que no somos devotos de esta religión, preferimos abstenernos a ello y observar la escena sin más), en los mercados diurnos de la zona.

Monjes budistas en Luang Prabang durante la ceremonia de entrega de limosnas

La ceremonia de entrega de limosnas de Luang Prabang en vídeo

A continuación podéis ver un pequeño vídeo con las tomas que hicimos del tak bat durante nuestra estancia en Luang Prabang. Se pueden diferenciar además las escenas grabadas en la avenida principal de la ciudad de las que podrían formar parte de una calle cualquiera nada turística.

La de Luang Prabang es una de las visitas más interesantes que se pueden realizar hoy día en el Sudeste Asiático. Se trata de una ciudad amable, acogedora, sonriente y muy muy bella, digna de un retiro soñado en el que olvidarse de arrancar hojas al calendario para dedicarse sólo al noble arte de vivir.

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