El Skyline de Chicago de abajo a arriba y de arriba a abajo

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El Skyline de Chicago de abajo a arriba y de arriba a abajo

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Chicago lo tiene todo para ser definitivamente «mi ciudad» de los Estados Unidos. Está repleta de contrastes, vibrante pero sin pretensiones, posee todos los ritmos de la buena música que hace bailar a cada esquina, sus ofertas de cultura y ocio son inagotables y cuenta con una arquitectura deliciosa que cruza un largo puente entre los siglos XIX y XX. Pero lo más importante es que se adapta a la velocidad que tú quieras ponerle, a cada tipo de viajero que se deslice por sus largas avenidas. Y es que no es necesario ser muy urbanita para disfrutar Chicago y sentirla como propia a las pocas horas de aterrizar como fue nuestro caso. La seducción que esta ciudad nos produjo fue realmente inmediata y poderosa, tanto que no he querido dejar de mencionarla en el que será uno de los últimos reportajes antes de estar de vuelta en Madrid el 14 de septiembre. Me apetece mostraros algunas postales de una destacadísima silueta de rascacielos que hacen que cuando pasees tengas que estirar bien el cuello para tratar de llegar al final de todos ellos. El skyline de Chicago es uno de los más interesantes que uno puede disfrutar en Estados Unidos junto al de la isla neoyorkina de Manhattan. Y aunque suene raro para muchos, creo que incluso lo supera. Esa es parte de la gran sorpresa que produce Chicago a todos sus visitantes, a quienes no nos cuesta enamorarnos de los altos edificios que bordean el azulísimo Lago Michigan, su idílico espejo.

A continuación van, entonces, distintas panorámicas y ángulos de la larga secuencia de rascacielos de Chicago que asombran por algo más que su altura. Y una serie de consejos para saber dónde captar las mejores fotografías de la ciudad, tanto desde abajo como desde arriba.

LA CIUDAD DE LOS RASCACIELOS

El romance entre Chicago y los edificios colosales viene de los años veinte y sobrevive casi una centuria después con el levantamiento de un número de torres que supera el millar, por increíble que parezca. Y aunque no pocos proyectos tildados de pura fantasía no llegaron a su fín (como The Illinois, de 1609 metros y propuesto por Lloyd Wright), ha habido muchos ejemplos que sí han llegado a ver la luz gracias a la imaginación, la originalidad y el empuje de grandes arquitectos que les dejaron modelar la poblada capital del Estado norteamericano de Ilinois. Por ello sobra que decir que el skyline de Chicago no sólo debe medirse por metros (o pies si utilizamos la métrica anglosajona) sino también por su estética, por contar con detalles irresistibles que van entre lo clásico y lo moderno, y que lo convierten en un trepidante museo al aire libre.

No son pocos los balcones donde uno puede disfrutar de tan magna colección de edificios altos, para contemplarlos tanto de abajo a arriba como de arriba a abajo.

DE ABAJO A ARRIBA

El horizonte de Chicago es probablemente el Skyline de América e incluso del mundo. Y bastan algunos datos que lo demuestran, como que si se suman los 10 rascacielos más altos de la ciudad da una número de metros superior al de cualquier otra urbe (incluso la emiratí Dubai,, que pretende serlo pronto). Aunque no es necesario hacer cálculo y medición alguna para disfrutar de una panorámica desde el Navy Pier, el muelle multifuncional (con parque de atracciones, centro comercial y restaurantes en el pack) que tanto gusta a quienes visitan la ciudad.

Ahí ya empieza a destacarse sobre las demás la Torre Hancock, con 344 metros sin contar sus largas antenas de abeja con las que sumaría 457 metros nada más y nada menos. Y que no es el primero sino el tercer rascacielos en altura de Chicago ya que la torre Trump y, sobre todo, la Willis Tower (antigua Sears) están por encima. Otra panorámica buena de la Hancock y los edificios que lo rodean se puede obtener desde la pequeña playa artificial que los «chicagoans» adoran y utilizan cada verano para darse un chapuzón en el Lago Michigan.

Si se avanza un poco más, a medio camino entre la playa y Navy Pier, el paseo empedrado del Milton Lee Olive Park cuenta con miradores para disfrutar de esta parte del skyline a todas horas, aunque es probablemente el atardecer su mejor baza.

Pero, ¿os cuento dónde pudimos disfrutar de una de las miradas más especiales de Chicago? En Millenium Park, el corazón verde de The Loop (el centro centro). Allí existe un monumento conocido como The Cloud (aunque muchos lo llamen The bean, «la judía») cuyo secreto está en sus paredes curvadas bañadas por un espejo. El reflejo de la ciudad en este curioso monumento provoca una panorámica que deforma la realidad para convertirla en esas imágenes borrosas que sólo parecen caber dentro de un pensamiento o un sueño.

Aunque hay que acercarse un poco para vivir ese sueño y contemplar esa «otra Chicago» que se revuelve en Michigan Avenue, la calle principal que atraviesa la ciudad de este a oeste. Porque cuanto más próximo se esté a The Cloud, más hermosa será la imagen que uno obtenga. Un absoluto espertento «chicagoan»…

Hasta ahora he hablado de rincones y perspectivas de la ciudad de Chicago que al viajero le salen completamente gratis. Si hay que rascarse el bolsillo para conseguir buenas fotografías existen múltiples opciones de ferrys o cruceros que parten con frecuencia del Navy Pier. O del Río que corta Chicago en dos… Para ello lo más económico son los watertaxis (de color amarillo) que comunican Michigan Avenue (más conocida como Magnificient Mile por ser la milla de oro de la ciudad) con Union Station y Chinatown. Nosotros utilizamos esta alternativa a los cruceros privados y quedamos realmente satisfechos por la relación entre las vistas de calidad y el precio del billete (5$ el ticket sencillo y 8$ uno válido para usarse todo el día las veces que se quiera). Desde el DuSable Bridge (o Michigan Avenue Bridge) se ven salir constantemente a estas embarcaciones que resultan ser una magnífica alternativa a un coste bastante asumible.

No es DuSable Bridge un mal lugar, ni mucho menos, para quedarse contemplando esa «jungla de cristal» que acompaña al Río Chicago hasta la boca del Lago Michigan. Tanto de día… como al anochecer.

Ciertamente cada paso que se da por las calles del centro de la ciudad es un deleite, una manera perfecta de gozar de los detalles, de forzar con razón al cuello para mirar de abajo a arriba. Siempre o casi siempre se descubre algo nuevo, un capítulo más del libro secreto del Chicago para los enamorados de lo que se sale de lo común. Por eso esta ciudad es algo más que simples rascacielos, es ese lugar que uno no se espera pero al que querría regresar una y otra vez.

DE ARRIBA A ABAJO

Está muy bien eso de buscar las panorámicas de la silueta de Chicago desde la calle, el lago o el río, pero es innegable que donde uno puede hacerse la mejor composición de la ciudad es a vista de pájaro… y sin necesidad de volar. Habiendo prácticamente una treintena de edificios que superan los doscientos metros de altura sería un pecado no subirse al menos a uno de ellos. Opciones no faltan pero mi consejo pasa por dos azoteas en concreto, una con coste y la otra gratis. Ambas absolutamete complementarias y recomendables, con la garantía de poder disfrutar de unas vistas excepcionales de la gran Chicago.

Willis Tower (antes conocida como Sears Tower)

Para los norteamericanos siempre será la Sears aunque le cambien de nombre mil veces. Ahora se la conoce como la Torre Willis y presume de ser el edificio más alto no sólo de los Estados Unidos sino de todo el continente americano. De hecho hasta 1998 lo fue de todo el mundo. Estamos hablando de 442 metros (sin contar las antenas porque con ellas sumaría 527 m.) de aspecto setentero y cristal oscuro. Lo mejor de todo es que cuenta con un observatorio muy bien montado, el Skydeck. A pesar de que el precio de subida es de 17$ al final uno acaba olvidándose de este aspecto disfrutando con entusiasmo de las vistas 360 grados que ofrece.

El ascensor te deja en la planta 103 a una velocidad que te hace sentir realmente la presión en los oídos, como si estuvieses en lo alto de una montaña. De 0 a 412 metros casi sin enterarte, viendo una pantallita que te va diciendo que acabas de superar la altura de la Torre Eiffel, la Gran Pirámide o el Empire State Building, su presente rival en Nueva York. Una vez «aterrizados» en el Skydeck lo mejor es ir caminando de izquierda a derecha (o al revés) para volverse loco con tal aglomeración de edificios que a uno le parece estar contemplando una perfecta maqueta de la ciudad de Chicago. ¡Ahí está todo!

La capital de Ilinois, al completo, queda bajo tus ojos, bajo tu asombro. El azul refulgente del Lago Michigan se vuelve otro de los miembros destacados de esas postales que nos esforzamos en atrapar con nuestra cámara. ¿Qué es de Chicago sin el abrazo de las aguas lacustres? ¿Qué es del Lago Michigan sin el reflejo alargado de torres de todas clases que se empeñan en arañar el cielo? Nada…

Pero la Torre Willis no sólo ofrece la posibilidad de divisar las vistas sino también de sentir la altura, experimentar el vértigo. Y lo hace a través de unos balcones acristalados por todos sus costados, suelo incluido, donde dar un paso se convierte en un ejercicio de funambulismo psicológico. Estas cajas son las grandes estrellas del edificio, el valor añadido que se queda en tu recuerdo para siempre. Entrar a ellas me produjo una gran impresión, y eso que me apasionan las alturas. Pero eso de mirar a mis pies y ver la calle tan abajo resulta cuanto menos extraño.

Pero fue tomarle un poco de confianza a la situación que incluso me dio por ponerme cómodo en «las caja del vértigo».

En resumen, la Torre Willis es un lugar a tener muy en cuenta para reunir en un pequeño espacio, y tras la ventana, a la gran Chicago. Degustar el skyline de esta manera termina dejando un muy buen sabor de boca.

Hancock Tower

Pero si uno quiere evitar gastar los 17 dólares de subir a la Willis Tower está la buena noticia de la posibilidad de disfrutar de las vistas del skyline de Chicago a coste cero. Y nada menos que desde la Torre Hancock, de 344 metros divididos en un centenar de plantas. Ésta también posee un observatorio de 360º, pero accesible a gratuidad si así se desea. En la planta 95ª existe el conocido como Signature Room, un restaurante de altos vuelos de precios prohibitivos, mientras que una más arriba, en la 96ª lo que hay es un bar para tomar cocktails y snacks (Signature Lounge) pero igualmente no apto para todos los bolsillos. Es aquí precisamente donde debe entrar la picaresca y así tener a mano las fabulosas vistas que ofrece el edificio construido en 1970 en el tramo norte de Michigan Avenue, la resplandeciente Magnificient Mile.

Y es que en el Signature Lounge es tremendamente sencillo pasar desapercibido entre tanta gente y así poder asomarse a las ventanas sin necesidad de consumir nada. Basta con entrar al edificio, subir a la 96ª como un cliente más y no sentarse en ninguna mesa (si es que no se tiene intención de pedir nada). Allí se mezclan clientes y pícaros como nosotros con sus cámaras de fotos, por lo que los camareros no se ocupan de perseguir a quien no ha venido a consumir. De hecho cuentan con ello porque esta práctica es muy pero que muy usual, a tenor de lo que he podido leer en blogs y foros de viajes. Al final lo que queda es la recompensa de ver otra panorámica de esas que te dejan sin aliento.

Los mejores momentos para las fotos corresponden a las últimas horas de la tarde, cuando la luz del sol empieza a debilitarse y el Lago se ve aún más hermoso.

Y ahí va otro consejo para la Hancock. Pero sólo para mujeres… En los baños femeninos hay una ventana con las que probablemente son las mejores vistas del edificio. Rebeca fue testigo de excepción y me lo confesó. Tiempo después llegué a leer en la red muchos comentarios al respecto, por lo que, al parecer, este es un tema vox populi para quienes visitan la torre. Lamentablemente tengo que decir que en los servicios masculinos no hay más vistas que las que proporciona el brillo de los urinarios…

Con la Willis y con la Hancock uno se mete a Chicago en el bolsillo. Se puede elegir una de ellas, pero personalmente no dejaría de recomendar las dos. Por ser extraordinarias y, por supuesto, complementarias.

Y he aquí el skyline de la gran ciudad de Chicago de abajo a arriba y de arriba a abajo. Seguro que quien ha estado se le ocurren muchos más ángulos, muchas más plataformas de observación. Basta con dar dos pasos para maravillarse de la composición de un nucleo urbano ordenado, limpio y sorprendente.

Hemos dado algunas pistas para disfrutar de la silueta de la ciudad. Otra tarea bien distinta es descubrir los detalles que hacen cobrar vida a los edificios, unas veces más a la vista y otras menos. Pienso que Chicago es una ciudad gótica del Siglo XXI que recuerda a la Gotham City en la que se esconde Batman, y que a su vez no deja de ser un suburbio de los años veinte en los que aún se mece la oscura figura de Al Capone acechado por Eliot Ness y sus intocables. Allá donde suena el jazz y las licorerías abren hasta tarde…

Chicago fue para mí ese lugar que ya había visto muchas veces pero que jamás había podido sentir.

Sele

* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

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