¡Esta carretera es un infierno!

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¡Esta carretera es un infierno!

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No sé si aquella era la peor carretera del mundo, pero seguro que al menos se le parecía mucho. En Bolivia, el país de la conocida como «Carretera de la muerte» por sus estrecheces y sus acantilados poco seguros entre La Paz y las Yungas, se habla bastante de la peligrosidad de las vías incluso en documentales emitidos en Televisión. Pero esa tan célebre no era la ruta a la que me refiero. Mucho más al norte, entre Rurrenabaque y Santa Rosa, solitarias localidades bolivianas que se resguardan entre selvas y pantanales que preludian la Amazonía, me hallé en un contexto de barro y mucha agua, de decenas de vehículos atrapados durante días, de rabia e indignación de quienes no podían salir de allí porque se habían quedado clavados en un camino inexistente. Las lluvias torrenciales de la última noche convirtieron nuestra ruta en un lodazal, en un terreno de arenas movedizas en las que había que tener verdadera destreza para lograr avanzar unos pocos metros.

Carretera de Santa Rosa en Bolivia

Esta carretera fue un infierno que tuvimos que recorrer tanto para ir como para regresar de nuestro destino, las Pampas de Río Yacuma, el Pantanal de Bolivia. Hubo que bajar al barro y pringarse, pero nos lo tomamos con muy buen sentido del humor porque sólo con cierta actitud las cosas que parecen imposibles dejan de serlo.

La noche trajo una tormenta terrible que se escuchaba perfectamente desde mi habitación de madera de Rurrenabaque, en pleno Departamento del Beni. Por la mañana temprano salíamos directos a las Pampas, allá donde el Río Yacuma se esparce creando unos humedales que resultan excelentes para observar fauna. Cuando nos vino a buscar un conductor apodado «El Chicharra» hicimos una parada previa para recoger unas palas de obra. Nada sospechoso, incluso me había olvidado totalmente de las insistentes lluvias nocturnas que parecían haber cesado.

Carretera entre Rurrenabaque y Santa Rosa

En el coche, para una ruta de un par de horas máximo, iba con mi amigo Eben «el Gringo» y un matrimonio de viajeros italianos muy simpáticos. El destino final era un refugio solitario en medio de los humedales del Río Yacuma, pero lo que no sabíamos ni por asomo es que sólo tratar de llegar al embarcadero de Santa Rosa iba a ser una aventura. Y que «El Chicharra» nos iba a sacar de esta…

La ida…

La primera hora de tramo hacia Santa Rosa fue bastante bien. Hasta que la carretera perdió toda noción de asfalto y empezamos a ver que estaba todo lleno de charcos. Cuando venían los más grandes, nuestro amigo Chicharra los solventaba a las mil maravillas, sin apenas mover un gesto de su rostro. Lo que parecía una parte más de un trayecto por una carretera ciertamente remota de Bolivia, que no se caracteriza por tener las rectas y seguras autopistas alemanas (aunque tampoco las esperamos ni las queremos allí), se convirtió en lo que ellos venían a decir en todo momento «un buen atranque».

Foto de la carretera de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

La calzada había perdido toda su figura, sólo era barro, agua y las cunetas muy por encima del trazado que seguían los coches. El camino estaba hundido en algo parecido a arenas movedizas. Era un sinsentido que había provocado que no sólo nos detuviésemos nosotros sino cualquier coche, camión o autobús que se hubiera atrevido a pasar en un sentido o en otro. Lo que veíamos tras el cristal era desolador, desesperante y aunque no faltaba optimismo, sabíamos que teníamos un brete ahí en medio.

Carretera embarrada de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

Nuestro conductor nos pidió que nos bajáramos del vehículo para aliviar peso e intentar pasar al otro lado. Era un kilómetro de carretera desaparecida en un suelo que parecía chocolate, de tramos de agua inmensos y profundos. Y el coche no era un 4×4 ni se le parecía, pero la seguridad que nos daba el amigo Chicharra nos inyectó toda esperanza. Así que con la mejor de nuestras sonrisas nos fuimos hacia un lado y dejamos actuar a «los profesionales» mientras observábamos cómo se iba desarrollando un panorama cada vez más complejo.

Carretera de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

Porque los coches eran cada vez más y la posibilidad de ganar cierta velocidad era nula. Había camiones atravesados, con las ruedas hundidas completamente, y así era muy difícil pasar. Los 4×4 que venían de Rurrenabaque también se quedaban atrapados en el fango a la mínima posible. Sólo los que aún pisaban un terreno más firme podían servir de ayuda remolcando algunos vehículos con unas cadenas que resultaron salvadoras. Era en realidad la única manera de ir despejando la carretera, aunque olvidándonos de los camiones que eran caso aparte y si no les iba bien, tenían para algo más que unas horas.

Foto de la carretera de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

Nos pusimos perdidos de barro. Era inevitable allá donde nos encontrábamos. Incluso no ensuciarnos creo hubiese sido visto como un gesto insolidario, cuando había tanta gente con las rodillas metidas hasta adentro tratando de achicar agua en vano. Pero ni eso ni las palas lograban hacer que muchos pudiesen avanzar un solo centímetro de donde estaban.

Estado de la carretera de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

Sin comerlo ni beberlo muchos asistimos al Rally más espectacular de nuestras vidas, y temimos por no llegar a nuestro destino, pero por un lado lleno de vegetación y muy estrecho, donde no podían entrar los todoterrenos, el bueno de Chicharra consiguió ponerse en buena posición después de haber ayudado a muchos de sus compañeros. Lo que no habían logrado coches más preparados para esos terrenos lo había conseguido él. Habíamos caído en muy buenas manos.

Foto de la carretera de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

Ya una vez llegamos a la orilla del Río Yacuma y tomamos un bote que nos introdujo en uno de los paisajes naturales más asombrosos y salvajes que he conocido nunca, nos olvidamos de lo que había sucedido. Era una anécdota dentro de un viaje ya largo que estaba a punto de cumplir tres meses de vida. Lo verdaderamente importante fue ese increíble despliegue de fauna en las conocidas Pampas del Yacuma, la versión boliviana del cada vez más exclusivo Pantanal de Brasil, no demasiado lejos de allí.

El regreso a Rurrenabaque…

Días después, tras nuestra expedición en las Pampas, hubo que regresar a Rurrenabaque, donde tomábamos una avioneta de regreso a La Paz justo a la mañana siguiente. Y aunque las últimas noches habían seguido trayendo lluvias, pensábamos que el nudo de Santa Rosa y Reyes podía estar arreglado. Habrán pasado volquetes y se habrá arreglado un poco – creímos ilusamente. Teníamos a Chicharra de nuevo al volante y si había echo ese mismo día la ruta, sería que la cosa no iba a estar tan mal. Pero nos equivocamos, vaya si nos equivocamos. Lo que nos encontramos era aún más dantesco de lo que habíamos visto a la ida.

Foto de la carretera de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

El número de vehículos atrapados era muchísimo mayor que entonces. Incluso observé algunos camiones y gente trabajando en la vía que ya estaban allí desde que pasamos nosotros. Estuvimos hablando con algunos de ellos y era el tercer día para muchos tirados allí sin remedio, sin que nadie acudiera a ayudarlos. Camiones repletos de verduras y frutas que podían echarse a perder, autobuses de ruta con todos sus ocupantes esperando pacientemente en el arcén. Porque si algo tienen los bolivianos es paciencia y resignación. Lo que para muchos sería una desesperación en apenas diez minutos, allí no se lo toman tan mal. Aunque eso no quiere decir que no estuvieran enfadados, sobre todo con los responsables de aquellas rutas que ni siquiera se habían pasado a ver cómo estaban.

Carretera de Santa Rosa a Rurrenabaque (Bolivia)

Moviéndome de un lado a otro, mientras Chicharra sacaba del fango a otros vehículos y trataba de avanzar en el suyo, metí en varias ocasiones las rodillas en el barrizal. El chocolate de la carretera se hundía casi un metro y sólo se podía ir por los lados, caminando a muy duras penas. Había algún que otro turista que esa misma tarde tenía que tomar un avión y veía imposible poder hacerlo. Lo único que se podía hacer era esperar, empujar el vehículo si era preciso, y no ponerse muy nervioso porque había gente en peor situación que la mía. Mucho peor.

Sele en la carretera de Rurrenabaque (Bolivia)

Le fue añadido un toque de comicidad a la situación cuando fijándome en uno de los camiones que estaban detenidos de larga duración me di cuenta que había un monito en el asiento del copiloto sentado tranquilamente observando el atasco. Sus gestos eran tan humanos que parecían los de un niño que esperaba pacientemente a que su padre le sacara del atolladero. Aquel macaco era la cara más simpática del embrollo montado en la carretera.

Foto de la carretera de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

Aunque el humor se esfumó en el mismo momento en que se presentan los ingenieros del ABC (Administradora Boliviana de Carreteras), responsables de las vías en la zona. La gente les esperaba bastante caliente, con ganas de decirles más de cuatro cosas. Había que ver su cara, estaban realmente serios porque sabían la que se les venía encima. Y más habiendo tardado tres días en acudir a la llamada del que era un verdadero problema. Se les veía tan fuera de lugar en aquel lodazal que tuvieron que venir escoltados por la Policía Militar para que no les sucediera nada.

Autobús atrapado en el barro de la carretera entre Rurrenabaque y Santa Rosa

Los transportistas fueron bastante educados con ellos, mucho más de lo que imaginaba. Al tono firme de ¡Compañeros! se pasaban la palabra y trataban de explicar el desaguisado, quejándose de la inoperante actitud de la autoridades competentes. Algunos insistían en que les iban hacer quedarse a «los ingenieros» a trabajar pala en mano hasta que saliera el último camión. Pero éstos salieron bien del paso y les prometieron maquinaria pesada para sacar en primer lugar los vehículos atrapados y posteriormente arreglar una vía que se hunde para adentro cada vez que caen cuatro gotas (cuatro gotas torrenciales, se entiende). Recuerdo la cara de una de las «ingenieras» dedicándome una mirada inquisitorial a mí y a mi cámara de vídeo como preguntándose, «¿Qué demonios hace este gringo grabándome?» (Allí los españoles también somos gringos, no sólo los estadounidenses).

Foto de la carretera de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

El gesto dramático de «¿Y ahora qué hacemos?» mientras se escapaba el barro de las manos de un pobre camionero que transportaba verduras era uno de los muchos que se dieron en esos instantes. Había gente que hacía negocio y viajaba en motocicleta al tramo atrancado con enormes ollas llenas de comida que vender a las personas afectadas por la desaparición de la carretera.

Esta carretera es un infierno

Mientras tanto Chicharra iba avanzando como podía. Metro a metro, paso a paso, salvando a otros compañeros atrapados. Hasta que dimos con un suelo algo más firme y horas después, ya de noche, pudimos continuar la marcha hacia Rurrenabaque. Se subió más gente a nuestro vehículo, gente que llevaba más tiempo que nosotros allí. Era para vernos… pedazos de barro andantes.

Nunca se me olvidará la ducha que me dí aquella noche en Rurrenabaque y cómo puse la habitación. De hecho creo que parte de aquel tremendo barrizal viajó de algún modo varios miles de kilómetros por territorio americano.

Foto de la carretera de Rurrenabaque a Santa Rosa (Bolivia)

Estas son cosas que pasan, y que aunque en su momento son verdaderos bretes, son algo más que la salsa de un viaje. Si todo saliera a la perfección no sería tan divertido, ¿verdad?

El vídeo de la carretera infernal

Está muy bien que os lo cuente y que os ponga algunas fotos, pero es que esto lo mejor es verlo en vídeo. Así nos meteremos en situación y veremos más fielmente la que se lió en aquella terrible carretera que separa Rurrenabaque de Santa Rosa del Yacuma.

Así que, compañeros, ya sabéis la que os espera si alguna vez os dejáis pasar por allí y llueve fuerte la noche interior, cosa que no es extraña ninguna época del año. Lo mejor es tener paciencia, verlo como una anécdota más y si es posible contratar a un boliviano apodado «El Chicharra» con experiencia demostrada para sacar gente de cualquier contrariedad en la ruta.

Sele

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6 Respuestas a “¡Esta carretera es un infierno!”

  • […] En nuestro caso la aventura real comenzó en el trayecto de “a priori” 2 horas al embarcadero de Santa Rosa. Recalco lo de a priori puesto que lo hicimos en más de cuatro. A mitad de camino la carretera se convirtió en un barrizal impracticable que no había visto en mi vida. Las últimas lluvias habían destrozado la ruta dejando a camiones, autobuses y vehículos parados sin solución inmediata. Hizo falta “tragar barro” pero teníamos como conductor al “Chicharra”, toda una institución en la zona capaz de traspasar lugares imposibles. Éste lo logró, y aseguro que la vuelta fue muchísimo más difícil. Aunque nadie dijo que fuera fácil… (Sobre esta ruta ya podéis leer ¡Esta carretera es un infierno!) […]

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