Con las maletas aún en el suelo sin deshacer del todo y viene por delante otro viaje. No nos vamos a ningún lado, no me entendáis mal, pero me gusta vivir la Navidad intensamente como un viaje a los orígenes, un encuentro nada casual con esas personas a las que quiero. La mesa, en ocasiones, puede ser el punto de partida a un veloz despegue de momentos, gestos y miradas que somos incapaces de olvidar, sobre todo, cuando nos damos cuenta un día de que no todos los pasajeros se hallan en el mismo avión, el avión de siempre. La familia y los amigos, esa gente que forma parte de toda una vida, son el mejor regalo de una nueva Navidad (y ya van unas cuantas) que va más allá de lo que se pone en el plato, del espumillón del árbol y las luces de la calle. Estos días son un inevitable canto a la esperanza y a la nostalgia por aquellos días que recordamos nítidos como si por ellos no hubiera pasado el tiempo.

Durante un año en que veo las cosas en función de la distancia de países y continentes me gusta tener un lugar y un instante al que aferrarme como si fuera el último clavo ardiendo. Mi ciudad, mi casa y mi gente se convierten en el auténtico kilómetro cero de una vida que corre a veces demasiado rápido.
Reconozco que me asusta que llegue el día que deje de ilusionarme en Navidad. Ya he empezado a vivirla con cierta añoranza de esos tiempos pasados en los que éramos más y solía contemplar las cosas como un juego. Pero todavía me pongo nervioso ante los días clave, me sigue apasionando envolver y desenvolver regalos (y tengo a alguien a mi lado que lo hace todo para que no pierda esa emoción) y recibir con los brazos abiertos a quienes considero mi familia, un acepción que para mí va más allá de la sangre y los apellidos.

Imagen de la Navidad en Sevilla (12 cosas que ver y hacer en Sevilla: Guía para primerizos)

La percepción que he tenido siempre de las navidades ha ido cambiando en estos años, pero más en la forma que en el fondo. Lo más importante sigue formando parte de ellas, que es precisamente la posibilidad de celebrarlo con las personas con las que comparto muchos momentos (y no únicamente en estas fechas), unas veces buenos y otros menos buenos. Y eso me hace enormemente feliz.
En estos años de cambios he podido pasar del yo al NOSOTROS, poner NUESTRO árbol, cenar con NUESTRA familia, quedar con NUESTROS amigos para vivir un montón de experiencias. En eso Rebeca ha tenido mucho que ver, por supuesto. Vivir juntos es otro de esos regalos por los que despierto cada día como si hubiesen llegado los Reyes Magos. Porque con ella para mí siempre es Navidad cada día.

Rebeca y yo en Bayonne (País Vasco francés)

Me pone realmente contento saber que tengo a mi madre tan cerca, que mi padre no se pierda ninguno de los pasos que voy dando y que mi hermana me haya dado dos sobrinos tan «revoltosamente» geniales. También tener una familia política que me trata como a un hijo. Y contar con buenos amigos con los que estoy deseando quedar cuando regreso de viaje.

Brindis en en el barco-casa con el que navegamos por el Lago Alqueva (Portugal)

También me ilusiona saber que al otro lado de estas palabras que tecleo hay mucha gente con la que me encuentro en este rinconcito donde nos gusta viajar y conocer mejor el mundo que tenemos. El próximo año El rincón de Sele cumple una década y sois muchos quienes formáis parte de un camino a lugares que deseamos contemplar con nuestros propios ojos. En cada viaje que llevo a cabo soy incapaz de sentirme solo porque soy consciente de que siempre me acompañáis con vuestro apoyo y vuestros mensajes de cariño. Y aprendo un montón con todos los consejos que me dais, no lo dudéis un segundo.
Así que ante otro viaje, en este caso a la Navidad, os deseo la mejor de las suertes. Vienen días muy especiales, por lo que sólo os pido que viváis unas muy FELICES FIESTAS y que no perdáis la ilusión nunca.
¡¡Feliz nochebuena y Feliz Navidad a tod@s!!
Sele
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