Nadando con el gran tiburón ballena en Isla Holbox

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Nadando con el gran tiburón ballena en Isla Holbox

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En la boca cavernosa del tiburón ballena parecía que cabía por sí solo todo el océano, con México incluido. Su aliento oscuro absorbía todo el plancton que podía mientras que, a su lado, me daba por pensar si no iba a ser yo su próximo plato. En momentos iba despacio pero en otros agitaba su larga cola para seguir avanzando con las rémoras submarinas que no dejaban de perseguirle. No había que perder comba, ya que uno no nada todos los días junto con el pez más grande del mundo, el cual puede llegar a tener la friolera de 12 metros de longitud. En las costas del Yucatán ese sueño se hace, por lo menos, posible, ya que a pocos kilómetros de las costas de las Islas Holbox y Contoy, a las cuales se accede en barco con facilidad desde Cancún o Isla Mujeres, estos gigantes acuáticos acuden a alimentarse entre los meses de mayo y septiembre. Hacer snorkelling con el tiburón ballena es lo más parecido a besar en los labios a la vida, con tanta pasión y entusiasmo que uno se olvida de que existe algo que supere a los regalos que la naturaleza puede ofrecer. Son apenas minutos, o más bien segundos, pero esos instantes acabarán marcándote para siempre.

La aleta del coloso venciendo a las olas era la señal que teníamos para lanzarnos al agua y permanecer cuanto pudiésemos en su travesía, más lenta o más fugaz según los casos. Acompañar al tiburón ballena era el objetivo, observarlo tras las gafas de cristal y un tubo que nos permitiera suspirar era sencillamente una de las cosas más emocionantes que estábamos haciendo en la vida.

El tiburón ballena…

Es curioso que al tiburón ballena se le conozca como tal cuando no es ni un tiburón, ni una ballena, ni mucho menos una mezcla de ambas. Quizás es porque su aspecto es el de un tiburón con el tamaño aproximado de una ballena. Pero ni es un depredador como el primero ni es un mamífero como el segundo. De ahí que se diga que el pez más grande de todos los mares es esta especie. Si hablamos de criatura marina nos toparíamos con la mítica ballena azul, pero nos iríamos entonces al mundo mamífero que vive bajo el agua.

El tiburón ballena nada en gran parte de los océanos y mares del planeta pero se deja ver tan sólo en ciertos lugares y ciertas épocas en las que repite su presencia de cara a conseguir mayor cantidad de alimento de especies diminutas tales como el plancton o el krill, los cuales son también los platos preferidos de las ballenas. Fillipinas, Papúa, Belice o México son algunos de los países en cuyas costas les place detenerse a fortalecerse.

Isla Holbox y cómo contratar la excursión

Dado que nos encontrábamos en la península del Yucatán, México, supimos de la posibilidad de tomar un barco hacia Isla Holbox desde Cancún para así poder hacer uno de los snorkelling más asombrosos del mundo. Suelen ser actividades relativamente caras, pero su precio acaba compensando siempre que se vea con seguridad al tiburón ballena (cosa altamente posible en los meses de mayo, junio, julio y septiembre).

Hay numerosas agencias que ofrecen la actividad del snorkelling (reserva con antelación) con el tiburón ballena en Isla Holbox, por lo que mejor es estando allí contrastar precios y negociar, ya que no son precios fijos. No recomiendo hacer esto en el propio hotel, ya que es allí donde hacen mayor negocio. Siempre va a ser más caro.

Uno de los aspectos más a tener en cuenta para contratar esta peculiar excursión es que si no se puede llegar a ver al animal se pueda regresar otro día o se desembolse el dinero por completo. Igualmente conviene asegurarse que venga la comida incluída y los traslados puerta a puerta en el caso de querer salir desde el propio hotel.

La experiencia…

Recuerdo que al poco de salir de Punta Sam y dejar atrás Isla Mujeres antes de subir hacia Holbox empezó a botar el barco en las olas de la velocidad que tomaba. Salvo la aparición efímera de algún que otro delfín que saltaba a contracorriente, la vista me costaba llevarla al horizonte sin tener sensación de mareo. Lo reconozco, los barcos y yo no nos llevamos demasiado bien, sobre todo cuando se mueven de lo lindo como era el caso.

Aproximadamente una hora tardamos en llegar a aguas próximas a Isla Holbox y fue entonces cuando el capitán del barco empezó a hablar por radio con otros compañeros. Estaban buscando el área por el que se movía el tiburón ballena. O mejor dicho los tiburones ballena, ya que son muchos los que se juntan en busca de alimento. Pero aún así siempre cuesta dar con ellos, aunque alguien acaba corriendo la voz entre otras lanchas para ir hacia donde están.

Escuché perfectamente decir a uno de los miembros de la tripulación un “Ahí están” mirando hacia una voluptuosa aleta color negro que cortaba las olas y el aire. En ocasiones la cola también se apreciaba en la superficie dejando entrever unas dimensiones cuanto menos destacables del animal que la agitaba.

Dado que éramos unos cuantos los que estábamos subidos a la lancha decidieron repartirnos por turnos de tres o cuatro personas para irnos tirando al agua y salir al paso del tiburón ballena. En el caso de Rebeca y mío nos tocó ser los últimos, multiplicando de por sí los nervios de saber que los teníamos a unos metros y no debíamos esperar a tirarnos al agua. Mientras tanto nos preguntábamos si no nos íbamos a quedar petrificados o helados de miedo cuando estuviésemos en el agua con un “bicho” de entre seis y doce metros de longitud. Pero antes de que las hipótesis llegaran a sucederse fue nuestro turno. Aletas puestas, gafas bien ajustadas y el tubo colocado verticalmente para ayudar a propulsar nuestra respiración. A escasos seis o siete metros un tiburón ballena zigzagueaba lentamente. “Vamos, al agua!!” nos gritaron y haciá la gigantesca criatura nos dirigimos sin pensar más que en ser rápidos y aprovechar al máximo la oportunidad.

De las tres “inmersiones” que haríamos, sería la primera la que cubriera todas nuestras expectativas. Tuvimos la suerte inmensa de no perseguir al animal sino de quedarnos junto a él mientras éste se detenía a comer. Abría la boca con gran intensidad, absorbiendo lo que para nosotros era invisible. Su cuerpo de color gris y negro se contoneaba ligeramente mientras que las rémoras que iban con él, parecidas a tiburones pequeños, esperaban a que se hiciese con el máximo alimento posible.

No sé si fue un minuto, o si fueron dos los que estuvimos junto a él antes de que se marchara. Lo que si estoy seguro es de que fueron instantes en los que el tiempo se quedó metido en el congelador, dejándonos una visión de la belleza absoluta y sencillamente extraordinaria que sólo la Naturaleza es capaz de crear.

No sentí miedo, ni por un segundo. ¿Por qué lo iba a tener? A pesar de un tamaño que multiplicaba el mío varias veces, el tiburón ballena no se hacía temer. Cierto que sus dimensiones son imponentes, casi grotescas, pero su gesto es manso y su rostro no desprende otra cosa que no sea bondad y naturalidad. Este animal es sumamente inofensivo y no se han registrado ataques hacia humanos. De hecho es posible tocarle sin que se altere lo más mínimo.

En las otras inmersones en las que vimos a otros ejemplares de tiburón ballena, sí que tocó aumentar en mayor medida las tareas de seguimiento. O le daba fuerte a las aletas o me quedaba atrás. Algunas veces me daba respeto acercarme tanto cuando se movía porque tenía la impresión de que me iba a llevar un coletazo ciertamente interesante. En un animal que debe pesar ni se sabe cuántas toneladas su fuerza se multiplica hasta límites insospechados. Lo mejor, entonces, era echarme a un lado y continuar allí una persecución que terminaba en una sombra lejana escondiéndose en el azul infinito de aquellas aguas caribeñas.

La fugacidad de los instantes era directamente proporcional a la emoción que sentía por dentro. De hecho pienso que aún no he terminado de asimilar que un día, bajo las olas de Isla Holbox, pude nadar con una criatura del tamaño de una barcaza a la que llaman tiburón y apellidan ballena.

Como premio, para comentar la jugada el mejor lugar posible, terminamos comiendo ceviche sumergiendo medio cuerpo en un agua calmada y perfecta como la de cualquier playa de Isla Mujeres…

Y es que este viaje por las Américas está siendo tan sorprendente que la inmensidad de las experiencias superan cualquier cosa pensada y planificada de antemano. Apenas diez días antes de vivir ese momento aún desconocía que el próximo destino después de Colombia iba a ser nada más y nada menos que la Península del Yucatán, en México. Cuestión de sensaciones, de apostar, de agarrar la mochila con fuerza e ilusión.

Nadar con el tiburón ballena fue posible, recordarlo para toda la vida una realidad…

Sele

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* Venimos de realizar un recorrido en coche alquilado por el Yucatán mexicano que nos ha dejado sin habla. Como parte de la Ruta maya que estamos haciendo en estos momentos, hemos visitado antiguas y emblemáticas ciudades como Chichen Itzá, Ek Balam, Uxmal y otros templos Puuc, además de los conjuntos del Río Bec como Calakmul, Becan, etc… En estos lugares hemos vivido una auténtica aventura cargada de Belleza, Naturaleza e Historia. Ahora nuestros pasos nos llevan a un pequeño país caribeño como es Belice, de aguas cristalinas, selva y ruinas mayas con mucho que decir.
* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

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