Sur de Túnez: Entre Oasis y Desiertos (Parte 1 de 2)

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Sur de Túnez: Entre Oasis y Desiertos (Parte 1 de 2)

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Empezar el año con buen pie. Ese era el objetivo principal de un nuevo viaje a una tierra que agrupa desiertos y oasis de ensueño. El Sur de Túnez es una de las regiones más interesantes del Norte de África. Allí el Sáhara extiende sus brazos, los inmensos palmerales tiñen de verde los riscos, y los lagos de sal blanquean las llanuras. Tierra de Tuaregs y Beduinos, de camellos y dromedarios, de dunas y palmeras que George Lucas identificó como la más idónea para filmar la saga de la Guerra de las Galaxias.

Carretera del sur de Túnez

Pocas semanas después de que la aerolínea Tunisair inaugurara la ruta Madrid-Tozeur, nos planteamos pasar en el
Sur de Túnez tanto la nochevieja como los primeros días del año. Fue una sugerencia que recibimos por parte de dos lectores de esta web que se han convertido en muy buenos amigos. La verdad que no hubo demasiadas dudas. Hablamos por teléfono y compramos casi al instante los billetes de avión (100€) para salir el jueves 31 de diciembre por la tarde y regresar la noche del 3 de enero. Ya había estado en esa zona de forma organizada en 2003 pero tenía muchas ganas de volver, sobre todo organizándolo por cuenta propia. Primero buscamos alojamiento y coche de alquiler. Después pensamos un plan y finalmente nos encontramos con un viaje realmente intenso a un coste muy reducido. Fueron cuatro días increíbles vagando entre oasis y desiertos, sin campanadas ni cotillón. Una salida y entrada de año diferente que vivimos como una auténtica aventura. Y a dos horas en avión…

En este relato pretendo contaros cómo fue este viaje, qué es lo que visitamos, por dónde nos movimos y las impresiones este un país con tan avanzado desarrollo del turismo. Porque un amplísimo porcentaje de las personas que visitan Túnez lo hacen a través de distintas agencias turísticas. De hecho yo utilicé esa forma seis años antes en un recorrido de una semana bastante completo por el país. Ahora después de ir allí sin utilizar a ninguna compañía puedo decir que está preparado también para el turismo independiente. Es posible encontrase con precios a la baja que satisfarán los presupuestos más ajustados. Con muy poco se puede hacer mucho.

LOS MIEMBROS DE LA EXPEDICIÓN

Fuimos cuatro personas las que formamos parte de este viaje: Alicia, Víctor, Rebeca y un servidor. Tanto a mí como a Rebeca nos conocéis de sobra, por lo que no es necesaria descripción alguna. Alicia y Víctor, en cambio, eran inéditos hasta ahora en los viajes del Rincón de Sele.com. Les conocimos en el marco del Primer Encuentro de Viajeros del Foro Lonely Planet organizado en Madrid en octubre de 2009. Ambos, procedentes de la ciudad asturiana de Gijón, no quisieron perderse este improvisado e informal evento. Son, además, veteranos seguidores de esta web. Aquel fin de semana congeniamos mucho con ellos y a partir de ahí llegó la propuesta de pasar el fin de año los cuatro aprovechando la recién inaugurada ruta de Tunisair Madrid-Tozeur. Nunca habíamos viajado juntos pero confiamos en que la cosa se diera bien. Y después de volver de tierras tunecinas doy fe de que así fue. Y de que estamos deseando repetir.

Víctor es aficionado al Sporting de Gijón, a la siesta y a la buena vida en general. Le encanta viajar, es muy metódico con sus cosas y tremendamente divertido. Sus regateos en los mercados son conocidos allá por el mundo entero por su dureza e insistencia. De hecho es uno de los más afamados miembros de la Cofradía del Puño Cerrado. Nunca viaja sin su hilo dental. Es un buen tipo con todas las letras.

Alicia se apunta a un bombardeo si hace falta. Y además siempre irá preparada como la que más. En su bolso cabe el baúl de la Piquer y hasta el Arca de Noé. Que necesitas un medicamento, te lo da. Que necesitas bastoncillos para los oídos, te los da. Que te hace falta una gorra para el sol, toda tuya. Que te urge leer la última novela de Ana Rosa Quintana, toda para tí, negros incluídos. Se amolda a las circunstancias que se van presentando y mantiene siempre la calma. Buena conversadora… y bailarina. Si no, que se lo pregunten al maromo sudoroso que le sacó a la improvisada pista de una pizzería.

Sin duda formamos un equipo variopinto.

RECORRIDO REALIZADO

Nuestra base durante el viaje al Sur de Túnez fue la ciudad de Tozeur. Desde esa ciudad nos movimos hacia el noroeste y sudeste respectivamente para hacer las visitas pertinentes. Allí celebramos de forma pintoresca nuestra nochevieja. Después le dedicamos un día a los oasis de montaña (Chebika, Tamerza y Midés), otro al Lago Salado y las primeras dunas del Sáhara (de Douz a Ksar Ghilane), y el último al propio Tozeur, que bien merece una atención especial. Las excelentes comunicaciones por carretera nos permitieron realizar en coche alquilado el siguiente recorrido:

  • Tozeur: El Palmeral más inmenso de Túnez. Ciudad-base del Sur del país para hacer los Oasis de Montaña y las excursiones al Sáhara. Su arquitectura de ladrillo es realmente interesante. Cuenta con una medina digna de visitar. En él estuvimos alojado de jueves a domingo. Lo visitamos más en profundidad el último día del viaje.
  • Chebika-Tamerza-Midès: Los tres coinciden en que son Oasis de montaña y que sus poblaciones quedaron arrasadas tras unas fortísimas lluvias torrenciales sufridas en 1969. Formaron parte de la excursión que realizamos el viernes, día de año nuevo.
  • Lago Salado (Chott El Djerid): Esta seco la mayor parte del año pero eso le hace ser más especial todavía, porque la sal pinta de blanco una planicie de gran extensión que impresiona a todo el que va. Transición entre Tozeur y Douz y muy fácil de llegar en coche. Lo visitamos el sábado día 2 de enero.
  • Douz: Se le conoce como «La Puerta del Sáhara», y es que aproximadamente el desierto nace con ella. Una buena oportunidad para montar en camello a lo Lawrence de Arabia. Formo parte de la ruta realizada el 2 de enero.
  • Ksar Ghilane: Puro desierto. Dunas rojas que no parecen tener fin. En él no cabe posible decepción. A pesar de estar lejos vale la pena llegar hasta allí. Fue el objetivo final de la ruta realizada el 2 de enero.

ALOJAMIENTO

Siendo Tozeur la base, nuestro centro de operaciones se encontraría allí. Reservamos por internet (solicitud por e-mail y confirmación de la reserva prácticamente inmediata sin necesidad de pago previo) en la Résidence El Amen, ubicada en la Zona Turística, a no más de cinco minutos del Aeropuerto en taxi al igual que del centro histórico de la ciudad. Al Palmeral se podía ir andando desde allí. Sus habitaciones eran un tanto pintorescas por el color de las paredes, pero estaban bien limpias. Baños privados tamaño Lilliput. El desayuno estaba incluído. Lo mejor de todo el precio: Habitación doble 32 Dinares la Habitación doble (1 euro equivale aproximadamente a 2 dinares; Ver cotización actual). Eso viene a ser 8 euros por persona y día, lo que quiere decir que en alojamiento invertimos 24 euros cada uno. El parking costó 1 dinar (50 céntimos de euro) por noche.

Bueno, bonito y barato. Ideal para viajeros independientes que quieren estar bien sin rascarse demasiado el bolsillo.

TRANSPORTE

El traslado desde Tozeur a los lugares que visitamos lo hicimos utilizando un vehículo que alquilamos en Europcar a través de internet. La oficina además estaba a menos de cien metros del hotel, por lo que recogerlo y devolverlo fue realmente sencillo. El coche que nos dieron fue un Renault Clio Sedán por el que pagamos 190 euros (47´50 por persona) por 3 días (viernes, sábado y domingo). Nos lo entregaron en la reserva, sin apenas gasolina para diez o quince kilómetros, y bastante sucio más por dentro que por fuera.

El buen estado de las carreteras en la región hace posible recorrer muchos de sus puntos en un automóvil normal y corriente. Ya para meterse a las dunas sí viene bien un 4×4, aunque el coste es mucho mayor.

Además del coche de alquiler utilizamos el taxi para ir del Aeropuerto al Hotel (15 dinares) y el vehículo privado del recepcionista del hotel para hacer el recorrido inverso (10 dinares).

Otros medios más variopintos fueron los camellos que montamos en Douz (45 minutos por 15 dinares por persona) y la calesa con la que recorrimos el Palmeral de Tozeur (1 hora por 5 dinares cada uno, propina al calesero incluída).

GASTOS

Túnez, a pesar de recibir muchísimo turismo (sobre todo italiano, francés y español), tiene unos precios bastante asequibles. Además del avión (100€ con Tunisair) y el alquiler del coche (47´5€/pers.) nos gastamos una media de 90 euros cada uno durante nuestra estancia. E incluyo alojamiento (8€/persona/noche), gasolina (9€/persona), comidas, cenas, camellos, calesas y algún que otro souvenir.

En resumen, por no más de 250 euros en total pasamos un fin de año alucinante en un país fantástico. Creo que este ha sido uno de los presupuestos más ajustados con los que he viajado nunca. Y fueron cuatro días metidos entre desiertos y oasis. Mira que me están dando ganas de volver otra vez.

DA COMIENZO POR TANTO LA CRÓNICA DE ESTE VIAJE

Y ahora es momento de contaros a grandes rasgos tanto lo que hicimos durante el viaje como las impresiones que me ha dejado mi regreso al Sur de Túnez seis años después. Será como volar de nuevo a Tozeur y comenzar nuestra andadura «entre oasis y desiertos». He aquí pues lo que dio de sí el día a día por tierras tunecinas:

31 de diciembre de 2009. UNA NOCHEVIEJA SURREALISTA DONDE LAS HAYA

Quedamos los cuatro directamente en el Aeropuerto de Barajas pasadas las seis de la tarde. A esas horas estaba casi vacío, y es que en plena Nochevieja, el que tenía que viajar pasa pasar la noche en su casa probablemente ya lo habría hecho. Quizás por ese débil tráfico aéreo nuestro pequeño avión de Tunisair salió a la hora prevista (19:30) y abandonó el lluvioso y helado frío madrileño para trasladarnos en apenas 120 minutos a la ciudad más importante del Sur de Túnez, Tozeur, que nos recibió con diez grados más y con un cielo estrellado sin rémora alguna de nubes. El aeródromo tunecino, realmente diminuto, absorbió con velocidad a los ocupantes de el último avión semivacío que aterrizaba en sus pistas. Las maletas facturadas salieron en un santiamén y nos dirigimos a otro paso necesario para el viaje, cambiar dinero. Una casa de cambio en pleno aeropuerto nos proporcionó dinares suficientes hasta el domingo. Y cambiamos mucho más de lo que íbamos a necesitar puesto que los gastos fueron bastante inferiores a los que habíamos previsto. Un consejo al respecto, conviene guardarse el recibo que te dan porque al cambiar dinares a euros a la vuelta nos pusieron bastantes problemas por no tenerlo.

Estuvimos fuera esperando un taxi que tardó en llegar puesto que esa noche debía haber uno o dos haciendo todos los recorridos del Aeropuerto a los hoteles de la ciudad. Nos costó 15 dinares (7´5€) el trayecto hasta la Résidence El Amen, que no fue mayor a 5 minutos. Quizás por la noche el precio suba un poco, pero preguntando a otras personas, la media de un viaje es entre 10 y 20 dinares, dependiendo de la ubicación del hotel. Nuestro alojamiento para las próximas tres noches se encontraba en la Zona Turística, un distrito tranquilo que mezcla residencias privadas con hoteles. En Tozeur los hay de muy alta categoría, pero esos suelen vender todas sus plazas a las Agencias de Viajes. Aunque si uno lo quiere normalito y, sobre todo, a buen precio, también los hay para elegir. Alicia había sido la encargada de reservar el nuestro por internet y tan sólo fue necesaria una confirmación por e-mail para tener aseguradas las dos habitaciones con baño privado a 32 dinares por noche (16€ la doble, 8€ por persona, desayuno incluído).

En recepción nos ofrecieron a ir a una fiesta de nochevieja en un palmeral por 40 dinares cada uno, pero no estábamos muy por la labor de ir a una de esas galas hechas para turistas extranjeros que se convierten en eso precisamente, «turistadas». Ya que huíamos de las nocheviejas típicas lo que queríamos es dar una vuelta por la ciudad y meternos al primer sitio que viéramos libre. Lo único que llevábamos de España fueron las clásicas uvas que tomarnos antes de dar las doce. No sabíamos dónde lo haríamos, pero ya nos las apañaríamos. Después de cambiarnos de ropa en las habitaciones y darnos unos regalitos que nos habíamos hecho entre los cuatro (el color rojo fue el protagonista, no cabe duda), salimos a la calle como si la fiesta no fuera con nosotros y terminamos recorriendo de arriba a abajo la interminable Avenida Abdulkacem Chebbi donde no vimos tantos restaurantes como pensamos. Finalmente nos dieron casi las once y media y lo único que habíamos encontrado fue a un sinfín de lugareños que nos confundieron constantemente con italianos (los que más visitan Túnez con diferencia). Se hizo tan tarde que de lo poco que vimos abierto fue el Restaurant-Pizzeria La Fontana, donde apenas había una mesa ocupada y el resto estaban libres. Así que allá fuimos, lo importante era cenar. Nunca imaginamos que terminaría convirtiéndose en una velada bastante divertida con variopintos personajes.

El primer signo bizarro de una nochevieja no convencional fue escoger para la cena carne de camello. Ya que había que salirse de la norma, qué mejor que variar el menú de langostinos y cordero que estarían comiendo en casa por algo más tradicional. ¡Y de beber zumo de naranja! Ahí estábamos tan tranquilos, yo en manga corta por el calor, riéndonos sin parar en los últimos minutos del año. Puesto que la dueña del restaurante era italiana, pusieron la RAI 1 en la televisión para poner la gala de fin de año. Nosotros habíamos puesto las alarmas en los móviles para avisarnos a las 23:59 y hacer improvisadas campanadas. Rebeca repartió latas con uvas para todos y nos preparamos para la ocasión. La cuestión fue cuando en la televisión que tenían puesta no hubo campanadas sino una cuenta atrás veloz de 10 a 0. Así que más que tragar uvas, las engullimos. Esa fue una de las pocas tradiciones que sí quisimos cumplir.

De repente salió toda la familia y amistades que estaban en el restaurante y no sólo nos invitaron a chupitos de champán para brindar sino que nos abrazaron y besaron como si nos conocieran de toda la vida. Además en Túnez los saludos no son con dos besos, son con cuatro, y los dan tanto hombres como mujeres. Aún recuerdo un tipo, que era el marido tunecino de la dueña, que tenía barba de dos días que parecía una lija. Creo que si me hubiera dado un beso más hubiera tenido que echarme en la cara alcohol para las heridas. Y eso no fue todo. Aparecieron varios chavales con un ordenador portátil que conectaron a unos altavoces para poner música con objeto de que todos saliéramos a bailar. El restaurante se había convertido en una improvisada discoteca de amigos, familia…y nosotros. La situación era tan extraña que nos dejamos llevar por los acordes distorsionados de canciones árabes y le dimos un poco al baile, aunque siempre poniendo de nuestra parte un toque lo más friki posible para no desentonar.

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Uno de los chavales que manejabane el portátil, que tenía la cara empapada en sudor, se empeñó en sacar a bailar a Alicia, quien no tuvo más remedio que hacerlo. Rebeca se agarró rápidamente a mi para no pasar por los brazos del por siempre apodado como «El sudoroso». Este personaje, que parecía Tony Manero en Fiebre del Sábado Noche, goteaba tanto que la pobre Ali tenía pavor a acercarse a su cara, no fuera a recibir de lleno el elixir sudoríparo que proporcionaba el sujeto a los asistentes. Él estaba entusiasmado con ella y fueron varios bailecitos los que nos ofrecieron los danzantes de nochevieja. Parecían personajes sacados del programa de televisión Mira quién baila en versión tunecina.

Para mimetizarse con nosotros pincharon la canción «La Vida es un Carnaval» de Celia Cruz. Y después una sesión de bakalao casero tan cutre en la que hubo momentos en los que no supimos dónde meternos. Mientras tanto Alicia, que era la atracción de la fiesta, seguía su show con el ínclito sudoroso de cuya cada despedía charcos de pasión.

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Se fue haciendo tarde y como a las ocho de la mañana teníamos que ir a la Oficina de Europcar para recoger el coche nos tuvimos que marchar, no sin antes ser besados y abrazados con afán por los DJ Masters del Restaurante-Pizzeria La Fontana. Realmente lo habíamos pasado muy bien y es que habíamos conseguido lo que nos habíamos propuesto, celebrar la nochevieja de forma diferente. Y vaya si lo fue. Además de económica, ya que por la cena de los cuatro nos cobraron 50 dinares (25€, aproximadamente 6€ por persona, con postre de panettone incluído). ¡Viva el bizarrismo de bajo coste!

Regresamos al hotel, a nuestra habitación de paredes azules, para echar el primer sueñecito de un 2010 que acababa de empezar. Y de qué manera…

1 de enero de 2010. DÍA DE AÑO NUEVO EN LOS OASIS DE MONTAÑA

Costó un mundo levantarnos de la cama pero cuando abrimos la ventana y vimos un cielo tan azul nos animamos ante el fantástico día que se nos venía encima. Víctor y Alicia, que dormían en la habitación de al lado, estuvieron listos a la hora prevista (07:30). Después de desayunar nos fuimos caminando a por el coche de alquiler porque afortunadamente teníamos en la calle de al lado la oficina de Europcar en Tozeur. El señor que nos atendió era Rompetechos en versión tunecina. No veía tres en un burro  y tuvimos que ayudarle hasta con los papeles que él mismo tenía que rellenar. Aunque su mejor intervención llegó cuando fue a buscarnos el coche, un Clio Sedán, para entregárnoslo en un estado un tanto cochambroso. Había una enorme mancha en el asiento trasero que daba la impresión de ser restos de un vómito seco no retirado. Y lo peor de todo era el olor, sobre todo para los pasajeros que tenían pensado sentarse atrás. Yo desde el asiento del conductor no lo sufría tanto, pero con mi reducidísimo sentido del olfato entiendo que así fuera. Le pedimos al hombre de la oficina que pusiera solución al tema. Entonces se llevó el coche y apareció diez minutos después con él muy sonriente. Lo único que había hecho es tapar el asiento manchado con una toalla y echar un poco de ambientador con un spray. No estábamos para perder mucho tiempo así que no insistimos más con el tema, pero apuesto a que el coche que nos dieron era el utilitario de Mohammed y su familia, y no uno de los pertenecientes a la flota de Europcar. En la ciudad la marca la lleva una agencia local.

El coche estaba en la reserva, por lo que tuvimos que echarle gasolina en una de las Estaciones de Servicio que hay a la salida de Tozeur. Lo mejor de todo fue el precio ya que llenamos el depósito con 46 dinares (23€), y es que en este país el combustible no supera los 60 céntimos de euro el litro. Esa es otra de las razones por las que compensa alquilar un automóvil entre varios. Como puede haber tramos importantes de carretera sin gasolinera, sobre todo en el sur del país, conviene llevar el depósito lleno por si acaso. Nuestro plan para ese día requería cubrir aproximadamente 150-160 kilómetros entre ida y vuelta. El objetivo era visitar los conocidos Oasis de Montaña próximos a la frontera con Argelia: Chebika, Tamerza y Midès. Tres pequeños paraísos de palmeras y cascadas inmersos en la cadena montañosa de Jebel en-Negeb, último resquicio geográfico del Atlas en el este. Esta zona la conocía del viaje de 2003 y me pareció realmente interesante volver en coche por cuenta propia. Nada de ir a la sillita de la Reina. Y teniendo Tozeur como base de operaciones, son lugares imprescindibles para ir. Además estaba convencido de que a Rebeca, Víctor y Alicia les iban a encantar. Y creo que así fue.

A TRAVÉS DE LA CARRETERA DE LOS DROMEDARIOS (¿O SON CAMELLOS?)

Tomamos a la primera el desvío a la carretera que se dirige a Chebika y vimos las primeras barreras laterales que impiden que la arena se amontone en la misma. Este oasis de montaña está situado a 53 kilómetros de Tozeur y para llegar hasta él tan sólo hay que seguir una vía recta de doble sentido. La conducción no tiene dificultad alguna ya que ésta se encuentra convenientemente asfaltada y apta para la circulación de cualquier clase de vehículos.

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La única dificultad, sobre todo si se hace este recorrido por la noche, la puede dar la presencia de numerosos grupos de dromedarios que pueden cruzar la carretera en cualquier momento. Al poco de iniciar la marcha diversas señales indicaban que debíamos prestar mucha atención por este hecho. Nosotros además de hacer caso de estas recomendaciones nos detuvimos a hacernos alguna que otra foto con los llamativos carteles para que se nos quedara bien clavado en la memoria y no olvidásemos ni un momento que 700 kilos de peso andantes podían tener la tentación de cruzarse por el medio en el mismo instante en que nosotros también lo hiciéramos.

No tardamos demasiado en ver grandes grupos de jorobas pastando en la inmensa planicie y en bajarnos de los coches para retratarlos más de cerca. Desde esa carretera las oportunidades de observar numerosas poblaciones de estos simpáticos animales caminando libremente son realmente elevadas. Mucha gente se cuestiona si son ejemplares salvajes de esta especie o si tienen propietario. La respuesta acertada sería la segunda, ya que no sólo sirve como medio de transporte sino que se vende su carne, su piel e incluso sus huesos. Es un miembro más de la industria ganadera de Túnez así como de los países que poseen dromedarios.

Y ahí va una pregunta. ¿Los que podemos ver tanto en Túnez como en el resto de países africanos son camellos o dromedarios?, ¿Qué diferencia hay entre ambos? ¿Por qué cada uno les llama de una manera? Ahí va la respuesta:

Son dromedarios. La forma más apropiada de denominarlos es esa, aunque su traducción al inglés «Camel» induce P1110188al error, provocando que la gente los llame «camellos». Los dromedarios cuentan con una sóla joroba y no dos, como mucha gente piensa. Estos son los que podemos ver tanto en África como en la península arábiga. Los que cuentan con dos jorobas son los camellos bactrianos, a los que formalmente sí se les puede llamar «camellos» a secas. Estos viven en distintos países de Asia Central, aunque es en el Desierto del Gobi (Mongolia) donde se cuentan en mayor número. Aunque realmente por muchas precisiones que hagamos la generalización es un hecho, ya que ambas especies pertenecientes a la misma familia (Camelidae) y al mismo género (Camelus). Conclusión, les podemos llamar camellos pero en el sentido más estricto de la palabra son dromedarios aquellos que cuentan con una sola joroba. En este relato los nombraré de ambas formas, aunque ya sabéis con exactitud a qué especie pertenece cada uno.

Si desde el principio fuimos encontrándonos grupúsculos dispersos de estos animales, cuando ya íbamos teniendo P1110195más próximas las montañas anaranjadas de Jebel en-Negeb aparecieron inmensas manadas desplazándose hacia el este. En esta ocasión sí que vimos a varias personas pastoreándolos intentando que fueran en esa dirección. Sólo una vez en mi vida he visto tantos camellos juntos, y fue precisamente con los bactrianos de Mongolia (que recordemos cuentan con dos jorobas). Los reyes del desierto, capaces de desplazarse 40 kilómetros diarios y de sobrevivir varios días sin comer ni beber (hasta 50 días en invierno y no más de una semana en invierno) son el símbolo más reconocible en esta clase de paisajes áridos. Sus abultadas jorobas les permiten generar agua en momentos de necesidad y aguantar largas jornadas en el desierto, razón por la que han sido siempre tan prácticos para los habitantes de estas tierras. En el sur de Túnez verdaderamente son legión y uno termina acostumbrándose a ellos e incluso a tomarles cariño. A pesar de su reconocido mal humor…

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Cuando la aridez ya no podía dar más de sí y los espejismos de Chott El Gharsa (Lago salado hermano menor de Chott El Djerid) empezaban a brotar en el horizonte, nos topamos de frente con el color verde de las hojas de palmera. Sin duda habíamos llegado a Chebika.

Chebika-Tamerza-Midès componen la santísima trinidad de los oasis de montaña. Los tours organizados visitan sobre todo los dos primeros y ya menos son los que continúan su viaje hasta Midès, en plena frontera argelina. Viajando hasta allí con vehículo propio son asequibles y accesibles para cubrirlos con suficiencia en un solo día. Los tres oasis cuentan con varios aspectos en común:

– Están enclavados en un paisaje abrupto y montañoso como es el Jebel en-Negeb.
– El agua es realmente abundante, lo que ha permitido que se extienda el cultivo de palmeras datileras.
– La presencia bereber en la zona es histórica. Construyeron mucho tiempo atrás pueblos de adobe que sufrieron daños irreversibles en 1969 cuando llovió ininterrumpidamente 22 días provocando riadas devastadoras. En los casos de Chebika, Tamerza y Midès, estos pueblos tuvieron que abandonarse por el estado en que quedaron sumidos. Hoy en día viven en asentamientos junto a las ruinas, que cuarenta años después de la catástrofe se han convertido en una gran atracción para el turismo.
– Varias escenas del Paciente inglés (Ficha IMDb), ganadora de 9 Oscars, fueron rodadas en esta zona.

OASIS DE MONTAÑA Nº1: CHEBIKA

Chebika posee el palmeral más coqueto de los tres, pero creo que es aún así el más espectacular. Subiendo por las calles del pueblo nuevo dejamos el coche casi a la puerta de los restos viejos. Desde allí disfrutamos de una panorámica impresionante del tapiz verde de las hojas de palma que se cuelan entre las rocas escarpadas que nacen a los pies de la montaña.

Había bastantes turistas, pero más locales que extranjeros, algo más agradecido. Ya que estás en Túnez prefieres ver antes en procesión a Abdul y familia que a las Supremas de Móstoles comprando postales. Aún así uno podía circular muy cómodamente a través de los riscos para subirse a los restos abandonados pero realmente evocadores de aquel pueblo arrasado por el agua que devoró todo lo que se se puso a su paso. Realmente el enclave donde estaban situadas las viviendas de los bereberes era la pura roca. Aunque siempre se puede subir más para poder ver un bonito paisaje donde se funde lo nuevo con lo antiguo.

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Me hubiera gustado asomarme a los tiempos en que en esas casas de barro vivía gente. Ver a las mujeres salir con sus niños a través de puertas azules y escuchar los cantos del almuecín haciendo eco en la montaña. Porque si el lugar es fabuloso actualmente, cuarenta y tantos años atrás debía ser un paraíso para los nuevos viajeros que cruzaban sus primeras fronteras de África del Norte. Un mundo completamente distinto, aunque también mucho más lejano e inaccesible que ahora, que se llega cómodamente por una carretera asfaltada que atraviesa Chott El Gharsa.

Y eso desde lo alto de Chebika. Porque hay un recorrido que sigue a la inversa el curso de un arroyo de aguas cristalinas que se adentra hasta una cascada. Es conveniente seguirlo y disfrutar de un paseo corto pero entretenido. Las rocas anaranjadas hacen de pared y de sombra, y alejan sobradamente el calor que hace 100 metros más allá. En los veranos de Túnez, realmente calurosos, los oasis de montaña son de los pocos lugares capaces de contener la furia del Dios Sol que rompe los termómetros. Hay quien en esos meses se baña en el manantial alimentado por una cascada que no cesa de correr. Aunque eso es precisamente un oasis, un tesoro fértil en medio de kilométricas arideces inimaginable de esperar.

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Después de permanecer un rato en Chebika fue momento de subirnos de nuevo al coche y continuar nuestro camino hacia el siguiente Oasis de Montaña.

NOS DISFRAZAMOS DE TUAREGS PARA IR HASTA TAMERZA

Para ir a Tamerza llevamos a cabo una escalada a través de sinuosas carreteras que van inclinándose a las alturas. Un recorrido interesante de 14 kilómetros dirección norte donde las montañas se hacen aún más fuertes pero más P1110228cercanas. El camino dispone de algún que otro mirador por el que asomarnos se convertía en una parte más de esta pequeña aventura de año nuevo en tierras tunecinas. Los cuatro nos lo estábamos pasando de cine en todos los aspectos. Nunca habíamos viajado las dos parejas juntas pero era evidente que había buen feeling entre nosotros. Nos sentíamos cómodos y rápidamente tomamos confianza para chismorrear absolutamente de todo y reirnos hasta de nosotros mismos. Por mi parte fue bastante curioso viajar con personas a las que había visto una sola vez pero que conocían más de mi vida que muchos de los que me rodean. Alicia y Víctor no le quitan ojo al Rincón de Sele y se saben todas mis historias por el mundo incluso mejor que yo. Ellos son buenos viajeros también y cuando sacan tiempo tratan de exprimir sus viajes al máximo. De Gijón para el mundo…

En una de esas paradas con mirador encontramos unas tiendas de souvenirs donde no pude evitar comprar el clásico pañuelo azul con el que los tuaregs cubren su cabeza. Los hombres azules, bereberes del desierto, forman parte también de la colección de imágenes que se nutren del Sáhara. Quién no conoce el símbolo del Dakar. Es un tuareg con turbante… Y así me quedé yo para mimetizarme con el lugar en el que estaba.

Víctor se animó también y le pidió al vendedor que también se lo pusiera. No creo que nos costara el pañuelo más de 3 dinares (1´5€), que además nos llevaríamos de recuerdo a casa. Aunque en este caso lo complicado no es comprárselo, sino ponérselo a imagen y semejanza de cómo lo hacen los tuareg. Algo que por mucho que lo intente, soy un verdadero incapaz. Al menos nos inmortalizamos con ellos puestos para que no se nos olvide cómo quedan.

Mi idea era llevarlo puesto hasta que se me cayera de la cabeza, y así lo hice, aunque realmente daba muchísimo calor. Que por otra parte superado el mediodía, se dejaba notar aunque sin demasiado agobio. Veinte grados centígrados a día 1 de enero mientras en Madrid estaban a uno o dos. Qué bueno es eso de escaparse del invierno y olvidarse de los fríos y las nubes por unos días…

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OASIS DE MONTAÑA Nº2: TAMERZA

Poco antes de entrar al pueblo nuevo y al más grande de los palmerales de los tres oasis de montaña de la región, nos detuvimos en una cascada que nutre el arroyo que corre durante kilómetros antes de perderse definitivamente en un desierto de piedra. Era un desvío que delimitaba a la izquierda el manantial y a la derecha la población de Tamerza (también llamada Tameghza). Alrededor del cañón por el que cae el agua había un sinfín de tenderetes, muy coloridos todos ellos, pero sin apenas demasiado público invirtiendo dinares en sus telas, sus rosas del desierto o sus mil y una baratijas artesanales. Uno de sus vendedores nos puso encima a Rebeca y a mí un enorme y precioso lagarto cuya cola era un hueso que pinchaba. Hubo que hacer esfuerzos para separar a Rebeca de su nuevo amor, porque se quedó encandilada del reptil. Aunque me temo que si se lo hubiera llevado a casa sus padres le hubiesen dado a elegir: O el bicho o tú.

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Junto al cañón del que no dejaba de manar agua nos tomamos un delicioso té a la menta que nos preparó a todos un señor por apenas un dinar. Estaba tan increíblemente bueno que terminé comprando una bolsa a la que llené además de hojitas de menta con las que poder saborear Túnez desde Madrid. Una forma como cualquier otra de recordar un viaje que te ha gustado. Sorbo a sorbo…

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Después del manantial sureño volvimos al coche y nos internamos a través del palmeral y del pueblo nuevo que se construyó tras la riada del 69. Había otra cascada y vistas privilegiadas de todo el área donde deseábamos ir, pero P1110253por no preguntar (¿Por qué me cuesta tanto preguntar a los demás?) nos dejamos llevar y terminamos detrás de un joven recolector de dátiles que nos dijo ayudarnos a encontrarlo. Confiado en su buen hacer le seguimos ya a pie, aunque pretendía que lo hiciésemos campo a través en una parte además que estaba realmente descuidada por no decir llena de basura. Como al final parecía no ir a ninguna parte (o más bien a la tienda de su cuñado) nos dimos media vuelta y por fín encontramos lo que buscábamos, una zona mucho más tranquila para disfrutar tanto de otra cascada como de panorámica del exhuberante palmeral que cubre todo el valle. Aunque para ello tuviésemos que sobrepasar una alambrada por la que accedimos a lo más alto. La recompensa ante semejante paisaje hacía que valiera la pena todo esfuerzo.

Se fue aproximando la hora de comer, y ante la última parte de nuestra ruta, buscamos un sitio dónde hacerlo. Próximo a donde habíamos dejado aparcado el coche había un par de restaurantes mencionados en la guía Lonely Planet: Restaurant Chedli y Restaurant Gelain. Tanto en uno como en otro miramos la carta y los precios, aunque fueron más listos los de Gelain, ya que nos rebajaron el precio de un menú compuesto por primero, segundo, postre (bebida y pan incluídos) de 15 a 10 dinares (5€/persona). Se notaba la escasísima presencia de turismo. Cosas de la crisis. Así que allí nos quedamos tomando una buena sopa, brochetas de carne y varias mandarinas con las que saciar el hambre. Fue una velada bastante agradable en la que por detrás nuestro transitaron las cabras acompañadas de sus jovencísimos pastores. Lo estábamos pasando muy bien, aunque quizás nos entretuvimos demasiado ya que se hacía de noche muy pronto y todavía teníamos que ir a Midès, el ultimo oasis de montaña.

Subimos de nuevo al coche y tomamos la carretera hacia Midés, que pronto se elevó sobre la colina. Apenas medio kilómetro después de iniciar nuestra andadura tuvimos que hacer una parada imprescindible junto a las puertas del Hotel Tamerza Palace. Y es que desde su terraza pudimos contemplar las majestuosas ruinas del antiguo pueblo de Tamerza, devorado cuarenta años atrás por las lluvias torrenciales. Hoy sólo caminan las ovejas y las cabras por lo que en su día había sido uno un impresionante pueblo aislado de la vida occidental. Y el Hotel Tamerza Palace es el mejor balcón para apreciar la tarde cayendo bajo las montañas y restando luz a las piedras de barro que se mantienen aún de pie.

No hay que olvidar que Tamerza es la antigua Ad Turres romana que formaba parte de su bastión defensivo más al sur de su Imperio (Limes Tripolitanus). La riqueza de su agua y sus tierras fértiles eran ideales para tener aquí a las tropas que a su vez pretendían mantener a raya a las tribus procedentes del Sáhara, sus más incómodos enemigos en el Norte de África. Siglos después fue cuando el pueblo bereber se instaló en este lugar y aprendió a canalizar el agua para levantar un mar de palmeras y árboles frutales con los que poder ser autosuficientes. Y así hasta ahora, aunque la gente, por motivos obvios, vive en otro emplazamiento más moderno que se vio obligada a levantar si querían tener de nuevo un techo donde dormir.

OASIS DE MONTAÑA Nº 3: MIDÈS

Marchamos hacia el filo de las montañas orientales para ir al tercer y último oasis de montaña que deseábamos visitar. Normalmente las agencias de viajes no lo incluyen en su ruta prevista y esto hace que no esté tan trillado P1110304como los dos anteriores. Situado en el límite de la frontera con el país vecino, Argelia, fue para mí el más impactante cuando lo visité por primera vez y el que mejor sabor de boca me dejó. En los más de 6 kilómetros que lo separan de Tamerza apreciamos un evidente incremento de las Fuerzas de Seguridad tunecinas precisamente por la presencia cercana del puesto de control que une los dos países magrebíes. Alguna parada tuvimos que hacer pero con decirles a los guardias amigablemente Bon Jour Monsieur y sonreir no necesitaban formular pregunta alguna. Afortunadamente en Túnez la policía no va a chinchar al turista y si están allí es para controlar el paso de los ciudadanos tunecinos y argelinos que van de un lado al otro. La conciencia antiterrorista en este país es muy evidente y por ello toman todas las medidas posibles. Y lo hacen sin estorbar al viajero que viene a pasárselo bien.

Llegamos a Midès detrás de un grupo de todoterrenos que pasaron de largo el oasis y siguieron de frente. Allí había un sinfín de tenderetes y las rosas del desierto parecían haber crecido allí por generación espontánea. Las vendían a P1110278lo que prácticamente quisieras pagar. Por un dinar te dejaban llevarte cinco pequeñas o una grande. No estábamos en temporada alta y eso se notaba a la hora de poner los precios a las cosas. Aún así dejamos las rosas para el final y nos subimos a lo alto de un profundo cañón (que viene de Tamerza) donde yacen muros blanquecinos y ventanas huecas como testigos de lo que fue aquel pueblo décadas atrás. A diferencia de las de Chebika y Tamerza, había aún alguna casa en pie, al igual que la mezquita que parecía seguir aún en funcionamiento. Y al fondo, en la última casa, un desfiladero vertical por el que asomarse hacia abajo se convertía un ejercicio arriesgado contra el vértigo. El viejo Midès en ruinas es interesante para recorrer entre las piedras, aunque creo que lo mejor es ir al otro lado (de frente) para apreciar unas vistas magníficas que fusionan el cañón con el propio pueblo bereber.

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Así lo hicimos y así gozamos del paisaje vertiginoso de piedra sobre piedra curvándose en las entrañas de la Tierra. El fuerte se aferraba fuerte a las alturas para presidir una imagen soberbia e inquebrantable que en sí misma un regalo para la vista.

Sentados sobre la roca, en el límite mismo en el que se abre el suelo varias decenas de metros al fondo, el Sol se escondió bajo las montañas y las palmeras se mecieron con más fuerza por un viento que empezaba a tornarse frío. Ya se sabe que en estos lugares el contraste de temperaturas del día a la noche es realmente notable y que a partir de ese momento no viene mal ponerse algo encima. Con frío o sin frío nos levantamos a hacer unas pequeñísimas compras para después marcharnos y emprender el camino de vuelta hasta Tozeur.

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Fue un regreso tranquilo de aproximadamente noventa minutos por una carretera realmente oscura. Estuve conduciendo bastante rato con un tirón en la pierna un tanto molesto, pero que se terminaría esfumando definitivamente. Con un par de saltos ya estaba todo listo. En los más de setenta kilómetros que hay entre Midès y Tozeur no nos cruzamos de frente con un solo vehículo, algo más que sorprendente para tratarse de un tramo que no suele estar exento a los todoterrenos y buses turísticos. No podíamos ir demasiado deprisa, no fuera a cruzársenos uno o varios camellos en plena noche. Nos vino a la mente el viaje veraniego al Sur de África cuando llegamos a toparnos en medio de la carretera con varios elefantes, con impalas, jirafas e incluso alguna hiena correosa. Lo de los camellos era, por tanto, pan comido.

CENITA CON VELAS EN EL VIEJO TOZEUR

Llegamos al hotel y nos dimos una horita para pegarnos una buena ducha y echarnos un rato a la cama. Llevábamos un día de aúpa aunque no iba a ser ni la mitad de cansado que el siguiente. Eso seguro.

A eso de las nueve de la noche nos fuimos a dar un paseo al casco antigüo de la ciudad de Tozeur, donde no había un alma en la calle. Tan sólo encontramos una tienda abierta en la que Rebeca y yo nos compramos una cruz tuareg cada uno que, salvo circunstancias excepcionales, llevamos siempre puestas. Las insignias de los Hombres Azules del desierto son, por el momento, nuestras simbólicas alianzas.

Tras deambular de aquí para allá nos fuimos a tomar en primer lugar unos deliciosos zumos de plátano (2 dinares) para abrir boca antes de cenar en el Restaurant Republique unos platos de pasta y arroz con carne que no nos llevaron más que 6 dinares por persona. Nos pusieron velitas en la mesa y cuando ya estábamos termiando de cenar los chicos que nos atendieron encendieron un ordenador portátil, pusieron música dance un tanto trasnochada y empezaron a ponerse a bailar como descosidos. No cabe duda que en Túnez a la gente joven le va el chunda chunda cutre y bailar airadamente y sin complejos. ¡Que no se diga que los chavales no se lo pasan bien!

Y bajo la luz de las velas y los dos pirados dedicándonos un improvisado Flashdance, se puso fin a un Día de Año Nuevo para nada convencional pero en el que lo pasamos mejor imposible. Porque ya se sabe que el que viaja lo hace para huir de las convencionalidades y rutinas, y vivir nuevas experiencias.

Aunque lo mejor del viaje estaba aún por llegar…

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Sele

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