5 ciudades coloniales de América Latina que enamoran

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5 ciudades coloniales de América Latina que enamoran

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«Todos los edificios, en lo posible deben ser uniformados para que la ciudad resulte bella» es uno de los artículos de La Ley urbanística de 1547 que el Rey Felipe II quiso se aplicara a las ciudades que se fundaran en el Nuevo mundo. Durante los más de trescientos años de colonización española en el vasto territorio americano se levantaron numerosísimas metrópolis desde las cuales se centralizó el poder de los distintos virreinatos. Los cimientos del nuevo orden en continente empezaron a ponerse en plazas, callejuelas, palacetes y catedrales en lugares que llegaron a superar incluso por población a no pocas ciudades revelevantes de la vieja Europa. Las normas básicas de las ciudades de nueva planta se acoplaron a los estilos arquitectónicos y artísticos presentes en España, modificándose paulatinamente hasta alcanzar un mestizaje y una particularidad especial en estas urbes. Hoy muchísimas de esas ciudades levantadas en América Latina conservan su estilo, apreciándose esos lazos que nos unen a un lado y otro del charco. Algunas de ellas son auténticos tesoros, reflejos de su Historia y que están dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Durante mi viaje de siete meses como Mochilero en América visité muchas de estas ciudades, las cuales me dejaron una profunda huella. Algunas me parecieron tan rotundamente hermosas que me enamoré sin remedio, paseando una y otra vez por sus callejones, contemplando el ritmo que la gente le ha dado a estas maravillas del mundo.

Ventanas que podrían ser de cualquier ciudad colonial

Hoy voy a hablaros de cinco ciudades coloniales de Latinoamérica que me enloquecieron. Una selección justa o injusta de lugares magníficos que nadie debería dejar de ir al menos una vez en la vida.

La estructura de las ciudades fundadas en Sudamérica y Centroamérica durante la época colonial suele repetirse una y otra vez. Todas o prácticamente todas, salvo en las que se construyera encima de lo existente, se basan en una Plaza mayor de la que parten cuatro calles desde el punto medio de cada lado, y dos desde cada esquina siguiendo los puntos cardinales. A partir de ahí la ciudad iría creciendo como un damero, dando origen a las famosas «cuadras» a las que uno se acostumbra rápidamente cuando viaja al continente americano. Ya fueran junto al mar, un río, o la montaña, las ciudades de nueva planta debían adecuarse a ese trazado cuadrangular hecho «a cordel y a regla» que propugnaban desde la Corona. De esa forma supuestamente las ciudades cuando crecieran lo iban a hacer de una forma más ordenada, muy diferente a cómo empezaban a hacerse las cosas en España (sobrepuestas las construcciones a los trazados de los distintos pueblos que estuvieron en la Península a lo largo de los siglos). A continuación un ejemplo de la primera ciudad colonial de América, Santo Domingo de Guzmán, en la actual República Dominicana:

Mapa de la ciudad de Santo Domingo
Antiguo dibujo de la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana)

Nacían así las ciudades coloniales al otro lado del Atlántico, como un decorado en el que los pobladores españoles no echaran de menos los lugares de los que habían partido. Con sus catedrales, retablos y ermitas, con grandes balconadas, rejas en las ventanas y el blanco de los pueblos andaluces en muchos de los casos (una de las ciudades españolas que más inspiraron la arquitectura colonial fue El Puerto de Santa María, en la Bahía de Cádiz). Pedacitos de España en tierras de ultramar que fueron aceduándose además a los nuevos estilos surgidos y las costumbres del entorno que les rodeaba. Así no es raro encontrarse con una iguana como gárgola en una iglesia o frutales eminentemente americanos dentro de las obras de arte. Incluso en el cuadro de la última cena que hay en la Catedral del Quito se ve que Jesús y sus discípulos tienen sobre la mesa una suculenta cobaya (conocida en aquellas tierras como cuy). Americanismos mezclados con lo venido del otro lado del Atlántico terminan siendo una composición que hace únicos estos rinconcitos hispanoamericanos en los que se respira el aroma de la Historia.

Algunas reglas más para la creación de nuevas ciudades en las Indias tienen un reflejo evidente en muchas de éstas:

– La plaza principal (Plaza Mayor) debía situarse a ser posible en el centro de la ciudad y tener forma rectangular, siendo su longitud como mínimo una vez y media su anchura. De esa forma estaría bien dimensionada para la festejos y celebraciones en las que tuvieran que intervenir caballos. El tamaño de la plaza debía ser proporcional al número de habitantes de la ciudad y tenía que planearse en relación al posible crecimiento de ésta.

– La Plaza mayor y las calles principales que nacían de la misma serían, a ser posible, porticadas (con soportales) para ser más ventajosas a quienes se reunieran en ellas con fines comerciales.

– En las ciudades la iglesia no debía situarse en el perímetro de la plaza, sino a una distancia en la que apareciera separada de los otros edificios para que pudieran apreciarse sus fachadas desde todos los ángulos y así aparecer «más hermosa y más majestuosa». Igualmente debía levantarse por encima del nivel del suelo, de manera que la gente tuviera que subir unos peldaños para acceder a la misma.

– Los solares que rodeaban los restantes lados de la plaza estaban reservados a edificios públicos, mientras que el espacio sobrante se dedicaría a los comercios y a las residencias de comerciantes.

Antigua Guatemala 1

– Las calles debían ser anchas en las regiones más frías y estrechas en las cálidas. En las áreas dedicadas a la defensa de la ciudad, era conveniente que estas fueran de mayor grosor para favorecer el paso de los soldados a caballo.

– Todos los edificios, en lo posible, debían ser uniformados para que la ciudad fuera más bella.

A priori con estas características se comenzaron a plantear las nuevas ciudades españolas al otro lado del Atlántico. Después con el tiempo evolucionaron en función de los nuevos gobernantes y las influencias que iban recibiendo los arquitectos tanto de los estilos del momento como de las particularidades que podían tener que ver con el entorno o la indiosincrasia de los nativos (que por mucho que nos pese fue la mano de obra de todas las construcciones de la colonia).

Después las guerras, los saqueos, los caprichos de los gobernantes, los incendios o terremotos (que no fueron pocos) pudieron dejar unas en pie y otras en ruinas, permitiendo que naciera una nueva ciudad que poco o nada tuviera que ver con la anterior. Afortunadamente hoy día podemos ver brillar a muchos buenos ejemplos de la época colonial, aunque con el carácter de las Naciones que terminaron siendo libres e independientes de la conocida como Madre Patria (así mucha gente de los países latinoamericanos se refiere aún cuando habla de España).

En muchos de los países visitados en el último viaje por el continente americano recorrí ciudades coloniales espléndidas. En Uruguay, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia o México hay rastros asombrosos de este período. Hacer una selección de tan sólo cinco es prácticamente una tortura, pero hay que hacer caso a lo que te muestra la cabeza y el corazón en un primer momento. Los gustos dependen del estado de ánimo con el que se visita un lugar, el clima, el trato que la gente te dispensó… el feeling. Como me suele ocurrir cuando hago este tipo de listados, lo estaría moviendo todo el tiempo. Pero hay que mojarse así que allá van las cinco ciudades coloniales de América latina que me enamoraron y a las que no dejaría de volver una y otra vez. Todas ellas Patrimonio de la Humanidad irradiando un aroma y un ritmo que las hace únicas, irrepetibles…

CARTAGENA DE INDIAS (COLOMBIA)

Posiblemente la ciudad más bella de América, un prodigio arquitectónico a todos los niveles: estético, funcional y defensivo. De hecho su castillo (S. Felipe de Barajas) y sus baluartes fueron del todo inexpugnables, independientemente de la fuerza de sus atacantes. Pero el secreto de Cartagena de Indias va más allá de consideraciones generales, volcándose en todos y cada uno de los pequeños detalles que la hacen grande.

Imagen de Cartagena de Indias

El color de las fachadas, sus balcones siempre floridos, las aldabas que hacen de cada puerta un tesoro y ese ir y venir de carruajes, de palenqueras vendiendo sus frutas en la calle, de los ritmos mestizos que retumban en día y noche. Cartagena es la señora de todas las ciudades coloniales, el bastión del Imperio de principio a fín, codiciada por los piratas y saqueadores de un Caribe teñido de oro. Su peor enemigo hoy en día es el calor sofocante, aliviado con las brisas nocturnas venidas del mar y las lagunas interiores. Pero eso se olvida enseguida porque el fresco lo irradia la gente, el ahondar de contínuo en un casco histórico que es un verdadero prodigio.

Imagen de Cartagena de Indias

A Cartagena de Indias llegamos un lunes y nos marchamos la noche de un viernes. Íbamos para un par de días pero ninguno de los dos éramos capaces de decir adiós. Algo o alguien nos hechizó cuando vimos la Torre del Sol y accedimos a la Plaza de los Coches, engrandeciéndose el encantamiento en la Plaza de la Aduana, Bolívar, San Pedro Claver o Santo Domingo. En realidad la menor y la más solitaria de las callejuelas cartageneras pudo darnos lo que buscábamos, armonía con toque legendario, el creernos pasajeros de otro siglo en uno de los escenarios más magníficos levantados en el Nuevo Mundo.

QUITO (ECUADOR)

Nunca había podido imaginar que Quito me iba a conquistar de tal manera. Rodeada de volcanes y vestida de blanco sin mácula se trata de la ciudad colonial más grande y mejor conservada de todo el continente. Que sea de toda la Humanidad no sólo es un hecho sino un derecho firme y merecido de la preciosa capital ecuatoriana. Su pasado nos lleva a la etnia quitu, que le dió el nombre, y a los incas, ya que fue el lugar donde se estableció Atahualpa antes de vencer a su hermano Huáscar. Pero tras la conquista española fue Sebastián Benalcázar en 1534 quien la fundó como San Francisco de Quito, iniciándose un período en el que la urbe creció hasta convertirse en la hermosura que todos podemos disfrutar hoy en día. Uno de los apodos con los que se conoce la ciudad y de los que los quiteños se sienten bien orgullosos es el que dice que se trata de «El relicario del arte en América», una sentencia que se comprende cuando se pasea por sus calles y se entra a sus iglesias, monasterios y conventos, repletos de obras de inmenso valor.

Imagen de Quito (Ecuador)

Son muchos los rincones de Quito que me dejaron sin respiración como la Plaza de la Independencia con su grandiosa Catedral metropolitana, o la Plaza San Francisco con un monasterio del que se dijo era «El Escorial de América». Pero quizás lo que más me impresionó fue el interior de la Iglesia de la Compañía de Jesús, del que puedo decir es el más inigualablemente hermoso de todos y cada uno de los templos cristianos he podido ver en el continente.

Imagen de Quito (Ecuador)

En realidad de Quito lo destaco todo, la amabilidad de sus gentes, lo bien que está todo señalizado y explicado para los turistas o la consonancia de su arquitectura, siempre acorde y afín a un estilo. Es, sin duda, una ciudad para perderse, con innegables lazos con España y con un delicado equilibrio en todas sus facetas. Sólo con Quito bien merece la pena viajar a Ecuador. Allá desde donde Orellana partió para descubrir al mundo el Amazonas…. allá donde no es difícil quedarse prendado.

No te pierdas: 10 lugares que ver en Quito, el relicario de América.

CUZCO (PERÚ)

Los incas la llamaron Qusqu muy similar a cómo la dicen los peruanos hoy día «Cusco», con una zeta añadida a cómo se escribe y pronuncia a la orilla oriental del charco «Cuzco». El significado según Inca Garcilaso de la Vega, «el ombligo del mundo», explica que se tratara del corazón tanto de la antigua Tahuantinsuyo (Imperio incaico) y posteriormente de uno de los núcleos vitales del Imperio español en el Nuevo Mundo (como ciudad principal en el Virreinato del Perú). Ahí está el secreto cuzqueño, ser una composición de arquitectura colonial con la particularidad de estar edificada o modificada sobre los restos de la capital inca. Son evidentes los trazados de muchas de sus calles, e incluso la conservación de parte de edificios sagrados incas como el Qorikancha, templo dedicado al Dios Sol que estuviera (y hablo en pasado) laminado en oro completamente. Aunque alrededor no faltan restos incas mucho más intactos como Sacsayhuamán, desde la cual se obtiene una increíble panorámica de la ciudad.

Imagen de Cuzco (Perú)

El lado más «puramente colonial» de Cuzco es igualmente hermoso, con iglesias bien ornamentadas y un equilibrio de paredes blancas, balcones de madera labrados con exquisitez y plazoletas con un encanto que rebosa por sus cuatro esquinas. De esa forma nace la que para mí es la Plaza más hermosa que una ciudad colonial tiene en América, la Plaza de Armas de Cuzco, con la Catedral y la fabulosa Iglesia de la Compañía de Jesús, unas balconadas preciosas y la grandeza de las montañas que la miran desde arriba.

Imagen de Cuzco (Perú)

Cuzco merece pateársela a fondo, desgastar nuestro calzado con las subidas y las bajadas por el empedrado con objeto de no dejar de soprendernos en todo momento con barrios como el de San Blas, iglesias como la de Santa Lucía, plazas como el Regocijo o museos que conservan antiquísimas momias. Inti, el Dios del Sol para los incas, nos observará fijamente y nos dará las pautas para no equivocarnos y encontrar el Dorado en cada rincón tan lleno de talento y de Historia con mayúsculas.

POTOSÍ (BOLIVIA)

Vales más que un Potosí – es un dicho que todavía se escucha por aquí y que tiene que ver con el doble filo que puede tener una lámina de plata obtenida de las Minas de Potosí, explotadas de forma continuada desde hace casi 500 años. Allá donde los indios dejaron su vida (y muchos siguen haciéndolo año tras año) queda una de las razones que explican el crecimiento de Europa durante varios siglos (La explotación la hacía El Imperio pero a su vez surtía las arcas de banqueros alemanes, el Vaticano, comerciantes de Francia o piratas ingleses). El infierno de las galerías de Cerro Rico, que gobierna la ciudad a más de 4000 metros de altura, deja a sus pies una urbe resplandeciente donde el barroco y el renacimiento se impusieron en las fachadas de los templos, y donde las casas y palacetes son tan castellanos como lo pueda ser Segovia, Cuenca o Sigüenza. Y es que en los siglos XVI y XVII los colonos que se fueron a vivir a «La Casa de la Moneda del mundo» invirtieron sus riquezas (ganadas con la sangre y el sudor ajeno) en lo que ahora es un hermoso escenario callejero con tesoros arquitectónicos difícilmente igualables en el continente.

Imagen de Potosí (Bolivia)

Si el mal de altura no llama a tu puerta, la ciudad de Potosí abrirá su laberinto de cuadras y callejuelas y te dejará ver infinidad de conventos, palacios o edificios grandiosos como el de la Casa de la Moneda, donde se acuñó el dinero del Imperio. Aunque el sufrimiento de ayer, hoy y mañana en las minas siempre quedará a la vista, lo que puede dejarte un sabor agridulce pero que no hay que dejar de probar. Potosí me dolió y me dio la vida, la disfruté y la lloré… porque lleva lo peor y lo mejor del ser humano. La Historia nos cuenta que llegó a tener más de cien mil habitantes en el siglo XVI, estando más poblada que cualquier ciudad española y casi que cualquiera europea. A tenor de su importancia no me equivocaría demasiado si dijera que durante mucho tiempo fue la capital del mundo, porque sin las riquezas de sus minas no se podría entender mucho de lo que hoy día es Europa, e incluso América.

Imagen de Potosí (Bolivia)

Allá donde cada paso cuesta la respiración… donde tantas vidas se quedaron en aquel cerro maldito, eso es Potosí, la cara y la cruz del Hombre. Nunca hubiera podido comprender la ciudad sin entrar a la mina, y por eso lo hice, para visitar los infiernos, ponerle cara a la angustia. Hace ya dos siglos que Potosí no es colonia pero la mina sigue golpeando de dolor a los mineros que quedan ahí dentro, en las más de 5000 galerías que, por sorprendente que parezca, aún siguen dando trabajo. Un jornalero de Cerro Rico me dijo a sus puertas que «a partir de aquí ya no hay Dios».

Por eso no podía dejar de incluir en esta lista a Potosí, porque no sólo es una ciudad bella, sino también porque explica mucho de ese odioso contrasentido que son la vida y la muerte en un mismo lugar y un mismo tiempo.

Imagen de Potosí (Bolivia)

Si te interesa conocer más sobre esta ciudad te recomiendo leer el artículo «En las entrañas de las minas de Potosí, la puerta del infierno»

CAMPECHE (MÉXICO)

Quizás Campeche no esté entre las cinco o las diez ciudades coloniales más bellas de América. O quizás sí. Si Campeche es una de las urbes de la colonia que me enamoraron tiene que ver, sobre todo, por esa alegría para el viajero que es «ver superadas todas las expectativas por puro desconocimiento». Reconozco que a Campeche fuimos por casualidad, por ser un excelente enlace entre las ciudades mayas de la Ruta Puuc y nuestra incursión a Calakmul, en el sur del Yucatán mexicano. Pero terminamos quedándonos más de lo previsto porque nos encontramos con una ciudad fortificada de características únicas en todo México y un damero de calles y casas de diferentes colores. Campeche es maravillosa… y no sólo por estar dentro del Patrimonio de la Humanidad, galardón que comparte con las cuatro ciudades antes mencionadas, sino por no estar demasiado publicitada en guías o folletos turísticos, y quedar a una distancia suficiementente larga de las tumultuosas playas de Cancún o Riviera maya. Es una ciudad mexicana de verdad, sin el añadido del turismo de masas que, en ocasiones, llega a desesperar. Por eso, y por ser rotundamente hermosa, Campeche me dibujó una sonrisa tonta en los labios, como cuando nos atontamos cuando nos enamorábamos en la adolescencia.

Imagen de Campeche (México)

Campeche es una ciudad tremendamente fortificada, con gruesas murallas e inexpugnables baluartes que se explican por el afán de los Piratas por saquear sus riquezas en diferentes ocasiones. Por ello la necesidad de levantar una defensa que la protegiera de los ladrones venidos del mar sería la que dibujara una fortaleza hexagonal de 2650 metros de longitud, amén de numerosos fuertes y baluartes que la hicieron prácticamente invencible. La que fuera una de las ciudades principales del Virreynato de la Nueva España (el actual México) se mantiene, quizás por esa razón, impoluta, con un núcleo central repleto de viviendas antiguas en las que todavía se puede leer el esplendor en sus fachadas pintadas de vivos colores.

Imagen de Campeche (México)

Empezó siendo un enlace en una ruta en coche por los tesoros mayas, y terminó siendo una de las ciudades más hermosa que nos habíamos encontrado en todo el viaje. Por eso muchas veces es mejor no saber demasiado de los sitios… para sorprenderse de lo que nunca uno se hubiera esperado.

Imagen de Campeche (México)

BONUS TRACK: ANTIGUA GUATEMALA

Desde el minuto 1 de publicar este artículo me llegaron decenas de comentarios y correos electrónicos preguntándome cómo demonios no había incluido a Antigua Guatemala entre las cinco mejores ciudades coloniales de América Latina. Y la respuesta era la misma… el artículo se titulaba «que me enamoraron» y Antigua no me había enamorado porque simplemente jamás había ido a visitarla. Pues bien, después de viajar a Guatemala, y por fin conocer su antigua capital (de ahí su nombre) tengo que decir que por supuesto merece estar en cualquier recomendación que se precie sobre urbes coloniales en el continente hermano. Ni los terremotos ni los volcanes han podido con esta maravilla arquitectónica que conserva un buen número de viviendas, palacetes, iglesias, monasterios y edificios civiles con el barroco americano en todo su esplendor, así como los elementos más clásicos de las ciudades españolas durante los primeros tiempos de la conquista.


Antigua Guatemala 2

¡Con Antigua Guatemala ya tenemos al sexto Beatle!

Y entonces ahora llega la discusión. ¿Pero estas eran las mejores? No lo sé, quizás fueron las que más me hicieron sentir, pero odio tremendamente tener que mojarme y haber publicado esto sin incluir a otras que lo merecerían igualmente. ¿Os doy otra lista de cinco? Arequipa, Colonia del Sacramento, Izamal, Popayán y Trujillo. No es suficiente… ¿otras cinco más? San Pedro de Atacama, Sucre, Mérida (la mexicana), Cuenca (la ecuatoriana) y Copacabana. Así podemos seguir hasta la eternidad…

Esa es la cuestión, elegir es difícil y cuando se tiene que hacer hay que obedecer al corazón, a lo primero que éste nos haga declarar. Realmente lo bonito está en escoger dentro de lo hermoso de nuestro mundo. Y en América hay tantos lugares de los que enamorarse…

¿Cuáles son vuestros rincones coloniales de América? ¿Dónde os gustaría ir si tuvieseis oportunidad?

Sele

* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

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