Qué ver y hacer en dos días en Atenas - El rincón de Sele

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Atenas: Límite 48 horas

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Viajar a Atenas es como bailar un sirtaki. Para conocer esta ciudad hay que danzar por ella adaptándose a sus distintos ritmos. Uno muy pausado para surcar los restos de la Grecia clásica en la que vivieron Sócrates, Aristóteles y Platón. Y otro más acelerado para mezclarse en el trasiego diario de esas calles apelotonadas y asimétricas en las que vive un pueblo de sangre caliente muy aferrado a sus tradiciones y que tiene otra forma de ver la vida. Agobiante, desgastada, amable, filosófica, gastronómica, melódica son muchos de los atributos que definen a la primera capital de la Cultura Occidental, el lugar en que se forjaron un sinfín de ideas que continúan siendo la base de la la sociedad en que vivimos. En realidad todos nosotros procedemos en parte a la Grecia del Siglo V antes de Cristo.

Atenas fue, por tanto, un viaje al hogar de las ideas envuelto en un regalo sorpresa. Porque fuimos allí para celebrar el cumpleaños de Rebeca, que no supo dónde iba hasta el mismo instante de tomar el avión. Este era un destino que los dos deseábamos desde hace bastante tiempo y que por fín pudimos llevar a cabo en 48 horas inolvidables. La ciudad de la Diosa Atenea nos abrió sus puertas para que pudiésemos captar sus sabores y esencias que la hacen tan especial.

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En este post mi intención es resumir brevemente nuestro paso por la capital griega y ofrecer a futuros viajeros una serie de consejos prácticos con los que exprimir al máximo su estancia en una ciudad que a no todo el mundo gusta, pero que siempre deja su huella. Quizás sea porque supone una vuelta a casa…

VUELOS A ATENAS DESDE MADRID

En enero de 2010 las  aerolíneas de bajo coste que partían del Aeropuerto de Madrid-Barajas no tenían conexión directa alguna con Atenas. Para un viaje de fin de semana necesitaba contratar vuelos directos para aprovechar al máximo los días. Sólo Iberia y Olimpic Airlines ofrecían esta posibilidad, por lo que después de contrastar precios y horarios en sus respectivas páginas web me decanté por la primera.

  • Ida–> 29 de enero de 2010. Salida de Barajas a las 18:55 horas. Llegada al Aeropuerto de Atenas Elefterios Venizelos a las 23:00 horas.
  • Vuelta–> 31 de enero de 2010. Salida del Aeropuerto de Atenas Elefterios Venizelos a las 16:55 horas. Llegada a Barajas a las 19:45 horas.
  • Precio Billetes Ida/Vuelta: 120€ (x2 pasajeros= 240€)

CÓMO IR DEL AEROPUERTO DE ATENAS A LA CIUDAD

El Aeropuerto Elefterios Venizelos lleva abierto desde hace muy pocos años y está considerado como uno de los más modernos del mundo. A pesar de estar situado a 38 kilómetros de la ciudad, en la localidad de Spata, las comunicaciones con el centro de Atenas son realmente abundantes.

  • En Metro: Lo más cómodo y rápido. La línea 3 une el aeropuerto con paradas importantes como Syntagma o Monastiraki en apenas 40 minutos. El precio del trayecto fue de 5 euros (por ser dos personas, ya que si se compra un billete individual cuesta 6 euros). Horarios: 06:30-23:30 horas.
  • En autobús: Se puede llegar a Plaza Syntagma en el autobús E95. Servicio disponible las 24 horas. Sale cada 15 minutos durante el día y cada 30 minutos desde las 24:00 hasta las 05:00. Este servicio comienza y finaliza en la avenida Amalias, cerca de la plaza de Syntagma. Duración: 40-70 minutos en función del tráfico. Tarifa en enero de 2010: 3´20€.
  • En tren de cercanías: Deja en la Estación de Larissa, desde la cual se puede ir en metro. Mismo precio y horario que el suburbano.
  • En Taxi: En una ciudad donde el tráfico es terrible, no es la opción más recomendable a no ser que sean horas relativamente intempestivas. Un trayecto a Syntagma sin demasiado tráfico oscilará entre los 30 y los 40 euros.

En nuestro caso utilizamos el metro para ir hasta nuestro hotel, ubicado en el barrio de Monastiraki. Llegando nuestro vuelo a las once de la noche conseguimos enganchar el último.

EL ALOJAMIENTO

La inmensa mayoría de lugares imprescindibles para visitar en Atenas se encuentran en un área central muy concreta. Todo lo que esté en Akropoli, Plaka, Syntagma, Monastiraki o Thisio se considera céntrico y de seguro aglutinará un 90% de los principales atractivos de la ciudad. Si se tiene el alojamiento en esta zona será posible acudir a pie a casi todas partes.

Nosotros nos alojamos en el Carolina Hotel, en pleno barrio de Monastiraki. Un dos estrellas limpio, coqueto y con el desayuno incluído por un precio de 25€ persona/día la habitación doble (estábamos en temporada baja, en abril las tarifas son más altas). Si se reserva con antelación puedes intentar que te den una habitación con vistas al lateral oeste del Partenón.

Lo mejor del hotel es sin duda su ubicación. Se encuentra a menos de cinco minutos a pie de la Estación de metro de Monastiraki donde pasan las principales líneas de la ciudad (1 y 3). Tiene una zona comercial y de restaurantes muy cerca, así como el Mercado más interesante de la ciudad. El barrio de Plaka lo tiene a cinco minutos y la Acrópolis a apenas quince. La Plaza Syntagma (Parlamento griego) y la Catedral también están aún más cerca.

Si se disponde de dos días para ver Atenas, nada mejor que tenerlo todo tan a mano y no requerir para casi nada del tranporte público. Además la oferta de alojamiento en Atenas es variada, aunque en los meses de verano la ocupación es máxima, por lo que conviene reservar con antelación. En invierno, muy suave en Grecia, no sólo hay mejores precios sino también una mayor disponibilidad hotelera.

¿ATENAS ES CARA O BARATA? ¿CUÁNTO CUESTA ENTRAR A LOS SITIOS?

No consideraría excesivamente cara a esta ciudad si la comparamos siempre con muchos de los países europeos. Obviamente no es París o Londres, pero como le ocurrió a España, la llegada del euro supuso una subida de precios más que considerable. Los transportes son relativamente económicos y los lugares turísticos tienen tarifas asequibles. Es importante hacerse con la entrada que combina Acrópolis (Partenón, Cariátides y cía) + Ágora Antigua + Ágora Romana + Biblioteca de Adriano + Templo de Zeus Olímpico + Keramikos que tiene un coste de 12 euros y es válida para cuatro días. Con ella se habrá financiado la mayor parte de las atracciones turísticas con coste.

Se puede comer muy aceptablemente en un restaurante o en las clásicas tabernas por aproximadamente 15 euros. En el caso de necesitar tomar algún transporte el billete sencillo válido para metro, tren de cercanías, trolebús o tranvía cuesta 80 céntimos de euro y se puede usar durante 90 minutos desde que se pica (no valen los trayectos a/desde el Aeropuerto, que tienen un coste aparte).

Los precios de los souvenirs están un tanto inflados y se acepta el regateo, aunque no tiene nada que ver con el que se hace en otros países. Quizás se pueden lograr descuentos de un 15-20%. Todo está en intentarlo.

Respecto a los artículos (antigüedades, ropa, discos, etc.) que se venden en mercadillos como el de Monastiraki se pueden encontrar algunas gangas que fuera de Grecia serían mucho más costosas.

NOTA IMPORTANTE: Atenas es una de las ciudades del mundo donde más partido se puede sacar al Carnet Internacional de Estudiante (ISIC). La casi totalidad de monumentos y museos son gratuitos si se muestra dicho carnet (Incluida Acrópolis y ruinas de la Antigua Grecia).

Esta es una crónica de una escapada a Atenas 100% por libre. Pero existe posibilidad de contratar una visita guiada en castellano para hacerse una idea de la ciudad en unas horas.

CRÓNICA DE 48 HORAS EN ATENAS

Viernes 29 de enero: LLEGADA A LA CIUDAD DE ATENAS CON UNA CONVALECIENTE

Casualidades de la vida. 24 horas antes de iniciar el viaje Rebeca me llamó al móvil para que fuera a su trabajo a buscarla para llevarla a casa ya que se encontraba realmente mal. Había estado vomitando durante las últimas horas y tenía un fortísimo dolor de estómago. Cuando llegué a su trabajo estaba fatal y no cesaban sus ganas de vomitar. Cruzamos Madrid de punta a punta para ir al médico por Urgencias y que pudieran atenderle lo antes posible. Estuvo en una camilla con suero en su Centro Médico durante cerca de dos horas. Tuvieron que inyectarle varios medicamentos para aliviar el dolor y cortar los vómitos y la diarrea. Diagnóstico, Gastroenteritis vírica aguda.

Con ese panorama se nos presentaba el famoso «viaje sorpresa» que teníamos previsto realizar. Hasta pocas horas antes de partir hubo dudas de poder ir a Grecia o no. La pobre estaba realmente débil físicamente, aunque afortunadamente el dolor era casi inexistente. Pero siempre me decía lo mismo: «No te preocupes, que nos vamos como sea». Lo peor había pasado y estaba claro que durante el viernes iba a estar agotada y sin fuerzas. Y si se cumplía el pronóstico que le había dado la doctora, el sábado ya se encontraría mucho mejor y podría tener más actividad. Aunque nada de palizas y poco alimento hasta que pasaran un par de días.

Los dos nos fuimos la tarde del viernes a tomar el avión de Iberia desde la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas. La sorpresa sobre el destino dejó de serlo prácticamente al colocarnos en nuestros asientos. Atenas era uno de sus deseos más fuertes y uno de los candidatos que más había sondeado desde que le dije que el último fin de semana de enero íbamos a hacer un viaje. Cuando compré los billetes sabía que había apostado a caballo ganador.

La duración del vuelo no llegó a las tres horas y media previstas, quedándose en apenas tres justas. Probablemente lleváramos el viento a nuestro favor y eso nos ayudaría a poder enganchar el último tren desde el Aeropuerto a la Estación de Monastiraki. 5€ por persona y aproximadamente 40 minutos de viaje en el suburbano donde aprovechamos para cenar unos sandwiches que habíamos preparado. Estando Rebeca tan débil no era la noche más idónea para salir de cena y trasnochar. Lo mejor era ir directamente al hotel y descansar para tener fuerzas el sábado, que iba a ser un día intenso de todas todas. Así que cuando llegamos a Monastiraki lo primero que hicimos fue buscar el Carolina Hotel, al que llegamos callejeando después de preguntar un par de veces pero que estaba muy cerca de la Estación.

Después de que nos dieran la habitación nos asomamos a la terraza para tener nuestra primera alegría del viaje. Una parte del Partenón iluminado se veía perfectamente. Fue como un un aperitivo, una gotita de miel en los labios antes de acostarnos. El símbolo de la ciudad y de Grecia estaba a dos pasos del lugar en el que soñamos en griego hasta que llegara el sábado, día definitivo para bailar nuestro sirtaki. Si se superaba la convalecencia, claro…

Sábado 30 de enero: MECIENDO LA CUNA DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL

Por fortuna el reposo había hecho su efecto. La enferma se encontraba mucho mejor y, aunque no estaba para ir haciendo el pinopuente cada diez metros, su disposición era muy buena para hincar el diente a Atenas. El día se había levantado esplendoroso, ni una sola nube, y la temperatura a primera hora de la mañana era fácil de 15º. Madrid la habíamos dejado rasgando el hielo entre 0º y 2º. Sin duda Atenas es una de las capitales europeas con el clima más benigno. Si uno se fija en las predicciones meteorológicas de los periódicos siempre la encontrará ganando en grados centígrados a las demás. De hecho se cuenta algo muy curioso, que el clima de la capital griega está bastante hermanado con la ciudad española de Málaga. Si uno se fija en un mapa verá perfectamente cómo están en la misma línea y eso, al parecer explica esta circunstancia. Desconozco si esto es verdad o es un invento, pero por si acaso cuando vuelva a Atenas lo tendré en cuenta.

El desayuno buffet del hotel no era excesivamente variado pero sí suficiente para empezar la mañana con fuerzas. Además contaba con el elemento que más ansiaba, el yogur griego. Me encantan los yogures y cuando viajo siempre procuro tomarlos. El griego para mí es el más delicioso por su cremosidad y acidez. La diferencia con los normales es que se elabora con una parte importante de nata, lo que le hace ser más denso. Sea como fuere, el desayuno sació todas mis expectativas. Ya estaba listo para iniciar la marcha. Y Rebeca, también. ¡Allá vamos Atenas!

Salimos de nuestro hotel de la calle Kolokotroni, que como comenté anteriormente, estaba en pleno barrio de Monastiraki, uno de los más agitados e interesantes de la ciudad. El nombre de Kolokotroni, más que a una calle nos recordaba a cualquier otra cosa. Como a un cóctel (Por favor, sírvame un Kolokotroni con mucho hielo), a un jugador de fútbol (Kolokotroni la metió por toda la escuadra), a un tipo de masaje (Me fui al spa a darme un buen Kolokotroni) o a esa clase de regalos decorativos para la casa que no sabes dónde poner (Sí, Maruchi, he puesto tu kolokotroni en el mueble del salón). Como véis el sentido del humor no nos faltaba a esas horas de la mañana en la que las calles se estaban empezando a levantar y sólo habían hecho acto de presencia los muchos mendigos que hay en la ciudad y, por supuesto, los Reyes de Atenas, que no son otros que los perros callejeros. Puedo afirmar rotundamente que jamás he visto tantos perros en mi vida como en Grecia. Van de un lado para el otro sin molestar a nadie, cruzan la carretera por los pasos de peatones y como veríamos en alguna que otra ocasión, intervienen en la vida diaria de la ciudad…como uno más.

IGLESIA DE KAPNIKÁREA, UN REFUGIO BIZANTINO

De la requetemencionada Kolokotroni nos movimos por las callejuelas desgastadas y poco aseadas del centro hasta salir a la Avenida Eolou en la que los comercios empezaban a abrir sus puertas. En Atenas hay un sinfín de edificios, mayoritariamente de los años sesenta y setenta, estéticamente limitados, que se apelotonan los unos sobre los otros P1110590sin solución de continuidad. Afortundamente hay excepciones que se acrecentan a medida que uno se acerca a la Acrópolis. Monastiraki y, sobre todo, Plaka, son distritos que no han sucumbido al sesenterismo hormigonero y su personalidad queda fuera de toda duda. Además, suele suceder que los árboles no dejen ver el bosque, y haya que asomarse más allá para encontrar auténticos tesoros supervivientes donde nadie los espera. De eso no tardamos en darnos cuenta. Porque fue bajar Eolou hasta Ermou, la calle comercial que corta y separa los distritos de Plaka y Monastiraki, mirar hacia nuestra izquierda, y encontrarnos literalmente encajonada a la que probablemente sea la Iglesia Bizantina más hermosa de la ciudad, Kapnikárea, que cuenta con nada menos que nueve siglos de antigüedad y que representa a la perfección este concepto de tesoros escondidos.

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Kapnikárea está dedicada al tránsito de la Virgen y se levanta sobre esos terrenos desde el Siglo XI. Cumple los modelos clásicos bizantinos a pequeña escala: Fachada enladrillada, ventanas de medio punto, planta de cruz griega P1110589y cúpula sobre un tambor octogonal. Como solía hacerse no sólo en Grecia sino en todas las civilizaciones, los nuevos templos están edificados sobre otros de corte pagana. Y aproximadamente mil son los años que ha resistido los empujones urbanísticos que planteaban tirarla abajo. Afortunadamente la Universidad de Atenas logró comprarla para evitrar el desastre y mantener así viva la flor en medio del cemento. En la ciudad son unas cuantas las iglesias minúsculas del primer milenio, pero probablemente sea Kapnikárea la más soprendente de todas. Porque no te la esperas y porque su interior conserva frescos policromados en sus techos y paredes. Nosotros pudimos entrar en mitad de una misa ortodoxa cantada y eso sí que fue atravesar por la puerta grande dos o tres escalones en el tiempo muy lejanos al Siglo XX. Luz tenue de las velas, un pantocrátor mirándote fijamente, voces intermitentes… Presenciar una ceremonia ortodoxa en un lugar así es algo que considero indispensable para dar otro sorbo a esa Grecia llena de sorpresas.

RUMBO A LA ACRÓPOLIS

Dimos media vuelta a la Calle Ermou para continuar nuestra travesía sur por Eolou y entrar por el distrito de Plaka. De esa forma nos acercábamos cada vez más a la Acrópolis, aunque de por medio fuimos dejando detalles que nos íbamos apuntando para poder ver a lo largo del fin de semana. Como por ejemplo las ruinas que se desplegaban a P1110596nuestra derecha de la Biblioteca de Adriano o las importantes excavaciones del Ágora romana. En Atenas hay dos ágoras o plazas públicas (Antigua y Romana). La que teníamos delante corresponde a la que se construyó en el período en que los romanos establecieron su Imperio y dejaron su importa en la capital de la ya vencida Grecia. Así de primeras, desde la valla, pudimos distinguir perfectamente sus dos símbolos más reconocibles: La Torre de los Vientos (Reloj público del S. II a.C.) y la Puerta de Atenea Arquegetis (11 a.C.). Entre medias varias hileras de columnas de mármol sobreviven al paso del tiempo. Todos estos lugares vienen incluidos en la entrada de la Acrópolis (12€) y como es ésta la que se llena primero, preferíamos dedicar tanto a ella como su museo las primeras horas de la mañana. El partenón y compañía es lo que se recomienda visitar en primer lugar. Sea invierno o verano.

Desde el Ágora romana lo que predominan son las cuestas y las escalinatas que indican que uno va bien encaminado para ir a la Acrópolis. Es prácticamente imposible perderse aunque uno se meta por la calle más insospechada porque una de dos, o verá carteles indicativos o habrá tiendas de souvenirs en la que sus comerciantes te echarán un cable. Lo que hay que hacer es continuar subiendo hasta que tocar prácticamente los riscos sobre los que se alza el Partenón e ir buscando siempre la derecha. Tomamos la Calle Theorias, que va bordeando por fuera la loma de la Acrópolis y mostrando una cada vez mejor panorámica de la ciudad. De hecho es palpable cómo Atenas prácticamente engulle las montañas que la rodean. Asímismo durante el camino se van clarificando los restos blanquecinos del Ágora Antigua que se sitúan en la parte baja y donde destaca sobre todo el Templo de Hefesto, que aunque no se lleve todos los honores del Partenón, está considerado el mejor conservado de Grecia.

Pero el Ágora Antigua ya tendría su momento para nosotros. El protagonismo y los focos estaban todos puestos en La Acrópolis de Atenas, en cuyos aledaños no había casi nadie. Aunque sí los siempre presentes perros callejeros, claro. Mientras que en los meses de verano se montan buenas colas de turistas junto a las taquillas, ese día los encargados de venderlas parecían aburridos de no recibir a gente. Así nos explicaron con mucha calma que lo que más compensaba era la Entrada conjunta de 12€ y válida para 4 días que combinaba la Acrópolis, el Ágora Antigua, el Ágora Romana, la Biblioteca de Adriano, el Templo de Zeus Olímpico y el Keramikos. Realmente es lo más recomendable.

Así que sin más dilación, subimos por el empedrado, que escurría por las lluvias de los días anteriores, y comenzamos una visita de dos horas aproximadamente por el emblema más reconocible no sólo de Atenas sino de todo el país. Con la suerte, además, de no tener a las hordas de turistas pisándonos los talones.

LA ACRÓPOLIS: ALLÁ DONDE VIVEN LOS DIOSES

Acrópolis en griego significa «Ciudad Alta» y hace referencia a los emplazamientos usuales de las urbes de la antigüedad, cuya parcela defensiva, política, religiosa y, en ocasiones, cultural se situaba encima de las colinas o elevaciones de rango natural. La importancia estratégica de los mismos era clave para que los principales edificios o templos estuviesen bien protegidos en caso de asedios, que eran muy numerosos. En Atenas no fue menos y en la cima de la colina de la Acrópolis siempre ha habido restos de civilizaciones mucho más antiguas que la Grecia clásica. Aunque hubo un punto de inflexión en la vida de este lugar escarpado, y fue tras la batalla con los persas que convirtieron la ciudad en escombros (480 a.C.). Sólo cuando lograron expulsarlos y alejar el peligro, los griegos se pusieron manos a la obra para levantar el que sería el máximo exponente arquitectónico de esta influyente Civilización. La Acrópolis contendría un conjunto de edificios de carácter político y, sobre todo, sagrado, dedicados a la Diosa Atenea que les había protegido y ayudado en su cruenta contienda con los persas.

El principal propulsor de esta gran obra, que es la que se puede ver hoy en día, aunque no de forma tan esplendorosa como en la época clásica, fue uno de los Estadistas más importantes de Grecia, Pericles. Este demócrata convencido era amante del Arte y dotó a la cima del aquel promontorio escarpado de varias construcciones sagradas entre las que destacaría el Partenón (Templo dedicado a Atenea), aunque no sería el único edificio importante, ni mucho menos. Confió el diseño a Fidias, quien a su vez buscaría la colaboración estrecha de Calícrates e Ictino, dos de los más importantes arquitectos de Grecia. Sería en tiempos de Pericles cuando la mayor obra de la Acrópolis tendría lugar, alzando al cielo el corazón de la Grecia Clásica y configurando la iconografía de una Civilización entera que resistiría mil batallas e invasiones. Harían falta más de dos mil años para que la guerra con los turcos hiciera especial mella, debido a  los bombardeos y el estallido de la munición que se guardaba en dependencias del Partenón. Si a eso se le añade el afán recolector de los ingleses, que se llevaron hasta la ropa interior de la última escultura, se puede comprender cómo este gran escenario griego es un atisbo lejano de lo que fue. Aunque con todo y con eso, continúa siendo Orgullo de la Nación y foco del 99,9% de los visitantes que van a Grecia. Este conjunto, Patrimonio de la Humanidad, es un Tesoro del Arte y la Arquitectura de Grecia, y sus connotaciones superan todo lo imaginable. La Historia pesa mucho aquí.

Los senderos de la Acrópolis alternan los matojos y arbustos con una infinidad de piedras blancas desperdigadas por el suelo. Ahora sin dueño, formaron parte de grandes bloques moldeados por los hombres que estaban dirigidos por Fidias y compañía. Muchas de ellas eran columnas, techos, paredes o escalinatas. Ahora son inequívocamente la clave de las ruinas más famosas de Grecia. A lo largo del camino hay carteles con mapas de situación que ayudan bastante a saber dónde está una cosa u otra. De todas formas la identificación de monumentos es relativamente sencilla, ya que las dimensiones de la explanada de piedra caliza sobre la que se ubican los principales puntos a tener en cuenta es de aproximadamente 270 metros de largo por 85 metros de ancho. No es, ni mucho menos, el tamaño de las ruinas del Foro de Roma, por poner un ejemplo. Es por ello que no es necesario invertir toda una mañana para verlo todo con suma tranquilidad y comprender dónde se está y qué se está pisando en ese momento.

Esto son, uno por uno, los lugares más importantes de la Acrópolis que seguimos en riguroso sentido de la visita. Aunque no dudo quea la mayoría los conocéis sobradamente después de haberlos estudiado en los libros de texto. ¿Apostamos algo? Seguidnos y lo comprobaréis.

Los Propíleos: Su función era de Entrada Monumental al complejo de templos. Una escalera llevaba a un portón cubierto que, ya salvado el desnivel, antecedía con todos los honores a la explanada plana donde ya esperaba el Partenón. Este espacio porticado de columnas era rectangular y contaba con dos anexos a ambos lados. Sin duda constituía el preludio más idóneo a los lugares sacros.

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Templo de Atenea Niké: Es un diminuto templo de columnas jónicas adosado a una torreta lateral de los propíleos. Fue construído por Calícrates para conmemorar la victoria sobre los persas en la Batalla de Salamina. De hecho Niké viene a significar «Victoriosa». Tiene de alto 8 metros y su planta interior es de 4×4. Albergaba una escultura de la Diosa Atenea alada, la Niké. Lamentablemente durante nuestra visita estaba completamente cubierto con una lona blanca por los sempiternos trabajos de restauración de la Acrópolis.

El Partenón: El alma de la Acrópolis es un enorme Templo dedicado a la Diosa Atenea, Patrona de la ciudad. Hoy día decir Acrópolis es decir Partenón. Poco se puede contar al respecto que no se sepa ya. Pero no hay más que traspasar la columnata de los propíleos para admirar el centro de la cuna de Occidente, cuya función principal pasaba por albergar la imagen esculpida por el gran Fidias de una Atenea Partenos de 12 metros de alto realizada de oro (más de una tonelada) y marfil.El templo tiene una dimensiones de 70 metros de longitud por 31 de anchura. El P1110617frontón y los techos (ya inexistentes) están sustentados por gruesas columnas dóricas de más de diez metros de altura. Lo primero que a uno le sorprende cuando lo tiene delante es su avanzado grado de deterioro y la gran cantidad de andamios y grúas que hay dispuestas en el templo. No hay que olvidar el detalle de que una de su última función durante los últimos coletazos período otomano fue la de polvorín, lo que hizo que hubiera varias explosiones en el edificio. Así que ese deterioro del que hablo hay que cogerlo con pinzas y pensar que lo verdaderamente milagroso es que continúe en pie. El andamiaje es, por tanto, un mal necesario que lleva montado más de una década. Aunque las últimas noticias que leímos al respecto es que las obras de restauración se alargarán durante los próximos…veinte años. Será curioso que la restauración sea más lenta que su propia construcción hace 2500 años con muchos menos medios que ahora. Donde estén los clásicos que se quite lo demás.

El Partenón hay que rodearlo y observar todos sus ángulos, acercarse a sus columnas y contemplar su grandeza. Es cierto que a muchos viajeros les causa más desencanto que admiración, pero creo que toda decepción se solventa recordando que aquí se construyeron las bases de mucho de lo que hacemos hoy en día, que aquí yace todo el esplendor de uno de los períodos más magníficos de la Civilización Occidental, que las piedras por las que caminas las pisaron antes Aristóteles, Platón, Sócrates, el propio Pericles, poderosos monarcas, aguerridos guerreros, el maestro Lord Byron y un sinfín de protagonistas de una cultura que nos ha aportado una inagotable fuente de cultura. Hay que apreciar ese milagro de mármol que sobrevivió a todos ellos y que ha llegado hasta nosotros. Esa es nuestra suerte. Agarrémosla muy fuerte con las manos y soñemos con esa colosal figura de Atenea de oro y mármol que custodiaba la ciudad y que daba sentido al Partenón.

Lástima de esos frisos arrancados que desde hace más de un siglo reposan en el Museo Británico de Londres y que los P1110644griegos reclaman con ahínco (Se los llevó el Conde de Elgin, Embajador Británico de Constantinopla). El friso de Inglaterra corresponde a un 37´5% de los 128 metros conservados. Los demás restos están en el Nuevo Museo de la Acrópolis de Atenas y un pequeño porcentaje se esconde en otros museos del mundo. Estos bajorrelieves que cubrían todo el templo (160 metros se calcula que era la longitud total de los mismos, con un metro de ancho) representaban la procesión de las Grandes Panateneas (Festividad religiosa en honor a Atenea que se celebraba cada 4 años). Fidias, que fue el artífice de los frisos, esculpió un total de 378 figuras humanas y 245 animales. Y estaba policromado, como muchos de los templos de Grecia. Afortunadamente la práctica totalidad de la serie se conserva, aunque quizás lo más adecuado sería que algún día volviera a los muros del Partenón, de donde jamás debieron haber salido.

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Sin duda no debió existir mejor hogar para Atenea ni mejor orgullo para los atenienses que el Partenón. Es lo más visitado de Atenas, sin lugar a dudas. Durante los meses estivales puede haber miles de personas en la Acrópolis dando vueltas en torno al monumento. De lo que sí estoy seguro es que el sábado 30 de enero de 2010 nosotros disfrutamos de él prácticamente en soledad. No llegué a contar más de 10 personas. Algo casi milagroso, y más en el día espléndido que nos estaba haciendo.

El Erecteion: Este templo dedicado a varios Dioses (Atenea Polias, Poseidón, Hefesto) y al primer Rey de Grecia según la mitología (Erecteio) es junto al Partenón el más hermoso de los que se sitúan en la Acrópolis. Y aunque no se lleva tantos focos como este, por su importancia inicial y, sobre todo, porque es inferior en tamaño, es uno de los más interesantes tanto a título personal como a la Historia del Arte. El Erecteion está dividido en varias partes, en función de la deidad en cuestión a la que estaba dedicada cada una de ellas. Pero es una de ellas la que se lleva todos los honores y a la que los libros le han prestado siempre más antención. Se trata de la Tribuna de las Cariátides, donde se encuentra la escalera que conducía a la tumba del Rey-Fundador Cécrope. Esta galería porticada está sostenida por las figuras de piedra de 2´3 metros de altura de seis mujeres, las famosas Cariátides.

Estas korés (nombre griego que designa a las esculturas de féminas) representan a las mujeres de la ciudad de Caria P1110626(en el Peloponeso), que por su colaboración con los persas, los enemigos más acérrimos de Grecia, fueron condenadas a la esclavitud. Las cariátides, por tanto, simbolizan este hecho, y por ello sostienen el peso del templo en sus cabezas. Arquitectónicamente hablando, sus testas son meros capiteles y sus cuerpos son los fustes. La de veces que las hemos estudiado en el colegio y en el instituto y por fín las teníamos delante. Bueno, no exactamente. Me explico, las que se pueden ver en el Erecteion son réplicas exactas de las cariátides. Cinco de ellas se exponen en el Museo de la Acrópolis desde 2007 (porque la contaminación ateniense las estaba deteriorando velozmente) y la sexta se encuentra en el Museo Británico (un expolio más obra del Conde de Elgin).

Tanto desde la tribuna de las Cariátides como desde todos los salientes de la Explanada las vistas de la ciudad de Atenas son realmente admirables, aunque lo cierto es que no son las mejores. ¿La razón? Desde la Acrópolis no se ve…la Acrópolis. Problema que solventaríamos durante el atardecer en un precioso lugar con preciosas vistas.

Teatro de Herodes Ático: Una vez nos dimos cuenta que el Museo de la Acrópolis que hay frente al Partenón está cerrado tras la apertura del nuevo en el verano de 2009 nos decidimos a bajar hacia éste. Lo hicimos por un camino que va bordeando el promontorio desde el que se ve otro de los restos más destacados que se conservan, aunque sea del período romano: El Teatro de Herodes Ático. Fue construído en el año 161 después de Cristo, y realmente más que como teatro funcionó como Odeón (Destinado a conciertos y a actividades musicales). Herodes Ático, cónsul romano, lo construyó muy cerca del teatro de Dionisio, a los pies de la Acrópolis, en honor a su esposa. Estaba completamente cubierto y su capacidad era de cinco mil espectadores.

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Teatro de Dionisio: El que fuera el mayor teatro de la Antigua Grecia fue probablemente el primero en llevar las representaciones teatrales al pueblo ateniense, ya que contaba con un aforo de nada menos que 17.000 espectadores. Sus 78 gradas engullen literalmente la colina, desde las cuales se escenificaron las tragedias griegas más importantes. Sófocles, Eurípides o Esquilo fueron tres de los poetas griegos cuyas obras más se representaron en este teatro. Contaba con su palco de autoridades y es que ya se sabe, que siempre ha habido, hay y habrá clases más privilegiadas que otras.
A pesar de que sus restos son apenas la sombra de lo que fuera dos mil años antes, no hay que olvidar que probablemente aquí naciera el que es uno de los más hermosos espectáculos del mundo. Eso impone un cierto respeto y aliento a quienes admiramos este noble arte.

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Le dedicamos aproximadamente un par de horas a todo el conjunto de la Acrópolis. Creo que el tiempo mínimo, pero suficiente para poder disfrutarlo sin demasiados agobios. En los meses de verano será más complejo con el calor que suele hacer en Grecia y con los miles de turistas que suben hasta allí. Pero es algo tan indiscutible en Atenas que no hay que ponerle ni una pega. Al menos una vez en la vida hay que viajar a la cuna de la Civilización occidental.

EL NUEVO MUSEO DE LA ACRÓPOLIS

Definitivamente el Museo de la Acrópolis de toda la vida se había quedado pequeño. El vetusto edificio de hormigón P1110665situado enfrente del Partenón era incapaz de absorber a tantos turistas y, sobre todo, de sacar a la luz toda la colección descubierta a lo largo de los últimos siglos en la Acrópolis. Para solventar estas deficiencias se proyectó uno nuevo junto a una de las salidas del conjunto arquitectónico en la siempre animada Dionysiou Areopagitou, a apenas 300 metros del Partenón. A pesar de su elevado coste económico y de las protestas de quienes consideraban que un edificio tan moderno no casaba en absoluto con el entorno, ya no hubo vuelta atrás y éste fue inaugurado en el verano de 2009. Hoy en día el Nuevo Museo es un lugar indispensable en todo viaje a Atenas. Para nosotros fue la mejor manera de complementar lo que habíamos visto en la Acrópolis minutos antes y hacernos a la idea del esplendor ornamental que rodeaba todo el conjunto.

El edificio es muy moderno, extremadamente funcional, luminoso y bastante original, ya que sus suelos transparentes se asoman a un inmenso yacimiento arqueológico. Sorprende ya desde la entrada aunque lo hacen más sus interiores. La luminosidad es bárbara y la disposición de los objetos es lógica y ordenada. Personalmente lo que más me gustó fue:

– La colección de vasijas de las épocas clásica y arcaica

– Las esculturas masculinas (Kuroi)  y femeninas (Korai) de los siglos VIII a VI antes de Cristo.

– La estatua del Moscóforo (570 a.C.), portador de un ternero sobre sus hombros.

– La gigantesca sala dedicada al Partenón con una parte importante de los frisos que logró retener del expolio.

– Las cinco cariátides que retiraron del Erecteion en 2007

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Con lo que no contábamos en absoluto era con pagar la entrada, puesto que pensábamos ya venía incluída con el Ticket combinado de la Acrópolis. Pero supimos allí mismo que no tenía nada que ver. El precio oficial es de 5€, salvo para los Estudiantes que lo acrediten con su Carnet ISIC y los menores de 18 años. El horario es amplio, de 8:00 a 20:00 horas, pero hay que tener muy en cuenta de que cierra los lunes.

Es un Museo del Siglo XXI que nos retrotrae más de 2500 años en el tiempo. Quedamos ampliamente satisfechos. Y no sólo por su gran colección. La cafetería está realmente bien y posee una amplia terraza que tiene vistas de la Acrópolis. Más motivos para perderse un rato por aquí. (Más información del Museo en su página web: www.theacropolismuseum.gr

PASEO ARQUEOLÓGICO HASTA EL ÁGORA ANTIGUA

La calle Dionysiou Areopagitou se fusiona con Apostolou Pavlou para formar la avenida peatonal más larga de Europa. Recorriendo el empedrado desde el Templo de Zeus Olímpico hasta una de las entradas del Ágora Antigua uno tiene garantizado el mejor paseo de toda la ciudad. Es un ancho bulevar que rodea la Acrópolis casi por todos sus costados y se sumerge en la parte más baja y más verde de Atenas. Alrededor se imponen las colinas de Filopapo y Pnyx, que son dos auténticos bosques en cuya cúspide hay magníficos miradores. La loma del Acrópolis que cae en el Ágora Antigua se olvida de los riscos para bañar de verdor a una ciudad demasiado densa y ruidosa. Dionysiou Areopagitou y Apostolou Pavlou son dos alfombras que llegan hasta la parada de metro de Thissio en la que los niños juegan, las parejas van de la mano y los amigos se reúnen para sentarse en una de las muchas terrazas en las que se puede beber y comer algo.

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Ese sábado, sobrepasado el mediodía, había gente, aunque no me quiero imaginar las que se tienen que organizar en verano, cuando la ciudad recibe a una enorme cantidad de turistas. En el bulevar los músicos daban ambiente y algún que otro mimo arrancaba la sonrisa de un niño. Daba gusto estar a una temperatura de 20 grados en pleno mes de enero y observar ese paisaje humano y urbano. Esa parte amable de Atenas se nota y se disfruta. Una más que interesante transición de la Acrópolis al Ágora.

Cuando Apostolou Pavlou se rompe en la Estación de Thissio vuelve la muchedumbre. De frente otra hermosa y minúscula Iglesia Bizantina (que estaba cerrada), y a la derecha otra calle peatonal, Adrianou, donde el mercadillo de Monastiraki da sus últimos coletazos. En Andronou se encuentra una de las entradas principales del Ágora y una mayor aglomeración de tiendas ambulantes y restaurantes. La tomamos para poder hacer otra de esas visitas inexcusables en todo viaje a Atenas.

EL ÁGORA DE ATENAS

La entrada al Ágora de Atenas o Ágora Antigua, denominación que se utiliza como distinción de la romana, la teníamos incluida en el pack de la Acrópolis (12€/4 días). Este es un lugar con una extensión considerable y con una importancia elevada para la Arqueología. Si la Acrópolis tenía un fuerte valor sagrado y divino, sobre el Ágora recaían funciones de Plaza pública con un marcado carácter político, comercial y, más que nada, social. Era el centro de gobierno de la ciudad (Asamblea: Ekklesia) así como su sede judicial. Pero también contaba con un amplio mercado y con lugares de reunión para los atenienses de a pie. Obviamente también hubo espacio para los muchos Dioses que se veneraban en la Grecia clásica, pero esta no era la función principal del Ágora, ni mucho menos.

Un espacio para los grandes oradores griegos y para los filósofos que dirimían sus cuestiones existenciales, sus primeros esbozos hacia la Ciencia., las primeras voces clamando Democracia. Aquí Sócrates pronunció su «Sólo sé que no sé nada» a un público fiel mucho antes de ser condenado a beber cicuta, los Diálogos de Platón crearon escuela e incluso el Apostol San Pablo llevó la palabra de Jesús.

Los restos arqueológicos que nos ha dejado el Ágora son numerosos. La vegetación se ha agarrado con firmeza al mármol y es por ello que resulta un lugar extremadamente hermoso. Utopía romántica de ruinas escondidas tras los arbustos en las que da la sensación de que caminas con túnica y vas a escuchar la oratoria de los viejos maestros.

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Del Ágora destacaría personalmente la totalidad del conjunto en sí, tanto paisajístico como histórico. Pero es obvio que hay ciertos atractivos que requieren una mayor atención:

Templo de Hefesto: Ictino, uno de los padres del Partenón, levantó este templo dórico en el año 449 a.C. Está P1110706dedicado a Hefesto (Vulcano en la mitología romana), el Dios del Fuego y la Forja, Patrón de los Herreros. Sin lugar a dudas, y no es sólo opinión, el Templo de Hefesto es el mejor conservado de Atenas, muy por encima del célebre Partenón. Es por ello que el Hephaisteion es lo más parecido a la realidad de la Grecia clásica que se puede encontrar por estos lares. En el frontal y en la parte trasera tiene seis columnas, mientras que a los lados hay trece. Sus frisos recrean los doce trabajos de Hércules. Para muchos es conocido también como el Templo de Teseo debido a que siempre se pensó que el héroe del laberinto del minotauro fue enterrado aquí, aunque esto nunca fuera cierto. Sea como fuere, el Templo de Hefesto, es igual de magnífico sin Teseo o con Teseo. Su piel de mármol blanco deslumbra con la luz del Sol y observa hieráticamente los restos del viejo Ágora.

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La Stoa de Átalo: Galería cubierta de dos plantas sustentada por 45 columnas que servía como un importante centro de comercio. Estos espacios porticados eran los preferidos para los grandes conversadores, que ya tenían sitio para protegerse del Sol veraniego y de las siempre incómodas lluvias. Átalo fue Rey de Pérgamo y mandó erigirla en el año 150 a.C. La Stoa que se puede visitar hoy en día es una reconstrucción fidedigna que hizo la Escuela Americana de Arqueología con los fondos del filántropo John D. Rockefeller.

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Mide 116 metros de longitud, donde se calculaba podía caber en torno a cuarenta tiendas. Actualmente hay una interesante colección esculórica y de bustos de célebres personajes de la Historia de Grecia. En su interior se puede visitar el Museo del Ágora con piezas encontradas en las diversas excavaciones efectuadas in situ.

Iglesia de los Santos Apóstoles: Inmersa en pleno Ágora se encuentra esta hermosa iglesia bizantina, único recuerdo medieval que se conserva en el mismo. Es del Siglo XI aunque ha sido reformada por la Escuela Americana de Arqueología que le puso los frescos de otra iglesia de la época que lamentable e incomprensiblemente fue demolida ( Hagios Spyridonas). Da la impresión de que no se ofrecen oficios religiosos en la misma. Es muy bonita, por supuesto, pero nada que ver con Kapnikárea o la pequeña Mitropolis (junto a la Catedral).

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PARÉNTESIS PARA COMER Y UNA VISITA AL MERCADILLO DE MONASTIRAKI

La calle Adrianou era verdaderamente un ir y venir de gente. El extremo urbano del Ágora Antigua es siempre un lugar lleno de restaurantes de precio medio, aunque quizás un tanto turísticos. Después de todo lo que habíamos andado durante la mañana necesitamos parar, y más con Rebeca que aún estaba débil, aunque no lo pareciera. Se portó bien, la verdad.
Así que nos sentamos a comer en una terraza, un lujo para ser enero, donde nos daba un Sol que era gloria bendita. Nos dejamos aproximadamente 12 euros cada uno, que dieron para pedimos un plato principal y una bebida. Yo pedí una especie de albóndigas típicas griegas con una salsa que picaba un poco. Rebeca tuvo que conformarse con arroz blanco para asentar el estómago y no tentar demasiado a la suerte. La moussaka ,que quizás era lo que más le apetecía, debía esperar. Yo podía comerla pero me solidarizé con ella para que la probáramos juntos el domingo, si la gastroenteritis se marchaba definitivamente como parecía.

Nos levantamos de la mesa y nos fuimos a trastear por la calle trasera de Adrianou, puramente comercial, y más bien parte del famoso mercadillo de Monastiraki, que aunque tiene más fuerza los domingos, abre día a día. Me recuerda al Rastro madrileño, aunque con dimensiones más reducidas. Había numerosos puestos de muebles y objetos antiguos, bastantes de ellos con artilugios militares de las dos grandes Guerras. A mí, con lo que me gustan las antigüedades, se me hacía la boca agua mientras el bolsillo menguó para que no enganchara el dinero, porque por mí, me hubiera venido con el baúl de la Piquer cargado de trastos viejos. Pregunté precios y definitivamente el Mercadillo de Monastiraki es uno de los lugares donde más variedad y mejor precio he visto para las antigüedades.

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La calle principal y con mayor agitación del mercado es Ifestou, aunque allí las tiendas más numerosas son las que P1110724venden ropa. De allí a la Plaza principal de Monastiraki, donde se encuentra la Estación de metro, hay apenas unos metros. Particularmente fue aquella Plaza la que me pareció que contenía un mayor sabor a Turquía. En Grecia el Imperio Otomano estuvo mucho tiempo, pero en el Siglo XX se hizo un claro empeño en borrar toda huella del pasado y rehacerse de nuevo. Pero en Monastiraki, además de una iglesia ortodoxa medio reconstruida (Panayia Pantanassa) sobrevive un Edificio que antes fue mezquita y ahora es museo. La Mezquita Tzistarakis se levantó en 1759 con ruinas de la Biblioteca de Adriano (que está detrás) y del Templo de Zeus Olímpico, entre otros lugares históricos. Su gran cúpula y su pórtico de cuatro columnas son el mejor recuerdo de tiempos pasados. Hoy día alberga el Museo de Cerámica de Atenas, función completamente diferente a la que lle dieron los otomanos en los siglos XVIII y XIX.

La Plaza Monastiraki y sus aledaños mercantiles siempre están a rebosar de gente. Los griegos son como los latinos en el sentido de vivir y disfrutar de la calle. Eso es evidente con sólo dar el primer paso en Atenas.

PLAKA, SABOR GRIEGO

Abandonamos Monastiraki para intentar entrar a la Biblioteca de Adriano, uno de los mejores restos conservados de la época romana en Atenas. Pero nos topamos con el cartelito de cierre y tuvimos que posponerlo para el domingo. P1110735Rodeándola, al igual que la muy cercana Ágora romana, también cerrada a esas horas, llegamos al Barrio de Plaka. Este es el barrio más famoso de Atenas sin lugar a dudas. Se ha querido arreglar esta zona de calles estrechas y viviendas pintorescas que caen debajo de la Acrópolis, para convertir a Plaka en el distrito de la gastronomía y el ocio de la ciudad. La peatonalización de las calles es cada vez mayor, lo que ha hecho que este barrio sea para las personas y no para los coches. Y no me equivocaría si dijera que es la zona de Atenas con mayor densidad de Restaurantes y Tabernas por metro cuadrado. Lo mismo sucede con las tiendas, muy enfocadas al turismo, pero en las que hay espacio también para Artesanía griega de calidad. Las copias de las vasijas helénicas y de esculturas a pequeña escala son las favoritas de la gente, pero es tan variado el merchandising ateniense que se puede comprar casi cualquier recuerdo que llevarse a casa.

Plaka es la opción preferida de la gente para escapar del bullicio y de los claxon y sentirse un poco más dentro de un pueblo más que de una ciudad. El centro de Atenas, excelentemente reformado para los Juegos Olímpicos de 2004, tiene más carácter que lo que mucha gente me había dicho antes de ir. No es esta ciudad la que más halagos recibe de Europa precisamente, pero tiene un ritmo muy interesante y creo que se está avanzando en hacerla tan habitable como visitable. A mí Atenas me gusta, y mucho. Y para mí este bario es otro de los motivos para que así sea.

Plaka también contiene un sorprendente recuerdo de la Antigüedad, el Monumento de Lisícrates, también llamado Linterna de Lisícrates. Es un templete circular de tiempos de Alejandro Magno (Siglo III a.C.) que construyó el mencionado Lisícrates para guardar su trofeo al vencedor de un Concurso teatral, tal y como se acostumbraba en la época (Él sufragó los gastos, él se guarda el premio). Esa fue su función original aunque durante la Edad Media pasó a ser una diminuta Biblioteca de los Monjes capuchinos. Debió haber varios de estos en toda la ciudad, pero hoy día sólo conservamos este. Eso sí, en un estado excelente.

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Sin darnos apenas cuenta terminamos saliéndonos de Plaka, ya que no es demasiado amplia, hasta las puertas del P1110739colosal Templo de Zeus Olímpico, que aunque lo pudimos ver desde lo alto de la Acrópolis, no dejó de sorprendernos. Fue el más grande de los existentes en Grecia y esto es palpable con sólo echar un ojo a sus columnas, de un tamaño superior a las demás construcciones helenas. Diecisiete metros nada menos es su altura. Algo propio para un templo de unas dimensiones de todo menos discretas. Se necesitaron más de seiscientos años para terminarlo, por lo que atrapó influjos de las distintas étapas del arte griego e incluso del romano. Sería el Emperador Adriano el que culminaría tan magna obra. Actualmente en todo el complejo restan en pie 15 columnas de un total de 104. Hay una fragmentada en el suelo debido por culpa de un temporal. Hay partes de la Mezquita de Tzistarakis que se hicieron con piedras de este templo. Aquí es válida la Entrada pack de la Acrópolis.

ANAFIOTIKA: LAS ISLAS GRIEGAS A LOS PIES DE LA ACRÓPOLIS

Del Templo de Zeus Olímpico retornamos a Plaka buscando los callejones más en cuesta para ir a ver si era real eso que había oído hablar de que encontraría un barrio en el que me sentiría en uno de los pueblos de las islas griegas. Siempre buscando la parte alta de Plaka encontramos las últimas casas que se agarran al promontorio sobre el que se erige la Acrópolis (vertiente nordeste). Y sí, totalmente cierto, hay un pedacito de isla griega en Atenas. El barrio se llama Anafiotika y probablemente sea la mayor sorpresa que nos llevamos de este viaje.

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El nombre de Anafiotika hace referencia a Anafi, una de numerosas islas pertenecientes al Archipiélago de las Cícladas (de donde también son las conocidas Mykonos oSantorini). Durante el Siglo XIX vinieron a Atenas muchos albañiles de Anafi a trabajar en la construcción del Palacio del Rey Otón I. Como fue una obra larga se establecieron en la ciudad e hicieron sus casas en esta parte a imagen y semejanza de sus hogares en la isla. Callejuelas estrechas y empinadas, predominio del color blanco para los muros y el azul para puertas y ventanas. Muchas flores y el silencio y la tranquilidad de una remota aldea pesquera donde en tiempos decimonónicos no recibía la visita de los turistas ni los cruceros.

En este barrio no se encontrará, aunque se pretenda, ni un solo comercio. Tan sólo casas y dos pequeñas y blancas iglesias. Hay calles tan estrechas que en ocasiones conviene entrar de lado y no de frente. Estando allí es imposible pensar que estás en la misma Atenas de los coches, el ruido y el olor a tubo de escape. Anafiotika es el mejor regalo posible para el que se quede con las ganas de agarrar un ferry y escaparse a una isla griega. Unos minutos encaramado a la sombra de la Acrópolis y el subconsciente te llevará a mitad del Mar Egeo. Un lugar maravilloso se mire donde se mire. Y repleto de gatos. Apuesto a que si váis os toparéis con más felinos que personas…

ATARDECER DIGNO DE DIOSES EN LA COLINA DE FILOPAPO

Anafiotika nos había proporcionado el momento «Isla Griega» pero aún faltaba el momento «Atardecer», siempre P1110796presente en cada viaje. Atenas al estar poblada de varias colinas, tiene numerosos puntos desde los cuales una puesta de Sol es algo más. Para disfrutar de unas vistas completas que abarquen la totalidad de la ciudad quizás lo mejor es subir a lo alto del Monte Licabeto, que dispone incluso de funicular. Pero si se quiere tener más cerca la Acrópolis y ver los últimos rayos de la tarde incidir sobre el mármol del Partenón, mi recomendación es ascender a la cima de la Colina de Filopapo. Desde Dionysiou Areopagitou aparece una red de senderos que se dividen a lo largo y ancho de lo que parece un auténtico bosque. Tomamos el camino que llevaba al monumento a Filopapo, en lo más alto, unas ruinas del 114 después de Cristo dedicadas al cónsul romano que respondía a este nombre. Ya en el ascenso nos fuimos dando cuenta de que habíamos hecho bien en hacer caso a las recomendaciones que habíamos leído en la red. Teníamos distintos lugares para elegir, pero la ubicación de la Colina de Filopapo, también llamada Colina de las Musas era realmente inmejorable. Allí ver apagarse a la tarde es algo mágico que vale la pena disfrutar.

El color de los monumentos de la Acrópolis se fueron modificando a cada minuto que pasaba, a cada minuto que el Sol se ocultaba más bajo las aguas del Mar Egeo. Fue un atardecer de fuego sentados sobre unas frías rocas que ejercieron de improvisado balcón. Atenea custodiaba las ajadas columnas del Partenón antes de que llegara la noche. Nosotros simplemente observamos ese lento apagar de luces hasta que el telón se quedó oscuro. Justo después bajamos a Plaka para volver a escuchar el rumor de la gente y de las tabernas abriendo sus puertas.

Merendamos una enorme copa de yogur griego y nos compramos cada uno un kolomboi, una especie de rosario que suelen llevar los hombres en Grecia y con el que juegan a darle vueltas o hacen sus cuentas con cada piedra. Probablemente su origen fuese religioso pero hoy día los llevan en las manos como fórmula de relajación. Es un buen invento en contra del estrés. Y por apenas 3 euros se pueden conseguir casi en cualquier parte de la ciudad.

La noche nos encontró a los dos y las horas del sábado se consumieron bajo unas brillantes estrellas. ¿O eran los Dioses?

Domingo 31 de enero: ATENAS, UN PASATIEMPOS DOMINICAL

Un domingo en Atenas no es un domingo cualquiera. Así como en muchas ciudades europeas las calles parecen escenarios más propios de un funeral, la capital griega se agita como un cocktail frío de sabor intenso. Madrugamos para poder dar esos últimos sorbos teniendo en cuenta que la noche la pasaríamos de nuevo en casa. Un desayuno P1110815compuesto a base de yogur griego y un visionado rápido de las noticias por internet (que eminentemente pasaban por lo que había hecho el Real Madrid la noche anterior) precedieron a nuestra expedición dominical ateniense. Una expedición que comenzó en Plateia Mitropoleos, que no es otra que la Plaza de la Catedral de Atenas, la Iglesia Ortodoxa Metropolitana. A pesar de no contar ni con dos siglos de antigüedad, ya que fue mandada erigir durante el reinado de Otón I, primer monarca griego una vez lograda la Independencia, nos la encontramos cubierta de andamios, sobre todo en la fachada. A pesar de su importancia no es precisamente el templo religioso más hermoso de Atenas. De hecho su interior estaba vacío, aunque resonaban los cánticos de una ceremonia que no adivinábamos de dónde procedía.

Hasta que nos dimos cuenta que a su lado estaba la pequeña Mitropoleos, o pequeña Metrópolis, una iglesia bizantina adjunta a la Catedral, que cuenta con ese carácter íntimo de los templos clásicos de la Edad Media. Similar a Kapnikárea o los Santos Apóstoles, congregaba a los feligreses ante una misa cantada que no era otra que la que estábamos escuchando en la iglesia grande a través de los altavoces. La gente vivía la ceremonia con pasión y cantaba con todo su empeño el oficio de un cura con la voz de Pavarotti. Esta es una faceta que no conviene perderse si se quiere conocer de verdad la idiosincrasia griega en una gran urbe como es Atenas.

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De la solemnidad de una misa bajo la mirada atenta de un Pantocrátor pasamos al bullicio del Mercado de Monastiraki donde nos fuimos a mirar antigüedades y trastos viejos. Hicimos alguna compra, pero pequeña y de poca infundia, ya que no era cuestión de más. Allí es muy fácil volverse loco y venirse cargado si a uno le apasiona este mundillo. Me conozco y no puedo estar en estos sitios mucho tiempo porque me gustaría traérmelo todo. Menos mal que nos salimos pronto de la zona de las antigüedades y marchamos por esta especie de «Rastro ateniense» en que se vendían libros a mansalva y móviles robados. «Ay que me lo quitan de las manos…Me lo quitan de las manos» gritaban en griego las señoras que vendrían dos bragas por un euro. Aunque estas bragas fueran más bien para colgar macetas que para llevarlas puestas. Es más, creo que a un luchador de sumo le quedarían pequeñas…

Esta vez sí que pudimos entrar a la Biblioteca de Adriano, que conserva muros y columnas del que fuera un importante edificio público de los tiempos en que Roma dominaba Grecia. Allí conocemos a una pareja de australianos que estaban viajando por Europa cuyo próximo destino no era otro que España. Tenían ciertas ideas de qué ver pero conocían realmente poco de nuestro país. Les terminamos haciendo una ruta de diez días bastante completa. Nos dijeron que les gustaba mucho el arroz y preguntaron si había alguno especial en España. Y, aunque parezca mentira, no habían oído hablar jamás de la paella. Se lo apuntamos con letras mayúsculas a la vez que sentía el aroma de mi casa en la que la paella de los domingos es tan sagrada como la que más.

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EL CAMBIO DE GUARDIA EN SYNTAGMA

P1110824No es tan conocido como el cambio de guardia en Buckingham Palace pero es posible que el que se realiza a las puertas del Parlamento griego en la Plaza de la Constitución (Syntagma) sea mucho más espectacular y llamativo. Al final de la calle Ermou, una vez pasada Kapnikárea, se encuentra al corazón democrático de Grecia, el Parlamento Helénico. Hasta 1924 funcionó como Palacio Real, pero muy poco después se convirtió en la sede parlamentaria desde donde se aprueban las Leyes. Este palacio neoclásico ideado por el alemán Von Gartner a mediados del siglo XIX es el símbolo constitucional de una plaza diáfana que huye del apelotonamiento de los alrededores para tener un aspecto «mucho más europeo» a la vez que solemne. En el propio Palacio del Parlamento se ubica uno de los símbolos patrios más venerados, la Tumba del Soldado desconocido, ese lugar que muchas naciones tienen en sus capitales dedicados por entero a todos aquellos que perdieron la vida por su país en una de las muchas guerras vividas a lo largo de la Historia. La Tumba está siempre vigilada por los Evzones, soldados griegos ataviados con el curioso Uniforme Nacional, que no pasa en absoluto desapercibido.

Los Evzones llevan faldas blancas y unos zapatos con pompón que causarían furor en la Semana de la moda de Milán. Siempre se les verá custodiando la Tumba del Soldado desconocido y desfilando en cada hora. Son los conocidos cambios de guardia, que se realizan cada día. Pero el del domingo a las 10:45 es el acto más completo de todos y el que más interés despierta. A esa hora exacta ya estábamos en Syntagma, y no éramos los únicos, ni mucho menos. Apareció una banda de música precediendo a una pléyade de Evzones minifalderos que elevaban las piernas al máximo para ir avanzando. Lo más curioso fue que un perro callejero, de los miles que pululan por las calles de Atenas, se plantó delante de los evzones caminando al mismo ritmo que ellos. Parecía que fuera él el que comandara el desfile. Cuando entraron a la Plaza, desapareció sin más, pero tuvo sus momentos de gloria…canina

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De todos los soldados habría dos que relevarían a los guardias que seguían firmes velando su símbolo patrio.  Y así fue, de una larga fila de evzones, aparecieron los dos destinados a la nueva custodia de la tumba. Pero la transición de un lugar a otro se hace con un cúmulo infinito de movimientos, sobre todo de piernas, y derivaciones sobre la Plaza que sorprenden por su compleja coreografía. La duración fue de aproximadamente media hora y doy fe que se trata de un espectáculo digno de ver. Tiene incluso sus momentos matrix en los que el desfile es a cámara lenta y suspenden sus piernas al aire desafiando el equilibrio y hasta la gravedad. Muy bueno, es algo que hay que tomar nota. Y estar allí como un reloj a  las 10:45.

EL ÁGORA ROMANA Y UNAS COMPRAS EN PLAKA

Después del cambio de guardia comenzó a chispear de forma inesperada. El cielo azul de la mañana ya no lo era y nos mojamos un poco, aunque estoy hablando de no más de tres minutos que tardó en irse la lluvia por donde había venido. Regresamos por la Calle Ermou, repleta de vendedores ambulantes, sobre todo de africanos con bolsos falsos tipo Kuchi, Dolche y su hermana o Emporio der Dani además de las indiscutibles zapatillas deportivas de marca Redbook, Adihass, Naik o Lesvi´s. De ahí marchamos hasta el Ágora romana, que no habíamos podido visitar el día anterior, y que la teníamos a nuestra disposición para nosotros solos. Este centro social y comercial no se apartó mucho de la filosofía del Ágora Antigua. En realidad era la misma, la de lugar de reunión de los ciudadanos y la de mercado. Incluso contaba con unas letrinas públicas. El puerta de la entrada está dedicada a Atenea Arquegetis y fue levantada en el año 11 antes de Cristo. Es una de las partes más destacadas de este complejo de columnas de mármol. Pero de todo el Ágora es la Torre de los Vientos la obra de la antigüedad que más atención despierta entre los que, como Rebeca y como yo, nos decantamos por no perdernos este lugar.

La Torre de los Vientos, de forma octogonal, contaba con dos relojes de sol, uno de agua, además de brújula y veleta. Fue construida en el Siglo II a. C. como una primitiva Estación meteorológica, astronómica, y que decía la hora a los habitantes de Atenas de diferentes maneras. En muchos lugares mundo hay torres con esta misma función, y es que desde siempre el Hombre ha tenido inquietud por las estrellas y el tiempo que va a hacer. La del Ágora romana cuenta con bonitos grabados que representan a las distintas clases de viento que hay, y guarda un halo de misterio que nos hace pensar en los conocimientos avanzados que tenían las Civilizaciones más antiguas. Muchos de ellos, lamentablemente, los perdimos.

Unas compras de artesanía en Plaka fueron nuestros últimos instantes en el trasiego callejero. Trajimos unas vasijas de estilo clásico que nos gustaron mucho. Esos fueron nuestros recuerdos de Grecia junto a los kolombois que adquirimos la noche anterior. Y un marco donde colocar una foto de los dos en el Partenón. Al fin y al cabo todo era un regalo de cumpleaños…

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Comimos moussaka y queso fresco en una taberna cualquiera del barrio de Plaka. La que llegó a Atenas como convaleciente ya estaba plenamente recuperada. Eso sí, sin forzar, simplemente disfrutar de esta especie de lasaña de berenjenas y carne. Aunque creo que se pasaron de echarle canela…

Lo que vino después de la comida fue el clásico y rutinario regreso al aeropuerto en metro desde Monastiraki para subirnos a un avión de Iberia. Quizás fuera el Dios Zeus el que soplara desde su trono en el cielo para que llegáramos sanos y salvos a casa, deseosos de volver a vivir una nueva experiencia griega. Y de que el invierno dejara de azotarnos tan fuerte. Veinte grados menos para cenar. Eso sí que es un azote de realidad en toda regla. Al menos podemos decir que bailamos un sirtaki en la caverna de Platón. Dulces sueños desde Madrid. Al día siguiente en el trabajo cuando me mandaran alguna tarea me daban ganas de volverme socrático y contestar con firmeza «Sólo sé…que no sé nada«.

Sele

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