La Costa de las ballenas en Sudáfrica a vista de avioneta
A poco más de una hora al este de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, nos adentramos en una serie de bahías, playas y acantilados en los que la naturaleza se mide en ballenas, tiburones blancos, pingüinos y leones marinos. Desde Betty´s Bay y a lo largo de casi 200 kilómetros de ruta nace Cape Whale Coast, la Costa de las ballenas, por ser uno de los mejores lugares del mundo para ver a la ballena franca austral. Hermanus o Gansbaai son sus ciudades principales, esta última además base para entrar en una jaula desde la que observar al gran tiburón blanco. El resto es absolutamente salvaje, con playas de gran oleaje, las cuevas en las que vivían los aborígenes sudafricanos de Walker Bay y una colección de flora endémica inusual en la reserva de Grootbos. Esta parte del país, sin duda entre mis favoritas, posee una belleza arrebatadora salpicada por el océano cuyas olas se rompen en un sendero panorámico sin igual el que conviene detenerse. Durante nuestro viaje a Sudáfrica no sólo pudimos vivir en tierra todas estas maravillas, sino también contemplarlas desde el aire abordo de una pequeña avioneta de cuatro plazas con la que sobrevolamos la Costa de las ballenas.
Precisamente de aquella experiencia en avioneta, desde la cual incluso pudimos distinguir la silueta de grandes tiburones blancos, guardo en mi memoria (y en vídeo) uno de los momentos más excitantes y adrenalíticos de todo el viaje. ¡Abróchense los cinturones, que vamos a volar por la Costa de las ballenas y nos esperan rachas de viento!
En un lugar de Sudáfrica…
Apenas nos acabábamos de secar después de estar durante casi dos horas en las frías aguas al borde de Gansbaai para encontrarnos con el gran tiburón blanco. La misión había sido un éxito, porque pudimos tenerlo apenas a un palmo de nuestras narices durante un par de segundos que todavía me ponen la piel de gallina, y lógicamente estábamos comentando la jugada. Estaba en el coche con mi amigo Pau (El Pachinko), uno de los miembros de la expedición. De pronto una avioneta bajó del cielo tan liviana que parecía de papel y aterrizó a escasos treinta metros de nuestro vehículo. No podíamos dar crédito a lo que estaba sucediendo. Estaba todo orquestado por los organizadores de esta aventura africana, era una sorpresa que había nacido en la Reserva Natural de Grootbos para poder ver la Costa de las Ballenas de otra manera, desde el aire. Por supuesto que ni Pau ni yo dudamos un solo segundo en pasar de los asientos del coche en el que íbamos a ponernos los cascos y abrocharnos los cinturones de una pequeña avioneta Cessna que nos iba a mostrar la silueta de la costa de una forma excepcional.
La compañía African Wings, que era la que montó este tinglado en connivencia con la agencia local Aventura África, hace rutas aérea a medida en Sudáfrica, aunque el mayor éxito lo tienen en esta parte del país, sobre todo en los meses del año en el que destaca la presencia de numerosas ballenas australes que se juntan aquí durante una época que va desde julio a noviembre, e incluso primeros de diciembre. Su piloto, con un acento más british imposible, nos contó que íbamos a sobrevolar la Bahía de Walker, Gansbaai y trataríamos de salir a buscar las imponentes siluetas de los tiburones blancos, que son legión en esta parte del mundo como habíamos podido comprobar hacía sólo un rato. La mala noticia era que no íbamos a poder ver a las ballenas, ya que éstas habían iniciado hacía semanas su largo viaje a aguas del Antártico. Cuando es temporada llegan a avistar decenas de ellas, muchas juntas, y perfectamente apreciables desde el aire. De hecho nos mostró fotos tomadas hacía unas semanas en las que de una sola toma se distinguían nada menos que cuarenta y siete ballenas francas. Este tour se llama «el vuelo de los gigantes» porque entre ballenas y tiburones no se puede negar que estemos hablando de cosas pequeñas.
Y con el coche aparcado en la cuneta iniciamos un vuelo en una avioneta que se movió bastante durante los primeros compases. La parte más compleja del viaje era sortear la montaña que teníamos en frente porque debíamos tomar altura con celeridad. A partir de ahí la cosa fue más calmada y ya por fin nos adentramos en recortar la costa, que desde arriba se veía de forma magistral. Las olas rasgaban con tanta fuerza entre Gansbaai y Hermanus que la espuma blanca maquillaba las aguas kilómetros antes de rondar una orilla pelada y desértica en la que hablar del término primera línea de playa resulta chocante. Simplemente no existe, la primera línea es la arena, la segunda las rocas y la tercera la vegetación de una especie de jardín del Edén en el África más austral. Si en tierra la Costa de las Ballenas resulta hermosa, a vista de avioneta te deja sin una sola palabra en tu diccionario.
¡Tiburón a la vista!
Cuando llegamos a percatarnos de uno de los barcos con jaula como en el que habíamos estado antes viendo tiburones nos pusimos a buscar como locos las siluetas de los grandes depredadores del océano. No era fácil, ni mucho menos, ya que el aparato se movía bastante y había algas y ramas flotando que podían llevar a confusión. Pero realmente no tardamos demasiado en darnos cuenta de que allí no había uno, sino muchos tiburones. El color claro del mar (que casualmente por debajo son excesivamente turbias) ayudó, y mucho, en esta frenética misión de localizar la presencia del gran tiburón blanco en las aguas de la costa. Solitarios, se movían en busca de comida, muy cerca de la superficie. Estamos hablando de un animal que puede llegar a alcanzar los seis metros de longitud, así que es normal poderlo contemplar desde las alturas en un día despejado como el que estábamos disfrutando. No puedo imaginarme cómo debe ser este viaje en avioneta en época de ballenas…
Cuando al principio nos subimos Pau y yo a la avioneta teníamos entre ceja y ceja a los tiburones, como el alfa y el omega de este viaje por los aires. Pero pronto nos dimos cuenta de que no suponían la mejor parte, ni mucho menos, de aquel vuelo. Los paisajes costeros atraían toda nuestra atención, eran mucho mejores de lo que jamás nos hubiésemos imaginado. No sabíamos en qué ventanilla ponernos a mirar porque a izquierda y derecha las panorámicas que se sucedían fulgurantes provocaban en ambos un gran entusiasmo.
Fueron algo más de treinta minutos de vuelo por aquella costa escarpada, más conocida como de las ballenas. Y sin las propias ballenas, que andaban ya muy lejos de allí, disfrutamos de este regalo inesperado que nos proporcionó una experiencia extraordinaria y más que recomendable en ese país llamado Sudáfrica, el cual estaba siendo protagonista de grandes momentos, de una gran aventura.
Vídeo de la Costa de las ballenas a vista de avioneta
¿Y si convertimos estas palabras y fotografías en un vídeo? Dicho y hecho. A continuación podréis ver todo esto que os he contado en torno a Cape Whale Coast desde una avioneta que apareció de la nada y aterrizó frente a nuestro coche. Prepararos bien para el despegue, porque es de traca.
Sudáfrica, a vista de pájaro, ofrece a los viajeros un mundo fantástico, apasionante. Toda ella es una pista a la que no conviene quitar ojo. África engancha, África entusiasma…
Sele
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8 Respuestas a “La Costa de las ballenas en Sudáfrica a vista de avioneta”
Las vistas son preciosas pero tengo mucho vértigo así que no creo que me atreviese a subirme en esa avioneta… Qué miedo!!
Impresionante se queda corto, aunque vaya despegue y aterrizaje que les metieron jajaja Ni Ryanair en sus mejores vuelos. ¿Hubo miedo?
No hubo miedo, Iru. Mucha ilusión había allí arriba. Aunque hay que reconocer que el cacharro se movía mucho jeje
Hola! estamos pensando luna de miel en sudáfrica+Seychelles para diciembre/enero, queremos saber qué nos recomendás en cuanto a Safari, porque algunos nos dicen que el Kruger en Sudáfrica no vale tanto la pena como otros parques nacionales que están en Kenia, o alrededores. Estamos un poco indecisos. Gracias!!
Hola!
A mí el Kruger sí me gustó. Y mucho. Si estáis en esa zona sin duda es la mejor opción. No os arrepentiréis.
Un saludo!
Sele
[…] A esta zona vienen a criar las ballenas de julio a finales de noviembre, por lo que si hubiéramos ido en esta época nos hubieran asegurado observar muy claramente las siluetas de decenas de ballenas francas. Si queréis saber más no os perdáis el artículo (con vídeo incluido) de La costa de las ballenas en Sudáfrica a vista de avioneta. […]
[…] Y ya que estamos en Sudáfrica, conviene también visitar la Costa de las Ballenas, como bien nos recomienda el amigo Sele. […]
[…] como son Hermanus, al oeste, y Gansbaai, al este. Ambas, en pleno centro de la conocida como Whale coast, la fascinante costa de las ballenas, están consideradas como esenciales en todo viaje a Sudáfrica que desee tocar su escarpado […]