Cambridge 2010: Un Encuentro de viajeros cum laude

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Cambridge 2010: Un Encuentro de viajeros cum laude

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Cuando terminó el I Encuentro de viajeros del foro Lonely Planet de octubre de 2009 apenas hicieron falta unos días para idear el siguiente. Y puesto que de viajes y viajeros tratan esta clase de eventos, qué mejor que proponer una celebración en el extranjero. Algo bueno, bonito, barato y, sobre todo, bien comunicado para que P1120081pudiéramos desplazarnos sin problemas desde prácticamente cualquier parte. Surgieron varias candidatas, pero finalmente por votación venció la opción de Cambridge. Una elección que respondía a las peticiones de facilidad para viajar, ya que tratándose de un fin de semana no se podía perder mucho tiempo en los trayectos, de un coste lo más económico posible, que fuera interesante para visitar, y algo importante, que ninguno de nosotros conociéramos. Cambridge reunía todos esos elementos, puesto que se puede llegar a ella muy fácilmente desde Londres (tren y bus desde tanto desde la capital como del Aeropuerto de Stansted, donde vuelan Ryanair y Easyjet), destino de la mayoría de aeropuertos españoles, el coste de los billetes oscilaba dependiendo de los puntos de salida entre 20 y 70 euros, cuenta con grandes atractivos como sede de una de las Universidades más antiguas y prestigiosas del mundo, todos ellos ampliamente abarcables para un fin de semana. Y ninguno habíamos estado allí nunca. Por tanto no había marcha atrás: Cambridge 2010 ya estaba en marcha.

Después de que cuajaran las fechas del encuentro para celebrarse el último fin de semana de febrero (viernes 26 al domingo 28) la gente fue apuntándose poco a poco. Muchos de los asistentes a la reunión de Madrid compraron sus billetes de avión a Londres, así como algunas novedades que querían experimentar un British Weekend entre amigos cuya obsesión es viajar y compartir sus experiencias por el mundo. Hubo bajas de última hora que impidieron acercarnos a la veintena, pero en el momento de máxima afluencia de público llegaríamos a las quince personas. Creo que para ser el primer Encuentro fuera de nuestras fronteras, tuvo bastante éxito.

He aquí pues un paseo escrito, fotográfico y videográfico del fin de semana en que muchos viajeros nos doctoramos cum laude por la Universidad de Cambridge en la imaginaria carrera de Viajerología.

Viernes 26 de febrero: LLEGADAS ESCALONADAS A CAMBRIDGE

London Stansted era el aeropuerto de referencia que iría recibiendo a los viajeros y amigos del foro Lonely Planet que nos habíamos citado en Cambridge. De todos los aeropuertos londinenses, Stansted es el más adecuado para llegar a esta ciudad utilizando tanto el autobús como el tren. El trayecto entre un punto y otro es de aproximadamente cuarenta minutos. Se puede ir también a Cambridge desde el centro de Londres. Más fácil imposible.

En nuestro caso, Rebeca y yo tomamos un avión Ryanair desde Madrid que tenía prevista su salida a las 17:30 del viernes. Con nosotros vino Diego (en el foro didakmad), un chileno de Viña del Mar buen amigo de esta página y que quiso probar por primera vez las esencias de estos encuentros viajeros que se iniciaron en octubre y que parece se van a prolongar en el tiempo. El vuelo se retrasó una hora, aunque ese es un dato insignificante si nos atenemos a que 24 horas antes tres amigos que salían de Barcelona habían conocido que Easyjet les dejaba en tierra por culpa de la huelga de controladores aéreos franceses. Al tener que atravesar espacio aéreo francés, la compañía había cancelado directamente los vuelos. Un mazazo en toda regla. Bien lo sentimos todos.

Por eso llegar una hora más tarde de la prevista no fue demasiado impedimento tal y como estaban las cosas. Tras el aterrizaje y pasar los controles pertinentes, adquirimos nuestros billetes de ida (9´20 libras) para el tren de las 20:21 que salía de la Estación del Aeropuerto hasta Cambridge. Habíamos pensado hacerlo previamente por internet a través de la web oficial de los ferrocarriles de Reino Unido (http://www.nationalrail.co.uk/), pero estos trenes son muy recurrentes y difícilmente se llenan, por lo que no era muy necesario hacer reserva con antelación. El transporte Stansted-Cambridge es algo de lo que no conviene preocuparse en absoluto, ya que es casi más fácil y rápido que ir al propio Londres.

Aprovechamos a cenar algo rápido en el tren desplegando en las mesitas lo que habíamos comprado en el aeropuerto (Wraps y sushi). Cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos en la minúscula y coqueta Estación de Cambridge, donde había bastante alboroto de gente joven. Esta es una ciudad de estudiantes y un viernes noche se nota bastante este aspecto.

El hostel que teníamos reservado (YHA Cambridge) estaba a dos pasos a mano derecha de la Estación, por lo que no tardamos ni cinco minutos en llegar. De camino nos encontramos con Nekane (alias Mineto en el foro), nuestra viajera proveniente del pueblo vizcaíno de Murueta con la que ya coincidimos en Madrid en octubre. Esta aventurera empedernida, tiene numerosos países a sus espaldas, siendo China el último en recorrerse en solitario. Es un verdadero encanto con la que Rebeca y yo conectamos desde el principio. Había llegado un rato antes desde el Aeropuerto bilbaíno de Sondika y ya estaba perfectamente instalada en su dormitorio compartido (que tuvo la suerte de no compartir con nadie durante el fin de semana). Diego (tenía otra habitación compartida), Rebeca y yo (habíamos reservado una doble por 25€/persona/día) hicimos el check-in para dejar el equipaje lo antes posible y darnos una vueltecilla que sirviera como primer acercamiento a la Ciudad universitaria. Todas eran cuartos muy sencillos tipo albergue de mochilero. Con baño compartido al final del pasillo.

A los cuatro recién llegados se nos unió una pareja que no había estado en el Encuentro de Madrid y a los que conocíamos por su amplia presencia en el foro de Lonely y, sobre todo, por la cantidad y calidad de viajes realizados por ellos. De Murcia con todos ustedes… Rubén (Ventu en el foro) y Merce. Dos auténticos trotamundos que me alegré personalmente de conocer y con los que compartimos muchas historietas viajeras. Acababan de cenar algo en la Regent Street (una larga avenida céntrica de la ciudad), pero no dudaron en incorporarse a nuestro paseo nocturno por Cambridge donde desempolvar los globos terráqueos y charlar de viajes mientras descubríamos alguna de las claves del destino que escogimos en suelo británico.

Las primeras imágenes que nos dejó Cambridge estaban enteramente relacionadas con su condición de ciudad universitaria. Los innumerables Colleges son los causantes de que un elevado porcentaje poblacional sea joven y estudiante. Así en la noche del viernes fue muy usual ver desmelenarse a los chicos y chicas que intercambiaban las aulas por las discotecas y los apuntes por copas. La calle es una pasarela para los tacones y los vestidos cortos de las cada vez más horteras jóvenes inglesas. Tienen una concepción del invierno realmente diferente al nuestro, ya que no importa rozar los cero grados para dejar de ponerse modelitos más propios del verano. Y nosotros con abrigo, bufanda y gorros de lana…

Los que componíamos la primera avanzadilla enviada a Cambridge (unos llegarían a medianoche y otros por la mañana) coincidimos en que esta ciudad «prometía». Edificios antiquísimos adornaban las calles, esquinas sombrías recordaban los tiempos de Jack el Destripador, iglesias del medievo mostraban sus lúgubres cementerios anexos. Y todo entremezclado con la alocada juventud que se movía al ritmo de whisky, la verdadera prenda que les sirve de abrigo.

Aproveché para «someter a interrogatorio» a Nekane, a Rubén y a Merce. Absorbí muchas de sus anécdotas para tomar ideas y planificar viajes hasta el año 2050 por lo menos. Muchas de las cuestiones tuvieron que ver con el inminente viaje a Camboya y Singapur. Las vivencias personales proporcionan la más exacta y fiable fuente de información para los viajeros. Una conversación con alguien que ha estado en un lugar determinado antes que tú equivale a la lectura de tres guías de viaje distintas.

Y así comenzó la noche en Cambridge, compartiendo nuestra pasión y tomando notas de lo que esta ciudad iba a regalarnos durante el sábado. Todos juntos estábamos dispuestos a «invadir» Cambridge y dejarnos sorprender por una ciudad que apenas conocíamos por su emblemática universidad. Pensábamos marcharnos de allí doctorados… cum laude.

Sábado 27 de febrero: COLLEGES A LA ORILLA DEL RÍO CAM

Desayuno clásico inglés. Judías estofadas en salsa, salchichas, huevo y bacon. Una bomba de relojería con la que millones de británicos se activan cada mañana. En nuestro hostel se podía pedir este english breakfast por un precio de 4´60 libras. En Dublín o Liverpool había saboreado esta potente combinación, y reconozco que me sabe bien, así que al igual que mis demás compañeros viajeros, amanecimos aquella mañana probando este clásico indiscutible de los amaneceres ingleses.

Se había pasado lloviendo toda la noche, pero no sería algo que afectara a nuestros planes, ya que algunos comentamos que el sábado habría lluvia inteligente. De esa que cae cuando desayunas, cuando te metes en un pub o cuando te vas a dormir. Y son varios los testigos de que así fue.

Habíamos quedado en la Estación de trenes a las nueve de la mañana para que se pudiese incorporar más gente y así ir juntos a la visita prevista a Cambridge. Allí estuvimos como un reloj aunque en ese momento sólo había dos novedades: Víctor (Makaveli en el foro, autor del blog Mi patria son mis zapatos) y su novia Eva. Ellos habían llegado el día anterior a Inglaterra, aunque no sin problemas ya que su vuelo se retrasó cinco horas y Víctor perdió el pasaporte (sólo le quedaba un DNI caducado). Un día perdido para ambos, pero al menos su actitud era la de reponerse ante la adversidad y pasar el resto del tiempo, que era todo en realidad, lo mejor posible. Esta es otra pareja con la que hemos congeniado mucho. Con Víctor, por ejemplo, hemos coincidido ya en varias ocasiones (I Encuentro Lonely, Exposición de Olías…e incluso un Barça-Real Madrid que presenciamos en pantalla de cine). Muy buena gente, la verdad.

Otros dos buenos amigos que también estaban en Cambridge nos estaban esperando en un lugar más céntrico, la Plaza del Mercado (muy cercano a los colleges más importantes), ya que su hotel estaba en la otra punta y no era cuestión de que vinieran hasta la Estación de trenes. Ellos dos son Alicia y Víctor, de Gijón, y son ya como de la casa, P1120004compartiendo incluso unos días fantásticos en el Sur de Túnez donde pasamos el fin de año e iniciamos el 2010 entre oasis y desiertos. Por eso ya no es que sean buenos lectores de este rincón, sino que son buenos amigos a los que tengo un gran aprecio.
Aún quedaba más gente por venir, pero ya nos encontraríamos con ellos más adelante. Así que comenzamos a caminar por la larguísima Hills Road, que termina convirtiéndose en St Andrews Street y Regent Street cuando se acerca al centro puro de la ciudad. En sí ver todas aquellas casas de ladrillo con las puertas de colores era llamativo, aunque la primera parada la haríamos en una iglesia anglicana muy bonita a la que entramos: la Parroquia de Nuestra Señora y los Mártires ingleses. De finales del siglo XIX es bastante imponente y las agujas de sus tejados apuntando al cielo no pasan desapercibidas.

Cuando llegamos a Market Hill Ali y Víctor aparecieron detrás de uno de los muchos puestos de alimentación que colorean esta agradable plaza. Los nuevos integrantes de la expedición compartieron con los demás la misma sensación de que Cambridge tenía muy buena pinta. Y eso que tan sólo habíamos dado el pistoletazo de salida. Que esta ciudad vale la pena es una realidad desde el minuto uno. Al que le gusta Inglaterra, es casi imposible que Cambridge le decepcione.

La lluvia de la mañana se había convertido en un recuerdo dando paso a un cielo azul esplendoroso difícil de imaginar en pleno mes de febrero. Aunque ya se sabe que en las Islas británicas lo que ahora está despejado en dos minutos está nublado de nuevo. Esos momentos de Sol en un día frío eran bastante de agradecer. De esa forma nuestra incursión de Cambridge era mucho más fácil.

Ya siendo nueve era lógico que el caminar fuera más bien sosegado, aunque al ser esta una ciudad pequeña, es posible tomársela con mucha calma y no requerir de prisas. Además, cuando teníamos la mínima ocasión, foto de grupo al canto. Como por ejemplo cuando posamos todos radiantes junto a las típicas cabinas de teléfono de color rojo que son un auténtico icono inglés.

KING´S COLLEGE

Avanzamos hacia la King´s Parade Street, que particularmente me pareció una de las más atractivas de la ciudad. Abraza en casi toda su extensión una de las instituciones más importantes de la Universidad de Cambridge, el King´s College, que junto al Trinity y el St John´s, forma un tridente de obligada visita. Cuando uno viaja a esta ciudad no puede obviar la remarcada figura de la que es una de las principales y más antiguas Universidades del mundo. Fundada en 1209 por académicos provenientes de Oxford (su más enraizado rival) ha surtido a Reino Unido y a todo el mundo de importantísimos científicos, historiadores, médicos, políticos y literatos. Lord Byron, Newton, Darwin, Rushdie son algunos de los muchos nombres que forman parte de la lista de estudiantes de Cambridge.

P1120016La Universidad está compuesta de pequeños satélites que funcionan de un modo independiente, los colleges. Cada uno de ellos cuenta con su propia historia y su propia tradición, siendo muy diferentes los unos de los otros. No sólo proveen al estudiante de residencia, biblioteca, dependencias deportivas y de estudio, sino que se gobiernan con sus propias normas, algunas en funcionamiento desde hace siglos. Mientras es la Universidad en sí misma la que organiza los exámenes y otorga los títulos. Se podría comparar a lo que son las Autonomías respecto a un País. La pertenencia a un college determinado es al fin y al cabo una de las mayores señas de identidad de una persona que se forme o se haya formado en Cambridge. Hay rivalidad entre todos ellos, aunque siempre coinciden no llevarse bien con Oxford, que fue la primera universidad fundada en Inglaterra.

De los 31 colleges que forman la Universidad de Cambridge, son unos pocos los que se llevan la mayor parte de los honores. Como por ejemplo el King´s College que fundó Enrique VI en 1441 otorgando privilegios «reales» a esta P1120032institución. Aunque más que su prestigio, lo más llamativo para el viajero es su belleza solemne que da luz y galas a toda la ciudad. Además, cuenta con una de las obras maestras del Arte británico, la King´s College Chapel, capilla que se edificó entre los siglos XV y XVI, y que vale por sí misma una visita a Cambridge. Hacia esta fuimos, aunque lo haríamos colándonos por la zona estudiantil y prohibida a los turistas. Con guardar la cámara y caminar con rapidez y mirando al suelo fue suficiente para despistar a los vigilantes. Gracias a ello nos hicimos con la imagen más fotografiada de Cambridge, el Edificio y la Capilla del King´s College vistos desde el Río Cam. Un conjunto de postal que se aprecia más desde atrás. De hecho a la parte que cae del río se le denomina «The Backs» como una clara referencia a su situación trasera.

Sacar el trípode y tomarnos una foto aquí todos juntos era algo de sobra obligado. Aunque hubiera que repetirla por lo menos un par de veces hasta que salió relativamente bien.

Navegar por el río Cam estaba en nuestra lista de actividades a realizar sí o sí. Aunque poder embarcarse en los punts (barcas tipo canoa) suele depender, sobre todo, de la meteorología y de cómo esté el río ese día. Éramos conscientes de que son las mejores vistas panorámicas y más después de detenernos a contemplar el King´s College desde uno de los puentes que cruzan el Cam.

Nuestro paso por el King´s College dio incluso para grabar un pequeño video:

A través de un camino embarrado por las lluvias nocturnas nos dirigimos hacia la Capilla del King´s College, para la que hay que pagar 5 libras los adultos y 3´5 libras los estudiantes. A pesar de que todos nosotros abandonamos los estudios muchos años atrás, quisimos entrar con el precio reducido. Y para ello no nos matriculamos en ninguna universidad o nos pusimos birretes en la cabeza sino que probamos algo que en muchos lugares de Europa no falla, mostrar un carnet cualquiera que haga pensar al taquillero/taquillera que se es estudiante. El ingenio siempre se agudiza cuando de pagar menos se trata, por lo que cada uno de nosotros hizo un intento. Yo pasé con el carnet de mi seguro de coche, otros con la Travelclub e incluso hubo quien lo hizo con el de la Seguridad Social. Cierto que no es mucho dinero, pero esa clase de cosas suelen dar un «gustirrinín» tremendo. Algun día escribiré de la cantidad de sitios donde he entrado sin pagar o pagando menos de lo que debería…

La denominación de la King´s College Chapel como «joya del gótico inglés» se queda corta. Probablemente sea uno de los interiores más fabulosos de las Islas británicas. E incomprensiblemente poco conocido por el turismo cuando realmente se trata de un auténtico tesoro arquitectónico. Sus techos abovedados en forma de abanico son únicos. De hecho son los más grandes del mundo levantados en este estilo.

Mirar cómo la bóveda juega a entrelazarse es simplemente apasionante. Parece un cúmulo de terminaciones nerviosas buscando encontrarse para formar una exquisita armonía. Esta maravilla que se elevaba sobre nuestras cabezas fue objeto de la mayoría de nuestros comentarios de sorpresa e incredulidad.

Las paredes son prácticamente de cristal, una colección de gigantescas vidrieras representando a todo color las escenas más importantes del Antiguo Testamento. Un arcoiris historiado protagonizado por reyes, profetas y un sinfín de personajes bíblicos a un lado y otro de una larga galería rectangular.

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La capilla se utiliza no sólo para ofrecer oficios puramente religiosos sino también para eventos organizados por el College o incluso para la celebración de conciertos corales o de órgano.

Al final de la galería rectangular se encuentra el único cuadro existente en la King´s College Chapel, «La adoración de los Reyes Magos», de Pedro Pablo Rubens, que es, cuanto menos, un digno representante. A ambos lados hay pequeñas y sencillas capillas. Por una puerta accedimos a un pasillo en el que  había una exposición de manuscritos y de cómo fue posible levantar la capilla.

Una auténtica obra de arte que recomiendo no perderse por nada del mundo.

TRINITY COLLEGE

Prácticamente anexo al King´s se encuentra el Claire College, al que nos asomamos a uno de sus robustos patios. Aquí estudió el prestigioso naturalista y pionero de los documentales, Sir David Attenborough, entre otros muchos que engloban la lista de estudiantes ingleses del college desde el Siglo XIV en que se creó. De hecho es uno de los más antiguos de Cambridge. De la puerta principal del College caminamos por la estrecha callejuela Trinity Lane, una de las muchas calles puramente inglesas en las que da la impresión que va a salir Jack el Destripador en cualquier momento o Holmes y Watson investigando el crimen de alguna cortesana. De allí a St John´s Street, el nombre que recibe a esa altura la hermosa King´s Parade Street. La belleza lúgubre y misteriosa de las vetustas y en ocasiones oscuras calles de Cambridge son el imaginario perfecto de las novelas de detectives y ladrones de guante blanco, o de criminales al servicio de Su Majestad.

El ladrillo es más oscuro aún con esas farolas que ni de noche alumbran lo suficiente. El gris de un cielo que minutos antes era azul, volcó un repentindo aguacero sobre nuestras cabezas. Acabábamos de llegar a las puertas de otra de las instituciones académicas más importantes no sólo de Cambridge o Inglaterra, sino del mundo. El Trinity College ha visto pasar por sus aulas a Isaac Newton, Lord Byron, Francis Bacon, al Príncipe Carlos, a seis Primeros Ministros de Reino Unido, dos monarcas y a nada menos que a treinta y un Premios Nobel. Es por ello el college más laureado y con más reconocimientos académicos del país. De hecho cuenta con el mayor presupuesto por alumno del mundo. Es el líder en ese aspecto de Cambridge y Oxford (Oxbridge como se le conoce coloquialmente a ambas instituciones).

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Su fundador, Enrique VIII (conocido por no tener demasiada piedad con sus seis esposas), acapara el arco principal de la entrada. El Trinity College se puede visitar por el simbólico precio de 1 libra, por lo que en esta ocasión no cupieron descuentos sorpresa. Así que todos pasamos a su solemne Patio Principal (Great Court), de principios del Siglo XVII y con una fuente en el centro. Aunque debido a que la lluvia era bastante molesta en esos momentos terminamos refugiándonos en la capilla del college. Mucho más modesta y sobria, por supuesto, que el del King´s College, tiene en su entradilla varias esculturas de importantes miembros que ha dado el Trinity.

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Poco después dejó de llover con tanta fuerza y pudimos salir de nuevo al Patio sin tener que recurrir a la capucha del abrigo o al paraguas (al que lo tuviera porque en mi caso sólo lo uso cuando diluvia). Otra foto más de familia antes de que se completara con los últimos miembros, que estaban ya al caer. Floren y familia venían de camino. Nos veríamos en el St John´s College.

SAINT JOHN´S COLLEGE

Si el King´s destaca por sus regios patrocinios y la Capilla más hermosa de Inglaterra, el Trinity por su prestigio y sus hijos académicos, el St John´s College simplemente es el más interesante de todos ellos en su globalidad. Y es que vale mucho la pena caminar por sus pasillos, adentrarse en cada uno de sus patios, en su capilla y disfrutar de sus P1120084asombrosos exteriores y las reminiscencias venecianas floreciendo junto al río Cam. Aquí también debíamos pagar para entrar (3´5 libras), pero en este caso el escaqueo de unos cuantos consistió en convertirnos en improvisados estudiantes y no pasar por caja. Alguno como Víctor, el asturiano, no tuvo más remedio que acoquinar unas libras porque cuando le preguntaron si estudiaba en el college contestó un «Yeaap» muy poco convincente. Nekane consiguió rebajar el precio de la entrada con su tarjeta del Panda Club y los más vergonzosos ni siquiera lo intentaron. Así que en este caso pasamos al St John´s College por etapas. Los que lo hicimos primero y nos detuvimos en el Patrio principal que parece el de un castillo tuvimos las mismas sensaciones de caminar por unas instalaciones que bien podrían pertenecer a las de la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería.

Pero Harry Potter y sus amigos no nos quisieron acompañar. Ni siquiera a la estupenda capilla de finales del Siglo XIX cuya torre de 50 metros de alto rompe con la uniformidad del conjunto. Su magnífico interior, aunque de inferiores dimensiones, trata de aproximarse a la capilla del King´s College. Pero sin sus bóvedas en abanico ni el color de sus vidrieras. Un lugar en el que aunque haya silencio absoluto es posible imaginarse a un grupo de voces corales de textura casi angelical resonando en toda la sala.

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El otro elemento reconocible del College y, por extensión, de toda la ciudad, es el puente cubierto que cruza el río Cam para comunicar dos patios. No pasa en absoluto desapercibido el que se conoce como «Puente de los suspiros» que en cierto modo puede llegar a recordar a su homónimo veneciano. Al menos esa fue la base que su arquitecto Henry Hutchinson utilizó con técnicas de propias de la Arquitectura neogótica que tanta huella dejó en Inglaterra. Las diferencias son evidentes, por supuesto, sobre todo en la clase de suspiros escuchados en su interior. Así como el de Venecia lo utilizaban los reos que eran trasladados del Palacio Ducal a los calabozos antes de ser ajusticiados, en este de Cambridge los únicos resoplidos posibles son los que dan los apurados estudiantes después de salir de un examen o de ver las notas. Sea como fuere éste forma otro de esos «lugares imprescindibles» de un Cambridge que no estaba dejando de sorprendernos.

De repente llegó Floren y su familia al completo para no perderse el Puente de los Suspiros y saludar efusivamente al grupo. Me alegré mucho de poder encontrarme con uno de mis más admirados amigos viajeros. Floren (autor del magnífico blog Fmanega por el mundo) superó ya hace años la increíble cifra de los 100 países visitados. Él, siempre partiendo desde una gran humildad, disfruta hablando de sus aventuras y deleita con sus escritos al que quiere vivir sus viajes con él. Quien no lo hace en sentido figurado, sino real como la vida misma, es su familia, con la que ha realizado innumerables rutas. Su esposa Diana y sus dos hijos, Daniel y David, son las personas con las que comparte ese afán por aprender en cada minuto. Siempre viaja con todos ellos. En este caso de Cambridge incluso con su suegra, que ya debe estar acostumbrada a la poca querencia a quedarse en casa de su yerno. Daniel y David son dos críos muy afortunados que se están conociendo desde su nacimiento el mundo real y no el que se ve en la televisión o en los libros. Estos niños han pisado las piedras de Angkor Watt, de Islas perdidas del Pacífico y de los lugares más recónditos. Cuando nacieron sus hijos el doctor les felicitó a Floren y a Diana con estas palabras: Señores, enhorabuena, ha sido…viajero.

LA IGLESIA REDONDA

El siguiente punto de la visita, ya todos juntos, fue la Iglesia del Santo Sepulcro, más conocida por esos lares por la P1120104Iglesia redonda, por ser de planta circular. Este el uno de los varios templos medievales ingleses construidos en tiempos de las Cruzadas que cuentan con esta forma. Otra que sigue la misma base y que ya visitamos en un par de ocasiones es la Iglesia del Temple de Londres, edificada, como su propio nombre indica, por los Caballeros Templarios. Un hermoso recuerdo del medievo abierta al público para exposiciones y no sólo misas (entrada gratuita). Aunque personalmente me parece más bella su fachada externa que el interior, del que dicen se basaron los arquitectos en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Supongo que recrea modestamente la imagen de la Rotonda Constantiniana que ya visitamos hace menos de tres meses (Crónicas de Tierra Santa). Esta iglesia se encuentra en el inicio de Bridge Street, a apenas unos metros del río Cam y de donde salen los punts o barcas. Esa era nuestra próxima misión.

A CAMBRIDGE EXPERIENCE: PUNTING EN EL RÍO CAM

Casi tan famosas como la Universidad son las embarcaciones que surcan el Río Cam de norte a sur. Se las conoce como Punts y a la actividad tanto de montar en ellas como manejarlas se le denomina Punting. Aunque la técnica de de conducción no es exactamente igual que la que utilizan los gondoleros de Venecia, puede considerarse una experiencia similar aunque sustituyendo los canales y palacios venecianos por el estrecho río Cam que atraviesa los antiguos edificios universitarios. Lo seguro es que esto se puede hacer en Cambridge a un precio varias veces menor y sin que la persona que maneja la barca no torture con canciones al personal. Ya se sabe, en Inglaterra se guardan más las formas y los artificios. O al menos eso es lo que intentan.

Junto al puente de Bridge Street hay varias compañías que ofrecen este servicio a los turistas. Aunque es fácil ver a gente por todo Cambridge vendiendo distintas excursiones por el río. Sólo cuando el tiempo es malo o las corrientes vienen muy fuertes la circulación por el río Cam no es posible. Pero en esos momentos el cielo estaba prácticamente despejado y era algo que había que aprovechar, no fuera a caernos un aguacero en cualquier instante. Hablamos, por tanto, con un chico que sostenía un cartel con los precios y llegamos a un acuerdo de contar con un par de barcas para nosotros solos por un precio de 10 libras por persona. Nos dejaban la opción de contratarlas por 2 libras menos cada uno, pero debíamos compartirlas con más gente y esperar a que se llenaran, por lo que no nos interesó. Así que tuvimos que dividirnos en dos barcas: En la primera irían Rubén, Merce, Floren y familia. En la segunda, que saldría 5 minutos después, iríamos Víctor (Maka), Eva, Víctor (Gijón), Ali, Nekane, Rebeca y yo. ¡Todos dispuestos a surcar las aguas del Cam River!

P1120126El punt familiar se adelantó. ¡Y de qué manera! Porque nuestro punt no sólo tardó en salir más sino que el ritmo que imponía el punter (el conductor) era lento como una tortuga. El hombre hacía verdaderos esfuerzos para lograr movernos. Además de ir completamente empapado sus suspiros se escuchaban al otro lado del río. Trataba de explicarnos la historia de las universidades y particularidades de los edificios que íbamos dejando atrás, pero le costaba compaginar el hablar el mover el punt con el palo que apoyaba en los fondos del Cam. Su cara fue un verdadero poema durante todo el trayecto. Hubo momentos en que pensamos que se nos desmayaba y nos dejaba a la deriva. Afortunadamente resistió, aunque fuera a costa de su salud. Nos dijo que el río venía muy fuerte el sábado y que así era más que complicado mover la embarcación. Y que fuera empapado, gajes del oficio. ¡Qué trabajo más ingrato eso de ser punter!

El recorrido que hicimos en el Río Cam se centró en cubrir el área de los Backs, que queda al Este y desde el que se ven la mayoría de los colleges más importantes. Esta es una manera excepcional de complementar cualquier recorrido que se haga en Cambridge. No hacer punting en esta ciudad es como ir a El Cairo y no ver las Pirámides.

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Hay dos zonas señaladas con una equis. La primera es la parte que toca St John´s College, más concretamente el Puente de los Suspiros.

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La segunda es la parte donde se ubica el King´s College, con la Chapel y el edificio principal de la institución emergiendo de un césped que no parece haber sido pisado nunca por nadie. Es en cuestión, «la panorámica» de Cambridge, el resumen de esta ciudad esplendorosa y absolutamente viva. Que corra sangre joven por sus venas lo explica todo.

No me cabe duda que habíamos acertado con la elección del sitio para celebrar este Encuentro de viajeros. Aunque ya a estas alturas puedo hablar con claridad de Encuentro de amigos. De gente que entiende exactamente lo que piensas y lo que sientes. Gente que comprende ese afán de descubrir este mundo que nos está esperando con los brazos abiertos.

El punt llegó hasta el Mathematical Bridge (Puente de las Matemáticas) que cruza el río desde el Queen´s College. Este es otro de los emblemas de Cambridge. Fue construido en el Siglo XVIII y reconstruido dos veces más después de ser devorado por el fuego (es lo que tiene la madera) utilizando varias fórmulas matemáticas pero ni un solo clavo. La Leyenda atribuye la idea a Isaac Newton, pero no deja de ser una habladuría para otorgar más entidad al puente. Junto al de los suspiros es el más conocido de los muchos que cruzan de un lado al otro el estrecho el Cam River.

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El tour por el río Cam duró cincuenta minutos. El regreso fue más rápido que la ida por encontrarnos con la corriente a favor. Casi al final, cuando ya estábamos llegando al embarcadero, el punter dejó manejar la barca a Víctor (Maka) pero lo único que consigió es hacernos virar hasta chocar levemente con la pared de un puente. Diego también lo intentó, pero con igual suerte. Sin duda fueron momentos divertidos que amenizaron un grato paseo en punt por las entrañas universitarias de Cambridge.

I´M HUNGRY GUYS!

El punting nos había dado hambre. Además eran ya cerca de las tres de la tarde, horas muy poco ortodoxas en Inglaterra para ponerse a comer. La constumbre española de almorzar tan tarde choca con la mayor parte de los P1120152países del mundo, que lo hacen no mucho más tarde del mediodía. Pero dado que aún estábamos en invierno y que habría que aprovechar las horas de luz, era mejor aguantar todo lo posible y así ya sentarnos tranquilamente en alguna mesa sin tener prisa. En cierto modo le habíamos dado un buen repasito a Cambridge y podíamos permitírnoslo. Así que buscamos en varios de los bares, restaurantes y pubs próximos a la Iglesia Redonda para ver si teníamos sitio para los quince que éramos. Casi todos ellos estaban completos salvo un pub típicamente inglés donde nos juntaron unas mesas para poder sentarnos juntos. Este se llamaba The Mitre y se encontraba pasada la Iglesia redonda en el número 17 de  Bridge Street. Aunque tuvimos que esperar un rato en la barra antes de que se despejaran un poco el local. Cuando ya por fín nos prepararon nuestro sitio hicimos nuestras peticiones, que nos pedían abonar en el acto salvo que les dejáramos una tarjeta de crédito en garantía. Les entregué la del Corte Inglés, que de nada podía servirles en caso de fuga…

Los precios eran bastante económicos si los comparamos con los que uno puede encontrarse en Londres sin ir más lejos. Se nota que en Cambridge un amplio porcentaje de la población es joven y estudiante, y que no pueden pasarse demasiado. Y por supuesto que la libra en ese momento estaba prácticamente igual al euro, algo beneficioso a los portadores de la moneda de la Unión Europea. De esa forma por no más de diez libras por barba, comimos bastante bien.
En la televisión echaban un partido de Rugby, el Inglaterra-Irlanda del Torneo de las seis naciones. Enfrente nuestro había varios aficionados británicos sin quitar el ojo al encuentro. Pero no se les veía demasiado contentos porque su selección cayó en casa frente a uno de sus mayores rivales. Aún recuerdo el momento en que sonó el himno inglés y las caras de orgullo y pasión que había en las mesas. Eso sí, con una buena cerveza para ahogar las penas por la derrota que vendría después.

Durante la comida, al igual que en todo el día, no paramos de hablar de viajes. No sé cuántas vueltas pudimos darle al globo terráqueo, pero creo que fueron muchas. Aunque también hubo tiempo para diálogos desahogados sin hilo conductor. Rebeca y yo estuvimos jugando con el pequeño Daniel, que venció su timidez inicial para convertirse en el Chef perfecto. Nos preguntaba qué queríamos comer y él se metía debajo de la mesa para prepararnos todo lo que le decíamos. Desde sepia a la plancha a cochinillo asado pasando por la carne de cocodrilo. Lo mejor era que nos tenía que ver probando lo que él nos cocinaba. Convirtió la mesa en los fogones de Ferran Adrià. Se vio una vez más la maña que tiene Rebeca con los niños. Les adora y ellos le adoran. ¡Se lleva mejor con los críos que con los mayores!

 

Durante el tiempo que invertimos en comer, que si no llegó a las dos hora bien poco le faltó, no paró de llover a cántaros. Una nueva muestra de la lluvia inteligente que sólo cae en los momentos en que por una causa u otra estás resguardado en un interior. En ese aspecto por el momento nos estaba respetando bastante, algo muy de agradecer. Aunque nos temíamos que en una de estas se rompiera la inercia y terminara ocurriendo directamente lo contrario.

CAE LA TARDE EN CAMBRIDGE

En cuanto salimos a la calle la lluvia se escondió de nuevo. Eran las cinco de la tarde y por allí había un ambientazo tremendo. Estuvimos un buen rato paseando y fue el momento de seguir los interrogatorios de mi próximo viaje a Camboya y Singapur. Me anoté las recomendaciones tanto de Rubén y Merce como de Floren, que había estado apenas un año antes. En el caso de Floren era asombroso cómo podía caminar y charlar tan tranquilo cuando David, su hijo pequeño, se quedó dormido encima de su cabeza. No había aguantado tan agitada sobremesa y qué mejor almohada que la testa de su padre para caer rendido a los brazos del Dios Morfeo.

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Muy cerca de Market Hill encontramos una tienda espectacular dedicada al chocolate, que poco o nada tenía que envidiar a las que hay en Bélgica. En el Hotel Chocolat había incluso piruletas hechas con toda clase de chocolates. Un paraíso chocolatero al que todos sucumbimos. Nekane terminó comprando dos grandes cajas de surtidos.

Con el incipiente anochecer Floren y la familia al completo se marcharon hacia la Estación. Había sido mucha tralla para los niños y además tenían el hotel junto al Aeropuerto de Stansted, que estaba a 40 minutos de allí. Su idea era llevar el día siguiente a los pequeños al Museo de Ciencias Naturales de Londres. Según Floren pocas cosas divierten más a sus hijos que los dinosaurios. Nos despedimos hasta otra ocasión en que nos reunamos los amigos del foro. Con casi total seguridad nos veríamos en Barcelona un par de meses después durante las Fiestas de Sant Jordi. Esa al menos es la intención de ambos.

AFORTUNADOS ESPECTADORES DE UN CONCIERTO DE ÓRGANO EN LA CAPILLA DEL KING´S COLLEGE

Sin nuestra familia más viajera, además de Alicia y Víctor, que se fueron a descansar un rato al hotel, estuvimos moviéndonos por los entresijos oscuros de los colleges. Nuestra idea de ver iluminados los edificios del King´s P1120162College y alrededores desde The Backs no tuvo efecto. Porque de noche las luces permanecen apagadas y moverse a tientas entre tanta solemnidad y silencio apenas deja espacio al sentido del oído, que capta el sonido del calzado sobre las aceras de piedra mientras algún alumno despistado abandona su habitación. Probablemente unas copas tengan la culpa de su repentina marcha de la residencia estudiantil. Donde sí parecía sobresalir alguna luz es de las majestuosas vidrieras de la King´s College Chapel. Una puerta se abrió y comenzó a salir gente, momento que aprovechamos para ir a contracorriente y entrar para ver el funcionamiento de la capilla de noche. La iluminación era tenue, como debía serlo antes de que se inventara la bombilla, cuando la única luz la proporcionaban las velas y candiles de aceite.

Todos nos sentamos en uno de los bancos que parecen destinados a los cantores del coro, pero como en ese momento no había mucha gente, supusimos que podíamos quedarnos allí. Y es cierto que no hubo coro. De lo que disfrutamos fue de un concierto de órgano espléndido que nos trasladó durante unos segundos a otra dimensión. La música parecía mover los abanicos de la bóveda, esa especie de sistema nervioso de piedra que se entrelazaba con maestría. No éramos muchos, pero los que allí estábamos nos dejamos llevar por las graves tonalidades de un órgano que probablemente tenga más de trescientos años. Era un auténtico privilegio que ninguno esperábamos y con el que encontramos otra manera de disfrutar de la capilla que nos había dejado boquiabiertos horas antes. Aunque no tanto como las chicas que teníamos atrás, que debieron tomarse tan en serio la música que se quedaron completamente dormidas y a las que ya se les caía la babilla por la comisura de los labios. Ya se sabe lo que se dice de que la música amansa a las fieras. Lo que sí doy por seguro es que para nosotros fue una grata experiencia que por inesperada nos dejó un muy buen sabor de boca.

Tras el concierto de órgano, otra cosa que encontramos en una esquina acristalada de Regent Street y que nos llenó de curiosidad fue un enorme y extraño reloj. Bañado en oro y con luces marcando los segundos y minutos, tenía una especie de saltamontes con cabeza de dragón, moviendo la esfera con su boca. Según supe después, este poco ortodoxo reloj se construyó hace pocos años y acudió a su inauguración un ilustre profesor de matemáticas de la Universidad de Cambridge y que más y mejor ha teorizado sobre el tiempo en sus libros. ¿A quién no le suena un tal Stephen Hawking y su «Historia Breve del tiempo»? Sí, ese mismo, la persona más inteligente de este mundo también forma parte del «Universo Cambridge».

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EL TERREMOTO DE CHILE TAMBIÉN LLEGÓ A CAMBRIDGE

Nos fuimos retirando lentamente hacia el hostel donde queríamos conectarnos a internet para planificar alguna excursión para el día siguiente. Ya que unos se marchaban a Londres y otros a Stonehenge, que ya conocemos de varias veces, queríamos buscar algo que valiera la pena y que estuviera en los alrededores de Cambridge. No conocíamos ni un solo lugar próximo y para eso nada mejor que internet para recibir ideas. En el camino Rebeca recibió la llamada de su madre comentándole un fortísimo terremoto de 8.8 en la escala de Ritcher que había sacudido Chile. Diego, uno de los integrantes de la expedición, es chileno, por lo que su preocupación fue en aumento, sobre todo cuando tiene allí a toda la familia. Así que nos enchufamos a la red del hostel (1 libra por 20 minutos) y supimos más de la noticia, profundizando aún más si cabe en la preocupación de Diego. El epicentro del terremoto no estaba nada lejos de su casa, Viña del Mar, y después de ver fotos de edificios completamente destrozados y leer los testimonios de los asustados chilenos, Diego trató de ponerse en contacto con su familia. Al principio costó, pero finalmente y después de un rato de mucha tensión, logró hablar con su madre y se quedó más tranquilo al corroborar que todos estaban bien y que no les había afectado el terremoto. Una buena noticia después de un susto que movió los cimientos de todo el mundo. Ni Cambridge se libró de unos momentos angustiosos por parte de alguien que tiene lejos a su familia.

Después de que la situación se tranquilizara nos pusimos a buscar en la red pueblos pequeños o lugares de interés del Cambridghire, el condado al que pertenece la ciudad de Cambridge. Finalmente dimos con un nombre: Ely. Según lo que leímos supimos que cuenta con una de las catedrales más impresionantes de todo el Reino Unido. Y por las fotos tenía una pinta muy buena. Además al no ser un lugar muy grande podía ser asequible para hacer en toda una mañana y así por la tarde poder volver a Stansted a tomar el avión de vuelta a casa. Y lo mejor de todo es que estaba perfectamente comunicado con Cambridge. Tan sólo quince minutos separan ambos puntos. Decidido, el domingo lo pasaríamos en Ely.

CENA EN UN RESTAURANTE FRANCÉS

Salvo Merce y Rubén, que se recogieron más pronto, los demás volvimos al centro y a la ya renombrada Bridge Street para cenar algo en el restaurante francés Brasserie Gérard, no por nada en especial, sino porque era de los pocos que disponía de mesas libres, que a esas horas de la noche era algo complicado. Tenía gran variedad de comida para escoger en su carta, con una presentación inmejorable y unos precios relativamente asequibles. Todo ello en una atmósfera que mezclaba las esencias de las películas Amélie y Ratatuille. Globitos en el techo, manteles a cuadros…pedacitos de Francia en el corazón de Inglaterra.

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A la salida, ya para volver a las habitaciones, fuimos haciendo un chequeo a los modelitos de las inglesas que no se tenían en pié quizás por el alcohol, quizás por los kilométricos tacones de aguja…o quizás por ambas. Siempre es un espectáculo observar perder los papeles a la juventud al otro lado de las ventanas de donde de lunes a viernes deben regirse por la disciplina férrea de los colleges británicos.

Nos despedimos de Víctor y Alicia, nuestros queridos asturianos, que al día siguiente debían marchar a Londres. Bien saben ellos que habrá más viajes juntos porque son dos personas con las que es fácil viajar y pasárselo bien.

Y el resto retornamos a nuestras habitaciones. Que el domingo sería una aventura diferente dividida en subgrupos. Unos en Londres, otros en Stonehenge y otros en esa ciudad llamada Ely que acabábamos de descubrir apenas un par de horas antes por internet. Veríamos cómo se nos daba la experiencia…

Domingo 28 de febrero: ELY, LA REINA DE CAMBRIDGESHIRE

Sentados en la mesa con nuestro english breakfast delante esperando pasar a mejor vida. Éramos todos los que estábamos y estábamos todos los que éramos. Un grupo de cinco personas compuesto por Nekane, Merce, Rubén, Rebeca y por mí. Sabíamos que a las nueve y media salía el tren a Ely (ver horarios de trenes ingleses) por lo que calculamos el tiempo suficiente para levantarnos, desayunar y partir a la cercanísima estación. Afuera llovía muy fuerte, y en esta ocasión no era esa clase de lluvia inteligente. El cielo estaba cerrado a cal y canto y según habíamos podido consultar en internet el día anterior en la Web de la Oficina de Meteorología de Reino Unido, la previsión era de lluvia ininterrumpida durante toda la mañana. Pero vaya, estábamos en Inglaterra y era febrero. Eso era algo tan cotidiano como asumible y no iba a ser precisamente el agua el que nos cortara nuestros planes.

Entre que fuimos muy justos de tiempo a la Estación y nos entretuvimos sacando los billetes de ida y vuelta (siendo grupo nos salieron mucho más baratos: 12 libras todos), vimos escaparse el tren de las 09:30 en nuestras narices. ¡Con la rabia que da eso! Al ser domingo, que es cuando con menor frecuencia pasan los trenes, no vendría el siguiente hasta las 10:30 (los billetes son abiertos de horario), así que no tuvimos más remedio que sentarnos en una pequeña cafetería que había junto al andén y esperar. Al menos allí estábamos cómodos y, sobre todo, calentitos. Y con anécdotas viajeras por doquier era casi como estar de campamento de verano junto a un fuego. Mientras tanto afuera llovía endiabladamente. Se nos pasó el tiempo volando hasta que definitivamente pudimos subirnos a nuestro tren, que correspondía a la línea que parte de Londres y se dirige a Birmingham, un importante nudo de comunicaciones. Ely era la segunda parada desde Cambridge, tramo que realizamos en exactamente quince minutos.

Para no tener que volver al hostel después y poder marchar al Aeropuerto de Stansted directamente, llevamos nuestras mochilas al hombro, esperando que en la Estación hubiera taquillas donde poder dejarlas. Esta práctica de mochileros de acudir a los clásicos «Lockers» es realmente típica en toda Europa. Pero en Inglaterra, o al menos en los lugares más pequeños, esto no es así. En la Estación un señor de seguridad con tono muy agrio nos dijo que no podíamos dejar nada ya que estaba terminantemente prohibido hacerlo por motivos de seguridad antiterrorista. En Inglaterra hay casi tanta psicosis como en los Estados Unidos. Yo simplemente creo que cada vez estamos más locos y somos un poquito menos libres con todas estas cosas.

LA CATEDRAL DE ELY: REGRESO AL MEDIEVO

Así que con valor y al toro nos fuimos con nuestras mochilas y sin paraguas directos al aguacero de una mini-ciudad, que estábamos dispuestos a recorrer como fuera. Así en fila india marchamos buscando la Catedral que tan buenas referencias habíamos leído en la red durante la noche anterior. A Ely oficialmente se le considera una de las ciudades más pequeñas de Inglaterra, aunque con 15.000 mil habitantes está mucho más cerca de ser un pueblo que una P1120168metrópoli. Las hileras de casas bajas de ladrillo y puertas de colores nos trasladaron a la Inglaterra más profunda y, sin darnos cuenta, más medieval de todas. Sobre todo cuando nos metimos a una enorme pradera después de hacer caso a una señal en que ponía «Cathedral –>» y mirar a nuestra derecha más allá de los vallados de madera tras los cuales pastaban los caballos. Allí estaba la que para muchos es la Catedral más impresionante que se puede ver en el Reino Unido, por encima incluso de la de Salisbury, que es un verdadero tesoro ya en sí misma. De lo que sí estoy completamente seguro es que ninguno esperábamos semejante fortaleza del cristianismo del medievo sobresalir de aquella forma. En ese momento ya no importaba tanto el agua que caía del cielo. Sólo ver aquella gran nave atracada en el puerto de pastos y árboles de Ely, había valido la pena ir hasta allí y empaparnos completamente.

Y si el exterior de la Catedral resulta imponente, aún más puede llegar a serlo el interior, al que accedimos por una puerta secundaria. Lo hicimos, además, en plena misa de domingo con los cantos del coro que ponían la piel de gallina y con la voz firme del sacerdote que la oficiaba. Nos hicieron sentarnos en los bancos como unos feligreses más puesto que no se permiten las visitas durante los oficios religiosos. Así que durante treinta minutos asistimos a una misa en un inglés británico correcto y suave que incluso pudimos alcanzar a entender. Yo no pude evitar levantarme un par de veces para ver los sepulcros policromados y maravillarme con los techos de madera, pero después de tener a una señora detrás mío largo rato tratando de que me sentara con mis amigos, acabé cediendo y quedándome quieto hasta el final de la misa. Amen.

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P1120180Cuando terminó el oficio y salieron los sacerdotes y coristas, pudimos atravesar de lleno la intermible nave central y observar las particularidades arquitectónicas de tan colosal edificio. Como por ejemplo la original cúpula en forma de estrella o el retablo de oro que había al final de la nave. Pero la grandiosidad de la Catedral de Ely no está sólo en sus enormes espacios sino también en un sinfín de pequeños detalles que son capaces de iluminar la oscuridad que no logran solucionar las vidrieras en días de nubes cerradas como aquel. Ornamentos y flores de piedra nutren todas las salas y capillas. Son hermosos los sepulcros, cuyas figuras de colores parecen seguir vivos siglos después de que abandonaran este mundo. Religiosos, políticos, nobles e incluso ilustres profesores de la Universidad de Cambridge retan al tiempo con tal de no ser olvidados. Realmente me parece tan curioso que un lugar tan magnífico como aquel no ilustre guías, reportajes o artículos viajeros. Aunque quizás eso es lo que provoca esa sensación de grata sorpresa ante lo que no se conoce.

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PERO ELY NO ES SÓLO SU CATEDRAL

Ni mucho menos Ely es sólo su Catedral. Porque posee el encanto de las pequeñas ciudades inglesas, con esa nebulosa capaz de convertir los segundos en minutos y los minutos en horas, capaz de lograr que se uno se olvide que llueve ahí fuera y de rescatar al visitante de la aversión meteorológica. Al norte de la catedral hay un buen número de casas señoriales pero bien merece la pena la que sirvió de morada del Lord Protector Oliver Cromwell, que lideró durante varios años de la mitad del Siglo XVII el Imperio Británico como una República. Para muchos fue un dictador aniquilador de la monarquía, pero para otros fue un libertario. Esa dualidad de héroe-villano se debate en la que fuera su casa (Visita gratuita; Sede además de la Oficina de turismo de Ely) que recompone el mobiliario y los detalles de lo que debía ser un hogar señorial del Siglo XVII. En esta casa-museo la interactividad está garantizada ya que uno puede incluso disfrazarse de cortesana, guerrero o utilizar los aperos de la cocina. Realmente interesante.

La lluvia detuvo su virulencia, lo que aprovechamos para callejear por esta ciudad silenciosa, observar distintas panorámicas de la Catedral y disfrutar en sí del que no fue un domingo cualquiera.

Terminamos comiendo tranquilamente en otro de esos típicos pubs ingleses que se convierten en verdaderos centros sociales por los que pasa todo lo que se mueve en la ciudad. Junto a la Catedral el «Minster Tavern» tenía todo lo que necesitábamos para vivir nuestras últimas horas en Inglaterra. Sentados en una mesa y con una buena comida enfrente. El mejor brindis posible de un viaje sobresaliente del que estoy seguro saldrán muchos más.

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Porque el tiempo de un Weekend viajero pasa lento pero pasa… y cuando no queríamos ni darnos cuenta ya estábamos tomando el avión de vuelta a casa para agarrarnos a una nueva semana y al pan nuestro de cada día. Al menos estas cosas sirven como paréntesis que rompe durante 48 horas toda esa rutina. Qué es viajar sino escapar…

FIN

* Puedes ver una selección de las mejores fotos de este viaje pinchando aquí.

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