Cerca y lejos
Aún recuerdo cuando veía Barrio Sésamo y el personaje que más me hacía reír, Coco, nos explicaba a los niños que fuimos a EGB a mediados de los ochenta cuál era la diferencia de cerca y lejos. Supongo los prescriptores infantiles de ahora como los Cantajuegos, Pica Pica y a saber quién más harán lo propio desde Youtube. Qué le vamos a hacer, uno ha entrado en la cuarentena y empieza a entrar en disquisiciones de abuelo cebolleta. Pero a lo que iba. Cerca y lejos. Lejos y cerca. Últimamente todo me parece tan lejano que las proximidades se reservan para la cotidianeidad y el tedio que me hace percibir que estoy dando vueltas y más vueltas en un bucle sin final. Sería estúpido si creyese que soy el único que se mira de ese modo en la situación que nos ha tocado vivir. Tras las fases de incredulidad, susto y miedo en esta pandemia temo hacer accedido al corredor de la inercia, la desidia, el cabreo y, algo aún peor, la desesperanza. Vaya, con lo que a me entusiasma hablar de grandes experiencias y sensaciones no sé qué diablos hago desfogándome con un teclado que parece haberse enemistado conmigo en las últimas semanas. Al menos hoy, querido lector, querida lectora, ha tenido a bien permitirme dejar unas líneas donde expresar que todo esto se me está haciendo demasiado cuesta arriba. Menos es nada.
¡Qué bello es viajar! Me siento culpable por todas aquellas veces que estando de viaje dije, aunque fuera en voz baja, que tenía ganas de volver. Incluso cuando enfermé en Camboya o me acribillaron los chinches en la Patagonia. Como en aquella ocasión en la que unos guardias mozambiqueños ebrios pero armados jugaron una noche a sacarnos el dinero como unos pardillos. La próxima vez que escuche eso de «como en casa en ningún lugar» no respondo de mí.
Mira que soy optimista por naturaleza, que encuentro brotes verdes hasta en el agujero más nauseabundo, pero este 2021, que lo empecé con ganas (al menos tras tomar las doce uvas) se me está haciendo bola. ¿No podemos pasar directamente a 2022? Porque si el 20 fue un bajón, este es como una cuesta de enero permanente.
Voy a dejar de lado que soy autónomo. Mejor no mencionar ese aspecto relacionado con la profesión de uno porque no hay que explicar mucho más. Prefiero señalar el aspecto anímico.
Observo en el ordenador fotos de Calatañazor, que está en Soria a menos de dos horas de mi casa, y me emociono como si lo hiciera con Bután. Bueno, es que Bután ahora mismo para mí es como hablar no de Marte sino de un planeta que no pertenece tan siquiera al Sistema Solar. Y el traje de astronauta se me ha quedado pequeño porque en el confinamiento me he debido comer al mismísimo monstruo de las galletas. E incluso a Coco. Debe ser por eso que no dejo de estar con eso del cerca y lejos todo el rato.
Si a mí me dicen hace algún tiempo que ir a Guadalajara desde Madrid sin más intención que la de disfrutar de los muchos atractivos de una de mis provincias españolas preferidas es un delito penado con una cuantiosa multa, le hubiese tomado por loco. Hablar de confinamientos perimetrales no sólo en países o comunidades autónomas sino también en provincias, comarcas, municipios e incluso barrios está a la orden del día. Y lo que más me inquieta, tengo la sensación de que nos hemos acostumbrado a ello y en ver en las mil y una restricciones existentes un destino que no estaba escrito pero que se ha admitido. Tenemos más fronteras invisibles de lo que jamás hubiésemos podido imaginar.
La cabeza me da vueltas al atestiguar esa asimilación general de mordiscos insaciables a las libertades más elementales. Por supuesto hay un fin común de fondo, algo que compartimos en general, que se debe cuidar la salud y la vida de todos y cada uno de nosotros. Hay que proteger a quienes nos llevaron hasta aquí con su sudor. Y no me refiero únicamente a nuestra propia familia. Es algo extensible a esas generaciones que nos precedieron y ayudaron a construir lo que ahora tenemos. Pero es que todo lo que se va a llevar por delante la pandemia es tanto que hablaremos durante un largo tiempo de daños colaterales como si lo hiciésemos de una guerra. Y no me refiero sólo a los sanitarios. También a los económicos y, peor aún, psicológicos. Porque hay que ser muy fuerte para no vérsele a uno afectada la sesera y preguntarse de vez en cuando si las cosas no habrían podido hacerse mejor. Duda resuelta en segundos puesto que para mí, y es una opinión absolutamente personal. Nadie ha estado a la altura de las circunstancias. Sobre todo se miramos de abajo a arriba.
Cuestionarse las cosas entra dentro de la lógica. Así como que las líneas ascendentes de gráficas de contagios, hospitalizados y fallecidos, cifras del todo intolerables, se conviertan en un nudo en la garganta. Andamos escasos de frescura, de esperanza. También de abrazos. Necesitamos atisbar al menos esa luz al final del túnel. Y estoy convencido de que las vacunas nos guiarán adecuadamente a recobrar, al menos en parte, lo que un día se nos arrebató.
Y será entonces cuando lo que ahora vemos lejos, acorte distancias con la ayuda de todos y volvamos a tener muy próximos esos lugares que nos parecen de otro planeta. No quiero más muros entre nosotros. Y aunque, por supuesto, no vamos a salir mejores de esta, por mi parte prometo volver a valorar y cuidar esos pequeños momentos que dan sentido a nuestra vida. Éramos felices y no lo sabíamos. O, qué demonios, sí lo sabía. Tengo una familia maravillosa (que lo es todo para mí) y muchos renglones por completar.
De todos modos, espérame mundo, que cuando encuentre la salida al laberinto no me vas a pillar en casa sino respirando el oxígeno de todos esos lugares e instantes que no se han ido y aguardan para dibujar nuevas historias.
Al menos te pido devolverme la inspiración y cambiar la mascarilla y el gel hidroalcohólico por las musas que hasta ahora me invitaban a compartir vivencias y completar descripciones. Y que mis lectores, los de toda la vida, no se olviden de este rincón viajero que ansía vivir tiempos mejores.
No está siendo nada fácil para nadie. Quizás este escrito se pierda dentro de ese bucle sin fin de información de cosas que no tienen importancia. Pero, por si acaso, a ti que estás al otro lado, me alegra saludarte en esta fría mañana de febrero. Si nos encontramos algún día, recuérdame que leíste esto una vez y que, si se puede, nos demos un abrazo.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
10 Respuestas a “Cerca y lejos”
Ay Sele, cómo te entiendo!! El desánimo cunde, la desesperanza está ahí, la angustia en la garganta, sobre todo pensando en el futuro. Como a ti, me está costando muchísimo esta cuesta de enero sin fin. Trato de frenar la cabeza en lo posible para quedarme en el «existir» sin más hasta que todo esto pase un poco, porque sin sueños palpables es difícil pensar en el futuro. Es duro y se está haciendo larguísimo. También te confieso que a veces pienso que somos unos malcriados, que esto es lo que viven millones de seres humanos en sus países durante toda la vida, no por estas circunstancias concretas sino por las económicas, la falta de educación, de oportunidades… pero en fin, no por tomar conciencia de ello me resulta menos duro pensar en que Bután está en Marte y necesitaría años de viaje espacial para llegar allí, por no hablar de simplemente ir al pueblo a airearme (que está en Guadalajara, por cierto). Todos tenemos nuestros días. Muchas ganas de encontrarme contigo, con Rebeca y con vuestro peque y daros un abrazo de verdad. Mientras tanto, sólo te puedo enviar mis mejores deseos y una dosis de paciencia…
Ali
Cómo te entiendo Sele… espero que no dejes de escribir en este tiempo, ya vendran meses mejores y se podra salir de nuevo al mundo. Cuidate mucho…
Siempre me ha parecido que tus relatos están muy bien escritos y este, aunque no cuenta historias de un lugar lejano, no se queda atrás, está escrito desde dentro y eso es algo que se agradece hoy en día donde la creación de contenido para internet está pasando por sus momentos más bajos (y ridículos también). Algún día volveremos a esas charlas viajeras (ojalá de nuevo con Isaac al que ya considero un amigo), tengo que decirte que nos encantaría acompañarte en uno de esos viajes de autor y descubrir esos rincones del mundo que con tanta pasión relatas.
Ojalá pase pronto todo esto, un abrazo (de los que sí se pueden dar)
Te leo siempre, pero es la primera vez que comento.
Me he sentido obligada a compartirlo esta vez para que sepas que, a pesar de todo, hay gente que te sigue leyendo.
Es imposible que todo esto que estamos viviendo no nos afecte psicológicamente. Esta falta de futuro es difícil de gestionar para cualquiera. Porque va a hacer un año desde que empezamos a saber lo que significaba la palabra confinamiento y todavía no se ve la luz al final del túnel. Pero mucho ánimo que todo pasa y, como se suele decir, no hay mal que cien años dure. Esto es una carrera de fondo.
Te mando un abrazo virtual, Sele. Mucho ánimo.
Gracias Sara. Me alegra que al menos haya servido para que comentes por primera vez.
Estoy preparado para resistir en esta carrera de fondo, pero hay días en que los tropezones son varios.
Venga, que la luz está más cerca 😉
Saludos,
Sele
Me encanta como te expresas yo no tengo esa facilidad lo que si comparto es la pasión por viajar, aunque por edad he visto mucho pero menos de lo que me hubiese gustado… pero más de lo que nunca pensé que sería tan afortunada de vivir tantas experiencias y con las fotos y notas estos meses he puesto orden a esas fotos esas notas y me he sentido genial, soy optimista ahora y siempre y espero que hasta que el cuerpo aguante poder volver a viajar… si pensará que ya no lo volvería a hacer perdería toda la ilusión y eso ni hablar!
Saludos, fuerza y gracias por tus relatos!
Gracias Mayca!
Hay que agarrarse a todo lo que nos cause felicidad. Y recordar los buenos tiempos (y ordenar las fotos) es una buena manera de lograrlo en esta larga espera.
Un abrazo!
Sele
Ánimo Sele!! Hace ya no sé cuantos años te leo y siempre me inspiran tus artículos, gracias a vos aprendí que cualquiera puede viajar si es que realmente se lo propone. Y admiro el hecho de que también dediques este espacio a expresar como te sientes por dentro, nadie la tiene fácil en este momento y es necesario ser más empático que nunca con los que nos rodean. Te mando un abrazo y ojalá nos crucemos alguna vez en el camino del viajero. Se extraña mucho el Galeón de Manila que al menos por un rato me hacía viajar virtualmente a todos esos lugares que son tan inaccesibles hoy en día.
PD: estoy en Australia pensando en volver a casa con los afectos pero con la posibilidad de quedarme un tiempo más… me parece que ya sé que hacer ahora.
Hola Agustín,
Gracias por tu mensaje!!
Y yo también extraño el galeón. Espero que las condiciones para volver pronto se puedan dar. Necesito ese programa más que nunca.
Un fuerte abrazo!!
Sele
PD: Mejor Australia ahora mismo. No lo dudes.
Te entiendo perfectamente Sele, estoy en la misma situación, pero es que además estoy muy cabreado, porque parezco el único gili de mi entorno que está cumpliendo con las restricciones. Y a tí creo que te pasa lo mismo, ¿si vives de viajar por qué no lo haces?, recibo todos los días estados de redes sociales de gente y empresas que están viajando y que anuncian viajes ya confirmados. Pero cuando les pregunto que cómo voy a ir por ejemplo a Laponia o a Etiopia si no puedo salir de mi comunidad autónoma, directamente o no contestan o me dicen que el espacio aéreo si está abierto y que a esos países sí se puede viajar, pero evaden contestar a mi pregunta.
Yo creo que les estarán aconsejando a los clientes que pidan citas médicas en Madrid para viajar o algo parecido.
La vida es para los caraduras.