Crónicas de Tierra Santa (6): Campanas de Belén
10 de diciembre: CAMPANAS DE BELÉN
Desde los ventanales traseros del comedor del hotel que se asomaban al este de la ciudad era claramente apreciable el muro que divide Israel de los Territorios palestinos. Cisjordania está separada brutalmente de suelo israelí por una brecha de hormigón y alambre. El polémico «muro de la vergüenza», considerado ilegal por el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, es en Jerusalén Oriental una larga serpiente de piedra que corta de raíz los límites «relativos» de dos jurisdicciones. Justo detrás, prácticamente unida al muro se encuentra una de las ciudades más célebres y visitadas de Tierra Santa. Y la más mencionada durante la Navidad en villancicos, cantos y felicitaciones. Belén, campanas de Belén, que los ángeles toquen, qué nueva nos traéis… Precisamente nuestro siguiente objetivo, la ciudad «del portal» en el que Jesús nació en un humilde pesebre. A tan sólo diez kilómetros de donde nos encontrábamos amanecía un nuevo día en Belén. Más allá del muro…
TRASPASANDO EL MURO DE BERLÍN DEL SIGLO XXI
Dejamos el equipaje en el Jerusalem Panorama Hotel como la última vez, ya que íbamos a regresar de nuevo al día siguiente. Teníamos reservado alojamiento en Belén para esa misma noche y así poder partir en la primera hora del viernes a Hebrón. La cuestión estaba en cómo ir hasta allí, pero no fue algo que diera quebradero de cabeza alguno ya que el transporte público de Jerusalén comunica ambas ciudades de forma rápida y económica. En recepción nos informaron de que en un punto intermedio entre la Puerta de Herodes y la de Damasco salían autobuses a Belén de forma muy frecuente. Concretamente los números 124 y 21, por un precio de 8 shekels. Así que sin más pérdidas de tiempo y sin haber dado aún las siete y media de la mañana nos dirigimos a la rotonda de Ras al Amud y tomamos un minibus palestino (nº5) que nos dejó en cinco minutos en la Puerta de Herodes. Avanzamos unos metros y allí vimos un semivacío bus nº 124. Preguntamos si era el que iba directo «Bethlehem» (que se lee y se escribe de esa forma) y tras asentir el conductor nos subimos al mismo. Esperó a llenarse más para comenzar el cortísimo viaje. Allí debía haber dos o tres extranjeros más, el resto eran palestinos. Fue haciendo bastantes paradas hasta que cuando menos lo esperábamos surgió al frente un muro altísimo de hormigón coronado por alambradas y con torres de vigilancia. Allí se ponía fin al recorrido y todos los ocupantes nos tuvimos que bajar para pasar los distintos controles y salir ya al otro lado, Cisjordania.
Entramos a un control de pasaportes. Los turistas pasamos directamente con sólo mostrarlo a la persona que hay detrás de la ventanilla. Y con eso fue todo. El suplicio es mayor para el día a día de los propios palestinos, a quienes revisan que todo esté en regla y en ocasiones se forman largas colas para controlar su paso a uno y otro lado. Como ya comenté en el capítulo anterior, los únicos palestinos que pueden pasar indistintamente a Cisjordania y a Israel son todos aquellos que poseen el pasaporte israelí. Muchos lo hacen por trabajo, por lo que diariamente deben traspasar el muro de ida y vuelta, invirtiendo bastante tiempo en unos trámites fronterizos cada vez más estrictos. Los soldados israelíes no permiten realizar fotos en las instalaciones. Dicha posibilidad es posible saliendo de las mismas y enfocando al muro desde el lado palestino. Aunque la mayoría de quienes lo hacemos por primera vez, antes apuntar con el objetivo de la cámara, nos quedamos pasmados y estremecidos de que exista semejante monstruo.
Para muchos es conocido como el Muro de la vergüenza, para otros como el Muro del Apartheid. A mí me gusta más la denominación del Muro de Berlín del Siglo XXI. Y es que a veinte años del derrumbe de las fronteras entre las dos Alemanias continúa existiendo una línea divisoria despiadada y ciertamente injusta en «Tierra Santa». Dos formas de pensar enfrentadas y cortadas por una sinuosa pared de hormigón en la que la vigilancia armada es extrema. 2002 fue el año en que Israel comenzó la construcción de un muro que separa su territorio del palestino. La intención es taponar más de 700 kilómetros con muros de hormigón y vallas «para evitar los ataques a ciudadanos israelíes desde Cisjordania» (actualmente ya está hecho más del 50%). Ese fue el pretexto y muy pronto el Gobierno israelí se puso manos a la obra, aunque excediéndose por completo de la legalidad. Y no por levantar una frontera sin más sino por hacerlo internándose mucho más allá de la línea verde (frontera reconocida por los organismos internacionales) hasta abrazar un total del 10% de territorio palestino (aproximadamente 60.000 hectáreas). Hay tramos en los que incluso se adentra 20 km anexionando todo lo que hay a su paso. Alrededor del muro hay alambradas y espinos, zanjas de seguridad y senderos preparados para la circulación de vehículos pesados (es decir, tanques). También se ha aprovechado la coyuntura con las colonias judías próximas a la línea verde para agruparlas definitivamente en suelo israelí.
Las consecuencias de la construcción de este muro son una realidad, ya que varias decenas de miles de palestinos se han quedado literalmente «encajonados» entre la línea verde y el muro, al no respetarse los límites acordados se da la circunstancia de que distintas poblaciones palestinas se han quedado absolutamente divididas, se han confiscado tierras, se han demolido indiscriminadamente viviendas e infraestructuras y un largo etcétera. Hay casos de colegios
y hospitales que han quedado enclavados al oeste del muro quedando totalmente abandonados y sin utilizar por los habitantes de las poblaciones perjudicadas. El muro de hormigón que cubre las principales áreas (como la de Belén) mide entre ocho y nueve metros de alto. Para compararlo con el de Berlín diré que lo triplica en longitud y lo duplica en altura. Son muchos los datos , muchas las historias y muchas las protestas en todo el mundo, incluso de muchos ciudadanos israelíes que no están de acuerdo con la decisión de su gobierno. En este caso la legalidad internacional ha dado la espalda al Muro ya que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya determinó en 2004 que «violaba el Derecho Internacional Humanitario y los Derechos Humanos» solicitando a Israel que detuviera las obras, destruyera lo ya construido y compensara económicamente a las poblaciones perjudicadas. Pero dichas consideraciones nunca han sido tomadas en cuenta por este país.
Los graffitis dan color al gris del hormigón con reivindicaciones de Paz. Son verdaderos símbolos de esperanza como cuando en su día el Muro de Berlín se convirtió en un lienzo pacifista. Ójala algún día estas peticiones las escuchen los gobernantes y se puedan solucionar las cosas, aunque yo soy de los que piensa que es imposible a corto, medio y largo plazo. Tendrán que pasar muchas generaciones para que alguien, si es que la raza humana no se hubiera extinguido para entonces, pueda ver la convivencia en paz de los dos pueblos. Pero son demasiadas rencillas, demasiados odios…demasiada religión.
PALESTINIAN TAXI DRIVER
Tras el muro, ya en el lado palestino, encontramos un sinfín de taxis amarillos esperando llevar a la gente a su destino. Son muchos los que se ofrecen como transporte hasta el hotel, pero muchos más los que te proponen rutas de un día o incluso de dos por los Territorios. Nosotros en principio teníamos pensado comenzar nuestra visita a Belén y si sobraba tiempo hacer alguna excursión fuera de la ciudad, por lo que le pedimos a un joven taxista que nos llevara directamente a dejar las cosas en el alojamiento que habíamos reservado por internet, el Bethlehem Hotel. Nos cobró 20 shekels por el trayecto, que resultó ser bastante más corto de lo que imaginábamos, aunque a mitad de camino paró el vehículo y nos pasó un folleto con ciertos lugares de interés que están fuera de Belén. En concreto nos habló de hacer una ruta que agrupara el Campo de los Pastores (ubicado en Beit Sahour donde según la tradición Bíblica fueron avisados del nacimiento del Mesías), el Monasterio Ortodoxo de Mar Saba (en pleno acantilado, ermitaños de los de verdad), el Herodión (Las ruinas del Castillo y Tumba de Herodes el Grande), volviendo después a Belén y dejándonos en la misma Puerta de la Iglesia de la Natividad. La opción no nos disgustó, pero como quisimos pensarlo tranquilamente en el hotel le pedimos el teléfono y le dijimos que si finalmente nos apetecía le llamaríamos. Fue bastante insistente, al igual que con los precios descabellados con que tasaba el circuito. Finalmente le escuché decir que 150 shekels el total, que era bastante, pero podíamos contar con un conductor para parte de la mañana. Aún así cuando detuvo el coche en la puerta del hotel nos marchamos asegurándole que probablemente nos íbamos a poner en contacto con él.
El Bethlehem Hotel está en la parte alta de la ciudad, formando parte de la larga Calle del Pesebre (Manger Street). Yo diría que fue el mejor respecto a calidad/precio de todo el viaje. Por 25 euros por persona y noche tuvimos una habitación magnífica con el desayuno incluido. Le daría entre tres y cuatro estrellas. Tiene convenio con algunas agencias de viajes, lo que hace que esté preparado para albergar grandes grupos. Cuenta con comedor que sirve tanto comidas como cenas, y está bien situado a veinte minutos caminando de la Iglesia de la Natividad (la referencia de Belén) o a cuatro minutos escasos en taxi.
Después de dejar el equipaje en la habitación, lavarnos un poco la cara y soltar las guías sobre la mesa sopesamos la opción de llamar al taxista o no para ir a los tres sitios mencionados anteriormente a los que no se puede llegar en transporte público. Era una buena opción de ver más cosas en el área de Belén, que al fin y al cabo tiene sus mayores atractivos concentrados junto a la Iglesia de la Natividad. Finalmente le llamé pidiéndole que viniera al hotel y nada más salir por la puerta allí estaba esperándonos. Acordamos un precio de 120 shekels para hacer el recorrido planteado en aproximadamente tres horas. Y después de lo visto, creo que fue una opción más que acertada porque en un día da tiempo a muchas cosas además de Belén.
A BELÉN PASTORES…
La primera parada de nuestra ruta en el taxi amarillo fue en la población de Beit Sahour, al sureste de Belén, cuyo máximo interés está en el Campo de los Pastores (Shepherds Field), un área sagrada para el cristianismo por considerarse el lugar en que un ángel bajó del cielo para avisar a los pastores de que el niño Jesús había nacido.
Evangelio según San Lucas (2.8-20): En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!». Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado». Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre (…)
Es un área en el que se han encontrado varias grutas que tradicionalmente servían de cobijo a pastores y agricultores. Ortodoxos griegos y Católicos franciscanos tienen una disputa histórica en torno a cuál de ellas es la genuina, la mencionada en la Biblia. Discusiones bizantinas, sin duda, porque se puede identificar un área más vasta pero es harto improbable que se descubra el punto exacto. Aunque al fin y al cabo estas cuestiones no son para nada importantes para peregrinos cristianos y visitantes de cualquier confesión religiosa (o incluso para los ateos). Como en la mayoría de los Lugares Santos, todo es cuestión de Fe y de lo que uno sienta o no sienta en ese momento.
Entramos primero a la Capilla de los Ángeles, que es una construcción franciscana de los años cincuenta levantada sobre las grutas consideradas «verdaderas» por el catolicismo. Muy sencilla, contiene numerosas escenas pictóricas que narran el momento del Nacimiento de Cristo, la Anunciación a los Pastores o la huída a Egipto de la Sagrada Familia. La proximidad de la Navidad explicaba que su cúpula estuviese coronada con un adorno muy propio para esas fechas, la estrella que siguieron los Reyes Magos. Belén y sobre todo Beit Sahour son las poblaciones con mayor incidencia del cristianismo en el Pueblo Palestino. En esta última, de 12000 habitantes, un 80% son cristianos. En Belén es más bien al contrario, aunque aún así son cifras importantes para un territorio musulmán desde hace muchos siglos.
Se puede entrar a las grutas en las que hay pequeños altares y se celebran misas. De las dos aberturas en la piedra que vimos, sólo pudimos entrar en una, ya que se estaba celebrando una ceremonia religiosa. La abierta al público «no feligrés» nos trasladó a la mente las imágenes de los pastorcillos durmiendo dos mil años atrás. Sin duda era un cobijo de lo más lógico para una noche fría.
A escasos metros se pueden visitar unas excavaciones que están sacando a la luz las ruinas de una Iglesia Bizantina desde las cuales se ve de fondo el pueblo de Beit Sahour.
MAR SABA, EL MONASTERIO ORTODOXO QUE PENDE DEL ACANTILADO
Segunda parada: Mar Saba. Se aleja por el este a unos 15 kilómetros de la ciudad de Belén. Para llegar hasta él nuestro taxi tuvo que tomar una carretera realmente estrecha que fue internándose por pequeños pero encantadores pueblecitos hasta irse haciendo tan sinuosa como divertida. Porque tras la colina aparecía repentinamente el vasto y Desierto de Judea, un mar de olas amarillas convertidas en ásperas montañas. Las dunas a esta parte de Judea son montañas y las palmeras rocas y piedras. Teníamos la sensación de que más que un viaje por carretera estábamos realizando un viaje en el tiempo, una ruta por un paisaje abrupto en cuyos fondos esconde para él sólo los secretos y las devociones de quienes desearon y desean aislarse de un mundo como el nuestro.
Según avanzábamos me imaginé cómo debía ser llegar hasta Mar Saba cuando no existiera la serpenteante pero eficaz carretera asfaltada que une Belén con aquel punto recóndito. Quizás a camello o a caballo, aunque creo que no debía haber mucha gente con especial interés en llegar hasta allí. Tan sólo los que iban lo hacían para quedarse largas temporadas o incluso para siempre.
La carretera desapareció en un cortante acantilado por el que pasa el ligero afluente del Río Cedrón (Kidrón). Al borde del acantilado el Monasterio ortodoxo griego de Mar Saba se yergue en el borde retando a la altura. Ésta es una de las más hermosas obras que se conservan del monacato de los primeros siglos de nuestra Era. El Monasterio se asemeja a una ciudad diminuta abrazada por recias murallas que aseguran el encierro de una comunidad de monjes garantes de una tradición realmente antigua. Actualmente quedan en torno a diez de ellos, aunque en su día debió haber hasta quinientos.
Cúpulas y tejadillos cubren un minúsculo laberinto por el que fluye el silencio. La vida sigue igual desde que a finales del Siglo V San Saba, procedente de la región de Capadocia, después de permanecer aislado cual ermitaño en una cueva durante cinco años, atribuyéndole incluso un milagro con un león, fundó un monasterio junto a sus discípulos, que eran muchos. Estuvo muy bien considerado por los Emperadores de Bizancio, cuando este reducto de Paz y Oración, vivió en sus mejores momentos. Y aunque fue destruido en dos ocasiones volvió a resurgir con fuerza, atrayendo la presencia de estudiosos de la Biblia y «escribientes» que nos han hecho llegar cómo era allí la vida. El cuerpo de San Saba se trasladó a Venecia en 1265, aunque siete siglos después fue devuelto a su lugar de origen.
Hoy día está abierto a los visitantes «exclusivamente masculinos», manteniendo una norma trasnochada de prohibir la entrada a las mujeres. ¿Será quizás por la debilidad de sus habitantes por el sexo opuesto?. Es realmente incomprensible, pero son sus reglas (que no han variado desde que San Saba adiestró a un león) y hay que aceptarlas aunque no se compartan. Si sirve de consuelo a muchas, a mí tampoco me dejaron entrar. El pope que estaba sentando en la puerta fue muy difuso en sus explicaciones. Que si era un día festivo, que si estaban haciendo limpieza… Obviamente no le pedí más explicaciones. Simplemente no quiso que yo pasara. Desconozco la razón. Creo que fue cuestión de obcecación del individuo.
Nos tuvimos que conformar con avistar la panorámica desde varios puntos en que se ve perfectamente colgar al monasterio en el acantilado. Existe una torre muy antigua, que curiosamente se le ha llamado «Torre de las Mujeres». Y me temo que dicho nombre proviene de que será desde allí donde se tendrán que conformar los miembros del género femenino para ver este baluarte ortodoxo.
HERODIÓN: EL CASTILLO DE HERODES EL GRANDE
Tercera parada: Herodión (Herodyon). A diez kilómetros al sudeste de Belén se alzan sobre una colina los restos de la fortaleza más importante mandada construir por el Rey Herodes, quizás a la par del Palacio Norte de Masada. Desde lejos la colina puede parecer un volcán por su forma cónica debida a que la cima fue debidamente aplanada para albergar el que fuera el último refugio herodiano. En su base se conservan restos de la época, aunque lo que más nos llamó la atención fue la existencia allí mismo de un kibbutz judío custodiado por militares israelíes que vigilan todo lo que sucede alrededor desde varias torres de vigía convenientemente cubiertas con tela de camuflaje. Este es un ejemplo casi residual de la muy notable presencia israelí en territorio palestino. Porque ya arriba, en el aparcamiento dispuesto en lo alto de la colina, se divisa una enorme colonia judía que al lado de un pueblo palestino parece realmente una urbanización de lujo. Y no sólo eso, el monumento del Herodión está gestionado por las autoridades israelíes. Algo muy evidente con la enorme bandera de la Estrella de David ondeando a la entrada. Está claro que este tipo de cosas sólo puede suceder aquí.
Pagamos en la taquilla los 25 shekels (horarios: 8:00-17:00 de abril a septiembre, cierra una hora antes entre octubre y marzo) que cuesta entrar en el recinto, al que se llega por una empinada sendero que rodea la colina hasta dejar a la derecha el camino que pasa por la recién descubierta «tumba» de Herodes y así seguir subiendo hasta los entresijos del Palacio. Es difícil imaginarse como fue en su día, aunque las distintas reproducciones y esquemas que aparecen en los libros, junto a las detalladas que hizo el historiador judío Flavio Josefo nos hacen posible hacerse a la idea:
<<Esta fortaleza, que se encuentra a unos sesenta estadios de distancia de Jerusalem, es naturalmente fuerte y muy apropiada para una estructura así porque en la cercanía hay un monte que se eleva a (mayor) altura por la mano del hombre y redondeado en forma de un seno. A intervalos tiene torres redondas y un escarpado ascenso formado por doscientos escalones de piedra labrada. Dentro de él hay costosos apartamentos reales hechos para la seguridad y el ornamento. En la base del monte hay zonas construidas de tal forma que vale la pena ver, entre otras cosas por el modo en que se trae allí el agua, que escasea en ese lugar, desde lejos y a gran costo. La planicie alrededor fue construida como una ciudad que no tiene paralelo, y el monte sirve de acrópolis para las demás residencias. >> (Guerra I, 31, 10; Antigüedades XIV, 323-325)
Aunque en este monumento a 800 metros sobre el nivel del mar lo más motivante está en las vistas de alrededor. En los días muy claros, que suelen ser mayoría durante el año, es posible atisbar un precioso horizonte en 360 grados que abarca Jerusalén, Belén, alguna que otra colonia judía, el Desierto de Judea e incluso el Mar Muerto con las Montañas jordanas de Moab como telón de fondo (esto ya es para días no claros sino para los hiperclaros). Las viviendas blancas de dos o tres alturas como máximo se esparcen sobre un suelo árido y ondulado. Los minaretes destacan entre las casas y de lejos parecen cohetes apuntando al cielo.
A las doce y media nos sorprendió la llamada a la oración sentados en los restos de la muralla circular de un lugar en el cual quien sabe si Herodes recibió a los Reyes Magos cuando le informaron del nacimiento del Mesías en Belén de Judea. O donde ordenó la matanza de los inocentes. Mateo 2 – 16: «Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos. « Precisamente en eso consiste visitar los lugares históricos, en retroceder en el tiempo…e imaginar.
EN BELÉN SIEMPRE ES NAVIDAD
Última parada: Belén. Hacia allí marchamos desde Herodión por una vía secundaria desde la que vimos una inmensa panorámica de la célebre ciudad que vio nacer a Jesucristo y mucho antes de ello al Rey David. No se puede negar que de ella han salido dos personajes muy importantes para la Historia y la Religión de las Civilizaciones. Ahora es una localidad palestina eminentemente musulmana pero que tiene una conexión muy gruesa con el cristianismo. En ninguna otra de Cisjordania se puede ver tanta mezcla de mezquitas e iglesias, de velos y de hábitos, de Biblias y Coranes. Y es que no hay quien no haya oído hablar de esta ciudad y quien no haya conocido lo que sucedió hace dos milenios. ¿Quién no sabe lo que es la Navidad?
Evangelio según San Lucas, capítulo 2: «Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto, y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa.»
Os suena, ¿verdad?
El taxi nos dejó definitivamente en el punto principal donde llega todo el mundo que va a Belén, la Plaza del Pesebre (Manger Square). Esta plaza sería prácticamente peatonal si no fuera por la estrecha carretera que la divide en dos. De un lado el Ayuntamiento, la Mezquita de Omar y un moderno edificio donde se llevan a cabo exposiciones (que es no pega en absoluto allí). Y del otro lo que parece una fortaleza de piedra pero que es uno de los más importantes templos cristianos que existen: La Basílica de la Natividad. Ésta es el objeto de la llegada de un gran número de peregrinos a Belén año tras año, de viajeros que desean internarse tras sus gruesos muros y que a menudo se olvidan de lo demás que ofrece la ciudad. Desde aquí aseguro que con poder presenciar esta maravilla vale la pena llegar hasta aquí. Soy poco objetivo al decir que nos encontrábamos ante la Basílica más hermosa de Tierra Santa, más impactante que la del Santo Sepulcro de Jerusalén, que no me desmerece en absoluto, pero después de entrar a la Natividad es como si las demás no existieran.
Antiguamente había tres puertas para acceder a la Basílica pero ahora es tan sólo una minúscula (1´22 m.) que obliga a agacharse para no darse en la cabeza la que sirve de entrada principal. Dicen que se hizo así para evitar la entrada de los caballos. El templo tiene un horario largo que va desde las cinco y media de la mañana hasta las cinco de la tarde (en invierno, ya que en los meses de verano echa el cierre a las seis y media), coincidiendo generalmente con el amanecer y el anochecer. Cuando cruzamos la puertecilla realmente nuestro asombro sobrepasó cualquier expectativa que lleváramos de antemano. Y no por estar recargada o plagada de obras de arte como las grandes catedrales. Este no es el caso porque si algo destaca en la Basílica y que a su vez la hace más hermosa es que su mejor ornamento es la sencillez, el no haber sido tocada prácticamente desde el siglo VI para permanecer casi inalterable a los ojos del viajero. Fue construida en tiempos de Constantino (S. IV) pero no fue hasta casi doscientos años después que Justiniano la recompuso tras sufrir daños muy severos en la Revuelta de los Samaritanos. Y pocos cambios se han añadido desde entonces. Es, por tanto, sin ninguna discusión, el Templo Cristiano más antiguo del mundo. Anterior incluso al Santo Sepulcro. Y que se conserve casi inalterable es la razón de que todo el que atraviese sus muros se queda encandilado.
Se estructura en una ancha Nave Central y en dos pasillos a cada lado flanqueados por columnas de mármol amarillo. Tanto en el suelo como en las paredes se conservan mosaicos de la época constantiniana, y en las propias columnas se intuyen borrosos los Padres de la Santa Madre Iglesia, que llevan siglos luchando por no desgastarse y desaparecer del todo. Del techo de madera cuelgan decenas de lamparillas que dan el toque ortodoxo al templo. Todas se dirigen en línea hasta el altar principal que suele estar vigilado por los clásicos popes que representan la Iglesia Griega.
A ambos lados del altar principal hay dos aberturas en la pared que sirven como entrada a la Cueva de la Natividad, que pasa por debajo y que forma parte de una red de criptas mucho más amplia, aunque se accede a las demás desde la Iglesia franciscana de Santa Catalina, aledaña a la Basílica. Pero en la Cueva de la Natividad, que es en sí «El Portal de Belén», suele haber tanta gente queriendo entrar que se forman interminables colas. En nuestro caso teníamos delante de nosotros a un grupo de no menos de cincuenta o sesenta nigerianos que apenas se movían. Tanta cola nos hizo replantearnos volver más tarde cuando el jaleo se hubiese pasado, pero contamos con el guiño de una chica de seguridad que era palestina, a la que cuando le dijimos que éramos españoles nos metió «por la puerta trasera» ahorrándonos la larga fila. Ciertamente sí que debemos caerles bien a los palestinos porque su comportamiento con nosotros fue así de generoso en muchas ocasiones. Así que gracias a esa chica pasamos directamente «al lugar en que todo comenzó dos mil años atrás»…
La construcción de Adriano de un templo pagano sobre estas grutas a las que acudían peregrinos cristianos en la época de su persecución por parte de Roma fue definitivo para saber que aquel lugar se veneraba desde prácticamente los tiempos de Jesús. Esta era una estrategia muy utilizada en aquella época para fulminar todo rastro tanto del Judaísmo como de la nueva religión que estaba empezando a extenderse a lo grande. Lo que Adriano trataba de profanar era la cueva, el célebre portal en el cual la Virgen María dio a luz al niño.
Dos lugares concretos destacan en la gruta. El primero es el punto «exacto» (entrecomillo) en el que nació Jesús, de ahí que se denomine Capilla del Nacimiento. El suelo está marcado con una estrella de plata de catorce puntas con un agujero en medio por el que se puede tocar la dura y fría roca. Esta estrella, que por unas cosas u otras fue uno de los desencadenantes de la Guerra de Crimea ,contiene una inscripción en latín donde pone: Hic de Virgine Maria Jesus Christus Natus Est. Traducido viene a decir que Aquí es donde Cristo nació de la Virgen María. La plata brilla ya desgastada de los besos que recibe de los peregrinos, que en ocasiones acuden en manada.
Justo enfrente se encuentra la Capilla del Pesebre, que se venera como el lugar donde el niño fue depositado entre la paja. Todo la verdad que está en un espacio muy reducido en el que cuesta pensar que cupiera toda la Sagrada Familia, el buey, la vaca, los Reyes Magos con sus regalos, los pastorcillos… Para todo eso hubiera hecho falta un chalet adosado.
Tuvimos una anécdota en la que un señor que formaba parte del grupo de nigerianos pidió hacerse una foto conmigo en la gruta de la Natividad. Acepte, aunque con cara de incredulidad. Una de dos, o era un incondicional tapado del Rincón de Sele o me debió ver demasiado feo. Casi casi diría que la segunda opción…
A la Basílica se le agregaron edificios religiosos secundarios como el Monasterio Armenio o la Iglesia de Santa Catalina de Alejandría, esta última accesible desde uno de los laterales de la Basílica. Este templo fue anexionado en la Edad Media aunque ha sufrido modificaciones y restauraciones que hacen que parezca mucho más moderno. Aunque su mayor interés no está en los regalos de los Papas (Una Puerta) o del Rey de España (Una Virgen) sino en que se constituye como uno de los accesos a unas grutas subterráneas laberínticas (y unidas a la de la Natividad) realmente interesantes. Lamentablemente las encontramos cerradas, aunque un vigilante nos dijo que podía abrirse de nuevo en cualquier momento. Estuvimos esperando un rato y como las rejas continuaron cerradas, decidimos marcharnos y volver más tarde.
Dando media vuelta a la Natividad nos encontramos de cara con Manger Square, decorada con las clásicas luces navideñas que a uno le choca ver en pleno Oriente Medio, por muy Belén que sea. De cara con la Basílica impone su Ley la Mezquita de Omar cuyo espigado minarete nos sugiere una más que sana convivencia religiosa entre cristianos y musulmanes en este lugar. En Palestina es muy usual que junto a las Iglesias haya mezquitas (obviamente estas últimas mayoritarias). Lo más difícil es encontrar sinagogas porque estos templos judíos en Cisjordania están sobre todo en áreas controladas por Israel, ya sean asentamientos o lugares tomados por la milicia sionista. Y es que las disputas desde hace mucho tiempo no son entre alzacuellos y turbantes o entre cruces y medias lunas. Ahora la intervención de una estrella de seis puntas ha entrado en escena en uno de los más arraigados conflictos de nuestros días.
Tras la Mezquita de Omar, saliendo por la Plaza en sentido oeste, se abre la Calle Pablo VI entre tiendas de artesanía, souvenirs, cafés y casas cambio. El paisaje urbano lo ponían sobre todo los locales, ya que al contrario de lo que pensaba, no había demasiados turistas. Los que acuden a Belén lo hacen a la Basílica de la Natividad y se marchan tan rápido como han venido. Ciertamente es una pena, o por el contrario una ventaja para el que quiere mezclarse con la gente de allí y no estar rodeado de flashes ni grupitos liderados por una guía con altavoz. Aún así se ve que están acostumbrados a recibir numerosas visitas de fuera y eso se nota en que no te miran demasiado y en que puedes llegar a pasar desapercibido en medio de la algarabía. No hay que olvidar que hay numerosas congregaciones cristianas, peregrinos y voluntarios que colaboran con el Pueblo Palestino en cuestiones de enseñanza, trabajo y restauración de la ciudad.
En Pablo VI hay una rampa y una escalera con bastante pendiente en el que comienza un zoco que se adentra más de un kilómetro. En los últimos escalones sentido subida destaca una Iglesia Siria-Ortodoxa con un alto campanario de sillares blancos. La mezcla de las dos religiones es más que evidente a medida que uno va avanzando hasta que llega un momento en que deja de sorprender. Es simple y llanamente el elixir de Belén.
El zoco se fue estrechando cada vez más y nos fue mostrando algunas señales del conflicto palestino-israelí. Es bastante notable la presencia de carteles y posters pegados a las puertas y paredes de guerreros de la Yihad Islámica o de mártires que en su día se inmolaron o perecieron en algún enfrentamiento con los militares israelíes. Dichos personajes posan de forma sistemática con distintas armas de fuego. Los fusiles de asalto y las pistolas son sus enseñas, el lado más oscuro de la cara palestina de esta guerra que aún permanece encendida. Son en realidad las armas las insignias del radicalismo y las que enturbian y crean mala fama a un colectivo mayoritariamente pacífico. Son precisamente los radicales de uno y otro lado los que dialogan a tiros, que lamentablemente se escuchan mucho más que las palabras. Porque hay mucha gente detrás, musulmanes y judíos, que ven que es posible una salida sin actos terroristas ni ataques indiscriminados. Pero mientras no se tenga a raya a los intolerantes, sean de quien sean, las letras del alfabeto no serán más que balas y los números una suma de víctimas.
Llegamos hasta la Iglesia luterana de Belén donde nos fuimos dando la vuelta al otro lado del zoco y empezamos a buscar un sitio donde poder comer. La calle paralela a Pablo VI es un mercado de alimentos, con sus verduleras y fruteras en la calle, con los puestos en los que venden dátiles, golosinas o frutos secos, que tiene un importante trasiego de gente importante que va y viene. Los zocos de esta ciudad son bastante auténticos e interesantes para dejarse perder por ellos. Muchas veces he comentado que los mercados de las ciudades son el reflejo más evidente de una sociedad. Si uno quiere conocer bien cómo es un lugar y cómo son sus gentes, nada mejor que pasarse por el mercado. Allí se aprende de verdad.
Fuimos retornando a Manger Square aunque emplazándonos a volver a Pablo VI y alrededores para dejarnos envolver en su ambiente mucho más tiempo. Realmente a esas horas el hambre no cesaba de tocar la puerta de nuestros estómagos, por lo que terminamos entrando a un bar tradicional cualquiera, de los que shawarmas y falafel, en los que uno puede comer bien (que no variado) y a buen precio. Los restaurantes de la Plaza son bastante caros ya que están enfocados a las visitas de grupos de turistas que vienen con las agencias de viajes. Sale más a cuenta ir a alguno de los muchos bares en los que no hay casi nunca gente, te atienden rápido y terminas comiendo prácticamente lo mismo pero por menos dinero. El sitio que elegimos estaba ubicado al comienzo de Pablo VI y nos trataron bastante bien. Al final incluso sobró comida entre mezzes y shawarmas. Lo más curioso estuvo en las fotografías enmarcadas en la pared. Dos de ellas eran de niños. Le pregunté sobre ellas al camarero, muy amable con nosotros en todo momento, y contestó que uno de ellos, el que tenía la Cúpula de la Roca de fondo, era su hermano de trece años, asesinado por los israelíes en un tiroteo. La cálida sonrisa de aquel niño de la foto contrastaba con la voz amarga del hermano que lo vio morir. De hecho fue un motivo más para «radicalizar» sus posturas y odiar a muerte a Israel. Realmente hay una historia trágica detrás de cada persona. Y hablando con unos y con otros me di cuenta de que son demasiadas cuentas pendientes para solucionarlas a corto, medio e incluso largo plazo.
Después de comer nos fuimos directos a la Iglesia de Santa Catalina de Alejandría para visitar las grutas que se nos habían quedado pendientes. Éstas continuaban cerradas pero tras insistir mucho al guarda sobre nuestro interés nos terminó abriendo la verja para que pudiésemos entrar. Este laberinto de cuevas tienen un claro significado para los cristianos, ya que contiene una serie de altares, tumbas y dependencias de clara alusión religiosa. Un altar dedicado a San José recuerda el sueño en el que un Ángel le dice que huya con su familia a Egipto para proteger al niño de las intenciones del Rey Herodes. Varias tumbas excavadas en la roca contuvieron los cuerpos muertos de algunos de los Santos Inocentes, víctimas de hasta dos años degolladas por las huestes herodianas. Y una habitación sin apenas luz fue la morada en que San Jerónimo tradujo la Biblia al latín y que fue denominada como «vulgata». Todo en una gruta que guarda conexión con la de la Natividad pero cuyos accesos están sellados.
Desde la Basílica de la Natividad, saliendo al sudeste, cara opuesta a Manger Square, la Grotto Milk Street (Calle de la Gruta de la leche) se interna por una zona de casas viejas y tiendas donde venden Belenes y figuras hechas con madera de olivo. Hay algunas de las obras de estos artesanos que son auténticas obras de arte valoradas en una cantidad de shekels que supera las expectativas de la mayor parte de las turistas que tienen interés en adquirirlas. En esta calle que se dirige a un importante templo cristiano tienen más belenes que en ninguna otra. También en sus puertas hay pegadas reivindicaciones yihadistas, aunque los más moderados han dejado la efigie de su eterno líder, fallecido pocos años atrás, Yasser Arafat. Mejor es esta imagen que las que imploran guerra y muerte al infiel.
A no más de cinco minutos de comenzar a caminar llegamos a la Gruta de la Leche, una iglesia católica sita en otras cuevas subterráneas en las que se cuenta que se refugió la Sagrada Familia en su huída a Egipto. Hasta ahí una referencia histórica normal. El lado que toca más bien la Leyenda es el que dice que la Virgen María derramó una gota de leche cuando estaba amamantando al Niño Jesús, lo que provocó que el color de la piedra se volviera completamente blanca. Son muchas mujeres, tanto cristianas como musulmanas, las que acuden a este lugar para ser tocadas por la varita mágica de la fertilidad. Actualmente es el segundo lugar más visitado de Belén.
Las últimas horas de la tarde, cuando aún quedaban hálitos de luz suficientes para irnos a dar una buena vuelta, retomamos el sendero de los zocos que se aglutinan a partir de la Mezquita de Omar. Nuestro objetivo no era más que meternos de lleno en aquel ambiente que se forma en Pablo VI y alrededores, además de perdernos por alguna callejuela cualquiera que nos dejara ver más allá de los tejados que cubren la colina sobre la que emerge Jerusalén. Porque es posible alcanzar el silencio y escuchar tan sólo el ruido de tus zapatos sobre el empedrado y asomarse a improvisados balcones callejeros desde los que las vistas son más que sugerentes.
En los rincones más solitarios aumentan los símbolos yihadistas ya sea por medio de grafittis o de las fotos empapeladas. Se observa algún disparo que se ha perdido en el muro de una casa como un resto de Intifadas pasadas. Esa es una postal que poco tiene que ver con el niño Jesús y el portal de Belén que muchos se limitan a ver. Son muestras de una calma tensa, de apariencias indisimulables y de que a pocos kilómetros hay un muro que separa y que divide esta tierra en dos mundos enfrentados de forma visceral. Porque el Muro de las lamentaciones se encuentra a diez u once kilómetros como mucho de allí. Y la sensación que uno tiene es de que está a cinco mil. Ese no asumir la realidad la tuve tanto en Palestina como en Jerusalén, o en Tel Aviv días después. Que poco o nada tienen que ver entre sí. Y es que es curioso cómo las ideologías se separan con mucha más fuerza que los propios límites geográficos.
Todo el mundo sabe lo que dicen los evangelios en torno a que en Belén nació Jesús pero no tantos conocen que esa ciudad también vio nacer al Rey David. Las profecías mesiánicas en la Biblia son evidentes al respecto de ambos personajes separados más de mil años en el tiempo. «Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño.» (Migueas 5:2). Obviamente según los cristianos esta profecía tiene que ver con Jesucristo mientras que para los judíos es una clara referencia a su gran Rey.
En Belén, por la importancia religiosa que tiene, se notan las manos venidas de fuera a ayudar. Así hay numerosas calles y fachadas que han tenido importantes arreglos subvencionados por instituciones públicas y privadas tanto europeas como estadounidenses. Claros ejemplos son Manger Square, los comienzos de la calle de Pablo VI o la Calle de la Estrella, que por lo que nos enteramos, fue restaurada con fondos de la Cooperación española.
Seguimos la Calle Pablo VI hasta sus límites en la Iglesia de la Sagrada Familia, justo donde sobresale una rotonda con mucho ajetreo en cuyas proximidades se agrupan los taxis compartidos que trasladan pasajeros al checkpoint con Jerusalén, a Beit Jala o a Hebrón. Los coches y los peatones comparten espacio con los puestos callejeros, muchos de ellos cuyo fondo no es otro que el asfalto de la carretera. Banderas y carteles nos recordaban las inminentes elecciones al Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, donde nuevamente Al-Fatah era la favorita indiscutible en Cisjordania.
El mercado callejero nos volvió a atrapar igual que por la mañana. Múltiples escenas que marcan la cotidianeidad de la ciudad se abalanzaron ante nuestros ojos en las formas geométricas blancas, negras y rojas de pañuelos cubriendo las cabezas de los hombres y en los andares renqueantes y abastonados. Me sentí absolutamente feliz de estar allí y de compartir esos instantes de suma normalidad que continúan despertándome curiosidad enfermiza y atrayente como el primer día.
La noche se hizo realidad a la las cuatro y media, hora a la que nos tenía acostumbrados a recibir en Tierra Santa. Las luces de Navidad alumbraban calles, plazas y edificios importantes. Aprovechamos para hacer algunas compras que ambos queríamos. Yo no soy muy amigo de traerme cosas de los viajes más allá de las fotografías hechas o alguna camiseta de recuerdo, pero tenía especial ilusión en llevar a casa un Belén… de Belén. ¿Dónde mejor si no? Al final conseguí uno a un precio asequible en una tienda que había en Manger Square. Mi única compra junto a la del pañuelo palestino de Jericó. Únicamente eso era lo que quería y eso fue lo que se volvió conmigo en la maleta.
Nos conectamos a internet para dejar algún mensaje en la web a los lectores diciendo lo bien que estábamos y lo encantados que estábamos con el viaje:
Hola de nuevo, amigos. Os escribimos desde tierras palestinas, más concretamente desde Belén. Ahora que estamos a dos semanas justas de la Navidad este sitio se hace especial. La Iglesia de la Natividad es de las mas antiguas del mundo y nos ha parecido probablemente la mas bonita que hemos visto por aquí. Palestina es otro mundo completamente distinto. Separado de Israel por un muro uno se encuentra mil curiosidades y mil historias que hacen pensar que el conflicto no tiene solución en muuucho tiempo.
Hace dos días estuvimos en el Mar Muerto y en las ruinas de Masada, que nos gustaron. Ayer pasamos a Qumrán, donde se encontraron los celebres manuscritos del Mar Muerto en tinajas. Después marchamos a Jericó…haciendo autostop, algo que a mi Rebequita no le hizo demasiada gracia. Pero salió todo fenomenal. Los palestinos son muy amables con nosotros. Tienen un feeling especial con los españoles a quienes nos consideran sus hermanos.
Estamos improvisando un poco los planes, pero esta yéndonos muy bien. Mañana vamos a Hebrón, el lugar de Cisjordania donde mas se siente el conflicto. Tengo tantas cosas que contaros!!!
Un beso fuerte de Rebeca y mío,
Sele & Rebe
Y durante esta noche de luces de Navidad calmamos el frío entrante con un té a la menta en un café en el que había tres españoles charlando animadamente. Fueron los primeros que vimos en Palestina. Y serían los únicos. Escuchar hablar castellano en un lugar así te transporta durante un rato al bar de tu barrio y te hace pensar que quizás no estés tan lejos. Aunque realmente sí que lo estás.
El jueves se consumió tan rápido como aquel té. Habíamos pasado un día enorme pero aún nos quedaba por vivir uno de los puntos más calientes del viaje, Hebrón. Había leído tanto al respecto que era algo que tenía que ver con mis propios ojos. Como fuera…
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
3 Respuestas a “Crónicas de Tierra Santa (6): Campanas de Belén”
Aún recuerdo a nuestro taxista Wallid que con apenas veinti poco años aparentaba treinta y muchos jejeje. Me emocionó mucho estar en Belem en Navidad, ese lugar que tanto oímos en los villancicos…»Hacia Belen va una burra ring ring»…ummm…quien era la burra en este caso…mejor no digo nada…
Hola Sele,
Me ha gustado pasear por Belén, y si vuelvo a Israel, me gustaría ir. El lado amargo de este relato es ver ese pedazo de muro, que más parece una cárcel y que todos sabemos que seguirá ahí.
Bonito recuerdo traerse un belén de Belén.
Un beso.
Madre mía, qué pasada de relatos. No nos iremos contigo de viaje, pero desde luego, nos haces vivir cada lugar como si hubieramos estado.
Bueno, bueno…a ver ese destino sorpresa hacia donde será?…