Crónicas de un viaje a Bulgaria y Macedonia: Capítulo Final

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Crónicas de un viaje a Bulgaria y Macedonia: Capítulo Final

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13 de noviembre: RUTA IMPROVISADA POR LA MACEDONIA MENOS CONOCIDA

Si algo me llamaba la atención de Macedonia, además de Ohrid, era que no fuera un país demasiado transitado, que salvo la excepción del gran lago, no existiera un desarrollo turístico importante que al fin y al cabo terminara robando poco a poco su personalidad. Me gusta sentirme foráneo cuando viajo, tocar lo intocable, utilizar senderos solitarios y, si es posible, observar lugares no descritos con demasía ni retratados hasta la saciedad para relleno de guías, revistas o páginas de internet. Actualmente intentar hacer eso en Europa es casi un imposible, pero aunque no lo parezca, aún quedan países y regiones en los que no hay más huellas que las de sus habitantes y no existe la costumbre de recibir turistas salvo un número ínfimo de viajeros independientes que buscan lo mismo, adentrarse en lugares auténticos. Por fortuna la pequeña Macedonia es una de muy pocos y, debido a su milagrosa existencia, sus particularidades religiosas, étnicas e históricas, y su condición de no concurrida, valía la pena dedicarle una jornada más y recorrer en coche sus estrechas carreteras entre montañas, valles y pueblos perdidos.

Regresar a Skopje por la vía rápida estaba descartado completamente. Mucho mejor era hacerlo de forma lenta, deteniendo la marcha las veces que hiciera falta y dando tantos rodeos como quisiéramos por esos lugares no tan conocidos pero a la vez tan especiales. De esa forma ciertos nombres que hasta la fecha no había ni oído siquiera mencionar se hicieron reales y, algunos de ellos tenían guardadas bonitas sorpresas. Transitar por esa Macedonia anónima era, sin duda, cerrar el viaje a lo grande.

HOJA DE RUTA

El día anterior habíamos cerrado con Naum, el taxista que nos había llevado precisamente al Monasterio de su santo, Sveti Naum, un ambicioso recorrido de una jornada completa por 100 euros (gasolina incluída). Aunque en los últimos días había tratado de empaparme con guías y folletos de qué podía dar de sí el flanco oeste de Macedonia, la realidad sólo la íbamos a conocer sobre la marcha. La ruta mezcló ciertos lugares anotados junto a otros que aportaría el propio Naum y con más en los que ellos mismos nos harían detener el vehículo-taxi de color azul y blanco.

El itinerario final sería el que os muestro en siguiente mapa:

Partiríamos de Ohrid y dedicaríamos la jornada a:

+ Sruga: Antiquísima ciudad junto al Lago que absorbe lo que Ohrid no puede, sobre todo en verano.

+ Vevčani: Poco más de 2000 habitantes en una sorprendente y autoproclamada República.

+ Convento de Rajčica: Junto a Debar, este convento nos abrió sus puertas durante unos minutos. Aquí no suelen venir turistas.

+ Monasterio Sveti Jovan Bigorski: Nuestra primera parada en el Mavrovo National Park fue un espectacular monasterio sujeto a la montaña.

+ Lago Mavrovo: Las aguas de este lago artificial bañan uno de los pocos Parques Nacionales con que cuenta Macedonia.

+ Tetovo: Aquí se encuentra la Mezquita más hermosa de Macedonia, con diferencia.

+ Skopje: Fin de fiesta. Nuestra última cena (y denares) antes de regresar a casa.

Y entre medias quedarían escenas, paisajes, pueblos y personas con los que nos iríamos encontrando. Subamos pues a ese taxi…

09:00 HORAS. MACEDONIA OESTE NOS ESPERA

La luz tenue de un Sol naciendo a orillas del lago nos fue despertando poco a poco. Entreabríamos nuestros párpados como podíamos y por cada vez que lo hacíamos, el agua era de un color distinto. ¡Qué manera tan hermosa de amanecer! Sólo por ese desperece matutino compensaba cualquier viaje hasta allí. Creo que uno de los mayores placeres de la vida es levantarse sin despertador, muy poco a poco. Si ya se tiene la cama mirando a un lugar tan maravilloso como el Lago Ohrid, el gustazo es de aúpa.

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Recogimos el equipaje, sabiendo que era la última vez que lo haríamos hasta llegar a Madrid en poco más de un día, pero con muchísimas ganas de vivir lo que aún nos quedaba, que no era poco. Desayunamos muy bien y de forma tranquila, la justa para estar a las nueve en punto a las puertas del hotel, ya que Naum nos esperaría allí mismo a esa hora.

9:00 de la mañana, salida del Villa Denarius, Naum con una sonrisa espléndida y el maletero del taxi abierto. Era momento de iniciar la marcha y decidir cuál iba a ser nuestra primera parada en el itinerario. Lo más lógico es que fuera Struga porque era lo teníamos más, justo e la orilla norte del lago. No parecía que nos fuera a llevar demasiado tiempo porque no es una ciudad que presuma de tener demasiados atractivos pero sí que había interés en verla, aunque fuera por encima, durante el primer tramo de la mañana.

PRIMERA ESTACIÓN: STRUGA

Una vez hechos los 14 kilómetros que separan Ohrid de Struga supimos que ésta no iba a ser muy allá. Las calles escondían casas y edificios con escaso encanto y había cierto olor a tubo de escape. En general la ciudades macedonias, salvo la propia Ohrid, no son demasiado bonitas ya que la mayoría han pasado por el tamiz primero de la guerra y después del comunismo, que en esta y otras regiones eso de cuidar la estética no estaba muy en boga. Hicimos que Naum nos acercara hasta el nacimiento del Río Drin Negro en el propio Lago y ahí camináramos a nuestras anchas por lo que se supone la zona más atractiva de la ciudad. Entonces nuestra perspectiva cambió porque cualquier fealdad quedó atrás cuando volvimos a tener a nuestro lado las aguas del gran Lago Ohrid que, en la propia Struga, también es el protagonista y, yo diría que, su razón de ser.

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P1180101A partir de esa vertiente de la orilla de Struga iniciamos un seguimiento al curso inicial del Río Drin (Crn Drim), cuyo apellido «Negro» le venía al pelo porque ese es el tono precisamente de sus aguas en esta zona. El Drin atraviesa Macedonia hasta que se junta con su hermano «Drin Blanco» en el Gran Río Drin que va a morir al Adriático albanés. Caminamos durante varios minutos bajo la atenta mirada de algún que otro paseante local que se lanzó a preguntar de dónde éramos y, lo más importante, cuál era nuestro equipo de fútbol. Porque ya se sabe que hay cosas que se repiten una y otra vez sin importar en qué lugar del mundo te encuentres en ese momento. Which country? Football team? unos clásicos básicos.

Struga (en macedonio y cirílico Струга), aunque ha estado largamente habitada, no posee demasiados rastros de su Historia. Con Ohrid yo diría que no comparte más que las aguas del lago y poco más. En verano sí está concurrida tanto por el turismo local y extranjero que no encuentra plaza en la ciudad vecina y quiere disfrutar del relax de algunas de las playas lacustres con que cuenta la propia Struga. Además es un centro comercial realmente amplio, con un buen número de calles cerradas al tráfico donde sólo hay espacio para el peatón, los bares, restaurantes y tiendas. Para verlo nos bastó con atravesar el tercer puente (desde extremo sur del río) y penetrar en una animadísima Avenida del Mariscal Tito.

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En realidad Struga es una suplente menos glamorosa de Ohrid que también cuenta con hoteles y restaurantes para el acoplamiento de turistas. Pero no había opción para encontrarse con ellos en pleno noviembre, por muy espectacular que fuera el tiempo que nos estuviera haciendo. La gente que iba de compras o seP1180104 tomaba un café en una terraza era de allí y lo que hacía era disfrutar de un mañana de sábado fantástica. Sí que advertimos una buena mezcla musulmana y cristiana aunque ese lado de la avenida fuese mucho más occidental que su opuesto, al que también pasaríamos después de ir a ver la Iglesia de San Jorge (Sveti Gjorgi). Este era el único monumento mínimamente reseñable que apuntaba la Guía Bradt que llevábamos con nosotros. Aunque su construcción fue en el Siglo XIX, está levantada sobre otras anteriores de los que hay restos en forma de frescos y mosaicos pertenecientes incluso al momento en que Struga así como toda la región formaba parte del Imperio Búlgaro. La novísima fachada no debe llevar a engaño, porque es en el interior (casi en el subsuelo) el que mantiene un tanto la decencia artística. Nos pareció realmente oscura aunque sí se apreciaba la presencia de interesantes frescos e iconos propios del cristianismo ortodoxo.

Al otro lado del puente que habíamos utilizado para ir a la Avenida del Mariscal Tito el aspecto era otro. La separación entre el lado cristiano y el musulmán es más notable cuando se supera la antiestética y hormigonada Plaza de la Revolución. Aquí nos fue posible fotografiar una estatua de la Madre Teresa de Calcuta rezando hacia el minarete de una mezquita que hay más atrás. Dos símbolos, dos mundos…a pocos metros de distancia.

Struga no dio para más. Simplemente fue una parada sin relevancia ni trascendencia alguna, pero que nos sirvió para seguir conociendo las escenas urbanas más cotidianas de lugares para nada conocidos. En Macedonia hay bizarrismo municipal para rato. Y no habíamos hecho más que comenzar la ruta…

BIENVENIDOS A LA REPÚBLICA DE VEVČANI

A 14 kilómetros al norte de Struga, desviándonos por una carretera bastante estrecha y llena de curvas, nos dirigimos a una de las más interesantes curiosidades con que me he encontrado nunca. ¿O no os resultaría extraño que un pueblo no muy grande, de no más de dos mil habitantes, tuviera pasaporte propio? Esto en Vevčani (pronunciado Vevchani) es una mezcla de realidad y de comicidad, aunque en el conglomerado de naciones de la Península de los Balcanes un detalle como tal pase casi desapercibido. Como amante de las rarezas la posibilidad de perdérnoslo no cabía en mi cabeza, por lo que le pedí a Naum nos acercara hasta allí y pudiéramos comprender y corroborar cuál es la verdadera historia de todo aquello.

El coche, entonces, se adentró en un pueblo en cuesta, ya que permacece al amparo de una colina escarpada de esas que a los aficionados al trekking gustan tanto. Las casas eran robustas, de piedra. En los balcones y ventanales tenían secando pimientos rojos. Por la calle algún aldeano ya entrado en la vejez paseaba mientras trataba de adivinar quiénes estábamos al otro lado del cristal. En realidad todo normal, un pueblo más de los muchos en los que hemos estado infinidad de veces. Pero la extravagancia de Vevčani no está en su arquitectura, sus iglesias o su magnífico entorno natural.

Vevčani es un producto más de la Historia de la Ex-Yugoslavia. En 1987, pocos años antes de que se iniciara la guerra que fraccionó los Balcanes en pedacitos, los políticos planearon llevar el agua de los manantiales del pueblo hasta la ciudad de Struga. Decisión que enervó a los habitantes de Vevčani quienes consideraron que no se les había tenido en cuenta. Dicho desaire, sumado al ambiente pre-bélico, alteró los ánimos en este lugar tan próximo a la frontera albanesa. El plan de los mandamases de la localidad se iba a servir en plato frío y de forma absolutamente pacífica. En el 93, cuando varias Repúblicas ex-yugoslavas ya habían florecido como nuevos Estados reconocidos (Eslovenia, Croacia, Bosnia o la propia Macedonia), Vevčani quiso pescar en río revuelto para intentar convertirse en una República Independiente mediante un Referendum que dejó unos resultados próximos al 100% de SÍ A LA INDEPENDENCIA. Rápidamente se acuñó moneda, se realizaron pasaportes, se cosieron los uniformes policiales con el nuevo escudo del Estado y se asumió que ser el país más pequeño del mundo podía ser beneficioso para sus intereses. Pero en ningún modo se tomó en serio por parte de Macedonia que jamás aprobaría la pérdida de territorio de la forma en que se había realizado. Todo no era más que una pantomima, una forma de llamar la atención y un «a ver si cuela» en tiempos revueltos.

En Vevčani su reciente pasado tiene aún mucho peso y más de un curioso como nosotros se ha acercado hasta allí por este hecho. El olor a pan recién horneado, a pino y a leña amontonada contextualizaba este delicioso espacio rural. Dimos un pequeño paseo por sus calles e insistimos con un vecino, y la ayuda del gran Naum ejerciendo como traductor, en la posibilidad de conseguir dos pasaportes de esta peculiar «República». Tenía entendido que se seguían emitiendo ejemplares de los mismos de cara a ser la condición sine qua non para disfrutar de los fastuosísimos carnavales que se celebran todos los 13 y 14 de enero, coincidiendo con inicio del nuevo año ortodoxo. Y por eso no queríamos marcharnos sin adquirir tan insigne documento que, por otra parte, carece de cualquier valor legal. Cuando parecía que no tenían de más y nos íbamos de vacío, un hombre bajó de su casa con nuestros dos pasaportes, por los que pagamos un total de 400 denares (aprox 5 euros). ¡Ya teníamos la ciudadanía de la República de Vevčani!

Desde entonces sé con seguridad que no me iré de este mundo sin participar en los Carnavales de esta localidad, los más célebres y más antiguos de Macedonia y, probablemente, de la Península de los Balcanes. Desde hace 1400 años se han celebrado estos festejos de forma ininterrumpida, hubiera peste, guerras o temporales. Su fiesta, más pagana que cristiana, hace que todos se disfracen de demonios, monstruos y muertos vivientes, y que incluso paseen tumbas vacías en fantasmales coches fúnebres. Piensan que la mejor forma de expulsar al Demonio y a los malos espíritus es mimetizarse como tales y demostrar que no se les tiene ningún miedo. Por ello cada 13-14 de enero un pueblo tremendamente participativo (nadie se queda en casa) acoge a miles de invitados de todos los países del entorno. Sólo es necesario un salvoconducto, ser ciudadano de Vevčani y demostarlo con el pasaporte «oficial» correspondiente. Rebeca y yo ya no tenemos excusa…

Además, otro motivo para no pasar por alto esta zona es la red de senderos que recorren la montaña y los riquísimos manantiales de agua cristalina que esparcen sus aguas en un tapiz verde y frondoso. Basta con llegar al final del pueblo en sentido subida y gozar de un aire puro extraordinario y relajarse con sólo escuchar estremecerse a los arroyuelos y cascadas. De tan ricas que son, los ciudadanos de Vevčani pidieron la independencia cuando vieron que se las amenazaba. Por algo será, ¿no?

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UNA PEQUEÑA SORPRESA JUNTO A DEBAR

Regresamos nuevamente a la carretera para continuar nuestro trayecto buscando el norte del país, el cual aún nos quedaba algo lejos. Fuimos dando de lado dos enormes lagos artificiales como son el Globočka y el Debar respectivamente, que forman parte del curso del Drin Negro antes de juntarse con el blanco. Albania se nos iba quedando en el costado izquierdo y los pueblos por los que pasábamos eran más albaneses que macedonios. Las banderas rojas de águilas bicéfalas y los carteles estaban escritos predominantemente en albanés. Este área fronteriza es de influencia albanesa totalmente – nos decía Naum. Y volvía haber cierta mezcolanza religiosa porque cada vez teníamos a la vista un mayor número de minaretes.

Debar (a 67 km. de Ohrid y aprox. a 39 km de Vevčani ), ciudad casi más albanesa que macedonia, cuenta con bastante importancia en la región, aunque ciertamente es un lugar que no ha sabido aprovechar del todo sus recursos naturales. Probablemente sea una de las más pobres del país. Tiene cerca de 20.000 habitantes con un sentimiento mayoritario albanés e históricamente ha estado envuelta en guerras que le han hecho pertenecer a distintos territorios, naciones y supranaciones. Este gen albanés incluso nos lleva de nuevo a Skenderbeg, el gran héroe nacional que mantuvo una gran pugna con los otomanos, y cuya estatua preside uno de los rincones más emblemáticos de la ciudad. Pero la inestabilidad política y, quizás, no estar implicada del todo en el nuevo orden que lleva la región desde los noventa, la convierten en una de las ciudades más pobres del país, a pesar de contar con una importantísima fuente de energía como es el Pantano de Debar.

Debar, con sus larguísimos minaretes blancos rompiendo la moldura de las montañas, es en cierto modo Albania. De hecho algunos de los fundadores del Estado actual y que firmaron la Declaración de Independencia albanesa nacieron en esta ciudad.

Interés turístico como tal no tiene, aunque sí es una buena toma de contacto a la situación especial de la región. P1180126Aunque a las afueras sí merece la pena detenerse en el Monasterio de Rajčica, o mejor dicho, convento, dedicado a San Jorge el Victorioso (Manastir Rajčica – crkva Sveti Gjorgi Pobedonosec, en cirílico Манастир Рајчица – црква Свети Ѓорги Победоносец). Se asoma al inmenso y azul Lago Debar y cuenta con una iglesita del Siglo XIX (construida sobre otra del XVI y a su vez esta del XI) con unos frescos espectaculares. Naum en realidad se detuvo allí pensando que era el Monasterio de Sveti Jovan Bigorski, pero estaba confundido ya que éste se situaba bastante más lejos de donde nos encontrábamos. Pero por contra nos sirvió para estar casi a solas en el convento (nos abrió una monja con hábito color negro) y disfrutar tranquilamente de su ubicación privilegiada en un promontorio que salva el Lago Debar.

El interior de la iglesia de San Jorge el Victorioso es magnífico por la extraordinaria calidad de sus frescos, el color que se desprende de los mismos y la Paz que ofrece quizás por no tener demasiadas visitas o estar casi al ras del Lago Debar.

Entramos pensando que era otro, pero realmente fue toda una sorpresa este lugar en el que las monjas aprovechaban el Sol espléndido que hacía para tender las sábanas y regalarles el perfume de un aire tan puro.

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Así que sin apenas darnos cuenta encontramos un bonito lugar…por pura casualidad.

EL MONASTERIO-FORTALEZA DE SVETI JOVAN BIGORSKI

Dado que aquel no era el Monasterio de San Juan Evangelista (Manastir Sv. Jovan Bigorski – МанастирСвети Јован Бигорски) insistimos en llegar hasta él. Naum se había confundido (para bien) al no haber estado nunca allí y porque la guía nos llevó a equívoco situando este lugar casi a las afueras de Debar, cuando en realidad se encuentra a 20 kilómetros de carretera más o menos complicada (no por el asfalto sino por sus curvas y estrecheces). Al menos media hora más necesitaríamos para alcanzar dicho Monasterio, teniendo que adentrarnos de lleno en el Parque Nacional Mavrovo por la carretera que une Debar con Gostivar. El viaje hasta allí es excitante y transcurre entre pedregosas montañas que dan sombra a un amplio terreno arbolado, cobijo de linces balcánicos, lobos, rebecos, muflones y otros animales que habitan uno de los pocos bosques vírgenes que quedan en el continente europeo.

Tardamos más de media hora en hacer los 20 km de trayecto. Nos dimos cuenta de nuestra llegada gracias a un cartel que advertía que debíamos desviarnos a la derecha. Ascendimos una cuesta de impresión dado que el Monasterio Sv. Jovan Bigorski se encuentra encajonado en la montaña, como si de un balcón natural se tratara. Y entonces por fín tocamos las puertas del que más que un lugar de confinamiento de religiosos parecía el castillo del Rey Arturo.

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Hay quien encuentra similitudes entre este Monasterio y el mítico Monte Athos, por su situación estratégica, su aspecto de fortaleza y por estar compuesto por numerosos edificios. Una vista aérea puede dar la razón a estas teorías, aunque bien es cierto que Sv. Jovan Bigorski tiene una escala mucho más reducida que la de su hermano griego. En lo que sí coinciden prácticamente es en su edad de fundación. La comunidad monástica de San Juan Evangelista comenzó a rodar en torno al 1020, medio siglo después de que arrancara los motores su homólogo griego. Sea como fuere, cruzar los muros de este monasterio es otro de esos ejercicios recurrentes en lo más profundo de los Balcanes consistentes en dar marcha atrás al reloj minutos, horas, días…e incluso unos cuantos cientos de años.

Tras sortear algún pavo real con intenciones suicidas y pagar 120 MKD (aprox 2€) por un ticket de entrada nos revolvimos en esta mini-ciudad que cuenta con un milenio de vida, aunque ha tenido que resurgir de sus cenizas en no pocas ocasiones. De hecho a nuestra llegada nos encontramos con un área que había sido devorado por las llamas el año anterior y en el que estaban trabajando para rehabilitarlo cuanto antes. A diferencia de otros monumentos macedonios, tenían carteles explicativos en inglés que ayudaban a comprender la Historia de este monasterio tan «perdido de la mano de Dios» como diría mi abuela si viviera. Continuando con la dinámica habitual de toda la semana, no hallamos el más mínimo rastro de turistas. Tan sólo unos pocos feligreses se encontraban en las dependencias monásticas avivando las llamas de unas velas largas y delgadas como dedos de esqueleto.

Poder vivir este tipo de cosas sin ser cegado con las cámaras fotográficas de un grupo organizado de coreanos con visera y tener nulas posibilidades de encontrarte con tu vecino del quinto es, sin duda, un aliciente para no posponer un viaje a estas tierras. Bromas aparte, como ya he comentando en varias ocasiones a lo largo de estas Crónicas de un viaje a Bulgaria y Macedonia, muchos de los lugares que visitamos aún no han sido tomados por el turismo de masas y pueden conocerse prácticamente en la intimidad, en su realidad y su rutina, no trastocadas aún por el business de las agencias de viajes. Ese es, según mi opinión, el motivo más notable para dejarse caer por aquí. Antes de que el euro llegue y arrase con todo, nos quedan imágenes inolvidables de esta Fortaleza de la Fe, tan escondida como inexpugnable.

De Sv. Jovan Bigorski no hay que perderse nada, por supuesto. Y mucho menos la iglesia, que posee uno de los iconostasios más preciados de todo el país. Los artesanos que trabajaron en él labraron la madera con maestría y realizaron pinturas de una calidad artística extraordinaria. Seis hileras de imágenes con nada menos que medio millar de personajes (ellos mismos también aparecen retratados) y en torno a doscientos animales (un Arca de Noé al completo!), todos ellos protagonistas de los escritos del Viejo y el Nuevo Testamento. Este interior fue de los pocos que se me resistió para tomar una foto (sin flash, por supuesto) porque se encontraba bien vigilado. Tuve que conformarme con poder traer de vuelta las imágenes de las paredes de esta iglesia a la que se accede subiendo unas escalera y que, a diferencia de otras, no se hallaba en el subsuelo.

La iglesia conserva un icono milenario de San Juan Evangelista al que los ortodoxos macedonios atribuyen un gran poder. Por eso el Monasterio de Sveti Jovan Bigorski es uno de los más apreciados por los cristianos de este país quienes se volcaron en la recaudación de fondos para arreglar los desperfectos ocasionados por el último incendio. En cierto modo parte de su alma está ahí dentro.

POR MAVROVO HASTA EL LAGO DEL MISMO NOMBRE

Dijimos adiós al fabuloso monasterio y continuamos atravesando de sur a norte el Mavrovo National Park. Las montañas casi se zambullían en la carretera, a la misma velocidad que el arroyo que nos habíamos propuesto seguir hasta el final. El otoño tan suave que estábamos teniendo se había ocupado de amarillear y secar las copas de los árboles, aunque poco había podido hacer con la infinita sucesión de colinas rocosas. En este tramo la calidad del asfalto quedó bajo mínimos y el traqueteo del coche fue aligerado con un casette de canciones italianas que Naum había tenido a bien compartir con nosotros. «Il Mondo» de Jimmy Fontana o «Gloria» de Umberto Tozzi se mezclaron con el sonido del viento que removía las hojas y se peleaba con mi mano que asomaba por fuera de la ventanilla.

Era imposible no dejar de tararear estos clásicos mientras mirábamos el azul de este cielo de sábado y pensábamos en que los viajes son tan maravillosos como perecederos. Al igual que las hojas de todos esos árboles que dejábamos atrás, nuestras vivencias en suelo búlgaro y macedonio se veían destinadas a caducar, a caerse y formar parte de los recuerdos. En realidad cada segundo que pasa queda atrás, aunque gracias a que los exprimimos al máximo, terminan siendo el impulso a todo lo que nos queda por vivir. Pero el tiempo…ay el tiempo, qué rápido nos trae los buenos momentos y qué lentos hace los menos buenos. Dichoso sea!

De pronto, el azul de aquel arroyuelo que sorteaba las rocas se expandió hasta formar una alfombra de agua gigantesca. Al igual que el de Debar es uno de lo Lagos Artificiales de Macedonia, pero éste se ha incorporado al paisaje como si formara parte de él desde siempre. Posee 12 kilómetros de largo y en los tramos más anchos llega a tener 3 kilómetros de un extremo a otro. Justo en el lado de la presa, nos bajamos para verlo más tranquilamente y tomar alguna que otra fotografía y nos pasó algo realmente curioso. Apareció un hombre de unos sesenta años, correctamente uniformado y con un walkie talkie en la mano derecha y una pistola enfundada en la cintura. Se acercó a nosotros y después de dedicarnos una mirada de desprecio comenzó a hablar con Naum. Mantuvo la conversación en voz alta ante nuestro conductor que trataba de sofocar los ánimos de aquel hombre que debía ser el vigilante de la presa.

Al parecer habíamos tomado fotografías de una zona en la que estaba completamente prohibido hacerlo, puesto que la presa era de gestión privada y el vigilante tenía órdenes expresas de prohibir el uso de cámaras en todo el recinto. Le explicamos, con Naum como traductor, que nuestra intención era sacar fotos panorámicas del lago y no de la presa, e incrédulo nos exigió dejarle ver dichas fotografías. No me gustó para nada tener que hacer dicha demostración pero quería evitar un posible lío o malentendido y que se fuera de una vez. Cuando terminó la exhaustiva revisión fotográfica se interesó en saber de dónde éramos. Y vaya dónde nos llevó la pregunta. Porque aquel hombre era un convencido de la Yugoslavia de antes y nos recordó con cierta irritación que  un español como Javier Solana cuando presidía la OTAN ordenó el bombardeo de Belgrado durante la Guerra de Kosovo. Repartió para todos los lados y se calmó un poco cuando le dimos un poco de conversación futbolística para que se olvidara de politiqueos y no se alterara tanto. Finalmente nos despidió reprendiéndonos nuevamente  por «tomar fotos» donde no debíamos. Al entrar de nuevo al coche Naum nos dijo que este hombre era un loco afín al régimen de Slobodan Milosevic al que no había que hacer mucho caso para no tener problemas.

Abandonamos Mavrovo y atrás quedaron las montañas. Un llano en el horizonte nos mostró las siluetas de los edificios de Gostivar, una de las ciudades más grandes de Macedonia. Allí las soledades que venían de Ohrid se tornaron en vehículos y más vehículos. Empezábamos a arribar a la región norte, y esta es la más poblada con diferencia de todo el país. Nuestro siguiente objetivo (y último) era la ciudad de Tetovo, y desde Gostivar llegamos a ésta en cuestión de minutos gracias a la novísima autovía que comunica ambas.

TETOVO ESCONDÍA EL ÚLTIMO TESORO DE COLORES

¿Pero qué demonios tiene Tetovo? podría preguntarse cualquiera o incluso yo mismo en el momento en el que el coche se internaba por las calles de humo y edificios terroríficos de ladrillos y rejas oxidadas, sin ningún orden ni concierto. Si no fuera por la impresionante Montaña de Šar alzándose en el costado no habría paréntesis alguno a la  falta de armonía urbana que traen el caos arquitectónico, el tráfico odioso, los carteles ridículos de políticos trasnochados y la basura esparcida. Aunque cabía dar una oportunidad a esta ciudad porque sería un ejemplo de lo que siempre digo que hasta en lo más inmundo brillan auténticas pepitas de oro. Sólo hay que salir a buscarlas y ser pacientes. Porque si en los viajes uno se vuelve impaciente, se llevará una decepción tras otra. Y para decepcionarse lo mejor es quedarse en casa y no gastar dinero.

Tetovo, cuyo nombre induce a pensar más en unos senos que en lo que viene a decir realmente: «el lugar de Teto», héroe local que libró a la ciudad de una plaga P1180193de serpientes, es actualmente el municipio más albanés y más musulmán de Macedonia. Florecido durante el Imperio otomano y traído a malas en las interminables guerras balcánicas del pasado siglo en el que se convirtió en un juguete de Albania, Serbia y Macedonia tanto juntos como separados y revueltos, vivió uno de sus últimos episodios en el conflicto bélico entre servios y kosovares. Debido a su cercanía con la difícil frontera, Tetovo acogió a grupos de refugiados y soldados albanokosovares y fue una de las sedes más importantes de la OTAN durante la contienda. De hecho el fuego de las balas y las bombas se acercó tanto a Tetovo que sobrepasó la línea, dejando tras de sí un número importante de números y heridos. Pero la intranquilidad no se terminó con Kosovo sino que el enfrentamiento real que hay entre macedonios y albaneses ha dado más de un problema con tintes pre-bélicos y los ciudadanos ya se han acostumbrado a vivir en un polvorín. Si no fuera poco, la Mafia albanokosovar tiene aquí bastante influencia en el devenir de la ciudad.

Pero a priori no parecíamos estar en un lugar tan complicado. Muy al contrario (y como suele pasar siempre), la gente fue amabilísima con nosotros ayudándonos a encontrar lo que buscábamos. Nosotros percibimos un ambiente bastante tranquilo. Quizás porque las noticias de fuera tienden a crear una serie de prejuicios que muchos llevarían a catalogar a Tetovo del mismísimo infierno. Nada más lejos de la realidad (en cuanto ambiente no en cuanto a estética).

Los edificios de ladrillo sin pintar y los puestos ambulantes de chatarra no ayudan a engalanar esta ciudad, pero siempre hay excepciones, como el Monasterio Bektashi (Harabati Baba Tekke) que agrupa en comunidad a los famosos derviches, que son una cofradía musulmana sufí procedentes de Turquía. A muchos les sonarán por sus danzas giratorias con las que alcanzan el éxtasis (particulares de los Mevlavi turcos). Los de Tetovo son Bektashi, que es otra rama del dervichismo, aunque conserva las mismas ideas de servir a Alá bajo un prisma más humilde, prescindiendo de las posesiones materiales. Formarían algo así como un ascetismo musulmán. De hecho la palabra «derviche» en persa significa «mendigo», una palabra implícita a este grupo, en ocasiones denostado por algunas naciones que les tachan de secta.

Harabati Baba Tekke se desarrolló tal como vemos ahora en el Siglo XVIII, aunque su origen procede probablemente de dos siglos antes cuando Sersem Ali Baba, un Visir de Suleimán el Magnífico (S. XVI) abandonó sus mandato para convertirse en derviche y fundar un tekke (algo así como un monasterio y centro de enseñanza). De hecho Sersem significa «Loco», apelativo que, al parecer, le dedicó el propio Suleimán cuando Ali Baba le anunció su decisión.

El Tekke es bastante grande. Se compone de amplios jardines con pabellones que sirven para el estudio, la reflexión o el debate de los miembros de la comunidad. Pero no es como cabría imaginar un recinto musulmán antiguo porque ni la arquitectura ni la decoración tienen nada que ver con la de los monumentos otomanos existentes en Macedonia ni en otros países balcánicos. Más bien recuerda a la disposición de los jardines de algún templo del Lejano Oriente, pero con caserones recios, más europeizados.

A pesar de ser el más grande de los tekkes derviches en la Península de los Balcanes, tenía un aspecto algo descuidado. Se nota el peso de los enfrentamientos surgidos en 2002 cuando algunos miembros de la Organización Islámica de Macedonia entraron con sus armas para reclamar su uso como mezquita y no como monasterio derviche. Este brazo nacido del sufismo hace siglos está considerado como secta para muchos y, en el caso macedonio, el acoso y derribo a los mismos por parte de los radicales islámicos ha sido constante. De hecho en el año de la ocupación del tekke pusieron altavoces en una torre de piedra para llamar a la oración, como si fuese en sí una mezquita. Los derviches no encontraron demasiados apoyos gubernamentales puesto que la Organización Islámica de Macedonia tiene bastante poder, pero aún así muchos continúan viviendo allí, ignorando las amenazas día a día.

Estuvimos hablando unos minutos con un derviche de barba larga teñida por las canas que nos animó a recorrer las instalaciones. Nos mostró, entre otras cosas, el antiguo cementerio y las tumbas de los líderes de la comunidad, a la que no se le puede negar su fortaleza ante una mayoría que aboga porque se marchen de allí. A pesar de que esas tierras son suyas desde hace siglos, no se sienten respaldados, pero no piensan rendirse jamás.

Este lugar ciertamente requiere de cuidados y quizás esta batalla entre los ocupantes y los ocupados lo que hecho es envejecerle a pasos agigantados. Lástima de los pabellones vacíos y sucios, los jardines desaliñados y que tantas veces cueste convivir en Paz.

Reconozco que no estoy muy puesto en el dervichismo y que, salvo las danzas circulares de los turcos, desconozco muchas de sus ideas. Pero si mi amigo Jorge Sánchez, que los conoce bien porque ha convivido con ellos, tiene pensado firmar el último libro de su vida bajo el alias «El Derviche veloz», es que hay algo digno de descubrir en ellos.

Desde el tekke nos desplazamos, no sin dar varias vueltas por el caos urbano, hasta la joya entre la maleza de Tetovo. Llegamos a orillas del Río Pena (sí, habéis leído bien, Río Pena) donde tuvimos la suerte de ver de cerca la que para mí es sin discusión la Mezquita más hermosa de Macedonia. Su nombre (Šarena Džamija) nos da bastantes pistas de su suerte, ya que quiere decir «Mezquita pintada o de colores». Porque es precisamente la extraordinaria ornamentación pictórica la que le la convierte en un edificio musulmán distinto a todos los demás.

La Mezquita de colores de Tetovo se construyó en 1459 con la financiación de dos mujeres de la localidad. Pero sería casi cuatro siglos después, en 1833, cuando esta Mezquita cuadrada fue encontrada por un Pachá muy entusiasta con el arte que quiso restaurarla profundamente. Para ello atrajo a artesanos cristianos, acostumbrados a llevar a cabo trabajar en frescos para iglesias y monasterios, y les encomendó la tardea de decorar con dibujos y colores tanto los muros exteriores como interiores del templo musulmán. Para ello utilizaron nada más y nada menos que 30.000 huevos que necesitaron para mezclar la tierra y crear los colores presentes en el monumento: Amarillo, verde, negro, marrón café, rojo y ocre.

Se puede decir que este es un maravilloso ejemplo de arte eclesiástico y musulmán,una demostración clara de cómo en muchas ocasiones la mezcla, cuando hay voluntad, mejora el resultado. Y es que para mí el titular en una tierra cargada de conflictos étnicos y religiosos sería algo así como: «Los cristianos ornamentaron la el templo islámico más bello de Macedonia». Esa es la noticia con la que en muchas ocasiones deberíamos quedarnos. Que cuando se quiere, se puede.

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Y por cosas como aquella hicimos este viaje, recorriendo más y más kilómetros. Porque siempre quedan lugares que uno no ha escuchado hablar ni una sola vez y que no reciben la más mínima propaganda. Pero que dentro de ellos esconden maravillas de un valor incalculable esperando a ser descubiertas más allá de los límites de una ciudad o un país. Quien nos iba a decir que en Tetovo, a un pasito de Kosovo y al abrigo de una montaña inmensa veríamos una de las Mezquitas más bellas que existen y escucharíamos la oración proveniente de lo más alto de su minarete. Si ir hasta allá no estaba ni en lo más remoto de nuestros planes…

Con la luz menguando a pasos agigantados, tuvimos tiempo de cruzar el río y asomarnos a unos baños turcos tan antiguos como Šarena Džamija, pero con una nueva funcionalidad como es la de ser Galería de Arte.

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La última hora antes del anochecer la pasamos comiendo unas hamburguesas a 100 denares en un bar de la Plaza del Mariscal Tito, probablemente uno de los lugares más feos de Tetovo (y vaya si tiene donde elegir). Si su corazón urbano se asemeja a lo lo peor de muchos barrios problemáticos de la periferia de otras ciudades, ¿cómo sería lo demás? Aún así Rebeca y yo no pudimos evitar darnos una vuelta por la zona a ver el ambiente así como algunas tiendas con precios realmente bajos. Lo mejor de todo fue la gente mirándonos como si fuésemos unos extraterrestres que hubieran bajado del espacio. Debe ser que a Tetovo no debe ir mucha gente de fuera.

ÚLTIMO REMATE A ESTAS CRÓNICAS

Y en esa plaza inmunda llena de carteles y graffitis, de esa ciudad que parece no estar en ningún mapamundi, terminó virtualmente nuestro viaje. Aunque aún habría un largo camino de regreso, primero a Skopje, después a Sofia de noche y por último a Madrid en la mediodía de un domingo gris tanto en el cielo como en los ánimos. Pero realmente todo lo mejor se había acabado. A nadie que lo está pasando bien le gusta volverse. Justo cuando las cosas podían continuar hacia otros derroteros geográficos como Albania o Kosovo, en las que tengo un interés desmedido, abro los ojos y me despierto en mi cama de siempre, con el soniquete del despertador y un desayuno rápido esperándome antes de ir a trabajar al quinto pino. Las primeras horas aún estoy con el subidón del viaje, aunque basta que llegue el martes o el miércoles para bajar el telón definitivamente y que éste pase a ser un recuerdo maravilloso que no volverá. Creo que por eso escribo, para asegurarme de una forma u otra que no me voy a olvidar de lo que he vivido ni de cómo tomar el sendero hacia la felicidad.

Sólo espero hayáis disfrutado de este viaje tanto como lo hicimos Rebeca y yo. Por mi parte me queda daros las gracias por haber llegado hasta aquí y como siempre trato de deciros, que nunca desaparezcan vuestras ganas de viajar, vuestra ganas de conocer el mundo…

FIN

Sele

* No os perdáis la Guía Práctica de este viaje así como el índice a las seis crónicas realizadas

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