Crónicas de un viaje a Indonesia 8: La esencia de Bali IV

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Crónicas de un viaje a Indonesia 8: La esencia de Bali IV

14 de julio: EL AZAR QUE SE OCULTA TRAS LAS LLAMAS

La sal de los viajes suele tener que ver en muchas ocasiones con esos momentos que no tenemos planificados de antemano, que acaecen por sorpresa para bien de todos y que, quizás por su condicición de inesperados, son capaces de convertir los errores en aciertos. Un claro ejemplo de todo esto es algo que nos sucedió la mañana del miércoles 14 de junio de este año, cuando nos perdimos por seguir un sendero embarrado de un arrozal que ni sabíamos dónde llevaba y terminamos llegando, de forma totalmente casual, a la celebración de un rito sagrado que se estaba oficiando en un pequeño pueblo a pocos kilómetros de Ubud. Casualidades de vida…y muerte, porque aquel maremágnum de gente, de música de tambores y oraciones al viento se debía a la celebración de un ritual de cremación en la que varios cuerpos depositados en sus respectivos sarcófagos con formas de animales mitológicos estaban preparados para ser convertidos en cenizas. Si no hubiésemos tomado el camino equivocado muy probablemente no hubiésemos asistido a esta ceremonia funeraria en la que no hubo ni lágrimas ni tristeza pero sí mucho colorido propocionado por quienes asumían con suma naturalidad que la muerte es tan sólo parte de un camino hacia la libertad en la que el fuego se convierte en un testigo necesario.

Siempre he reiterado que la improvisacion y dejarnos llevar por los momentos es un ingrediente esencial para vivir un buen número de instantes únicos, que llenan nuestra historia de experiencias en las que el único culpable es el azar. O quizás el destino.

PARA HOY NO HAY UN PLAN DEFINIDO

Tengo que reconocer que para hablar de este día no es necesario incluir una hoja de ruta puesto que no la hubo. No teníamos conductor con el que cerrar un itinerario y además preferíamos quedarnos por la zona y conocer un poco lo que teníamos más a nuestro alcance. Realmente lo que más nos apetecía hacer era caminar por algún arrozal cualquiera de los muchos que rodean Ubud sin más objetivo que dejarnos perder. Hasta el momento los habíamos visto desde distintos puntos panorámicos pero era hora de sumergirnos de lleno en los mismos. Así que Rebeca y yo nos terminamos decantando por dicha opción, previendo también dejarnos caer por otros puntos de Ubud, y si la cosa se daba bien y el cuerpo lo pedía, que así sería, terminar el día dándonos un masaje y un buen baño. Aunque si algo podía echarnos para atrás cualquier trekking, por sencillo que fuera, era que había amanecido lloviendo muy fuerte, al contrario que otros días en que las nubes decidían descargar su furia a horas más tardías.

Llevábamos anotadas distintas rutas por arrozales tanto de nuestras guías de viaje como de algún que otro blog como Vivir en Bali, elaborado por una chica española que ha estado unos cuantos años residiendo en la isla y donde regala un sinfín de consejos. Sabe de lo que habla y, sin duda, fue una buena fuente de inspiración a la hora de localizar highlights para esta etapa del viaje. De todas las distintas caminatas que podíamos hacer fuimos a escoger una que seguía de forma paralela el Río Ayung, en la villa de Sayan, a no más de cuatro o cinco kilómetros al suroeste de Ubud. La razón por hacer este y no otros (Campuhan, Kajeng, el sur del Monkey Forest, etc…) fue tan azarosa como decir «pinto, pinto, gorgorito saca la mano del veinticinco» e ir hacia allá en cuanto escampara un poco. De modo que nos entretuvimos en el hotel más de la cuenta y al bajar la intensidad de la lluvia salimos a buscar a alguien que nos llevara hasta Sayan. Algo que no fue, en ningún modo, complicado, porque personas que se ofrecen como conductores los hay a patadas.

LOS SENDEROS EMBARRADOS DEL AYUNG

El conductor ocasional que tuvimos para cubrir la distancia que había entre los Sri Bungalows y el Sanyan Terrace Hotel, donde queríamos iniciar la marcha, trató de vendernos su condición de madridista convencido. Desconozco si lo que nos decía era cierto o si lo hacía simplemente por quedar bien. Lo que sí nos dejó claro que tenía bastante conocimiento de fútbol. En Bali muchos aprovechan la mínima ocasión para hablar de este deporte que no sabe de fronteras. Es uno de los mejores cebos para ir a por otras cuestiones algo más interesadas. El reclamo de la recientísima conquista del Mundial por parte de España era un gancho perfecto a utilizar con españoles a quienes nos felicitaban insistiendo que nos apoyaban al máximo. «¿Españoles? Ohh, felicidades por el Mundial… Por cierto, conozco un buen restaurante en esta misma calle». Un clásico básico donde los haya.

P1160130Aunque tampoco hubo demasiado tiempo para charlar con aquel hombre puesto que no nos llevó más de diez minutos llegar a las puertas del Sayan Terrace Hotel por el cual, según el propio conductor, salía un camino que se metía por los arrozales dejando al ras el Río Ayung. Y fue allí donde probamos suerte después de preguntar en la recepción del mismo, aunque reconozco que nos liamos un poco con lo que nos respondieron. Porque el sendero por el que nos dijeron teníamos que ir estaba imposible y quisimos intentarlo por otros que nos hacían dar la vuelta y acabar de nuevo en la casilla de salida. Así un buen rato hasta que desistimos, nos alejamos unos 100 metros del hotel y tomamos un caminillo embarrado que salía de la casa de un particular y llegaba hasta un lugar muy alto del que partía un buen número de escaleras que intuíamos podían ir a parar a una vía definitiva por la que caminar.  Repito, intuíamos. Porque certeza ninguna. Y además llovía. Poco pero llovía.

Bajamos aquellas escaleras con mucho cuidado porque de la humedad estaban reverdecidas por el musgo, que escurría cosa mala. Aquellos eran unos escalones trampa que más me valía llevaran a buen puerto porque yo le decía a Rebeca que seguro nos dejaban donde queríamos y, en realidad, no tenía ni idea de que así fuera. Ya una vez abajo nos dimos cuenta que no nos esperaba un sendero demasiado ortodoxo ni preparado para hacer trekkings sino un camino embarrado que los agricultores debían cruzar para ir a su trabajo. Pero eso sí, que cruzaba el valle el Ayung y que nos metía de lleno en los arrozales que se volcaban hasta el mismo caudal del río.

 

No saber dónde nos estábamos metiendo tenía premio. Un paisaje espléndido y solitario a la vez, porque aunque sí estábamos haciendo un trekking, éste era improvisado y no por donde recomiendan las guías. Eso seguro porque allí no había ni un alma. Pero mucho mejor. Es más emocionante y, en ocasiones, agradecido desconocer hacia dónde va un camino y descubrir cosas inesperadas, sorpresas y, una estampa menos usual del campo balinés como la que se nos estaba presentando frente a nuestros ojos.

Si queríamos salir de allí teníamos que dar media vuelta porque no había escaleras que nos subieran de nuevo al pueblo,P1160140 pero como tampoco era esa la intención continuamos andando por donde buenamente podíamos o menos probabilidades teníamos de mancharnos de barro (algo inevitable, por otra parte). Íbamos dejando a nuestra izquierda el curso del Río Ayung, remontando desde tierra firme una corriente que bajaba con fuerza y por la que los aficionados al rafting suelen dejarse caer. Aunque el día se había levantado tan lluvioso que no vimos ni una sola balsa golpeando las aguas.

Los senderos en ocasiones desaparecían para convertirse bien en hierba o bien en un barrizal. O incluso en una nueva escalera que nos iba dejando más cerca del río. Rebeca tenía serias dudas de que fuéramos a ninguna parte. Yo también, cierto es, pero me entusiasma tanto jugar a «los exploradores» que buscaba la mínima excusa para poder continuar. «Aquí hay pisadas, por lo que se puede seguir»  – dije en alguna ocasión para no detener el ritmo y meternos por los vericuetos de un arrozal un tanto accidentado. Igual que cuando era un niño y en muchas de las vacaciones que pasé en Galicia entraba al bosque con mis amigos, palo en mano, a perdernos en lo que para nosotros eran lugares lejanos. Esas eran las aventuras de mi infancia y las recuerdo con mucho cariño y nostalgia. Tanta que aún me emociono con este tipo de cosas. Algunos lo llaman «Complejo de Peter Pan». Yo prefiero decir que sigo teniendo ilusión por descubrir cosas nuevas.

Aunque en este caso mi infatigable compañera de aventuras prefería decir «Jose, creo que por aquí no se puede pasar». Como siempre ejerciendo la responsabilidad de quien posee es el lado más razonable y prudente de la pareja. Creo que por eso nos complementamos tan bien.

A lo largo de un camino digno para acabar con la cara en el suelo, porque escurría muchísimo por culpa de la lluvia que había estado cayendo hasta hacía pocos minutos, nos fuimos topando con pequeñísimos pabellones de madera que intuímos debían servir para resguardar a los agricultores de los chaparrones o como un lugar donde sentarse a comer o incluso tumbarse a descansar. Al menos eso es lo más lógico.

La caminata nos iba dejando paisajes cada vez más hermosos. Lo de menos era que nos llevaran a alguna parte. Ya había valido la pena dejarnos perder por allí.

Hubo un momento que la vegetación creció y los senderos desaparecieron tras un cúmulo de arbustos donde lo más fácil podía ser que nos saliera alguna serpiente traviesa. Y, aunque doliera en el corazón, tuvimos que dar la vuelta, pero no demasiado, ya que no muy lejos apreciamos lo que a todas luces era una escalera situada en una de las paredes del valle. Fuimos hacia ella y procedimos a lo que más de un ascenso de escalones parecía una escalada, porque eran realmente altos. Y, para no variar, desconocíamos en absoluto dónde llevaban. Aunque tampoco era algo que nos preocupara en demasía ya que en Bali todos los caminos llevan a Ubud…

PERO…¿ESTO QUÉ ES?

El fin de la escalera coincidió con dos cosas. Por una parte que se abrieran las nubes escondiendo cualquier atisbo de lluvia y, por otra, un constante y mecánico sonar de tambores tras unos arbustos. Nos asomamos a los mismos y nos encontramos con una escena que no esperábamos en absoluto. Multitud de balineses bien ataviados con su vestimenta típica se encontraban de pie en una esplanada en la que habían dispuestas lo que parecían carrozas con figuras animales bajo un palio sostenido por cuatro troncos alargados de bambú. Todas las personas que allí estaban permanecían quietas observando fijamente dichas figuras que no teníamos idea alguna qué era lo que representaban. Estábamos desubicados pero vigilantes ante lo que a todas luces era la celebración de una fiesta balinesa con un cierto sentido religioso. Lógico en una isla donde la religión está presente en todas partes. Pero, ¿Qué tipo de celebración?, ¿Qué hacía exactamente aquella gente?, ¿Qué estaba ocurriendo?

No éramos las únicas personas que nos situábamos detrás de los arbustos echando un ojo a lo que estaba sucediendo. Tras unos minutos en los que continuó apareciendo mucha más gente pregunté a alguien que tenía al lado para que nos explicara qué significado tenía todo aquello. Su corta y tosca respuesta lo dejó muy claro. «Se trata de una ceremonia de cremación» fue la única explicación que nos dio antes de marcharse de allí.

LA CREMACIÓN EN BALI: LA LIBERACIÓN COMPLETA DE LAS ALMAS DE LOS DIFUNTOS

No nos lo podíamos creer. Extraviarnos nos había llevado hasta uno de los rituales religiosos más importantes y curiosos que se pueden presenciar en Bali. Los mismos por los que los turistas pagan dinerales a las agencias que conocen dónde se van a llevar a cabo este tipo de ceremoniales. Sin comerlo ni beberlo nos encontrábamos en un festejo en mitad de ninguna parte que no estaba dispuesto a que nos lo perdiéramos por nada del mundo. El azar había querido congraciarse con nosotros dejándonos ver de principio a fin un espectáculo relacionado con la muerte muy diferente a cualquier otro. Porque para un hinduísta balinés este concepto varía mucho si lo comparamos con la mentalidad occidental. Y es que si uno que no sepa nada ve semejante ambiente festivo podría pensar en cualquier cosa menos en un rito puramente funerario en el que varios cuerpos están preparados para ser incinerados.

Es realmente paradójico que no exista ritual más sagrado para la vida de un balinés que el que viene tras su fallecimiento. El de su propia incineración con todos los honores y la participación de todos sus allegados. El hinduísmo sostiene la creencia en que existe un alma única sujeta en en el cuerpo de un ser no necesariamente humano que navega en ciclos constantes de vida, muerte y reencarnación. El cuerpo es tan sólo el refugio del alma, la carcasa de algo que no se destruye sino que se reencarna dentro de un ser vivo.

Pero el alma no se escapa del cuerpo cuando muere sin más sino que lo hace en el momento en que este es destruído totalmente. Por esa razón la incineración es la forma en la que, según los hinduístas, se puede romper del todo el vínculo terrenal y hacer que el alma sea completamente libre para volver a reencarnarse. Y en el caso de los balineses, dicha incineración o cremación debe producirse tanto del cuerpo en sí como de una serie de objetos ritualísticos y ofrendas que ayudan a llevar a cabo este último paso. Estos ceremoniales, como teníamos a la vista, no son pues simples procedimientos sino todo lo contrario, un festejo multitudinario en el que se celebra precisamente algo muy bello, la libertad de un alma que viajará a otro lugar.

La muerte no es el fin, es una etapa más. La vida es simplemente un paso que damos. Y nuestro alma lo único que permanece, que se alimenta de nuestros actos y que nos hace escalar o descender posiciones en un largo ciclo de reencarnaciones que únicamente se romperá cuando el karma se fusione finalmente con la Luz Divina para dejar de ser individual.

P1160196Harto de mirar todo aquello desde la barrera natural que suponía aquel arbusto y sin saber si estábamos haciendo lo correcto, nos colamos dentro del festejo para prestar atención de lo que estaba aconteciendo con una cercanía mucho mejor. Mezclándonos en el ambiente fuimos viendo pasar decenas y decenas de personas portando ofrendas, muchas de las cuales eran animales muertos, sobre todo, cerdos y gallinas. Pero también rupias, flores, amuletos y un sinfín de objetos que la gente portaba muy orgullosa

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De lleno involucrados y expectantes, fuimos captando un instante tras otro. Como cuando se abrían huecos en los sarcófagos de una vaca, un toro, un león alado o un dragón, para introducir como podían todas aquellas ofrendas que iban trayendo sin pausa alguna.

Los responsables de alimentar cada uno de los sarcófagos no daban abasto. El cuerpo del difunto, probablemente oculto bajo una tela blanca (porque no llegamos a verlo nunca al contrario de las cremaciones en India), sería incinerado junto a decenas o incluso centenares de objetos que todos los participantes llevaban consigo.

Y aunque pareciera que no había hueco alguno para más cosas, seguían buscándose lugares para que fuera como fuera todo el pueblo pudiera hacer su aportación ante lo que tenía que ser una despedida a lo grande.

Ni una lágrima, ni un quejido, ni un solo gesto de dolor. Todo lo contrario a lo que uno puede suponer sucede en un rito funerario, en un adiós a varias personas que perdieron la vida. Eran muchas más las sonrisas, era mucho más el jolgorio acompañado de música, de familias y amigos juntos ante la más importante celebración que puede hacer un pueblo. Todos se sentían partícipes de lo que no es un final sino un principio para estas personas. Es un motivo de alegría ayudar a liberar al alma encerrado en un caparazón totalmente inservible, dejar que vuele solo y busque un nuevo renacer. De esa forma la muerte se tiene en cuenta unicamentecomo  una etapa más, una etapa dentro de un ciclo que tiende a repetirse una y otra vez.

Alejándonos de las connotaciones relacionadas con la muerte y sintiéndonos parte de una fiesta en la que no quiso faltar nadie no podíamos más que estar orgullosos de una fortuna que nos había querido perder por los arrozales de la cuenca del Ayung para que pudiésemos contemplar aquel acto nada morboso de dejar volar a las almas. Un simbolismo – este de volar – que los balineses cumplimentaron dejando libres a dos pájaros.

P1160175Casi toda la comunidad colabora de una forma u otra en un festejo muy caro, motivo por el cual no tiende a hacerse hasta que son varias personas del pueblo las que fallecen. Mientras se recauda el dinero, la familia conserva el cadáver en casa, ungido en sándalo, aceites y pasta de arroz con el que evitar su putrefacción, y pueden ser meses los que se necesiten para poder llevar a cabo cremación delP1160176 mismo (en las clases menos adineradas). Cada sarcófago y altar de ofrendas corresponde a un individuo cuyas formas dependerán de la casta a la que pertenezcan. Así por ejemplo los brahmanes (sacerdotes) varones se les incinera en un toro mientras que a las mujeres en una vaca. En cambio la casta de los Guerreros, Reyes y Príncipes (Kstriya) son quemados en un león alado. Y la casta de los campesinos (sudras), mayoritaria, son liberados por las llamas en una extraña combinación de elefante y pez. Por lo que pudimos ver allí los difuntos correspondían a la de los Brahmanes y la de los Guerreros.

El Gamelan (orquesta) amenizaba este preludio que se alargó durante más de dos horas en las que no dejaba de entrar más gente y en la que muchas de las ofrendas se tuvieron que apartar de los sarcófagos porque no cabían de ninguna de las maneras. Entonces apareció por primera vez un fuego que se había estado preparando en uno de los extremos de la explanada. Distintos personajes con antorchas apoyaron estas sobre los sarcófagos para que estos ardieran y así se iniciara la fase más importante del ritual de cremación.

Las llamas engullían con fiereza las figuras que servirían como vehículo a las almas de los difuntos. Un calor asfixiante y un humo irrespirable no eran óbice para que muchos de los que estábamos nos apartáramos lo más mínimo de allí. La gente, al son de una música de percusión que empujaba aún más si cabe al fuego, se mantenía inmóvil, casi hipnotizada, en un estado de concentración máxima.

El fuego difuminaba las formas, ennegrecía rápidamente toros, vacas, leones alados y dragones, rompía las pértigas de bambú y aniquilaba las sombrillas de color amarillo.

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Es asombroso cómo el mero hecho de observar cómo algo se quema para desaparecer después sigue dejando obnubilada a la mayoría de la gente. Es algo así como si aún no hubiésemos asumido la existencia del fuego. Sin duda ejerce de un efecto paralizante que no permite alejar la mirada de quien lo tiene más cerca.

Quienes nos encontrábamos más próximos a los sarcófagos abrasándose por el fuego no teníamos en cuenta el calor o el humo sino formar parte de la fiesta, presenciar en primera persona cómo los caparazones se destruían segundo a segundo para dejar salir de una vez por todas a unas almas impacientes que debían seguir su rumbo. No importaban las creencias personales de cada uno porque aquella atmósfera nos había unido a todos por igual.

El león alado, portador de quien algún día perteneció a la casta de los Reyes, príncipes y guerreros, cobraba vida cuando el fuego se avivaba. La combustión le hacía gesticular, retorcerse e incluso batir sus alas para iniciar un vuelo espiritual con el que poder trasladar el alma hacia la libertad. Las llamas le arropaban, le imprimían vehemencia e incluso atemorizaban a quien osara detener el camino que acababa de iniciar.

P1160192Hasta principios del Siglo XX existía una tradición que llevaba a inmolarse a las viudas junto a sus maridos para arder y desaparecer juntos. Una muerte, por tanto, traía otra muerte. Por fortuna esa es ahora una macabra costumbre extinguida por completo en la que un funeral de cremación no conlleva que ninguna mujer sea arrojada al fuego. La última víctima de las llamas en un ritual de este tipo se dio en 1903, por lo que no estamos hablando de varios siglos antes de Cristo ni mucho menos. Ahora es una celebración hermosa capaz de hacernos pensar cómo unos y otros tenemos nociones tan distintas en torno a la vida y la muerte.

A los sarcófagos apenas les fue quedando fuego que pudiera prenderlos más aún. Ya estaban prácticamente carbonizados y simplemente algunas llamas azuzadas por los participantes en el festejo se aseguraban de continuar un trabajo que debía culminarse por completo.

Las piras, el humo, los tambores, los rezos… todos se fueron apagando bajo la decadencia de unas últimas llamaradas en las que muchos aprovechaban para arrojar las ofrendas que no habían cabido en un principio. Como manda la tradición balinesa, las cenizas debían ser introducidas en la cáscara de un coco y dibujar con ellas una figura humana en la medida de lo posible. Después el coco sería arrojado al mar para simbolizar una embarcación que recorre miles de kilómetros hasta llegar al Río Sagrado del Hinduísmo, el Ganges. Instante en que por fín el alma libre habrá encontrado otro cuerpo en el que nacer de nuevo. Y así el ciclo continúa siempre vivo…

REGRESAMOS A UBUD PARA ALMORZAR

Cuando nos marchamos de allí nos fue complicado pronunciar palabra alguna. Yo no daba crédito de todo lo que habíamos podido vivir. Había sido una experiencia increíble. Caminamos en silencio siguiendo una fila de personas en el arcén de una carretera que desconocíamos y hasta que por fín nos orientamos no decidimos intentar tomar algún tipo de transporte que nos acercara a Ubud, ya que era la hora de comer y teníamos un buen trecho a pie desde donde estábamos. Puesto que no había ningún bemo nuestra esperanza estaba en que alguien quisiera llevarnos, pero como no estábamos en un lugar demasiado turístico no era tan fácil como pensábamos. Al final tuvimos que preguntar a la gente hasta que alguien que estaba haciendo una obra en una casa se ofreció a llevarnos a cambio de algunas rupias, por supuesto. No teníamos elección por lo que nos subimos a una camioneta de obra que nos dejó en la calle principal de Ubud, Jalan Raya Ubud, a las puertas del Café Lotus.

Nuestra intención era comer allí, ya que nos lo habían recomendando y se encontraba junto a un estanque con flores de loto y nenúfares realmente bonito, pero cuando vimos el precio de la carta se nos quitaron un poco las ganas. Después fuimos a probar suerte en el Warung Ibu Oka en la esquina de Raya Ubud con Jalan Suweta, al otro lado del Palacio de Ubud, porque para muchos se come el mejor Babi Guling (cerdo asado) de todo Bali, y a unos precios magníficos. Pero la fama es tal que no había sitio ni para comérselo de pie. Nuestro tercer intento fue unos metros más alante en un Restaurante Hindú que fusionaban la comida balinesa con la india y contaba con sitio de sobra para podernos sentar tranquilamente y disfrutar sentados entre cojines.

Lo que comimos estuvo bien (el clásico Nasi Goreng, arroz frito y huevo), a sabiendas que no suelen ser platos grandes los que se sirven en los restaurantes balineses, pero lo mejor de todo estuvo en los zumos tropicales. Aunque no era temporada aún, tenían aguacate (avocat) y, para mí, este es el más delicioso de todos los que he saboreado nunca. Y si le echan un poco de chocolate, mejor aún. Si alguien viaja a Bali le recomiendo pruebe al menos una vez, entre todas las opciones que tiene, un Avocat Juice. Bali y toda Indonesia es un paraíso para los zumos y batidos tropicales a un buen precio. Y eso se tiene que aprovechar.

AL FINAL DE LA CALLE KAJENG HAY PREMIO…

Cargados del peculiar combustible de aguacate volvimos a estar listos para ponernos en marcha. Pensamos en ir a Tanah Lot, pero los conductores a los que preguntamos precio se habían subido mucho a la parra, y además se había hecho algo tarde para hacer un viaje de una hora. Queríamos aprovechar más Tanah Lot, por lo que lo dejamos para el día siguiente. Fuimos entonces a Jalan Kajeng, calle paralela a Jalan Suweta donde habíamos comido, para ver si lo que se contaba era cierto. Que al final de la calle había premio en forma de inconmensurable paisaje. Paseando tranquilamente fuimos dejando atrás el trasiego de una de las áreas más turísticas de de Ubud e internándonos en lo que había pasado a ser un callejón silencioso, con algún dragón de piedra midiendo nuestros pasos, puertas abiertas y auténticas galerías de arte de las que hicimos enmienda para detenernos a la vuelta.

En diez minutos Ubud ya era historia. No había noción alguna de ciudad en una interminable llanura de arrozales. Suelo inundado de aguas como meros espejos de la realidad más acestral de Bali, la del trabajo de sus tierras que llevan dando un gran resultado después de siglos y más siglos siendo cultivadas.

Aquel paseo tranquilo y menos accidentado que el de las terrazas de arroz al borde del Ayung fue para nosotros gloria bendita. Presenciar el ámbito rural de una isla que aún continúa siendo campesina, descubrir rincones escondidos con mucha personalidad que no necesitan de ingredientes artificiales, es uno de los mejores viajes que podíamos realizar en Bali.

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La caminata de Kajeng nos enamoró aún más si cabe del Paraíso Balinés. Cada paso que dábamos nos confirmaba una y otra vez que haber metido a la isla en el itinerario de nuestro primer viaje a Indonesia había sido un acierto. La estábamos sacando un partido increíble y, sabiendo que ya se aproximaba el fin de una etapa importante, puesto que en dos días partíamos a Flores, sentíamos algo de pena por tener que decir otro adiós más. Primero Java, después Borneo… y en menos de 48 horas Bali iba a formar parte de un recuerdo maravilloso.

Vimos oportuno realizar un vídeo que trataríamos de enviar a familia, amigos y, por supuesto, todos los lectores del Rincón de Sele, como la mejor de las postales posibles. Y es que no había forma mejor de decir a todo el mundo lo bien que nos encontrábamos y lo mucho que estábamos disfrutando.

Puede sonar raro pero nos sentíamos tan cerca de la gente que sabíamos observaba día a día nuestras andanzas porP1160225 Indonesia, que era como si un montón de manos invisibles nos estuviesen ayudando a soportar las mochilas. La sensación era de estar permanentemente arropados por todas aquellas personas que se conectaban a la web y nos regalaban comentarios y correos electrónicos que tratábamos de leer cada noche. Por eso valía la pena hacer los vídeos y fotografías que fuesen necesarias para tratar de transmitir, en la medida de lo posible, lo que nuestros ojos estaban captando y lo que nuestras cabezas tenían dificultad por asimilar. Todo venía muy seguido. Una experiencia tras otra a la vuelta de la esquina.

Y es que todo era posible tras aquellos arrozales de ensueño que conforman el más bello paisaje de una Isla mágica donde las haya.

Cuando dimos media vuelta para regresar a Jalan Kajeng le dedicamos tiempo a hacer unas pequeñas compras en una tienda de artesanía a la que le habíamos tomado la matrícula. El arte balinés es tan prolífico que nos hubiéramos llevado de todo a casa, pero al final nos decantamos por algo que hacía mucho le habíamos echado el ojo, incluso antes de viajar a Indonesia. Nos encantaban unas figuras de parejas, hombre-mujer, que se las conoce como los «Siempre juntos» que muchos indonesios las tienen en un lugar preferente en sus casas y simbolizan el amor entre dos personas. Así que después de escoger una pareja y regatear un rato con el dueño de la tienda nos hicimos con este conjunto de «siempre juntos» que constituyen uno de los mejores recuerdos que pudimos traer con nosotros. Asímismo aproveché a hacerme con una máscara de madera de Garuda, que precisamente en el momento de escribir estas palabras tengo delante de mí.

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Y con unas compritas bajo el brazo y una llegada inminente de la noche fuimos caminando hacia Jalan Monkey Forest para ir volviendo al hotel. Pero no iríamos de primeras al mismo ya que teníamos pensado algo mejor. Era la hora de darnos un homenaje y dejarnos llevar por el placer. Era la hora del Mandi lulur…

MANDI LULUR: EL SUMMUM DEL MASAJE Y EL BAÑO

Si antes decíamos que para los balineses el cuerpo es el soporte físico del alma es lógico que en la isla se tenga muy en consideración que este debe cuidarse mucho. Manteniéndose en buenas condiciones, el alma gozará de un mayor y mejor reposo. ¿Cómo no iban a estar en Bali las técnicas de masaje más adecuadas para los cuerpos agotados? Está claro que no puede faltar la disposición de los balineses para ofrecer las terapias más exquisitas para los músculos cargados y las pieles menos hidratadas. De hecho en Bali existe un sinfín de casas de baño y masaje con extraordinarios tratamientos en el que más que relajarse uno consigue salir levitando de la camilla.

Habíamos visitado muchos salones de masaje para comprobar precios e instalaciones. Y hasta entonces nos había fallado bien la calidad de los mismos o que tuvieran un coste excesivo para lo que podíamos pagar. Pero bajando Jalan Monkey Forest, justo antes de llegar al campo de fútbol a mano izquierda, hicimos una última pesquisa que satisfizo todas nuestras pretensiones. El sitio se llamaba Milano Salon Center y disponía de habitaciones tanto dobles como individuales muy adecuadas para recibir un buen masaje (espaciosas y limpias). Y, sobre todo, unas bañeras enormes con las que culminar la faena y terminar de relajar los músculos.

Rebeca y yo contratamos un Tratamiento Mandi Lulur por un precio de 150.000 rupias cada uno (aproximadamente 13 euros) por 1 hora y 45 minutos. El Mandi Lulur procede de la Isla de Java y se utilizaba para las ceremonias prenupciales de los Reyes, principes y los más altos dignatarios de la nobleza. Consiste, en primer lugar, en distintos masajes relajantes que destensionan los músculos de todo el cuerpo impregnándose de distintos aceites (de sándalo, de pasta de arroz, etc…). Después se exfolia la piel con distintas pastas y se hidrata convenientemente con yogur, lo que te deja la piel muy suave.  Y como remate, un baño de agua caliente con pétalos de flores.

Aquello fue una absoluta delicia, una explosión de placer a raudales. Primero tumbados en aquellas camillas desde donde escuchábamos suaves melodías mientras sentíamos la ligereza de unos dedos provisionándonos de energía cadenciosamente. Después cuando las impurezas de la piel se marchaban como la corriente de las turbias aguas del Océano para dar paso al frescor suave de una hidratación a base de yogur. Y el baño en pétalos de rosa, como si estuviéramos en el Egipto de los Faraones, nos arrebató de toda lógica, eliminando cualquier conexión entre el cerebro y el cuerpo. Porque el mandi lulur deja que el alma salga durante unos instantes y revolotee libremente por la habitación.

La concepción del tiempo es completamente diferente. Los minutos corren muy deprisa. Cuando dábamos los últimos sorbos a un té de frutas del bosque delicioso, el sonido de unos nudillos en la puerta de la habitación nos despertó del sueño que nos había mostrado otra faceta de la isla. Bali, maravillosa Bali…

15 de julio: ARROPADOS POR LOS ESPÍRITUS DEL MAR

Aquella mañana hizo un tiempo fantástico. No tuvimos nubes sino un Sol muy brillante reflejándose en el azul del cielo con el que compensar las lluvias repentinas y fugaces de los últimos dias. Nos levantamos con la idea muy presente de que nuestra etapa en la isla estaba a punto de finalizar. Queríamos absorber el último perfume del incienso que impregnaba todos los espacios, saborear las últimas cucharadas de mil Leyendas desconocidas, de cientos de arrozales ocultos a los no iniciados, de barongs y garudas haciendo latir una piedra consumida por el musgo. Aunque realmente no iba a ser el último adiós puesto que a nuestra incursión en la Isla de Flores y otras islas menores de Nussa Tengara le iban a suceder unas horas más en la Isla de los mil dioses. Aunque en ese caso sí serían del todo definitivas.

No teníamos pensado movernos de Ubud, al menos hasta la tarde cuando acudiríamos a presenciar uno de los más intensos atardeceres de la isla, el que tiene lugar día tras día en Pura Tanah Lot, un templo levantado sobre las rocas del mar y que constituiría un exótico culmen de nuestro período en Bali. Habíamos planteado un día bastante tranquilo, sin demasiadas pretensiones pero al que no le faltarían las emociones que lleva implícito un lugar como este.

UNA VISITA AL MERCADO CENTRAL DE UBUD

Queríamos aprovechar parte de la mañana para hacer algunas compras, sobre todo de regalos que llevar a la familia y amigos. Simples detalles que en Bali son sencillos de encontrar porque hay recuerdos de todo tipo y a muy buenos precios. En la isla con más artesanos por metro cuadrado es muy normal sucumbir a una vastísima oferta de objetos tallados a mano. Uno de los lugares donde dimos cuenta de todo esto fue el Pasar (Mercado Central) de Ubud, que hace esquina con Jalan Raya y Jalan Monkey Forest. Caminando desde nuestro hotel no necesitamos más que caminar siete u ocho minutos y meternos de lleno en sus pasajes al aire libre donde a partes iguales se comercia con artesanía o con alimentos. Muchos de los clientes de este mercado son turistas, pero son también los residentes en Ubud quienes invierten sus rupias en cosas para la casa, frutas o verduras.

Para mí los mercados son radiografías nítidas de la Sociedad. En ellos uno puede observar las particularidades de un lugar determinado y de esa forma comprenderlo un poco mejor. Porque son un mejunge de relaciones sociales, comportamientos, productos típicos, tradiciones y economía con las que poder realizar un análisis bastante acertado de lo que el pueblo es y desea ser.

Nuestro presupuesto para regalos no era muy notable, aunque a la hora de escogerlos primaba en mayor medida la capacidad escasa de nuestras mochilas, que no andaban anchas de espacio precisamente. Tampoco fue Ubud la ciudad donde mejores precios encontramos para un buen número de objetos que ya habíamos visto en muchos de los puestos ambulantes que hay siempre cerca de lo monumentos o lugares de interés. Ni los mejores ni más baratos sarongs, ni las mejores ni más económicas tallas de madera… Y así en toda clase de recuerdos o souvenirs.

Aún así nos hicimos con algunos regalos. Sobre todo Rebeca, que allá donde viaje va con una lista de «afortunados» que no me extrañaría que cualquier día la nombren Paje de los Reyes Magos o la destinen a Laponia para echar una mano a PapáP1160245 Noel en sus quehaceres navideños. Siempre bromeo sobre por qué hace tantos regalos y le digo que en realidad se inventa amigos para tener la excusa perfecta para comprarse cosas sí misma. Aunque sólo lo hago para picarla porque sé de sobra que es la persona más generosa y detallista que he conocido en mi vida. Pero eso sí, es dura para el regateo y pelea hasta el último céntimo antes de comprar cualquier cosa. Para ello me utiliza siempre como asesor y representante. Yo le pregunto siempre cuánto estaría dispuesta a pagar por lo que quiere y a partir de ahí iniciamos un tira y afloja que normalmente llega a buen puerto.

VAGABUNDEANDO ENTRE DIOSES Y DRAGONES DE PIEDRA

P1160250Las compras, que me agotan muy rápidamente, tuvieron su final y en la propia Jalan Raya Ubud aprovechamos a hacer alguna que otra visita al ámbito histórico de la ciudad, que lo tiene y mucho. Como por ejemplo el Palacio Real, aún habitado en parte por los descendientes aún reconocidos por su título, al cual se puede entrar a alguna de sus áreas al igual que a otros edificios aledaños que fueron y continúan siendo jardines, templos o salas de espectáculos de música y danza al aire libre. Lugares en los que fuimos recibidos, como tantas veces en Bali, por grotescas y monstruosas figuras de piedra ataviadas son sarongs y adornadas en muchas ocasiones por flores rojas con las que se elimina de raíz cualquier sentido atemorizante o aleccionador que pudieran haber tenido en su origen.

Nos gustó especialmente Pura Taman Saraswati, el Palacio acuático bañado por las aguas sagradas que proceden del Templo Saraswati y nutre de flores de loto y nenúfares una preciosa estampa que por las noches se llena de luz y bailes tradicionales balineses. Cae justo detrás del celebérrimo Café Lotus cuyo nombre va relacionado con estos jardines de agua dignos de ver.

Olvidándonos del vacío escenario al que aún le faltaban horas para cobrar vida, accedimos por una puerta que vimos a la izquierda que se adentraba en el pequeño e interesante templo de Saraswati en cuyos pabellones se veneraba a criaturas mitológicas como un hombre muy grande de piedra que nos recordaba a la versión en gigante de David el Gnomo. (Siete veces más fuerte que tú…y veloz).

Otra figura muy llamativa que vimos en Saraswati fue la de un dragón de los que deben sacar en distintos festejos y procesiones por la ciudad. Suele ser necesario que varias personas (mínimo tres) se metan debajo suyo para poderle infundir vida propia con sugerentes contoneos con los que los niños se quedan boquiabiertos.

La presencia incuestionable de figuras monstruosas en Saraswati nos estaba trasladando de nuevo los vericuetos de la mitología que mueve los hilos de unas creencias tan antiguas como la propia existencia. Una de las cosas que más me mueve de viajar es encontrarme con el contraste, con escenarios y situaciones chocantes. Y eso, precisamente, no nos faltó nunca en esta etapa balinesa. Otra cosa es Kuta o Legian, de las que ya hablaré más adelante, en las que esas distancias entre lo occidental  lo oriental se acortan peligrosamente.

Tras Saraswati nos dimos una amplia pausa de templos de Ubud y fuimos a tomar algo en un bar al aire libre, con música chill out de fondo y cojines en vez de sillas. Estuvimos muy a gusto allí sentados bebiendo sorbo a sorbo las últimas esencias balinesas en forma de zumo tropical. Ya estábamos expectantes con lo que nos esperaba en tan sólo un día en la Isla de Flores donde sólo sabíamos los días con los que contábamos y poco más. Teníamos algún plan sobre lo que queríamos ver pero no habíamos previsto absolutamente nada en cuestión de transporte, alojamiento, etcétera. Es por ello normal que ya en las horas previas a nuestra marcha a la isla estuviésemos dándole vueltas y vueltas a la cabeza a lo que iba a ser nuestra siguiente aventura en Indonesia. Sin duda fue un tema recurrente en nuestras conversaciones del que fuera nuestro último día en Bali. Flores estaba ya muy cerca.

ARREGLANDO TEMAS PARA LA TARDE + ARROZALES + ALMUERZO

Pero aún quedaba una misión importante que realizar. Y para esa misma tarde. No queríamos perdernos el atardecer en el Templo marino de Tanah Lot y necesitábamos encontrar a alguien que nos llevara hasta allí. Entonces marchamos caminando por Jl Raya Ubud hacia Campuhan Bridge y a mitad de camino concretamos con un señor el transporte al templo, espera de aproximadamente un par de horas y regreso a Ubud por 220.000 rupias (aprox 20€). Quedamos con él a las 15:30 y como aún faltaba bastante para esa hora nos fuimos mientras tanto dar una vuelta internándonos por otro de esos callejones secretos que iban a parar a una zona de arrozales bastante grande. Eran del mismo corte de los que pudimos transitar la tarde anterior. Llanos y no en terrazas, capaces de ofrecer por sí solos unas imágenes insustituibles de lo que es el paisaje agrícola balinés por antonomasia.

P1160278Recuerdo que durante aquel paseo cruzamos por delante de la casa de un artesano que vendía figuras de piedra como las que se encuentran en los templos y me encapriché con la de un duendecillo que se tapaba los ojos. Las puertas estaban abiertas de par en par pero allí no había absolutamente nadie. Preguntamos a unos agricultores y nos dijeron que el dueño no encontraba en esos momentos, que llegaría más tarde. No se preocuparon en irle a buscar y se inventaron precios para la estatuilla que me interesaba. Nos dieron cifras al azar, altísimas, y no entramos en el juego del regateo. Más aún cuando el vendedor ni estaba ni se le esperaba. Mi gozo se quedó en un pozo puesto que fue de las pocas cosas que vi en todo el viaje que me atrajeron de verdad. Así que no tuve más remedio que olvidarme del duendecillo y continuar aquel camino a través de los arrozales. Que también sería el último.

Tampoco pudimos seguir demasiado hacia delante puesto que teníamos que meternos de lleno en un barrizal que podía llegar fácilmente hasta las rodillas. Dimos media vuelta y a la salida de la calle por la que habíamos accedido al arrozal sorprendimos al conductor que tenía que llevarnos a Tanah Lot ofreciendo sus servicios para esa misma tarde a unos turistas. Y con todo el morro del mundo nos sonrió diciéndonos: «See you at 15:30».

COCHES CON CONDUCTOR EN BALI (Y LA POSIBILIDAD DE RESERVAR POR ADELANTADO)

Bali es uno de esos destinos en Indonesia donde viene muy bien contar con un coche con conductor para aprovechar al máximo la estancia en la isla. Afortunadamente existe una joven empresa española llamada Routive que se encarga de poner en contacto a los viajeros con conductores profesionales tanto de habla hispana como inglesa. Y no sólo en la isla de Bali, sino también en destinos como Java o Lombok, donde un coche también viene fenomenal.

Ofrecen coches para jornada completa o mediodía con rutas personalizadas para tener total libertad para elegir dónde queréis que os recojan, a qué hora, lo que queréis ver, dónde comer, etc.. Es ideal también para el que no tenga muy claro el recorrido y prefiera que le den recomendaciones tanto previamente como sobre la marcha. Más información sobre condiciones y precios en www.routive.com

Sin tener muy claro si nos iba a dejar tirados o no, nos fuimos a comer a un warung muy cercano al Puente Campuhan y al cartel indicativo de la Galería de Arte de Antonio Blanco, un museo que lleva el nombre de un artista español nacido en Manila (Filipinas) que se convirtió en un hijo de Bali e incluso fue incinerado en un rito de cremación realmente multitudinario.

Ya después de la comida se solventó nuestra duda respecto a si íbamos a tener conductor para ir a Tanah Lot. Allí se encontraba él, aunque sin descaro seguía vendiéndose a quien le pagara más que nosotros. Pero como ya llegó la hora no le quedó más remedio que aceptar las 220.000 Rp, que no estaban nada mal, y llevarnos al suroeste de la isla en un trayecto que duró aproximadamente una hora y en el que nos quedamos totalmente dormidos. Probablemente aquella fuera la única siesta que nos pudimos permitir en todo el viaje.

TANAH LOT, EL TEMPLO DEL MAR

Es obvio que Tanah Lot está considerado como uno de los mayores reclamos turísticos de todo Bali, sino el que más. A nuestra llegada vimos que el aparcamiento era un auténtico caos de coches y buses de los que la gente se bajaba sin cesar. Y para más inri el acceso tanto a las taquillas (donde se paga las 10.000 Rp que cuesta la entrada) como al propio templo la tuvimos que hacer recorriendo un auténtico centro comercial, un mercado de primer orden. La guía Lonely Planet nos lo definía acertadamente como «una trampa para turistas», ya que estás obligado a pasar por decenas de comercios si quieres llegar a tu objetivo. El precio de la fama, en este caso, resta magia y autenticidad a un lugar que tendría muchos motivos para ello si no estuviese a la vista de miles de flashes cada día. Pero no puedo criticar que sea mucha gente la que allí acude porque nosotros estamos incluidos en ese saco. Otra cosa es haberlo convertido en un Disneyworld en versión balinesa por parte de quienes vieron muy nítido que aquello era un filón.

En ningún modo el sacerdote que lo mandó erigir unos quinientos años antes, Nirartha, imaginó que tanta gente visitaría el templo marino que había ideado a 10 kilómetros al sur de Tabanan y 20 al oeste de Denpasar. En una enorme roca de color negruzco, que la marea alta llega a rodear por completo, se levantó un pequeño templo gracias al trabajo de unos pescadores a los que el propio Nirartha confió dicho cometido. Son siete los templos que hoy en día existen en la costa balinesa, tocando el mar de una forma u otra, y de ellos el más célebre es, sin duda, Pura Tanah Lot, cuyo significado no puede ser más evidente: «tierra en el mar». Echándole un primer vistazo uno se encuentra precisamente con eso.

Para llegar hasta él es necesario pisar el agua del mar, siempre que la marea no esté demasiado alta, porque del contrario el acceso es harto complicado. No deja de ser una enorme roca sobre la que chocan las olas con vehemencia en la que se han realizado unos añadidos de corte religioso con los que agradecer a los entes divinos las cosas buenas que ha regalado y sigue regalando el mar, y rogar por la protección de los pescadores en su día a día.

En las cuevas donde ha escarbado la erosión del agua hay altares diminutos. Los no balineses no pueden acceder mucho más allá, como mucho a unas escaleras que se quedan a mitad de camino y además con la bendición en forma de granos de arroz que pegan en la frente a todo el que sube. Conviene ser precavidos y no intentar ir más adelante, no vayan a aparecer las gigantescas serpientes marinas venenosas que cuenta la Leyenda protegen al Templo desde su fundación.

Tanah Lot se aprecia muchísimo mejor desde la lejanía. Por eso mismo caminamos mojándonos los pies por la playa rocosa (que nadie se imagine arena blanca porque es así) y de esa manera tuvimos la panorámica idílica de Tanah Lot visto como un barco a punto de zarpar. Y es que la roca, abrazada por el agua del mar en todos sus extremos, nos ofrece esa sensación de movimiento, de ligereza donde uno no se la imagina.

El mayor atractivo de Tanah Lot es el Sol decayendo en un nuevo atardecer. Lentamente, sin detenerse en su objetivo deP1160348 esconderse bajo el fondo del mar, maquilla el cielo con distintas tonalidades anaranjadas y transforma el agua en un espejo que no deja ver las muchas estrellas que guarda. Y quienes no nos gusta perdernos el espectáculo que el Sol ofrece en todos los rincones del Planeta, logramos sentirnos embaucados por los susurros del mar, que nos habla y nos escucha en cada vaivén de olas. Unas veces cerca y otras más lejos, atrapan segundo a segundo más y más gotas de luz, como si no quisieran que nos demos cuenta de que nos las están quitando.

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Es entonces cuando Tanah Lot leva anclas y se empieza a marchar. Y ahí nos olvidamos que somos tan sólo dos más de los miles de ojos que están asistiendo al mismo espectáculo que nosotros. Es por fín cuando logramos quedarnos a solas.

Y aquel fue el recuerdo de nuestro último atardecer antes de partir a nuevas y sorprendentes aventuras (o desventuras) en otra isla mágica, Flores, muy distinta a Bali, con unos encantos que hace suya y que os invito a conocer en próximos capítulos. Faltaban unas horas para cruzar la Línea de Wallace y encontrarnos en la hermosa y salvaje Isla de Flores, llamada así por los conquistadores portugueses que llegaron a ella y que desconocían una serie de secretos que tardaron siglos en salir a la luz. Y es que, sin duda, era y es otro mundo…

CONTINUARÁ EN FLORES…

* Puedes ver una SELECCIÓN DE FOTOGRAFÍAS DE ESTE CAPÍTULO.

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