Crónicas de un viaje a Indonesia 2: Los Templos de Prambanan

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Crónicas de un viaje a Indonesia 2: Los Templos de Prambanan

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6 de julio: LOS TEMPLOS DE PRAMBANAN, MARAVILLAS HINDUISTAS EN LA ISLA DE JAVA

Java es poseedora de dos joyas arquitectónicas sin igual, dos diamantes bien pulidos entre los volcanes y la selva que invocan esa dualidad Budista-Hinduista con la que han estado marcados sus Reinos a lo largo de la Historia, salvo este último periodo en que el Islam es la religión con más adeptos entre sus ciudadanos. Borobudur es la estructura budista de mayor tamaño en el mundo. Y el Conjunto de Prambanan es la más importante construcción hinduista del país. Ambos, más ancianos que un milenio, se encuentran en el centro de la isla, a una distancia relativamente cercana de Yogyakarta. Y probablemente son los monumentos que más interés despiertan entre los viajeros que acuden a Indonesia. Yo diría que con toda la razón del mundo.

Ese día, martes 6 de julio, nos dedicaríamos por entero a los templos de Prambanan y a otros muchos que les rodean. Y disfrutaríamos de una deliciosa conjunción cuya simetría apunta al cielo entre la vegetación, que guarda una Leyenda y mil secretos, muchos de los cuales se los llevó la tierra enfurecida. Pero el estremecer de terremotos y volcanes no lograron arrebatar su envidiable belleza, ni ese misterio sugerente grabado a fuego en la piedra.

Estos templos, por si solos, son un motivo más que loable para visitar la isla de Java. Sólo de esa forma se podrá agradecer a Shiva, Brahma y Visnú que los salvaran de ser un mar disperso de polvo y cenizas, de convertirse un cuento repleto de fantasía e irrealidad. Porque, por fortuna para el mundo, Prambanan continúa en pie esperándonos.

Como nuevos. Así nos encontrábamos después de poder dormir profundamente durante una larga noche. Con ganas de comernos el mundo. En este caso, con ganas de comernos Prambanan, Yogyakarta, Java e Indonesia entera. El día anterior había sido de aclimatación, pero por fín era el momento de echarnos las ilusiones a la espalda y llegar a lugares soñados en los que habíamos depositado muchas esperanzas.

Para iniciar la jornada con fuerzas, desayunamos lo mejor posible en el hotel. Nos prepararon unas deliciosísimas tortillas de verduras que nos hicieron perder el sentido durante unos minutos. Al igual que la sandía, el mango, la papaya o el plátano, con los que formamos una saludable macedonia tropical. Teníamos tiempo hasta las nueve, cuando vendría a buscarnos el conductor que habíamos contratado en una pequeña oficina próxima al hotel. También esperábamos confirmación de si la familia madrileña venía con nosotros finalmente o no. Cuestión que resolvimos en pleno desayuno cuando los tres se acercaron a la mesa para decirnos que no contáramos con ellos porque querían invertir ese día en hacerse con todas las reservas necesarias para proseguir su viaje de un mes por Indonesia. Querían cerrar todo el billetaje que iban a requerir en todo ese tiempo. Así que entonces, como en un principio estaba previsto, Rebeca y yo acudiríamos solos a cubrir los objetivos que nos habíamos propuesto.

COCHES CON CONDUCTOR EN JAVA, BALI O LOMBOK (Y LA POSIBILIDAD DE RESERVAR POR ADELANTADO)

La isla de Java es uno de esos destinos en Indonesia donde viene muy bien contar con un coche con conductor para aprovechar al máximo la estancia en la isla. Afortunadamente existe una joven empresa española llamada Routive que se encarga de poner en contacto a los viajeros con conductores profesionales tanto de habla hispana como inglesa. Y no sólo en Java, sino también en Bali o Lombok.

En este caso lo más positivo es poder contar con un conductor de total garantía (podéis elegir que hable castellano o inglés con cierta fluidez) y una empresa que está al otro lado y te da soporte durante todo tu viaje. La gente de Routive puede echaros un cable a la hora de preparar un itinerario lógico, proveeros de un conductor que ha pasado un proceso de selección y, si hubiera algún problema, pueden cambiar de chófer y vehículo de manera inmediata.

Sele en un coche en Bali

Ideal para hacer destinos como Borobudur, Prambanan o Semarang (de cara a tomar el vuelo a Borneo para ver los orangutanes) desde Yogyakarta.

El precio por día (válido hasta siete personas) incluye la disposición disponer de conductor hasta diez horas con gasolina y aparcamientos incluidos. También ofrecen la posibilidad de hacer rutas de media jornada a un precio realmente competitivo (y así aprovechar la piscina del hotel o darse un buen masaje).

Sus rutas son 100% personalizadas así que tenéis total libertad para elegir dónde queréis que os recojan, a qué hora, lo que queréis ver, dónde comer, etc.. Es ideal también para el que no tenga muy claro el recorrido y prefiera que le den recomendaciones tanto previamente como sobre la marcha.

Más información en www.routive.com

NOTA: Son muy majetes, te contestan enseguida el correo y te ayudan muchísimo a planificar tu estancia en Bali, Java o Lombok. De verdad, os los recomiendo.

EL PLAN A GRANDES RASGOS

A las nueve en punto se presentó en el hotel la persona que sería nuestro conductor durante tres días.Era un hombre algo tímido pero agradable y, sobre todo, muy correcto. Le contamos cuáles eran nuestros planes, en los cuales él también participó ofreciéndonos algún consejo respecto al orden que podíamos efectuar en las visitas.

Acordamos hacer en primer lugar el Conjunto de Prambanan, que era lo que más tiempo nos iba a llevar. Hay que tener en cuenta que no son sólo los templos principales, que aparecen en los catálogos y fotografías de viajes, sino que hay otros secundarios pero también  importantes que se sitúan en el mismo recinto (como por ejemplo Candi Sewu). Después de estos acudiríamos a ver los Templos de Plaosan, situados aproximadamente a 3 km de Prambanan, y de los que guardaba excelentes referencias. Probablemente tras ellos haríamos una parada para comer, dejando para la tarde a otros tesoros hindúes más esparcidos y menos conocidos como, por ejemplo, los que conforman el denominado «Grupo del oeste» (Candi Sari, Candi Kalasan, Candi Sambisari) o incluso el Palacio del Rey Boko (del que finalmente desistiríamos por razones que explicaré más adelante).

Muchos viajeros, quizás por no contar con demasiado tiempo, juntan de una vez la visita a Prambanan con la de Borobudur. En nuestro caso, ya que contábamos con dos días completos, preferimos escudriñar más las posibilidades que nos permitían ambos lugares dedicándoles una jornada para cada uno de ellos por separado. De esa forma podríamos ver esos «otros lugares» que hay alrededor de Prambanan y que la gente apenas visita. Y hacer Borobudur con un viaje express a la Meseta de Dieng.

EL CONJUNTO DE PRAMBANAN

Prambanan no está para nada lejos de Yogyakarta. Son tan sólo 18 kilómetros de distancia sentido nordeste los que separan ambos lugares. Su ubicación y su fácil acceso son razones de peso para ser un sitio turístico muy visitado. Todos, locales y extranjeros, quieren acudir a ver los templos. Y es normal, porque son realmente maravillosos. Por ello, los organismos indonesios no fueron ajenos a esto y lo transformaron en un negocio, una auténtica máquina de hacer dinero. Algo que pudimos apreciar en la presencia de incontables mercadillos anexos al parking y, ya dentro, en la disposición de restaurantes y de una parafernalia turística de primer orden.

Horarios y entradas

El conductor dejó su coche y nos emplazó a ir a la taquilla para extranjeros (Los indonesios pasan por otro lado y pagan mucho menos que los venidos de fuera) donde poder adquirir nuestros pases para visitar el Conjunto de Prambanan. Allí nos enteramos de los horarios de apertura (6:00 – 17:00) y de los precios de las entradas (13$ la General y 7$ la de Estudiantes). Como suelo hacer en muchos lugares, probé suerte a mostrar una tarjeta cualquiera explicándole a la señora taquillera que era una de estudiante, entregada directamente por la Universidad. Y, pese a haber terminado los estudios años atrás y no disponer de carnet estudiantil, el truco sigue funcionando. Así que pagué 7 y no 13 dólares. Basta con ser convincente, no dudar y enseñar, si es necesario, el carnet de socio del videoclub del barrio. Curiosamente el acceso a extranjeros da derecho a té, café y un agua mineral. Debe ser un premio por casi quintuplicar el coste de la entrada de un indonesio de tomo y lomo.

Una vez nos metimos en vereda seguimos las indicaciones para llegar a los templos principales del recinto, los más impresionantes de todos, los que roban millones de fotografías turísticas de Java. Aquello era una infraestructura más propia de un parque de atracciones que de un monumento en sí. No cabe duda que está preparado para absorber a las miles de personas que pueden juntarse en un solo día. Por tener, tienen hasta un trenecito para turistas… e incluso caballos para que monten los niños. Da la impresión que unicamente les falta Espinete para convertirse en Barrio Sésamo. Por fortuna lo que se va a ver, una vez quitado todo el artificio, es asombroso. Basta con asomarse un poco y tener la primera imagen del Complejo Principal de Prambanan.

El Conjunto de la Trimurti

Uffff, espectacular, inmenso, extraordinario…. ninguna expresión u onomatopeya de esa índole sobraba para expresar nuestra impresión de aquella explanada verde de la que sobresalían las torres supervivientes a guerras, terremotos y saqueos. Los templos de Prambanan, corazón de uno de los Complejos Hinduístas más sobresalientes del mundo, se presentaban ante nosotros como gotas de agua regresando al cielo de donde cualquiera aseguraría su justa procedencia.

Lo primero que me vino a la cabeza fue Angkor puesto que guarda cierta similitud con algunos de los templos más importantes de este Paraíso Arqueológico camboyano que tuve la suerte de conocer in situ apenas tres meses antes. Coinciden prácticamente con su construcción durante el período de crecimiento del Reino Jemer (S. IX), aunque en este caso habría que volverse al instante en que el Reino hindú de Mataram gobernaba el Centro de Java y la Dinastía imperante era la Sanjaya, que rivalizaba con un creciente Budismo plasmado por todo lo grande, por ejemplo, con Borobudur. Se calcula que Prambanan fue levantado en torno al 850 D.C como respuesta presunta a este auge y a conmemorar que los Sanjayas retomaban con más fuerza el mando en la zona.

El conjunto original contaba con 237 templos (entre grandes y pequeños, la mayoría destruidos), una estructura inmensa cuyo núcleo principal son los tres edificios dedicados a la denominada Trimurti, es decir, a Brahma, Visnú y Shiva, las principales deidades de la mitología hindú. Brahma como el creador del Universo, Visnú como conservador y regenerador, y Shiva como el destructor. Es precisamente Shiva el objeto último del Complejo de Prambanan puesto que su torre es la más grande, ubicándose además en el mismo centro del conjunto y permaneciendo flanqueada a los lados por las dedicadas a Brahma y Visnú. Delante suyo tienen otros tres templos menores dedicados a los animales mitológicos que transportan a dichos Dioses (vahana): Garuda para Shiva, El cisne sagrado para Brahma y el toro Nandi para Visnú. Alrededor de los mismos, dispuestos en hilera, se encontraban los templos pervara, pequeños santurarios que apenas han sobrevivido al paso de los años.

Son de un impacto visual esplendoroso, sobre todo cuando se les tiene a cierta distancia en la cual se puede distinguir perfectamente cómo están estructurados. Momento idóneo para realizar fotografías, aunque en nuestro caso esto no fue para nada un acto que haríamos en solitario. Porque, sin comerlo ni beberlo, parecimos habernos convertido en el foco de atención de buen número de turistas indonesios que nos pidieron insistentemente tomarse fotos con nosotros. No fueron casos aislados como los de Yogyakarta el día anterior sino que vinieron hacia nosotros familias al completo rogando su instantánea con Rebeca, conmigo, juntos, separados y revueltos. Dicen que todo el mundo merece al menos quince minutos de fama. En este caso vivimos una fama fingida y más bien debida a una particularidad muy común con miles de millones de personas… ser de fuera. Por una cosa u otra quienes nos convertimos en extranjeros despertamos la atención en muchos lugares de Asia, quien sabe si por feos, guapos o simplemente por ser llamativos. Atención al siguiente video:

Por unos instantes pudimos comprobar qué siente un actor o un futbolista cuando va por la calle. Desconozco cómo debe ser tener esa situación día a día, pero en nuestro caso nos hizo bastante gracia y disfrutamos protagonizando decenas de escenas con una gente siempre educada y agradable que, simplemente, quería que compartiéramos un mismo recuerdo. Esto es algo por lo que pasa la práctica totalidad de los turistas que visitan Indonesia, por lo que hay que tomárselo con buen humor, como algo positivo y una oportunidad estupenda de poder hablar con otras personas.

Los momentos en soledad y silencio son complicados de obtener a no ser que se madrugue para llegar a las seis en punto de la mañana, algo que era seguro íbamos a hacer cuando fuéramos a Borobudur al día siguiente. De lo contrario lo mejor es cuanto antes hacerse a la idea de que ese tesoro arqueológico incluido dentro de la Lista del Patrimonio de la Humanidad debe compartirse con mucha gente, más de lo que uno se imagina.

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En los templos de Prambanan, una vez se está cerca de ellos, se aprecia de lleno el detalle con el que están edificados hace nada menos que doce siglos. Los majestuosos Candi Brahma (candi es templo en indonesio) y Candi Visnú secundan con sus 33 metros de altura al sobresaliente Candi Shiva, que se eleva en el centro a 47 metros. Es en este precisamente donde se guarda la estatua de Durga, la esposa de Shiva, que muchos identifican con la figura petrificada de la princesa Loro Jonggrang , la Virgen Esbelta, protagonista de una hermosa Leyenda que guarda sentido con este lugar.

Esta Leyenda cuenta que un príncipe se enamoró de la hija del Rey Boko, monarca al que él precisamente había dado muerte para hacerse con el poder. Razón por la que la princesa sólo tenía odio para un pretendiente que insistía constantemente en casarse con él. Dado que ella estaba ciertamente obligada a contraer matrimonio con el verdugo P1140808de su padre, cada vez más poderoso, le puso una condición a priori imposible. Debía construir mil templos en una sola noche. El principe aceptó y se encomendó a los demonios de la Tierra para cumplir el trato. Cuando aún era de  noche la princesa se dio cuenta que ya había 999 templos y que el milagro estaba a punto de obrarse. Entonces urdió un ardid con la gente del pueblo, quienes quemaron campos al este de los templos para hacer creer al príncipe y sus demonios que el día había llegado y que habían fracasado en su intento. Al ver las luces y escuchar el cantar de los gallos los espíritus que habían ayudado al príncipe desaparecieron y este se lamentó por no haber terminado a tiempo. Pero no tardó en enterarse de que todo había sido una artimaña, por lo que quiso castigar el engaño de la princesa convirtiéndola en la más hermosa estatua de los mil templos construidos en su honor, porque terminaría el trabajo para cumplir el juramento que habían hecho. Esa es la famosa Virgen Esbelta que se encuentra en Candi Shiva.

Pero este templo, a diferencia de los demás, estaba cerrado a las visitas porque estaban restaurándolo por dentro, así que fue imposible ver a la princesa petrificada. En realidad esta restauración lleva en pie desde el Siglo XIX. Tras quedar sumido en el abandono cientos de años antes fue pasto del pillaje y de los terremotos, razones por las que probablemente explusara huyó la corte. Razones Naturales y Humanas son las que explican este deterioro que, por ejemplo, no llegó tanto a Angkor, quien tuvo a la selva como aliada para cubrirlo de todo mal. Es evidente que las tareas de restauración en Candi Shiva y en todos los templos de Prambanan han sido y siguen siendo bastante profundas.

Sí que pudimos entrar a otros templos como Candi Brahma y Candi Visnú, en los cuales lo más interesante no era el interior, casi vacío, sino dar un rodeo por sus terrazas exteriores donde el Ramayana corre por las paredes como si fuera una película de animación. El dinamismo de sus relieves permite recrear múltiples escenas comprensibles para un pueblo devoto y deseoso de leer en piedra mil historias que conocían desde su infancia. Las criaturas mitológicas copan paredes, puertas y ventanas de una construcción absolutamente viva.

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Podéis hacer un breve recorrido por estas terrazas a través de este video:

Disfrutamos de los templos tanto aproximándonos a un palmo de sus muros como alejándonos para poder apreciar su simetría y su perfección. Con cada uno de los templos se trata de representar el mítico Monte Meru hindú, el lugar habitado por millones de Dioses, hogar del venerado destructor, Shiva. Ese es el motivo principal de las agujas apuntando al cielo, o como había comentado al principio, gotas de agua regresando a su ser.

Sólo a estos templos le pudimos dedicar fácilmente una hora y media, ya que aprovechamos también para movernos por muchos de los ángulos del recinto, a cada cual mejor para tomar fotografías. Bien sobre las piedras de sus ruinosos pervara, que fueron más de doscientos cuando se levantó el conjunto o bien desde los caminos que uno se va encontrando y que llegan a otros templos situados más al norte.

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Sea como fuere, el más mínimo gusto por la Historia y por el Arte son suficientes para convertir Prambanan en un lugar absolutamente imprescindible.

Candi Sewu

Aproximadamente 1 kilómetro al norte de Candi Shiva, dejando atrás construcciones menores como Candi Lumbung y Candi Bubrah, se encuentra el representante del Budismo en el área de Prambanan. Candi Sewu es un conjunto independiente de este y, quizás por estar separado de los accesos principales, no tiene apenas visitas más que de viajerosP1140874 que acuden a él a conciencia y seguidos bajo un afán de indagar un poco más de lo típico. La entrada adquirida en las taquillas sirvió, por supuesto, para acceder a este recinto, previo paseo por un camino ardiente y caluroso a más no poder. Se nos había olvidado comprar agua en la entrada por lo que nuestra única salvación fue una mujer que se acercó hasta nosotros para vendernos dos botellas por un dólar. Bien es cierto que la caminata por el bochorno era salvable porque dicho trayecto lo efectuaba también un trenecito por el que había que pagar, pero preferimos no dejarnos llevar por la turistada de turno en la que no me hubiera extrañado ver a la bruja dando escobazos en los vagones de atrás. Invento que puede ser útil pero que irremediablemente resta magia a lo que uno siempre ha considerado remoto y hasta hace poco inaccesible. Hechizo devuelto en un instante nada más ver a dos grandes guardianes de piedra (Dvarapalas) custodiando la entrada al fantástico Candi Sewu. Con sus espadas en alto parecen decir: Podéis pasar.

Sin la espectacularidad y grandiosidad de Prambanan, este lugar reúne suficientes condiciones para ser visitado indiscutiblemente. La Leyenda de Loro Jonggrang, de la que he escrito anteriormente al respecto de la Princesa petrificada, ubica los míticos mil templos aquí. Candi Sewu quiere decir precisamente eso: Mil Templos. Obviamente esto no deja de ser parte de una Leyenda porque incluso nunca hubo aquí tal cantidad de monumentos. En concreto son 257 construcciones reunidas ante un punto concéntrico y cuatro accesos norte, sur, este y oeste. Es decir, la estructura de un mandala, el diagrama que simboliza el microcosmos del Budismo y el Hinduísmo, en el que un círculo de poder forma un núcleo dentro de un cuadrado con una abertura situada en cada uno de los puntos cardinales.

Su construcción fue algo anterior a la de Prambanan (aprox 800 D.C), en un momento en el que en el Reino Mataram el Budismo era la religión más fuerte. Y aunque el regreso del Hinduísmo poco después fue un hecho se ha demostrado que ambas religiones debieron convivir un tiempo en pura armonía. No hay que olvidar que, de una forma u otra, el Budismo es un hijo díscolo de las corrientes hinduístas. En Java, aunque se peleaban entre Dinastías y Reinos por imponer sus cuestiones de Fe, hubo cierta tolerancia en este sentido. Al menos en aquella época.

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La lástima fue que una vez más los terremotos y erupciones volcánicas de una tierra que respira fuego dañaran fuertemente Candi Sewu. El último terremoto de 2006, de inmensa fuerza y no pocas víctimas, tiró gran parte de este complejo del Siglo IX, con más consecuencias que las traídas por las muchas contiendas que ha habido en esta región. Es por ello que el santuario central, el núcleo sagrado del templo, aún conservaba andamios durante nuestra visita, y que no se pudiera transitar por el 100% del mismo. Habían pasado cuatro años del terremoto y aún no se podía garantizar la sostenibilidad de algunas de las estructuras.

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Aún así si fue posible entrar al templo principal que algún día guardó una gran estatua de Buda hecha en bronce y que o bien forma parte de alguna colección privada o directamente ya ni existe. En los accesos nos llamó la atención la escalera y sus pasamanos de serpientes mitológicas con figuras de aspecto humano saliendo de sus fauces. Este tipo de criauturas se puede ver en otros templos del área que no son precisamente budistas. Sin ser un experto en el tema me da que pensar que son probablemente las nagas hinduístas, unos seres con cuerpos de serpiente enemigos acérrimos de Garuda. Esa conjunción de criaturas y monstruos son propios de ambas religiones y no es de extrañar que se confundan en construcciones que son contemporáneas.

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Charlamos unos instantes con unos chicos indonesios que parecían los obreros encargados de la restauración del templo, quienes nos desearon mucha suerte para el encuentro de España de semifinales del Mundial contra Alemania. A pesar de que los partidos les cogían muy a deshora, no se perdían ni uno solo. Y por lo que estábamos sondeando por la calle, la gente iba con España. Así que el fútbol, una vez más como era común en muchos viajes, se convertía en un vehículo idóneo para iniciar una conversación con otras personas. Es un tema que nunca falla, incluso en los momentos menos benévolos en los que uno no tiene las mejores circunstancias a su favor.

Nos marchamos de Candi Sewu y de Prambanan casi a la una de la tarde. Para salir al parking tuvimos que recorrer un laberinto de tiendas inteligentemente dispuestas para que los turistas hagan sus compras al final de la visita. Pero no era nuestra intención gastar demasiado, por lo que comerciantes tuvieron que conformarse con vendernos unos refrescos. Más concretamente té verde helado que, en mi caso, consumo con gran fervor durante mis viajes al continente asiático. Una vez llegados al parking, nos introdujimos en el coche, en el cual el conductor que habíamos contratado en Yogyakarta nos estaba esperando.

LOS TEMPLOS DE PLAOSAN

Aún había tiempo de hacer antes de comer otro lugar señalado con una X. Supe de Plaosan gracias a un lector de Canarias asiduo del Rincón de Sele que acababa de venir de Indonesia apenas una semana antes de marchar nosotros y me  lo mencionó en un correo electrónico. Por curiosidad lo busqué en el servicio de imágenes de Google (Google Images) y me llamó poderosamente la atención. Finalmente vi que aparecía en Lonely Planet así como en algunas páginas web en la que hablaban muy bien de sus dos templos gemelos. Desde ese momento no había duda, Plaosan entraba en nuestros planes. Y si de algo estoy convencido es de que acertamos en incluirlo.

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Los Templos de Plaosan se encuentran a 3 kilómetros sentido norte de Prambanan. Llegamos a través de una carretera estrecha en cuyos arcenes los campesinos dejaban secándose al Sol los granos de arroz. En la taquilla había un hombre dormitando en su silla. No parecía haber tenido demasiado trabajo. Fuimos nosotros quien le sacamos de su letargo con objeto de abonar 15000 rupias cada uno, un coste nada parecido al que habíamos pagado para entrar al Complejo de Prambanan. Además aquí tuvimos el gustazo de poder recorrerlos en absoluta soledad, ya que unicamente estábamos nosotros y un falso guía merodeando entre las piedras que nos contó algún que otro dato sobre lo que teníamos delante.

P1140894Plaosan en realidad consta de dos partes. En el norte está Plaosan Dor y en el sur Plaosan Kidul. Nosotros visitamos el primero, poseedor de dos fantásticos templos gemelos del Siglo IX supervivientes entre ruinosos santuarios y estupas que se contaban por encima del centenar. La curiosidad de Plaosan estriba en la mezcla de conceptos del Hinduísmo y el Budismo, ya que pertenecen a una época en la que ambas religiones despuntaban en el Reino de Mataram. Por ello no es extraño encontrarse la escultura de un Bodhishattva junto a la cabeza de Kala ornamentando una puerta o una ventana. Aunque hay que decir que el sentido de los templos de Plaosan es eminentemente budista, como uno puede ver en estupas y en figuras nada discutibles.

Ambos edificios son idénticos, aunque si se profundiza en ellos sí se pueden captar algunas diferencias, más ornamentales que estructurales. Al igual que Candi Sewu, los Dvarapalas guardan con firmeza un lugar venido abajo tras varios terremotos. Los trabajos de restauración están tratando de dejar las cosas en su sitio, ya que la situación del complejo es de ruina en general. Salvo los templos gemelos, alguna stupa y figuras budistas que se lograron recuperar de los escombros, Candi Plaosan está desperdigado en la hierba. Aún así es lo recomiendo porque muestra otras cosas no vistas en Prambanan y, sobre todo, porque de cada cien turistas que visitan los otros templos, sólo uno llega hasta estos.

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UN PARÉNTESIS PARA COMER Y UN NEGOCIO DONDE NO PAGAR

Llevábamos una buena losa encima con tantos templos y necesitábamos hacer una parada para almorzar y descansar un poco. Prambanan, Candi Sewu y Candi Plaosan habían consumido la mañana como si de una mecha se tratara y aún quedaban más lugares por descubrir. Le pedimos al conductor nos mostrara algún sitio para ir a come,r por lo que indagó en un pueblo cercano de donde estábamos y nos llevó a un restaurante muy confortable y fresco que daba a un riachuelo. Allí comimos de vicio y particularmente probé unas gambas agridulces que de pensar en ellas se me hace la boca agua. Lástima que me despisté y que olvidé anotar el nombre del sitio. Aunque tengo que reconocer que no fue de los sitios más baratos en que comeríamos en Indonesia, sobre todo tras la inclusión de ese 21% de impuestos + servicio que si hubiésemos estado más ágiles podríamos haber luchado por su exclusión (algo que en ese momento no sabíamos pero que haríamos y conseguiríamos en Bali).

En la mesa con los postres sacamos a la luz varios nombres con los que poder movernos por otros monumentos/templos hindúes que pasan casi desapercibidos para mucha gente y por los que teníamos interés en conocer: El Palacio del Rey Boko (Kraton Ratu Boko), Candi Sari, Candi Kalasan y Candi Sambisari, estos tres últimos parte de lo que en los libros se define como «Grupo del oeste» por su ubicación con respecto a Prambanan.

Justo dos minutos después de ponernos de nuevo en marcha nos topamos con una panorámica fabulosa de los templos de Prambanan avanzando hacia el cielo entre las arboledas.

Reanudamos el camino definitivamente. El primer lugar que intentaríamos ver sería el Palacio del Rey Boko, situado en lo alto de una colina y más importante por las vistas que regala de la llanura que por sus ruinas en sí. Dejamos atrás una tierra repleta campos de cultivo (casi todos arrozales) para ascender en busca del «Kraton», pero resultó que cuando estábamos a punto de llegar nos detuvimos en un puesto de control donde nos pidieron el pago de una entrada a cada uno por la cantidad no desdeñable de 10 dólares. Era más de lo que nos había costado Prambanan, el cual es mucho más grande, el summum de la arquitectura hindú, Patrimonio de la Humanidad. Kraton Ratu Boko, particularmente pienso que no merecía ese dinero. Incluso no me creí que lo que nos pedían fuese verdad. Finalmente comprobé que sí eran ciertas tales cantidades pero que este área estaba controlada por un magnate que había venido a hacer negocio. Ahora tengo claro que con nosotros no lo logró.

CANDI SARI

Decepcionados por «bajarnos del carro del Rey Boko» nos dirigimos a los templos del Grupo del Oeste que comparten la característica de sus pequeñas dimensiones y su buen estado general. Y, por supuesto, un precio más lógico, más indonesio. 2000 rupias cuesta entrar a cada uno de ellos. El primero de la lista fue Candi Sari. Candi, como ya he comentado antes, significa templo, y se pronuncia como «Chandi». Y Sari, por lo que pude saber, tiene que ver con el verbo «dormir». Esa es una referencia que hace mención a las hipótesis de los historiadores que explican Candi Sari como un monasterio o un pequeño edificio-dormitorio para los monjes budistas que se ocupaban de Candi Kalasan, situado a poco más de 100 metros de este.

Es igual de antiguo que Prambanan y compañía, no pasando del Siglo IX después de Cristo. Sus formas son casi idénticas a la de los templos gemelos de Plaosan. Se aprecia en sus muros una profusión decorativa que cubre sus 18 metros de altura mediante la presencia de estilizadas figuras de semblante alegre y bastante dinamismo.

Candi Sari se encuentra en mitad de un pueblo minúsculo en el que las gallinas en mitad de la calle sobrepasan a cualquier vehículo a motor. Se nota a la legua que aquí acude muy poca gente. Y el tiempo de visita a invertir es escaso, ya que es realmente pequeño. Diez minutos como mucho.

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Próximo templo: Candi Kalasan.

CANDI KALASAN

P1140932A finales del Siglo VIII pertenece históricamente este templo budista que se construyó con la Dinastía Saliendra en el poder. De todo el área de Prambanan es, sin duda, la más antigua de las construcciones religiosas existentes . Fue mantenido por los monjes budistas más cercanos a la Corte, quienes, al parecer, utilizaban también el edificio Candi Sari que acabábamos de visitar y del que tan poca distancia hay. Aunque, el estado de conservación de Candi Kalasan es bastante peor que este. El pequeño edificio tiene algunas partes en ruina que permanecen dispersas por el suelo. Un suelo que los hombres, mujeres y niños del pueblo estaban utilizando para disfrutar de una buena merendola en la que no faltaba el primer producto alimenticio de Indonesia y de toda Asia… el arroz.

De Candi Kalasan me sorprendieron las Caras de Kala de las ventanas. Son verdaderas obras maestras que definen una de las particularidades artísticas más interesantes de los monumentos javaneses.

Precio: 2000 rupias. ¡Ni 20 céntimos de euro! Siguiente: Candi Sambisari.

CANDI SAMBISARI

A mediados de los años sesenta, un campesino que acudía a trabajar el campo se dio cuenta que su azadón había dado con algo duro que no parecía una simple piedra. Sin comerlo ni beberlo acababa de descubrir un yacimiento arqueológico de primer orden del que se desconocía incluso su existencia. Habían sido las cenizas del volcán Merapi las que habían sepultado por completo Candi Sambisari, un modesto templo hinduísta consagrado a Shiva. Durante dos décadas los arqueólogos trabajaron incesantemente hasta que se abrió al público (precio: 2000 Rupias) en 1987.

A la vista desde arriba, Sambisari se asemeja a una maqueta perfectamente colocada en una fosa. No parece que tenga once siglos de antigüedad, pero esa fue la suerte que tuvo al permanecer tapado de cenizas y no sucumbir a otros daños que sí afectaron seriamente a otros templos de la zona. Esa fue la razón de la importancia de este hallazgo fortuito.

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El interior del templo posee símbolos fálicos (lingam), propios de templos shivaístas, con los que se pedía prosperidad y fertilidad a las distintas deidades. Como Ganesh, el elefante, siempre dispuesto a escuchar los ruegos y demandas de los devotos ciudadanos de Mataram.

Precio: 2000 rupias. Fin del recorrido.

NO ERA MÁS QUE EL PRINCIPIO…

Terminábamos por ese día nuestras introspecciones arqueológicas en las llanuras de Prambanan. Se había hecho tarde y debíamos volver a Yogyakarta. Contentos con nuestro conductor, fuimos con él hasta la oficina para hacer el pago de la ruta a emprender en la jornada siguiente. Un miércoles de anchas miras en las que estábamos dispuestos a madrugar lo que hiciera falta para ser los primeros en estar en Borobudur. De esa forma tendríamos tiempo para alejarnos mucho más y así llegar a la Meseta de Dieng, una lugar de altura en el que el suelo ruge y donde se puede a la Isla de Java desde arriba.

Durante la tarde-noche aprovechamos para llamar por teléfono a casa desde un locutorio cercano al hotel (precio de 10000 rupias el minuto), darnos un baño en la piscina, conectarnos a internet y salir a cenar tranquilamente por Malioboro Street, que rebosaba de gente.

Pensábamos en todo lo que nos estaba aportando Indonesia y en algo aún mejor. Que aquello no era más que el principio…

CONTINUARÁ…

* Pincha aquí para ver una Selección de Fotografías correspondientes a este capítulo.

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