Crónicas de un viaje a Indonesia 7: La esencia de Bali III

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Crónicas de un viaje a Indonesia 7: La esencia de Bali III

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13 de julio: EL TEMPLO MADRE DE BALI Y OTRAS LINDEZAS

A Bali se la conoce como la Isla de los Mil Dioses. Las connotaciones religiosas de este hinduísmo adaptado a las creencias ancestrales están presentes en todo lugar y momento. Cada vivienda tiene su santuario y cada pueblo mínimo un templo. De hecho se calcula un número aproximado de 11000 templos, lo que nos indica una extraordinaria densidad de monumentos religiosos, sin contar figuras, pequeños retablos y un largo etcétera de simbología de lo más variopinta. Uno podría viajar cien veces a Bali y no haber visto todo su Patrimonio, por mucha isla que sea y muy manejable que nos parezca. Pero al menos sí que podemos destacar en un solo viaje aquellos lugares imprescindibles para el sentir religioso balinés y, sobre todo, para quien guste admirar centros históricos y artísticos de Fe con los que comprender la forma de vivir y de pensar de este pueblo. En este caso jamás podríamos obviar el considerado como Templo Madre de la Isla de Bali, Pura Besakih, situado a gran altura en la ladera del Volcán Agung.

Pura Besakih, el más grande y más sagrado de los templos balineses, conformaría el corazón de la ruta que realizamos aquel día. Pero en absoluto fue lo único que visitamos ya que también conocimos a su hermano pequeño (Pura Kehen), una aldea tradicional como Penglipuran, o las dependencias palaciegas de la vieja Semarapura para rematar la jornada en Goa Lawah o, lo que es lo mismo, la Cueva de los Murciélagos en la que miles de estos guardianes de la noche moran en un halo de sacralidad sólo entendible en estas tierras lejanas.

MAPA DEL RECORRIDO

Dibujando el itinerario realizado quedaría algo así:

En esta ocasión contaríamos con un conductor nuevo, lo que empezó a ser sospechoso. La persona que nos llevaría a Pura Kedeh, Penglipuran (fue una acertada recomendación suya), Pura Besakih, Klungkung o Goa Lawah dejó que su sobrino fuese con él como copiloto, cosa que no nos importaba en absoluto. Más incómodo para nosotros era su ininteligible inglés procedente de una forma de hablar un tanto extraña y era ciertamente complicado comprender lo que nos decía. Cada frase tenía que repetirla en varias ocasiones. Además padecía de un defecto en la pronunciación que nos fijamos que se sucedía en casi la totalidad de balineses que conocíamos: No sabía pronunciar la «F» y en su defecto la intercambiaba con una «P». Debe ser como los chinos con la «R» que la hacen «L», pero esta fue una constante linguística durante nuestra estancia en la isla.

COCHES CON CONDUCTOR EN BALI (Y LA POSIBILIDAD DE RESERVAR POR ADELANTADO)

Bali es uno de esos destinos en Indonesia donde viene muy bien contar con un coche con conductor para aprovechar al máximo la estancia en la isla. Afortunadamente existe una joven empresa española llamada Routive que se ocupa de poner en contacto a los viajeros con conductores profesionales tanto de habla hispana como inglesa en destinos como la propia Bali, Java o Lombok. No nos hubiera venido nada mal durante nuestro viaje.

Ofrecen coches para jornada completa o mediodía con rutas personalizadas para tener total libertad para elegir dónde queréis que os recojan, a qué hora, lo que queréis ver, dónde comer, etc.. Es ideal también para el que no tenga muy claro el recorrido y prefiera que le den recomendaciones tanto previamente como sobre la marcha. Más información sobre condiciones y precios en www.routive.com

PURA KEHEN, EL TEMPLO DEL FUEGO

Nuestra primera parada tuvo lugar en Pura Kehen, un Templo de montaña del Siglo XI, situado a un kilómetro al norte de la ciudad de Bangli, capital del que fuera el antiguo Reino de Bangli. Se sabe que Bali estuvo dividida en varios Reinos hastaP1150961 entrado el Siglo XX y hoy en día los mismos son provincias denominadas Regencias. Cada uno de ellos debía disponer de al menos un Templo de montaña o Templo madre que sirviera como cabecera o estandarte religioso. Pura Kehen es un estupendo ejemplo que muchos consideran como hermano pequeño del Pura Besakih (Templo madre de toda la isla) y la mayoría como una de las más atractivas sorpresas que uno puede llevarse en Bali. Sin duda para nosotros lo fue, sobre todo tras encontrarnos totalmente depejada la escalera de acceso decorada por figuras esculpidas en piedra volcánica que se ocupan de custodiar el templo.

Y es que tras pagar 7000 Rupias y enfundarnos los sarongs pudimos disfrutar de la soledad más absoluta en una preciosa maqueta preciosista a la que no le falta ningún elemento de la cosmogenia hindú que debe formar parte de un templo balinés. No nos hizo falta ir muy lejos para darnos cuenta de que estábamos ante un templo maravilloso. Bastaba con observar su entrada cargada de detalles del Universo mágico creado con los hilos de unas creencias tan particulares como la misma isla.

En Pura Kehen, como en cualquier Templo de montaña balinés, se van ascendiendo niveles con una trascendencia mayor. Tras el acceso por los 38 escalones y sus guardianes, se sobreviene un patio en el que ya nos encontramos con el árbol sagrado para los balineses, el Banyan, amasijo de ramas y raíces infinitas convertido en el alma viva del conjunto religioso de Bangli, que guarda un tambor de alarma. Queriendo llegar más arriba con la vista ya empezamos a vislumbrar el único meru de once tejadillos que posee el templo. Por ello nos acercamos a otra de las puertas de acceso.

El último patio y, por tanto, el más elevado, se convierte en el más importante y espacioso, contenedor de un buen número de santuarios con merus de pequeño tamaño que contrastan con el grande que corresponde a la exitosa quiebra del ciclo de reencarnaciones.

En este lugar nos atrapó una sensación de serenidad y calma que sólo se detenía con el eco de nuestras palabras rebotando en lo que a todas luces era la ladera de una montaña. En pocas ocasiones uno se encuentra en un templo tan importante como este sin la compañía de turistas. Quizás porque aún fuera temprano o porque no llega a recibir las mismas visitas de otros más célebres tipo Tanah Lot, Besakih o Ulun Danu. Sea como fuere notamos cómo la energía fluía en cada santuario, en cada vela que permanecía encendida, en cada varilla de incienso que extendía el humo hasta la última de las hojas de palmera que reverdecían una frontera practicamente inexistente.

En el extremo oriental del templo destaca un gigantesco Trono de piedra en el que Shiva, Brahma y Durga están sostenidos por una tortuga y dos serpientes, criaturas que parten del subsuelo y que consiguen abrazar ese equilibrio de fuerzas necesario para la supervivencia del mundo. El musgo baña de solera y antigüedad el que probablemente sea uno de los mejores trabajos de escultura en piedra que se encuentran en Bali.

Pura Kehen, dispuesto en terrazas como si fuese la representación monumental y espiritual de un arrozal, se convirtió en una importante fuente de perplejidad. Quizás por inesperado, por solitario, por transmitirnos gran parte de la energía que camina en su interior. Por nuestra parte sólo pudimos contentarnos por haberle incluído con calzador en una ruta que empezaba con buen pie.

LA ALDEA DE PENGLIPURAN

P1150999Debido a que habíamos insistido en el interés de ver un pueblo tradicional balinés, nuestro conductor se quedó con la copla y no hubo que movernos más que un par de kilómetros para que a las afueras de la ciudad de Bangli pudiésemos cumplir dicho propósito. Y es que allí se sitúa una de las aldeas tradicionales más pintorescas de la isla, Penglipuran, en la que habitan en torno a 700 personas desde hace varios siglos. Para poder acceder a la misma y dejar el coche tuvimos que pagar 3000 Rupias (menos de 30 cts.), ya que ser uno de los mejores ejemplos de «arquitectura funcional» de la isla, lleva implícito no soltarse de la mano del turismo. Una vez abajo iniciamos camino por la calle principal del pueblo, totalmente recta y en cuesta, en la cual se enfrentan cara a cara dos hileras de casas genuinamente balinesas.

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Sus puertas de entrada a cada una de las viviendas son de por sí bastante pintorescas, pintadas en ocre y cubiertas con tejadillos de paja a cuatro aguas. Todas tienen una indicación donde además del número al que  pertenecen señala cuántas personas habitan en dichas casas. Arbustos, flores de todos los colores, palmeras y otros árboles refrescan y descongestionan Penglipuran.

La gente utiliza uno de los dos accesos con que cuenta en pueblo para acudir a trabajar a los palmerales y los bosques de bambú, que son también el secreto de la belleza de Penglipuran, que se fusionan conceptos como vegetación/naturaleza con vivienda/hogar. Si se sube a la parte más alta del pueblo se observa con nitidez esta exquisita cojunción.

Pudimos entrar a una casa escogida al azar, pidiendo permiso previamente, sin que las personas que allí se encontraban nos dedicaran un solo mal gesto. Al contrario,P1150996 nos obsequiaron con la amabilidad más absoluta y nos mostraron, sin pretender nada a cambio, algunas de las dependencias de un hogar estructurado de forma similar a los demás del pueblo. Por ejemplo un área que nunca falta en una casa es la que se dedica al santuario con el que honrar a las deidades o espíritus de los que la familia sienten devoción, siempre mirando dirección al Gunung Agung (Volcán Agung). Es normal entonces disponer de un minitemplo por vivienda con pequeñas capillas o merus de un solo nivel con flores, incienso o velas encendidas en favor de los Dioses.

Otro elemento, cuyo número y extensión indica que nos encontramos ante una casa más o menos pudiente, es el Bale. Con Bale nos referimos a los pabellones semiabiertos que tienen distintas funciones, unas veces religiosa, otra laboral (taller, etc..), o de sala de reuniones, o de lugar de juego para los niños de la familia, etcétera. Suele ser de madera y normalmente abierto, al contrario que la residencia en sí, que se hace normalmente con un material más duradero.

Pudimos ver también la cocina, llamada paon, con su horno de piedra y la abuela avivando el fuego. Así como los santuarios se disponen siempre mirando al Agung, las cocinas lo están mirando hacia el mar. Próximo a ella contaban con su despensa donde guardaban importantes cantidades de arroz procedentes de una cosecha, seguro cercana, en la que los propios ocupantes de la casa habrían trabajado.

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Penglipuran nos pareció una aldea muy hermosa en la que comenzamos a comprender muchos de los aspectos de la arquitectura residencial balinesa, para nada hecha al azar sino todo lo contrario. Absolutamente todo tiene un porqué y un porque no.

El Pabellón donde se reune la comunidad cuando es necesario, o los torreones donde se dan las alarmas o avisos importantes, culminaron nuestra visita bajo el único Sol que se dejaría ver aquella mañana. Porque lo siguiente era Besakih y eso parecía el Reino de los nubarrones.

A continuación podéis ver un pequeño vídeo grabado en Penglipuran:

PURA BESAKIH: EL TEMPLO DE LOS TEMPLOS BALINESES

La aldea ya era pasado. El presente lo constituía Pura Besakih, al que llegamos después de treinta minutos dirección nordeste. Aunque más que llegar al templo propiamente dicho lo hicimos a un parking situado a algo más de un kilómetro, ya que los automóviles del turismo tienen prohibido el acceso a las cercanías del complejo religioso que nos disponíamos a visitar. Alrededor nuestro había un inmenso mercadillo de souvenirs y cerca estaban las taquillas. Desde ahí debíamos ser nosotros quienes subiésemos a pie una cuesta con bastante pendiente.

ADVERTENCIA SOBRE LOS FALSOS GUÍAS

Antes de bajarnos del coche el conductor nos advirtió algo que ya llevábamos muy claro desde Madrid. «Mucho cuidado con los guías. Decidles siempre que no, aunque os cuenten que es imprescindible utilizarlos para entrar a Pura Besakih» fue su frase. La fama de este templo es nefasta por ese tema y esa recomendación la había leído en las guías, en los foros y en blogs de viajeros que habían ido a Bali. Voy a profundizar un poco más en esta cuestión ya recurrente para que quede muy claro a los futuros visitantes del Templo Madre de Bali lo que deben tener en cuenta:

El coste de la entrada al Pura Besakih es de 7500 Rupias + 1000 (por la cámara de fotos, en caso de llevarla) + 2000 (por la cámara de vídeo, en caso de llevarla). Por supuesto, dicho precio no incluye a ningún guía, por lo que si se presenta alguna persona para «ayudarte y explicarte las instalaciones» (que lo harán), hay que saber que sus servicios no son gratuitos y que después de contarte evidencias sin fundamento no te van a reclamar 10.000 o 20.000 rupias. Para nada. La desvergüenza será tal que pedirán con insistencia un mínimo de 300.000 rupias (casi 30 euros!!). Y el lío ya se habrá formado. Te asegurarán que hay lugares en los que los «no balineses» no pueden entrar y que con ellos sí que podrás hacerlo. En ningún modo es cierto. No puedes acceder a ciertas zonas ni con ellos ni sin ellos y además los guardias de seguridad estarán legitimados para multarte si es necesario. Puesto que los de Pura Besakih son los falsos guías más beligerantes o «gallitos» que puedes encontrarte en Bali, hay que responderles un NO contundente ante sus insistentes y bondadosas ofertas de acompañarte. Si esto se deja claro desde un principio, la visita a Pura Besakih será una balsa de aceite. De lo contrario se puede llegar a vivir algún que otro momento desagradable. Y creo que discutir o tener un espectáculo público en plena calle no es plato de buen gusto en las vacaciones o viajes de absolutamente nadie.

Precisamente esa fue nuestra actitud desde que se nos ofrecieron los falsos guías por primera vez. Nuestras negativas fueron firmes incluso para quienes sólo querían subirnos en sus motos a las puertas del templo. Y funcionó porque no dimos pie a cualquier cebo del tipo «¿De qué país sois?» que, en realidad, se convierte en algo así como la pregunta mamporrera (término acuñado por el programa de la Sexta «Sé lo que hicistéis» para referirse a cuando una pregunta relativamente simple e inocente lleva detrás otra pregunta mucho más interesada). Con un educado pero enérgico, «No, thank you» fue suficiente.

LA GUARIDA DEL DRAGÓN

Tras superar la empinada cuesta que salía del parking por la que además de comercios había gallos enjaulados llegamos a la entrada principal del Pura Besakih. La primera imagen que nos ofreció el complejo religioso más grande e importante de Bali fue la de una aglomeración de merus y tejados correspondientes a los cerca de treinta templos que forman el Todo monumental que se agarra al Volcán Agung.

Y es que una buena parte de la ladera está invadida por el Pura Besakih. Nos impuso tener delante semejante extensión, mucho mayor de lo que imaginábamos en un principio, y tuvimos serias dudas de cómo y por dónde echarle el guante, aunque al final son tantas las zonas a las que no se puede acceder, que los caminos surgen por sí solos. En lo que no fallamos, y menos en este templo que tiene tantos ojos puestos en los visitantes extranjeros, fue en no olvidarnos llevar los sarongs por los que nos estábamos paseando por casi toda Bali. Aunque de lo contrario no hubiera habido problema alguno ya que los alquilaban por 2000 Rp a quienes no los llevaban consigo. Los sarongs son una inversión necesaria además de un bonito recuerdo que llevarse a casa.

Un primer candi bentar (los dos triángulos que separan los espacios sagrados de los que no lo son) nos permitió acceder de pleno derecho al inmenso Pura Besakih. Ya estábamos dentro de una de las maravillas históricas y arquitectónicas de la Isla de Bali, candidata seria y, diría que merecida, a ser incluida en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Aunque de nuevo en su interior fuera necesario decir nuevamente que No a los falsos guías convertidos en incómodos moscones que insistían en que sin ellos no se podía visitar el templo. ¡Falso!

Ascendimos una larga escalera, la primera de las muchas con que cuenta Pura Besakih y la que más se ve fotografiada en las revistas y guías de viaje, aunque sin llegar a sobrepasar el candi bentar, ya que más allá del mismo estaba prohibido el acceso, por mucho que intentaran convencernos de que podíamos pasar. A ambos lados de la misma resaltaban sus flores y, sobre todo, los muchos guardianes de piedr erguidos cuya función no es otra que ahuyentan a los malos espíritus.

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Aunque el premio de no atravesar el candi bentar es voltearse y poder observar una primera panorámica fantástica. Porque tomar altura en Pura Besakih es un ejercicio tan necesario como recomendable.

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Para avanzar tuvimos que descender dicha escalera y tomar otra que está a su izquierda que se adentra en la montaña como una serpiente en una madriguera. La visita a Pura Besakih es como una escalada entre decenas de santurarios, decenas de merus altísimos, que van surgiendo de los lados y van quedándose atrás, amontonados y apuntando al cielo.

Se desconoce el momento en que se originó la construcción de la madre de todos los templos balineses en la ladera del Gunung Agung. Unos hablan del Siglo X y otros sostienen la hipótesis de una procecencia mucho más antigua. Más aún que la presencia del hinduísmo en Bali. Existe una Leyenda tan remota como la isla que cuenta que el interior del volcán lo habita un enorme y poderoso dragón, cuyo nombre es Besakih. Pero después se atrajo la idea de morada de los Dioses en la tierra, lo que sirve de ejemplo clarificador de la doble vertiente de esta religión que mezcla conceptos ancestrales con los del Hinduísmo y el Budismo que se extendió por la isla.

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Tambié hay un hecho que sacraliza aún más si cabe Pura Besakih. Y es que en 1963 el volcán entró en erupción, recubriendo sus laderas de lava, sepultando lo que venía a su paso y acabando con un buen número de vidas humanas. Se pensó entonces que el Templo madre iba a sucumbir bajo los ríos de fuego y que no iba a quedar un solo meru en pie. Pero como suele suceder en esta clase de historias, obró el milagro. Pura Besakih, como una burbuja inmortal en medio del caos, sobrevió a la catástrofe y se conservó intacto porque la lava nunca llegó ni a rozarlo. Por lo que si antes era sagrado, ahora es sencillamente inmortal. Lo dicen sus decenas de merus y las flores que llenan de vida un lugar tan inmenso como de obligada visita.

De repente nos agarró una lluvia potentísima que nos obligó a resguardarnos durante unos minutos ya que nos habíamos dejado los paraguas en el coche. Aunque es tan normal la lluvia bajo el volcán que los propios balineses hicieron caso omiso a la misma, por muy fuerte que estuviera cayendo.

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Las incesantes gotas de agua llamaban a la puerta de los santuarios. Subidos bien altos en el templo pudimos sentir y comprender toda aquella paz. El ascenso de niveles atraía esa espiritualidad que simbolizaban los merus y los escalones que escalaban la montaña. Allí arriba se quebró cualquier muestra de sonido que no fuera procedente de la lluvia. Nos encontrábamos en una burbuja que nos separaba del mundo corriente, que nos alejaba mucho más que los 13000 kilómetros reales que había entre el Gunung Agung y nuestro hogar.

Aquello ya no era un simple monumento que abogaba por ser incluido en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Era la morada de un dragón que escupía fuego y el lugar de la isla en que los Dioses pisaban tierra firme. Donde la lava no acabó nunca con las flores y la niebla es un escudo que separa dos mundos. Y nosotros estábamos tocando ese mundo de Leyenda…

Nos encontrábamos en pleno corazón de Bali, en pleno corazón de un viaje en el que cada vez que nos dábamos la vuelta no nos atrevíamos a decir adiós. Era algo a lo que nos resistíamos.

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Pero siempre hay echar la mirada hacia delante puesto que son muchas más las maravillas que aún nos aguardan en este sendero que iniciamos ya hace mucho tiempo. Y no a mucho tardar, puesto que Bali todavía nos iba a deparar no pocas sorpresas.

OTRO ARROZAL DE ENSUEÑO

Se estaba convirtiendo en costumbre eso de ir a comer en un lugar con vistas. El primer día en Bali lo hicimos en Kintamani y el segundo en Pacung. El tercer día de ruta en la isla no iba a ser menos. A mitad de camino entre Besakih y Klungkung, nuestro próximo objetivo, tomamos una carretera sinuosa que dejó a la vista una vastísima extensión de arrozales. Uno de sus miradores sirvió de restaurante, donde lo de menos fue la comida o luchar por lograr un buen descuento. Porque desde la mesa el paisaje se antojaba insuperable.

Aquello era un mar de olas verdes bien arropado por los palmerales y el Agung, que sólo dejaba que miráramos únicamente por debajo de su falda, ya que el resto estaba tapado por la niebla. Desperdigadas por este campo ondulado se encontraban las casas de los campesinos y el ganado pastando en lo que es algo más que un mero arrozal.

Aquel fue un ejemplo más de una isla a la que no le faltan panorámicas de belleza vertiginosa, que respiran y se mueven. Porque todo lo que rodea a Bali está lleno de vida y las cosas sencillas resultan extraordinarias.

Al conductor no le hizo hecho gracia alguna que hubiésemos regateado por la comida puesto del sobrante se llevaba su comisión. Como me dice siempre mi madre ya tenía dos cosas que hacer, enfadarse y desenfadarse.  Lo que sí nos dimos cuenta fue que allí la gente pagaba religiosamente lo que venía en la carta, con el 21% del servicio incluido y otras cuitas que elevaban poderosamente el coste de lo que, en realidad, no valía tanto. Pero con nosotros habían dado en hueso duro. Con el presupuesto que llevábamos sabíamos qué es lo que podíamos permitirnos o no para comer.

KLUNGKUNG O SEMARAPURA, UN REINO Y UN ESTILO ARTÍSTICO

Próxima parada Klungkung, más conocida por el nombre de lo que fue uno de los reinos más poderosos de la isla de Bali, Semarapura. A aproximadamente 25 km al sudeste de Ubud, ya muy cerca del mar, se sitúa la ciudad que más sufrió en la guerra con los holandeses. Una enorme estatua de una criatura mitológica da la bienvenida a sus visitantes en una rotonda de tráfico infernal. Hoy en día es una urbe anodina pero que cuenta con un rincón bastante interesante, resquicio de otros tiempos más esplendorosos en los que la Realeza vivía con todo el lujo a su alcance: El Palacio Real. O mejor dicho, lo que queda de él, que es poco pero suficiente para comprender lo que estuvo en pie antes de convertirse en polvo y ceniza.

En 1908 el último Reino balinés sucumbía ante las armas de fuego de unos holandeses muy preparados para la guerra ante una resistencia sujeta aún al filo de la espada y a un carcaj lleno de flechas. Prácticamente todos los miembros de la Corte que residían que residían en Palacio fueron fusilados o se suicidaron antes de ser apresados y, por tanto, conquistados. Era la última resistencia ante un temible invasor que se ocupó de colonizar buena parte de Nussa Tengara y muchas más islas indonesias. Nos ha llegado apenas una mínima parte de dicho Palacio (Una Puerta Principal) y, sobre todo, las pinturas que un día decoraron las techumbres de muchos de sus pabellones y que dan nombre a un estilo pictórico. Estos restos de Palacio y su pabellón de la Corte de Justicia, Kertha Gosa, son visitables por un precio de 12000 Rupias (nos contaron que había duplicado su precio en el último mes) y un sarong bien amarrado a la cintura con el que cubrir las piernas. Ciertamente es extraño puesto que es una contrucción civil y no religiosa, pero si son las normas son las normas. Además, lo que se ve allí hace que merzca la pena pagar la entrada.

P1160095Dos pabellones semiabiertos flotan sobre un estanque junto a las flores de loto y los nenúfares. Dragones de piedra y otras criaturas custodian la vieja Corte de Justicia. No nos acompañó nadie en la visita, salvo lo que fue un amago de falso guía que no tardamos en convencer para que nos dejara disfrutar a solas de aquel lugar. Kertha Gosa, que había servido como sala de reuniones del Rey con su Ejecutivo para promulgar Leyes o impartir Justicia, posee la mejor colección de pinturas de Bali, las cuales narran como imágenes algunos apartados del Mahabharata o el Ramayana, historias épicas procedentes de la tradición Hinduísta.

Las techumbres de Kertha Gosa son una especie de cómic de la época donde no faltan ni batallas, ni héroes, ni demonios, ni sed de venganza de unos y otros. Dichas pinturas eran de fácil comprensión para un pueblo que conocía de sobra aquellas historias que habían pasado de padres a hijos y que  se habían adaptado perfectamente a la estética balinesa.

Porque en distintos viajes que había hecho recientemente, ya fuera a India o Camboya, países donde el Hinduísmo habita o habitó respectivamente, vi las mismas historias pero representadas de formas completamente diferentes. Bali, como no podía ser menos, es poderosa en su personalidad, en un legado artístico muy reconocible. Nunca una isla tan pequeña contó con tal virtuosismo y carácter para definir su propio estilo.

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Los dibujos de Kertha Gosa son admirables y, aunque ya restaurados en varias ocasiones, constituyen una fuente de inspiración para artesanos contemporáneos que las imitan para decorar tiendas, hoteles, sus casas o simplemente, vender cuadros a turistas y coleccionistas de arte. El estilo Klungkung posee unas formas con unas raíces bien fuertes que se sustentan en la quietud del mar de loto sobre el que fluyen los Bales o Pabellones.

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Tras nuestra visita a lo que fue el complejo regio de Semarapura marchamos a dar una vuelta al Pasar, es decir, al Mercado, que a esas horas sólo vendía productos de corte religiosa tales como flores, bandejas de incienso, velas y otras muchas cosas de fácil venta a uno de los pueblos que viven sus creencias con una constancia irreductible.

Hacía una tarde maravillosa y, aunque el Sol comenzaba a descender, aún teníamos un lugar al que ir. Un lugar de esos que sólo se podrían encontrar en Bali, que sacraliza los elementos más insospechados. Así que tomamos nuevamente el coche para dirigirnos aún más sentido sudeste hasta llegar prácticamente a la mar.

GOA LAWAH, LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS

P1160103En la carretera principal de Klungkung to Amlapura, prácticamente lindando a una playa de tierra gruesa y oscura, se encuentra uno de los templos más originales de los que se pueden ver en Bali. Y uno de los que más ganas teníamos de ir a visitar. Quizás no destaque por su grandiosidad, que no la tiene, o por ser un mar de merus como Besakih, ni por estar en el agua como Ulun Danu Bratan. No es una obra maestra del Arte balinés ni posee techos pintados o suelos de oro. Y es que, el que forma parte del grupo de nueve templos direccionales de la Isla de Bali, cuenta con una particularidad tan extraña como atractiva. Su nombre es Goa Lawah y su significado es Cueva de los murciélagos, denominación que doy fe se ha tomado al pie de la letra. 3000 Rupias de entrada fue el precio que pagamos por acceder a este templo de enorme tradición y que no deja indiferente a nadie. Ni a nosotros, por mucho que imagináramos lo que nos íbamos a encontrar.

No hace mucho se cumplieron mil años desde que se fundara este templo cuyo corazón es una cueva, con un altar de ofrendas a su entrada dedicadas al murciélago, animal sagrado para los balineses. La Leyenda cuenta que la gruta se abre paso bajo el suelo durante más de treinta kilómetros hasta llegar a Pura Besakih en espacio ocupado precisamente por el dragón o la serpiente (naga) gigante que habita Gunung Agung. Y que son los murciélagos los que proporcionan el alimento a dicha criatura para mantenerla con vida.

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Cuando nos acercamos más a la entrada de Goa Lawah pudimos corroborar que la misma se encontraba superpoblada por un enorme ejército de murciélagos (no de la especie de los zorros voladores que vimos el día anterior) que apenas nos dejaba ver las paredes de la gruta.

Rebeca se quedó justo al filo de la mesa de las ofrendas y yo me decanté por entrar un poco más, a sabiendas de que de un momento a otro iba a venir uno de losP1160107 guardas a echarme de allí. Aunque la mayoría de los murciélagos estaban descansando boca abajo muchos revoloteaban a menos de un centímetro de mí, llegando incluso a hacerme sentir el viento que proyectaba el batir de sus alas. Producían incesantemente un chillido extraordinariamente agudo que rebotaba en aquella cavidad oscura tras la cual había muchos más de lo que mis ojos me pertmitían ver. Por mucho que me hubieran contado o hubiera visto en las guías, nunca me habría imaginado poder estar bajo esa ingente cantidad de murciélagos que cuando se esconde el último rayo de Sol abandonan la cueva en bandada para ir a buscar comida en los árboles frutales con la noche como testigo. Pero aquello era cierto, era real, era la mejor representación de ese otro mundo paralelo de monstruos y criaturas imposibles que nos muestra Bali continuamente. En Goa Lawah la incredulidad no existe porque todo es posible, hasta que de un momento a otro se decida a aparecer la naga gigante que la Leyenda dice se nutre de las entrañas del volcán.

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El olor concentrado de los excrementos de murciélago era realmente asqueroso, y quizás por ello Rebeca no se animara a pasar conmigo, puesto que es muy susceptible a los olores fuertes. Mi sentido del olfato, en cambio, es mediocre, y creo que fue la causa por la que aguanté varios minutos dentro, cuya consecuencia fue la grabación de un vídeo que no tiene desperdicio:

Finalmente sí que vino un guardia a echarme la bronca y pedir que saliera de la cueva. Lo encontré mucho más pesado que los pobres murciélagos que apuraban las últimas horas de la tarde antes de abandonar su oscuro escondrijo. Sé que a mucha gente le resultan repulsivos pero particularmente creo que son unos seres realmente adorables.

Ciertamente estos animales estaban protagonizando no pocos momentos en este viaje. Bajaron el telón de un día que había tenido de todo. Y aún quedaban algo más de 48 horas en la isla para seguir destapando muchos más secretos. Aunque ya no sería con conductor puesto que no íbamos a necesitarle más que una pequeña porción de tiempo y él (con razón) no estaba dispuesto a renunciar a otros clientes que le pagaran más. Se finiquitaría de esa forma el método de rutas en Bali seguido hasta entonces. Pero quizás gracias a ese hecho estábamos a punto de conocer más profundamente alguna maravilla que teníamos más cerca de lo que pensábamos.

El final en Bali fue una gran llamarada que hizo aumentar aún más si cabe el hechizo que nos había atado definitivamente a ese pequeño mundo mágico. Nos quedaba tanto por vivir…

CONTINUARÁ…

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