Cuando el Paraíso se llama Tayrona

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Cuando el Paraíso se llama Tayrona

Imaginad un manto de árboles bajando de las montañas creando una selva tropical tan cerrada que cuesta ver más allá de su espesura. Imaginad que esta jungla primorosamente verde se funde con las aguas turquesas de un Mar como el del Caribe a través de una lengua de arena fina que forma las playas de vuestros sueños. Por la mañana uno se ve engullido por el canto de los pájaros y los monos aulladores, por la tarde la brisa de las olas la aprovecha un grupo de intrépidos pelícanos. Y de noche sólo habla la Naturaleza salvaje que campa alrededor, amén de un techo de estrellas tan reluciente que no hace falta en absoluto ningún tipo de luz artificial. Ese Paraíso existe, y no sólo dentro de nuestra imaginación, ya lo creo. Durante este viaje pudimos dejarnos llevar por la magia de este asombro natural. Paisajes rotundamente perfectos, de puro ensueño, tapizan el Parque Nacional Tayrona, el orgullo de Colombia y una de las más bellas porciones de Naturaleza que he visto jamás en mi vida. Aquí precisamente nos vinimos a perder por unos días, desechando la esclavitud de un reloj, olvidándonos de todo lo demás que no fuera realmente importante.

Senderos para observar la vida salvaje, playas majestuosas de arena blanca, atardeceres hermosos que producen incredulidad, secretos indígenas escondidos en lo más oculto de la selva y un mar que se retuerce entre barreras de coral. El Tayrona se convirtió en el protagonista de nuestros pasos, de nuestros sueños y nuestra dicha.

LLEGANDO AL PARQUE NACIONAL NATURAL TAYRONA

El Tayrona está a tiro de piedra (a tan sólo 35 kilómetros) de la población caribeña de Santa Marta, donde arribamos un sábado tras hacer una larga ruta nocturna a través del eje santandereano Barichara – San Gil – Bucaramanga con la compañía de autobuses Berlinas del Fonce (80.000 pesos el total). Santa Marta es uno de los principales nudos veraniegos para los colombianos, aunque lo es igualmente para los muchos visitantes que tiene este parque cuya fama traspasa fronteras. Otro autobús local algo vetusto que tarda en torno a una hora en hacer el trayecto al Tayrona es la manera más económica de quedarse a las puertas del Parque Natural (5000 pesos), ya que los taxis llegan a cobrar en torno a los 60000-70000 pesos colombianos, una cifra cuanto menos interesante. Obviamente utilizamos «la buseta» que sale de las calles 11-11 de Sta Marta después, eso sí, de comprar avituallamiento (bebidas y algo de comida, ya que dentro de la reserva todo es más caro).

El acceso principal al PN Tayrona (no el único pero sí el necesario para hacerse con el ticket que da derecho a entrar) se hace por El Zaíno. Allí están las taquillas, numerosos guías ofreciéndose a los turistas, policía controlando la entrada y un sinfín de gente ocupándose de que nadie pase sin la pulserita que acredite que ha pagado la no desdeñable cantidad de 36.000 pesos colombianos que se exige a los extranjeros y los 13.000 a los nacionales. Pero el Zaíno no es, ni siquiera, el principio, ya que aún restan 6 km para llegar a la entrada propiamente dicha, el Cañaveral, donde de verdad empieza el camino. Nosotros compartimos taxi con un señor israelí, aunque hay una buseta destartalada que hace el camino de ida y vuelta cuando hay gente suficiente para llenarla (2000 pesos). Ya en el aparcamiento (parqueadero) de El Cañaveral uno sólo tiene que caminar para disfrutar del hermoso Parque Tayrona.

Nuestra idea era estar dos o tres días por la zona. Y así fue finalmente, quedándonos en Tayrona de domingo a martes, tiempo suficiente para hacer algún que otro trekking, bañarse en la playa, descansar o incluso ver por el satélite de un bar-chiringuito la Final de la Eurocopa en la que España vapuleó a Italia por cuatro goles a cero. Este Parque tiene muchas rutas posibles pero nosotros llevamos a cabo la que podéis observar en el mapa:

Mapa del Parque Tayrona

DORMIR EN TAYRONA

Una de nuestras dudas era el tema de dónde dormir, pero fue algo que dejamos sujeto a la improvisación. Existen distintas zonas con cabañas (muy caras) y campings (para tiendas de campaña y hamacas con mosquitera) y hay oferta disponible incluso en temporada alta. Nosotros lo que hicimos fue avanzar desde Cañaveral hasta Arrecifes (una de las bases predilectas junto a El Cabo de San Juan) y preguntar en el primer camping que nos encontramos (Camping Paraíso), un tanto vulgar si lo comparamos con el Camping que gestiona Aviatur y que está justo al lado, aunque no nos diéramos cuenta. Así que una noche (por no mirar más) dormimos en una tienda de campaña en Camping Paraíso (tienda pequeña e instalaciones tipo baño/duchas bastante mediocres por 20000 pesos/persona/día) y otra lo hicimos en el Camping de Aviatur (tienda grande con baño y duchas muy limpios por 28500 pesos/persona/día). Ambos en Cañaveral, un hermoso lugar muy próximo a buenas playas y a los senderos para caminar por el Parque.

Lo bueno de acomodarse en tienda de campaña en Tayrona es que uno está más inmerso en la Naturaleza del parque. Y se puede disfrutar perfectamente de los sonidos de la noche, además de recibir la brisa marina que se genera apenas a setenta u ochenta metros.

LA AVENTURA COMENZÓ EN EL CAÑAVERAL

Pero incluso antes de dejar nuestras mochilas en la tienda de campaña empezamos a disfrutar del Tayrona. Porque caminar entre el Cañaveral y Arrecifes es siempre una gran experiencia. Hay dos senderos, uno para los caballos y otro para las personas que es más largo y menos concurrido. A la ida (con muchísimo calor) fuimos por el de los caballos y a la vuelta madrugamos suficiente para hacer el «sendero del conocimiento» y así poder ver mayor movimiento de vida salvaje.

Aún así «el camino de caballos y mulas» es realmente asombroso. Nos fue mostrando la cerrazón de una jungla con una biodiversidad animal y vegetal bien apreciada por los naturalistas. Grandísimos árboles, infinidad de especies vegetales y la conciencia de que probablemente los ojos de no pocos animales nos estaban observando en ese momento. Aunque es cierto que con el calor del mediodía siempre es difícil toparse con alguna cosa, ya que los mejores momentos son al amanecer y al caer la tarde. Pero, por supuesto, es a la noche donde la jungla vive todo su fulgor.

Entre Cañaveral y Arrecifes hay una hora a paso lento, con tiempo para detenerse y tomar fotografías. Lo más peligroso de este camino puede ser que gente a caballo (16.000 pesos hasta Arrecifes, el doble a Cabo S. Juan) pase demasiado cerca tuyo en alguna ocasión, o que se haya generado barro por las lluvias. Nada más. Basta con tomárselo con calma y disfrutar del dosel de vida con que te obsequia la selva a cada paso.

Cuando faltaban 10 minutos de caminata empezamos a escuchar el rumor del mar. Estábamos cerca…

ALGUNAS PLAYAS EN EL TAYRONA

Para mucha gente la gracia del Parque Nacional Natural Tayrona está en los kilómetros y más kilómetros de playa. Y puede que no les falte razón. A mi juicio lo mejor de Tayrona es que hay playas absolutamente majestuosas pero con un fondo salvaje de selva y montes que se pierden en el horizonte. Es la mezcla de jungla y litoral lo que hace tan especial a este lugar. No hay hoteles a pie de playa… hay palmeras, árboles, Naturaleza pura… belleza inmaculada. Sólo hay que pensar en todo lo que hay que hacer para llegar.

Rebeca y yo hicimos distintas marchas para recorrer las playas, observar los paisajes y, por supuesto, darnos unos baños con el objeto de librarnos del calor y disfrutar de la excelente temperatura del agua. Pero no todas las playas de Tayrona son aptas para el baño, ni mucho menos. Por eso conviene fijarse bien en las indicaciones en cada una de ellas. Por ejemplo, la de Arrecifes es bellísima, pero las corrientes son tan fuertes que meterse en el agua resulta ser bastante peligroso.

Playa de Arrecifes

A los pies de nuestro campamento base, la recorrimos de un lado al otro en incontables ocasiones. Que uno no se pudiera bañar (que sí refrescarse) no nos importaba en absoluto. Bastaba sentir su brisa, observar sus maravillosos atardeceres… Simplemente caminar o sentarse en la arena merecía la pena.

Qué decir de vivir espectáculos como este cuando pasábamos de las seis de la tarde…

Pero aún así para ir a otras playas más aptas para el baño teníamos que cruzarla. Y quizás encontrarnos con unos simpáticos pelícanos a los que les daba igual que estuviésemos cerca observando cómo pescaban en la orilla.

Arrecifes era nuestra playa, nuestro acceso a otros rincones del Parque. Y es que tras ella venían dos maravillosos rincones playeros muy de postal…

Playa Arenillas

A diez minutos caminando desde Arrecifes está la primera playa apta para el baño. Sus dimensiones no son grandes, pero ese es su fuerte, que recuerda a una deliciosa y remota cala. A pesar de estar próxima a una zona de corrientes es realmente tranquila, aunque el agua en ocasiones cubre el 80% de la zona arenosa, sobre todo cuando sube la marea.

Nos encantaba esta playita, de la cual partía un acceso para la que es la favorita no sólo para nosotros sino para la mayoría de quienes visitan el PN Tayrona. Arenillas supone el mejor de los precedentes y no son pocos los que deciden quedarse aquí a pasarse el día en el agua.

Playa Piscinas

Es sencillamente… «La Playa», el rinconcito de los sueños de quienes imaginamos un Paraíso. La Playa de Piscinas, a quince o veinte minutos desde Arenillas atravesando un sendero rocoso, nos enamoró en el primer segundo. Larga, con un fondo exhuberante de palmeras, con aguas cálidas y calmadas por el efecto de rocas lejanas y arrecifes de coral a unos metros, que se ocupan de detener el fuerte oleaje y las corrientes, y sin mucha gente. Lo que se dice… perfecta.

Buscamos hueco a la sombra de unos cocoteros, y a disfrutar… de las vistas, el clima y numerosos así como prolongados baños. Porque en Piscinas lo difícil es pensar en líos y problemas. Esas son palabras que allí no se escuchan, como si toda la playa tuviese una pared en la que rebotara todo lo que no tenga nada que ver con el relax, la alegría y los buenos pensamientos.

Difícil que no se nos escapara continuamente una sonrisilla tonta, sabedores de que estábamos en un lugar en el que el tiempo se detenía por completo y del que muchas veces nos íbamos a acordar.

LORENZO, UN AMIGO MUY ESPECIAL

Para más inri, el Tayrona nos dejó un amigo especial, en todos los sentidos. Y es que tenía plumas, era de color verde y volaba… ¡Era un loro! Por los aledaños del Camping Paraíso en Arrecifes se dejaba ver de vez en cuando un lorito realmente afable. De hecho los dueños del bar le pusieron el nombre de Lorenzo. A nosotros se nos subía al hombro y se quedaba tan plácidamente el tiempo que hiciera falta, mientras nos decía «Hola» o su propio nombre de forma repetida para que supiéramos que era tan listo que sabía hablar.

Lorenzo nos robó el corazón. Era pasar por allí y venir hacia nosotros. Incluso una de las veces se llegó a quedar dormido encima de mi hombro. Con toda confianza, como si nos conociésemos de toda la vida…

EL SENDERO DEL CONOCIMIENTO

Si todo nuestro paso por el PN Tayrona no tuvo desperdicio, tengo que decir que lo mejor vino al final. Nunca pensé que el regreso iba a ser tan divertido, una auténtica aventura en las entrañas del parque. Al principio comentaba que entre El Cañaveral y Arrecifes había dos caminos, el de los caballos y otro más estrecho, largo y profundo. Para tener alguna oportunidad de ver fauna, no morir de calor y tomarnos las cosas con calma, nos levantamos muy temprano, a eso de las 6 de la mañana, para hacer el que se conoce como «Sendero del conocimiento» y así disfrutar por completo de la Naturaleza del Tayrona. Y creo que mereció la pena…

Este fabusolo trail alterna su costa virgen con áreas interiores tan cerradas que uno puede sentir de pleno el poder de la jungla, la intensa vida que lo envuelve todo. El sendero no es para nada exigente físicamente y si rápido puede hacerse en una hora, deteniéndose para respirar, tomar fotografías o disfrutar de alguna sorpresa en forma de flora y fauna puede llevar casi dos. Lo de hacerlo sumamente temprano tiene que ver con gozar de un clima más favorable y, sobre todo, a una mayor probabilidad de avistar aves, insectos o mamíferos.

Y fue un acierto en todos los sentidos. No sólo no nos encontramos a nadie durante nuestra ruta sino que también algunas especies animales empezaron a mostrarse muy poco a poco. Lo que al principio sólo eran ruidos, pisadas de hojas o ramas moviéndose acabó siendo un ir y venir de sorpresas. Como por ejemplo cuando pudimos observar varias ranitas del tipo Dentrobates truncatus cuyo tamaño no superaba a medio dedo meñique pero con un veneno neurotóxico tan potente en la piel que podría ocasionar incluso la muerte (en contacto con mucosa, saliva o heridas). De hecho los indígenas impregnaban las puntas de sus flechas o de los dardos de las cervatanas con esta u otras dendrobates que moran en selvas tropicales como las del Tayrona.

Pero ese fue tan sólo el principio. Porque no tardó en aparecer un grupo de monos tití de la especie de pelo blanco, que nos observaban con una increíble curiosidad. Más bien no nos quitaban el ojo de encima, aunque cuando les mirábamos fijamente se escondían detrás de las ramas. Cabe destacar que este tipo de monitos, que nunca habíamos visto antes, sirvieron de inspiración para quienes diseñaron los traviesos monstruítos de «Los Gremlins».

Los vimos en dos o tres ocasiones a lo largo del sendero, cosa realmente difícil si se hace en mitad del día o cuando hay un mayor trasiego de visitantes por el Parque. Pero como he comentado anteriormente, no nos cruzamos con nadie más, si no contamos, por supuesto, a los animales que se nos fueron apareciendo por el camino. Otros mucho menos atrevidos salían corriendo cuando nos acercábamos. No fueron pocos los casos en que vimos marchar a algunos mamíferos que no logramos identificar, pero que parecían ser roedores de gran tamaño.

Pero aunque no nos hubiésemos encontrado con aquellos monos, las aves vistosas, las ranitas… el camino hubiese sido prácticamente igual de maravilloso. Lianas cayendo desde muy arriba, raíces gigantescas, sonidos constantes, las olas del mar al otro lado… Sin duda aquel fue un sendero que hizo que latieran aún más fuertes nuestros corazones de Indiana Jones. La palabra «aventura» cobró todo su sentido, el Paraíso se convirtió de pronto en nuestro tablero de juegos.

Para el final del sendero llegó el premio en forma de unos monos aulladores que aparecieron saltando de una rama a la otra sin discrección alguna. Se quedaron justo encima de nosotros y decidieron llevar a cabo lo que mejor saben hacer y que explica perfectamente su nombre. Estoy hablando de aullar. O más bien, gritar potentemente haciéndose escuchar en varios kilómetros a la redonda. Sin duda es uno de los grandes espectáculos que ofrece la Naturaleza porque es la manera de expresarse en estas latitudes.

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No puedo decir otra cosa que no sea que la fortuna nos acompañó en el Tayrona, puesto que hasta una gran familia de monos aulladores nos dió la mejor de las despedidas.

DATOS PRÁCTICOS Y CONSEJOS PARA EL TAYRONA

Dado que el Parque Nacional Natural Tayrona es un imprescindible para todo viaje a Colombia creo conveniente reunir a continuación una serie de información práctica y consejos de quien lo ha vivido recientemente. De esa manera otros viajeros pueden tomar nota y disfrutar lo máximo posible de una aventura en el que probablemente sea el lugar de Naturaleza más célebre del país.

– La manera más barata de llegar al acceso principal del PN Tayrona (El Zaíno), donde se compran los permisos de entrada, es utilizando el autobús que sale de la calle 11-11 de Santa Marta. Coste: 5000 pesos.

– El coste de al entrada al Tayrona es de 36.000 pesos para extranjeros. Los colombianos pagan 13.000 pesos.

– Las comidas y bebidas dentro del Parque, ya sea en bares o puestecillos ambulantes, son mucho más caras que fuera de él. Lo más conveniente es llevarse consigo varias botellas de agua y algo de comida.

– Los fines de semana y festivos las playas del Tayrona se llenan de gente, por lo que si es posible evitar estos días será mejor para vivir el Parque de forma más tranquila e íntima.

– Los mosquitos y otros insectos no desisten en sus intentos de morder como mejor saben, sobre todo al amanecer y al atardecer, o cerca de los riachuelos. Recomiendo llevar un repelente de insectos «extrafuerte» y si se va a hacer una marcha, vestir ropa fina de manga larga.

– En el Tayrona, así como en todo el litoral caribeño de Colombia el calor aprieta muy fuerte todo el año. Para evitar grandes sofocones lo mejor es hacer las caminatas temprano. De esa manera incluso se tendrá mayor probabilidad de ver actuar a la fauna del parque.

– Seguir las indicaciones existentes en el Parque en torno a las playas que son o no son aptas para el baño. Arrecifes, una de las más célebres, posee unas corrientes demasiado fuertes y son algunos los casos de personas que se han ahogado en sus aguas.

– Es aconsejable limitar (o más bien evitar) la utilización de linternas u otras luces en la playa cuando se haga de noche, ya que puede desorientar o hacer desistir a las tortugas marinas que ocasionalmente acuden a poner sus huevos. Si hay luces, sencillamente no vendrán…

– De todos los campings que pudimos ver, el que gestiona Aviatur en Playa Arrecifes tiene las mejores tiendas de campaña e instalaciones, está limpio y cuenta con seguridad privada. La diferencia de precio respecto a otros es nimia y merece la pena.

– Quien desee hacer los recorridos a caballo debe saber que existe una amplia oferta al respecto (precios aproximados Cañaveral-Arrecifes 16.000 pesos ; Cañaveral-Cabo San Juan 30.000 pesos).

– En el Tayrona, así como en lugares selváticos, las lluvias aparecen casi sin avisar y caen de forma torrencial. Como nunca se sabe, llevar un poncho-chubasquero puede ser un auténtica salvación, sobre todo si se traen equipos electrónicos.

En fín, amigos, Tayrona es otro de los muchos ejemplos que puedo poner en torno a uno de los países que más me han entusiasmado. Allí disfrutamos de unos días increíbles en un trasfondo realmente único. Y si alguna vez decidís poner vuestros pies en Colombia, no tengáis la menor duda de acudir a este Parque Natural que no puede sino apasionar a quien lo visita.

Aullidos de mono aullador (con mucho cariño),

Sele

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* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

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