Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto I - El rincón de Sele

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Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto I

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Durante mi estancia en el Desierto Líbico en Egipto escribí un diario de viaje con información sobre la ruta, lugares, situaciones y, sobre todo, sensaciones de una aventura como fue la Expedición Kamal. A partir de hoy iremos desgrananando estas notas jornada a jornada, capítulo a capítulo con la narración de las andanzas en tiempo presente por los paisajes más extraordinarios del insólito desierto de desiertos en el Norte de África.

Primer atardecer en el desierto durante la Expedición Kamal (Egipto)

En el primer capítulo hablamos sobre el origen de este recorrido tan ambicioso, la llegada llena de interrogantes e ilusiones a El Cairo y cómo en El Kharga nos olvidamos de la carretera para fabricar nuestras propias rodadas en la arena. Un convoy irrepetible y campamentos a la luz de la luna, donde el silencio podía escucharse para dictarnos nuestros próximos pasos antes de irnos a dormir.

13 de marzo de 2014: Día 1º

17:00 horas (Sobrevolando el Mediterráneo)

Primeras notas en el avión de Egyptair Madrid – El Cairo acerca de esta ruta egipcia prevista para un total de dos semanas. Un cosquilleo se pasea por mi estómago a escasas dos horas de llegar a la capital egipcia. Sigo sin creerme que esté a punto de disfrutar de uno de los viajes de mi vida. Realizo este trayecto en solitario y mil preguntas repican en mi cabeza.

Libro Mientras tanto no dejo de leer “Nadadores en el desierto”, que reúne las anotaciones de László Almásy, el conocido como Paciente inglés, quien se descubre como un personaje aún más atrevido y con una vida aún más intensa que la que nos muestra la película premiada con nueve Oscars de Hollywood en la que pesa más un drama romántico inventado que una extraordinaria realidad. Me ha llegado esta obra magistral de las expediciones de Almásy al Desierto Líbico (para los egipcios “Desierto occidental” y para dejar contentos a todos el Sáhara Oriental) a dos horas de subirme a este avión. Se encontraba descatalogada y sólo una librería de Zaragoza contaba con el único ejemplar a la venta que indicaban los catálogos consultados en internet (y no todos). Mi padre me ayudó a hacerme con el libro pidiéndole a un amigo de Zaragoza que lo comprara y lo mandara por correo urgente. Sea como fuere, tengo las memorias más aventureras de Almásy en mi poder, aquellas historias de pioneros recorriendo desiertos intransitables en vehículos más resistentes de lo que podríamos imaginar en el período de entreguerras.

Me apasiona el personaje y su historia será mi Biblia particular durante los días sucesivos. En estos momentos atiendo palabra a palabra lo que este Conde húngaro narra en primera persona acerca de la ruta de los cuarenta días (Darb El Arbe´in), un recorrido tan antiguo como el Egipto de los Faraones que fue transitado por cientos de miles de esclavos provenientes de África Central, a los que se le conocía como “ganado de dos patas”. Éstos, guiados por malvados capataces, hacían un largo viaje de cuarenta días en el que perecía casi el 90% de la mercancía humana antes de llegar a atisbar el río Nilo debido a las dificultades de un camino en el que cualquier error era fatal. Ya aparece mencionado en este viaje tan peculiar el famoso Príncipe Kamal, su máximo patrocinador y quien da nombre a la expedición que estamos a punto de llevar a cabo, con sus coches oruga utilizados para recorrer y cartografiar por primera vez parte de la Meseta de Gilf Kebir (a la cual le dio nombre). Advierte de regueros de antiquísimas calaveras blanqueadas por un sol impetuoso que golpea aquel camino de arena y piedras para convertirlo en una de las regiones más áridas e inhóspitas de nuestro Planeta.

Foto antigua con los Citroen Kegresse

No puedo dejar de pensar en los días que están por venir, en esa desconexión total del mundo real y de la información. Por un tiempo volveré a ser ignorante de lo que acontezca más allá de un área de no más cien metros, a prescindir de la super-exposición a la que nos sometemos por voluntad propia con la que somos más conocidos y estamos más interrelacionados, pero perdemos probablemente algo de libertad.

Expedición Kamal

No sé por qué, pero tengo la sensación de que este viaje al desierto era lo que llevaba esperando desde hacía muchos años. Por esta sensación creo que viajar supera cualquier razonamiento lógico que pueda tener. Es un amor harto incondicional, aunque a menudo no correspondido, y se halla demasiado lejos de cualquier convencionalismo o pensamiento conformista. Viajar es una tormenta emocional que no halla jamás un punto y final…

Medianoche (En mi habitación del Hilton Ramses Hotel)

No ha cambiado el caos del tráfico en El Cairo. El trayecto entre el aeropuerto y el hotel ha sido superior a una hora. Parecía que no nos movíamos de los muchos puentes y carreteras atestadas que hemos tenido que tomar antes de llegar al Hilton Ramses Hotel en el que nos han colocado a los participantes de la Expedición Kamal. Este viaje tiene más trascendencia en Egipto de lo que podía imaginar, a tenor del operativo previsto. No tenemos mucho tiempo para disfrutar del hotel ya que al día siguiente tenemos la ceremonia de apertura, con ministros, prensa y organización en la sede del Automobile & Touring Club of Egypt.

He tenido la ocasión de conocer a varios miembros de la expedición, entre ellos al único español que veré en estas dos semanas. Se trata de Andrés Magai, un fotógrafo de bandera con alma de viajero. Hemos cenado juntos y mi primera impresión sobre él en persona (habíamos hablado anteriormente) es realmente buena. Me da que nos vamos a llevar muy bien. Es otro enamorado de los desiertos y se trata de ese tipo de personas a las que tampoco se le va a caer la casa encima, ya que está más fuera que dentro.

Tras la cristalera del comedor veíamos el río Nilo surcado por barcazas de una luminosidad que superaba la extravagancia. Suenan claxons en la planta 21 del Hilton. Tengo que levantarme en menos de seis horas pero no quería dormir sin dejar unas palabras en este diario de viaje que prometo cuidar de aquí hasta el final de la ruta.

Mañana empieza lo bueno. Qué diferente será el lugar donde durmamos. Estas comodidades son un espejismo comparado con lo que vamos a tener en el desierto.

14 de marzo de 2014: Día 2º

11:47 horas (avión a El Kharga)

Mientras ojeo desde la ventana del avión de hélice que traslada a la Expedición de El Cairo al oasis de El Kharga no puedo evitar dejar unas palabras en el presente cuaderno de bitácora del viaje. Acabo de despedirme telefónicamente de mi novia y mi madre sabiendo que no hablaremos en semanas y tengo un sabor agridulce en los labios. Por un lado sé que echaré de menos a la gente y por otro soy cada vez más consciente de que esta aventura es de las de una vez en la vida.

Vista del desierto desde el avión a El Kharga

Hoy hemos tenido la presentación de la expedición en el Automobile & Touring Club of Egypt con los organizadores y las palabras del Ministro de Turismo del país. Este ha sido un trabajo de dos años, “un sueño dispuesto a hacerse realidad” en la que no sé aún cómo he visto inscrito mi nombre dentro. La cobertura mediática del evento en Egipto es tremenda y me las he visto hablando por primera vez en inglés en la televisión. Más vale que me subtitulen porque de lo contrario no me va a entender nadie ese inglés nacido en Carabanchel con un profesor que fumaba puros en clase.

La organización de la expedición es alemana, por lo que nos aseguramos orden, disciplina y precisión milimétrica. Contamos con médico, un gran equipamiento de seguridad y los militares custodiando nuestros pasos para asegurar nuestra seguridad en esta parte de Egipto situada entre dos fronteras como Libia y Sudán..

Miembros de la Expedición Kamal esperando en el aeropuerto

Tan importante es la Expedición Kamal que han editado un libro para la ocasión en la que se contextualiza magistralmente el viaje. La información sobre las rutas de Kamal, Almásy y compañía es bastante escasa en cuanto a medios digitales, por lo que este libro me viene perfecto para comprender las particularidades de un territorio que hasta no hace mucho era un manchón blanco en los mapas. Gracias a los pioneros, a los valientes que no se conformaron nunca, podemos tener más conocimiento de una de las zonas más remotas y aisladas del Desierto Líbico.

Un dato me pone la piel de gallina. La Expedición Kamal será el mayor movimiento humano y vehicular en el área de Gilf Kebir desde la II Guerra Mundial. Serán treinta y tres automóviles y aproximadamente cien personas en total las que compartamos este tiempo en el Gran Mar de Arena y los jebels (colinas de piedra en árabe) de esta apartada esquina en el suroeste egipcio.

El Kharga (Egipto)

Me asomo nuevamente por la ventana y sólo se ve arena. Es el desierto. Nosotros viajaremos a lo más profundo del mismo, lo viviremos todos y cada uno de los días y noches. Este no es el Egipto de los faraones, del fértil Nilo cuyo limo puso las bases naturales de la civilización más apasionante que haya podido existir. Como han comentado en la presentación “El lugar al que vamos es el origen real de Egipto, el de los pueblos nómadas que habitaron un Sáhara muy diferente del que hay ahora”.

19:26: En un lugar indeterminado a pocos kilómetros de El Kharga

La llegada a el Oasis de El Kharga ha tenido un poco de “Bienvenido Mister Marshall” en versión egipcia. El mismísimo Gobernador de la provincia ha recibido a la expedición a pie de pista y han sido muchos los curiosos que se han acercado a vernos y fotografiarnos con sus cámaras y teléfonos móviles.

Llegada a el Aeropuerto de El Kharga (Egipto)

Por primera vez vimos nuestros coches, más de treinta en total. El que nos ha tocado a Andrés y a mí, compartido con un egipcio llamado Islam, es un Toyota Hilux bastante apañado. Su nombre es Inch Allah, que quiere decir “Si Dios quiere” y que fue el4x4 de nombre Inch Allah nombre dado por László Almásy a un vehículo utilizado por él en 1933 durante su segunda expedición en busca del Oasis de Zerzura. Nada, absolutamente nada, en esta aventura es azaroso. Los casi dos años de preparación para llevarla a cabo han servido para darle al viaje un toque realmente único. Nos dicen una y otra vez “Esta expedición es ahora, no se va a volver a repetir, al menos de esta manera y en muchos años”. Quizás lo digan para hacernos sentir orgullosos y, probablemente surte efecto en quienes nos vemos como unos auténticos afortunados por formar parte de esta historia que conmemora el 81ª aniversario de la colocación por parte de Almásy del monumento conmemorativo a Kamal el Din a los pies de Gilf Kebir. Iba a haberse un año antes, para redondear el número con los 80 años, pero las revueltas en Egipto lo impidieron. De una forma u otra nos estaban esperando para esta ocasión. Por algún motivo que se escapa a la razón ha sido así, este viaje ha venido de una forma absolutamente casual, como todo en realidad.

Andrés Magai y Sele antes de ir rumbo al desierto de Egipto

Ha sido alucinante ver partir a la comitiva por primera vez. Las tres decenas de todoterrenos, custodiados delante y detrás por la policía egipcia nos ha llevado hasta un instante en el que nos hemos quedado parados esperando a que los militares nos dieran el permiso necesario para abandonar El Kharga con nuestros vehículos. Parecía una minucia pero nos ha llevado algo más de dos horas, retardando los planes y teniendo pocas opciones de desplazarnos lo suficiente antes de que se aproximara la puesta de sol. El tiempo lo hemos pasado charlando, paseándonos y escuchando cómo desde las mezquitas se reclamaba a los fieles para la oración. Era, realmente, el último trámite burocrático de este puesto fronterizo ubicado a cientos de kilómetros de Libia o Sudán. La verdadera frontera estaba lejos pero no existen más poblaciones al este de El Kharga.

Coches de la Expedición Kamal en fila en El Kharga (Egipto)

Los conductores han bajado la presión de las ruedas de los 4×4 para conducir mejor sobre la arena justo en el momento en el que hemos abandonado el asfalto. Una vez terminado con este paso necesario hemos avanzado unos kilómetros. El polvo levantado por los coches de delante no impedía que disfrutáramos de un panorama de dunas y piedras negras azarosamente esparcidas por el desierto. Pero antes de que nos diéramos cuenta, siendo las cinco de la tarde, hemos parado para establecer el primer campamento de la expedición.

Primer campamento de la Expedición Kamal

La organización ha estado muy medida y todos nos hemos hecho con nuestras tiendas de campaña, almohadas y sacos de dormir. Por otro lado han montado una improvisada cocina, asientos resguardados del viento donde poder charlar junto a una taza de té o café, y nos han mostrado una retaíla de váteres portátiles con pala para excavar incluida. Repito, esta expedición ha sido estudiada al detalle desde hace muchos meses. Y eso, se nota.

Primer campamento de la Expedición Kamal.

Primer campamento y, por tanto, primera puesta de sol. En el desierto es todo un acontecimiento, un poema de versos definidos y emoción contenida exactamente hasta su glorioso final. La última palabra la dicta el gran astro, enorme y anaranjado, que se ha escondido hacia el lado en el que miraban nuestros coches y tiendas de campaña. De repente el silencio, el suelo rosado apuntando tímidamente algunas pisadas, y la búsqueda imparable de un té caliente con el que escapar al otro lado de la montaña de piedras negras que tenemos al lado y deleitarme con el silencio. Era té inglés de supermercado, pero me ha sabido como si me lo hubieran preparado con el mayor de los mimos.

Puesta de sol en el desierto (Egipto)

Esperamos la cena y conversamos sobre nuestros lugares de origen, las peculiaridades de ese país llamado Egipto. En definitiva, nos conocemos un poco mejor. Salen a la palestra Tarek, Karim, Stephan y otras cabezas pensantes que han hecho todo esto posible. Mientras tanto la luna llena es un faro potente en la noche que hace que las linternas sean innecesarias. ¿Quién necesita luz artificial cuando es la luna la que te ilumina?

Escucho muchos idiomas en pocos metros, el fuego calienta una cena convertida en una incógnita, mientras el viento se enfría cada vez más. Llego a dudar si he venido suficientemente abrigado para lo que nos espera. Una larga noche y lo sabré.

Vamos a ver qué es eso que huele tan bien y que continúa en la hoguera…

15 de marzo de 2014: Día 3º

Kilómetros, arena y espejismos en el desierto

Una noche gélida en el desierto es más larga de lo normal. Ni el saco de dormir ni ir bien abrigado me ha ayudado a dormir como me hubiera gustado. Tampoco es que pudiese jugar muy a favor con algunas tiendas de campaña cercanas que propulsaban un desafío de ronquidos horribles. Aún así no estaba más ofendido de lo necesario, puesto que no todas las noches duerme uno en el desierto ni tiene por delante una aventura de este calado.

La movilización de un grupo tan grande es compleja, sobre todo por las mañanas cuando hay que apañárselas para lavarse (a veces como los gatos), desayunar, recoger las tiendas y volver a los coches a la hora estipulada. Pero sorprendentemente estamos contando con una precisión tan sólo revolucionada por unos trámites burocráticos latosos el día anterior que nos está haciendo ir por detrás de los planes. “Prisa mata, amigo” dicen por estas tierras. Aquí más que matar te cae como una losa como no te lo tomes con paciencia. Asumir cuanto antes “los tiempos del desierto” y olvidarse de los de la ciudad es una obligación para quienes deseen acomodarse rápidamente a este nuevo contexto.

Desayunando en la Expedición Kamal (Egipto)

Hoy ha sido día de “carretera y manta”. El paisaje, aunque en apariencia monótono, ha sido electrizante, sobre todo en los momentos en que hemos podido ir presenciando unos espejismos sobresalientes. En mi caso han sido los más intensos que he vivido jamás en un desierto. En mitad de la nada eran evidentísimos los lagos y charcas que reflejaban la forma de las colinas de piedra del horizonte. Pero unos segundos rodando por la arena con los 4×4 bastaban para darse cuenta que era un engaño visual, un espejismo. O, como dicen aquí, “sareb”, algo de lo que están tan acostumbrados que se sorprenden nos llame tanto la atención a los extranjeros. He visto espejismos en muchas ocasiones, pero como los de hoy en este tapiz de Desierto Líbico, nunca.

Espejismo en el desierto (Egipto)

Lo más interesante desde los coches ha sido cuando nos poníamos en fila y parecíamos una tropa dispuestos a invadir lo que se nos pusiera por delante. Algunos de los vehículos sostienen llamativos estandartes egipcios, lo que ayuda a tener esta imagen de batalla motorizada en el desierto.

Coches en el desierto (Expedición Kamal, Egipto)

En este tiempo he podido fotografiar, charlar con gente del equipo tanto en el coche como en las distintas paradas que hemos ido haciendo y, sobre todo, leer. No suelto “Nadadores en el desierto” ni dejo de imaginarme cómo aquí mismo sus escenas han sido reales. La búsqueda del Oasis de Zerzura es, en realidad, algo común en todos nosotros y no sólo en Almásy. Pero ellos dieron el que viene a ser el primer paso, el más difícil. Realmente los demás no dejamos de seguir rodadas, aunque también tengamos nuestro Zerzura particular en la cabeza.

Sele en el desierto durante la Expedición Kamal (Egipto)

G-Hills: Señal para los aviones en la II Guerra Mundial

Después de comer embutidos en pan de pita en una sombra provisional que hemos formado entre tres vehículos ha venido el Bidones de gasolina en G-Hills (Egipto)último trayecto del día, y uno de los puntos que teníamos señalados en el mapa con una equis. Nos hemos detenido en lo que se conoce como G- Hills, una especie de señal que indicaba a aviones un espacio de aterrizaja realizada en los años treinta con decenas de bidones de gasolina engarzados en la arena. Se desconoce exactamente el cometido del campamento que allí hubo hace nada menos que ocho décadas, pero se trata con seguridad de una huella de las exploraciones aéreas de una zona sin cartografiar adecuadamente. Una zona que sería esencial en la II Guerra Mundial puesto quien gobernaba el norte de África gobernaba África directamente. A lo largo de este viaje veremos muchas señales de este conflicto que no sólo se vivió en Normandía, París, Berlín o Stalingrado como muchos piensan. Esta zona desértica de Egipto, también de Libia o Sudán, fue un tablero de juegos en la que la mejor estrategia consistía en conocer cómo moverse por dunas o colinas que más valía tener de amigas que de enemigas. Y por eso Almásy, el Paciente inglés, fue pieza clave en ciertos momentos de la II Guerra Mundial. Todos desconfiaban de él por su inteligencia y ambigüedad, pero todos le querían a su lado. La documentación de la época ha demostrado que fue Rommel, el zorro del desierto, quien se llevó el gato al agua finalmente.

G-Hills (Desierto Líbico, Egipto)

En G-Hills no sólo había bidones de gasolina de metal con la fecha grabada de 1932 y 1933. Se conservan como si el tiempo no hubiese pasado, latas de conservas, algunas con el etiquetado de Reino Unido. Aquella es arqueología bélica viva, a la que muy pocos llegan y con la que impresiona encontrarse.

Bidón de gasolina de aviación en G-Hills (Egipto)

Tras esta señal aérea, a la que teníamos que haber llegado ayer si no hubiese sido por los militares, hemos avanzado una hora en los coches hasta establecer nuestro segundo campamento del viaje en mitad de una explanada de arena. Esta vez no hay colina que nos acompañe y el atardecer ha sido menos espectacular por una nube de polvo que no se marchaba de nuestro horizonte.

Atardecer en el desierto de Egipto (Expedición Kamal)

Gidkska Anderson, experta en vegetación desértica de la Universidad de Bergen, nos ha estado contando las particularidades de varias especies que se mantienen a pesar de una extrema falta de lluvias en el Desierto Líbico. Ha sido la primera de las distintas conferencias a la luz de la luna que tenemos previstas en la Expedición Kamal. Confieso que no he podido aguantarla completa y he aprovechado para poner orden a las notas tomadas hoy.

Espero poder dormir mejor que ayer. Pienso abrigarme con más capas que una cebolla y abstraerme de los ronquidos ajenos, aunque sea tirando rosas en el desierto hacia alguna tienda de campaña. Mañana tenemos un largo camino por delante. Si nada lo impide por fín alcanzaremos Gilf Kebir, la gran meseta a la que pusiera nombre el Príncipe Kamal, quien sin saberlo es nuestro mecenas.

Sele

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