A solas con los frailecillos en Islandia
Los viajes no se componen tan sólo de lugares. Son, en realidad, los momentos que pasamos en ellos, todo lo que nos va sucediendo en el camino, lo que configura esa aventura que recordaremos mientras vivamos. Tras un largo viaje en coche por Islandia en el sentido de las agujas del reloj a finales de abril, esperaba con ansia la llegada primaveral de las aves más características del país, los frailecillos, quienes regresan siempre por esta época procedentes de fríos y duros meses de pesca en las aguas del Ártico. Muchos islandeses me habían dicho que esperara y fuera paciente, que poco antes de llegar mayo empezaría a ver frailecillos en los acantilados, donde acuden cada año para tener a sus crías. Faltaba un día para que terminara el viaje (así como mayo), y justo en la última oportunidad que me quedaba antes de marcharme de vuelta a casa llegué a horas tardías, aunque con algo de luz, al promontorio de Dyrhólaey, en el sur de Islandia, donde nevaba con gran intensidad. ¡Ahora o nunca! – me dije mientras buscaba altura en una estrecha carretera donde no pasaba un sólo coche.. Aparqué mi vehículo y comencé a caminar. No necesité dar más de tres pasos para ver la mirada de una pareja de curiosos frailecillos al filo del acantilado. Ya estaban aquí…
El cielo encapotado y los copos de nieve no me impidieron apreciar la escena y que me acercara lentamente hacia ellos. Entonces los dos frailecillos se multiplicaron por cien, por doscientos, por trescientos… Lo que tenía delante era una gran colonia de hermosos puffins, nombre con el que se les conoce en casi todo el mundo a los frailecillos (lundi es en islandés). Entonces me senté a apenas un par de metros de ellos, tomé fotografías, grabé algún pequeño vídeo (que os mostraré a continuación) y disfruté en silencio de uno de los momentos más memorables y emocionantes de mi viaje a Islandia.
Dyrhólaey, uno de los mejores lugares de Islandia para ver frailecillos
El frailecillo en tierra parece torpe a primera vista. Ese caminar pausado y vacilante, que recuerda algo al de los pingüinos, y su pico de colores similar a la enorme sonrisa de un payaso de circo (por algo tienen el apodo de «payasos de mar»), nos haría pensar que son pájaros lentos y desmañados. Pero nada más lejos de la realidad. Los frailecillos son valientes y fuertes como pocos. Cada año recorren miles de kilómetros en condiciones extremas. De hecho el duro invierno lo pasan en las aguas gélidas del Ártico, mar adentro, donde se hacen con peces pequeños (sardinas y arenques, sobre todo) dejándose llevar por la fuerza de las olas como si su cuerpo fuese el de un barco que soporta toda clase de inclemencias meteorológicas. Su complexión no les permite volar aprovechando las corrientes de aire por lo que deben mover las alas bien rápido para poder avanzar. Se calcula que aproximadamente 400 aleteos por minuto son necesarios para que un frailecillo se mantenga en el aire.
Todos los puffins que tenía delante habían debido llegar a Islandia apenas unos días antes tras un largo viaje. Supuestamente regresan todos los años al mismo lugar y recuperan su nido habitual para poner sus huevos. Los nuevos tendrán que conformarse con lo que sobre, lugares difíciles para anidar al filo del acantilado y soportar las molestas gaviotas y otras aves marinas que se convierten en su peligro más cercano. El otro es el hombre, ya que en Islandia es usual comer carne de frailecillo cocinada de todas las maneras posibles. Aún así en este país se encuentra, al parecer, la mayor población del mundo de esta especie, con un 60% del total del planeta en su versión atlántica. Las islas Vestman, los fiordos del oeste (donde destaca Látrabjarg) y del este, ricos en acantilados, son los lugares más indicados para ver frailecillos. En el sur, además, lo es el promontorio de Dyrhólaey, a un paso de Vík, considerado además como el poseedor de una de las mejores panorámicas de Islandia. Exactamente el lugar en el que me encontraba sentado a solas divisando a cientos de frailecillos a la vez.
Había estado justo allí una semana antes y no había logrado observar uno solo. Únicamente había podido presenciar en la hierba húmeda varios agujeros al borde del acantilado, señal de que allí anidaban año tras año los frailecillos. Tendría que volver para no encontrar hueco sin su ave (o pareja) correspondiente. Siempre al ras, asomados al vértigo y yendo y viniendo de una playa cada vez más habitada por miembros de esta especie. Se dice siempre que se debe tener mucho cuidado a la hora de ver frailecillos, porque más de un turista se ha caído por acercarse tanto y darse de bruces con alguna de las oquedades de los nidos.
La nieve se fue haciendo más acuosa para ponerse a llover copiosamente en Dyrhólaey, pero no me importó en absoluto. Había ido a gatas por la hierba y tenía a mi alcance visual una cantidad ingente de frailecillos que ni en mis mejores sueños me hubiese imaginado. Días antes de viajar a Islandia había visto los primeros en Bempton Cliffs, un paraíso de aves marinas en territorio británico donde también acuden junto a alcatraces, alcas comunes o gaviotas tridáctilas, aunque en menor número. Pero lo de Islandia sobrepasaba cualquier expectativa. No podía creer que los tuviese tan cerca, y mucho menos que no se asustaran de mi presencia. El entorno era magnífico y el momento irrepetible.
Vídeo de frailecillos en Dyrhólaey (Sur de Islandia)
Grabé algunas imágenes de aquellos instantes tan hermosos, muy a pesar de la lluvia y del viento, o de que se empapara la cámara. La soledad entre aquella multitud de pájaros tan simpáticos y curiosos, el ave nacional de Islandia, me hizo olvidarme por completo del frío o el agua. Era como si el mundo se hubiera reducido a aquel lugar, aquella lengua de tierra de nombre impronunciable que buscaba adentrarse en aquella mar que se mecía sus olas con rabia. Me sentía la persona más afortunada del mundo. Islandia me estaba mostrando su legado sin otra compañía que la de cientos y cientos de frailecillos.
Dale al play para ver el vídeo de los frailecillos grabados en Dyrhólaey (Sur de Islandia)
Dyrhólaey se trata, sin duda, de uno de los puntos más accesibles y sencillos para ver frailecillos en Islandia. Y uno de los más hermosos. Situado apenas a diez kilómetros antes de llegar a Vík, con las nieves del glaciar Mýrdalsjökull a la espalda y una playa de arena negra volcánica a izquierda y derecha, este promontorio es uno de los lugares más increíbles que tiene el sur de Islandia. Dado que acuden tantas aves para criar, se cierra su acceso por carretera entre el 1 de mayo y el 25 de junio. Pero el resto de meses está abierto y se tiene posibilidad de ver a los frailecillos justo unos días antes de mayo así como durante todo julio y agosto (a finales se marchan).
Otros lugares de Islandia donde ver frailecillos en libertad
Otros rincones de Islandia donde observar frailecillos con suma facilidad son los Látrabjarg Cliffs en plenos fiordos del oeste. También en las islas Vestman (Vestmannaeyjar), en las que se encuentra la mayor colonia de frailecillos de toda Islandia (y probablemente del mundo) donde organizan en temporada diversas salidas al islote Heimaey. Muy a tener en cuenta es otra isla como Papey, saliendo del puerto de Djúpivogur en los fiordos orientales o incluso Borgarfjörðu, más al norte. Pero es que hasta desde la capital, Reykjavík, se puede cumplir este reto islandés.
En mi caso tuve la suerte de que el broche a mi viaje a Islandia lo pusiera Dyrhólaey con sus muchos frailecillos caminando y revoloteando a mi alrededor. Y años después viajar a Látrabjarg para encontrarme también con los frailecillos. No se me hubiera ocurrido una manera mejor de cerrar esta aventura. Siempre digo que mirar a la naturaleza directamente a los ojos es uno de los mayores placeres que nos ofrece la vida. No debemos olvidar que formamos parte de ella desde el principio. Y que sin su halo nuestra propia existencia no tendría sentido alguno.
Todo sobre Islandia en…
Continuamos desgranando la maravillosa isla nórdica en El rincón de Sele. Tras la recopilación de 50 consejos prácticos para viajar a Islandia y la Guía de lugares increíbles que ver en el sur de Islandia seguiremos recordando rincones y momentos como éste de los frailecillos. Un instante que para mí significó mucho y no seré capaz de olvidar.
Sele
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11 Respuestas a “A solas con los frailecillos en Islandia”
Por Dios!! Que monada!!
jeejejejejje. que simpáticos son!
Yo quiero ir pero no estoy seguro de si podre ver alguno.
Si vas a Islandia entre mayo y finales de agosto estoy convencido que verás frailecillos.
Un saludo!
Sele
Hola Sele! Estoy descubriendo muchos detalles en tu blog, quiero hacer el viaje a finales de agosto. Sigue activa la opción esta de island tour? Es que ya he contactado con ellos,
Hola A.
Habla con ellos, pero creo que el 20 de agosto terminan los tours de frailecillos.
Saludos!!
Sele
[…] hacerlo por tu cuenta? ¿Qué tal son los hoteles? ¿Dónde y cuándo es mejor ver ballenas, frailecillos o auroras boreales? Todas las respuestas a estas preguntas y muchas más trataré de darlas en esta […]
[…] un glaciar, me he bañado en una poza de agua caliente mientras estaba nevando y he asistido a la llegada primaveral de cientos de frailecillos que se apoderaban de los acantilados. También, y es que todo hay que decirlo, me las he visto y deseado para avanzar en el norte sin […]
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