El Delta del Okavango a vista de avioneta (Vuelo fotográfico)
El Delta del Okavango se trata de una de esas rarezas geológicas que suceden muy pocas veces en que un río no desemboca en el mar. El Okavango, tras dibujar su silueta durante más de un millar de kilómetros por tierras angoleñas, decide que su final tenga lugar en Botswana, en los ondulantes arenales del desierto de Kalahari. Y es en su última morada donde realiza el mejor regalo, dotar de agua a una de las zonas más extremadamente áridas del planeta. Eso supone que ese pedacito norteño de Botswana sea una de las regiones donde la vida animal adquiera una presencia masiva y aún indómita. Y que, a través de humedales, lagos, canales e islas, recree uno de los mejores paisajes de África. Desde Maun, la puerta del Delta del Okavango, tuvimos la inmensa fortuna de volar por encima de esta maravilla natural en una pequeña avioneta, disfrutando de sus formas y colores. Disfrutando de la vida, en definitiva.
Sobrevolar el Delta del Okavango en avioneta (también se puede hacer en helicóptero) es un imprescindible en todo viaje a Botswana. Desde arriba surge una explosión de genialidad inusitada que vuelcan en cada mirada un lienzo difícil de imaginar. Os propongo avistar a continuación las imágenes de un vuelo fotográfico que trae a la mente no pocos pasajes de la película Memorias de África.
El Delta del Okavango desde el aire, un museo de la naturaleza en Botswana
Durante mi primera vez en tierras del África austral, hace ya unos cuantos años (2009), había tenido la ocasión de descubrir el Delta del Okavango desde el aire. En aquel momento el coste de la avioneta era de unos 60 euros por persona, aproximadamente, y no suponía un daño excesivo para el bolsillo. En este último viaje de 2015 el precio había subido a algo más del doble (aprox 150€) con el encarecimiento normal respecto a los años anteriores y la depreciación del euro. Pero aún así creo que hay lugares y momentos en la vida en los que debemos apostar, sobre todo cuando estamos haciendo un viaje semejante.
Segundas veces… también son buenas
Tenía inquietud cuando rellenaba papeles en el minúsculo aeropuerto de Maun sobre si la segunda vez sería tan buena como la primera. El recuerdo en mi mente era tan puro, tan lúcido, que temía no vivirlo de igual manera. Pero una vez pasado todo tengo que reconocer que el Delta del Okavango me sorprendería más aún y que pocas veces en la vida se puede disfrutar de una vista aérea tan magnífica como aquella.
Pongámonos en situación. Un río de gran caudal arrojando agua a mansalva para inundar un desierto en una extensión que supera los 16.000 kilómetros cuadrados. Esta zona, accesible únicamente desde el aire y por modestas embarcaciones (lanchas o mokoros tradicionales de madera), atrae a millones de aves y mamíferos que acuden en busca de lo más vital para ellos, el agua. Y además la zona se ha protegido para su preservación, siendo uno de los parajes más deseados por quienes producen documentales de vida salvaje. Por esa razón el Delta del Okavango siempre ha sido para mí esa África indomable que me hace soñar. Y que me ha hecho, afortunadamente, regresar.
Suenan los motores. ¡Preparados para el despegue!
Una pequeña avioneta nos esperaba a las 16:00 horas en el aeropuerto de Maun para un vuelo de 45 minutos. Como pasajeros sólo íbamos Isaac (Chavetas) y yo. Así nos lo aseguró el piloto sudafricano que nos llevaría a surcar del Delta del Okavango desde el aire. Lo que hay que pedir en un viaje como este es asegurarte, como poco, ventanilla. Lo del lado en el que situarse pienso que es indiferente, ya que en la ida o en la vuelta se tiene la luz solar a tu favor. Y las ventanas no son pequeñas precisamente.
Una vez dentro, tras seguir las recomendaciones sobre seguridad, empezamos a escuchar el rugido de los motores. Tomamos pista al poco de abrocharnos los cinturones y en un abrir y cerrar de ojos estábamos dejando atrás Maun, una desperdigada colección de pequeñas casas en mitad del desierto donde se cuelan los últimos resquicios del delta a través de una red de canales. El ganado, sobre todo bovino, se extendía por una inmensa planicie. Aunque hay un momento en que dejan de verse vacas, cabras, casas o personas. En apenas tres o cuatro minutos pasamos de la civilización tal y como la conocemos a la naturaleza más prodigiosa. Ya nos encontrábamos sobrevolando el Reino de los elefantes, los hipopótamos, las jirafas y los búfalos (y, por supuesto, de los famosos leones nadadores del Okavango).
Postales (o lienzos) de un vuelo fotográfico en el Delta del Okavango
Un paisaje de paisajes vertidos de humedales y grietas que atrapan el reflejo del sol se desenvuelve en cada viaje en avioneta. El Delta del Okavango a vista de pájaro se mide por porciones de terreno y emociones. Algo que nunca dejaré de decir es que aquello es una vastísima colección de pinturas al óleo, de lienzos sin enmarcar que se dibujan cada vez que pones los ojos sobre un punto determinado. Es como si uno fuese volando sobre las salas del Museo del Prado de Madrid y en cada pestañeo surgiesen obras maestras de grandes genios como Velázquez, Goya, Rubens, Rembrandt o El Greco. En este caso podríamos metaforizar con que el delta es un museo al aire libre que muestra el lado más salvaje y auténtico de África.
El entorno por el que sobrevolamos con la avioneta nunca es igual por muchas veces que se haga. De hecho no hay dos experiencias iguales. Los paisajes, dado que dependen de las lluvias de ese año sobre el río Okavango o de la temporada en que nos encontremos (seca durante el invierno austral o verano europeo), muestran una cara distinta en cada ocasión. Y, cuando se repite la experiencia, te das cuenta no sólo de que aquellas maravillas son diferentes a las que viste en su momento, sino que además eres tú el que has cambiado. Tengo la sensación de que ahora soy capaz de digerir mejor las emociones, de masticar con más paciencia los bocados que me propone cada viaje. Y que el mundo me sigue poniendo el vello de punta donde quiera que esté. El día que lo deje de hacer, cuando me deje de ilusionar por contemplar lugares únicos como el Delta del Okavango, habrá sido el momento de cerrar la maleta para siempre. ¿Y sabéis qué? Que ojalá ese momento no llegue nunca…
Desde arriba es muy fácil comprobar cómo los elefantes fabrican senderos a través de sus pisadas. Las manadas de búfalos se ven siempre próximos al agua, algo más tranquilos que en otras regiones de Botswana con respecto a los ataques de depredadores (los hay pero en menor medida). También se distinguen a la perfección los cuellos estirados de las jirafas, infinidad de impalas y antílopes acuáticos, así como las grandes cabezas de los hipopótamos emergiendo de su charca lo justo y necesario. Fotográficamente creo que es más fácil atrapar a estos animales si se hace el viaje en helicóptero, ya que vuela algo más bajo, aunque el precio en ocasiones se duplica con respecto al de la avioneta.
El suelo, que sin este excepcional accidente geográfico sería puro desierto, se retuerce a través de grietas, huecos y socavones en las que se cuela el último curso del río Okavango. Apenas se vislumbran árboles. Tan sólo palmeras, alguna que otra acacia así como como el clásico y hermoso mopane, el árbol preferido de los elefantes y cuyas hojas se asemejan a las mariposas que están a punto de echarse a volar.
Esta avioneta a lo Memorias de África en Botswana (si bien es cierto que el libro y la película tienen su localización en Kenia) nos regaló unos minutos imborrables en los que la cámara de fotos no dejó de sonar. Aunque también hubo no pocos instantes en los que me forcé a mantenerla apagada, por eso de que no debemos olvidarnos de mirar el mundo con nuestros ojos y no con los de un visor. Eso es algo de lo que nos debemos autoconvencer los aficionados a la fotografía. Antes de tomar imágenes hay que saber mirar, hay que empaparse de lo que tenemos delante (o, en este caso, debajo). Al fin y al cabo los recuerdos donde mejor están es en nuestra propia memoria.
Preparados para ir de safari (con los pies en el suelo o sobre el agua)
A pocas horas de comenzar nuestro safari móvil en todoterreno (y montando distintos campamentos base), disfrutamos de una vista aérea envidiable de lo que nos encontraríamos más adelante. Simple y llanamente la razón por la cual el norte de Botswana es un santuario privilegiado de la vida salvaje en África, el escenario de cientos de documentales y el hogar de cientos de miles de elefantes. Ese agua fluvial, que se cuela bajo tierra para llegar hasta puntos inimaginables y así resucitarlos, es todo un surtidor de habitabilidad, el súmmum de los viajes de naturaleza.
Al día siguiente saldríamos en 4×4 a la Reserva Natural de Moremi, un espacio único que no se comprendería sin las aguas del Delta del Okavango. Nuestro safari móvil con el equipo de Mopane Game Safaris era cuestión de horas. Volveríamos al delta más tarde, por supuesto, pero esta vez para verlo desde abajo, en mokoro y en lancha. ¡Y allí los hipopótamos o los elefantes no se ven tan pequeños como desde la avioneta!
El sobrevuelo al Delta del Okavango fue uno de los momentazos del viaje a Botswana. Pero me quedan muchas más cosas que contaros de este safari móvil tan especial de dos semanas en tierras africanas. Es un país al que le tengo cierta debilidad, y eso se nota en las ganas de escribir y compartir consejos y anécdotas. ¿A qué esperáis para conocer Botswana? Se trata de la Naturaleza en estado puro, sin aditivos. Se trata de África…
Sele
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21 Respuestas a “El Delta del Okavango a vista de avioneta (Vuelo fotográfico)”
Momentos únicos, que suerte que volvieras a daifritarlo
Hola Sele, consideras indispensable la gopro para este viaje? Me encantan tus relatos.
Hola Belén,
En este viaje no utilicé la GoPro. Puede ser útil si vas a hacer un largo reportaje de vídeo y quieres meter parte de los trayectos. Más importante es un buen zoom para tu cámara de cara a fotografiar animales.
¿Vas para Botswana?
Saludos,
Sele
Hola Sele! Si justamente voy el 8 de octubre con mopane game safaris!! Qué casualidad! Me alegro mucho tener tu experiencia antes de ir. Ya que es mi primer viaje en solitario y estaba un poco acojonailla! Pero leyendo tus post estoy animadísima. Muchas gracias!
Hola Belén!
¡Qué casualidad! Pues seguro que va a ir fenomenal. Es una temporada muy muy buena para viajar a Botswana. Te aseguro que el grupo de septiembre puso el listón muy alto, pero que debéis confiar en la naturaleza. Formar un grupo muy positivo de auténticos obsesionados por los animales y todo saldrá bien. Tenéis unos guías alucinantes y Anabel es un encanto.
Sobre lo de dormir en la tienda, te va a parecer raro al principio. Ruidos escucharás (pero es fantástico dormirse con los arrullos de un león en la lejanía). No pasa nada. Son tiendas enormes, muy cerca las unas de las otras. Hay un staff que se preocupa de que todo está bien. Y te aseguro los animales tienen más miedo de nosotros que nosotros de ellos. Las hienas da por hecho que se acercarán a husmear de madrugada (habrán olisqueado comida), pero estarás durmiendo. Y esas tiendas son tremendas!!
Piensa otra cosa. Te vas a levantar a eso de las 5:30 todos los días (o casi todos). Vas a caer en la cama como si no hubiera un mañana. Y, a diferencia de otras tiendas que he visto, éstas tienen el baño dentro. El mayor miedo que a mí me daría (y me da) de dormir en medio de un parque natural, es tener que salir a hacer pis por la noche. Aquí estás en tu propia tienda.
Voy a ver si la semana que viene saco en el blog (asómate el lunes y miércoles especialmente) más detalles sobre cómo fue el safari. Voy a hablar de cosas sobre el campamento o cómo es un día normal y corriente de safari con la gente de Mopane. Te servirá.
Si vas con actitud positiva e ilusión, te aseguro que vas a regresar emocionada. Yo no me quito de la cabeza las muchas escenas de las que pudimos disfrutar. No era mi primer safari, ni mucho menos. Y hoy puedo asegurarte que fue el mejor y más completo. Una enorme experiencia.
Mucha suerte en Botswana. Da recuerdos a Anabel, a Willy y a Costa. Ah… y vas a flipar con la cocinera. Te aseguro que no se come nada mal 😉
Cualquier cosa ya sabes dónde estoy. Un saludo!!
Sele
Por cierto me da mucho miedo lo de dormir en la tienda. Se pasa mal? Jijijij
Menudo espectáculo! :O
Me he quedado sin palabras y babeando….¡Voy a tener que cambiar el teclado Sele! ¡Vaya espectáculo! ¡Vaya sitio! ¡Vaya paisajes! :-O
Sele, me he quedado alucinando con esos paisajes aéreos. Entre lo que me gusta estar en el aire y la fotografía te puedes imaginar cómo me he quedado de embobado viendo tus fotografías. Hasta me han subido las palpitaciones viajeras 🙂
Ay Antonio, cómo te hubiera gustado subirte a esa avioneta. Cuando estás allí arriba no te puedes creer lo que estás viendo. El suelo se agrieta para dejar paso al agua. Y te das cuenta de que muchos de esos senderos que surgen de repente son puntos de salida de los hipopótamos. Aquí los animales terminan de diseñar el paisaje.
Sabía que te gustaría. Un abrazo fuerte!!
Sele
Qué pasada el vuelo. ¿Fue muy caro?
Es una de esas experiencias que me gustaria poder vivir algún día.
Hola Fernando,
Como especifico en el artículo, el vuelo cuesta unos 150 dólares. Quizás pueda bajarse un poco si lo hace más gente.
Es un pasada. Vale la pena, ya que es casi una hora de vuelo sobre un escenario brutal.
Un saludo!
Sele
Hola Sele, unas fotos preciosas.
Me ha gustado mucho tu web.
Qué objetivos llevabas?
No puedo llevar mucho equipaje ni mucho peso. Qué objetivos me aconsejas para un recorrido por Namibia, el Delta y Zimbawe?
Muchas gracias y un saludo.
José Miguel.
Hola tocayo 😉
Te saludo desde Armenia, donde ando de viaje ahora mismo. Yo no tengo reflex así que fácil.. voy con una bridge de Panasonic Lumix con buen zoom (FZ:45, me toca cambiarla). Para hacer fotos de naturaleza una pasada!!! Y no vas cargando peso. Pero si estás acostumbrado a cámaras más profesionales… no sé si te compensa. A mí me va super bien.
Suerte!!! Saludos !!
Sele
Creo que mas se viaja mas dificil es que uno se asombre, leo mucho de lo espectacular que es volar sobre el delta, pero no veo en tus fotos animales, o quizas muy lejos, solo veo paisajes. Perdona, pero es mi humilde opinion, creo que hay muchas cosas que valen mas la pena que ese vuelo, no es para nada un imprescindible de Botsuana.
Hola Ariel,
Es que no se trata de un vuelo para ver animales (que ojo, los ves, sobre todo las manadas de elefantes, los hipopótamos, las jirafas o los búfalos). Sino un vuelo para ver paisajes que, la verdad, me parecen preciosos. Existe la posibilidad de hacerlo en helicóptero y bajas un poco más (pero es mucho más caro). Pero desde arriba se entiende esa mancha de agua que forma el Okavango y las razones de que allí haya vida donde antes sólo había un desierto.
Para mí sí es un imprescindible de Botswana, pero es sólo una opinión de alguien que lo ha hecho.
Un saludo y gracias por comentar.
Sele
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