El día que fuimos Entrenadores en el Oceanográfico de Valencia

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El día que fuimos Entrenadores en el Oceanográfico de Valencia

Hace aproximadamente un par de meses visitamos el Oceanográfico de Valencia en el increíble y moderno entorno de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Nos quedamos realmente impresionados de este inmenso museo que recrea distintos habitats marinos y que se enorgullece de ser el más grande de Europa. Lo pasamos tan bien que no quisimos conformarnos con hacer una visita general y le dimos vueltas a cómo podíamos ir más allá y conocer qué se tejía entre las bambalinas del parque. Surgió entonces la posibilidad de realizar una de las actividades que se ofrecen, ser entrenadores por un día. De esa forma no sólo interactuaríamos con algunos de los muchos animales que allí tienen, sino que conoceríamos el trabajo de sus cuidadores y otros muchos personajes esenciales en el funcionamiento del Oceanogràfic. Nos pusimos manos a la obra y escogimos un día para llevar a cabo nuestros planes y ser uno más entre todo ese maremágnum que hace que los visitantes se queden entusiasmados con lo que ven. Tras las cortinas y nuestros nuevos uniformes estaban los animales, los cuidadores, los examinadores y entrenadores….

¿Quéreis saber cómo fue nuestra experiencia como entrenadores por un día en el Oceanográfico de Valencia? ¿Queréis conocer más de cerca a morsas, focas, leones marinos, delfines, belugas y tortugas? ¿Queréis entrar a los rincones que no quedan a la vista? Os animo a acompañarnos y acariciar a la fauna marina que allí vive.

LO QUE DARÍA POR ESTAR AHÍ DENTRO

«Lo que daría por estar ahí dentro» fue precisamente la frase que Rebeca, una verdadera entusiasta de los animales, pronunció cuando vio a los cuidadores jugar con los leones marinos. Y a la postre el resorte para hacer realidad ese sueño tiempo después. Porque sin comerlo ni beberlo nos encontrábamos a las puertas del Oceanogràfic con un cielo muy nublado a las diez en punto de la mañana, hora a la que comienza normalmente esta actividad de Entrenador por un día (su fin es a las 17:00 h.). Y justo dos días después de su cumpleaños. Se puede decir que estaba a punto de abrir su regalo.

Nos vinieron a buscar y lo primero fue pasar por la puerta de atrás a la zona Ártica para otorgarnos el que sería el toque definitivo y ser uno más en el Parque, los uniformes. En las taquillas, que estaban a nuestro nombre, había un polo de manga larga color azul marino, un pantalón desmontable y el calzado perfecto para no escurrirse. Nos enfundamos, por tanto, nuestros nuevos ropajes lo antes posible y nos convertimos, definitivamente en… ENTRENADORES POR UN DÍA.

CAMINANDO POR EL «ÁRTICO»

El Ártico en el Oceanográfico está recreado en una especie de iglú. Allí se pueden observar especies propias de estas latitudes como morsas y belugas, estas últimas además las únicas que se encuentran en el continente europeo. Tampoco faltan las simpáticas focas, que curioseaban quién había llegado nuevo a las instalaciones. La primera vez que fuimos al Oceanográfico de Valencia fue probablemente lo que más nos impresionó, ver al otro lado del cristal a gigantes como las belugas o a las morsas, con esos colmillos tan característicos. Pero en esta ocasión los veríamos en la trastienda e interactuaríamos con ellas más de lo que nos hubieramos podido imaginar.

En primer lugar, antes de ir junto a los animales, nos explicaron las raciones de comida que cada día se les daba a morsas, belugas y focas. Kilos y más kilos de pescado que se descongelaban todas las mañanas y a los que se añadían vitaminas que se quedan en el camino en el proceso de congelación/descongelación. De hecho metimos unas pastillas en el interior de algunos arenques que después se le daría a las siempre glotonas morsas del ártico. Ser cuidadores del Parque requiere echar también un cable. Es la mejor manera de aprender…

Después pasamos al despacho en el que se reunen cuidadores y demás profesionales de esa área concreta. Allí nos contaron algunas peculiaridades de su trabajo y observamos una pizarra con el porcentaje de éxito en la realización de pruebas médicas a los animales. Por ejemplo, hacerles un análisis de orina es 100% factible sin problema alguno, mientras que en una gastroscopia colaboran mucho menos los animales. Absolutamente normal. Son animales salvajes, no tontos. Muy al contrario, diría yo…

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Allí llegó Yanka, la fotógrafa del parque, que nos acompañaría a Sol y a Sombra para inmortalizar ese día mágico en el Oceanográfico, lo que nos hizo no tener que preocuparnos en absoluto de sacar nuestras propias fotos. Esa parte de la visita, bastante importante, está incluida en el precio.

Ya estábamos todos listos para ir a ver a las morsas…

NUESTRA EXPERIENCIA CON LAS MORSAS

Con las morsas, al contrario que con los demás animales marinos, había que tomar algunas precauciones. Estamos hablando de más de una tonelada por criatura, lo que es perfectamente comprensible. Aún así los cuidadores controlan la situación en todo momento, por lo que no tuvimos que preocuparnos ni temer nada ya que la seguridad era total. La morsa es un animal que impresiona y que será muy difícil en la vida tenerlo tan cerca, por lo que es una oportunidad realmente única. Lo mejor es observar y disfrutarlos, además de aprender con que quienes mejor los conocen.

Con bigotes recios como alambres y una piel sebosa bien recubierta de grasa, las morsas viven en colonias en las zonas más frías del Atlántico y el Pacífico. Se calcula que quedan unos 250.000 ejemplares en todo el planeta, una cantidad aún lejana a la preocupación por su extinción. Además del hombre, su principal enemigo en la reducción de su hábitat tanto en cuanto las zonas polares están menguando día a día por el célebre calentamiento global.

Las morsas que teníamos a un lado no dejaron de olisquearnos. Era fácil sentir su fuerte y ronca respiración en un hocico que se arrimaba a los «extraños», que éramos nosotros. No pasaba absolutamente nada. Era simple curiosidad. Se preguntarían quiénes serían esas personas que estaban con sus cuidadores de toda la vida.

Mientras a una de las morsas le curaban una aleta dañada, nos explicaban las peculiaridades de estos grotescos miembros de la fauna del Ártico. Vimos a un palmo su boca, sus ojos saltones y enrojecidos, su extraña forma de caminar…

Aunque tener a la morsa macho de cerca, con sus gigantescos colmillos y un cuerpo mucho más grande que el de las hembras, sí fue una total impresión. Sobre todo cuando nos deleitó con uno de sus gritos que nos hicieron temblar hasta las orejas. Realmente vivimos unos momentos apasionantes entre estas entrañables criaturas.

Unos minutos con las morsas habían hecho que, de sobra, hubiese valido la pena acercarnos hasta allí. Pero lo mejor de todo es que nuestro día no había hecho más que comenzar.

ACARICIANDO Y ALIMENTANDO A LA BELUGA

El Oceanográfico de Valencia es el único centro europeo en el que se puede ver en cauitividad a nada menos que dos ejemplares de beluga. Fueron traídas de otro Parque marino de Argentina que tuvo que cerrar y desde entonces son probablemente las mayores estrellas de todo el complejo. Basta con imaginarse a estos preciosos animales marinos que parecen estar a medio camino entre las ballenas y los delfines, pintarlos de blanco y deleitarse después con la sonrisa más amable y verdadera que son capaces de regalarte. Sin duda uno de los animales más bellos, simpáticos y agradecidos del Planeta. De las gélidas aguas del ártico a ser los ojitos derechos de todas las personas que trabajan en el Oceanogràfic.

Algo más de cinco metros de longitud, tonelada y media de peso, cabeza abombada, pequeños dientes y rostro amabilísimo al que es complicado resistirse. Para Rebeca y para mí era muy emocionante poder tener una beluga tan cerca. Y mucho más poderla dar de comer, acariciarla… Es complicado poder explicar con palabras la sensación positiva que nos transmitió este animal que sueño con observar algún día en libertad, quien sabe sin en la Bahía canadiense de Hudson, donde se reúnen a cientos cada verano.

Fuimos por turnos a la hora de darle de comer y poder juguetear con ella. En primer lugar fue Rebeca quien, emocionada, fue echándole a la boca el pescado que habíamos traído en un cubo metálico. La beluga era mansa a más no poder, como cuando un perro o un gato busca las caricias y no quiere separarse de tí…

Y después me tocó a mí hacer lo propio. Era muy divertido verla asomarse lo máximo a la superfie al colocar mi mano hacia arriba. Llegaba a tocarla, y es que sabía que después había recompensa..

Creo que en este caso las imágenes hablan por sí solas. Puedo asegurar que la felicidad nos acompañó durante los instantes que compartimos con la beluga. Fue como si el tiempo se hubiese congelado dentro de un sueño. Pero por fortuna no hicieron falta los pellizcos pertinentes para despertarse. Porque aquello era real… es real.

Un animal que te sonríe, cariñoso, obediente, inteligente. Así era Yulka, la beluga… Una oportunidad única tras los cristales del acuario. El lugar al que sólo se puede acceder siendo profesional del Oceanográfico o, como nosotros, siendo entrenadores por un día.

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Quiero destacar además la labor de los cuidadores, quienes enseñan a las dos belugas que tienen muchos trucos de cara, sobre todo, a facilitar el trabajo de los veterinarios. Vimos hacerle un análisis de orina a la beluga con la que estuvimos. Y casi ni tuvieron que tocarla. Ella sola sabía perfectamente lo que le estaban reclamando. ¡Conocen a los animales mejor que a sí mismos!

Nos despedimos, por el momento, del Ártico, pasando junto a un par de focas pequeñas que no dudaban en levantar su cuello para saber quiénes demonios estábamos allí.

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ENTRENANDO A LOS DELFINES

Del Ártico fuimos rumbo al Delfinario, el anfiteatro con piscina desde el cual se realizan los shows de los delfines. Suele ser una de las actividades preferidas de mayores y pequeños que visitan el Oceanogràfic, por lo que se cuida hasta el más mínimo detalle. Unos minutos antes de que comenzara el espectáculo de mediodía, estuvimos charlando con el grupo de adiestradores mientras ultimaban sus últimas enseñanzas a tan inteligente animal. Aunque antes nos pusimos unas botas de agua y unos chubasqueros con los que evitar calarnos por completo.

Empezó a sonar la música y dejamos a los chicos haciendo su trabajo. Era el momento de entretener y nosotros fuimos a ver el show en la cabina del speaker, que fue narrando todo aquello que iban haciendo los delfines. Sorprendidos de esos saltos que parecen imposibles y de la compenetración que llegan a tener con sus adiestradores, asistimos a un espectáculo altamente recomendable.

Cuando el show acabó y el público se marchó continuaron las enseñanzas y cuidados a los simpáticos delfines. En ese momento nosotros entramos a la palestra y participamos junto a Héctor, el más veterano, en poner en práctica los trucos y consejos para hacer reaccionar a estos cetáceos tan despiertos. Nos fue explicando el significado de cada movimiento, las técnicas más usuales para ir captando la atención de los delfines y cómo son capaces de absorber muchísima información para después deleitarnos con sus piruetas y sus gracias. El delfín es un animal tremendamente inteligente, pero al que hay que dedicarle tiempo y tener paciencia para poder convertirle en una auténtica superestrella en la piscina.

Obviamente el truco está en los estímulos, en premiar cada avance por muy lento que este sea . Empiezan aprendiendo con lo que se conoce como «target», que no es más que una bola en el extremo de un palo como el de cualquier fregona. El mero hecho de arrimar su hocico empieza a ser el camino para el adiestramiento. Marcado ese objetivo, empiezan a aparecer otros cada vez mayores, y siempre que lo cumplan, además del pertinente pescado, un pequeño pitido de silbato les hace entender que lo han hecho correctamente.

Después de los consejos fue el momento de poner en práctica todos los gestos que nos iba mostrando Héctor. Jamás imaginé poder hacer que un delfín saltara, cantara, hiciera piruetas hacia atrás… sólo porque yo se lo pidiera. Los movimientos de manos y brazos les fueron haciendo reaccionar de una forma u otra. El lema de la actividad del Oceanográfic llamada «entrenador por un día» cobró entonces todo su sentido.


Ahí quietos y atentos a nuestras instrucciones


Ahora a cantar…


¡¡Venga esos saltos!!


¡¡Hacia detrás!!


Buenos chicos… así me gusta


Toma ya otra pirueta…

Lo pasamos increíblemente bien. El tiempo voló. Sin darnos cuenta nos estaban esperando para comer en el Restaurante Océanos. Había que darle sustento al cuerpo. Nos acompañó Almudena, una de las cuidadoras que llevan ejerciendo como tal desde que se abriera el parque, con quien aprendimos mucho más de los entresijos que se mueven en el Oceanogràfic y en todo el mundo acuático. Ésta fue la parte más relajada de la actividad, pero no menos productiva. Ciertamente nos sentimos «muy cuidados» por los cuidadores, valga la redundancia. Estuvieron pendientes de nosotros en todo momento. Y eso es de agradecer.

LA LABOR DEL OCEANOGRÀFIC CON LAS TORTUGAS MARINAS

 La sobremesa nos llevó a una de las zonas a las que no tienen acceso los visitantes con su entrada normal. Dicha zona está dedicada a la protección de las tortugas marinas encontradas en penosas circunstancias en el Mar Mediterráneo. Allí nos atendió Roy, un gallego entusiasta que se ocupa de que a estas criaturas con caparazón que ocupan los distintos tanques de agua no les falte de nada. Nos mostró a todos los ejemplares que en ese momento tenían en custodia. Eran de la especie Caretta Caretta, la cual uno puede estar más acostumbrado a encontrársela (con nocturnidad y no poca dificultad) desovando en el Mar Caribe o en islas del Índico, pero que en el Mediterráneo también tienen su hogar. De hecho todas esas tortugas fueron localizadas por barcos pesqueros en la costa de la Comunidad Valenciana, quienes los llevaron al Oceanográfico.

Las lamentables consecuencias de la pesca incontrolada (como por ejemplo la pesca de arrastre, que con una especie de rastrillo revientan los fondos marinos, haya lo que haya), de las bolsas de plástico que son confundidas con medusas y resultan extremadamente tóxicas, de varar en una playa no del todo adecuada para poner los huevos, y un largo etcétera, forman parte de las historias de estos adorables animales marinos que «se recuperan de sus heridas» en el Oceanográfico antes de ser puestos en libertad en su única casa, el Mar.

Triste era la situación de un par de tortugas que habían sufrido demasiados daños antes de ser atendidas en el Centro. A una de ellas le faltaban dos patitas, lo que le impedía nadar a una velocidad suficiente para poder comer. Otra de ellas estaba casi muerta en vida, sin apenas intención de alimentarse y sin posibilidad de volver a vivir en libertad.

En esta parte uno toma conciencia de que los culpables de la situación angustiosa de estos animales de morfología casi prehistórica somos únicamente nosotros. Y en nuestra mano está que no dejen de recorrer los fondos de nuestros Océanos. He visto desovar tortugas en tres ocasiones y puedo decir que es uno de los mayores espectáculos que brinda la naturaleza. Una tortuga es un milagro viviente y tenemos que intentar lo imposible por no hacerlas desaparecer.

COMPARTIENDO JUEGOS CON LOS LEONES MARINOS

La última fase de nuestro Entrenamiento por un día nos llevó exactamente al lugar en el cual Rebeca pronunció la frase de «Lo que daría por estar ahí dentro«. De esa forma nos encontramos rodeados de muchos de los leones marinos patagónicos que viven en el Oceanográfico de Valencia y que constituyen igualmente otro de los platos fuertes del Centro. Ruidosos, aparentemente torpes, con un agudísimo perfume de pescado… son de esos animales con muchísimo encanto que tanta gente no sabe diferenciar de las focas, pero que no tiene absolutamente que ver una especie con la otra (los leones marinos caminan ayudándose con las aletas, mientras que las focas se arrastran, por poner un ejemplo diferencial). Era algo que ya sabíamos de cuando habíamos observado a la subespecie surafricana en la costa de Namibia.

Accedimos al despacho que contenía la información de todos y cada uno de los leones marinos. Tenían en una pizarra anotados sus últimos comportamientos. Muy reseñable era el «miedito de Alvin», un león marino macho gigantesco, en los días con demasiado viento. También había una buena colección de juguetes con los que se servían sus cuidadores para entretenerlos y, por supuesto, adiestrarlos.

Pero lo más divertido fue quedarnos a solas, y bajo una lluvia intensa, con Demi, un león marino hembra bastante afable y a quien le gustaba en demasía el pescado que le íbamos ofreciendo. Sólo de esa forma pudimos ir conociendo muchas de sus peculiaridades y maneras.

Tal y como habíamos hecho con la beluga, fuimos por turnos. En esta ocasión me tocó a mí empezar con ella y hacer que me siguiera y se detuviera cuando yo se lo pedía. Había premio, claro.


Primero aquí quieta…


¿Te vienes conmigo?


Muy buena… estás hecha toda una leona!

Con Rebeca también fue super obediente y siguió sus pasos en su ir y venir por aquella pasarela de piedra a la que no dejaba de caer agua.


¿Quieres un pescaíto?


Pues sígueme…


¡A ver cómo dices adiós!

La pena fue tener que despedirnos de Demi en aquella tarde lluviosa de Valencia. Y lo peor saber que nuestro día como entrenadores estaba a punto de terminar. Aunque aún hubo tiempo para una última foto de familia…

Regresamos a la Zona Ártico a por nuestra ropa y a despedirnos de algunas de las personas con las que habíamos pasado la jornada como Iván, Almudena o Alba. Y con ellos salimos a recoger el CD con las fotos y el diploma como Entrenadores ocasionales del Oceanogràfic y que guardamos con el mejor de los cuidados. Una fortísima tormenta nos esperaba para salir de Valencia, e incluso las nevadas en el interior serían nuestro lastre para terminar regresando a Madrid a medianoche.

Aún así puedo decir que vivimos un día que siempre recordaremos con muchísimo cariño. Fue un regalo para ambos poder formar parte de la gran familia del Oceanográfico e interactuar con algunos de los animales marinos que viven en uno de los mayores indiscutibles de la ciudad de Valencia.

CÓMO SER ENTRENADOR POR UN DÍA EN EL OCEANOGRÁFICO

El precio estipulado por persona para el año 2012 es de 225 euros. Es válido para cualquier día del año y sólo puede haber un máximo de dos participantes mayores de 18 años. Incluye:

– Uniforme de entrenador (que te quedas después).

– Actividades con las morsas, belugas, delfines, tortugas y leones marinos.

– Comida en el Restaurante Océanos con uno o varios cuidadores del Parque.

– Diploma.

– Fotos realizadas por el fotógrafo del Oceanogràfico recogiendo los mejores momentos del día como entrenador.

– Aparcamiento gratuito en las instalaciones del parque.

– Visita de una hora finalizadas todas las actividades.

Para reservar hay que llamar al teléfono 902 100 031 y acordar un día. Conviene hacerlo con suficiente antelación, sobre todo de cara a que sea en fin de semana.

Información actualizada pinchando aquí.

UN BUEN PLAN PARA AMANTES DE LA NATURALEZA

Quienes disfruten de la Naturaleza y de su fauna y deseen aprender algo más de ellos viviendo una experiencia realmente intensa tienen en Valencia la mejor excusa para caminar en todos y cada uno de nuestros mares y océanos. Sin duda un buen regalo para quien sepa apreciarlo de verdad.

El único requisito es amar a los animales…

Sele

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* Este artículo va dedicado a quienes nos hicieron sentir como en nuestra casa: Almudena, Ivan, Alba, Luciana, Roy, Yanka, Bárbara y la persona que está detrás de la cuenta de Twitter de la Ciudad de las Artes y las Ciencias (@CityArtsScience)

* Puedes ver una Selección de más de 100 fotografías del Oceanográfico de Valencia pinchando aquí.

* Confirmadas las fechas de las próximas charlas:

6 de febrero 20:00 en National Geographic (Gran Vía 74, Madrid): CAMBOYA – ANGKOR MEKONG Y SELVA

9 de febrero 19:00 en Librería Desnivel (Plaza de Matute 6, Madrid. Metro Antón Martín): CÓMO DAR LA VUELTA AL MUNDO (O PARTE DE ELLA), EL ANTES Y EL DESPUÉS (Club Kayak)

24 Respuestas a “El día que fuimos Entrenadores en el Oceanográfico de Valencia”

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