El Sáhara más inédito en el Egipto de los desiertos - El rincón de Sele

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El Sáhara más inédito en el Egipto de los desiertos

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Desierto Líbico (cerca de Peter & Paul, Egipto)

Cuando la Expedición Kamal fue recibida a los pies de las pirámides se puso el punto y final a una de las grandes aventuras de mi vida en el Sáhara más desconocido. Este viaje al Gilf Kebir y a Jebel Uweinat, entre otros, me mostró lo más puro, salvaje y auténtico de un desierto fascinante y a la vez remoto. La inaccesibilidad y lejanía con respecto al Valle del Nilo hace que las expediciones aquí sigan teniendo el aroma nostálgico de los exploradores de los siglos XIX y principios del XX con Hassanein, el Príncipe Kamal o László Almásy como máximos exponentes, puesto que supieron amar el desierto como a su propia vida y metro a metro nos lo contaron con suma destreza. Seguir sus pasos y penetrar en lo más hondo del Desierto Líbico durante dos largas semanas con un operativo que no se llevaba a cabo desde la II Guerra Mundial me ha enseñado muchas lecciones, y no sólo de geografía o arqueología junto a los mejores, sino también a saber formar una familia comprometida y unida que se gestó en la que probablemente sea la región más árida y extrema del Planeta.

Mi cabeza y, sobre todo, mi corazón aún siguen regidos por el horario del desierto, el de despertar con los primeros y tempraneros rayos de sol y cerrar los ojos en uno de cielos más estrellados y limpios que existen. Echo en falta la tienda de campaña minúscula que me refugiaba del viento, las hogueras después de cenar y a esos compañeros de viaje de más de diez nacionalidades que se convirtieron en mi mundo de una forma u otra. He recibido numerosas llamadas y correos electrónicos preguntando por esta gran aventura, la Expectación Kamal al Desierto Líbico en Egipto, y mis respuestas van siempre acompañadas de añoranza dibujada en los labios. ¿Qué puedo decir? ¿Por dónde empiezo? Quizás lo más adecuado sería decir que un Egipto insólito y remoto que nada tiene que ver con el faraónico me ha traído una de las mejores experiencias personales y también profesionales que he tenido nunca. Sólo ser un miembro más de todo aquello es algo que me hace sentir orgulloso y afortunado.

Wadi Sura (Egipto)

Las sensaciones tan recientes me llevan a ser todo menos objetivo. Quizás por eso sea incapaz de despejar la gran cantidad de epítetos y frases superlativas de un lugar que, aunque inhóspito, es maravilloso. Regreso con la afirmación de que aún quedan lugares extraordinariamente poco trillados y paisajes imposibles que hasta ahora apenas han copado portadas o reportajes. Y todo en el Sáhara desconocido, en ese área vastísima del oriente africano que en apenas dos siglos pasó de ser tierra fértil de llanuras verdes, profundos valles, montañas que vertían abundante agua y animales habitando las praderas como lo puedan hacer ahora en el Serengeti, a convertirse en una zona extremadamente seca. Lo cual forzó a los seres humanos que vivían de la caza a marcharse, aunque antes dejaron muestra numerosa de su presencia en cuevas y rocas pintadas y grabadas con escenas que hoy en día nos parecerían anacrónicas. Realmente sorprende, por mucho que uno se lo lleve aprendido, ver dibujos de jirafas o antílopes donde pueden pasar años sin que caiga una sola gota de lluvia. Y mucho más cuando las pinturas reflejan nadadores a cientos de kilómetros de cualquier oasis, lago o río.

Atardecer en el desierto Líbico (Sáhara oriental, Egipto)

Una expedición sin precedentes desde la II Guerra Mundial

La Expedición Kamal lleva muchos años rondando en la cabeza de la organización y dos completos de preparación, con el Ministerio de Turismo egipcio y el Club del Automóvil de Egipto apoyando esta acción que debía reunir a expertos en arqueología, geografía o botánica de la zona, junto a comunicadores que absorbieran todo aquel aprendizaje y mostraran al mundo que hay aún una amplia porción del país desconocida para gran parte del público. Se iba a haber realizado en el año 2013, aunque la coincidencia con los ecos de la revolución egipcia forzó su retraso. Pero por fín, entre el 13 y el 26 de marzo de 2014, sin que nada lo impidiera, dejaríamos el bullicioso Cairo para «desaparecer» y entrar dentro de un mapa que hasta hace no mucho estaba lleno de «manchas blancas» como se empeñaba en expresar László Almásy, el famoso Paciente inglés cuya vida real es mucho más apasionante que la de la película, que se dedica a unos derroteros irreales y modifica las pautas que acompañaron durante tantos años al húngaro. 8 décadas después de que el explorador dejara en el sur de la meseta de Gilf Kebir una placa a la muerte del Príncipe egipcio Kamal el Din, quien diera nombre al lugar y esponsorizara gran parte de sus expediciones, llegamos nosotros a este mismo punto para honrar la memoria de quien desechó reinar su país para descubrir mejor su desierto, el 85% de una nación que para muchos es la del Nilo, el Mar Rojo y el Sinaí, olvidando su mayoritariamente árida geografía.

Coche participante en la Expedición Kamal en el Sáhara oriental (Egipto)

33 vehículos, más de 5.000 litros de agua consumidos, cerca de 17.000 de gasolina en 2700 kilómetros de recorrido, cientos de kilos de arroz, pasta y comida, cargamento médico especial y custodiados por la policía militar (es zona controlada por ellos y son quienes tienen que dar los permisos y obligado acompañamiento) avanzamos día a día en un paisaje que cambiaba en rotundidad sin que nos diéramos cuenta. Aquel no es un desierto de planicie o de dunas sin más. Allí hay montañas, formaciones rocosas realmente caprichosas, valles secos llamados wadis y todo un parque temático tanto de la prehistoria como de la II Guerra Mundial (aunque si queréis ver algunas de las cosas más curiosas que encontré en ese viaje no dejéis de visitar este post).

Vehículo de la II Guerra Mundial atrapado por la arena del Sáhara oriental (Egipto)

Hemos seguido una rutina asimilada con rapidez para agilizar todo este movimiento. Siguiendo los principios del ecoturismo o turismo sostenible hemos incluso recogido basura para llevar de vuelta a El Cairo. Salvo, por supuesto, esa «basura especial» de los años treinta y los tiempos de la II Guerra Mundial en el que éste fue un campo de batalla que al propio Rommel le supuso un verdadero quebradero de cabeza. Pero del que quedan bidones de gasolina para aviones, improvisados aeródromos, vehículos militares enquistados en la arena e incluso la comida en latas de los campamentos que se hacían.

Junto a un vehículo de la II Guerra Mundial en el Sáhara Oriental (Egipto)

La hoja de ruta por el Desierto en Egipto

Aunque con algunas modificaciones en el terreno hemos seguido la ruta prevista. Un recorrido con ciertos objetivos esenciales como la meseta de Gilf Kebir (también escrito Gilf el Kebir), el macizo montañoso de Jebel Uweinat compartido con Sudán o Libia, el Gran Mar de Arena o el Desierto blanco. Y dentro de ellos concretando en hallazgos prehistóricos, bélicos y, por supuesto, geográficos. El mejor ejemplo del cambio climático que ha vivido el ser humano podemos tenerlo en esta parte del Sáhara oriental o Desierto Líbico, y eso juega un papel importantísimo en los monumentos naturales tallados con la erosión. Naturaleza, arqueología, geografía o botánica han sido algunas de las asignaturas que hemos seguido los miembros de la expedición junto a la historia de las exploraciones de principios del Siglo XX como quién fue el verdadero Paciente inglés, cómo lograban avanzar con vehículos tan básicos por esta zona o cómo Kamal el Din introdujo por primera vez en el desierto del Sáhara los Citroen Kégresse, edición especial, que hicieron para sus expediciones. Todos ellos, en realidad, son quienes elaboraron un recorrido tremendamente ambicioso.

Mapa de la ruta de la Expedición Kamal al Desierto Líbico (Egipto)

Desde temprano hasta la noche siempre había lugares que conocer. Algunos de ellos aparecían de forma improvisada, ya que allí no hay carreteras ni puntos señalados, siendo necesarios todoterrenos bien preparados. Ya durante la noche establecíamos los campamentos en los que cada uno escogía hacia dónde quería despertar cuando saliera el sol. Entre todos íbamos masticando la ruta del día siguiente y analizando o asimilando la del anterior. Y así sucesivamente. De ese modo, si los coches no pinchaban demasiado (que lo hacían) o no se perdía tiempo por diversas razones, íbamos siguiendo un mapa con los que de verdad conocen la zona y han hecho posible esta bonita historia. Si un día íbamos más atrasado, al otro lo recuperábamos o modificábamos el itinerario. Había que ser ambiciosos y exigentes pero no volvernos locos y no perder la noción del desierto y de que lo importante era saborearlo lentamente…

Mapa de la ruta en el desierto Líbico (Expedición Kamal, Egipto) con los campamentos

Lugares destacados del recorrido en el Desierto Líbico

Cierto es que lugares, y sobre todo historias, ha habido muchos en un viaje de dos semanas en el profundo desierto occidental de Egipto, también llamado Líbico o de Libia o, para que todos queden contentos, el Sáhara oriental. Los más destacados, y por orden, son los siguientes:

Oasis El Kharga

Fue el punto de partida, sin contar a El Cairo donde llegamos todos la noche del 13 de marzo. Ya el 14 volamos con un avión chárter al pequeño aeropuerto de El Kharga, uno de los oasis de la provincia de New Valley, donde fuimos recibidos por autoridades y prensa. Allí teníamos los vehículos asignados a cada uno con nombres puestos a propósito que tuvieran que ver con las muchas exploraciones llevadas a cabo en la zona. Donde yo fui junto al fotógrafo Andrés Magai y un universitario egipcio se llamaba Inch Allah (Dios lo quiera u ójala) que así fue como Almásy bautizó a uno de los vehículos utilizados en su segunda expedición en busca del oasis de Zerzura.

Oasis El Kharga (Egipto)

Tras pasar ciertos controles militares y recopilar los permisos necesarios, abandonamos el asfalto, quitamos presión a las ruedas y nos zambullimos de lleno en el desierto. Muy cerca pondríamos nuestro primer campamento.

Coches de la Expedición Kamal a punto de salir de El Kharga (Egipto)

G- Hills

Como he comentado anteriormente, las huellas de la II Guerra Mundial son numerosísimas. Un día después de iniciar el viaje llegamos a un improvisado aeródromo en el que latas de gasolina para aviación clavadas en la arena y formando una gran flecha, advertía a los aparatos aéreos por dónde debían aterrizar sin problemas. Fue utilizado desde antes incluso del comienzo de la guerra, aunque siempre por la Long Range Desert Group (LRDG), destacamento del ejército de tierra británico en el Desierto del Sáhara.

G-Hills (Desierto Líbico, Egipto)

Lo más impactante no sólo es ver la flecha hecha con bidones de gasolina sino encontrarse restos de latas de comida ennegrecidas por el sol, algunas todavía conservando su etiquetado de finales de los años treinta. Todo se ha quedado tal y como estaba.

Bidón de gasolina Shell en G-Hills (Desierto Líbico, Egipto)

8 Bells

Es como G-Hills pero a lo grande. A dos días de El Kharga. La flecha es absolutamente perfecta e incluso la denominación que los británicos le dieron a este aeródromo de guerra que no era más que una explanada aparece también escrito con bidones de gasolina gastados. Aquí fue donde empezó a cambiar el paisaje durante el viaje, a punto de alcanzar el extremo sudeste del Gilf Kebir y con ocho colinas curvadas y rojizas que a los aviadores les recordaban a unas campanas, de ahí se explique el nombre.

8 Bells (Desierto Líbico, Egipto)

Además de latas de comida y utensilios de la guerra, a uno no le cuesta ver la extensión de llano absolutamente perfecto para el aterrizaje de aviones, la mayoría utilizados para repostar entre el oasis de Kufra (en Libia) o Asuán (Egipto) e incluso Dongola (Sudán). Estratégicamente era una posición esencial y sobradamente conocida durante la II Guerra Mundial, que también tuvo en el Sáhara oriental su tablero de ajedrez.

8 Bells (Desierto Líbico, Egipto)

Meseta de Gilf Kebir (El Gilf el Kebir)

En árabe «La gran barrera», tal como fue nombrada por quien la descubrió, documentó y comenzó a cartografiar, el Príncipe Kamal el Din Hussein a partir de los años veinte. Es una meseta que se eleva hasta los mil metros sobre el nivel del mar rodeada de montañas de arenisca y bañada por valles secos llamados wadis. Tiene la extensión de una isla como pueda ser Puerto Rico y antes de la desertización del Sáhara oriental fue una gran fuente de vida a tenor de su geomorfología y los descubrimientos constantes que sigue ofreciendo.

Meseta de Gilf Kebir (Desierto Occidental de Egipto)

Este curioso altiplano que fue explorado por Kamal, Almásy o los hermanos Clayton durante el primer tercio del siglo XX es una caja de sorpresas. Y, por supuesto, uno de los principales focos de este viaje. Dada su extensión lo recorrimos en dos etapas, la primera en su fase más meridional camino a Jebel Uweinat (Kamal el Din Plateau), y la segunda por el eje noroeste (Abu Ras Plateau) donde se hallan las famosas cuevas de los nadadores y las bestias. Todo ello atravesándolo por la mitad en ese corredor de arena denominado Aqaba Pass y que permitía pasar de un lado a otro sin tener que rodearlo, algo que podía llevar mucho tiempo.

Meseta de Gilf Kebir (Egipto)

Dentro del Gilf Kebir hubo diversos puntos destacados que no pudimos ni quisimos perdernos:

Wadi Wassa y cueva Magharet El Qantara

Nuestra entrada al Gilf Kebir la hicimos por un acceso a priori estrecho y arenoso teñido de rojo donde los coches empezaron de verdad a ponerse a prueba. Después de avanzar varios kilómetros nos pusimos a los pies de un refugio, porque no llega a ser cueva como tal, utilizado por los habitantes prehistóricos de la zona y en el que dejaron su impronta. Una composición de arte rupestre hallada en 1935 y de la que se había perdido su ubicación exacta hasta que una expedición de 1996 volviera a situar este saliente cuyas rocas forman un puente (El Qantara signfica precisamente eso) y que tiene los techos profusamente cargados de escenas, sobre todo animales, que nos mostraron por primera vez que el Sáhara oriental no había sido siempre un desierto.

Pinturas de El Qantara (Gilf Kebir, Egipto)

Comimos a los pies de este refugio, aunque lo mejor fue compartirlo con los arqueólogos que formaban parte de la Expedición Kamal.

Placa conmemorativa a Kamal el Din colocada por László Almásy

Un momento que el grupo vivió con gran emoción fue llegar hasta la placa que Almásy puso en 1933 al Príncipe Kamal, quien había muerto poco antes al no recuperarse de la amputación de una pierna. Este amante del desierto financió algunas de las expediciones del propio Almásy, por lo que éste le agradeció sus esfuerzos, colocando este recuerdo que hoy día es un punto fijo en el extremo más meridional del Gilf Kebir.

Monumento a Kamal el Din en Gilf Kebir (Egipto)

Nos hicimos la pertinente foto de grupo y dejamos el libro de la Expedición Kamal que estábamos llevando a cabo junto a nuestras firmas. Ójala siga allí dentro de otros ochenta años este resto escrito de un recorrido tan ambicioso. Desde aquí iríamos a Jebel Uweinat y no volveríamos a tocar el Gilf Kebir hasta subir después a Wadi Sura, Aqaba Pass y Wadi Hamra en la 2ª etapa por la meseta que descubriera Kamal el Din.

Wadi Sura: El Valle de las imágenes (Cueva de los nadadores / Cueva de las bestias)

La joya artística no sólo del Gilf Kebir sino de todo el Desierto Líbico es este hermoso valle de arenisca que siluetea sus rocas a capricho al igual que las derriba arrojando en el suelo arenoso bloques de varios metros. Geomorfológicamente es magnífico y sólo por ello merece la pena llegar a él, pero si por algo es más famoso es por contener un número elevado de cuevas y refugios prehistóricos (más de 35 descubiertos) con ejemplos magistrales de arte rupestre en esta parte del Sáhara.

Desierto Líbico (Sáhara Oriental, Egipto)

La cueva de los nadadores descubierta al azar por Almásy en su expedición de 1933 en la que buscaba el mítico Oasis de Zerzura es quizás el hito más perseguido por los viajeros que arriban a esta zona llamada Wadi Sura que significa «Valle de las imágenes» por razones evidentes. Su aparición en la película «El paciente inglés», aunque con una recreación algo diferente, despertó la codicia de quienes sabiendo su total desprotección (está totalmente abierta) no dudaron en dañar la cueva llevándose literalmente trozos de piedras y pared, destrozando uno de los hallazgos más importantes del arte prehistórico.

Escena de la cueva de los nadadores (Wasi Sura, Egipto)

Por fortuna esa fiebre se detuvo y, aunque deteriorada severamente, la cueva aún guarda muchas de esas escenas en las que aparecen nadadores alrededor de una bestia descabezada de los cuales se llevan haciendo interpretaciones en los últimos ochenta años. Fue entonces cuando las expresiones artísticas de quienes habitaron esta zona confirmaban que hacía diez mil años éste era un paraíso fértil de naturaleza, agua y numerosas especies animales. Que se pintaran nadadores era el ejemplo más claro con el que Almásy no dudara en teorizar acerca de la que fuera una inminente desecación del Sáhara hasta convertirse en el desierto que vemos hoy. Y aunque es cierto se llevó los vituperios de denominados expertos e instituciones de enseñanza incluso de su propio país, el tiempo terminó dándole la razón.

Escena de la cueva de los nadadores (Wadi Sura, Egipto)

Donde no llegaron los vándalos afortunadamente fue a Wasi Sura 2, la cueva Mestikawi-Foggini, más conocida como «La cueva de Escena de la cueva de las bestias (Wasi Sura, Egipto)las bestias». Este descubrimiento casual en una expedición en el valle en 2002 sacó a la luz una de las obras magistrales del neolítico con más de 5000 figuras, huellas de manos y pies (en negativo) en un abrigo rocoso que hace siete milenios se situaba a los pies de un lago ahora seco. Entonces siendo terreno fértil, las personas que allí vivieron recrearon con pinturas y grabados en la piedra infinidad de escenas de animales o seres humanos de distintas formas, muchas de ellas nadando o flotando alrededor de las conocidas como bestias sin cabeza que según los arqueólogos que nos acompañaban, Luc Watrin, Emmanuel Honoré o Fikri Hassan, son un común en el Sáhara oriental y debían tener un significado incluso religioso. Tuvimos una serie de charlas en el desierto muy interesantes en las que incluso se trató de conectar a estos hombres del holoceno, que abandonaron el desierto tras su sequía y que pintaban bestias, con quienes llegaron al Nilo formando una de las grandes civilizaciones de la Historia.

Cueva de las bestias (Wasi Sura, Egipto)

La cueva de las bestias, aunque tan sólo de 10 metros de lado a lado y 6 de altura, es ciertamente una especie de Altamira o Lascaux en pleno Sáhara, aunque a la vista de todo el que vaya (y por supuesto lo respete). Estuvimos más de tres horas en ese abrigo rocoso vislumbrando, analizando e hipotetizando sobre las escenas que allí aparecían. Y reconozco fue ese lugar en el que la lágrima no se pudo contener y del que cuando me acuerdo se me ponen los pelos de punta. Para mí llegar aquí ha sido una de las experiencias más emocionantes no sólo de este viaje sino de toda mi vida. Simplemente maravilloso.

Cueva de las bestias (Wasi Sura, Egipto)

Lo mejor además es que hay clasificadas en Wadi Sura más de treinta cuevas con representaciones pictóricas o grabados realizados en la arenisca. Lo que hace recordar que más del 99% del Gilf Kebir está sin explorar por los arqueólogos y que debe haber muchas más de ellas esperando salir a la luz. Aquello es un reto que seguirá dando alegrías en durante muchos años.

Escena de la cueva de las bestias (Wasi Sura, Egipto)

No te pierdas la narración sobre la entrada a la cueva de la bestias que forma parte del Diario de viaje de la Expedición Kamal.

Aqaba Pass

Almásy descubrió que había un lugar desde el cual se podía atravesar la meseta de Gilf Kebir sin tener que dar un rodeo por el norte o por el sur. Un corredor de arena con un desnivel de más de 300 metros podía ser uno de los hallazgos estratégicos más importantes por los que un buen conductor como él podía utilizar. Durante la II Guerra Mundial se lanzó el rumor oportunista de que la zona estaba minada y que los coches que allí pasaran corrían un grave peligro, pero eso favoreció el éxito de la Operación Salam en la que en 1942 el propio László Almásy introdujera a dos espías alemanes en Egipto. Su faceta de personaje importante para Rommel en el desierto del Sáhara no es tan conocida, quizás porque no se le quiso robar romanticismo a un personaje tan admirado. Pero está documentado su colaboracionismo con el régimen nazi, quienes se aprovecharon de los conocimientos del mayor experto en el Sáhara oriental que podía haber.

Aqaba Pass (Gilf Kebir, Egipto)

Se necesitaron muchos años más tras la guerra para volver a localizar este corredor de arena que corta el altiplano por la mitad. Nosotros tuvimos la oportunidad de sobrepasarlo, aunque con dificultades ya que es una zona con demasiada arena y una pendiente que hace que sea necesaria una auténtica destreza al volante. Cada avance era tomado como un éxito, y además unas vistas maravillosas de la meseta nos servían de premio cada vez que dejábamos atrás un nuevo obstáculo.

Memorial Samir Lama en el punto más alto de Egipto

El Top of Egipt es de tan sólo 1090 metros, pero en un país desértico es toda una hazaña llegar hasta él. De hecho muy pocos egipcios han estado allí. Lo alcanzamos tras cruzar el Aqaba Pass y dirigirnos a uno de los muchos balcones naturales que posee esta elevada meseta en Abu Ras Plateau. Las vistas son maravillosas y su nombre se debe a que hay una placa dedicada a Samir Lama, explorador y actor egipcio que llegó a esta parte a la que apodara, como no podía ser de otra manera, Bellevue (Bella vista).

Vistas desde el Samir Lama Point (Gilf Kebir, Egipto)

Wadi Hamra: el valle rojo

Uno de los wadis más hermosos e inmensos de Gilf Kebir es Wadi Hamra. Significa «valle rojo», y es que la arena es de dicho color a lo largo de toda esta extensión ubicada en una de las áreas más septentrionales de la meseta. En él encontramos algo de vida en un corredor que poseía cierta intensidad de acacias (subespecie Acacia Tortilis), en su mayoría supervivientes y que requieren de muy poca agua al año para sobrevivir. Todas ellas se encuentran en el lecho seco de un río que debió ser bastante caudaloso y que, por tanto, atrajo la atención de cazadores del neolítico que no dudaron en realizar numerosísimos grabados en las rocas, sobre todo de jirafas.

Wadi Hamra (con una acacia tortilis)

En Wadi Hamra no sólo encontramos estos relieves bien elaborados con la técnica del piqueteado sino también distintos artefactos prehistóricos como utensilios para moler trigo o semillas. Era como si se hubiesen quedado ahí tal cual tras muchos miles de años en los que el Desierto Líbico se quedó prácticamente vacío por sus difíciles condiciones para albergar vida en él. Que estamos hablando de uno de los mejores parques temáticos del neolítico es algo evidente, puesto que no es necesario buscar demasiado para hallar piezas o representaciones artísticas.

Artefacto prehistórico en Wadi Hamra (Egipto)

No te pierdas el capítulo del diario de la Expedición Kamal que trata sobre Wadi Hamra, el Valle Rojo.

Clayton Craters

Entre el sur del Gilf Kebir y Jebel Uweinat, en el punto más alejado de nuestro viaje, hay nada menos que veintidos cráteres volcánicos que dibujaron una amplio espacio rocoso. Entramos a uno de ellos por la que parecía una puerta artificial de piedra de cualquier templo antiguo, para caminar después por un paisaje gris que desde el aire Sir Robert Clayton-East avistó por en 1932, quedando su apellido para siempre sujeto a estas curiosas formaciones geográficas.

Clayton Craters (Desierto occidental de Egipto)

Jebel Uweinat

Los jebels o gebels son palabras árabes utilizadas para denominar a montañas, colinas o macizos, normalmente rocosos. Jebel Uweinat (también escrito Jebel Uwainat) fue el punto más alejado de todo el viaje, situándose prácticamente en una esquina en la que esta formación natural es compartida con Sudán y Libia. De hecho sólo una pequeña parte está en Egipto, siendo sobre todo los países vecinos los poseedores de un porcentaje muy superior de extensión. Aunque es cierto que aquí las fronteras son prácticamente de papel y uno cruza a un lado u otro sin saberlo.

Jebel Uweinat (Egipto)

Descubierto en 1923 por el intrépido explorador egipcio Ahmed Hassanein dicho monte fue el primero en mostrar al mundo imágenes de la prehistoria en esta zona a través de rocas, refugios y cuevas que delataban la presencia de vida humana y animal hasta el año 5000 antes de Cristo. Hoy día, las partes más bajas están cubiertas de arena, aunque en el lado sudanés se advierten alturas de hasta 1900 metros sobre el nivel del mar.

Jebel Uweinat (Egipto)

Fotogénicamente hablando Jebel Uweinat es espectacular centímetro a centímetro, con grandes columnas de roca esparcidas en mitad de la nada y preciosos wadis denominados en la zona como Karkurs por ser menos extensos que los de, por ejemplo, la meseta de Gilf el Kebir. Uno de ellos, Karkur Talh, es una especie de Wadi Sura en la que basta caminar para encontrarse relieves o pinturas. Lo exploramos muy a fondo, e incluso acampamos en él a espaldas de una pequeña colina que ascendí para ver un magnífico atardecer. Dicho campamento se encontraba además en la misma línea fronteriza (dibujada artificialmente en mapas) con Sudán, por lo que a veces perdíamos la noción en torno a en qué país estábamos realmente.

Petroglifos con jirafas en Jebel Uweinat (Egipto)

Aquí fue donde por primera vez vimos durante el viaje a las acacias tortilis teñir con un poco de verde los tonos predominantes en la zona como el amarillo o el ocre que permanecen siempre cubiertos por un cielo completamente azul. Vegetación superviviente a la sequía, la cual llega a aprovechar reservas de agua a más de setenta metros de profundidad.

Jebel Uweinat (Egipto)

No te pierdas la narración de la experiencia en Jebel Uweinat.

Área de Peter & Paul

Peter & Paul son dos montañas que desde el aire le recordaron a Almásy en 1932 las cúpulas de San Pedro del Vaticano y San Pablo de Londres. Situadas entre Jebel Uweinat y el Gilf Kebir, dejan a su alrededor uno de los paisajes más mayúsculos y marcianos de todo el desierto. Fue uno de los puntos de acampada que la expedición disfrutó con mayor pasión, viviendo un atardecer del todo extraterrestre en una mezcla de arena roja y rocas con formas curiosísimas que se perdían en el horizonte.

Área de Peter and Paul en el Desierto Líbico (Egipto)

Además, a pocos metros de nuestras tiendas, salvando el que fuera un antiguo lago, pudimos visitar una cueva prehistórica maravillosa descubierta en 2007 por el maltés Mark Borda. Para verla bien y apreciar las pinturas tuvimos que visitarla arrastrándonos de espaldas, ya que hay poco espacio entre el suelo arenoso y el techo. Aunque, sin duda, mereció la pena. Ante nosotros teníamos una de las mejores cuevas con arte rupestre de todo el viaje. Mostraba las clásicas escenas de seres humanos y ganado, aunque con un detalle y un colorido intacto que parecía se hubiese hecho ayer mismo. Las personas llevan utensilios, se aprecia incluso la que podría parecer una casa, y una de las vacas está hecha con mayor minuciosidad que las demás (a priori parece una hiena manchada pero si uno se fija mejor se le ven bien los cuernos).

Cueva Borda (Peter & Paul, Desierto occidental de Egipto)

El Gran Mar de Arena (Great Sand Sea)

La imagen del desierto que todos tenemos en la cabeza es precisamente la que ofrece el Gran Mar de Arena, una extensión inmensa de dunas, algunas de ellas muy elevadas, que entre medias permiten espacio a los coches por pasillos naturales planos (serir) los cuales son utilizados para tomar carrerilla. Patrick Clayton fue el primero en superar estas dunas con un vehículo a motor en 1932, aunque nuestro «paciente inglés» László Almásy llegaría a Kufra e incluso las usaría para escabullirse en sus misiones militares en la II Guerra Mundial.

Gran Mar de Arena (Desierto de Libia, Egipto)

Este mar de dunas tardamos dos días en atravesarlo aprovechando el conocimiento del terreno y la pericia de los conductores. De este a oeste puede superar los 200 km y de norte a sur nada menos que 600 km, uniéndose a otra cadena de arena ya en Libia conocida como Calanscio Sand Sea. Juntas son una cuarta parte de todo el Desierto Líbico y forman una de las barreras más complejas del Sáhara Oriental.

Gran Mar de Arena (desierto Líbico, Egipto)

La expedición Kamal vivió aquí dos días realmente divertidos haciendo pendientes realmente empinadas, animando a los demás coches a pasar sin quedarse atrancados y acampando posteriormente tras una duna que nos resguardara del viento en la medida de lo posible. Los protagonistas no pudieron ser otros que los todoterrenos que cruzaron sin problemas el Gran Mar de Arena.

Dunas del desierto Líbico (Egipto)

Además, como estos corredores eran utilizados en la II Guerra Mundial por la Long Range Desert Group (LDRG) y las Fuerzas Sudanesas, no fue difícil encontrarse restos o bidones de gasolina y, mejor aún, un camión de la marca Ford en un estado magnífico. El motor estaba fuera pero apenas sin tocar y los neumáticos brillaban como si fuesen nuevos.

Ford de la II Guerra Mundial en el Gran Mar de Arena (Desierto Líbico, Egipto)

No te pierdas el capítulo del diario de la Expedición Kamal en el Gran Mar de Arena.

El Desierto Blanco

Para el final del viaje dejamos algo particularmente delicioso, el desierto blanco. ¡Qué mejor escenario para dejar nuestra aventura en la arena antes de partir hacia El Cairo! Se le denomina desierto blanco porque mucho tiempo atrás fue un mar y son los sedimentos orgánicos los que se han vuelto de este color con la constante llamarada del sol. Pero además la erosión ha hecho su parte para diseñar montículos y esculturas naturales con una estética que podríamos tildar de daliniana. Las formaciones rocosas más célebres son las denominadas setas, por su gran parecido.

Desierto blanco (Egipto)

En el desierto blanco pusimos nuestro último campamento, aunque antes nos subimos a lo alto de una loma para gozar del paisaje en 360º y, por supuesto, más de uno nos escapamos en solitario a caminar por esta maravilla de lugar. Por la noche incluso tuve la suerte de toparme con un simpático zorro del desierto que debía estarse preguntando qué demonios estaba haciendo allí.

Desierto blanco (Egipto)

Fiesta de despedida y música tradicional junto al fuego, cordero para cenar… y la última noche con las estrellas más brillantes de toda mi vida. Fue realmente una sacudida de emociones.

En la hoguera en el desierto blanco de Egipto

No te pierdas el capítulo del diario en el Desierto blanco y el colofón al viaje.

Recibimiento en el Mena House Hotel a los pies de las pirámides

Nunca hubiera imaginado que sería recibido con la Gran Pirámide de telón de fondo. En realidad ni yo ni nadie del grupo de la Expedición Kamal que llegamos tras dos semanas sin ducha al que probablemente sea el hotel con más solera de la capital egipcia. Para ser más exactos de Gizeh. El Mena House es un palacio del Siglo XIX que ha visto pasar a reyes, presidentes o estrellas de Hollywood, firmar tratados internacionales o a Almásy, Kamal el Din u otros exploradores trazar en un mapa sus ideas de conocer más del remoto desierto que se escondía entre Egipto, Libia y Sudán.

Coche llegando al Mena House Hotel

Hicimos una foto de todo el equipo de expedición con los viajeros, arqueólogos, científicos, conductores, cocineros, organizadores… y la pirámide detrás. Un momento realmente emocionante.

Equipo Kamal Expedition en el Mena House Hotel con la pirámide de Keops de fondo

Después, tras pasar por una larguísima y relajante ducha, vivimos un acto de clausura en el gran salón de ceremonias del Mena House en el que llovieron las palabras, las imágenes y las lágrimas de una familia que se fue marchando poco a poco a sus lugares de origen. De photocall un panel con nuestros mensajes hecho en el desierto y la sensación personal de que había experimentado algo irrepetible, un viaje de una sola vez en la vida.

En el Mena House Hotel (Kamal Expedition)

La organización

Esta expedición ha estado bajo el amparo del Ministerio de Turismo de Egipto y el prestigioso Automobile & Touring Club Of Egypt, aunque la organización ha sido llevada a cabo por la compañía germano-egipcia Dabuka Expeditions, con una larga experiencia en viajes atípicos que se salen de los caminos trillados. Expertos en desiertos los dos hermanos El-Mahdy, Tarek y Karim, dibujaron años atrás este sueño de hacer algo grande bajo el nombre del príncipe Kamal el Din Hussein y volver ocho décadas después al lugar donde László Almásy junto a otros expedicionarios honraron a un personaje que prefirió no reinar para descubrir ese gran mundo que hay en el Egipto más lejano al río Nilo. Al final lo lograron… lo logramos y gracias a esa idea ahora estoy aquí escribiendo sobre esta aventura.

Campamento en Wadi Sura de la Expedición Kamal

Aún sigo sin creerme haber formado parte del equipo, haber entrado a cuevas con arqueólogos que o bien las descubrieron o bien las estudiaron a fondo publicando fabulosos trabajos al respecto. Sigo sin creerme haber conocido a gente como Andrés, Ivana, Macieh, Karim, Tarek, Dolphin, Joana, Shijo, Leiko, Islam y un larguísimo etcétera que se conviertieron en mi familia en aquellos días.

Participantes de la Expedición Kamal

Les agradezco a todos ellos y también a la Oficina de Turismo de Egipto en España, a Idealmedia, a Cadena SER Viajes e incluso a este blog personal, haberme empujado a participar en una de las más apasionantes expediciones que se han llevado a cabo en territorio egipcio en mucho tiempo.

Y próximamente no os perdáis los diarios de viaje…

Esto no se queda aquí. Hay mucha arena que rascar y grandes dunas que pasar en el desierto. Durante la expedición elaboré jornada a jornada un diario de viaje en el que iba narrando lugares, situaciones y, sobre todo, sensaciones dentro de una aventura de este calado. Muy pronto podréis ir leyendo crónica a crónica, capítulo a capítulo con todo lo que dio de sí la Expedición Kamal desde el primer día hasta el último. Ya disponibles:

+ Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto 1ª parte (Empieza la aventura)

+ Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto 2ª parte (Alcanzamos Gilf el Kebir)

+ Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto 3ª parte (Jebel Uweinat)

+ Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto 4ª parte (Wadi Sura y la cueva de los nadadores)

+ Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto 5ª parte (La cueva de las bestias)

+ Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto 6ª parte (El Valle Rojo)

+ Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto 7ª parte (El Gran Mar de Arena)

+ Diario de la Expedición Kamal al Desierto en Egipto 8ª parte (Final en el desierto blanco)

Siempre he soñado con el Egipto de los Faraones, las pirámides y los grandes templos. Ahora he tenido la ocasión de saborear y amar también sus muchos desiertos dentro de ese Sáhara indómito que aún tiene muchos secretos ocultos.

Sele

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23 Respuestas a “El Sáhara más inédito en el Egipto de los desiertos”

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