Macao, el legado portugués en la Gran China
Tras 442 años de presencia portuguesa en Macao, una pequeña región situada el sudeste chino y separada de Hong Kong por el Delta del río de las Perlas, terminaba en 1999 un largo periodo como colonia europea en Asia. Una delgada península y dos pequeñas islas ven cómo a pesar de los casinos y los hoteles de lujo que conforman Las Vegas del Lejano Oriente, aún queda mucha saudade de Portugal en sus calles, todavía apodadas como rúas. Los restos del pasado colonial se resisten a apagarse en una pequeña Lisboa oriental donde aún se conservan fabulosas fachadas barrocas en el casco viejo, se brinda con vino alentejano y por suerte no resultan necesarios los palillos chinos para degustar el mejor bacalhau à brás a este lado del Pacífico.
El objetivo de mi viaje a Macao fue la búsqueda de las huellas portuguesas que sobreviven en la considerada como una peculiarísima excepción administrativa e histórica en territorio chino. Huellas que demuestran que el legado luso continúa estando más vivo que nunca.
Si te interesa este destino no dejes de leer la Guía más completa del viaje a Macao con lugares para visitar, cómo moverse, dónde comer y un montón de consejos prácticos recopilados.
Lo que le queda de Portugal a Macao
Un puerto básico en la ruta de las especias
Hay que reconocerle a la Península Ibérica una buena parte de los descubrimientos del mundo. Mientras que los españoles se la jugaron sobre todo en ese Nuevo Mundo llamado América, los navegantes portugueses fueron pioneros en la navegación de Ultramar, de voltear tormentas imposibles en el Cabo de Buena Esperanza e iniciar una ruta en busca de las preciadas especias llegando a India, Malasia y desembarcar en la cerrada e inhóspita China de entonces. Vasco de Gama abrió el camino hacia la Leyenda pero a mediados del siglo XVI, durante la centuria más importante de la época de los exploradores y conquistadores, encontraron los portugueses en Macao un puerto esencial en el que unir sus aspiraciones en territorio chino a una ruta histórica que comprendería otros dos ejes esenciales como eran Malaca (Malasia) y Goa (India). En ese momento Macao no era más que tres pequeñas islas en el lado más meridional del Delta del río de las Perlas (Hong Kong, al frente no sería británico nada menos que tres siglos más tarde). La isla principal se uniría al continente gracias a un itsmo de arena y hoy día es una estrecha península donde se ubica la ciudad que fundaron los portugueses en el año 1557.
Tras una gestión de casi cinco siglos el último cable que unía a Macao con Portugal se cortó en 1999, dos años después de que Hong Kong lo hiciera con el Reino Unido. Durante los próximos cincuenta años (de los que quedan treinta y tres) la condición de Región Administrativa Especial se mantendría en Macao. Ya es China pero no a todos los efectos, por ejemplo, en cuanto administración de la misma. Ese resquicio hace además que sea la única parte del país en la que está legalizado el juego, por lo que la inversión de las últimas décadas tiene mucho que ver con el levantamiento de casinos y hoteles de lujo. Y de que un altísimo porcentaje de visitantes provengan de la propia China. De hecho Macao ha sobrepasado a Las Vegas en cuanto a facturación anual.
Pero a mí la del juego y los casinos no era una faceta que me interesara en absoluto de Macao sino que mi afán estaba en perseguir los lazos que aún le unen con Portugal. Y es que son muchas cosas las que conectan todavía a ambos territorios y eso convierte a este destino asiático en una hermosísima curiosidad colonial que fusiona dos mundos completamente diferentes. Lisboa y Pekín, el Dim Sum y el bacalhau, la iglesia y el taoísmo, Luís de Camões y Confucio, el azulejo y la porcelana china…
Macao es un destino que mucha gente hace de manera guiada desde Hong Kong (yendo y volviendo en el día aprovechando la cercanía). Y que, la mayoría, nunca se esperaba así…
La presencia de la lengua de Pessoa en Macao
Lo primero que me llamó la atención nada más llegar a Macao en ferry desde Hong Kong (hay enlaces no sólo desde la ciudad sino desde el propio aeropuerto) es que absolutamente todas las indicaciones o señales venían en portugués además de en chino mandarín. Tras la desconexión de Macao con Portugal en 1999 se mantuvo la lengua portuguesa como oficial en esta Región Administrativa especial china. Y si bien sólo habla este idioma entre un 3% y un 5% de la población, se utiliza no sólo en documentos oficiales sino también en tiendas, letreros, avisos, calles, plazas, museos, etc. lo que facilita mucho las cosas a los viajeros que no entendamos absolutamente nada del alfabeto chino.
Encontrar gente local que te hable en portugués no es del todo sencillo, pero con el tiempo los macaenses (descendientes de portugueses que se mezclaron con chinos) se dejan ver y escuchar en la ciudad. Muchos de los propietarios de restaurantes portugueses falan la lengua de Pessoa y mantienen la cadencia y el ritmo nostálgico de quienes inventaron el fado. Y les encanta hablarlo con quienes entendemos buena parte de su vocabulario por cuestiones de similitud con el castellano. O también porque hemos viajado a Portugal en incontables ocasiones y a costa de poner oído se nos ha quedado algo.
Un paseo por el casco viejo de Macao
Mirando desde un piso alto de hotel da la sensación de que Macao sea algo destartalada y desordenada. Destacan los rascacielos y la flor de loto de cristales de colores que da forma al edificio Grand Lisboa, el emblema de una ciudad que mira a futuro. Pero el resto es un crecimiento descontrolado, una ilusión de callejuelas estrechas y construcciones que sólo pueden crecer a lo alto porque Macao no da más de sí. De hecho se trata de la ciudad del mundo con mayor densidad de población.
Pero ese laberinto imposible que desde arriba sólo deja ver tejados, se convierte en un regalo adorable para el paseante que llega a Largo do Senado. Es ahí donde uno tiene la sensación de haber recorrido miles de kilómetros para llegar a China y terminar en el corazón de Portugal. En el palacio donde los portugueses gestionaron Macao durante siglos el apodo de «Leal» se exhibe con orgullo. Y es que durante la unificación de Portugal y España entre 1580 y 1640 (de Felipe II a Felipe IV) Macao fue la única en no reconocer la soberanía española. También sería la última colonia en separarse de Portugal un año antes de llegar al 2000 y así abrazar un nuevo milenio en un régimen especial.
Una típica calçada portuguesa en aceras y calles peatonales nos devuelven una vez más al país luso. Pero además de la carabela, la estrella de mar o el ancla se han colado símbolos chinos. Las autoridades macaenses, muy orgullosas de su pasado, han incidido en la conservación de este elemento típico de las urbes portuguesas. En Largo do Senado, la plaza más «europea» de Macao, la calle se hace más ancha para dar paso a edificios neoclásicos con colores pastel en sus fachadas y a ser ese eje comercial en el que pasear, irse de compras o simplemente mezclarse con la gente.
La Santa Casa da Misericórdia, que funcionó como orfanato y sanatorio, deja paso a otras construcciones de aspecto más mediterráneo que se suceden desde la vieja pharmacia popular por una hilera de pórticos disfrazados de amarillo provenzal.
De allí a la iglesia de Santo Domingo hay un paso. La vieja São Domingos, con una fachada barroca primorosa, fue fundada por dominicos españoles en 1587 teniendo el honor de ser la primera iglesia en China. Cabe destacar que Macao fue la base para extender el cristianismo a China y a otras regiones de Asia hasta entonces poco accesibles. Así que en São Domingos sería el comienzo de un movimiento evangelizador en el Lejano Oriente que no tendría vuelta atrás. Hoy día además alberga un curioso museo de arte sacro en la planta superior (entrada gratuita).
Si subimos una cuesta a mano derecha nos encontraríamos con la Sé o Catedral y el curioso palacio episcopal. Tras una pequeña plaza desde donde fotografiar ambos edificios se esconden varios conjuntos de azulejos portugueses con temática puramente oriental. Y desde allí retornamos en busca de nuestro objetivo, que no es otro que São Paulo. Tras ascender una callejuela con dicho nombre donde se venden dulces chinos y carne de cerdo seca en tiras muy popular (y que se puede probar in situ) nos topamos directamente con unas escaleras que ascienden hasta lo que queda de una fachada barroca prodigiosa. La igreja de São Paulo fue mandada erigir por los jesuítas en el año 1602, pero los constructores de la fachada no sólo eran originarios de Portugal sino también de Japón o la propia China. De ahí que se mezclen símbolos como la Virgen con el niño con una carabela portuguesa y el típico dragón chino.
La bella São Paulo se incendió una noche de 1835, quedando todo en cenizas excepto la fachada que quedó a salvo milagrosamente. Hoy, su estampa desde la escalera monumental es la fotografía más repetida de Macao, un símbolo de un período de esplendor, de una fusión de conceptos y, por tanto, el icono más reconocible de un conjunto histórico artístico protegido e incluido en la lista del Patrimonio de la Humanidad desde el año 2005. El casco viejo macaense es para la UNESCO «un testimonio excepcional del encuentro entre las tendencias estéticas, culturales, arquitectónicas y tecnológicas de Oriente y Occidente». Y la iglesia de São Paulo su obra más preciada, aunque no la única.
Tenemos dos opciones desde São Paulo, abandonarla desde un callejón a mano izquierda llamado Travessa de Paixão donde se pueden tomar fotografías preciosas de los edificios neoclásicos rosados y las ruinas de la iglesia al otro lado de la calle. O continuar adelante para subir a la Fortaleza do Monte, la principal estructura militar de la ciudad durante siglos y desde la que se puede observar Macao en 360º. Mi consejo es empezar por ella desde abajo y subir a lo más alto atravesando el Museo de Macao, inaugurado en 1998, y donde uno puede hacer un viaje a la historia macaense a través de los objetos exhibidos, reconstrucciones y láminas de distintas épocas.
La fortaleza desde arriba atesora numerosos cañones que apuntan de manera casual a los edificios modernos de Macao, el siempre reconocible Grand Lisboa y otros de los casinos de alrededor. Sin duda ésta es la estampa que enfrenta dos conceptos de entender un territorio. Se quiera o no, hoy día Macao está en la encrucijada de seguir manteniendo su encanto colonial y aumentar aún más si cabe su obsesión por ser el casino de Asia. Lisboa versus Las Vegas. A día de hoy su orgullo macaense le está permitiendo seguir ambos caminos procurando que no se toquen. Continúa habiendo dos Macaos diferentes, y a quien escribe estas líneas le apasiona sobre todo la de la cultura tradicional fusionada con conceptos orientales.
Si en vez de subir a la Fortaleza do Monte hubiésemos salido de Travessa de Paixão tendríamos la ventaja de subir Rúa de Santo Antonio, la calle de los anticuarios y las tiendas de artesanía, hasta la iglesia del mismo nombre y el Parque de Camões, donde los chinos hacen taichi por las mañanas y los más ancianos miran la vida pasar sentados en un banco. Junto a este parque sobresale una construcción del siglo XVIII, la Casa Garden, que fuera en su origen la mansión de un rico comerciante português llamado Manuel Pereira. Después conformaría la sede en Macao de la Compañía Británica de las Indias Orientales (su cercanía de Hong Kong les convertía en socios estratégicos a ambas ciudades del Delta del río de las Perlas). Tras pasar por manos inglesas en la actualidad es parte de la Fundação do Oriente de Macau.
A pesar de seguir las huellas portuguesas en Macao es imposible resistirse a no pasar al viejo cementerio protestante que hay justo al lado donde uno vuela de repente al corazón de Gran Bretaña.
En el momento en que al principio del paseo por el casco viejo de Macao entramos por el Largo do Senado da la sensación de que nos olvidamos de lo que hay al otro lado de la Avenida Amelia Ribeiro. Y ahí sigue la fiesta portuguesa. Basta con arañar las traseras del Senado o subir la cuesta de Rúa Central para llegar callejeando al Largo de Santo Agostinho, que tiene la suerte de reunir en un mismo espacio al primer teatro de estilo europeo (un ejemplo de la arquitectura neoclásica) en China dedicado al Rey Dom Pedro V así como a la Iglesia de San Agostín o Santo Agostinho, que albergó una comunidad de monjes agustinos procedentes de España a finales del siglo XVI.
El primer faro de China
Poca gente conoce que el primer faro de China se levantó en Macao. Fue concretamente en 1622 cuando los portugueses buscaron la cima de la colina más alta de Macao para construir la Fortaleza da Guia. Un conjunto amurallado tenía el objeto de proteger un humilde faro, así como una capilla historiada con motivos religiosos y chinos. Orientó a los barcos del gran puerto de Macao durante siglos. Actualmente el faro sigue funcionando y dando luz, aunque el mar queda mucho más lejos puesto que se le ha ganado mucho terreno al mar a lo largo de los últimos años. Se colocan allí los avisos ante la llegada de los temidos tifones cuya simbología es conocida de sobra por el pueblo macaense.
En lo alto de cada colina hay restos de una fortaleza, o de un lugar de culto. Uno de los preferidos junto Fortaleza do Monte o Fortaleza da Guia está en la Capela de Nossa Senhora da Penha, donde acudían a pedir protección a la Virgen los marineros que se embarcaban en largos viajes. Aunque la estética del templo se reformó, hay bellísimas vistas desde arriba. Y las casas de diplomáticos, aristócratas de la época o millonarios de ahora se agolpan en esta célebre colina.
Taipa y Coloane
Las islas de Taipa y Coloane se convirtieron para muchos portugueses en una segunda residencia en la que escapar del trasiego de la gran ciudad que se estaba formando en la Macao peninsular. Salvo en la parte que ahora une a ambas, Cotai, que es donde se encuentra la mayor parte de los casinos, queda todavía mucho del sabor de esas pequeñas villas portuguesas con encanto.
La Vila da Taipa es como si un humilde y sencillo pueblo portugués se hubiese teletransportado de la Península Ibérica a este lado del extremo oriente. Las callejuelas, los azulejos, el empedrado típico y un número ingente de restaurantes portugueses se entremezclan con el aroma a sopa de noodles y a incienso ardiendo en templos taoístas. Nuevamente aquí vive la fusión chino-lusa, aunque en la vila predominan ante todo los sabores de Lisboa, Oporto o el Alentejo por encima de los orientales.
Un caminar lento desde las Casas-Museo de Taipa nos lleva a enfrentarnos al pasado y al presente de Macao. Las antiguas viviendas de los funcionarios, que parecen auténticas mansiones aristócratas, miran de frente a inmensos hoteles como The Venetian o Galaxy (con más habitaciones que mil aldeas portuguesas). El agua que separa ambos mundos sigue siendo una frontera física y me atrevería a decir que conceptual. Las campanas de la iglesia de Nosssa Senhora do Carmo anuncian una boda mientras las luces artificiales de los casinos permanecen encendidas las 24 horas al día. Nuevamente el ying y el yang, el vino Douro y de arroz… Así todo el tiempo hasta llegar a Rúa da Cunha y volver a alternar dos modos de vida dentro de una misma historia.
Coloane es la isla verde de Macao, un refugio para escapar del mundanal ruido. Allí sobreviven paisajes puramente orientales, senderos que te internan en bosques nublados y monasterios chinos que recuerdan a los de Pekín, aunque levantados hace mucho menos tiempo. Pero también hay pedacitos de Portugal esparcidos en una pequeña villa marinera con casas sobre palafitos y la pequeña Capela de São Francisco Xavier a la que acude desde principios de los años XX la población católica de esta diminuta isla. Durante unos años albergó una reliquia de San Francisco Javier, patrón de los misioneros y uno de los personajes más venerados por el catolicismo en Asia, puesto que fue su máximo introductor.
La gastronomía portuguesa y macaense
Hay algo que une aún más si cabe a Macao con Portugal. La mejor parte de la herencia portuguesa no está, a mi juicio, en las calçadas de piedra, en la arquitectura barroca de las iglesias, en las murallas ni tan siquiera en la lengua lusa que se puede leer en carteles y establecimientos de todas partes. Sería una necedad negar que la verdadera comunión con Portugal está en la gastronomía.
La posibilidad de comer un buen bacalao a la brasa, un bife vuelta y vuelta, un delicioso leitão asado (cochinillo), una feijoada (la fabada portuguesa) o una cazuela de amêijoas (almejas) con ajitos picados y limón es uno de los mejores reclamos que posee Macao. Esta región cuenta con un amplio abanico de platos típicos portugueses con materia de primera calidad.
En la península destacan A Lorcha (289A Avenida do Almirante Sergio) regentada por Adriano Neves desde 1989 con un interior que recrea un barco chino-portugués de la época y donde las almejas y el arroz de marisco (con serradura de postre) son sus platos estrella. En la misma calle el Restaurante Litoral (nº261) se atreve con la fusión de la cocina macaense en la que hay presencia de otros platos de ultramar (como la gallina africana o el típico Minchi de Macao, en la que la carne picada se mezcla con arroz y huevo). Más exclusivo es el Tromba Rija, en la propia Macao Tower, que preparan un bacalhau à brás delicioso y posee una colección de vinos portugueses única en la región.
La vila da Taipa regala al viajero la mayor densidad de buenos restaurantes portugueses por metro cuadrado. En el centro histórico y a muy poca distancia los unos de los otros existen tres opciones sobresalientes para degustar la mejor cocina portuguesa. Adega Velha (Rua Fernão Mendes Pinto, nº 643) con sus carnes así como O Manuel (justo en frente) y sus célebres amêijoas ponen el listón my alto. Pero es en António (Rua dos Clerigos nº 7,) donde se toca la fibra sensible de los comensales (en el buen sentido). Cuando uno tiene una experiencia en este restaurante se llega a perder por completo la noción espacio-temporal. En vez de Macao en el sudeste chino uno se cree estar de cena en una taberna portuguesa que bien pudiera ubicarse en el centro de Coimbra. O de Lisboa. ¿Qué más da? El Chef António y su equipo, galardonados con tantos premios que ya no les caben, logran lo más difícil, hacerte sentir en casa. Buena cocina, unos fados cantados por el bueno de Marcelo para amenizar la velada (también se arranca en mandarín si uno se lo pide) y, sobre todo, la presencia de António como personaje perfectamente unido a esta performance culinaria cargada de autenticidad.
En Coloane el Restaurante Miramar es una buena elección. Se encuentra en plena Playa de Hác Sá y si el tiempo acompaña merece la pena comer en las mesas de fuera. Pero conviene avisar de que si se pide una cazuela de arroz para dos, éste será para seis. Las raciones son increíbles y la calidad de las mismas no baja del sobresaliente.
En la calle las pastelerías recuerdan la mayor obra de arte de los portugueses conocida hasta ahora, los pasteles de nata. En Macao a estos pastéis se les conoce como egg tarts y lo difícil es no verlos en los escaparates. Tanto como resistirse a comprar al menos uno (más es gula) y espolvorear azúcar glas y canela sobre el mismo. Un buen café (o un té verde, que no se olvide que estamos en China) y un pastelito de nata nos demuestra que el legado portugués en Macao es todavía demasiado grande y que no bastan cincuenta años… ni cien, para quitarle el espíritu de los navegantes y esa eterna nostalgia de quienes hacen de la tristeza una fiesta.
Viajé a Macao en busca de los pedacitos de Portugal que quedan esparcidos en este rincón del Lejano Oriente y los fui uniendo hasta conseguir darle forma a una de las peculiaridades más interesantes y diferentes del continente asiático. Y mereció la pena…
Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos (Fernando Pessoa)
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: No te pierdas esta completa Guía del viaje a Macao con lugares que ver y consejos que tener en cuenta para descubrir a fondo este destino asiático tan peculiar.
7 Respuestas a “Macao, el legado portugués en la Gran China”
Increíble lo de los portugueses. En la isla de Phuket, Tailandia, en Phuket Town se puede encontrar arquitectura chino-portuguesa, restos del paso de los lusos por el país. Pero no solamente eso, en Malasia está la ciudad de Melaka, donde también hace acto de presencia la huella lusa. Y no olvidarse de Timor Leste, donde justo después de la Revolución de los Claveles, dejó de ser colonia portuguesa, hoy siguen hablando portugués.
Por no hablar de los lugares recónditos hasta donde llegaron, islas Molucas en Indonesia, … Unos aventureros de la época.
No existe ningún «alfabeto chino».
Espectacular y Fascinante mi admiración por China y su pasado es el camino a seguir a ser potencia de primer orden y Macao es una joya así como lo es hong kong
Hola! hay transporte público desde la terminal del ferry hasta el centro histórico como la Plaza del Senado?
Te agradeceré la información!
Hola Carlos,
Sí, hay buses que salen de la terminal al centro. Macao está bien comunicado entre sí por transporte público. Y los taxis tampoco es que sean muy caros.
Un saludo,
Sele
Mas evidencia del muy grande y poderoso imperio portugués! Los portugueses fueron los pioneros y héroes del mar, los verdaderos fundadores del la globalización. En todo los sitios donde ellos estuvieron ellos dejaron su patrimonio, fuerte influencia de su cultura, idioma, arquitectura, cocina, religion, música, arte, etc. En fin, hoy en día la fuerte presencia portuguesa esta presente en los cinco continentes! Y el idioma portugués es hablado por 260 millones de personas en todo el mundo, oficialmente en 11 países/territorios.
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