De tortugas marinas y otros milagros
Deseo con todas mis fuerzas que algún día nos demos cuenta de que la mera existencia de una sola tortuga marina es un milagro. Para haber nacido han tenido que darse una serie de patrones que, todos juntos, hacen de su vida una extraña casualidad o, más bien, una bendita excepción. Por lo pronto su madre rompió el cascarón y se dirigió al océano con cierto éxito. Y ojo, no resulta tan fácil como parece. El instinto le llevó a tomar una sola dirección, el mar. Además sin tiempo alguno que perder. Ni importando el oleaje convirtiendo la orilla en un barullo. De hecho no todos sus hermanos pudieron lograr llegar a la meta (la primera de muchas), dado que por la playa suelen merodear aves y alimañas a las que les encanta el sabor de la tortuga y, de tan pequeñas que son, resultan presa fácil para depredadores de cualquier tamaño. Pero lo consiguió, pasó la primera prueba.
Tortuga marina recién salida del cascarón en una playa de Santo Tomé y Príncipe.
Después aprendió ella sola a transitar por los océanos, haciendo miles de kilómetros, volviéndose cada vez más fuerte y más grande. Salvaguardándose de sus enemigos. El fondo marino, así como la superficie, está repleto de ellos. Aunque, sobre todo, fue el rastro del ser humano el que se lo puso más difícil. Que si redes de arrastre que se llevan todo lo que pillan y las atrapan o mutilan, bolsas del supermercado que las pobres tortugas confunden con medusas y con las que se envenenan, microplásticos que las asfixian, las pajitas de los refrescos convertidas en auténticas armas de destrucción masiva en los océanos. Y todo durante una larga travesía que durante años le llevó a crecer y crecer desplazándose mucho más allá de los siete mares de los que hablan las leyendas de piratas, porque son bastantes más en realidad.
La complicada vida de una tortuga marina
Pasarse más de quince años en un mar contaminado (porque los océanos han pasado a ser los estercoleros de la raza humana) rodeada de amenazas no parece ser suficiente. Resulta que un día el milagro de la vida le otorgó a nuestra tortuga marina el hermoso regalo de ser madre y así poder engendrar otras tortuguitas. Podría considerarse una buena noticia, de hecho lo es para nuestro planeta, para todos. Pero, vaya por Dios, en nuestros días que la hembra de una tortuga marina esté embarazada es, con perdón, una auténtica «putada» para ella.
Tortuga marina fotografiada en Isla Reunión.
Esa gestación le llevará a cumplir uno de los mayores actos de amor del mundo animal. ¿Y qué tiene eso de malo? – os preguntaréis. Pues porque deberá desovar en una playa, saliendo a la superficie y exponiéndose por completo a constantes peligros. Y, para más inri, no vale cualquier lugar. Su propósito, más bien su instinto, pasa por regresar a la misma playa en la que nació y allí depositar sus huevos. Surgen entonces más cuestiones. ¿Cómo es posible hacerlo si probablemente su embarazo le sorprenda a miles de kilómetros del punto de origen? ¿Y cómo demonios va a recordar la playa de la que salió despavorida, probablemente en una noche oscura, para lanzarse al mar hace ya tantos años? Ahí está el otro milagro (y van unos cuantos). Estos animales son tan sensibles a las características del campo magnético de los territorios en los que viven que después son capaces de utilizar sus recuerdos para orientarse en sus largas migraciones y saber dónde se encuentran y dónde deben acudir. Vamos, que nuestra tortuga marina, y todas las que deambulan por los océanos, tienen un GPS en la cabeza. Desde hace muchos millones de años. Y sin Google Maps. Todo natural. En definitiva no hay nadie que me convenza de que no existe tecnología más perfecta que la que se encarga de diseñar la propia naturaleza.
Tortuga marina fotografiada en las Islas Galápagos.
Cuando una tortuga regresa a la playa donde nació pueden suceder varias cosas. Que el sitio siga sin alterar, tal cual la dejó. Complicado. O que sea una playa con luces de farolas, nuevos hoteles o restaurantes porque sus tiempos como playa desierta y limpia quedaron atrás. Lo más probable cuando se construye masivamente en todas partes, sin importar su impacto medioambiental. Las tortugas marinas tienen auténtico pavor a la luz artificial, tanto que le hace replantearse sus objetivos y pasarlo realmente mal durante sus últimos días como gestante. Pero esa valiente madre, a la que vamos siguiendo desde chiquitita, tuvo la suerte que a otras le faltan y pudo divisar la misma playa paradisíaca y sin gente en la que nació hace más de quince años. ¡Estaba igual! Fue en Praia Grande, una auténtica hermosura en plena isla de Príncipe (la más pequeña de Santo Tomé y Príncipe, África), la misma en la que dio sus primeros pasos y esquivó a las alimañas para incorporarse como un nuevo miembro del océano. Pero en esta nueva ocasión debía volver y caminar por la arena, ya con casi 300 kilos a sus espaldas (y eso que cuando nació no pesaba ni 100 gramos) para desovar y por fin descansar tras un largo viaje.
Praia Grande, una de las playas de Santo Tomé y Príncipe donde más desovan las tortugas marinas.
Tomó la decisión y, con nocturnidad y alevosía, arribó a Praia Grande. Casi sin fuerzas se alejó todo lo que pudo de la orilla y empezó a excavar con sus extremidades traseras. Ya en la superficie le quedaba otro milagro, que uno de los muchos cazadores de tortugas, de esos que las venden en el mercado para comerciar con su carne y su caparazón, no le pudiera sorprender desovando porque moriría ella y morirían sus futuros hijos. Así que tuvo que excavar aún más rápido. Incluso para asegurar que no hubiera animales que encontraran el nido donde depositaría sus huevos (en ocasiones son unos cien) realizó varios agujeros, dejando la playa hecha un cisco. Estos minutos fuera del agua, que pudieron ser quince, media hora o una hora incluso, la tortuga entró en trance para poder soltar sus huevos y marcharse. Entre gemidos y lágrimas fue culminando su propósito. Con el trabajo bien hecho no le quedó más remedio que dejarse llevar por las olas porque sus últimas fuerzas las había gastado en el largo y agotador proceso de desove. Nunca había estado tan débil, tan sumamente vulnerable.
Sobre el proceso de desove de las tortugas marinas que pudimos observar en Praia Inhame (Santo Tomé y Príncipe).
Se marchó sin saber qué sucedería. Si esos huevos eclosionarían un par de meses después o serían pisoteados por error o por el afán de un animal salvaje que los desenterrara para comérselos. Nunca conocerá su destino. Dicen que sobrevive una de cada cien, incluso otros aseguran que es una de cada mil. Quién sabe. Llegamos al instante en que casi 60 días después, el nido, que permaneció intacto, empezó a venirse abajo. Los cascarones se fueron rompiendo casi al mismo tiempo. Y decenas de tortugas salieron buscando al mar. Unas se desorientaron. A otras les atacaron las gaviotas pero ahí tenemos a quienes llegaron a la primera de las muchas metas de su vida. Sé que no le voy a dar un final original a esta historia pero sí, ES EL CICLO DE LA VIDA. Un ciclo que no se inventó con El Rey León sino en el preciso instante en que comenzó a escucharse el primer latido del Reino animal.
De ese modo… ¿Cómo no se me iban a escapar las lágrimas cuando pude ver aquellas diminutas tortugas partir con esa aparente torpeza? Nunca se borrará de mi mente el instante en el que fui testigo una tarde cualquiera de un auténtico prodigio de la naturaleza en Santo Tomé y Príncipe. Así que si en alguna ocasión tienes la posibilidad de ver, aunque sea de lejos, un desove, un nacimiento o la simple aleta delantera de una tortuga marina, siéntete la persona mas afortunada del mundo porque ten por seguro que acabas de presenciar UN MILAGRO.
Para terminar dos recomendaciones: La noche de las tortugas marinas en Praia Inhame, con la narración de un desove en uno de los mejores puntos de la isla de Santo Tomé para observar este fenómeno. Y un artículo sobre sostenibilidad titulado: «No es sólo una estupida pajita de plástico».
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
3 Respuestas a “De tortugas marinas y otros milagros”
Sele, pedazo de cab…oncete me has dejado sin habla. No sé como lo has hecho pero tengo que decirte que precioso tu texto. Me ha emocionado – mira que es difícil hacerlo- y seguramente concienciado a algunos lectores . A ver si tengo la oportunidad este año de contemplar ese soberbio espectáculo que brindan estos seres por otras latitudes también, más precisamente en Ras al – Jinz, Omán, en un viaje que tengo pensado para octubre. Saludos viajeros.
Gracias Andrés. Me alegra saber que este texto te ha llegado.
No te imaginas las ganas que tengo de Omán!! Feliz viaje!!
Sele
[…] entrada De tortugas marinas y otros milagros aparece primero en El rincón de […]