Monsaraz, probablemente el pueblo más bonito del Alentejo - El rincón de Sele

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Monsaraz, probablemente el pueblo más bonito del Alentejo

De las llanuras alentejanas, donde la dehesa viste de verde casi todo el año, surge inquebrantable la huella húmeda del Guadiana, límite natural que separa desde hace siglos a España y Portugal. En el Alentejo más extremeño, así como en la Extremadura más alentejana, el río salpica en gotas diversas poblaciones fortificadas que recuerdan cuitas entre hermanos y tambores de guerra. Uno de estos pueblos de frontera que hoy día resulta una auténtica bendición visitar en esta parte de Portugal es Monsaraz, cuyos silencios son tan sólo una metáfora que choca con lo que llegó a ser ruido de armaduras, afilar de espadas y calma tensa en este confín ibérico. Encaramado a una colina en la que siempre sopla el viento no se ha olvidado de sí mismo pero yace taciturno disimulando su edad, que no parece medirse por cientos sino a través de una imparable parálisis en sus tiempos. Es como si todavía quisiese estar lustroso para seguir siendo la voz cantante en una red de fortificaciones lusas que se protegían de posibles e imposibles al otro lado del río. Por eso quizás haya quien dice que probablemente Monsaraz sea el pueblo más bonito del Alentejo y, quién sabe si de Portugal.

Monsaraz (Alentejo, Portugal)

Mi segundo viaje al Alentejo, siete años después de mi primera vez en aquella zona , me llevó a degustar este maravilloso pueblo de frontera justo antes de retornar a casa, dejándome el paladar con un regusto dulce que me pedía (y me pide) regresar. La visita a Monsaraz fue, sin pretenderlo, una de las mayores sorpresas que me he llevado en mis muchas incursiones por tierras portuguesas, la puerta medieval del Alentejo más longevo, tierno y batallador. 

Monsaraz, pueblo de frontera blanco entre murallas

Siempre he tenido la convicción de que el Alentejo, a pesar de ser la región más grande de Portugal (va de Setúbal al Algarve de norte a sur y del Atlántico a Extremadura de oeste a este), es todavía una enorme desconocido. Turísticamente hablando resulta muy apetecible precisamente por eso, por estar en un constante tiempo muerto, revelarse contra aconteceres veloces y permanecer tranquilo en su silla tomando el fresco junto a la puerta. Es esa Portugal del imaginario colectivo en cuanto a lo positivo de su autenticidad o no haber sucumbido a vender su alma al Diablo o al turismo de borrachera. Por eso volví y volveré siempre que pueda a seguir dibujando líneas en esta parte del mapa lusitano.

Tras haber estado años antes en Marvão, Castelo de Vide, Elvás o incluso Campo Maior me faltaba hacer la frontera sur alentejana de la autopista lisboeta para abajo, justo en las proximidades de Lago Alqueva (Portugal) y Villanueva del Fresno (Badajoz). Partiendo desde Beja marché hacia Serpa y Moura, estupendos emplazamientos medievales, para ponerme al filo del Guadiana en la admirable Monsaraz, el pueblo más pequeño de todos ellos pero a su vez el más pintoresco e impresionante. Desde la carretera lo vas viendo venir, aunque los serpenteos sucesivos son consecuentes a un caramelo en los labios de quita y pon. Realmente hay que llegar hasta arriba, donde el Guadiana se vuelve prácticamente un mar, para darse cuenta de la magnitud del lugar. España queda prácticamente a la vista de una llanura interminable y el fluir de un río fronterizo.

Monsaraz (Alentejo, Portugal)

Después aparcar el coche es fácil darse cuenta que Monsaraz se trata de un pueblo no demasiado grande abrazado por unas murallas de piedra que contrastan con los muros blanquecinos de casonas y torres eclesiásticas totalmente encaladas sin mácula alguna. La detención del tiempo no ha dado lugar al deterioro que sí ha podido afectar a otras localidades, por lo que se puede hablar de Monsaraz como un fabuloso museo al aire libre habitado en el que no hay que comprar tickets sino pasear, contemplar sin despistarse y respirar fuerte. Son menos de novecientos los habitantes de este pueblo fortificado que, pese a vivir de los visitantes nacionales o foráneos, no se ha dormido en los laureles y ha denegado toda posibilidad de convertirse en un parque temático de sí mismo. Ser fiel a sus raíces no quita de enorgullecerse por estar considerada una de las fortificaciones más prodigiosas de la frontera portuguesa.

Calle de Monsaraz (Alentejo, Portugal)

Entramos por la Porta d´Alcoba  y empezamos por el castillo

La Porta d´Alcoba es uno de los varios accesos que tiene un pueblo que se podría definir como una pipa de girasol sostenida de milagro en la cúspide de una montaña. Esa es su forma, alargada y que se ensancha lo justo para dejar escapar sus calles rectilíneas que parten del castillo para morir en la Porta da Vila, la más regia de Monsaraz. Cuando estamos intramuros no podemos dejar de mirarle a los ojos a un castillo que sobrevive por su gran patio de armas y una majestuosa torre del homenaje que otrora fuese simbólico faro del Guadiana portugués y español. Es visitable por dentro pero poco queda más que su estructura fantasmagórica resistente a desaparecer de la silueta de Alentejo.

Sele en Monsaraz (Alentejo, Portugal)

De esta fortificación parte un todo de casas medievales de grandes portones y fachadas que parecen abalanzarse hacia el viajero en la calle José Fernandes Caeiro justo antes de medirse en duelo al pelourinho o picota medieval (icono ajusticiador donde los haya) que se espiga en lo más parecido a una plaza que tiene el pueblo. La Iglesia Matriz de Nossa Senhora da Lagoa (o Nuestra Señora de la Laguna) se vierte en cuadrángulo tras superar una breve escalinata. Sus dimensiones son importantes en proporción al tamaño del pueblo en el que se encuentra. Sostenida sobre pilares de granito alberga la tumba de un personaje ilustre como Gomes Martins Silvestre, que repobló y fortificó Monsaraz en el Siglo XIII y que, además de alcalde de la localidad, formó parte de la Orden de los Caballeros Templarios. La tumba no es de la época del templo original, que sería reconstruido tres siglos después para tener su forma actual.

Iglesia Matriz de Nossa Senhora da Lagoa (Monsaraz, Alentejo, Portugal)

Desde la plaza continuamos con un conjunto armónico de casonas blasonadas que se dan sombra las unas a las otras en el empedrado donde retumba el eco del caminar de los visitantes, que a primera hora de la mañana no somos más de diez repartidos por todo el pueblo. Lo demás es silencio, el aroma a hollín de algunas chimenes  tras una noche de otoño más fría de lo normal y el repetitivo y mecánico sonido de la cámara de fotos funcionando plenamente. Monsaraz es un pueblo de postal que da para inmortalizar sus mil rincones, abrazar rejas, portones y asomarse a callejones estrechos que surgen a los lados que finalizan en muralla.

Calle de Monsaraz (Alentejo, Portugal)

Rua de Santiago

Nos aproximamos a la calle paralela, Rua de Santiago, más estrecha aún que la principal pero para mí la más hermosa. Las macetas engalanan los ventanales y el blanco de los muros parece aún más brillante que antes. Una pequeña tienda de comestibles típicos y bollería (Casa Tial) recibe con un mensaje escrito en una pizarra en el que se advierte que tienen pasteles de nata, la delicatessen del dulce portugués por antonomasia. El interior del lugar está recogido con objetos de antaño que antes eran útiles y ahora antigüedades de coleccionista. Cuando echo canela sobre el pastel que no puedo evitar comprar me viene a la mente mi última vez en Lisboa y la vez que probé los inimitables pasteis de Belem. Todo me encaja, vuelvo a ponerme a los pies de esa Portugal que merece uno y mil viajes y con el pastelito a medio consumir me dirijo hasta la Porta de Vila custodiada por dos torreones circulares. Allí termina… o empieza todo de nuevo.

Casa Tial en Monsaraz (Alentejo, Portugal)

Subido a una de estas torres por unas empinadas escaleras de piedra creo haber hallado las mejores vistas de Monsaraz, incluso mejores que las del propio castillo. Las postales que cierran el reportaje están aquí, sobre los tejados por los que corretean los gatos y los instantes se miden en otra cosa diferente a los minutos y las horas que desconozco por completo. Al otro lado queda la Rua de Santiago, los siete templos cristianos del pueblo más bonito del Alentejo, y probablemente de lo que he visto en Portugal hasta este momento. Siempre pensé que entre Marvão, Castelo de Vide o Serpa iba a andar el juego, pero Monsaraz me dio bien fuerte en las consabidas expectativas que se sobrepasan o quedan al ras del suelo.

Conoce mi selección de los pueblos más bonitos que ver en el Alentejo, entre los que se encuentra, por supuesto, Monsaraz.

Monsaraz desde la Porta da Vila (Alentejo, Portugal)

Arriba, desde el mirador improvisado de Porta da Vila, me animo a seguir buscando detalles por el pueblo. Casas en sombra, callejones asomados peligrosamente a la muralla habitada por dehesa y Guadiana y ese olorcito rico a pan recién horneado que lleva el panadero puerta por puerta. No hay ninguna gana de regresar, en el horizonte parece sobresalir otro castillo aún más cerca de la frontera española. Se trata de Mourão y no estaba en los planes pero, ¿qué demonios? Esto es… Alentejo.

Rua de Santiago en Monsaraz (Alentejo, Portugal)

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PD: En el área de Monsaraz hay un importante número de monumentos megalíticos como dólmenes y menhires. Muy destacables Outeiro y Bulhoa, próximos al pueblo, aunque este tipo de restos prehistóricos se cuentan por decenas en un área de pocos kilómetros cuadrados.

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