No todo lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas

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No todo lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas

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Nunca sale el Sol en Las Vegas. La noche y el neón son su cielo, envolviendo todo lo que queda bajo sus pies en una alfombra de alquitrán que ve apurar un cigarrillo tras otro. Se hace llamar Sin City o Ciudad del Pecado, quizás porque cuando se traspasa el límite del cartel que dice Welcome to Fabulous Las Vegas para llegar a The Strip no tienen cabida ni la moral, ni la culpa ni tus propios límites. En ese momento deja de existir la persona que eres realmente y salen a la luz muchos de los instintos más profundos, algunos de los cuales desconoces. La ciudad de Las Vegas, incrustada como si nada en el árido Desierto de Nevada, es ese resorte que quiebra las esferas de los relojes y alienta el Universo de las Pasiones que vive en nosotros. Los lazos se deshacen y los grilletes de la convencionalidad más anodina se convierten en cenizas. Resurge un nuevo personaje, un nuevo ser con decisión dispuesto a dejarse arder por las llamas que iluminan la habitación del hotel, que falsean las apariencias y que hacen rodar una ruleta infinita.

Nadie parece recordar que Las Vegas nació como la ensoñación de gángsters, mafiosos y personajes de la peor calaña, que supieron ver el negocio de sus vidas en los años 30. En pleno Siglo XXI todo el mundo es bienvenido a la capital del juego y el entretenimiento. Hoy me he levantado con ganas romper ese tópico de que todo lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas y anotar en este blog reflexiones varias de una ciudad que me dio mucho más de lo que jamás pude imaginar.

SEÑORES Y SEÑORAS, HAGAN JUEGO…

Recuerdo que fue un 1 de mayo de 2008, en pleno viaje al Oeste de USA, cuando Rebeca y yo, aún en condición de amigos, hicimos nuestra entrada triunfal a Las Vegas a bordo de un descapotable de color blanco. Ambos, provenientes de una ruta emocionantísima por el Valle de la Muerte (Death Valley), atravesamos por primera vez The Strip, el bulevar sobre el que se abre la ciudad y se encuentran los mejores hoteles, con una canción country sonando en la radio. Entonces dejamos el coche a las puertas del Hotel Luxor, una pirámide de cristal negro con una copia de la esfinge a escala de la original. Apareció un aparcacoches que se lo llevó a un garaje subterráneo y en apenas cinco minutos teníamos para nosotros una suite gigantesca decorada «a la egipcia» con vistas al Strip, un salón con barra de bar y un jacuzzi en el cuarto de baño.

Ambos fingimos ser los personajes de una película de Hollywood, pero no a un coste tan elevado como se podría pensar en un principio. Porque dormir en un Hotel como el Luxor en una imponente suite puede costar menos de 60 euros por persona, y alquilar un descapotable no más de 200 euros a la semana. Y es que los dueños de la ciudad del pecado saben que los ingresos más jugosos provienen del juego, el alcohol y los espectáculos en vivo. Por eso interesa que hoteles con varios miles de habitaciones (sólo el Luxor cuenta con 4407!!) se llenen por completo, a un precio asequible, para ser puros imanes ante lo que hay detrás, el casino. O mejor dicho, los casinos, que son cientos y están controlados por grupos muy minoritarios.

Al final, hasta la persona que menos expectativas lleva en su paso a Las Vegas, independientemente de lo fugaz que este sea, termina entrando en el círculo. Algo tiene que te atrapa y te libera a partes iguales. Todo el ocio y el lujo a tu alcance… Un gran Parque Temático del Juego con casinos y hoteles disfrazados de los lugares emblemáticos de un mundo tanto real como fantástico. Son muchos los ejemplos como el Hotel Casino Paris Las Vegas con una réplica de la Torre Eiffel de 164 metros y mil pedazos reconocibles de la ciudad del Sena tales como el Arco del Triunfo o la Plaza de la Concordia. O el Venetian, un complejo de más de 7000 habitaciones, en el que la gente puede dar paseos en góndola y disfrutar del realismo de las fachadas de Palazzos que imitan con buen tino a los de verdad. Y qué decir del Excalibur, una reproducción del castillo del Rey Arturo donde aguarda la espada de poder y el Mago Merlín junto a mesas verdes donde las batallas son al blackjack. Así uno tras otro se van desplegando en The Strip, con temáticas diversas y hasta con una montaña rusa dentro del propio hotel (Es el caso del New York New York donde también nos alojamos después de volver del Gran Cañón)

Aquel día 1 de mayo ambos bajamos a jugar al casino, tras dar una vuelta por el Strip. Entramos en varios de ellos, pero acabamos animándonos por jugarnos los cuartos en el del MGM Grand Hotel & Casino (MGM corresponde a las siglas de Metro Goldwyn Mayer) que, tenía dentro un león vivo, la mascota que recuerda a cómo empiezan tantas películas de esta casa (Metro Goldwyn Mayer presenta… aarrrggg). Tenía decenas… qué digo, cientos de máquinas tragaperras las cuales repartían premios de 10.000 $ o incluso un coche que el ganador se llevaba tras sonar una sirena. Allí todo es a lo grande, y en lo que uno puede ganar (o perder) mucho más. Pero aquel día buscamos probar suerte en la ruleta y allí nos dispusimos a colocar nuestra fichas buscando el rojo o el negro, el par o el impar, siguiendo estúpidas e ineficaces teorías tales como «lleva varias partidas cayendo la bola en negro, el rojo tiene que salir ya». Rebeca jugó poco y perdió todo enseguida. A mí, por el contrario, me tocaron 100 dólares con los que pude pagar el hotel. No era mucho dinero pero sin duda fue gustazo formar parte de una mesa que veía rular fichas de 500 dólares como si fuesen del monopoly.

Durante las partidas y en cada una de las mesas, atractivas camarerar iban trayendo a los participantes algunas bebidas, cuyo coste no es otro que la propina que uno le quiera darles. Lo importante es crear una atmósfera perfecta para que la gente se encuentre a gusto y no se levante de la silla. Porque nunca hay que olvidar que cuantas más fichas haya en juego mejor para la banca, que por muchos premios que de, siempre gana. Esa, en realidad, es la única verdad. Lo demás es el decorado de la saga Ocean´s Eleven utilizado en despedidas de soltero, viajes de novios o fines de semana glamurosos con los que escapar de la rutina del día a día. Precisamente el MGM aparece en dicha película como uno de los objetivos de George Clooney, Brad Pitt y compañía.

La calle es otra cosa, mucho más descontrolada, mucho más festiva. Hay una limusina en cada esquina, grupos de gente joven entusiasmada con el alcohol y parejas que se besan frente a las fuentes danzantes del Bellagio, otro de los clásicos de todo viaje a Las Vegas que se precie. Es difícil dar abasto cuando hay tanto sin salirse un metro siquiera del Strip. En una noche da para ver unos pocos Hoteles y jugar en alguna que otra fastuosa Sala de Juego. Aunque para rizar el rizo lo mejor es consultar la programación de conciertos en vivo o monólogos de las grandes estrellas. Porque no es extraño que el Mirage cuente con la presencia de Celine Dion al igual que hicieron tantos otros como Elvis Presley o Sinatra. Y eso no es todo, también hay museos fijos, exposiciones itinerantes, boutiques como en Rodeo Drive, parques de atracciones, cines IMAX, restaurantes con la mejor cocina del mundo y un largo etcétera de ofertas de ocio que no parecen terminarse nunca.

Se puede hablar de un Efecto Las Vegas en nuestra visita a la ciudad. Rebeca y yo podemos dar fe de ello. Fuimos presas fáciles del tornado de Nevada que aceleró lo que venía necesitando una amistad que se nos empezaba a quedar pequeña.  Quizás el neón, el descapotable, la suite o el «no va más» en la ruleta desató lo que parecía inevitable para todos menos para nosotros. Y es que ilusos, pensamos que  lo que pasaba en Las Vegas se quedaba en Las Vegas. Nada más lejos de la realidad…

Hoy, casi tres años después, me asomo a una ruleta para poder dar vueltas y más vueltas dentro del ordenador y recordar todo aquello desde una perspectiva más lejana. Siempre se dice que unas veces se gana y otras se pierde. Pero creo que Las Vegas me entregó un premio que valía más que todas las fichas que podía agrupar en la mesa el croupier. Y aún lo estoy disfrutando. La banca por una vez no ganó…

Sele

PD: Recordad que podéis leer este viaje completo (y escuchar una entrevista radiofónica) en Relato de un viaje al Oeste de USA: Mi primer sueño americano

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