Notas sobre Quito de mi diario de viaje - El rincón de Sele

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Notas sobre Quito de mi diario de viaje

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Durante mis viajes me gusta tomar notas en un cuaderno sobre las cosas que más me llaman la atención de un lugar que visito. Muchas de las veces lo hago para apuntar datos que no debo olvidar de cara a futuros reportajes, pero también busco expresar sensaciones en caliente, escribir tan sólo lo que me pasa por la mente en ese instante. Estos días rebuscando en mis apuntes he dado con los textos del diario que hice durante el viaje a Quito y Galápagos. No tenía pensado publicarlo como tal, pero he escogido extractos o anotaciones para compartir mi visión de Quito, la hermosa capital de Ecuador y de la que ya he hablado en otras ocasiones, así como de las muchas posibilidades que ofrece como base excepcional para descubrir el país sudamericano.

Mujer sosteniendo unas rosas en la Hacienda la Compañía (Ecuador)

Los lugares más recomendables de la ciudad de Quito, recomendaciones, fotos a solas en la iglesia de la Compañía, el teleférico al volcán Pichincha, la visita a la mitad del mundo, una ruta en tren de época a El Boliche en plena avenida de los volcanes, el mercado de Otavalo, las haciendas coloniales y todos los sabores, del dulce al amargo, de uno de esos destinos apasionantes.

16 de octubre de 2014. 20:18 horas. Sobrevolando el Atlántico camino a Ecuador

«Llevo uno de los meses más insólitos y apasionantes de mi vida. Me ha dado tiempo a casarme, a irme de luna de miel a Vietnam y Laos, a recorrer en coche la región del Alentejo en Portugal y a encontrarme ahora mismo a nueve mil metros de altura dirigiéndome nada menos que a Ecuador para regresar a mi querida Quito y cumplir uno de los sueños de mi vida en las islas Galápagos. Viajar en esta ocasión no es lo insólito del asunto, sino que más bien es estar escribiendo este diario de viaje con el anillo de casado puesto. Esta vez no ha podido venir Rebeca, mi chica, conmigo. ¿Mi chica? Me doy cuenta que me suena raro todavía pronunciar eso de «mi mujer» o «mi esposa», necesito tiempo para asimilarlo. ¿Quién me lo iba a decir a mí, que huía del compromiso como los gatos del agua fría? Es evidente que la vida nos va enseñando a modificar conductas, a sortear miedos y a perfilar ese defecto innato de inmadurez que debe ser genético en muchos hombres y en mí el primero.»

Sele en un avión LAN que se dirigía a Ecuador

Volver a la que sentí como mi casa

«Lo que no cambia con los años es la pasión de viajar. Sigue siendo lo que me mantiene atado a la vida. Por eso no puedo negar que hoy en este avión de LAN con el que estoy volando rumbo a Quito tengo la alegría y los nervios de la primera vez. No es para menos, vuelvo a Ecuador, uno de los países que me acogieron con los brazos abiertos allá por 2012 cuando me escapé de una etapa de mi vida de corbata y pantalón bien planchado para saber lo que es viajar sin billete de vuelta. En Quito me sentí en mi casa en mitad de un viaje que vino a durar siete meses y que me llevó de Buenos Aires a Nueva York pasando por lugares maravillosos del continente americano que nunca hubiera imaginado conocer de esa manera.»

Calle de Quito (Ecuador)

«De Quito, la primera etapa de este nuevo viaje, siempre he dicho que me parece muy extraño que no sea una de las ciudades más conocidas y admiradas del mundo con todo lo que tiene para ofrecer. No sólo posee uno de los cascos históricos coloniales más grandes y mejor conservados de Latinoamérica, razón por la cual fue el primer lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO allá por el año 1978, sino que también está situada en un entorno privilegiado a la vista de volcanes y laderas en los que se respira el aroma (y el frío) de la Cordillera de los Andes. Puede ser esa la razón de mi sorpresa mayúscula cuando visité el centro de Quito por primera vez . El relicario de América, como así se la conoce también a la capital ecuatoriana, logró embelesarme rápido desde la Plaza de San Francisco hasta el Panecillo, donde la ciudad se convierte en una maqueta de sí misma mientras te golpea el viento de los nevados silueteados por cráteres superlativos.»

«Esta vez el plan hacer más cosas desde Quito que en la anterior ocasión. Esta ciudad servirá de base para hacer muchas cosas en un radio de no más de tres horas de distancia. Y, por supuesto, de trampolín para ir a las nueve islas encantadoras de las cuales muchos supimos leyendo a Charles Darwin, el naturalista inglés de barba poblada que de joven tuvo la suerte de surcar los mares en el HMS Beagle dirigido por el capitán Fitz Roy. No hablo de otro lugar que de Galápagos…»

Chavetas y Sele en un avión LAN dirección Ecuador

«En el asiento de delante de nuestro avión de LAN con el que estamos viajando a Ecuador juguetea con su cámara Isaac, con quien compartiré este viaje y a quien le considero de largo uno de mis mejores amigos. Hace exactamente un año recorrimos juntos los senderos milenarios de Persia y nuevamente octubre nos ha juntado para vivir otra de esas aventuras que recordaremos siempre. Ecuador será o, mejor dicho, es el país protagonista de una idea que nació poco antes del verano en todo un preámbulo de mi boda con Rebeca. No fue difícil ponernos de acuerdo en los objetivos y la manera de llegar hasta ellos. Y aquí estamos, en un Boeing 767 rumbo a Quito contándonos batallitas viajeras y también relacionados con nuestra herramienta de trabajo, el blog, ese cuaderno de bitácora que se ha convertido en parte de nuestra vida y que nos mantiene en contacto con el mundo.»

17 de octubre de 2014. 23:00 horas. Reflexiones tras nuestro primer día en Quito

Quito, el casco histórico más grande y mejor conservado de Sudámerica

«Quito está igual de preciosa e imponente como la recordaba de mi última vez allí. La ciudad fundada en 1534 (y nada menos que en dos ocasiones, aunque la segunda con Belalcázar fue la definitiva) goza de una tremenda salud y no deja de crecer manteniéndose fiel a sus raíces. Posee, sin exagerar, el casco histórico más grande y probablemente mejor preservado de Sudamérica. Y es encantadora en su armonía, en esa mezcla del ayer y el hoy que deja un gran sabor de boca a los viajeros.»

Plaza Independencia de Quito (Ecuador)

«Monumentalmente radiante y bien acompasada de cerros y volcanes por los que se cuela el filo de nubes que a veces confundimos con humo, Quito se mueve desde bien temprano. Nuestro recorrido de hoy lo hemos iniciado donde se debe, en la Plaza Grande, también llamada Plaza de la Independencia, rodeada por la Catedral, el Palacio Arzobispal, el Palacio presidencial que antes fuera sede de la Audiencia, y con una columna en el centro que recuerda que aquí se dio el primer grito de ¡Libertad! un 10 de agosto de 1809, constituyendo el germen de una revolución que terminó en la inevitable emancipación de muchos de los países latinoamericanos. Ecuador, Venezuela, Argentina, Chile y un largo etcétera tenían la decisión tomada hacía mucho tiempo y era un paso claro en un contexto en el que las colonias como tal estaban abocadas a desaparecer. Y menudo jaleo tenía España invadida por los franceses como para estar pendiente de otras cosas. Era lógico, aunque esa conexión, esa hermandad, no ha desaparecido del todo. Y no lo hará mientras exista una lengua común y un universo arquitectónico y artístico envidiable que se retroalimentó a uno y otro lado del Atlántico.»

El esplendor de la Escuela quiteña

«Quito cuenta con los conceptos arquitectónicos y la disposición en damero de toda ciudad colonial de América. Pero tuvo además la personalidad suficiente para embellecer aún más si cabe los muchos lugares de culto de la ciudad (no quedaron órdenes religiosas sin venir) con un estilo particular. A este movimiento criollo-mestizo-indígena se le denomina Escuela quiteña, culpable del mejor arte barroco hispanoamericano. Por eso entrar a casi cualquier iglesia del centro histórico de Quito viene seguido de un suspiro ante lo que uno tiene delante. Por la Calle García Moreno, la que siempre es y será «Calle de las siete cruces» nos hemos adentrado a la pequeña iglesia del Sagrario, apostada en un costado de la Catedral, aunque no forme parte de ella. Ha sido un fabuloso reencuentro con el brillo del pan de oro desafiando retablos y estatuillas modeladas de forma magistral. La puerta de entrada (pero vista desde el interior) es motivo más que suficiente como para no olvidarse de entrar unos minutos al Sagrario y empezar a tomar nota de los trabajos de la renombrada Escuela quiteña.»

Cúpula de la iglesia del Sagrario (Quito, Ecuador)

«Siguiendo la calle a mano derecha hemos admirado la fachada de la iglesia de la Compañía de Jesús. Particularmente me parece que ésta es la iglesia más hermosa de todo Ecuador y, aunque asombren sus columnas salomónicas así como fijarse en los detalles de su frontal, ésto nos es ni la décima parte de lo que le aguarda a uno en su interior. La experiencia de visitar por dentro la iglesia de la Compañía en Quito supone tocar con la yema de los dedos la cima de todos los trabajos artísticos de la Escuela quiteña. Nos hemos reservado acceder al interior de la iglesia el día siguiente dado que contamos con un permiso especial para tomar fotografías antes de su apertura al público en general. Así que sin pensarlo más hemos girado a mano derecha para aparecer en la plaza de plazas de la ciudad. No hablo de otra que de San Francisco…»

Fachada de la iglesia de la Compañía de Jesús en Quito (Ecuador)

«San Francisco de Quito, más conocido como el Escorial de América, se empezó a levantar a pocos meses de la fundación de la ciudad. Los franciscanos, que fueron los primeros en establecerse en una ciudad que renacía sobre raíces quitus e incas, son los partícipes del nacimiento de un monumento grandioso que da sombra a una plaza cuyo empedrado ha asistido a todos los capítulos de la vida quiteña. Cuentan que el Rey de España, harto de dar dinero para pagar la costosísima obra de San Francisco, dijo que con todo lo que habían aportado las arcas reales a la construcción de este templo-convento debería poder verse desde España. Exageraciones aparte uno percibe rápidamente que el corazón de Quito late en esta parte de la ciudad, que hay una energía especial y que San Francisco es Quito en sí mismo.»

Isaac, Gema y Sele en la Plaza de San Francisco (Quito)

«Bajamos de nuevo a la Calle de las siete cruces hasta llegar al Arco de la Reina, con una pequeña capilla de la Virgen protegida por un cristal. A un lado el antiguo hospital, hoy convertido en museo de la ciudad y que constituye una visita recomendada si se viaja a Quito. Al frente la iglesia-convento del Carmen Alto, que casualmente siempre encuentro cerrada pero de la que me han hablado muy bien. A ver si al final del viaje logramos hacerle una visita. Si avanzamos más por esa misma calle nos cruzamos con la calle 24 de mayo, lugar en el que vivía la clase alta de Quito durante la época colonial, y mirando en el lado izquierdo del puente la famosa Calle de la Ronda. Las fotografías desde arriba nos mostraban una calle a priori tranquila. Es por la tarde, y más bien por la noche, cuando La Ronda se llena de transeuntes que van de bar en bar para vivir parte de la esencia quiteña. Durante el día el protagonismo lo tienen los talleres artesanales de toda la vida que trabajan la madera o incluso la hojalata. La Ronda es estrecha y no da para que entre vehículo alguno, lo que se agradece en una ciudad abocada a terminar siendo para el peatón. No cabe duda de que el casco viejo de Quito no se pensó para los coches…»

Calle de La Ronda (Quito, Ecuador)

«De La Ronda saltamos a Santo Domingo, plaza e iglesia que nos recuerdan que tiempo después de los franciscanos llegaron los dominicos a la ciudad. La iglesia sorprende por dentro tanto por sus retablos de pan de oro como por los techos mozárabes que no necesitaban de clavos para encajar las piezas de madera en un puzzle imposible. Me parece admirable la mezcla de estilos en esta ciudad y si uno busca bien encuentra obras realizadas por indígenas que durante la época colonial no tenían permitido poner su firma.»

A los pies de la Virgen alada de Legarda

«Para comer nos hemos ido hasta El Panecillo, el cerro de aproximadamente 200 metros coronado por la Virgen alada de Legarda a la vista desde todas partes. Esta especie de Corcovado quiteño deja unas vistas indispensables de esta ciudad inacabable a 360 grados. Y con suerte se advierte la silueta del volcán Cotopaxi, aunque para ello convenga ir temprano antes de que las nubes se abalancen sobre las montañas. Desde arriba (hay fotos preciosas en lo alto de la Virgen, para lo que hay que pagar 1$) se disfruta de una panorámica envidiable de Quito en 360 grados. Hemos aprovechado a tomar fotografías y vídeos antes de que nos alcanzara la tormenta que estaba descargando truenos, agua y granizo a la altura del volcán Pichincha»

Selfie de Sele y Chavetas en Quito

«Con la lluvia lo mejor que hemos podido hacer ha sido resguardarnos y almorzar en un restaurante con vistas como Pim´s Panecillo. He pedido lomo con tamarindo, el cual estaba exquisito, así como el jugo de Guanábana que me recordó una vez más por qué me gusta tanto venir a esta parte de Sudamérica. Este establecimiento con el sello de calidad «Q» es una buena excusa para subir al Panecillo, y más cuando los precios son bastante populares. Tanto de día como de noche tiene gente y resulta bastante agradable, así como el buen trato de su personal hacia los clientes. El clásico lugar para montar una cena romántica y sorprender a tu pareja.»

Compras en el pasaje de Tianguez

«Hemos esperado a que escampara para perdernos de nuevo en el barullo de la ciudad vieja. Aunque la lluvia (más bien llovizna) nos ha estado acompañando durante buena parte de la tarde. Mientras el agua caía hemos aprovechado a visitar el interior de la iglesia de San Francisco (el segundo más bello de la ciudad sólo superado por la iglesia de la Compañía) y emocionarnos de nuevo ante el trabajo de la Escuela quiteña. Todo lo recordaba a la perfección. Lo nuevo de esta incursión ha estado en el pasaje de Tianguez, justo debajo, convertido en una galería de artesanía muy interesante. Se trata de una enorme tienda tiendas de comercio justo que se recorre como quien está en un laberinto y en la que se encuentran objetos muy curiosos. Como, por ejemplo, réplicas de estatuíllas precolombinas practicando sexo en todas las posturas imaginables. Está claro que aunque nos lo creamos no hemos inventado nada.»

Pasaje de Tianguez (Quito)

«Justo en la calle que pasa por detrás de San Francisco, antiguamente conocida como Calle Angosta y ahora Calle Benalcázar, nos hemos detenido a comprar café. Por Águila de oro han pasado varias generaciones de quiteños para hacerse con uno de los cafés más exquisitos de Ecuador. Es de esas tiendas que te atrapan por el aroma, te gana por la simplicidad y te hace temer que pueda desaparecer algún día. En cierto modo forma parte del carácter de esta ciudad, no habiendo cambiado nada o casi nada en décadas.»

La animada e imprescindible calle de La Ronda

«Hemos repetido el camino de por la mañana y tras sobrepasar el Arco de la Reina hemos accedido a La Ronda, mucho más animada que cuando la vimos desde el puente. Nos hemos sentado a tomar empanadas morochas, especialidad quiteña que envuelve vegetales, no sin antes pasar a ver varias tiendas de artesanía clásicas en esta calle. Me ha parecido curioso entrar a una especializada en peonzas de madera. El dueño y creador de las muchas que allí había ha hecho rodar delante de nosotros lo menos seis o siete peonzas. Su rostro denotaba orgullo, como si para él tallar estos juguetes de toda la vida fuera como para el orfebre hacer una pared entera de oro. No abunda gente con tanta pasión por lo suyo y en La Ronda hay verdaderos artistas que transmiten ilusión y amor a su trabajo.»

Calle La Ronda (Quito)

«Sin duda La Ronda es uno de los grandes aciertos de la ciudad en los últimos años. Tras haber estado totalmente denostada ahora es una zona cada vez más de moda de la ciudad. No quedan prostitutas en dicha calle (se han debido ir todas a Plaza de Santo Domingo) y se ha cuidado para hacerla por y para la gente. Este callejón de piedra estrecho de fachadas blancas y ventanas en las que sobresalen flores es otro de esos lugares de Quito por los que conviene pasar una y otra vez. Si no es el hojalatero será el restaurante con patio, y si no la tienda de peonzas que acabo de mencionar. Será por visitas en La Ronda… a cualquier hora del día.»

18 de octubre de 2014. 23:30 horas. Un día con platos fuertes

A solas en la iglesia de la Compañía

«Hoy el día ha sido algo más tranquilo que ayer, aunque nos hemos movido a base de bien. Para mí en particular el plato fuerte del día ha estado a primera hora de la mañana cuando hemos accedido al interior de la Iglesia de la Compañía de Jesús como siempre hubiese deseado, a solas y con permiso para obtener fotografías. Ya en la puerta flanqueada por columnas salomónicas retorciéndose no he podido evitar cierta emoción por semejante privilegio. Es un lugar donde son muy estrictos para la toma de imágenes, pero esta vez tenía el OK de los organismos competentes para fotografiar el interior más hermoso que pueda visitarse en Sudamérica. Y eso es algo que nunca voy a poder olvidar.»

Cúpula de la iglesia de la Compañía de Jesús en Quito (Ecuador)

«Aún creo escuchar nuestros pasos caminando por el pasillo central que nos han ido iluminando lentamente hasta dorar del todo este universo de pan de oro. Sencillamente no hay nada comparable a lo que aquí se ve y me siento incapaz de describir con precisión este compendio de saberes que fusionó conceptos y horror vacui barroco durante décadas. Tras perseguir la bóveda y dejarnos el cuello en una cúpula maravillosa nos hemos perdido en los detalles, en el trampantojo que recrea escaleras de caracol bajo el órgano, en el púlpito tallado hasta el más mínimo detalle donde los angelotes parece van a ponerse a hablar en cualquier momento o en ese Dios de barba blanca representado por medio de una estatua en el altar central.»

«Sus pilares, bóvedas y estatuas se arrancan con una perfección lejos de parecer humana. Es como si los ángeles se hubiesen puesto a tallar la madera para después vestirla de oro. Por fuera la fachada de piedra volcánica con formas que nos recuerdan a las del del altar principal sirve de reclamo a los paseantes de las siete cruces que giran sus cuellos y acuden a la puerta como los imanes a los metales»

Interior de la iglesia de la Compañía de Jesús en Quito (Ecuador)

«Un icono que merece contemplarse sin prisas, estudiarse con detalle y buscar comprensión en aquellos rostros angelicales que emergen de los altares sobre los que se refleja la poca luz que entra a través los vanos más altos de los corredores laterales.»

Teleférico al volcán Pichincha

«La mañana estaba siendo soleada pero cuando han empezado a acariciar las montañas nubes sin muy buenas intenciones nos hemos dirigido en coche a las faldas del Pichincha para tomar un vertiginoso teleférico que nos ha puesto en cuestión de minutos de 2950 a 4053 metros. De la ciudad a lo alto de un volcán andino hemos necesitado de 8´50 dólares y diez minutos entre medias. Allí si hemos notado cómo el poder de la altura ha menguado nuestras fuerzas, así como nuestra capacidad pulmonar. Daños colaterales que van asociados de unas bonitas vistas de la ciudad de Quito y mejor aún de las montañas verdes por las que gusta colarse la niebla como el humo de un cigarrillo a medio consumir. Me ha parecido una excursión entretenida, que no indispensable.»

Teleférico al Pichincha

Comida con vistas al cráter habitado de Pululahua

«Antes de ver la línea ecuatorial desde el lado tradicional y la medición exacta del GPS que va 250 metros más allá (Museo de Intiñam), nos hemos asomado al cráter habitado y extremadamente verde del volcán Pululahua que no está a más de cinco minutos. Desde el restaurante El Cráter, con mejores vistas que platos, nos hemos ido a perder en ráfagas de niebla veloz que cubrían fugazmente un pueblo que vive como antaño y cultiva algunas de las mejores hortalizas del país gracias a las propiedades de la tierra volcánica»

Cráter del volcán Pululahua (Ecuador)

La mitad del mundo

«En Quito, a unos 30 minutos hacia el norte, se encuentra una de las visitas más populares (sino la más) de todo Ecuador. Se trata, como he contado antes, del punto exacto, o casi, de la famosa línea ecuatorial que da nombre al país y que de forma artificial e imaginaria divide al mundo en dos mitades o hemisferios. Hay en realidad dos líneas, la conocida como Mitad del mundo con un monumento conmemorativo que se asemeja a un parque temático y un poco más hacia el norte, apenas 250 metros, el Museo Intiñam o Camino del Sol, que científicamente es el punto más exacto de la Latitud 0 00´ 00´´, verificada tras el uso de diversos geolocalizadores.»

Sele en la mitad del mundo

«Lo curioso es que lo único que me ha llamado la antención del Museo Intiñam ha sido la presencia de dos cabezas reducidas reales de los shuar, más conocidos en el mundo como jíbaros, aunque esta última denominación está vista aquí como algo despectiva. Nos han contado la técnica de esta práctica que llevaba a los líderes de las tribus a tener las cabezas del tamaño de un puño de los rivales a quienes habían vencido o incluso de los personajes más importantes del grupo cuando morían como, por ejemplo, los chamanes. Extraen el cráneo muy cuidadosamente para quedarse con la piel, la cual reducen en una especie de cazo con una fórmula que tan sólo ellos conocen y ahuman para quedarse dura. Además cosen ojos y boca del difunto para que su espíritu nunca salga de la propia cabeza. Nadie o casi nadie que no sea shuar ha podido ver este proceso que se mantiene como uno de los misterios del ser humano. ¿Quién sabe si algún día se desvelará el secreto?»

Cabeza reducida de un shuar o jíbaro

«Al sur de Intiñam está la Mitad del mundo más popular y lúdica, para entendernos. A diferencia de mi primera vez aquí estaba repleta de gente al ser sábado por la tarde. Es un destino muy popular para ecuatorianos y turistas extranjeros que vienen a hacerse la típica foto en la línea. Aunque tiene parte (o mucho) de parque temático hiperturístico resulta divertido tomar fotografías de uno mismo entre dos hemisferios, algo que no se puede hacer todos los días precisamente. No puedo no recomendar venir porque ese gusanillo conviene saciarlo. Después si nos decepciona nos vamos con la música a otra parte. Pero que el recuerdo de pisar la línea ecuatorial se quede con nosotros siempre me parece bonito.»

Una buena zona para cenar y salir de fiesta… la Mariscal

«Nos hemos ido a cenar a la Mariscal, la zona de marcha más antológica de Quito, en la que además de pubs y discotecas hay buenos restaurantes, la mayoría temáticos y con muy buena pinta. Estar en Plaza Foch es perderse entre mil opciones y compartir noche con la gente local que sale por esta zona tan animada. Luego el final lo escribe cada uno en función de los acontecimientos.»

Cenando en un restaurante de La Mariscal (Quito)

19 de octubre de 2014. 19:00 horas. Viaje a El Boliche en un tren de época

Estación de Chimbacalle, inicio de la ruta en tren a El Boliche

«¡Viajeros al tren! retumbaba en la vieja y a su vez renovada Estación de ferrocarriles de Chimbacalle. Nuestro tren con la ruta Quito-Tambillo-Machachi-El Boliche ha salido pasadas las ocho de la mañana. Éste es uno de los recorridos que se hacen de jueves a domingo (y festivos) para rescatar trayectos panorámicos que en su día se habían extinguido con la construcción de nuevas carreteras y el uso del transporte privado en perjuicio del tren. Y de estaciones abandonadas, locomotoras desvencijadas y raíles rotos se ha pasado en los últimos años a disponer de algunos de los mejores trayectos panorámicos de toda Sudamérica. De hecho el tren crucero entre Quito y Guayaquil ha sido premiado como el mejor tren turístico (y lujoso) de esta parte del mundo. Viene a costar más de 1000 dólares por cabeza pero para quienes contamos con un presupuesto menos desahogado podemos irnos, por ejemplo, a El Boliche, a 3600 metros de altura sobre el nivel del mar y aproximarnos así a las faldas del volcán Cotopaxi por un precio de 40$ aproximadamente (comida incluida, salidas de jueves a domingo).»

Locomotora de la Estación Chimbacalle de Quito (Ecuador)

«Reconozco que cuando he visto la locomotora vieja color rojo que tienen en Chimbacalle me he puesto eufórico. Adoro los trenes y viajar en ellos. Siempre me han inspirado emociones y recordado a mis primeras incursiones por la vieja Europa. Son inspiradores y generan historias en vagones, pasillos y camarotes tanto en blanco y negro como a color que pocos medios de transporte son capaces de ofrecer. El tren es especial y lamentablemente en Sudamérica es una forma de viajar en extinción, por lo que me ha hecho mucha ilusión subirme a un vetusto ferrocarril rescatado del olvido para hacer, aunque fuera, un pequeño trayecto.»

«Al ser domingo el tren ha ido lleno. El cielo no nos ha acompañado en ningún caso y muy pronto ha fijado nubes y niebla sobre un extensísimo mar de montañas y volcanes que apenas hemos sido capaces de percibir. Desde un primer momento nos hemos temido lo peor con respecto al Cotopaxi y el tiempo nos ha dado la razón. Pero viajar en tren más que el destino es el camino, y pase lo que pase siempre queda asomarse por la ventana, caminar mediante bamboleos y escuchar el pitido de la locomotora a su paso por pasos a nivel. Con ese romanticismo no acaba ni el tour más turístico del mundo. El tren siempre será el tren…»

Sele en el tren Quito - El Boliche (Ecuador)

Tambillo

«Con velocidades extremas de 20 a 40 km por hora (entiéndase la ironía) nuestro transporte nos ha permitido observar las praderas y, sobre todo, lo inacabable que es Quito, con más de 50 km de norte a sur. Una vez terminó la ciudad nos hemos detenido en la Estación de Tambillo para salir a estirar las piernas y tomar algunas fotos. Mucha gente en el apeadero reformado para esta clase de trayectos y un olor insistente a sopa caliente han marcado esta parada corta de quince minutos. Habría sido algo más si no hubiésemos descarrilado al poco de iniciar la marcha en Chimbacalle. Pero son cosas que pasan, sobre todo en zonas en las que las vías están más desgastadas de lo normal.»

Machachi – El Boliche

«La segunda parada la hemos hecho en Machachi, ya pasado los 3000 metros de altura sobre el nivel del mar y con el recibimiento de una banda local de música tradicional ecuatoriana. Un cafecito en vena entraba perfectamente a estas horas pero he preferido esperar al Boliche para beber algo caliente.»

«De Machachi a El Boliche hemos necesitado de unos 40 minutos de viaje, algo más animados en cuanto a paisajes se refiere, pero ni la décima parte de lo que podría haber dado de sí un día soleado. Hemos ido ganando altura hasta llegar a 3600 metros sobre el nivel del mar y enfriarse el aire bastante, aunque no tanto como para justificar bufandas, guantes y gorros de lana que envolvían a la gente, puesto que no debíamos tener menos de doce grados centígrados. Nosotros íbamos abrigados pero no tanto como para parecer un muñeco de nieve en un invierno en Suiza.»

Pasajero del tren a El Boliche (Ecuador)

«Cuando deberíamos estar admirando el Cotopaxi por la ventana las nubes se han ido haciendo más fuertes hasta darnos por vencidos. Mientras suspirábamos por nuestra mala fortuna un grupo de alpacas ha salido corriendo a nuestro paso. Hacía tiempo que no veía a este adorable mamífero andino que lo mismo se le utiliza tanto para comer (o más bien ser comido) como para fabricar bufandas con su preciada y suave lana. Un toque más andino imposible, un recuerdo que ni el mal tiempo era capaz de robarnos.»

Fin de trayecto: Área recreacional de El Boliche

«El Boliche es un área recreacional de naturaleza, una zona protegida de bosque en altura bastante profundo. El musgo teñía troncos y ramas de verde, así como hacía resbaladizo el camino de los senderos que parten de aquí. Hemos seguido uno de estos caminos y reconozco ha sido un paseo agradable hasta el momento exacto en que se ha puesto a llover de forma torrencial. La cámara y la mochila se han salvado gracias a que llevaba un buen chubasquero, porque de lo contrario todo se hubiese empapado.»

Reflejo del tren a El Boliche (Ecuador)

«El Boliche es el final del trayecto en tren, el resto se hace en autobús. Hemos comido en Machachi un pollo de corral delicioso (aunque escaso) y nos hemos ido a tomar el café a una Hacienda aledaña que servía a los pasajeros de este tren panorámico. Después, a eso de las cuatro nos hemos vuelto para Quito sin que la excursión de la jornada diera mucho más de sí. Creo que en esta ocasión no hemos acertado con el itinerario, o puede que con el día, y que no deberíamos irnos de aquí sin hacer la famosa Nariz del Diablo, una de esas vertiginosas obras ferroviarias que se culminó retando a la propia naturaleza.»

Tren a El Boliche (Ecuador)

20 de octubre de 2014. 19:00 horas. Rosas y ponchos

«Tengo la sensación de que hoy ha podido ser uno de los días más interesantes de lo que llevamos de viaje. Por un lado ha habido espacio para el recuerdo y por el otro para conocer cosas nuevas de las que no teníani idea. El plan era salir de Quito temprano, no más tarde de las 7:30 am, y marchar hacia Otavalo y su célebre mercado indígena, deteniéndonos previamente en una vieja y encantadora Hacienda con una mansión de época construida en neoclásico francés y una de las más extensas plantaciones de rosas de todo Ecuador.»

Hacienda la Compañía

«Una serie de conversaciones y chascarrillos consecutivos no nos ha hecho enterarnos apenas del tiempo en el coche que nos estaba llevabando hacia el norte. Sin darnos cuenta, cuando quedaba una media hora para llegar a Otavalo y el área de la Laguna San Pablo, estábamos en Cayambe, la localidad en la que se encontraba la Hacienda que teníamos pensado visitar. Esta región montañosa siempre estuvo repleta de fincas propiedad de la Compañía de Jesús, convertidos en los grandes terrantenientes de la América colonial. Con unas extensiones kilométricas eran prácticamente pueblos en los que se trabajaba la tierra por un lado, y la educación por el otro, ya que una de las premisas jesuíticas era dar escuela a todos los habitantes del territorio que manejaban. Pero los Jesuítas a finales del XVIII, y por orden del Rey Carlos III, fueron expulsados tanto de España como de las colonias, y sus propiedades expropiadas pasando a formar parte de manos privadas que compraron los terrenos a precio de saldo, insuficiente para salvar una Corona seca de fondos monetarios, que no de posesiones.»

Mansión de la Hacienda la Compañía (Ecuador)

«En la Hacienda de la Compañía se refresca precisamente este hecho que le da su nombre, ya que trescientos años antes había formado parte de esta orden religiosa que se ocupó, entre otras cosas, de levantar en Quito una de las iglesias más hermosas de Sudamérica. De entonces sobrevive en la inmensa finca una capilla y varias construcciones porticadas y encaladas en blanco en las que uno cree encontrarse en mitad de un pueblo castellano. El único agente extraño, aunque adorable, es la casa, nacida en 1919 y hogar de seis generaciones de la misma familia. Esta mansión de película, que uno vería más lógico encontrar en la campiña francesa o en una finca algodonera de Luisiana que en el propio Ecuador, es blanca inmaculada y consta de dos plantas principales, un balcón en el medio y un tejado rematado en pico que parece dar cabida a una buhardilla. Los marcos de las ventanas son de color rojo y sirven de excepcional contraste al tono que domina la fachada.»

Hacienda la Compañía (Ecuador)

La mejor rosa del mundo

«La mansión es el corazón de un universo en el que resulta fácil se nos escape el número exacto de hectáreas. La Hacienda de la Compañía, entre otras cosas, es responsable de cultivar algunas de las mejores rosas del mundo, muchas de las cuales se exportan a Estados Unidos, Europa o la pujante Rusia. Su plantación, abierta a las visitas previa petición o reserva en alguna agencia que organiza visitas del todo exclusivas, ha sido la responsable de nutrir de esta flor a momentos históricos recientes como el último Habemus Papam de Francisco I o la coronación del Rey de España Felipe VI. Sigue una tradición que ha llevado a Ecuador a ser el país con la rosa de mayor calidad que existe y, por ello, produce en torno a quince millones de tallos por año, que se dice pronto. Para conocer un poco más sobre este lugar, su actividad y la industria de las rosas, resultó esencial la visita a los dueños de la Hacienda, Maria Gloria y Francisco, quienes orgullosos gustan compartir con la gente las muchas historias que tienen que contar.»

Hacienda la Compañía (Ecuador)

«El turismo de haciendas está en auge en Ecuador y son varias las que se pueden conocer  utilizando Quito como base e incluso quedándose a dormir. Para visitar la Hacienda la Compaía es necesario reservar la cita por email en haciendalacompania@yahoo.com o utilizando de intermediaria la única agencia en la que confían, Metropolitan Touring, la misma en la que habíamos confiado para preparar nuestra estancia en las Galápagos.»

Sentados con los dueños de la Hacienda La Compañía (Ecuador)

El regreso a Otavalo

«Justo cuando hemos llegado a Otavalo se ha puesto a llover. Afortunadamente nos ha respetado minutos antes cuando nos hemos podido detener en el Lago San Pablo para admirar la quietud de sus aguas andinas y la fiera figura del volcán Imbabura, sin la cual se puede entender la vida y tradiciones de una de esas regiones indígenas ecuatorianas que los viajeros no deberían perderse bajo ningún concepto. Las vistas desde la Hostería Puertolago son extraordinarias»

Sele en el Lago San Pablo (Otavalo, Ecuador)

«Nos hemos dirigido al centro del pueblo. En Otavalo se vive el que probablemente se trate del mejor mercado indígena de Sudamérica. Eso sí, los sábados, con el mercado de animales a primera hora a las afueras, y después con todas las calles tomadas por los puestos en los que se comercia con alimentos, útiles, ropa y artesanía. Pero hoy hemos tenido un único problema además de la molesta lluvia. Que se trataba del lunes…»

«Dada la fama creciente de Otavalo, durante toda la semana se mantienen los puestos de artesanía en la conocida como Plaza de los ponchos, para que así los viajeros no se encuentren con una ciudad vacía si no tienen la posibilidad de ir durante el sábado. Ya sea por razones turísticas, siempre se mantiene la posibilidad de palpar, aunque sea en la mínima expresión, la vida del mercado en Otavalo. Incluso en esas condiciones es fácil captar escenas y retratos que dicen mucho de lo bella que es esta zona del Ecuador situada a unas tres horas de Quito.»

Mujer y niña en Otavalo (Ecuador)

«Hemos estado hablando con varios otavaleños y otavaleñas que se nos han quejado de la poca afluencia de gente durante la semana. Nos han permitido tomarles algunas fotografías sin que pusieran el grito en el cielo. Son personas muy amables que siempre reciben a los viajeros con una sonrisa. Sus colgantes de cristal dorado, las largas coletas o los tejidos tradicionales que son parte de su faceta exterior y más llamativa, la cual no tapa en absoluto una forma de vida sencilla y humilde.»

Anciana de Otavalo (Ecuador)

Almuerzo con terremoto

«A apenas 5 km de Otavalo se encuentra la Hacienda Pinsaquí, parte de lo que fue una empresa textil durante el siglo XVIII. Llegó a hospedar al mismísimo Simón Bolívar. Funciona como hotel y restaurante, por lo que nos sentamos a comer allí su menú del día. El emplazamiento y las vistas desde la mesa merecen mucho la pena. Sin duda me he dado cuenta que mi gusanillo por eso de visitar haciendas históricas es cada vez mayor. Y Ecuador está repleto de ellas.»

Hacienda Pinsapi (Otavalo, Ecuador)

«Durante la comida ha pasado algo que no había sentido en toda mi vida. El suelo de madera sobre el que estábamos se ha puesto a temblar. Al principio instintivamente he llegado a pensar que alguien estaba moviendo la mesa sin querer provocando la vibración, pero cuando las lámparas colgadas en el techo han empezado a balancearse nuestras dudas se han disipado completamente. Era un terremoto. A los pocos minutos en las noticias han hablado que el epicentro estaba muy cerca y se trataba de un temblor de 5´9 grados en la escala de Richter. Jamás había vivido algo semejante y creo que es complicado sentirse más vulnerable que cuando todo lo que te rodea se está moviendo. Te das cuenta de la fuerza de la naturaleza, de lo insignificantes que eres…»

Empieza otra aventura en Galápagos

«Después de un día fascinante ha llegado la noche. Un silencio gobierna por completo la habitación. Sigo sin  creerme que, si nada lo impide, mañana estaremos disfrutando de islas Galápagos. No puedo evitar sentir nervios. El cosquilleo que recorre mi cuerpo me mantiene en tensión…  «

«No tengo duda de que estoy ante uno de los mejores retos viajeros de toda mi vida. Los renglones de este diario espero se llenen pronto de grandes momentos. Al fin y al cabo eso es lo que buscamos quienes nos gusta viajar, momentos más que lugares. Cazar instantes es el  fin primero y último…»

Sele

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PD: Te recomiendo le eches un vistazo al artículo: 10 lugares que ver en Quito, el relicario de América.

8 Respuestas a “Notas sobre Quito de mi diario de viaje”

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