Notas de una Ruta por el Sur de Baviera (parte 1 de 2)

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Notas de una Ruta por el Sur de Baviera (Parte 1 de 2)

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Un lago completamente congelado tras el cual tomaban altura los Alpes con sus cumbres blancas en forma de pico ocultándose en el cielo corresponde a la imagen que por las mañanas observábamos desde la habitación de la casa de madera en la que nos quedábamos a dormir. La calidez cortaba el hielo a un centímetro del cristal, mientras que ya empezábamos a sentir el aroma de un café humeante y de bollos recién salidos del horno. A muy pocos kilómetros de Füssen, en el extremo más meridional del Estado Federado de Baviera, teníamos establecida nuestra base desde la que salíamos a explorar los confines del territorio alemán, que va a morir a la frontera montañosa que lo separa de Austria y Suiza. El Sur bávaro y sus inmensos paisajes esconden tantos lugares magníficos que hacen que cualquier ruta, por muy pequeña que sea, se convierta en extraordinaria. Aquí viven los castillos de los cuentos igual de mágicos como el de la Bella Dumiente, o Palacios versallescos en el interior de un bosque, o casitas con las paredes pintadas contándonos la historia de Caperucita Roja y de los hermanos Hansel y Gretel. Como telón de fondo, el indescriptible y escarpado paisaje alpino aún presa de un invierno frío que ha logrado interrumpir la marcha del agua de las cascadas para convertirlas en punzadas de hielo sobre las rocas. Casi nada…

Así es el sur de Baviera, y si no me creéis no tenéis más que caminar conmigo a través de estas líneas para comprobarlo. He tenido a bien recopilar unas notas relativas a este viaje con las que recordar qué fue lo que nos deparó en el mismo. Un viaje que vino motivado por el deseo exhacerbado de ver el Castillo del Rey Loco (Schloss Neuschwanstein) con nuestros propios ojos y que se derramó en otras muchas maravillas que pudimos visitar alrededor suyo. La undécima ocasión en que pude pisar suelo alemán mantuvo la excelencia de las demás incursiones al que es probablemente mi país preferido de Europa. Veámoslo entonces!

HOJA DE RUTA DEL VIAJE AL SUR DE BAVIERA

Este no fue un viaje que se caracterizara por una planificación exacta ni hecha a conciencia. Teníamos fijos (cosas seguras) y variables (cosas probables) que había que fusionar los unos con los otros para elaborar un recorrido lo más interesante posible. Planificación + improvisación conforman la suma perfecta, y hacia ello nos acercamos con bastante fuerza y, sobre todo, seguridad de que todo iba a salir bien.

Conocíamos de antemano el lugar donde comenzaría y terminaría todo, el Aeropuerto Internacional de Munich Franz Josef Strauss, que el castillo de Neuschwanstein era el objetivo principal, que contábamos con cuatro días (viernes noche, sábado entero, domingo entero y lunes hasta la noche) y que íbamos a alquilar un vehículo. A partir de ahí comenzó una fase consistente en leer mucho, escuchar las recomendaciones de la gente y anotar o eliminar los nombres que iban surgiendo casi por sí solos.

El tiempo se fue acercando y tomamos las primeras decisiones, como establecer la base en Füssen para estar a primera hora del sábado en el Castillo del Rey Loco, decidirnos por un alojamiento con «encanto» y que no se nos fuera demasiado del presupuesto, además de reservarnos un coche por internet (Utilizando el comparador Rentalcars.com, donde se obtiene aproximadamente un 15% de descuento extra).

Alquiler de coche con descuento

Después quedaron fijos los lugares de paso indiscutible (unos pocos) y dejamos bastante libertad a poder cambiar el rumbo si lo viéramos necesario. Pero no fue hasta que finalizó el viaje cuando pudimos elaborar el mapa definitivo que os muestro a continuación (planificado + improvidado):

Los lugares visitados fueron (por este orden): Aeropuerto de Munich –> Füssen –> Castillos de Neuschwanstein y Hohenschwangau –> Schwangau –> Wieskirche –> Oberammergau –> Palacio Linderhof –> Abadía de Ettal –> Garmisch-Partenkirchen –> Schongau –> Augsburg –> Aeropuerto de Munich.

Un recorrido de los más de cien posibles para hacer no sólo en Baviera sino también en el extremo sur de este Estado alemán. No sé si era el más acertado de todos, pero sí el nuestro, el que disfrutamos a lo grande de principio a fín.

EL ALOJAMIENTO

Dormir en el sur de Baviera (alpes bávaros y alrededores) no es barato precisamente. No lo son ni siquiera los hostels, que tampoco abundan. Peinamos la zona a través del internet y poco o nada se nos escapó entre Füssen y diez kilómetros a la redonda. Al final nos encaprichamos de una casa típica de los alpes, muy grande, que ofrecía habitaciones frente al Lago Weissensee, a unos 8 km de Füssen (ver mapa de situación). Su nombre es impronunciable para quienes no tenemos ni idea de alemán, Dreimäderlhaus, que significa «Casa de las tres mujeres». Pero es de los sitios más bonitos donde he podido dormir, no sólo porque era una casa tremendamente acogedora, sino también por las maravillosas vistas que nos ofrecía cada mañana (El Lago con las montañas de fondo) y la atención tan cálida de la familia Sommerlad, que vive allí mismo. El precio quizás algo superior a lo que teníamos previsto de antemano: 60 euros por persona y noche (desayuno incluido y wifi gratis). Pero creo que es algo de lo que no me arrepentiré en la vida.

La última noche, la del domingo al lunes, dormimos en Augsburgo en un sencillo Hotel Ibis junto a la Estación Central de ferrocarriles (Precio por persona en habitación doble sin desayuno: 27,50€). Dado que ir a esta ciudad lo decidimos sobre la marcha, encontrar este hotel se debió al más puro azar. Y elegirlo a que costaba menos que muchos de los hoteles que reflejaba la guía Lonely Planet de Alemania) y a que pudiéramos contar con una ubicación ideal para ir a pie a explorar el centro de Augsburg.

DE CÓMO NOS MOVIMOS (ODA A LAS CARRETERAS ALEMANAS)

Soy muy aficionado a viajar en tren y reconozco que la Red de ferrocarriles alemanes es la mejor de Europa, pero para este viaje que consistía en movernos por lugares más pequeños y quizás no tan bien comunicados como las ciudades importanes, parecía más conveniente alquilar un vehículo. He utilizado las carreteras alemanas en varias ocasiones (sobre todo en la región de la Selva Negra) y son una verdadera gozada. Anchas, de varios carriles, con el asfalto preparado para las heladas, sin baches, grietas o socavones que destrocen los amortigüadores, bien señalizadas.. y además en muchas de las autopistas no existe límite de velocidad (vamos, que me río con lo de los 110 km/h de España). Las secundarias o comarcales, que han sido las que más hemos transitado en este viaje, son sencillamente extraordinarias.

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Alquilar un coche en Alemania resulta en muchas ocasiones más barato que en otros países. Y además, por un precio básico te llevas un buen coche. Nosotros tras comparar precios reservamos en Avis a través de Rentalcars.com por apenas 100 euros un Mercedes Clase A (cuando reservé, en la lista sólo le antecedía un Wolkswagen Golf por 5€ menos). Hablamos de viernes, sábado, domingo y lunes. Una vez llegamos sí vimos conveniente hacer un añadido, que fue contar con ruedas de invierno, ideales para el hielo y la nieve que podíamos encontrarnos dentro de nuestra ruta. Por ello hubo que pagar 40 euros más, que no es poco, aunque nos pareció importante hacerlo. De hecho tuvimos tramos por los que nos hubiésemos podido quedar atravesados, sobre todo una noche que quisimos acercarnos a ver los castillos de Neuschwanstein y Hohenschwangau iluminados, y nos metimos por unos caminos estrechos de hielo puro. Como diría cualquier anuncio de aseguradoras: La seguridad está por encima de todo, incluso del precio…

A continuación podéis comparar precios de alquiler de coches en Alemania con hasta un 15% de descuento:

No me extiendo más con los preliminares… vamos al meollo del asunto, a las Notas de este viaje al sur de Baviera:

Viernes 11 de febrero: CARRETERA Y MANTA DE MUNICH A LOS ALPES

Este vuelo no salió tan pronto como en la mayoría de viajes de fin de semana que habíamos realizado en los últimos meses. Entre esperas, retrasos típicos y demás, nuestro avión de Iberia a Munich (Precio i/v: 100€) aterrizó en el Aeropuerto Josef Strauss pasadas las once de la noche. En algo menos de media hora cerraban el stand de Avis donde debíamos recoger las llaves de nuestro coche de alquiler, por lo que no perdimos ni un minuto para recorrer los pasillos de este aeropuerto interminable y no llegar tarde a por el que estaba destinado a ser nuestro medio de transporte en tierras bávaras.

Una vez allí, tras hablar con un señor que chapurreaba un castellano germanizado fruto de sus veraneos en Mallorca, ampliamos las características de nuestro coche (Mercedes Clase A: 100€/4 días) con ruedas preparadas para la nieve y el hielo que podíamos encontrarnos por los Alpes (40€).

Agua, bocatas para el camino y directos al parking a recoger nuestro coche. Nunca olvidaré la torpeza de desconocer que ese coche se arrancaba poniendo a la vez un pie en el el freno y otro en el embrague, algo que averiguamos ambos después de buscar a alguien infructuosamente en el propio aparcamiento y tener que recurrir nuevamente a los de la compañía de alquiler. Era casi medianoche y el aeropuerto parecía una ciudad fantasma. Afortunadamente nuestro amigo no se había marchado y nos aclaró algunos términos. ¿Pero cómo demonios iba a saber que había que frenar y embragar a la vez para que arrancara el coche? A mi Citroen eso no le pasa…

DOS HORAS DE TRAYECTO

Llevábamos impreso el itinerario del aeropuerto al hotel con el que saber cómo llegar a nuestro destino sin perdernos en mitad de la noche. Con estos papeles, con Rebeca como copiloto y con los carteles indicativos perfectamente claros, iniciamos un recorrido de 165 km bastante plácidos. La mayor parte consistió en conducir en autopistas de entre tres y cinco carriles, muy rectas, sin un solo bache o grietas haciendo correrías en la vía. También agradecimos que no hubiera los clásicos inútiles que ponen las luces largas cuando quieren que te apartes, los tragicómicos adelantamientos entre camiones, ni los que pasan del carril de la izquierda al de la derecha a toda velocidad para tomar su salida. En ese aspecto los alemanes son bastante moderados y se pueden hacer viajes por carretera sin sin demasiados sobresaltos. Muchas de sus autopistas no tienen límite de velocidad, y los índices de mortalidad en carretera en Alemania son bastantes inferiores a la media europea. Quizás la educación de los conductores y la adecuación de las vías tengan mucho que ver. No siempre es la velocidad la culpable.

Otra cosa que me encanta de las carreteras alemanas es que hay un sinfín de vías de servicio perfectamente preparadas con baños, duchas, mesitas para comer y un amplio espacio para aparcar y que los conductores, viajeros o transportistas, puedan pasar la noche con total tranquilidad si así lo desean. Alemania es un lugar ideal para recorrérsela en autocaravana y no descarto hacerlo algún día.

Las temperaturas fueron bajando a medida que nos íbamos dirigiendo al sur. Nuestra frontera eran los Alpes y febrero un mes donde para nada es extraño encontrarse nieve por esos lares. Las últimas nevadas fuertes habían sido diez días antes y quizás por ello había disminuido mucho la cantidad de «polvo blanco» acumulado en los arcenes por los quitanieves. Aún así nos esperaba un fin de semana más suave de lo previsto. Por lo que sí rezaba era por un cielo relativamente despejado de cara a ver a los castillos en su máximo esplendor, aunque ese era un tema de puro azar del que tendríamos constancia con las primeras luces del alba.

El último tramo de viaje discurrió por carreteras más estrechas que se adentraban en pequeñas aldeas, rodeadas en su mayoría, por infinidad de lagos. Nuestro hotel, precisamente, se encontraba junto al Lago Weissensee a unos pocos kilómetros de Füssen. El Dreimäderlhaus lo encontramos con suma facilidad. Dejamos el coche frente a la puerta y siguiendo las instrucciones que nos habían enviado por email, abrimos su buzón en el que había una carta con las llaves de nuestra habitación. Como es un Bed & Breakfast no se puede pretender contar con una recepción 24 horas, pero sí la opción de dejar las llaves en un sitio concreto. Cierto es que esa licencia es implanteable en la mayoría de países que conozco, incluido el mío, en los que esas llaves durarían menos que un caramelo a la puerta de un colegio.

Subir por las escaleras crujientes de madera fue como entrar en la casita de los cuentos de los Hermanos Grimm. Nuestra habitación era preciosa, aunque más lo sería al amanecer puesto que lo que se veía detrás de las ventanas era precisamente el atractivo que nos animó a reservarla. Dado que había que madrugar no nos entretuvimos demasiado en colocar el poco equipaje que llevábamos y rápido nos cubrimos con las fundas nórdicas de una cama con almohadas de corazones. Muy propio de un fin de semana víspera del día de los enamorados…

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Sábado 12 de febrero: CASTILLOS DE FANTASÍA AL REGAZO DE LOS ALPES

El del sábado fue un día en el que anduvimos perdidos dentro de un cuento de hadas. Un cuento que se inició nada más abrir los ojos y mirar el paisaje teníamos enfrente. En ese instante se evaporó cualquier halo de realidad mundana porque sólo había espacio para sueños y las sorpresas. La maravilla de unas montañas mágicas y un lago, el Weissensee, que había paralizado el normal discurso de sus aguas, se reflejaba en un frío espejo de hielo.

Pocas veces he podido estar en una habitación tan cálida como aquella. Quizás las vistas, la madera, la mesita junto al balcón, o el corazón que colgaba de una ventana… Todo resultaba sumamente acogedor, digno de unas vacaciones en los que la nieve no deje ni abrir la puerta. Quedarse aislado en la cabaña de la Familia Sommerlad puede ser un premio y no un castigo.

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El desayuno reconfirmó nuestra idea de pedir que los Sommerlad nos adoptaran, porque estaba todo buenísimo. Cuando les pedí un mapa de la zona nos dieron varios, además unos tickets-descuento de los castillos de Neuschwanstein y Hohenschwangau, que nos iban a venir más que bien para ahorrarnos unos eurillos. Y para colmo apareció de una de las habitaciones una pareja de perritos carlinos (como el que sale en la película Men in Black II) realmente tiernos con los no pudimos resistirnos a juguetear en el hall principal. Lo dicho, para quedarse a vivir allí.

Pero no habíamos venido a eso. Teníamos las miras puestas más allá del cristal y del calor de la madera…

LAS INSIGNES MORADAS DEL REY LOCO: NEUSCHWANSTEIN SCHLOSS Y HOHENSCHWANGAU SCHLOSS

Cuando nos subimos al coche para ir hacia los castillos estuve dándole vueltas a las veces que había dicho a lo largo de mi vida que «este lugar tenía que verlo con mis propios ojos». Neuschwantein representa para mí las ensoñaciones de la niñez traídas en un libro de la Bella Durmiente, lleno de dibujos, que cogía polvo en la estantería del cuarto de estar, y que había leído en incontables ocasiones. Aún lo conservo como recuerdo y todavía sigue impactándome la imagen de un castillo blanco perdido en el interior del bosque, de altas torres, tejados rematados en pico e infinitas ventanas. Era un dibujo, pero en realidad existía para mí. Y cuando supe que aquella estampa era verdad en Alemania, en un lugar remoto de los Alpes bávaros, empecé a buscar información para situarlo en el mapa y apuntármelo en la lista de lo que no debía perderme en la vida.

El propio castillo de Neuschwantein tiene una historia fabulosa detrás suyo que poco o nada tiene que ver con que una bella princesa fuera castigada a dormir eternamente por una cruel hechicera y que mucho tiempo después un príncipeLogo de Disney con el castillo de la Bella Durmiente la despertara con un beso. Los motivos de su construcción fueron otros. Entre la genialidad y la locura, Luis II de Baviera (1845-1886) buscó plasmar su pasión por Wagner, por el medievo y las Leyendas germanas, en el que fuera su castillo de la montaña, a la vista de donde pasó tantos años felices de la infancia, el castillo de Hohenschwangau, residencia veraniega del Rey Maximiliano II, su padre. Tan extraordinaria y extemporánea fue su obra, que Walt Disney lo tomó como modelo para la película de dibujos animados de «La Bella Durmiente» y para ser la imagen de los Disneyland que hay en el mundo. Precisamente porque pocos lugares son tan precisos para ser el fondo de un cuento como ese.

El Rey Luis II, bajo el sobrenombre de «El Rey Loco», puesto por los enemigos que lo querían ver fuera del poder y que a la postre serían quienes le hicieran desaparecer en «extrañas circunstancias» (flotando en el Lago Stamberg), no era un monarca de su época. Su pensamiento no iba acorde a los nuevos tiempos muchas décadas después de la Revolución Francesa. Se sentía muy próximo al Absolutismo de su ídolo Luis XIV de Francia, el Rey Sol, y admiraba las Leyendas medievales germánicas que formaban parte de la obra de un admiradísimo Richard Wagner. De hecho fue el mayor de los mecenas del autor de óperas tales como El Anillo del Nibelungo, Tännhauser o Tristán e Isolda. La admiración a Wagner, era pura obsesión, y de hecho se hizo una composición de lugar en el castillo que finalmente levantó muy cerca de donde más feliz se pudo haber sentido a lo largo de su vida, la niñez. Llevó a cabo su propósito, aunque la lástima para él fue que no pudiera disfrutar de su sueño más que unos pocos meses antes de su muerte.

Por su locura o su extraña cordura nos ha quedado una de las grandes joyas arquitectónicas del mundo, razón que además atrae a cientos de miles de visitantes cada año a esa zona de Baviera. Y ahí estábamos nosotros, cruzando la escasa distancia entre nuestro hotel y los accesos al los Castillos del Rey Loco (Neuschwanstein) y de su padre Maximiliano (Hohenschwangau) respectivamente. Las indicaciones desde Fussen eran numerosas y a no más de dos minutos, en lo que se considera ya la población de Schwangau, nos metimos por una carretera secundaria desde la que pudimos tener la primera imagen del extraordinario Schloss Neuschwanstein. Emergiendo de la colina, el castillo que recuerda al de la Bella Durmiente, que inspiró a Walt Disney, llega a hacer que formes parte de una historia de fantasía e irrealidad. Lejano aún, en las alturas, se nos asemejaba a un ave a punto de retomar el vuelo.

Dejamos el coche en uno de los parkings habilitados (precio 4€) y nos dirigimos al Ticket Center que queda a los pies del Castillo de Hohenschwangau (el de color amarillo) para comprar nuestras entradas y poder realizar una visita a los dos monumentos. Aunque antes os comentaré detalladamente cómo va el tema de las visitas a los castillos:

Entradas, horarios y turnos de las visitas a los Castillos Neuschwanstein-Hohenschwangau:

P1180653Ante todo debe quedar muy claro que no se puede visitar el interior del Castillo de Neuschwanstein o de Hohenschwangau sin pasar previamente por las taquillas del Ticket Center que se ubican a los pies de este último. Que nadie espere encontrar otras taquillas más arriba porque habrá hecho el camino en balde. Es en este pequeño edificio de color blanco donde pueden comprarse las entradas a un castillo o a los dos, por medio de un formato de ticket combinado del que hablaré más adelante, y al cual nos acogimos nosotros.

Esta Oficina de venta de entradas cuenta con ventanillas para:

+ Solicitar entradas individuales

+ Solicitar entradas de grupo

+ Recoger entradas reservadas con antelación por internet o anular/modificar dichas solicitudes

En temporada alta las colas que se arman pueden ser de aúpa, por lo que esto debe tenerse en cuenta a la hora de calcular el tiempo con que se cuenta. En esas fechas sí puede resultar interesante haber reservado en la web de internet www.ticket-center-hohenschwangau.de, el único canal oficial online donde por un pequeño recargo (1´80€ por cada uno de los castillos), se pueden evitar largas esperas. Aunque esto no quita, en ningún modo, que no haya que pasarse por las taquillas a recoger los tickets definitivos.

Se venden entradas para el castillo de Neuschwanstein y Hohenschwangau por separado y juntos (King´s Ticket). Te asignan una hora determinada para uno y tiempo suficiente para ir al otro (o la eliges tú si haces la compra por internet). Está todo totalmente controlado para gestionar las visitas en función del número de personas que haya y que no se tenga que correr para verlos. Cada ticket tiene su hora y su número de turno, el cual aparecerá en los accesos a dichos castillos a través de unos tornos.

Los precios de 2011 son los siguientes (se pueden ver actualizados en el link: www.neuschwanstein.de/spanisch/visitante/horarios.htm):

Neuschwanstein Schloss (Castillo del Rey loco)

+ Adultos: 12€
+ Estudiantes/Jubilados/Discapacitados/Grupos al menos 15 personas: 8€
+ Hasta los 18 años: Gratis

Hohenschwangau Schloss (Castillo del Rey Maximiliano)

+ Adultos: 10´50€
+ Estudiantes/Jubilados/Discapacitados/Grupos al menos 15 personas: 8€
+ Hasta los 18 años: Gratis

Neuschwanstein + Hohenschwangau (2 castillos en el mismo día)

+ Existe una tarjeta llamada «Königsticket» con la que se pueden visitar los castillos de Neuschwanstein y de Hohenschwangau en la misma jornada: 21´50 € / 15€ (reducida para jubilados, estudiantes y grupos). También disponible en internet.

Kombiticket «Königsschlösser» (Entrada combinada «Palacios Reales»)

+ Otra posibilidad es que por 20€ se puede comprar una entrada válida para 6 meses con la que se puede visitar Neuschwanstein además de los Palacios Linderhof y Herrenchiemsee (Todos los de Luis II)

Bono de 14 días / anual de la Administración de Palacios Bávara

+ Para rizar el rizo existe una opción para quienes van a pasar sus vacaciones en Baviera y quieren tener cubiertas las entradas a los más importantes monumentos palaciegos bávaros (por el momento están incluidos 40. Ver condiciones y cuáles son en www.schloesser.bayern.de/englisch/palace/objects/jahreskarte_span.pdf). En estos casos sale muy a cuenta y tengo que decir que no es muy conocida.

– Bono 14 días: 24€ para una persona; 40€ para una pareja o una familia (2 adultos y 2 hijos de hasta 17 años)

– Bono de 1 año: 45€ para una persona; 65€ para una pareja o una familia (2 adultos y 2 hijos de hasta 17 años)

Sobre los días de apertura y horarios diré que el ticket-center abre de abril a septiembre entre las 8 y las 17 horas, y de octubre a marzo entre las 9 a 15 horas. Sólo cierra en los días 1 de enero y el 24, 25 y 31 de diciembre.

Las visitas a los castillos van con audioguía (incluida en el precio) y tienen una duración de en torno a 30 minutos.

Cómo se nota que son alemanes, ¡¡está todo preparado al detalle!!

Aquí podéis ver el mapa del área y el recorrido que realizamos:

CASTILLO DE HOHENSCHWANGAU

Aquel día las taquillas, muy lejos de las aglomeraciones de las que hablan las guías, los blogs y los foros de internet, no tenían mucho trabajo. Cosas de la temporada baja. Creo recordar que sólo había otra pareja con nosotros comprando sus tickets. Tuvimos total libertad para escoger nuestros turnos de visita tanto al Hohenschwangau como a Neuschwanstein, y además con la sorpresa de que el papelito de descuento que nos dieron en nuestro Bed&Breakfast nos redujo el coste del King´s Ticket de 21´50€ por persona a 15€. No estaba nada mal.

Comenzamos pues nuestro camino hacia el Schloss Hohenschwangau, dejando atrás una hilera de carrozas de caballosP1180666 y dando un rodeo por un camino que dejaba a la vista las inmensas montañas y un lago completamente teñido en blanco, el Alpsee. Otra opción era utilizar unas escaleras pero teníamos tiempo suficiente para entretenernos en los alrededores. Lo valía. El paisaje resultaba sobrecogedor miráramos donde miráramos. Creo que la clave de la belleza de estos castillos tiene mucho que ver con su entorno, que se ocupa de resaltar al máximo todos sus encantos. Si se fusiona el Arte con la Naturaleza de forma que no se lastime a esta última, se consigue un escenario inconmensurable en el que se comprenden todos los elogios recibidos.

Hohenschwangau es un castillo de estilo neogótico de muros amarillos y formas delicadas. Aunque más que un castillo (schloss) propiamente dicho es un Palacio, pero la denominación permanece porque se levantó sobre las ruinas de un edificio medieval erguido por guerreros (S.XII). Cuando el Rey Maximiliano II de Baviera, padre de Luis II, viajó a la zona en 1829 y vio los restos de la vieja fortaleza, se quedó tan enamorado del entorno que se encargó de que allí se formase la que estaba destinada a ser su Residencia de verano.

Una vez el Palacio contó con las formas que se pueden ver en la actualidad (finalizó la obra de restauración en 1837) fueron muchas las temporadas que pasó con su esposa Maria de Prusia y sus hijos Otto y Luis. Para este último, el futuro heredero, los años más felices se sucedieron en este lugar, y por ello insistió en levantar su gran deseo, Neuschwanstein schloss, en un lugar realmente próximo, mucho alto, que se pudiera ver desde su habitación. De hecho se observa desde muchos de los ventanales y balcones de este Palacio.

Dos estatuas de caballeros flanquean la entrada. El espíritu medieval sigue latiendo a pesar de la nueva imagen dada por los arquitectos del Rey Maximiliano II, que de seguro difiere de la de los siglos anteriores. Solemne pero a su vez acogedor, Hohenschwangau es el paso necesario para terminar de entusiasmarse con el castillo de Neuschwanstein. Lo recomiendo hacer antes y no después que este, ya que los ojos estarán bien abiertos y no existirán entonces las comparativas que, por otra parte, resultan innecesarias.

P1180667Frente a la puerta de entrada había unos tornos y una pantalla que desplegaba distintos números correspondientes a los que vienen impresos en cada uno de los tickets. Una vez mostró el nuestro pasamos por ellos y accedimos a un hall donde nos proveyeron de audioguías en nuestro idioma. La visita al castillo,P1180660 que dura en torno a los 30 minutos, se hace siempre acompañado de un guía que se ocupa de activar en cada sala los respectivos capítulos de las audioguías explicativas y ser, en realidad, el encargado de cerrar y abrir las puertas de los lugares que uno va visitando. También se ocupa de cumplir la norma estricta de no realizar ni fotografías o vídeos a las estancias que forman parte de recorrido por el interior del castillo. Estas premisas son las mismas para Neuschwanstein. De modo que no son visitas en absoluto libres, aunque de esa manera llevan un control riguroso de los tiempos de estancia y salen adelante en los colapsos de público que se generan en los meses estivales.

El Palacio está profusamente decorado en su interior. Destaca el Salón comedor con una mesa kilométrica, al igual que el cuarto desde el que el Luis II observaba los trabajos de construcción de su castillo a través de un enorme catalejo. Sorprende la presencia de un ascensor del siglo XIX que se considera como uno de los primeros en ponerse en funcionamiento en todo el mundo, así como el pasadizo que unía las habitaciones del Rey y de la Reina que se encuentran en plantas diferentes. Hay verdaderas joyas de oro o porcelana, regalos de otros monarcas europeos de la época, así como retratos de la familia que dio vida a esta peculiar residencia.

La de Hohenschwangau nos pareció una visita interesante, que no imprescindible, con la que abrimos boca ante lo que íbamos a ir a ver después. Un aperitivo delante del gran banquete…

NEUSCHWANSTEIN: EL CASTILLO DEL REY LOCO

De Hohenschwangau a Neuschwanstein hay varias formas de llegar, aunque estas dependen en ocasiones de la climatología. Hay un par de senderos en cuesta en los que subir a pie se tarda entre 30 y 40 minutos, y no tienen ninguna dificultad. También hacen este recorrido autobuses locales, aunque la presencia de estos se suspende en el invierno cuando puede haber nieve o placas de hielo que no lo hacen demasiado seguro. Pero hay otra manera muy agradable (si las nevadas no lo impiden) que consiste en realizar el ascenso a bordo de un carruaje tirado por caballos. Salen constantemente de las puertas del Hotel Müller, a pocos metros de pasar las taquillas, y subirse a ellos tiene un coste de 6 euros (sólo ida). Reconozco que aquel día teníamos ganas de llegar al Castillo del Rey loco como lo hacía tanto el propio Luis II como su séquito, y aprovechamos el dinero que nos habíamos ahorrado con el descuento de las entradas para invertirlo de esta manera. Así que podemos decir que llegamos a los pies de Neuschwanstein en carruaje. Este capricho fue parte del cuento en el que estábamos inmersos.

Los caballos se detuvieron hasta un punto en el que ya era necesario ir a pie por un camino que serpenteaba por la colina. Los árboles aún no descubrían el castillo, hacía falta dar unos pasos más. Pero en realidad era cuestión de muy pocos minutos, porque en un suspiro apareció el «gran cisne» de piedra posado sobre las rocas. Como si hubiera venido un mago para hacerlo real por medio un simple toque con su varita, ahí estaba el Castillo de la fantasía, de una bella durmiente imaginaria, de un loco que quizás no lo fue tanto… Uno de los monumentos más impresionantes que uno puede encontrarse en Europa, en las montañas alpinas convertidas en gigantes, como arca de las Leyendas germánicas que un Rey adicto a Wagner quiso recopilar para todo el mundo.

 

P1180680De una alfombra de nieve volaban los torreones circulares y las almenas. Sonaba entonces la más hermosa canción de ópera transformada en monumento, el arte de los ideales y los sueños mezclados con una buena dosis de nostalgia de épocas lejanas. La sombra de Luis II, el monarca que se olvidó de reinar, puede llegar a parecernos algo quijotesca. Los Alpes bávaros como La Mancha, las torres como molinos y las representaciones de Wagner como los libros de Caballerías. La querencia a pertenecer a un tiempo que no le correspondía y sus dejaciones ante lo que debía hacer un buen Rey hizo que sus enemigos se le echaran encima y se le diagnosticara la total incapacidad psicológica para gobernar. Una estratagema para llevar el poder hacia otro lado y hacer desaparecer uno de los monarcas más extravagantes de la Historia tanto de Alemania como de Europa.

Nuestro turno se acercó y accedimos hasta el patio del castillo, donde los grupos con sus turnos asignados esperaban a que su número apareciera en una de lasP1180692 pantallas. A muchos nos costaba asimilar que estuviéramos en un lugar real y no en un decorado de Disneyland Paris. La admiración hacia el Castillo del Rey Loco es tal que se entiende perfectamente que sea probablemente el monumento más visitado de Alemania. Más de un millón de personas lo hacen año tras año, además de forma creciente. Cuando apareció entre los candidatos a enumerar las siete nuevas maravillas del Mundo se hizo aún más popular, aunque no ser elegido fue un chasco para muchos que creían que Neuschwanstein merecía estar dentro de dicha lista. Nunca llueve a gusto de todos y no fueron pocas las maravillas que ni siquiera pudieron llegar a votarse. Nadie duda que este castillo es digno de presidir miles de listas de lugares increíbles que uno no debería perderse jamás.

Mientras esperábamos a pasar conocimos a unos chicos de Cádiz muy simpáticos con los que estuvimos intercambiando impresiones respecto al castillo. Les conté que había pensado saltar la valla que cortaba el camino que se dirigía hacia el Marienbrücke (el Puente de Maria) y que se cierra siempre en invierno, para no perderme las mejores vistas del castillo. Les pareció buena idea y se animaron a acompañarnos a Rebeca y a mí. Quedamos en la puerta de salida al término de la visita para saltarlo juntos e ir hasta allí. Con el día tan maravilloso que hacía merecía mucho la pena esquivar ciertas prohibiciones.

Llegó entonces el turno para conocer los entresijos del castillo de Neuschwanstein, de caminar por sus galerías y comprobar si el interior era acorde a su magnífica fachada. El procedimiento fue el mismo que en Hohenschwangau, ir siguiendo a una persona que abría y cerraba estancias además de irnos activando cada uno de los capítulos de nuestras audioguías. Las conclusiones no se hicieron esperar, si el exterior fascina, el interior del castillo te acaba de cautivar del todo. Las habitaciones y salones son fiel reflejo del imaginario que se tiene de los cuentos de hadas, de la Edad Media que nos han contado los libros y las películas de fantasía.

No sé qué me impresionó más, si el salón del trono de estilo bizantino o el dormitorio gótico y sumamente recargado de Luis II. Aunque cuando uno camina por una gruta artificial o se detiene a observar el Salón de los Trovadores la sorpresa es absoluta. Neuschwanstein por dentro es tremendamente bello, haciéndose realmente corta la visita y quedando muchas más ganas de indagar en los torreones, los pasadizos y las muchas habitaciones secretas de las que está provisto EL CASTILLO con mayúsculas.

Hay que destacar que el diseño soñado por el Rey Luis II de Baviera en los Alpes no fue encargado a un arquitecto, sino a un escenógrafo, a alguien acostumbrado a trabajar en Óperas y teatros creando decorados donde pudieran desenvolverse los intérpretes y se de credibilidad a una Leyenda. Por eso este castillo no trata de imitar una Edad Media real sino una Edad Media transmitida a través de la literatura y la oratoria de muchos siglos. Una mezcla del Anillo de los Nibelungos, del Parsifal, de Tannhäuser o de Tristán e Isolda y de otras obras que recogían los ideales que el Rey presumía eran los válidos.

Se puede decir entonces que Neuschwanstein es un enorme teatro en el que en cada pared y en cada detalle está presente el ideario de quien se sintió gravemente desdichado por haber vivido en una época en la que no le correspondía. Un espejo de sueños y visiones de un loco que tuvo la mala fortuna de morir apenas unos meses de que comenzara a habitar el castillo. Un destino muy dramático bastante propio de las óperas que tanto le habían emocionado.

Justo antes de terminar definitivamente la visita pudimos asomarnos a un balcón donde observamos el manto blanco del Alpsee y un lejano castillo de Hohenschwangau a escala reducida. Creo que más que Wagner fue la belleza inigualable de los Alpes quien de verdad volvió loco a Luis II.

MARIENBRÜCKE: EL PUENTE DE LOS SUSPIROS ALEMÁN

Ya fuera volvimos a reencontrarnos con el grupo de gaditanos que habíamos conocido en el patio, quienes habían tomado nota de lo que les había dicho en torno al lugar más indiscutible para tomar la mejor foto posible del Castillo de Neuschwanstein, el Marienbrücke. El de ir al “Puente de Maria” (brücke es puente en alemán) es el mejor consejo que ofrecen los viajeros que han estado alguna vez allí y que se encuentran con una panorámica diabólicamente perfecta del castillo y de los lagos más grandes del sur bávaro. Pero tiene un inconveniente, que en invierno el sendero que lleva hasta él (y que está justo en la puerta de salida del castillo) se llena de nieve y hielo, y por precaución se cierra el paso de turistas hasta primavera. Un buen amigo (Isaac, de Chavetas.es) me había contado semanas antes que cuando él estuvo saltó la valla, que hacerlo era facilísimo y que no fue el único en “infringir las normas”.

Hubiera hielo en el camino, nieve o lo que fuera, teníamos que intentarlo. Cierto es que en determinados momentos tuvimos que agarrarnos para no escurrirnos pero la recompensa valió cualquier barrera quebrantada. El Puente de María, con un río a 90 metros bajo sus pies (el Río Pöllat), sujeto en acero a los dos lados de un vertiginoso desfiladero, es el protagonista de una vista realmente espectacular.

Cuentan que muchas noches Luis II acudía al puente para observar cómo la luz tenue que desprendían las ventanas iluminaba la que consideraba su obra maestra. Estaba enamorado de las panorámicas de aquel puente, y lo mismo nos sucede a todos y cada uno de los que nos subimos a él.

Las vistas son prodigiosas y más cuando la luz del Sol juega a tu favor por la mañana. En un día como aquel, ver a la nieve derritiéndose sobre el castillo es uno de los motivos capaces de justificar todo viaje a la región.

En Venecia existe el Puente de los Suspiros. En los Alpes los suspiros nacen en el Marienbrücke, aunque para producirlos haya que ir por un camino vedado y jugarse algún que otro trompazo si se hace en invierno como nosotros. Mirar al castillo, frente a frente, te hace sentir que eres parte de un cuento con princesas y hechiceras malvadas…pero con un final feliz.

UN SOPLO DE AIRE FRESCO EN SCHWANGAU

Con la sonrisa aún impresa en los labios iniciamos el camino de descenso a «la base de Hohenschwangau». Habíamos vivido unas horas geniales y, aunque elP1180729 objetivo principal del viaje lo habíamos cumplido con creces, todavía habría un sinfín de sorpresas que descubrir en nuestra ruta por Baviera. Y no hizo falta demasiado tiempo para ello. En busca de un sitio para comer, algo más complejo de lo previsto en un mes como febrero y siendo prácticamente las dos de la tarde cuando los alemanes ya habían hecho todos la digestión (el almuerzo se suele servir a eso de las doce del mediodía), probamos suerte en el pueblo más cercano a los castillos, Schwangau. Esta aldea de poco más de 2000 habitantes está situada a un par de kilómetros de Hohenschwangau y nos quedaba a un minuto de coche. No vimos restaurantes que estuvieran abiertos salvo una enorme casona de madera (Ferienhotel Helmer) donde nos sirvieron un queso de la región realmente delicioso con el que dar una tregua al hambre y seguir aprovechando las horas de luz sin perder demasiado tiempo.

Como esa eran muchas de las casas que vimos en Schwangau. Cuando dimos un paseo bastante agradable por sus calles vimos que se repetían una y otra vez esas magnas estructuras de madera con gigantescos tejados a dos aguas capaces de soportar más nieve de lo que uno se puede imaginar. Así como Füssen, que visitaríamos más tarde, es una pequeña ciudad de edificios de corte aristocrático, Schwangau representa todo lo que uno cree que es un pueblo perdido y a su vez encantador de los Alpes, ya sea en Alemania, Austria o Suiza.

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Una iglesia con el clásico tejado picudo apuntando al cielo nos obsequió con un repicar de campanas que rebotó con todas y cada una de las las montañas que abrazaban a la aldea, creando un sonido potentísimo que permaneció a nuestro lado durante varios minutos.

A las puertas de las casas había trineos que son los medios de transporte más usuales cuando al invierno le da por actuar con vehemencia y dejar cerca de un metro de nieve de espesor en la calle. Algo muy corriente, por otra parte. Aunque aquel sábado tuvo más de primavera que de estación invernal, dejando despejados, en cierto modo, los caminos por los que vagamos sin rumbo ni reloj. Eso es quizás lo mejor que tiene Schwangau, que no existen ni los planes, ni minuteros caprichosos ni, por supuesto, prisa por nada.

Sabías quéEn el invierno de 2016 regresamos a la región. Hicimos un viaje en coche en busca de los mejores mercados de Navidad del Norte de Baviera. Nos centraríamos en ciudades con encanto medieval en los que se celebra por todo lo alto la llegada de las navidades. Lugares como Rothenburg, Dinkelsbühl, Nordlingen, Würzburg, Bamberg, Coburg o Aschaffenburg formaron parte de una ruta muy pero que muy navideña. Pero esa es otra historia…

FÜSSEN, UNA CIUDAD CON CLASE

Próxima parada… Füssen, la ciudad por la que pasa todo el que va a los castillos o quiere llegar hasta el fin de la Ruta Romántica que nace en Wüzburg. A cinco kilómetros de diferencia de Schwangau es un bonito lugar para ser la base o plataforma desde la que recorrer la región.

P1180743Aparcamos fuera de las murallas. Todo tenía parquímetros, pero a partir de las dos de la tarde del sábado dejaban de funcionar, por lo que no hubo que acoquinar más euros extra. Entramos por una de las puertas y rápidamente palpamos el carácter de Füssen, una ciudad armoniosa y tranquila (sobre todo fuera de verano) de edificios nobles pintados con colores pastel. Casi todo su altstadt (casco histórico) es peatonal, lo que hace que sea por entero de los ciudadanos y no de los coches. Por eso pasear por sus calles se convierte en la guinda perfecta después de un día ajetreado de castillos o de esquí (muy cerca están algunas de las principales estaciones de esquí de Los Alpes).

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La calle más importante y probablemente más bella de Füssen es la Reichenstrasse. Comercios y terrazas se juntan en una avenida peatonal con casas de colores diferentes entre sí, y el castillo de la ciudad coronando la colina donde ésta se acaba.

 

El trazado de la Reichenstrasse corresponde al de la Via Claudia Augusta, que en la época romana unía el norte de la península itálica con el Río Danubio atravesando los Alpes (516 km). Aunque hoy en día desde esta calzada imaginaria se tiene una visión del mundo mucho más germánica que latina. No cabe duda que nos encontramos al otro lado de los Alpes.

Es lógico que todo recorrido por Füssen requiera de pasar mínimo un par de veces por la considerada arteria principal del centro histórico que, además, es el punto más fotogénico de la ciudad.

 

Al final de la calle una montaña de hielo junto a una estatua sirvió de punto de inflexión. Tejadillos triangulares en casas idénticas formaban un conjunto colorido y elegante que definían a la perfección la idiosincrasia del Altstadt.

 

A mano derecha, como si fuésemos a ascender hacia el castillo, nos encontramos con un Monasterio franciscano (Franziskanerkloster). A éste pertenece la Iglesia St Stephan, a la que pasamos. Este templo, aunque está catalogado como barroco, coquetea seriamente con el Rococó, un estilo bastante usual en la zona y con la iglesia de Wieskirche (que visitaríamos al día siguiente) como paradigma.

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St Stephan, al igual que sucediera horas antes en Schwangau, hizo sonar sus campanas para romper el silencio medido de sus callejuelas. Mientras lo hacía, subimos hasta el Castillo (Hohes Schloss), que fuera Residencia de los Príncipes-Obispos de Ausgburgo desde el Siglo XIII. Aunque más que un castillo como tal es lo que viene a ser un Palacio. Fue construido en gótico tardío, aunque ha sido restaurado en varias ocasiones. Actualmente funciona como Galería de Arte de Baviera (entrada 3€). No entramos porque estaba cerrado pero bien mereció subir hasta él ver los frescos que desplegaba en las paredes.

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En reformas encontramos igualmente el Monasterio benedictino de St Mang, bastante antiguo (nació allá por el Siglo VII), aunque tocado también por el barroco. St Mango o San Magnus de Füssen fue un santo de la Edad Media cuyo cuerpo incorrupto se consideraba milagroso y por ello atrajo a numerosos peregrinos. Es el Patrón de Füssen y su Monasterio, levantado sobre una pequeña ermita construida por él mismo, recibe muchas visitas. Sus edificios recuerdan mucho a la imagen vista en el Hohes Schoss y es que en esta ciudad nunca falta la armonía y la meticulosidad de sus formas.

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Por Füssen pasa el Río Lech, que lleva las aguas desde el Tirol al Danubio. Tomamos un puente cualquiera que lo cruzara, ya fuera de las murallas, y a partir de ahí regresamos nuevamente a los paisajes bucólicos que tanto nos estaban entusiasmando. Las poderosas montañas servían como telón a dos casas de madera de color amarillo y verde que estaban a tono con lo que es el Sur de Baviera.

Después de nuestra incursión por Füssen y los alrededores nos fuimos un rato a relajarnos al hotel. Aunque antes de que llegara la noche, y mientras Rebeca se daba una ducha, me acerqué a la orilla del Lago Weissensee que veíamos desde la habitación a tirar unas piedras contra el hielo y ver si este era tan firme como parecía. Resulta increíble ver cómo tal cantidad de agua permanece congelada de forma uniforme. Se necesita mucho pero que mucho frío para helar un lago.

Lo malo de viajar en invierno por Europa es que las horas de Sol son muy limitadas, aunque no existe mejor solución que madrugar y aprovechar cada instante. A eso de las seis de la tarde ya era noche cerrada, por lo que mientras apurábamos para cenar nos conectamos a internet mediante el Wifi del hotel (gratis) y además estuvimos echando un primer vistazo a las fotografías tomadas durante aquella jornada tan intensa.

DE CENA EN UN FÜSSEN DESIERTO

P1180793Aproximadamente a las ocho de la noche nos acercamos nuevamente a Füssen en el coche para buscar un sitio para cenar. Habíamos comido bastante ligero y rápidamente por eso que contaba de aprovechar las horas de luz. Miramos precios en los pocos restaurantes que estaban abiertos y, sobre todo, nos quedamos petrificados al comprobar cómo la Reichenstrasse, la calle principal de la ciudad de Füssen, estaba totalmente vacía. Parecía el escenario de una película del oeste donde sólo se dignaba a correr el viento. Entonces llegaron las clásicas comparativas con otros países (sobre todo España) donde sería inconcebible pensar que un sábado noche no hubiera un alma por la calle.

Y si no me creéis, dentro vídeo!!

Encontramos la típica taberna (Gasthof) donde sí había calor tanto de gentes como de buena comida. Todo el mundo se metía dobladas las pintas de cerveza. Estoy convencido de que muchos de los que estaban allí bebe más cantidad de cerveza que de agua en su vida diaria. ¡En Alemania las birras son puro folklore!

Yo me pedí un Schnitzel de ternera con patatas asadas (los schnitzel son filetes de carne empanados) y Rebeca se atrevió con el  kässpatzen, un plato muy típico de Baviera de pasta con queso y cebolla, que llena el estómago sólo con mirarlo. En aquella taberna tan germana disfrutamos de una cena muy agradable y del sabor no sólo de la comida sino de las personas que fueron entrando y saliendo del local.

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REMATE FINAL A UN DÍA MÁGICO

No quería que nos marcháramos al hotel sin más después de cenar. Aún había algo con que dar por concluido este cuento de sábado. En mitad de la noche, prácticamente a bajo cero, nos fuimos con el coche hasta el pie de Hohenschwangau con el objetivo de ver los castillos iluminados. El primero lo vimos desde el Hotel Müller, con la luz enfatizando su color amarillo. No había absolutamente nadie allí. Nadie salvo nosotros.

Para hacer lo propio con Neuschwanstein tuvimos que tomar la carretera hacia Schwangau. Desde una de las calles donde el hielo cubría el suelo pudimos observar la figura del «cisne» exhuberante en plena noche. Nada más hermoso que el castillo del Rey Loco con una luz ténue incidiendo sobre sus muros y otorgándole un halo de irrealidad. Esos son los cuentos y las fantasías, soñar con que lo imposible y lo mágico existe.

Entonces sí pudimos decir adiós a un sábado inmejorable con el típico «colorín colorado, este cuento se ha acabado» . Aunque cierto es que no lo había hecho del todo.

CONTINUA EN LA SEGUNDA PARTE (sigue leyendo)

Sele

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