Paseo de Gracia 43: Una visión del Paraíso - El rincón de Sele

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Paseo de Gracia 43: Una visión del Paraíso

Barcelona ha sido tocada por la varita de los grandes genios. Uno de los grandes valores de esta gran ciudad ha sido abrazar sin miedos las nuevas corrientes y generar un cultivo de personajes adelantados a su tiempo que han ayudado a que adjetivos tales como «vanguardista» y «cosmopolita» sean por siempre sus apellidos. Son muchas las celebridades que han innovado más allá superando los estereotipos de la época en la que han vivido, pero si tenemos que ponerle cara al atrevimiento y a la genialidad resaltaremos de entre todos un nombre: Antoni Gaudí. El arquitecto catalán es el máximo exponente del modernismo que desdibuja las líneas de la ciudad condal en muchos de sus tramos. Son poderosas las huellas de Gaudí y de sus seguidores en la metrópoli, huellas que hacen que Barcelona sea diferente a las demás. Tengo que reconocer que siento debilidad por el Maestro y que si he estado en Barcelona más de una docena de veces, jamás falto a la cita en el número 43 del Paseo de Gracia. Allí se encuentra la Casa Batlló, mi rincón favorito de ese Universo Gaudí al cual no me canso de mirar porque siempre tengo la impresión de estar observando la distorsión de un sueño imposible.

En 1905 alguien le preguntó a Gaudí qué pretendía conseguir con la Casa Batlló, que tanto transgredía la rutina arquitectónica de aquel momento. Y él le contestó que su propósito era obtener «una visión del Paraíso». Este lugar es una metáfora de lo que habitó en el interior de la mente de un genio, de un hombre que vino al mundo demasiado pronto y que pudo ver cosas que otros no vieron. Un lugar que se derrite ante los demás, al igual que lo hace el reloj de Dalí. ¿Acaso estamos ante la recreación de un sueño más perfecta que existe?

Estoy convencido de que en los libros o en internet se pueden encontrar miles de explicaciones detalladas y deP1140318 tecnicismos arquitectónicos en torno a la Casa Batlló que sirven para ampliar el conocimiento respecto a esta obra maestra. Pero ese no es el propósito del presente artículo. Hoy quiero enfatizar los sentimientos y las impresiones personales por encima del rigor histórico o artístico. Estoy convencido de que la intención del propio Gaudí no fue que la gente evaluara o midiera su trabajo desde un sentido técnico sino que tratara de escuchar qué les contaba el edificio, qué les transmitía. Pienso y digo con rotundidad que las sensaciones siempre priman en el Arte. Y en el Paseo de Gracia número 43 no cabe otra cosa que perder la razón y dejarse llevar por el corazón, por la carne de gallina y por una sonrisa de medio lado que confirme que Gaudí no estaba equivocado en su pretensión de crear «una visión del Paraíso».

Cuando el industrial Josep Batlló i Casanovas encargó en 1904 la remodelación del edificio que estaba a punto de cumplir los 30 años en el Paseo de Gracia desde 1875 para vivir con su familia, no pensó jamás que el resultado alcanzaría una fama de cotas mundiales. Ni mucho menos que fuera una de las obras que formaran parte del Patrimonio de la Humanidad, título que aún no existía. De hecho su idea primera fue tirar por completo el edificio para partir de cero. Pero finalmente surgió una opción que, a la postre, sería mejor. Porque dejar trabajar con libertad a Gaudí para convertir lo común en una de las maravillas arquitectónicas del Siglo XX fue un regalo no sólo para Batlló sino también para todos los barceloneses que vieron cómo su ciudad daba otro salto cualitativo. Aunque cierto es que no se asimilaron los cambios hasta pasado un tiempo.

La fachada vista de cerca se entiende como una ruptura definitiva de Gaudí con las líneas rectas. En realidad nada es recto en la casa. Son las curvas las triunfadoras de un estilo que premia los movimientos ondulados, la brisa del mar moldeada en piedra arenisca. El frontal es un extraño, una aglomeración de ideas diversas en un mismo espacio. Las columnas son huesos dando soporte a grandísimos ventanales. Y los balcones son antifaces, aunque hay quien dice que corresponden a la mirada calavérica de un edificio que esconde un gran misterio. Los muros del exterior cambian de color en función de la posición del Sol, y de noche parecen trocitos de luna incrustados.

Todo finaliza en un tejado que recuerda al dorso de un dragón que está introduciéndose en la casa. La cerámica colorea las escamas de la criatura que espera la llegada imaginaria de un verdugo que, a todas luces es San Jorge, el Sant Jordi que engalana Barcelona cada 23 de abril y cuya Leyenda nos devuelve Gaudí de una forma u otra.

Subir a la azotea es posarse sobre la espalda del dragón y volar en el cielo de Barcelona. Las extravagantes ondulaciones nos trasladan por un instante al Parque Güell, a las inspiraciones gaudianas más reconocibles, para después volver a combinar colores y movimientos imposibles.

Es algo más que una sensación que las chimeneas nos dediquen un vals, pero a otro ritmo, el del viento y las nubes. Bailan y bailan, sin perder nunca su compás. La pista de baile es la corona de un edificio absolutamente vivo, que respira y late, que se contonea continuamente.

Pero si la fachada exterior es mágica, pasar dentro es viajar al País de Alicia en las Maravillas. Las escaleras se retuercen, los techos se hunden y las puertas se reblandecen como la cera. Siempre había tenido la inquietud de entrar, pero su elevado coste (Entrada normal: 17´80€) y las largas colas a la puerta me echaban hacia atrás. Hasta un día, mi penúltima vez en Barcelona, que decidí recorrer tranquilamente los interiores de la Casa Batlló y ver la calle desde sus ventanas multicolor.

Me cuesta imaginar cómo debería ser la vida allí cuando los Batlló habitaron la casa. Supongo que muy diferente a cómo vivimos los demás. Estoy seguro que si a principios del Siglo XX hubieran existido todos estos programas en los que la gente alardea de sus casas, que están tan de moda y que tanto me irritan (no los soporto, me parecen de muy mal gusto, lo siento), ésta hubiera salido en la primera emisión. ¡Si es que hasta el patio es original a más no poder!

Si alguien en el mundo hubiera merecido vivir en esta casa además de Gaudí, ese sería el indescriptible Salvador Dalí. No me imagino a nadie más apropiado para deambular por los pasillos, levantarse a la cocina a por leche o perfilar su bigote frente al espejo del cuarto de baño. Porque, ¿acaso este lugar no se se asemeja a una proyección real de muchas de sus obras? Yo, al menos, así lo creo.

Cada vez que pienso en Barcelona, me viene a la cabeza la imagen nítida de la Casa Batlló. Era, por tanto, justo y necesario dedicarle unas líneas en este pequeño rincón y alegar que no hay que viajar muy lejos para tocar la Fantasía con las manos.

DÓNDE ESTÁ, CÓMO LLEGAR Y PRECIOS DE LA CASA BATLLÓ

Barcelona posee excelentes comunicaciones por tierra, mar y aire tanto con otras ciudades españolas como con numerosos destinos internacionales. Vuelos baratos a Barcelona los hay a patadas con toda clase de aerolíneas, ya sean las típicas de bajo coste u otras de bandera como, por ejemplo, Iberia y su clásico Puente Aéreo. Y qué decir del AVE, que acerca a Madrid y Barcelona a menos de tres horas. De Atocha a Sants sin enterarse. ¡Una película y listo!

El célebre edificio de Antoni Gaudí se encuentra, como ya se ha comentado anteriormente, en el Paseo de Gracia número 43. Tiene una salida de metro (Passeig de Gràcia) a muy pocos metros. Por ella pasa la L3 (Línea verde), una de las más importantes de la ciudad. Aunque es tan cómodo y rápido ir a pie desde Plaza Cataluña (Plaça Catalunya), que quien esté por la zona no tiene ni que molestarse en buscar medio de transporte alguno. Cercanías RENFE también llega hasta allí. Los buses que paran junto al la casa son los siguientes: 7, 16, 17, 22, 24 y 28.

De verdad, la Casa Batlló NO TIENE PÉRDIDA.

Lo que si puede perder a más de uno son los precios para entrar, algo desorbitados para los tiempos que vivimos. La Entrada general (audioguía incluida) cuesta 17´80€, aunque se pueden obtener descuentos por distintas razones: Ser residente en Cataluña, estudiantes, jubilados, ir en un grupo de más de 20 personas, tener la Barcelona Card, así como la de la Ruta del Modernisme y un largo etcétera que más vale enterarse indagando por internet o ya cuando uno esté delante de la taquilla. También se pueden sacar las entradas por adelantado y con alguna rebajita (ligerísima) en Barcelona Turisme y en Telentrada.com.

La Casa Battló Abre todos los días del año (Navidad y Año Nuevo incluidos) de 9:00 a 20:00 horas, pero debido a la celebración de actos tanto públicos como privados, pueden darse algunas excepciones.

LOS GENIOS NO DEBEN MORIR

Un 7 de  junio de 1926, cuando Gaudí se dirigía a la Iglesia barcelonesa de San Felipe Neri como hacía prácticamente a diario, fue arrollado por un tranvía que lo dejó muy malherido. Debido a que era una persona descuidada en su aspecto y gastaba ropajes viejos, e iba indocumentado, el conductor del tranvía le confundió con un mendigo o un borracho, por lo que se marchó tranquilamente dejando el cuerpo tirado en el suelo. La gente de la calle tampoco le hizo caso durante muchos minutos (incluso horas) hasta que alguien lo recogió y lo llevó al Hospital de la Beneficencia. Allí estuvo muy desatendido como los sin techo a los que cobijaban y, cuando muchas horas después se avisó de su desaparición se supo que la persona que tenían «descuidada» era el propio Antonio Gaudí. Sería demasiado tarde puesto que fallecería sólo tres días más tarde. No se pudo hacer nada.

A partir de ese momento murió el Hombre y nació la Leyenda. Son muchas décadas las que han pasado y hoy en día Gaudí es la B de Barcelona. Como diría la canción «los grandes genios no deben morir», pero al menos en este caso podemos considerar que nunca nos dejó, que alcanzó la inmortalidad. Sus sueños y visiones del Paraíso están a salvo, están con nosotros…

José Miguel Redondo (Sele)

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