Postales del Tíbet (selección de instantes inspiradores) - El rincón de Sele

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Postales del Tíbet (selección de instantes inspiradores)

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Siempre he creído que en el Tíbet las imágenes que reflejan cada instante son de una intensidad brutal. Diría incluso que inusual. Quizás India y puede que algunos rincones del África subsahariana puedan llegar a poseer semejante fuerza visual. Pero no mayor. Desde que puse mis pies en Lhasa reconozco que me fue imposible dar abasto con tal cantidad de escenas potencialmente retratables. La mirada, así como las intenciones, se empeñaban en volar por todos los ángulos posibles entre las miles de composiciones que aparecían y desaparecían en una décima de segundo. El bermejo de la túnica de un monje budista titilando sobre un mar de banderas de oración de cinco colores. Mientras tanto una manada de yaks se pierde al otro lado de unas montañas entreteniéndose solas para a cambiar de tono entre la aridez y la nieve más resplandeciente. En otro lado un devoto de sombrero ancho y rostro ajado mueve sin cesar su rueda de plegaria pronunciando de un modo casi inaudible una retahíla de mantras antiquísimos. Eso es el Tíbet.

Monjes de la secta gelugpa

Me he puesto a recordar los mejores momentos vividos durante el viaje al Tíbet y me he perdido entre algunas imágenes. Si me lo permitís, voy a colocarlas sobre la mesa, sin más orden que el de la casualidad, para regresar nuevamente al antiguo reino que se esconde (y sobrevive como puede) tras los Himalayas. 

Recordando el Tíbet

En ocasiones soy de divagar más de la cuenta. Me convierto en un auténtico incapaz de concentrarme en una sola cosa. Y la culpa de todo la tiene ese maldito ansia de viajar que en tiempos de pausa viene acompañado de nostalgia. Recordar se convierte, por tanto, en la única manera que se me ocurre de pedir a gritos la necesidad de revivir sensaciones. Sobre todo cuando el camino que resta por cubrir es todavía tan largo…

Hoy me he vuelto a perder en el Tíbet. En las postales de un viaje maravilloso a una tierra de la que, me temo, nunca me he ido del todo.

¿Escucháis el viento?

Viento en el Palacio de Potala (Lhasa, Tíbet)

En el Tíbet el viento juega un papel esencial en las imágenes. Este plano corresponde a uno de los accesos al Palacio de Potala, nuestra Ítaca particular desde que mucho antes de aterrizar en Shanghái y hacer un largo viaje por tierra hasta Lhasa, la capital tibetana. ¿No escucháis el sonido del viento que mueve las telas de la fachada?

Puerta tibetana

Puerta tibetana

Una puerta semiabierta invita a entrar. Es innegable la curiosidad de golpear aquella aldaba y seguir descubriendo uno de los rincones mágicos del Tíbet. Las puertas de los templos y de muchas casas tibetanas esconden las mejores historias que aún están por contar.

Mirando al Everest

Sele en el Everest

Esta vez formo parte de esta postal del Tíbet. Concentrado, en silencio, contemplo las cumbres de la montaña más elevada de la Tierra. Fue toda una tarde sobre las últimas piedras del templo Rongbuk donde aseguro que esta vez no fui yo quien alzó la voz. Hay lugares, como el Everest, que hablan por sí solos y a los que no conviene interrumpir.

Shigatse

Shigatse (Tíbet)

Cuando pensaba que el viaje al Tíbet ya había concluido prácticamente y poco o nada podía sorprenderme más de lo que había visto en la ruta, llegamos a Shigatse. Y resulta que, de repente, la postal de nuestra aventura de dos semanas persiguiendo templos y montañas estaba precisamente ahí, a otro lado de las ruedas de oración cuyo sonido metálico nos acompañó durante todo el camino.

El cantante ciego que tocaba el dramyin

Cantante ciego en Shigatse (Tíbet)

Un hombre ciego, a menos de la mitad de la kora que rodea el importante monasterio Tashilhunpo en Shigatse, se detuvo para cantar mientras hacía sonar su dramyin, el laúd de siete cuerdas típico de las regiones del Himalaya y que se utiliza en diversas ceremonias religiosas. Durante algunos segundos daba la sensación que entraba en éxtasis. En poco tiempo un buen grupo de peregrinos, así como nosotros, nos sentamos a su alrededor y no pudimos quitar la mirada de aquella tez oscura que con los ojos cerrados se mecía al son de la melodía con la que nos estaba obsequiando.

Sonriendo

Sonriendo en el Tíbet

En una ocasión el Dalai Lama relató que «una sonrisa sincera es la expresión perfecta del amor y la compasión humanas». En un país que vive desde hace décadas una situación delicada resulta extremadamente difícil que no te obsequien con una sonrisa. Los tibetanos son entrañables y no les cuesta mostrar al mundo su arma más poderosa. Se han dado cuenta que sonreír les hace mucho más fuertes y que no existe nada ni nadie que les arrebate su preciado don.

Seguir leyendo… «La sonrisa del Tíbet».

El yak blanco

Yak blanco en el Tíbet

Si hay un animal presente a lo largo y ancho de la vasta meseta tibetana, ese es el yak. Hay manadas enormes y sus pastores son esos últimos nómadas que viven trasladando a sus animales de un lado para el otro. Casi siempre estos bóvidos lanudos suelen ser negros pero muy de vez en cuando se deja ver uno blanco, lo que es una fabulosa rareza.

Sea el color que sea, los tibetanos no conciben la vida sin el yak. Mamífero que les provee de leche, mantequilla para el té o hacer velas que iluminan los altares de los templos, queso, carne para alimentarse y, hasta hace no mucho (cada vez se ve menos), el pelaje para fabricar el abrigo o calzado con el que soportar temperaturas por debajo de cero en buena parte del año, sobre todo cuando llega la noche. También los textiles con que se cubren puertas y ventanas. El yak es sinónimo de vida en el Tíbet así como en otros países junto a la cordillera del Himalaya y Asia Central (Mongolia es un buen ejemplo de ello).

Gelugpas

Monjes de la secta gelugpa

Una pareja de monjes caminan por en el monasterio ataviados con gruesas capas amarillas, así como unos gorros del mismo color cubriendo su cabeza. En Tíbet el amarillo nos lleva a una de las sectas religiosas más importantes del budismo tibetano (allí la palabra secta se utiliza sin connotación negativa). La tradición o linaje gelugpa nació a finales del siglo XIV de la mano de Je Tsongkhapa. Es una línea más del budismo en el Tíbet, pero la de mayor poder e influencia puesto que tanto el Dalai Lama como el Panchen Lama forman parte de la prestigiosa escuela de los gorros amarillos. Ganden, Sera, Drepung y Tashilhunpo, los cuatro monasterios más importantes que se encuentran en el Tíbet, son gelugpa.

Anciano bajo la lluvia de Sakya

Anciano tibetano en Sakya (Tíbet)

El monasterio de Sakya esconde una de las mejores bibliotecas religiosas del Tíbet. Tras los muros de lo que parece más un castillo que un complejo religioso hay cientos de miles de rollos que recogen la sabiduría de siglos. Este anciano, venido de muy lejos, retornaba al exterior en un día de lluvia y frío tras recorrer a paso lento la galería detrás del altar donde se guarda semejante colección de conocimiento.

Lingkhor, la kora alrededor de Lhasa

Los ocho kilómetros de la kora Lingkhor ya no son lo que eran, sobre todo desde la conquista china hace más de cinco décadas que alteraron la fisonomía de la ciudad de Lhasa. Pero aún restan rincones más allá del Potala y Jokhang donde sólo se percibe verdad y religiosidad. Un buen ejemplo lo encontramos en las paredes rocosas y pintadas de la colina Chokpori por las que a cualquier hora del día deambulan los peregrinos.

El debate

Debate de monjes en el monasterio Sera de Lhasa (Tíbet)

En los monasterios gelugpas el debate es parte del aprendizaje y el desarrollo de una conciencia concreta a través de la convicción. No es raro asistir en Sera o Ganden, por ejemplo, a una de las actividades con las que, de dos en dos, van debatiendo sobre la doctrina religiosa, filosofía budista, etc. La persona que se sienta le reta a quien está de pie con posibles incongruencias a su postura. Preguntas, negaciones y respuestas forman parte de este espectáculo en el que se pretende que quien ofrece su postura no se contradiga a sí mismo y pula cualquier inconsistencia para, de ese modo, salir de allí con las dudas despejadas y cerciorado aún más si cabe sobre sus propios entendimientos. Sólo así, según la tradición gelugpa, los conocimientos pueden convertirse en certezas inamovibles.

El Potala y las flores

Palacio de Potala

Retratar del mejor modo posible el Palacio de Potala fue una de nuestras obsesiones durante el viaje al Tíbet. La búsqueda de ángulos fue una constante durante los días que pasamos en Lhasa. Quizás mi lado favorito sea el que se obtiene en estanque que hay justo detrás (opuesto por completo a la plaza) donde, además, en primavera florecen los melocotoneros, convirtiéndose en el marco ideal para congelar el monumento más importante y fotografiado del Tíbet.

Niebla de incienso

Monasterio Drepung (Tíbet)

El aroma del incienso es el perfume del Tíbet. Mucho más agradable que el de las velas de mantequilla de yak y capaz de convertirse en la neblina que difumina templos y monasterios. (Foto tomada en Drepung, Lhasa).

Caballos de viento (banderas de oración tibetanas)

Banderas de oración tibetanas

Y otra vez el viento. Sopla con una fuerza titánica sobre millones de banderas de oración de colores en los lugares situados a cierta altitud. Las dicen lung ta, lo que viene a significar «caballo de viento». Capaces de hacer volar los mensajes sagrados que guardan. Se cuenta que la costumbre de poner este tipo de banderas procede de vieja religión bön, mucho antes incluso de que el budismo llegara al Tíbet. Unidas por cordeles, las hay de cinco colores. El blanco simboliza al aire, el azul al cielo, el rojo al fuego, el verde al agua y el amarillo a la tierra. Los cinco elementos para comprender el mundo y sobre los que todo lo demás se sostiene.

El fervor religioso del pueblo tibetano

Peregrina en el Templo Kumbum (Qinghai, China)

El pueblo tibetano es extremadamente fervoroso. Su entrega a la religión es el soporte vital que le define. Mucha gente lleva a cabo peregrinajes a lugares sagrados arrastrándose por el suelo, tal como tuvimos ocasión de presenciar en multitud de ocasiones durante nuestro viaje al Tíbet. En pocos lugares, o más bien nunca, he visto semejante sentimiento religioso. Quizás en la iraní (y también sagrada) Mashhad… Pero poco más.

Comiendo noodles en el Campo Base Norte del Everest

Mujer y niña comiendo noodles en el Campo Base Norte del Everest (Tíbet)

Una niña mira a su abuela mientras comen noodles. Lo hacen en una de las tiendas de campaña tipo nómada, recubierta con pelo de yak y una gran estufa en el centro, donde los visitantes del Campo Base Norte del Monte Everest pueden pernoctar. Allí pasamos la noche, en uno de esos camastros, tapados por, al menos, cuatro mantas gruesas porque el frío nocturno allí es terrorífico. Ellas no salieron de la tienda en ningún momento. Aquel improvisado hospedaje era su fuente de ingresos, su vida.

La gente es el Tíbet

Mujer anciana del Tíbet

Mucha gente me ha preguntado tras el viaje si el Tíbet, con todo lo que ha pasado con China, sigue siendo un lugar auténtico y que emocione. Y tengo que decir que, a pesar de todo (que es mucho), el Tíbet sigue transmitiendo grandes sensaciones a los viajeros que lo visitan. Porque el Tíbet no son los monasterios, el Potala o la silueta de la cordillera del Himalaya. Para nada. El Tíbet es su maravillosa gente. A sí que mientras quede un solo tibetano, esta tierra seguirá teniendo algo especial, un auténtico tesoro.

En buena compañía

Isaac Chavetas y Sele en el Tíbet

No podía cerrar este «baúl de los recuerdos» que me he montado en un momento sin que en la última postal saliéramos las dos personas que hicimos este viaje. Con Isaac, del blog Chavetas, me une una amistad de muchos años y cantidad de destinos alucinantes como Irán, Galápagos, Laponia Noruega, Botswana, Tíbet y… los que vendrán, que espero sean muchos.  En esta foto estamos sentados junto a la tienda de campaña en la que pernoctamos junto al Lago Yamdrok. ¡Menudo frío pasamos! Los yaks se pasearon alrededor durante mucho tiempo y grabamos unas imágenes sensacionales de uno de los considerados como lagos sagrados para los tibetanos. Aquel fue el preludio de un gran día de viaje.

Isaac en presencia e Irene de Youlan Tours al otro lado del monitor, quien nos ayudó a montar esta gran aventura (Planificar un viaje al Tíbet no es como irse de vacaciones a Francia) fueron parte de dos semanas repletas de buenos momentos.

TODOS LOS RELATOS DEL VIAJE AL TÍBET Y CHINA haciendo clic en el enlace.

Monje tibetano en el monasterio de Sera (Lhasa, Tíbet)

Y aquí termina por hoy ese divagar entre las imágenes. Para que luego digan que un viaje se acaba cuando te subes al avión de vuelta. ¡Y un cuerno! Hay viajes que jamás finalizan.

Sele

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