La ruta de un viaje a Albania de norte a sur (¿Qué ver y hacer en Albania?)
Un rostro curtido por el sol afina con la mirada un laúd a las puertas del viejo castillo. Las prístinas aguas de un río descendiendo por la montaña atraviesan un puente otomano de piedra. Huele a brasas recién encendidas, a la pradera florida de un paraje alpino y a la salitre del Adriático. Hay ambiente en el bazar. Y también en la plaza mientras un silencio sepulcral aguarda bajo unas ruinas grecorromanas. Vuelan los pelícanos dálmatas en en la laguna, mientras que las águilas lo hacen en una bandera de fondo rojo agitada por el viento. La llamada a la oración de las mezquitas acompasa el repicar de la campanas de una iglesia bañada de colores. Pero para los lugareños sólo hay una religión que profesar. Y tiene nombre de país. Su única fe se llama Albania. Se consideran descendientes directos del mismísimo Skanderbeg, el azote de los turcos en plena Edad Media, un héroe nacional que rejuvenece con los siglos y cuya espada es la de todos, hombres, mujeres y niños, quienes se aferran con pasión a su patria, a las singularidades de un lugar que está dentro de Europa, pero que realmente es otra cosa.
Tirana, la capital, es la llave de este cofre plagado de tesoros. Un mal menor dentro del caos. Pero lo mejor se halla al otro lado. Entre las montañas del norte a las aguas turquesas del Jónico y el Adriático hay muchos escalones de por medio. Ciudades de marcado sabor otomano, castillos coronando lomas elevadas, bucólicos parajes alpinos, bazares abarrotados y arqueología con nombre de leyenda. Sobre qué ver en Albania hay mucho que decir. Así que lo mejor será que desgrane cuál fue la ruta de nuestro último viaje al país de las águilas. Y volver a escuchar aquel laúd, al menos, otra vez.
Albania, el nido de las águilas
Incrustada en los Balcanes, Albania, que nunca fue parte de Yugoslavia como mucha gente todavía piensa, vuela sola. Las cuatro décadas de dictadura comunista y el aislamiento paranoico impuesto por un jefe de Estado vitalicio, Enver Hoxha, convirtió a Albania en una especie de Corea del Norte hasta bien entrados los ochenta donde incluso la URSS posterior a Stalin era vista por el régimen como una hermanita de la Caridad. Pero ni el hermetismo ni el lavado de cerebro forzado llevó en ningún momento a Albania a olvidar el paso de los ilirios, griegos, romanos, venecianos y otomanos en un territorio de un tamaño ligeramente inferior al de Cataluña que aún conserva las huellas de tantos siglos de gloria. Parece que la memoria fue de las pocas cosas que no lograron arrebatarles a los albaneses.
Albania se trata de un país donde abundan los prejuicios provenientes del exterior inundados de equívocos y generalizaciones vacuas. Pero bastan apenas unos minutos, o incluso menos, para olvidarse de los tópicos sobre la mafia y dejarse llevar por un trato amabilísimo por parte de algo esencial en cualquier gran viaje que se precie. La gente aquí no hace más que sumar y aportar ese buen sabor de boca que resulta imprescindible para lograr una experiencia redonda. Realmente lo ponen muy fácil. LEER CURIOSIDADES Y RAREZAS DE UN PAÍS LLAMADO ALBANIA.
Desbaratar prejuicios y ponerle color a una de las últimas páginas de un catálogo turístico que tiende a olvidarse a Albania estaban entre los objetivos de uno de los viajes de autor que nos pudimos permitir realizar aún en tiempo de pandemia. Diseñamos un recorrido de 9 días y 8 noches y seleccionamos una serie de lugares que consideramos imprescindibles para una visita, la primera a este país. A sabiendas, por supuesto, de que cualquier estimación de días se quedaría corta por lo mucho que tiene Albania para ofrecer (además en cualquier época del año). Y de que, muy probablemente, regresaríamos más adelante.
Viajamos en una furgoneta que recogimos en el aeropuerto, pues, a pesar de ser un país donde todo son carreteras secundarias, se trata de un destino ideal para llevar a cabo un roadtrip. Sólo siete personas. Roberto, mi hermano dentro de la agencia y repetidor en el destino, otras cinco personas que no se lo quisieron perder bajo ningún concepto, y quien se dispone a escribir los recuerdos de todos aquellos lugares y momentos que formaron parte de esta primera vez en Albania para la mayoría.
Albania es un país que se puede hacer bien en coche de alquiler. He aquí numerosas opciones de vehículos a buen precio para recoger en el aeropuerto o en las ciudades albanesas más importantes.
¿QUÉ VER EN ALBANIA? Lugares y mejores momentos de una primera vez en el país balcánico
En todo viaje, sea un país grande, mediano y pequeño, uno debe decantarse por los lugares que formarán parte de la ruta sabiendo que puede hacerse todo y que siempre se quedarán cosas en el tintero. El tiempo suele ser el mayor de los límites con los que cuentan los viajeros (también el dinero y, por supuesto, las ganas), por lo que conviene adaptarse a los días, la climatología según el momento en que se va a viajar y, como no, en los gustos personales. Un amante de la arqueología no se perdería Butrinto de ninguna de las maneras, mientras que alguien que busca hacer buen senderismo releve las ciudades a lo puramente necesario.
Para nuestro viaje a mediados de mayo quisimos hacer un «variado» que tuviera naturaleza, cultura e Historia a partes iguales. Sabiendo que la ruta de senderismo a Theth desde Valbona debíamos descartarla al no estar apta hasta verano, que la mejor parte del lago Ohrid está en el lado macedonio y que no hacía para playa todavía como para apostar de más por la Riviera albanesa. Así como que hay desvíos de cuarenta kilómetros que requieren una inversión de horas en carreteras desastrosas.
Mapa con la ruta realizada en Albania
Entre lo planificado y lo improvisado, que no fue poco, quedó el siguiente recorrido:
Aeropuerto de Tirana – Krujë – Shkodër (ciudad, castillo de Ruzafa, mezquita de plomo y lago) – Puente de Mes – Lago Koman – Valbona – Shkodër – Cabo Rodón (Kep i Rodonit) – Laguna de Karavasta – Berat – Gjirokastër – Butrinto – Himarë (costa y ciudadela) – ruta costera de la Riviera albanesa – Tirana.
A continuación iré uno a uno de estos lugares, en estricto orden de visita, dejando unas breves pinceladas de lo que pudimos hacer en los mismos así como de las posibilidades que ofrecen a los futuros visitantes (sean primerizos o repetidores) en este pequeño país balcánico.
KRUJË, FORJADOR DE UNA LEYENDA
A nuestra llegada nocturna al aeropuerto internacional de Tirana decidimos pernoctar en una pequeña ciudad situada apenas a 28 km al norte de la misma. Y, de ese modo, dejar la capital para el final. Por lo que nos fuimos a dormir a Krujë (también escrito como Kruja, la «j» se pronuncia como «y»), de la que nos separaban cuarenta minutos de sinuosas carreteras. ¿Por qué Krujë debe formar parte de todo itinerario por Albania? Lo teníamos muy claro. Aquí empezó a forzarse la leyenda del héroe nacional Gjergj Kastrioti, más conocido como Skanderbeg, y de la consideración de Albania como país, pues en su castillo encaramado en una colina se erigió por primera vez la bandera del águila bicéfala sobre fondo rojo. Este militar de familia aristocrática, tras alistarse en un primer momento en el ejército otomano por varios motivos, aprender sus técnicas en batalla, lo que le sirvió más adelante para ser un tapón durante décadas en esta parte de los Balcanes. Logró unificar el territorio convenciendo a sus muchos Señores para un fin común, detener las acometidas procedentes del «rival turco». El castillo de Krujë fue no sólo un bastión inexpugnable, sino más bien un azote de continuo que llevó a los sultanes a no pocas derrotas. Hasta diez años después de la muerte por malaria de Skanderbeg los otomanos sólo mordieron el polvo. Se cuenta que cuando llegaron a la tumba de Kastrioti trocearon su esqueleto utilizando sus reliquias óseas como amuleto, pues pensaban que la fuerza y la suerte del héroe nacional albanés les acompañaría en batalla.
De Krujë, con un emplazamiento formidable rodeado de montañas, sobreviven en un altozano restos en ruina del viejo castillo. Destaca la figura recia de un gran torreón, que contrasta con la construcción a posteriori del museo dedicado al propio Skanderbeg, una de esas Mecas que los albaneses tienen en su cuaderno de propósitos. Entre murallas, las ruinas de una antigua mezquita, una casa otomana convertida en uno de los mejores museos etnográficos del país (muy recomendable su visita) y un tekke bektashi (sufí) pasa el tiempo volando. Hay restaurantes con vistas extraordinarias, incluso un hotel en pleno conjunto histórico, como para tomárselo con calma.
Desde el castillo se deja caer una calle pintoresca repleta de puestos de artesanía típica. Se trata del bazar de Krujë, con más de quinientos años de antigüedad, y custodiado por una pequeña mezquita. Un lugar que, para quienes ya conozcan los Balcanes, recuerda a una de las calles de los cascos históricos otomanos de ciudades bosnias como Sarajevo o Mostar.
Como hay que decirlo todo, Krujë entre el bazar y el castillo todo bien. Pero a su alrededor, donde se concentran monstruosos bloques que no pintan absolutamente nada, están los motivos por los que la UNESCO jamás ha considerado esta ciudad con tanta Historia para proclamarse Patrimonio de la Humanidad. Dudo que algún día lo hagan. Y si ocurre, habrán trabajado de lo lindo las máquinas de demolición.
Una visita ideal para medio día, no más. Una manera de abrir boca en un viaje que sólo puede crecer en sensaciones.
SHKODËR, CAPITAL CULTURAL ALBANESA
No mucha gente es conocedora de que Tirana es capital de Albania tan sólo desde 1920. Antes lo fue Shkodër, situada a un centenar de kilómetros a orillas del lago del mismo nombre (también llamado Skodra o Skadar), en la esquina noroeste del país. De hecho buena parte de este lago forma parte de otro territorio balcánico como es Montenegro. Un paraje natural de gran valor medioambiental y donde se firman unos atardeceres formidables todos y cada uno de los días del año.
De Shkodër, con más de cien mil habitantes, destaca la elegancia de su centro histórico, recatado pero amable. Rruga Kole Idromeno es una calle peatonal donde se fusiona la música de los cafés, así como el trasiego en heladerías y terrazas, con la llamada a la oración de la nueva mezquita Ebu Beker, levantada en el año 1995 bajo el paraguas económico de Arabia Saudí y Egipto. Fachadas elegantes en color pastel que nos llevan a otra Albania muy diferente. Fuera de esta calle las casas ofrecen otra faz más desgastada. De Centroeuropa a La Habana con sólo cruzar de acera.
Pero si había algo que me interesaba de Shkodër era su espectacular castillo vigilando la ciudad, el lago y, muy al fondo, las montañas que nos anticipan los Alpes Dináricos. El castillo de Rozafa (Kalaja e Rozafës) guarda aspecto de construcción veneciana, aunque por este cerro fortificado han pasado desde los ilirios a los otomanos. Esa conjunción histórica que se halla a lo largo y ancho de Albania se disfruta plenamente caminando por la hierba de esta espléndida ruina medieval con iglesia/mezquita, mazmorras, polvorín y, en definitiva, todo lo que debía disponer una de las fortalezas más grandes e imponentes de la península de los Balcanes. El mejor momento para visitar este castillo es la tarde, donde la luz hace sus travesuras.
Debajo del castillo conviene no perderse la conocida como mezquita de plomo (Xhamia e Plumbit), del siglo XVIII y partícipe de unas puestas de sol envidiables. No queda plomo en sus cúpulas (se las llevaron los austriacos), ni tan siquiera un minarete derribado por un rayo. Pero es un trocito del Imperio Otomano donde los niños acuden a jugar al fútbol, las aves trinan con estrépito cuando regresan a sus dormideros en el lago y tumbas sin nombre observan la vieja fortaleza.
LAGO SHKODËR
Si bien es cierto que la mejor parte del Lago Shkodër nos espera en Montenegro, no está de más cruzar el puente del río Buna y seguir la carretera que bordea el lago hasta que se detiene apenas a un kilómetro de la frontera. Reconozco que me hubiera gustado hacerlo en bote, ya que es una zona donde abundan numerosas especies de aves, aunque no estuvo nada mal movernos por Shirokë y Zogaj. Se trata de una zona realmente agradable, un litoral en mayúsculas con unos atardeceres magníficos y una cantidad nada desdeñable de buenos restaurantes con terraza donde poder comer un delicioso pescado a la brasa o una fritura de calamares con vistas a este pequeño mar balcánico.
PUENTE DE MES
A unos diez kilómetros al nordeste de Shkodër conviene prestarle atención a un punto muy concreto en forma de construcción civil de la época otomana. Se trata del Puente de Mes (en albanés Ura e Mesit), levantado en 1780 por órdenes de un Pasha local llamado Kara Mahmud Bushati para poder cruzar el río Kir en una ruta comercial habitual que unía tierras de Montenegro, la propia Skhodër y Pristina en Kosovo.
Mide nada menos que 108 metros, con 13 arcos, elevándose a la mitad del mismo en 14 metros de altura. Son muchos los puentes otomanos los existentes en el país (quizás el de Permet goce de mayor popularidad), pero no cabe duda que a Ura e Mesit le sobra fotogenia en cada piedra.
LAGO KOMAN O LOS FIORDOS ALBANESES
En la fase de documentación y preparación del viaje a Albania los ojos se me hicieron chiribitas con este sitio. Un lago septentrional que, aunque artificial, recuerda a los fiordos noruegos. ¿No sería una exageración? – me preguntaba. Pero una vez realizada la travesía en ferri entre el muelle de Koman (al otro lado de la gran presa) y Fierze de aproximadamente dos horas (tanto para la ida como para la vuelta) no sería justo quedarme parco en palabras. Creo que si sumo todas las vivencias albanesas me quedo, de largo, con el Lago Koman. Los paisajes radiantes me hacían divisar por un momento Noruega y por otro los canales patagónicos en Chile. Incluso los fiordos de Kenai en Alaska. O imaginar Nueva Zelanda y el mítico Milford Sound. Aunque en momentos, donde la vegetación rebosaba en la montaña y el agua también se veía de un color verde radiante, me veía en el mismísimo Sudeste Asiático.
Así es el Lago Koman, un valle inundado con las aguas del río Drin con montañas kársticas en ambos lados de la orilla, navegable hasta divisar los colosos de los Alpes Dináricos albaneses. Aquello es un regalo para los sentidos. En un barco de transporte donde van los lugareños, coches, mercancías. Un transbordador de toda la vida que esquiva horas y más horas de coche por carreteras impracticables que se atisban en el trayecto entre Shkodër y el embarcadero (alrededor de hora y media). Y que regala unas panorámicas desbordantes en cualquier época del año.
Además es un paso necesario para llegar al próximo objetivo, el valle del Valbona.
NOTA: Resulta desconcertante y preocupante la presencia de plásticos y demás basura que se encuentra ocasionalmente durante el trayecto por el Lago Koman.
VALLE DE VALBONA, LOS ALPES ALBANESES
Otra de las cosas que se desconocen de Albania es que por ella pasan los conocidos como Alpes Dináricos, una cadena montañosa cuyo relieve se extienden por los Balcanes de norte a sur. En el extremo nordeste, limítrofe con Montenegro (y el Parque Nacional Prokletije) y casi con la República de Kosovo, el valle de Valbona vuelve a dar una nueva faz a este país. La de un paraje bucólico de grandes picos, praderas floridas, granjas y molinos de agua. Sólo los búnkeres de hormigón (en la época de Enver Hoxha se levantaron casi 175.000 en toda Albania por temor a una invasión) nos impiden pensar en que estamos en una versión balcánica de los Dolomitas. Aunque, dado que el país no ha alcanzado un fuerte desarrollo turístico, adolece casi de senderos señalizados. No hay que olvidar que en esta zona, que es Parque Nacional, hay osos o lobos grises, lo que da sobrada cuenta de dónde nos encontramos.
En Valbona, donde las casas se extienden dejando la densidad por kilómetro cuadrado a la mínima expresión, hay muchas cabañas y guesthouses habilitadas para un turismo que llega a cuentagotas. Perseguir las corrientes de un río de aguas más azules que las de una piscina parece todo un acto de fe, aunque mayoritariamente quien llega a esta parte del país es para hacer la ruta de senderismo a Theth, de alrededor de 12 kilómetros, una caminata apta durante los veranos donde transitar por el corazón más salvaje de los Alpes albaneses.
En nuestro caso, siendo aún mayo, el camino a Theth estaba del todo impracticable, por lo que descartamos la opción de llevarlo a cabo. En todo caso, quien lo ha hecho, asegura que la recompensa merecen las siete u ocho horas de viaje.
CABO RODÓN (KEP I RODONIT)
Tras regresar a Shkodër desde el corazón de los Alpes albaneses, iniciamos una nueva etapa en la que abandonamos territorios norteños para empezar a atisbar un poco del mar Adriático. Todos los honores en cuanto a la costa de Albania se los lleva la mitad sur de Vlorë a Butrinto, pero el litoral en la mitad norte del país también sabe jugar de lo lindo con el color turquesa de sus aguas. Un buen ejemplo es el Cabo Rodón (en albanés Kep i Rodonit), un promontorio con nombre de deidad iliria y aspecto asilvestrado con buenas playas donde se conservan importantes construcciones históricas. Una de carácter defensivo como es el castillo de Skanderbeg (1463) y otra la iglesia de San Antonio, una joya del románico edificada en ladrillo con restos policromados entre los que destaca el águila bicéfala que tradicionalmente se ha asociado a la nación albanesa.
Entre medias se dejan ver los búnkeres (algunos pintados de rojo) y algún que otro resort de playa. Y desde la primavera los abejarucos sobrevuelan en grandes cantidades este área natural que requiere un desvío de alrededor de una hora desde Durrës (ciudad que no visitamos por falta de tiempo a pesar de que tenía anotado y subrayado su magnífico anfiteatro romano).
LAGUNA KARAVASTA
Este es otro de esos sitios que no suelen aparecer en los catálogos turísticos albaneses ni en los planes de la mayoría de quienes visitan Albania. Ni tan siquiera de quienes repiten. Pero está considerado como uno de los mejores humedales en los Balcanes y un punto formidable para la observación de aves, algunas migratorias y otras residentes durante todo el año. Se ubica a una hora al sur de Durrës continuando por el litoral y pasa por ser destino primordial de interés ornitológico. Son muchas las especies presentes en esta laguna separada por el mar por apenas unos metros de distancia. Pero la más llamativa e interesante de todas, la razón de nuestra inclusión del lugar dentro de la ruta, tiene que ver con la presencia de los conocidos como pelícanos dálmatas (o ceñudos), considerada no sólo la más versión más grande de la familia de los pelecanidae sino también entre las aves de agua dulce.
En el interior de la laguna Karavasta emerge casi solitario una diminuta isla completamente llana donde anida una colonia de algo menos de cien ejemplares (hace apenas unas décadas quedaban realmente pocos). Con un bote arribamos a un islote menor a unos 200 metros de distancia desde donde pudimos desplegar nuestro material fotográfico y de observación para contemplar y retratar a estos preciosos pelícanos de pelaje blanco y picos que van entre el amarillo y el naranja más chillón. La puesta de los huevos sucede durante el invierno, por lo que en la primavera ya se les puede ver con las crías crecidas aprendiendo a pescar en las aguas proco profundas de este humedal donde también sobrevuelan los charranes comunes o las garzas.
BERAT, LA CIUDAD DE LAS MIL VENTANAS
El sobrenombre de Berat como «ciudad de las mil ventanas» no se le puso porque sí. Las casas de muros blancos, vestigios arquitectónicos otomanos, se abren de par en par a las curvas del río Osum con múltiples ventanales buscando la luz. Sí resulta seguro es que lleva habitada un mínimo de dos mil cuatrocientos años, razón por la cual se convierte en uno de los municipios continuamente poblados con mayor antigüedad no sólo de Albania sino de toda Europa. Junto a Gjirokastër rivaliza en destacar como la ciudad más bella del país, aunque en armonía arquitectónica probablemente se halle un peldaño por encima. Berat y sus tres barrios más representativos (Kalaja, Mangalem y Gorica y Kalaja) gozan de un equilibrio absolutamente perfecto en un entorno de colinas verdes y grandes montañas sobresaliendo en el horizonte. Las imágenes entre el puente Gorica y el que cruza a Mangalem hablan por sí solas. Minaretes, iglesias bizantinas encaramadas en las roca y el equilibrio de muros blancos y grandes ventanas componen esa postal que roza la perfección. No hay que olvidar además que Berat es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2008.
Desde la mezquita de los solteros, cerrada al público pero con unas pinturas magníficas en el exterior, podemos empezar a indagar en los laberínticos callejones o, mejor aún, abrirse a la derecha hacia los restos del palacio del Pasha, donde sólo quedan en pie el viejo harén y un portón de piedra. Allí nos encontraremos de lleno con la conocida con la Mezquita del Rey (Xhamia e Mbretit) erigida en 1492 en honor al Sultán que corrió peligro durante la etapa comunista aunque reabrió al culto en 1991. El techado y el mihrab destacan en este interior no tan modesto como podría parecer desde fuera.
En nuestro caso un personaje que se presentó como guardia de la mezquita nos invitó a subir a lo más alto del minarete, cosa que hicimos dos de nosotros para asegurarnos una buena panorámica. Y de lo cual me arrepiento todavía, pues no he sentido tanto vértigo en toda mi vida. Se debe subir cerca de un centenar de escalones en un espacio claustrofóbico y angosto, aunque no tanto como cuando se está arriba. El muro que circunda la cima del alminar se cierra por las pantorrillas, por lo que la sensación de vulnerabilidad, peligro y, por supuesto estupidez supina, convierten a éste en un acto de gran imprudencia. ¡Por una puñetera foto que no vale nada! (Y que me niego a publicar).
Junto a la mezquita merece la pena acceder al tekke bektashí de la Hermandad de los Halvetis. Su interior, muy ornamentado, hacen de esta construcción sufí de las mejores del país.
Dando media vuelta desde la mezquita del rey se asciende la empinada cuesta que lleva al castillo, o más bien ciudadela, que corona Berat. Un delicioso entramado medieval donde conviven las ruinas medievales de la fortaleza con viviendas, algunas de las cuales siguen habitadas, mientras que otras han sido reconvertidas en comercios o restaurantes. Las vistas desde la torre principal hacen que la subida merezca la pena, aunque también cabe destacar los restos del aljibe, el polvorín, la silueta esquelética de la conocida como mezquita roja así como los accesos a dos iglesias cristianas posicionadas en un vertiginoso emplazamiento.
GJIROKASTËR, LA GLORIA DE LA MANSIÓN OTOMANA
Si colocásemos en el mapa una línea recta que unieran Berat y Gjirokastër (también escrito Gjirokastra) nos darían 100 kilómetros. Pero las carreteras albanesas son impredecibles y el rodeo se convierte en 180 km y alrededor de cuatro horas de inversión. Sin embargo, alcanzar el objetivo sabe a gloria cuando se admira la colina sobre la que se asienta esta urbe de marcado carácter otomano. Nos esperan grandes mansiones de los siglos XVII, XVIII, XIX y parte del XX con torreones laterales y tejados de pizarra que se asemejan a viseras son parte del encanto de la bella Gjirokastra, al igual que Berat Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por considerarse «un raro ejemplo de pueblo otomano bien conservado y construido por terratenientes». Tuvo la suerte de ser la cuna de Hoxha y gozar de la benevolencia que éste no tuvo con otras ciudades albanesas. La antigua Argyrokastron no decepciona en absoluto. De hecho, cuando alguien pregunta sobre si se prefiere Berat o Gjirokastra suena igual que lo de querer más a papá o a mamá. Ya se sabe la respuesta, a los dos por igual, aunque luego el corazoncito ponga de su parte para desestabilizar, aunque sea un poco, esta delicada balanza.
¿Qué ofrece la bella Gjirokastra? Lo tiene todo dentro de su casco viejo. Un castillo medieval con maquinaria armamentística antigua y vistas prodigiosas, un pequeño bazar con un punto de encuentro en una fachada de postal donde se concentran nada menos que cinco calles (junto con el de Krujë es el mejor sitio para hacer compras) y, por supuesto, la posibilidad de acceder a varias mansiones otomanas. Las más interesantes son la casa Skenduli (En Rruga Sokaku i Te Mareve), la cual fuera habitada hasta los años ochenta y de la que destaca la sala donde se oficiaban bodas, así como la casa Zekate, en lo más alto de Gjirokastra y considerado como uno de los mejores ejemplos de arquitectura otomana en toda Albania.
El resto pasa por callejear, jugar con las luces de la noche en la vieja mezquita junto al bazar o sentarse a tomar algo en la terraza exterior del Hotel Kodra con las mejores vistas, a mi juicio, de la ciudad vieja. El mero hecho de amanecer en Gjirokastra es uno de esos regalos que no nos podíamos dejar de permitir en un viaje como este. Aunque sí dedicarle más tiempo. Porque sencillamente lo merece.
BONUS 1: En la ciudad sobrevive un túnel de la Guerra Fría con más de 800 metros de longitud y 59 estancias de los años sesenta que, además, se puede visitar por apenas 200 leks. (Dirección: Rruga Gjin Zenebisi, junto al Consulado griego)
BONUS 2: Ideal para comer buena comida albanesa el Restaurante Odaja en una de las calles que parten del zoco como es Rruga Gjin Bue Shpata.
BUTRINTO, EL MEJOR YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE ALBANIA
Desde Gjirokastër bajamos al extremo sur de la República de Albania en alrededor de hora y media de carreteras sinuosas pero de bellísimos paisajes. Obviamos el Blue Eye a mitad de camino, un paraje que se ha vuelto muy popular por el tono azulado del manantial, y que reservaremos para otro viaje en el que contemos con un mayor número de días. Nuestro objetivo era llegar bien temprano a Butrinto, una antigua isla (ahora península) perfumada con las brisas del Canal Jónico y más cerca de Grecia que nunca. De hecho la isla de Corfú se aprecia con nitidez desde Saranda, Ksamil y la propia Butrinto. Hablamos del lugar más visitado del país con diferencia. Un tesoro Patrimonio de la Humanidad desde 1992 en un parque nacional que hace las delicias de los aficionados a la arqueología y la cultura mediterránea. Puesto que por Butrinto (Butrint en albanés) han pasado ilirios, griegos, romanos, venecianos y otomanos, dejando su impronta en un collage diseñado por los rigores de la Historia durante varios miles de años.
No hace falta ser precisamente Heinrich Schliemann para percibir los múltiples encantos de Butrinto. Una visita libre, pero señalizada, permite acceder al otro lado de una gruesa torre veneciana que se dora a la puesta de sol, a los antiguos mundos de Roma y del período helenístico. Destacan los graderíos del viejo teatro, cuyo escenario se inunda con asiduidad y la mirada invisible del templo de Asclepio. Adivinar la ubicación exacta del ágora y admirar las columnatas del baptisterio, bajo las cuales descansa uno de los mejores mosaicos romanos descubiertos en los Balcanes, son sólo parte de un recorrido que nos llevará por el baptisterio y lo que queda de las murallas. La puerta del león nos da la clave para iniciar un cómodo ascenso al acrópolis griego y culminar en la cima de la colina para viajar nuevamente a la Serenísima República de Venecia, con un castillo desde donde vislumbrar el Canal Jónico y la mismísima Corfú. Bajando unas escaleras se accede a un pequeño pero interesante museo con obras escultóricas griegas y romanas, así como con hallazgos arqueológicos e imágenes que nos permiten transitar por las distintas capas de la Historia de Butrinto.
En días sin mucho viento merece la pena darse una vuelta en bote, alcanzar el fuerte triangular veneciano así como el castillo rodeado de mar de Ali Pasha, gobernante otomano que pactó con Napoleón y al que Lord Byron tiró de «tirano sin remordimientos».
Dado que la griega Corfú es una importante parada de cruceros y muchos ofrecen la excursión a Butrinto, conviene ir en cuanto abran (a las 9:00) o un rato antes del atardecer (cierra a las 19:00 h.) para disfrutar de una experiencia sin demasiadas aglomeraciones. En nuestro caso, al viajar en tiempos de pandemia y de escasez de cruceros, pudimos contemplar las ruinas arqueológicas con escasísima compañía.
HIMARË, EL BALCÓN DEL ADRIÁTICO EN ALBANIA
Nuestro regreso a la capital lo fuimos haciendo por la ruta de la costa. Dejamos atrás Ksamil (y sus islas rocosas) o la megaturística Sarandë (el centro neurálgico del turismo de sol y playa en Albania). A partir de ahí llegaron las curvas y las miradas al litoral, conocido como Riviera albanesa, uno de los fragmentos europeos donde todavía existen playas casi vírgenes. Poco antes de llegar a Himarë, nos deleitamos con los colores y formas de Porto Palermo, con aguas turquesas, su propio castillo veneciano y hasta un búnker para submarinos y otras naves de los tiempos de la dictadura comunista.
En Himarë visitamos las dos partes, la eminentemente playera que recuerda a lo que era el litoral en el Levante a principios de los años setenta, y la más antigua, que permite transitar por las ruinas de una vieja ciudadela con castillo y desde la que se aprecian las siluetas de las islas Jónicas al norte ya de Corfú. Es un pequeño viaje en el tiempo el cual, rematado con un buen espresso o una limonada natural en el escondido Café Butterfly justo instantes antes del atardecer, permite ponerle el broche a una de esas experiencias albanesas difíciles de olvidar.
Continuando nuestro camino hacia Vlorë pasamos por diversas «Berat» en miniatura con el mar como compañero. Dhermi, con la playa de postal Gjipe Beach como uno de sus reclamos, o algunos paisajes de cárcavas donde contrasta la arcilla con la vegetación espesa. O Vuno, que no aparece ni en las guías, fueron algunos de los lugares que anotamos en el cuaderno de viaje para próximas visitas al país. Poco después salvamos un desnivel de mil metros a base de curvas para adentrarnos en el Parque Nacional Llogara…
Y así hasta llegar de noche, justo minutos antes del toque de queda, a la caótica e indescriptible Tirana, donde un recepcionista que se parecía a Quique San Francisco se cayó de bruces al suelo nada más vernos entrar a un coqueto hotel boutique sumergido en un bloque monstruoso de hormigón. Ahí comenzaba otra historia. O se podría decir que terminaba una andadura en un país que deja un regusto dulce sin llegar a empalagar.
Justo lo que buscábamos.
TIRANA, LA CAPITAL INDESCIFRABLE DE ALBANIA
Es probable que Tirana no se halle entre las veinte ciudades más bonitas del mundo. Realmente tampoco está entre las cien. Y habría que ser muy optimista para situarla ni tan siquiera en las doscientas. Hay quien piensa que sólo supone un daño colateral inevitable al viajar a Albania. Pero no estoy de acuerdo. Tirana, si bien la dictadura comunista le desvistió de un 95% de su legado histórico, tiene su interés pues desde la misma se entienden muchas cosas acerca del país. En su centro neurálgico, la colosal Plaza Skanderbeg, donde estatua la ecuestre de su héroe por antonomasia parece iniciar una larga cabalgadura junto al estandarte con el águila de dos cabezas, se comprende que Tirana pasa por ser un collage de muchas cosas. De parafernalia brutalista y hormigón, de murales propangandísticos y rascacielos modernos de cristal aún sin terminar, pero también de un pasado donde una mezquita como la de Et’hem Bey en dicha plaza, rescata largas centurias dentro del Imperio otomano. Es del siglo XVIII y funciona todavía para el culto (interrumpido durante cuatro décadas), aunque no se puede acceder al interior. Pero basta contemplar sus profusos murales con temáticas que no suelen estar presentes en el islamismo, para reconciliarse un poco con la ciudad.
En la Plaza Skanderbeg suena música a todas horas, la gente se reúne y pasea. Albania late por completo en este lugar. Y desde este punto, quedan muchas cosas a mano, como la catedral ortodoxa, de gran tamaño y una lámpara bizantina que si uno se coloca bajo la misma se asemeja al mecanismo de un reloj bajo una cúpula celeste.
O, la que para mi parecer considero la visita más interesante que se puede hacer en Tirana, el Bunk’Art 2, a escasos metros de la plaza, un refugio nuclear de largos túneles y estancias tenebrosas planteado para una invasión que nunca llegó. Adentro se narra en una atmósfera lúgubre todo lo sucedido en el país durante los últimos cien años, sobre todo alzando la memoria de las atrocidades cometidas durante el mandato de hierro de Hoxha. Hay enseñanza en cada una de sus estancias, desde la sala de los interrogatorios y las celdas hasta el apartamento del Ministro del Interior donde tres teléfonos definían la gravedad del problema (negro gravísimo, rojo gravedad moderada y gris si el problema ya estaba solucionado) trasladado en una llamada.
Igualmente cerca queda el Museo Nacional de Bellas Artes, que guarda buena muestra del arte pictórico y escultórico, eminentemente propagandística, como no podía ser menos. Muchos de sus cuadros y figuras formaron parte de ministerios y edificios públicos de Tirana. Pero en la parte trasera del museo (yendo por la puerta hacia la derecha) sobreviven milagrosamente una retahíla de esculturas con Lenin, Stalin y el propio Hoxha, los cuales un día rivalizaran con el mismísimo Skanderbeg en las plazas de la ciudad.
Pero Tirana tiene mucho más. Como su pequeño y modernizado bazar rodeado de terrazas, un modesto puente otomano de piedra a pie de calle y fachadas con variopintos motivos pictóricos (se proponen rutas de arte urbano por la ciudad). Como la pirámide comunista en proceso de renovación. O polvorientas tiendas de antigüedades con sombreros y máscaras antigás junto a tazas de recuerdo con la bandera albanesa serigrafiada. Son también esenciales los cafés del barrio Blloku (donde vivían los jerifaltes del Gobierno de Hoxha y donde hasta los noventa no podía acceder el resto de la población), el olor a kofta recién hecho que se mezcla con el humo de los tubos de escape y acompasado por el ruido de un taxista tocando el claxon. Todo lo demás parece sacado del extrarradio de cualquier ciudad de los años sesenta. Con fachadas roídas, callejones sospechosos y luminosidad limitada después del atardecer.
Así es Tirana. Indescifrable pero que ofrece un hilo del que ir tirando.
TEST RÁPIDO SOBRE ALBANIA
Aunque ya habrá tiempo de elaborar algo más detallado, aquí tenéis una lista de preguntas y respuestas cortitas y al pie en las que trataré de responder a muchas de las cuestiones que me han hecho llegar algunos lectores durante el viaje a Albania:
- ¿Hace falta visado para viajar a Albania?–> No. De hecho aunque no es de la UE admiten incluso el DNI.
- ¿Qué moneda utilizan?–> El lek. 1€ equivale a 123 leks. Aceptan euros en casi todas partes. Algo a tener muy en cuenta es que hay que portar efectivo suficiente, ya que ni en la mayoría de los hoteles aceptan tarjetas de crédito/débito. Albania sigue siendo un país donde se pagan las cosas en cash. Afortunadamente no hay escasez de cajeros para ir sacando dinero.
- ¿Cómo volar a este destino?–> Desde España la ruta más lógica es vía Italia (sea Roma, Milán, Bolonia, etc.) con Alitalia. Aunque también hay vuelos con Lufthansa vía Frankfurt o con Turkish vía Estambul.
- ¿Cuántos días son recomendables como mínimo para este viaje?–> Mínimo una semana completa para abrir boca, aunque lo ideal sería 10-15 días.
- ¿Albania es un destino seguro?–> A pesar del estigma de la mafia, se trata de un país muy seguro para el visitante. Un país donde es fácil sentirse tranquilo y bien recibido. Eso no quita que sea recomendable llevar un buen seguro de viaje (recomiendo IATI, con un descuento para seguidores de El rincón de Sele) con coberturas anticovid con las que estar protetigos ante posibles inconvenientes. Y no sólo relacionadas con el Covid.
- ¿Cómo es de caro o barato?–> Se puede comer y cenar fenomenal en un buen restaurante por 8-12€ por persona. Muchas veces incluso por debajo de los 6€. Se encuentran fácilmente hoteles bastante aceptables por 30/40€ la noche. Las entradas a sitios rondan 1 ó 2€ máximo, salvo en Butrinto, que cuesta 700 leks (algo así como 5,50€).
- ¿Qué tal están los hoteles en Albania?–> Me han sorprendido muy gratamente. Hay buena cantidad de hoteles, muchos de ellos renovados y bastante limpios. La atención al cliente formidable en buena parte de los casos. Y a precios que en España no pagas ni una pensión en el quinto pino. Donde son más básicos es en la zona de los Alpes albaneses, dado que allí las infraestructuras son menores. ¡Pero las vistas a las montañas lo compensan!
- ¿Cómo son las carreteras?–> Es un país para recorrérselo en coche, está claro. Pero a sabiendas de que Albania tiene unas carreteras bastante pésimas y que no se pueden medir las distancias en kilómetros sino en horas. Los amantes de las carreteras secundarias aquí lo pueden gozar, eso sí. He aquí una herramienta para buscar coche de alquiler a buen precio en Albania.
- ¿Cómo tener internet en todo momento?–> Para no depender de las señales wifi de los hoteles, a veces débiles, yo suelo siempre llevar una tarjeta SIM virtual (o eSIM) al destino. Que me la instalo en segundos sin tener que quitar mi propia tarjeta y que se pone en funcionamiento nada más aterrizar. Me llevé una tarjeta Holafly con 6GB válidos durante 15 días a una buena velocidad (puedes solicitarla aquí con un pequeño descuento para lectores de El rincón de Sele utilizando el código elrincondesele).
- ¿Habrá más viajes de autor a este país con lectores de El rincón de Sele?–> Después de haber realizado este primer viaje con lectores del blog y gracias nuevamente a Pangea, estoy convencido que volveré a Albania más temprano que tarde. Si te interesa tener información cuando eso suceda y formar parte de una posible salida a este país, no dudes en ponerte en contacto conmigo.
CONSULTA LOS PRÓXIMOS VIAJES DE AUTOR (haz clic sobre el banner):
Vuelvo a insistir que los lugares mencionados son una selección que puede o debe verse aumentada con destinos de la talla de Korçë, Elbasan, Permet, los lagos Ohrid y Prespa e infinidad de destinos de máximo interés. Ideales para viajes de más días o, en mi caso, para regresar nuevamente.
He disfrutado mucho de la experiencia. Aunque no hubiese sido lo mismo sin la compañía de Carmen, Cris, Radi, Montse o Bárbara, cómplices necesarios en esta aventura y quienes doy fe han dado lo mejor de sí mismos para absorber lo mejor de Albania. Ni por supuesto de Roberto, mi aliado de aventuras en Pangea con quien seguro me esperan no pocas aventuras. A todos ellos sólo les pido dos cosas, volver a coincidir viajando y que, de vez en cuando, miren bien dentro del cajón. Nunca se sabe lo que espera ahí dentro.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
3 Respuestas a “La ruta de un viaje a Albania de norte a sur (¿Qué ver y hacer en Albania?)”
Sele, como siempre la mejor información practica. Un destino muy a tener en cuenta. Muchas gracias. Un abrazo, amigo.
Gracias Víctor!!! Seguro que un día conoces este bonito destino.
Un abrazo,
Sele
Sin duda este lugar es un tesoro muy bien oculto. Espero que en mi visita me cause la misma sensación que te ha causado a ti. Gran post que dan ganas a visitar dicho país.
Un abrazo amigo.