Heidelberg, la última estirpe del romanticismo en Alemania
Las orillas del río Neckar regalan en Heidelberg una de las postales más admiradas por los adalides del romanticismo alemán. Joseph von Eichendorff o Clemens Brentano, la versión germana de los Bécquer, Zorrilla y compañía, huyeron del perfeccionismo neoclásico para abanderar un apego a lo medieval, a despreciar el orden y el rigor racional a través de una decepción disfrazada de melancolía. Amantes de las ruinas, la naturaleza y la niebla, hallaron en Heidelberg la ciudad ideal para plasmar su eterna nostalgia y dar pábulo a sus poesías y novelas. Las vistas del castillo desde el puente antiguo o desde el «camino de los filósofos» acercan a los viajeros de ayer y hoy uno de los escenarios más románticos (en ambos sentidos del término) de Alemania. El medievo que ya fue da paso a la alegría de una ciudad universitaria que acoge a todos por igual en su casco viejo y les recuerda que como ella hay pocas o ninguna.
A día de hoy visitar Heidelberg es una de las mejores cosas que nos han podido pasar en Alemania. Hay tanto que ver y hacer en esta joya de Baden-Wurtemberg, pero a su vez es tan fácil de recorrer en pasos cortos, que propongo romper todos los mapas y descubrirla dejándose llevar.
Qué ver en Heidelberg: Paso a paso y con el castillo como nuestro faro
Tan sólo 80 kilómetros de distancia, lo que no viene a ser más que una hora de camino, separaba Heidelberg de nuestro punto de origen, el aeropuerto internacional de Frankfurt. Un coche de Sixt alquilado en la Terminal 2 (tras utilizar con antelación un comparador de vehículos de alquiler) sería nuestro medio de transporte para un viaje que tenía un primer objetivo: Heidelberg. En compañía de Rebeca y dos buenos amigos que viven en Mainz (Diego, chileno que conocí en San Pedro de Atacama, y su chica oriunda de la Selva Negra, Chantal) tendría lugar un roadtrip ciertamente improvisado que nos llevaría posteriormente a Schwetzingen, Worms, Speyer e incluso Bacharach, un entrañable rinconcito medieval en pleno Valle del Rin. Si bien es cierto que lo único innegociable de aquellos días era precisamente Heidelberg, razón de ser de un viaje que daría para mucho más.
Dejamos el coche en un parking de la Plaza Bismarck (Bismarck Platz). Y ahí nos olvidaríamos por completo de él. Porque Heidelberg es para hacerla por completo a pie, y como mucho, si nos apetece, tomar un barco panorámico con el que navegar por el Neckar o ahorrar tiempo y pasos en el ascenso al castillo utilizando un cómodo y rápido funicular. Si bien la ciudad ronda los 150.000 habitantes, su casco viejo, el que nos interesaba visitar (porque es lo que merece la pena), es extremadamente manejable. Entre el extremo oeste (Plaza Bismarck) y el área del castillo no hay más de 2 kilómetros en línea recta. Entre medias está la ciudad estrechándose hasta prácticamente pisar el río Neckar porque detrás lo que hay son frondosas colinas.
A continuación os mostramos cuál fue nuestro recorrido por la ciudad de Heidelberg:
Hauptstraße, la calle principal de Heidelberg
Os puedo asegurar que en Heidelberg perderse es tan extraño como imposible. Para encontrarse basta preguntar por la Hauptstraße o por la orilla meridional del río Neckar. Una es la vía peatonal y comercial principal de la ciudad (eso quiere decir su nombre precisamente) y la otra es paralela a ésta al ras de la cuenca fluvial. Ahí nos jugamos buena parte de nuestras opciones en la urbe alemana. Basta con seguir esta arteria esencial para comprender la ciudad romántica que termina en la Karlstor (o empieza, según se mire). Ella y sólo ella nutre de frescura y alegría al altstadt (ciudad vieja).
A medida avanzamos nos encontramos con una ajetreada vía comercial donde los músicos callejeros se dejaban entrever entre una buena multitud de paseantes no sólo alemanes sino de numerosos países del mundo. Heidelberg se muestra como uno de los rincones más amables y deseados en territorio alemán, y por ello los fines de semana y festivos anda llena de gente. Pero en diario el trasiego también es constante, puesto que ante todo es ciudad universitaria. Y no una cualquiera, ya que la de Heidelberg se trata de la primera universidad de Alemania. Fundada en 1386 por Ruperto I en un marco tan complejo como el Cisma de Occidente (o el Papado de Avignon) continúa siendo uno de los principales y más valorados centros de pensamiento del mundo. Su huella es constante en muchos de los edificios de Hauptstraße que tienen que ver con la actividad humanística de esta vetusta institución.
Por ejemplo Haus zum Riesen (en el número 52), levantada con las piedras derruidas del castillo y que, aunque ahora agrupa varios departamentos universitarios, fue antes residencia palaciega e incluso destilería. Frente al edificio la Fiedrichsbau nació en el último tercio del siglo XIX para ser instituto de ciencias naturales y sustituir al anterior (que tiene justo a sus espaldas, el Alte Anatomie). Este espacio tan académico, conocido como la Plaza de la Anatomía suele ser un hervidero de vida, con la estatua de Robert Bunsen, descubridor de elementos químicos como el rubidio y el cesio, y esencial para comprender los hallazgos estrectoscópicos de la época.
Continuamos el paseo y nos topamos con la iglesia de la Providencia (Providenzkirche) y su reconocible cúpula en forma de bulba, la cual viene de los tiempos del Príncipe elector Carlos Luis, quien la mandó erigir para una cada vez mayor comunidad luterana. Su silueta es parte reconocible de esta preciosa avenida peatonal. Más adelante, pero mirando a la izquierda, el Palacio Morass nos mostró una fusión barroco-renacentista que tras ser palacete noble (y posteriormente de la beneficencia) acoge desde 1905 una interesante colección museística (Kurpfälzisches Museum) donde se cuenta de manera entretenida la historia de del Palatinado.
Sin cambiar de mirada y esperando cuatro calles perpendiculares más, nos internamos a mano derecha en busca de la Plaza de la Universidad y las puertas de la encantadora iglesia jesuíta (Jesuitenkirche). Con fachada e interior barroco, tardó en construirse siglo y medio, pero el resultado mereció la pena. Además allí tuvimos la suerte de llegar a la hora de un ensayo de música sacra en que se encontraban utilizando el antiguo órgano. ¡Y sonaba estupendamente bien el Canon de Pachelbel!
La casa más hermosa de Heidelberg
Retomando de nuevo la calle principal nos acercamos cada vez más al corazón de Heidelberg. Cuando ya apreciábamos uno de los costados de la imponente Heiliggeistkirche (Iglesia del Espíritu Santo) y nos hallábamos a dos pasos de Marktplatz (Plaza del Mercado) no pudimos obviar la fachada de una preciosa casa conocida como Haus zum Ritter. Levantada en 1592 para vivienda de un acaudalado hugonote venido de Francia, Charles Bélier, que se dedicaba al comercio de paños (muy próspero entonces) fue la única del estilo en sobrevivir a la destrucción de la ciudad en la fatídica Guerra de los nueve años. Hoy día sirve de hotel y restaurante (aunque ya fuera mesón o albergue siglos atrás).
Charles Bélier quiso que su casa fuera la más hermosa de Heidelberg y se la dedicó al caballero San Jorge (cuya efigie se aprecia en el edificio) así como a su familia, a quien representó como un carnero (el significado de su apellido). La foto del edificio desde la calle Fischmarkt (Mercado del pescado) es una de la esenciales en todo viaje a Heidelberg. Junto con el castillo o el puente antiguo, se trata de un icono sumamente reconocible en la ciudad.
Martkplatz, un corazón no deja de latir
He aquí el centro neurálgico del altstadt. Heidelberg ha vivido aquí en en el último milenio su pulsión e instinto más urbanita. Antes lo hacía el antiguo mercado medieval que da nombre a la plaza. Ahora, mientras continúan en marcha los antiguos puestos comerciales adosados a la Iglesia del Espíritu Santo (me recordó en algo a lo que sucede en la Plaza principal de Cracovia), la gente compra artesanía y souvenirs de su viaje a Alemania. Al frente la Rathaus (Ayuntamiento) recuerda la parte más institucional de la ciudad. En el centro una fuente en la que Hércules es el protagonista se hace referencia simbólica a los esfuerzos «hercúleos» que tuvo que hacer Heidelberg para recuperarse de su casi aniquilación en la Guerra de los nueve años para ser de nuevo un centro de esplendor en Europa. Es realidad es la historia de Alemania contada una y otra vez… Una potencia que se cae para después levantarse con mucha más fuerza.
Tuvimos la suerte de que el cielo se pusiera de nuestra parte. El día más veraniego de una incipiente primavera provocó que se sacaran todas las mesas posibles a la plaza y convertir a esta en la cervecería alemana más agradable del Valle del Neckar. En Alemania bastan unos rayos de sol, y no precisamente voraces, para sacar a la gente a la calle, despedir al invierno y estrechar la mano con firmeza al buen tiempo.
Accedimos a la Heiliggeistkirche (Iglesia del Espíritu Santo) para degustar su gótico tardío (aunque, como era usual entonces, sustituyendo los cánones románicos de una basílica anterior). El que fuera el lugar de entierro de los príncipes electores es ahora un templo luterano (aunque durante años convivieron sorprendentemente ambas religiones). La vieja biblioteca palatina, antes situada en los laterales y que contenía una de las colecciones bibliográficas más extraordinarias del continente, desapareció de su tribuna lateral y buena parte de los libros fueron llevados al Vaticano.
El interior de la iglesia es bastante sobrio, aunque la altura de la nave central es mayúscula y goza de una gran luminosidad. Uno de los atractivos de la misma está en subir a la torre del campanario para disfrutar de unas espléndidas vistas de la ciudad. Para ascender los 38 metros de ésta hay que abonar previamente 2 euros.
Antes de continuar teníamos dos opciones, ir primero al puente antiguo, que nos quedaba apenas a un minuto bajando la calle desde la iglesia, o continuar por la Hauptstraße para acercarnos lo máximo posible al castillo. Y decidimos echar un primer vistazo al hermoso puente del príncipe Carlos Teodoro antes de retomar nuestra marcha a la calle principal. Aunque ya sabíamos que al puente había que volver por la tarde para hacer fotos con mejor luz y cruzar al otro lado donde las vistas son magníficas.
Alte Brücke, el puente antiguo
A pesar de llamarse «puente antiguo» es tan sólo el último de distintos puentes que hubo aquí a lo largo de los siglos. Aunque éstos antes habían sido de madera y no habían soportado las frecuentes y violentas crecidas del Neckar (al último de ellos lo reventaron grandes témpanos de hielo). Así que en 1788 se inauguró uno de los puentes de piedra más fotogénicos de Europa (está dentro de mis favoritos junto al puente de Carlos en Praga, el de los inválidos en París o el de Sant’Angelo en Roma).
Traspasamos la antigua Brückentor (Puerta del Puente) con dos torreones gemelos rematados en un cúpulas acampanadas e hicimos por primera vez este hermoso puente de sillares rojizos al estilo Heidelberg. A la altura de la estatua del Príncipe elector Carlos Teodoro (que le da su nombre oficial) buscamos algunas de las postales de la ciudad monumental que quedaba al otro lado. Pero sería sólo el primer cruce del Neckar, ya que regresaríamos horas más tarde y con unas mejores condiciones de luz.
Dos plazas antes de dirigirnos al castillo
Si bien la Markpltatz es la plaza principal de la vieja Heidelberg, no es la única. De camino al castillo y continuando por la kilométrica Hauptstraße, además de entretenernos en una encantadora tienda de mapas antiguos, nos detuvimos a contemplar otras dos plazas, a cada cual más bella. La primera se trataba de Kornmarkt, cuyo nombre hace referencia a un antiguo mercado de abastos (korn es grano en alemán) que allí se situaba. La silueta de una capilla de la que sólo quedan marcas en el suelo recordándola y, sobre todo, una estatua de una Virgen María de estilo barroco creada por el artista Peter van den Branden en 1718, son los elementos más reconocibles junto al Palacio Graimberg, de la que particularmente pienso que es la plaza más pintoresca y hermosa de Heidelberg.
Más adelante hay otra algo más grande, Karlsplatz, en la que el castillo se deja ver por completo desde abajo. Y precisamente hacia él nos encaminamos, no sin antes pararnos a comer algo, porque la mejor visita que se puede hacer en Heidelberg es precisamente la que tiene como protagonista al viejo fortín palaciego.
Funicular al castillo de Heidelberg
En la Plaza Kornmartk uno tiene la posibilidad de elegir si subir al castillo a pie o hacerlo en funicular (si se quiere entrar al castillo el precio es el mismo). A esas horas de la tarde, recién comidos, hicimos algo de pereza para tomar la cuesta arriba y nos decantamos por subir de la manera más cómoda. Pagamos 7 euros por ida y vuelta, precio que incluía la visita al castillo por dentro, así como la bodega y el Museo de la farmacia. También nos daba la posibilidad de subir más arriba, a la estación de Molkenkur (desde la cual se puede tomar otro funicular a Königstuhl, la silla del rey, y disfrutar a 567 metros de altura de los parajes montañosos de Odenwald, aunque el precio ya ascendería a los 12 euros totales).
Este funicular fundado en 2004 tiene capacidad para 130 personas. El que lleva a Königstuhl, en cambio, está preparado para un máximo de 50 personas. Pero lo más destacable es que lleva funcionando nada menos que desde 1907.
El tramo entre Kornmarkt y el castillo no llegó a los 5 minutos de duración. Durante el trayecto no hay se disfruta de panorámica alguna, ya que atraviesa literalmente parte de la colina por un túnel.
El castillo de Heidelberg, ruina romántica y mirador de la ciudad
Donde empezamos a tener vistas impactantes fue nada más abandonar el funicular. Encontramos un primer mirador cerca de la salida que nos permitió observar unas grandiosas panorámicas de la ciudad del Neckar. Ahí se distinguían los principales edificios. La iglesias de Espíritu Santo o la jesuíta, el puente antiguo, el ayuntamiento y, por supuesto, el monte Heiligenberg que domina sobre el famoso Camino de los filósofos, donde la gente se suele ir a caminar para disfrutar de otras vistas prodigiosas de Heidelberg.
Rodeado de un gran foso, el que asomaba sus roídos muros rojizos era el Heidelberger Schloss (castillo de Heidelberg), gobernando por completo la ciudad desde arriba. Ajado por los avatares de no pocas guerras, aunque la que más le rompió fue la de los nueve años contra las tropas francesas, fue sede residencial de los Príncipes electores del Palatinado. La dinastía Wittelsbach ocupó sus muros durante nada menos que cuatro siglos y su impronta forma parte ya de paredes y estancias, algunas incapaces de ocultar su desnudez.
Al interior del castillo accedimos a través de la Torturm con nuestro ticket de entrada que adquirimos en las taquillas del funicular. El patio central nos mostró nuevamente una colección de paredes desnudas, vanos sin cristal que dejaban pasar el verde de las montañas del valle, pero conservaba todavía una enorme profusión de detalles. De hecho aquellos edificios parecían ser, a todas luces, una galería de estatuas y retratos en los que predominaban las figuras de los Príncipes electores que gobernaron esta tierra durante cientos de años.
Las ruinas del castillo de Heidelberg me parecen razón suficiente para venir a esta ciudad y quitarse la venda de los ojos. La evidencia se convierte en tu mejor guía. Y la cámara, en casos como este, echa humo.
Además de disfrutar de la monumentalidad del edificio que enamoró (y enamora) a los más románticos el castillo ofrece dos curiosas visitas más. La primera a uno de los mejores museos de farmacia que se pueden ver en Europa, con auténticas farmacias de los siglos XVII y XVIII trasladadas a propósito y un montón de aparatos y medicamentos más o menos ortodoxos que sirvieron para curar (o estropear más aún) a los enfermos de la época. Mientras que la segunda visita te traslada a una bodega que ahora hace de restaurante en la que se conserva el barril más grande del mundo. Y eso os aseguro que es decir mucho. A saber, 130 troncos de roble con 8 metros de largo, 7 de ancho y una capacidad de 221.726 litros.
Cada verano desde 1926 se celebra el Festival del Castillo (Heidelberger Schlossfestspiele), uno de los momentos culturales más y hermosos esperados de Alemania. En diversas estancias del castillo de Heidelberg, tales como el emblemático patio central o la Sala Real o la capilla se ofrecen cada tarde/noche variados espectáculos culturales tales como obras de teatro, conciertos, shows de danza o recitales de ópera. Suele ser desde mediados de junio a finales de julio.
Junto al castillo hay una zona de jardines y una pradera que en días cálidos como el que nos había regalado aquel fin de semana, aprovechamos para tumbarnos a la sombra de un árbol durante un buen rato antes de volver a emprender la marcha.
La otra orilla del Neckar
Ya cuando se fue haciendo tarde y bajó la luz nos vimos a tratar de ver atardecer al otro lado del puente antiguo. Casualmente se nubló allá donde había estado despejado todo el día y no tuvimos la postal que buscábamos, pero aún así disfrutamos de una visión más relajada y onírica de Heidelberg.
Desde atrás precisamente da inicio el sendero panorámico más buscado por los viajeros. El Camino de los filósofos se enmarca como un idílico paseo por las laderas monte Heiligenberg. Y, sin duda alguna, regalan las mejores vistas de la ciudad, aún mejores si cabe que las que hay desde el castillo.
El contraste de orillas en Heidelberg nos sirvió para echar el telón en una ciudad cargada de entusiasmo y, sobre todo, romanticismo…
Y el viaje continuó en los alrededores de Heidelberg
Dado que teníamos aún varios días por delante y un coche con el que movernos donde quisiéramos, el resto lo dejamos sujeto a la más pura improvisación.
Y terminó quedando un recorrido sobre la marcha bastante interesante que nos llevó a conocer:
+ Schwetzingen: A 10 kilómetros de Heidelberg hay una visita del todo recomendable al Palacio y los jardines de la que fuera residencia de verano de los Príncipes electores del Palatinado. Un pequeño Versalles en territorio alemán donde incluso se puede visitar una preciosa mezquita barroca que se refleja sobre un idílico estanque donde nadan los cisnes.
+ Worms: A 47 kilómetros de Heidelberg en la región de Renania-Palatinado. Se trata de las ciudades más antiguas de Alemania y el lugar donde transcurre buena parte del Cantar de los Nibelungos (hay un museo dedicado a esta epopeya y su relación con Worms). La catedral, que parece una fortaleza, forma un trío mágico con la de Mainz (Maguncia) y Speyer (Espira).
+ Speyer: A 32 kilómetros de Heidelberg. Tras el altar mayor de su imponente catedral románica hay enterrados nada menos que ocho emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. Se trata, de hecho, del mayor edificio románico que existe en todo el mundo. Pero además la vieja Espira es una ciudad muy animada. Una vez se traspasa Altpörtel, una espléndida torre gótica que recuerda a las de la ciudad de Praga, se accede a la antigua Via Triumphalis (ahora Maximilianstrasse), una avenida peatonal repleta de edificios neoclásicos y heladerías que lleva hasta los pies de la catedral.
Speyer es desde hace siglos, además, un punto de comienzo del Camino de Santiago en el oeste de Alemania. Y conserva símbolos que así lo recuerdan.
+ Bacharach: A 120 km de Heidelberg y 80 de Frankfurt. Un pedacito medieval a orillas del Rin como Bacharach se convirtió en un capricho para redondear el viaje. Para mí se trata de uno de los pueblos más encantadores que he visitado nunca en Alemania. Y con el que se nos abrió el apetito para hacer algún día la ruta completa del Valle Superior del Medio Rin, con pueblos y castillos impresionantes, que forman parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad UNESCO. Éste apenas fue un aperitivo…
No te pierdas el artículo: Bacharach, un pueblo de cuento a orillas del Rin.
Motivos para viajar Alemania hay muchos. Hoy espero haberos dado, al menos, unos cuantos.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
20 Respuestas a “Heidelberg, la última estirpe del romanticismo en Alemania”
Magnífico y bonito blog. Muy completo y útil, con unas fotos increíbles. Enhorabuena!!
Muchas gracias Yolanda. Me alegra que te guste!!!
Sele
Hola Sele:
Por suerte , considero que he viajado bien para tener sólo 26 años (todo el norte de nuestro bello país e islas, Noruega, Polonia, Italia, Francia, UK etc.), hay que tener en cuenta que he veraneado como 12 años en Peñíscola en lo que fue mi infancia y preadolescencia, algo así como tú en Benidorm, que lo tengo muy cerquita por cierto ;-), pero este año ha sido EL AÑO que ha cambiado mi forma de ver las cosas. Empecé decidiendo que mi destino sería el sur de Alemania, luego decidí hacerlo por mi cuenta (los viajes organizados están bien para viajar con mis padres, pero no es mi estilo de viajar modelo como para aplicarlo a mi vida en pareja o amigas por ejemplo), y me puse a investigar y coger ideas de varios blogs. Descubrí tu blog y quedé maravillada, de hecho cuando puedo saco un ratito en casa o en el trabajo para viajar a través de tus palabras, por lo que me gustaría agradecerte cada post publicado, sin duda tienes cultura, cercanía, conocimiento, eres atento con los lectores y ofreces muchos consejos e información que son de grandísima ayuda (de más ayuda de la que piensas). Te animo a seguir así por muchísimos años más 🙂 El martes que viene me voy de vacaciones a Alemania y no veas qué ganas tengo de dormir fresquita en mi Ferienwohnung de Durbach, con vistas a viñedos y color verde, visitar Heidelberg… y salir de las temperaturas sofocantes de Alicante 🙂 Saludos
Hola Andrea,
O sea, que te vas mañana a Alemania???? ¡Genial! En esta época es una pasada recorrer el país. Y no dudes que huirás de los calores alicantinos (aquí en Madrid también estamos con calorcito).
De verdad, muchas gracias por tu comentario. Es de los que alientan a continuar contando historias. Esa, al menos, es mi intención. No cansarme de esto. Viajar y escribir son dos de las cosas que más feliz me hacen. Y de vez en cuando leer ánimos como los tuyos te aseguro que me vienen muy bien.
Ahora te toca a ti disfrutar de Alemania. Muchísima suerte y vive cada segundo de una manera especial.
Un saludo y a por todas!!!
Sele
Recordar es vivir !!. Visitamos Heidelberg hace unos ocho años y fue un viaje maravilloso a este rincón de Alemania. No pierdo las esperanzas de volver. Gracias por tus artículos.
Gracias por tu comentario Jorge. Esa frase de «recordar es vivir» me gusta repetirla mucho. Creo que el viaje nunca se termina del todo, ¿verdad?
Un fuerte abrazo,
Sele
Recordar es vivir!. Heildelberg estara por siempre en mi memoria y mi corazon! Adoro Alemania,ya te lo he dicho antes. Por mi, iria todos los años!
saludos
Acabo de descubrir este blog por casualidad y le verdad es que me ha gustado mucho tu forma de narrar, casi me dan ganas de irme ya mismo, parece una ciudad muy interesante espero poder visitarla en breve.
Un saludo, Carla.
Visitamos Heidelberg – Alemania hace 6 años me encantó , tu reportaje tan bien explicado y las fotógrafias tan bonitas me parece estar allí recorriendo sus calles, estuvimos con unos tios mios que viven en Darmstad. muchas gracias Sele.
Gracias Francisca!! La verdad que nos encantó Heidelberg y comprendimos el porqué de su fama.
Aunque Alemania está repleta de ciudades bonitas!
Un beso fuerte,
Sele
Hola sele!
He quedado absolutamente maravillado con tu blog y, en especial, con este post sobre Heidelberg, en 15 días vamos para allá y no sabes lo que me ayudan posts como el tuyo a planificar nuestros viajes. Muchas gracias por todo y, por favor, nunca dejes de viajar ni de escribir!!!!
Muchas gracias!! La verdad que Heidelberg nos encantó. Tiene algo especial…
También es verdad que soy muy fan de viajar a Alemania. Y Heidelberg es obligado 🙂
Feliz viaje!!!
Sele
Buenas Sele!
Me ha gustado mucho tu blog y la explicación de la ciudad de Heidelberg. Estoy planeando nuestro viaje para fin de año con mi pareja y me gustaría saber, si por casualidad sabes, de algún plan que pueda seguir. He leído que es muy bonito el año nuevo allí, pero no se realmente donde puedo ir para no aburrirnos. No somos mucho de ir de fiesta así que cualquier cosa que se pueda recomendar, seguiré con mucho gusto.
Una vez mas muchas gracias por el blog y por todos los detalles que me ayudarán muchísimo.
Un saludo,
Pepe
Hola Pepe,
La verdad que al ir nosotros en primavera esa parte más fiestera nos la saltamos. A ver si alguien por aquí concoce algo. Pero ya veréis cómo no os aburrís para nada.
Feliz viaje!!
Sele
Hola
Estoy pensando ir a finales de abril a Alemania. Vuelo a Frankfurt pero quería visitar Heilderberg, Bacharach y Coblenza. En principio pensaba dormir todos los días en Frankfurt y moverme a los distintos lugares con trenes o buses ¿te parece una locura?..la verdad es que no me apetecía demasiado alquilar un coche porque voy muy pocos días, pero todavía no lo sé. Igual me planteo dormir en dos sitios distintos, porque leyendo tus posts sobre estos lugares me han entrado ganas de verlos un poco mejor.
Gracias por estos posts, son geniales.
Esther
Hola Esther,
Sí es posible porque hay comunicación por tren. Con Bacharach no estoy seguro de si hay conexión directa (desde Colonia creo que sí). Aunque aún así me alquilaría un coche parando a dormir en sitios distintos. Alemania es muy agradecida para el coche, aunque sea con viajes cortos.
Espero que disfrutes del viaje!
Sele
Hola Sele. Disfruto mucho viendo tus fotos y comentarios de los sitios que vas visitando.
Para mi, es una manera de viajar tirando de la imaginación. Gracias-
Muchas gracias Ana! Me alegra poder trasmitirte las sensaciones de todos estos lugares. Es un auténtico honor.
Un saludo,
Sele
[…] de pasar unos días en Heidelberg con muy buenos amigos. Hacía tiempo que nos nos regalábamos una escapada de este tipo y […]
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