Talamanca de Jarama, un pueblo de cine en Madrid
En la cuenca media del río Jarama existe un pueblo que mucho antes de poner nuestros pies sobre él ya habíamos estado. Aunque no nos hubiésemos dado cuenta. De hecho, sin salir de casa o de la butaca del cine, nos había permitido no sólo viajar por el mundo sino también a través del tiempo. Son cientos las películas y series, nacionales e internacionales, con actores y actrices de fama mundial, las que se han rodado en los escenarios reales que provee Talamanca de Jarama, un municipio que no necesita precisamente de atrezzo para convertirse en uno de los pueblos más atractivos, y a la vez más desconocidos, que visitar en Madrid. Y es que, a pesar de deslumbrar a quien llega hasta él con un patrimonio histórico de gran riqueza, no se trata de esos lugares que parecen haber hallado acomodo en los circuitos turísticos. Algo que, hoy día, puede ser un punto a favor para el visitante que busca rincones singulares y poco trillados.
Murallas de origen árabe, ejemplos de románico de gran pureza, un ábside mudéjar que deja con la boca abierta. ¡Si tiene hasta un puente romano! Hay demasiado que ver en Talamanca de Jarama en una escapada corta desde Madrid, destacando su gran cartuja donde los monjes de El Paular guardaban su producción agrícola y vino en grandes tinajas y la cual ahora sirve para que la televisión y el cine nos trasladen varios siglos atrás en el tiempo.
Talamanca de Jarama, un plató con escenarios reales
Redescubriendo Madrid
Me encuentro en una fase, y creo que no soy el único, de intentar redescubrir mi propia región. En este caso la Comunidad de Madrid en la cual, a pesar de situarse entre las de menor tamaño de toda España (la sexta), hay millones de motivos para programar diversas rutas y excursiones más allá de la gran metrópoli. Siempre creí que la conocía bien, pero cada vez que me escapo me doy cuenta de que no es así. ¡Siempre quedan lugares nuevos que sorprenden! Estoy empeñado, dentro de esta aventura de redescubrimiento en origen, en buscar lugares pequeños y tranquilos dentro del territorio donde prime la naturaleza y/o el patrimonio histórico. Documentándome para un escrito sobre cuáles son los pueblos más bonitos de Madrid, los municipios sin demasiada población pero que no escasean en encanto, me vi remontando el cauce del río Jarama para llegar a su cuenca media, pocos kilómetros antes de Torrelaguna y otros muchos accesos a la Sierra Norte. Y me topé con Talamanca del Jarama, una villa que aún conserva parte de las murallas que un día la protegieron así como algunos rincones histórico-artísticos dignos de visitar.
Historia de el idilio de la industria cinematográfica con Talamanca de Jarama
En este enclave donde discurre el curso medio del río Jarama hay Historia para dar y tomar. De las que se inician con letras capitales y un recibimiento con trompetas. De caballos galopando y espadachines batiéndose en duelo. Mucho antes de que Talamanca de Jarama se utilizase como localización para innumerables trabajos cinematográficos ya había escrito su propia leyenda. Cruce de caminos en la época romana, del cual se conserva el emplazamiento de un puente cuyo origen se escribió hace casi dos milenios. Después visigótica. Pero fue en tiempos del Al-Ándalus cuando se fortificó para resistir las acometidas de los reyes cristianos. Fue frontera, posada de los Reyes Católicos junto a la cercana Torrelaguna, la cuna del Cardenal Cisneros, pero a partir del exilio forzado de los judíos, que componían una importante aljama en el lugar, comenzó un periodo de cierta decadencia que le fue restando galones como poderosa ciudad-fortaleza.
En torno al siglo XVII los monjes del monasterio de El Paular (Rascafría) levantaron allí mismo la Cartuja, una granja para almacenar diversos productos agrícolas, entre ellos vino. Un edificio inmenso que, a pesar de haberse hecho uso de él en la Guerra Civil como polvorín, se mantuvo en pie casi intacto. Sería en los años cincuenta cuando aprovechando su estado de congelación como un recuerdo viviente de la España del Siglo de Oro alguien vio a bien rodar allí unas escenas para una película protagonizada por Paco Rabal («Los clarines del miedo»). La primera de las más de ciento treinta que llegarían. Al pueblo vinieron Marlon Brando, Sigourney Weaver, Arnold Schwarzenegger, Viggo Mortensen, Natalie Portman y, por supuesto, los mejores artistas españoles del celuloide. Si se quería recrear una película o serie de época, ya fuera medieval o hasta bien entrado el siglo XIX, la Cartuja, el puente y hasta la iglesia de San Juan Bautista servían como decorado. Incluso el propio cementerio ha servido como escenario.

Películas como «Conan el Barbaro», «Los fantasmas de Goya», «Alastriste», «El zorro», «Los cien caballeros», «Los tres mosqueteros» fueron filmadas en en la propia Talamanca de Jarama. También ha sido o sigue siendo escenario recurrente en series de éxito como «El ministerio del tiempo» (En un mismo capítulo llegó a hacer de Madrid, Sevilla y Lisboa), «Águila roja» o en incalculables anuncios publicitarios. Tanto tirón cinematográfico no podía pasar desapercibido, por lo que cada mes de junio se ha venido celebrando el Festival Talamanca de cine con el objetivo de homenajear a personalidades que han tenido relación con la villa por sus trabajos al otro lado de la pantalla. Por tal motivo se organizan ciclos, exposiciones y conferencias. Talamanca de Jarama es de cine y no puede sentirse más orgullosa por ello.
¿Qué ver en Talamanca de Jarama? Guía de lugares imprescindibles en la villa
Talamanca de Jarama se ubica a unos 50 kilómetros al norte de Madrid. Alejada aún de las montañas de la Sierra Norte, forma parte de la fértil campiña regada por las aguas del río Jarama. Asequible a pie dentro del casco histórico amurallado (fuera quedarían el puente romano, las bodegas del arrabal y varias ermitas) supone una excursión corta suficientemente interesante que además se puede combinar con otros lugares de interés próximos como Torrelaguna (a 10 km) y, sobre todo, Patones de Arriba (16 km), uno de los pueblos de arquitectura negra más destacados de la Comunidad de Madrid. Sus atractivos están muy definidos y, por suerte, bien señalizados y explicados, por lo que se pueden conocer en no demasiado tiempo disfrutando de un agradable paseo. ¿Cuáles son esos rincones esenciales que visitar en Talamanca del Jarama durante un recorrido a pie?

Murallas medievales – Entrada por la Puerta de la Villa
Alrededor de 1300 metros de murallas se encargaron de cerrar el paso mediante un pentágono irregular a forasteros e innobles intenciones a lo largo de buena parte de lo que se conoce de la historia talamanquesa. Ya en tiempos de la antigua Roma este enclave ya tenía su fortificación. Si bien las actuales, de las cuales se conserva de manera intermitente un tramo de unos 400 metros, corresponden a la época musulmana, aunque fueron reforzadas a posteriori una vez el lugar fue de nuevo cristiano. Bien de Interés Cultural, se aprecia desde la puerta sur o de la Villa (también llamada la Tostonera) así como en el cierre sur-sudeste hasta llegar incluso a la antigua Cartuja de los monjes, quienes no dudaron en utilizar material de la vieja muralla para su propia construcción. Perviven torreones, fragmentos de antiguas entradas (como la Puerta de Uceda) y se puede comprobar siguiendo los pasos del delgado arroyo de Valdejudíos en un paseo señalizado y accesible donde hay vegetación y buena sombra para los calurosos veranos.
Si se ha dejado el vehículo en la Calle de la Villa o en sus aledaños, lo que recomiendo, hay que atravesar el puente de un sólo ojo, conocido como el puente nuevo (aunque es del siglo XVIII), para acceder a pie al casco viejo de Talamanca de Jarama por la Puerta de la Villa (la Tostonera) sin dejar de percatarse en una figura antropomorfa y extremadamente erosionada en lo más alto del arco que, al parecer, pertenece a la época romana. El arco de medio punto y ladrillo, al parecer, tuvo siglos atrás forma de herradura.
Bodega del arrabal
Justo antes de tomar el puente nuevo para salvar el arroyo Valdejudíos y acceder a la villa fortificada conviene percatarse que a mano derecha hay una interesante construcción de ladrillo con frontón curvo en la fachada. Se trata de la conocida como Bodega del Arrabal y, aunque se encuentra en cierto estado de ruina, no deja de ser llamativa. Durante el siglo XVIII los cartujos la utilizaron para trasladar el vino a las tinajas utilizando unos pasadizos subterráneos con los cual podían llegar incluso a la Cartuja.
El ábside de las maravillas
Ahora una vez hemos accedido por la Puerta de la Villa subimos la tímida curvatura de la calle del Arco para llegar a la Plaza de la Constitución, espacio abierto y punto de encuentro de talamanqueses y talamanquesas de todas las edades. Allí se erige uno de los monumentos más singulares e interesantes que ver en Talamanca de Jarama, el morabito o ábside de las maravillas. Y es que es precisamente el ábside el único resto que se conserva de una antigua iglesia que intuimos por unas marcas grises en el suelo. Pero este apéndice semiricular de ladrillo con tres hileras superpuestas de pequeños arcos ciegos que correspondería al presbiterio de un templo religioso nos muestra uno de los más bellos ejemplos del mudéjar castellano-leonés que podemos encontrar en la Comunidad de Madrid.
Resulta curioso cómo apenas un fragmento, solitario y aislado, cercenado por completo de un templo ahora invisible, llena por completo aquella plaza. El subsuelo del viejo templo ha sido objeto de valiosos descubrimientos arqueológicos de los distintos periodos que vivió la villa. Entre ellas tumbas y objetos romanos y visigóticos.
Iglesia de San Juan Bautista
Tomamos la calle San Miguel para continuar nuestra travesía por Talamanca de Jarama. De pronto nos topamos con la fachada más meridional correspondiente a la Cartuja, de la que hablaré a posteriori, aunque rápidamente llama nuestra atención otro ábside que se aprecia delante, esta vez no desnaturalizado ni desunido, sino parte de la iglesia principal del pueblo cuya advocación es a San Juan Bautista. En este semicírculo de piedra caliza se puede leer un románico segoviano de gran pureza. Porque se trata de un gran libro abierto del siglo XII donde el arte nos muestra capiteles labrados en sus columnas adosadas con motivos vegetales así como canecillos poblados de extrañas criaturas, monstruos, arpías y también rostros con la mirada perdida. Las metopas también aparecen profusamente ornamentadas. Siglos atrás aquello fue una biblia que se leía a través de las formas escultóricas. Hoy día es un compendio resumido con lo mejor del románico en un solo lugar.
El ábside es lo único que se conserva de los siglos XII y XIII, mientras que el resto es una extensión del siglo XVI de cuerpo renacentista y bastante sobrio. El interior consta de tres naves (antiguamente debió ser una sola) con vastos arcos apainelados aportando amplitud. Si miramos hacia el techo observamos un espléndido artesonado de madera estilo mudéjar.
Cabe destacar que la de San Juan Bautista es la única iglesia que se conserva completa de entre las cinco que llegó a tener Talamanca siglos atrás. Al menos en lo que se refiere a intramuros.
La Cartuja
Con una Talamanca de Jarama que ya no vivía del pontazgo (un peaje por cruzar el puente romano) y su esplendor como ciudad fortificada y poderosa parecía ser apenas un recuerdo lejano, el nuevo impulso llegó por parte de los monjes cartujos del monasterio de El Paular (Rascafría) a mediados del siglo XVII. Éstos aprovecharon una construcción anterior e incluso elementos de la vieja muralla para levantar un inmenso complejo agrícola-ganadero. Nacería, de ese modo, la Cartuja, gracias a la cual la economía de la villa volvió a resurgir. En este gran edificio amurallado más grande que muchos palacios se almacenaba la producción de grano y otros bienes de carácter agrícola. Fue igualmente granja y también bodega, tal como atestiguan los documentos de la época y las grandes tinajas aún acumuladas en estas dependencias.
Un frontón curvo ornamentado con molduras barrocas y coronado por una cruz era y sigue siendo la puerta principal de la antigua Cartuja. Y quizás aquí se halle la mejor fotografía de Talamanca de Jarama. Porque si no nos diésemos cuenta de que detrás nuestro hay un parque infantil con columpios de colores podríamos vernos perfectamente viajando varios siglos en el tiempo. Lo mismo que debieron pensar los primeros que fueron allí a rodar una película. A los cuales les sucederían de manera constante otras producciones nacionales e internacionales. Que Hollywood se fijara en este espacio para la filmación de películas de época, ya fueran del medievo, sobre el Siglo de Oro o todo lo que requiriese una localización que recrease una ciudad antigua, podía valer. Lo curioso es la cantidad de cintas de terror que llegaron a rodarse aquí, algo más de ciento treinta. Basta revisar la filmografía de Paul Naschy para encontrar aquí hombres lobo, vampiros y muertos vivientes en una época muy bizarra del género que llegó a trascender a numerosos países del mundo.
Tras la desamortización de Mendizábal y la marcha de los monjes cartujos este espacio fue vendido. Y un siglo después aprovechado para el alquiler del espacio de cara a filmar películas, series o anuncios de televisión. Pocos lugares conservan tan bien su impronta original. Al parecer su patio en forma de «L» es perfecto para recrear plazas o dar imagen de ser la calle de una auténtica ciudad del siglo XVII. También se utilizan las celdas, la taberna, las bodegas así como otros patios. La magia del cine hace el resto para que nos creamos todo un discurso bien hilado en uno de los mejores escenarios «reales» de época que existen en todo el país.
Pero la vieja Cartuja tiene un pero. Que al tener dueño y utilizarse para grabaciones, no se trata de un monumento abierto al público. Con una salvedad, la semana en la que dura el Festival Talamanca de cine, que suele hacerse a primeros de junio, donde se organizan distintos eventos y, por fin, el gran portón de madera de la entrada se puede encontrar abierto. Sería bueno, de todos modos, que semejante maravilla fuese visitable, al menos, en el tiempo en que no haya rodajes. Ese sería un lujo que los visitantes a quienes nos entusiasma este edificio, disfrutaríamos plenamente.
El puente romano
Tenemos dos opciones, rodear la Cartuja para alcanzar la vieja muralla medieval y recibir su sombra a un costado del arroyo Valdejudíos, o girar a mano izquierda por la calle de la Soledad (en honor a la emita de planta cuadrada del siglo XVII que hay en ese camino) para buscar el antiguo cauce del Jarama y atravesar, como se hizo en los últimos dos mil años, el puente de piedra. Le dicen puente romano a esta construcción civil de 148 metros compuesta por cinco arcos (cuatro pequeños y uno grande) entre chopos y otros árboles caducos que le prestan una evocadora imagen cada otoño. Pero de los tiempos de Roma sólo quedan los cimientos y algunos estudios que se han realizado a los sillares porque, en realidad, corresponde al medievo con notables añadiduras durante el siglo XVI que le dieron su aspecto actual.
Los visitantes que llegamos a este punto nos hacemos siempre la misma pregunta. ¿Pero dónde está el río Jarama? ¿Acaso es este fino hilo de agua? Y es que, en efecto, sorprende encontrarse un puente tan grande soportando un caudal casi inexistente. Pero la respuesta está en que, como ha sucedido tantas veces a lo largo de la historia, el cauce se vería desplazado por distintas razones, en este caso a casi medio kilómetro, por lo que el río Jarama habría que buscarlo más al oeste porque lo que allí pasa (cuando lo hace) es un tímido canal de riego, el arroyo del Caz, que lleva menos líquido que una cantimplora con agujeros.
En sus proximidades hay un área recreativa, ya sí junto al verdadero Jarama, conocido como «La chopera», donde acuden familias «con sus mantelilos y sus tupppers» para pasar la mañana o la tarde a la sombra y sentarse a comer en alguna de las mesas allí dispuestas mientras los niños se ponen a jugar.
Un sitio donde comer bien en Talamanca de Jarama: LA CALANDRIA (Calle Guadalajara, 9. Tel. 918 41 79 01). No son abundantes las propuestas gastronómicas ni restaurantes en el pueblo, pero conviene destacar entre todos ellos La Calandria. No es un mesón de cocina tradicional sino más bien un restaurante con comida internacional (italiana sobre todo), pero lo trabajan bien y, en caso de quedarse a comer en Talamanca, resulta una opción excelente, aunque se encuentra fuera del casco viejo. Raciones copiosas, buena presentación y esmerado trato al cliente. Y una gran variedad en cuanto a cervezas se refiere.
Otras cosas que se pueden hacer cuando se visita Talamanca de Jarama
La campiña del Jarama es zona de plantaciones cerealistas, lo que viene a ser un imán para aves esteparias como la avutarda. Entre Talamanca de Jarama y Valdetorres del Jarama hay una vía pecuaria en la cual se puede hacer una tranquila ruta ornitológica. Aunque resultarían esenciales unos prismáticos si se quiere ver algo (y un buen objetivo en la cámara para tomar fotografías). Entre marzo y abril comienza la «rueda» o cortejo de la avutarda, el ave voladora más pesada que tenemos en la Península Ibérica, y puede ser un buen momento para acercarse. Pero no sólo hay aves esteparias en la zona, también en el cauce del Jarama residen muchas más especies. Se encuentran garzas, distintas anátidas o el colorido Martín Pescador, entre otras.
Otra opción es acercarse a la atalaya islámica de El Vellón (a mitad de camino entre ambas localidades) para comprender el significado en lengua bereber de Jamara, que quería decir «río de frontera». Mientras que si subimos 10 km dirección norte llegaríamos a Torrelaguna, otra villa no carente precisamente de monumentalidad donde nació en 1436 Francisco Jiménez de Cisneros, más conocido como el Cardenal Cisneros, y que cuenta con una estupenda plaza parcialmente porticada y una iglesia digna se ser catedral como es la de Santa María Magdalena, una admirable construcción del gótico isabelino. Desde Torrelaguna ya se podría ir a Patones de Arriba, hacer senderismo en Pontón de la Oliva, contemplar el embalse del Atazar en una trepidante carretera escénica o, hacia el oeste, ir a la dentada Sierra de La Cabrera. Son muchos, en realidad, los planes que llevar a cabo en Sierra Norte de Madrid, de la que no forma parte Talamanca de Jarama pero que la tiene a una distancia mínima.
En el objetivo de redescubrir rincones de la Comunidad de Madrid, la de Talamanca de Jarama fue toda una sorpresa para mí. Y, si puedo, no dudaré en repetir. A lugares así nunca se les dice que no.

Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: Puedes encontrar en este blog muchos más relatos relacionados con Madrid. También todos los artículos sobre España en su apartado correspondiente: RINCONES DE ESPAÑA.