Coria, la ciudad monumental que se asoma al Valle del Alagón
Un viejo puente de piedra en Coria espera sin éxito las bajada de las aguas del río Alagón, cuyo cauce varió su curso hace unos cuantos siglos para deslizarse varios cientos de metros más allá en su largo camino en busca del Tajo. Sobre un cerro frondoso observa la escena con cierto vértigo la orgullosa catedral que luce una fachada plateresca y un campanario de piel churrigueresca donde permanece custodiada una de las reliquias más importantes de la cristiandad como es el sagrado mantel de la Última Cena. Pero Coria, aún abrazada a su muralla de origen romano, esconde un trazado irregular y monumental en el que abundan las señales de su rico pasado. La Caurium de la provincia lusitana fue sumando a causa múltiples elementos árabes y cristiano-medievales bien asentados en esta la insigne sede episcopal cuyo brazo político y militar tuvo a la Casa de Alba como protagonista. De ahí que hoy día sea una de las ciudades más interesantes para formar parte de una escapada cultural por la provincia de Cáceres y decantarse por el prolífico Valle del Alagón.
Tras tener la suerte de poder saborear lo mejor de la ciudad cacereña durante una jornada otoñal, me gustaría recomendar qué ver y hacer en Coria a través de diversos consejos prácticos para descubrir lo mejor de este noble emplazamiento amurallado y, de ese modo sacarle todo el partido a un conjunto histórico de gran calado en Extremadura.
Coria, reencuentro con la Historia
Coria vive asomada al paraje fértil de las vegas que garantiza la mera presencia del río Alagón. Es cierto que sus aguas ya no rozan tan siquiera la falda del cerro sobre la que se asienta la ciudad, ya que a causa de múltiples desbordamientos durante lluviosos inviernos durante los siglos XVII y XVIII (hay quien asegura que el efecto definitivo del terremoto de Lisboa de 1755 fue definitivo) su curso se alejó de manera notable sorprendiendo a los propios locales. Pero se sigue sin comprender Coria sin el Alagón ni el Alagón sin Coria, la cabeza de una de las comarcas más interesantes que se extienden al norte de Cáceres en un territorio no muy elevado pero tremendamente fértil. Si bien la zona ya fue habitada los vetones, a la vieja Cauria le dieron forma los romanos tras la conquista de la Península Ibérica y el nacimiento de la nueva provincia de Lusitania (con capital en Emérita Augusta, es decir, Mérida). Se trataba de una ciudad estipendiaria, lo que significa que su trato con el Imperio consistía en el pago de tributos y la facilitación de tropas a Roma, pero ésta no se metía demasiado en los asuntos internos de la urbe. Ya en tiempos del Emperador Constantino fue sede episcopal (siglo IV d.C), algo que le otorgaría poder e importancia incluso finiquitado el Imperio, ya que contaría para siempre con la presencia del obispo y, por tanto con su propia catedral, lo que le permitía estar en un escalafón superior.
A partir de ahí le vino una etapa visigoda y más de tres siglos bajo el dominio árabe. Caurium pasó a ser Qüriya y la impronta musulmana se vio reflejada en su trazado y en la reforma de la muralla que ya habían puesto en pie con éxito los romanos. Tras diversas intentonas tuvo una «reconquista» de ida y vuelta por parte de ambos bandos entre los siglos XII y XIII, aunque no sería definitivamente cristina hasta el año 1212 bajo el reinado de Alfonso VIII de Castilla. Tras un periodo de cierta estabilidad pasó a manos de la Casa de Alba en 1472, quien no hizo más que aumentar su ya de por sí inmenso territorio. El I Duque de Alba, Don García Álvarez de Toledo, añadió el marquesado de Coria a su colección de títulos nobiliarios que no harían otra cosa que crecer a lo largo de los siglos sucesivos. Se sabe que la ciudad fue, además, un núcleo receptor de peregrinos sabedores de la presencia del supuesto mantel utilizado por Cristo y sus discípulos en la Última Cena, quienes en determinados días lo veían colgar del balcón plateresco de la bella catedral consagrada a Santa María de la Asunción (levantada sobre otra anterior entre los siglos XV y XVI).
Los siglos XVII XVIII y XIX no fueron fáciles para Coria. Entre las luchas con Portugal, el poderoso terremoto de Lisboa (la cúpula de la catedral se vino abajo y murieron nueve personas) así como las batallas y saqueos entre franceses y británicos liderados por el Duque de Wellington durante la Guerra de la Independencia, Coria empezó poco a poco a vivir un periodo de cierto decaimiento. Ya en el XX la marcha en 1957 del obispo Manuel Llopis Ivorra a Cáceres, desdoblando la Diócesis para ser definitivamente Coria-Cáceres, fue un golpe que los caurienses aún no han olvidado. Su palacio, frente a la catedral, estuvo décadas en un estado de semi-abandono hasta que se convirtió en un confortable hotel de cuatro estrellas. Es entonces ahora, con la llegada del turismo, aunque aún a cuentagotas, cuando Coria desea reencontrarse con su pasado y recibir con los brazos abiertos a visitantes ávidos de conocer su excelso patrimonio histórico-artístico.
¿Qué ver y hacer en Coria? Consejos para una escapada a la ciudad del Valle del Alagón
Coria cuenta con un casco histórico muy compacto que se puede visitar prácticamente en su totalidad en una escapada de un día. Si se tiene la suerte de pernoctar en él (como fue mi caso), uno puede plantearse otras paradas dentro del Valle del Alagón. Esta comarca cacereña es interesante en cuanto a patrimonio, folclore y no faltan las ideas para disfrutar de ella. Así que son muchas cosas las que nos podemos plantear en una escapada de un día a Coria. He aquí una recopilación de algunas de las visitas más interesantes que se pueden llevar a cabo en la legendaria Caurium. ¡Toma nota!
1. Visita la catedral de Santa María de la Asunción y contempla una reliquia realmente única
Coria posee grandes tesoros pero ninguno tan grande y preciado como el que representa su hermosa catedral. Realmente pende de una larga pared de piedra y vegetación que la separa del cauce vacío del Alagón. De hecho su ubicación es un tanto comprometida y contó con no pocos fallos estructurales durante su construcción, razón por la cual se vio afectada por el terrible terremoto de Lisboa y aún se aprecian algunas grietas en sus muros. A finales del siglo XV renació sobre una románica más pequeña (al parecer también estuvo la catedral visigoda e incluso la mezquita mayor en tiempos de Al-Ándalus), por lo que abrazó las tendencias de un estilo muy rico en adornos como es el plateresco, una transición admirable y paulatina hacia el inminente Renacimiento. Luego contó con añadidos del barroco como se puede observar en el campanario y más partes del templo en los que se aprecia de forma clara la mano de Churriguera.
Es por el portón junto a la torre, a un costado de un precioso balcón decorado con medallones, angelotes y motivos vegetales, por donde se entra en la actualidad, aunque antiguamente se accedía al templo por la puerta del perdón (meridional) donde se aprecia algo más el plateresco y se pueden leer unas cuantas historias bíblicas, e incluso ver la efigie del mismísimo Hércules. Es una de las obras más reconocidas de Pedro de Ybarra, aunque la idea partió de Juan de Álava, su verdadero iniciador.
El interior del templo merece una lectura aparte (recomiendo hacer esta visita de manera guiada). Al igual que la catedral de Gerona, posee una sola nave dividida en cinco tramos de bóveda de crucería estrellada. De hecho cuenta con numerosas coincidencias con este templo catalán (así como con la catedral de Ciudad Real), aunque las particularidades de la cauriense la hacen realmente única. Basta contemplar su altar mayor, ya del siglo XVIII con las figuras a la derecha de Santa Teresa y San Pedro de Alcántara y a la izquierda de San José y San Francisco de Paula, respetando las devociones y el propio nombre de uno de los obispos más célebres de Coria, como fue José Francisco Magdaleno, benefactor de la obra. A un costado del retablo, concretamente el izquierdo, destaca el sepulcro de un orante obispo Galarza, quien fuera buen amigo y consejero del rey Felipe II, muy volcado en la aspiración del monarca de que Portugal fuese parte del Imperio.
Otro elemento extraordinario de la catedral de Coria es su coro de madera, donde además del asiento del obispo se aprecian a la misma altura los lugares donde se sentaban el Duque de Alba y su consorte cuando se encontraban en Coria y asistían a la liturgia religiosa. Conviene voltear los asientos y buscar curiosas misericordias bajo la sillería. En la del obispo concretamente hay añadidos lo que parecen dos indígenas americanos. Pero, sobre todo, y ya dentro del interesantísimo museo catedralicio en el claustro, hay un elemento por el que los feligreses se desplazaron a Coria desde muy lejos durante siglos y que ha dado (y seguirá dando) mucho de que hablar, la reliquia del mantel sagrado.
El sagrado mantel de la Última Cena fue una de las reliquias más admiradas de la cristiandad durante la Edad Media. Se desconoce cómo llegó hasta Coria, aunque hay hipótesis que hablan de que un obispo cauriense pudo traerla de Tierra Santa en el siglo VIII. Una bula papal de 1404 habla de que esta reliquia había aparecido escondida en un arca de la catedral, probablemente un siglo antes. En ocasiones especiales se colgaba del balcón que se puede admirar a la entrada al templo, aunque se decidió su custodia en el interior por razones de conservación, lo que supuso el fin de una tradición. Estudios recientes aseveran que guarda relación con la Sábana Santa de Turín. Lo que es seguro que corresponde al siglo I de nuestra Era y procede de Palestina. Independientemente de si fue utilizada o no en la Última Cena de Jesús con sus discípulos, es un objeto de gran valor que se puede vislumbrar tras un cristal en el museo catedralicio de Coria.
Los horarios para la visita a la catedral, así como al museo, son bastante amplios. La entrada es completamente gratuita. Todos los días de la semana salvo el lunes por la mañana y los domingos por la tarde.
2. Dale una vuelta a Coria siguiendo el rastro de sus murallas romanas
Más de 1100 metros de muralla bordean Coria. O, mejor dicho, Caurium. Y es que, a diferencia de otras grandes ciudades amuralladas, éstas no corresponden a la idea medieval de fortificación sino que había que trasladarnos nada menos que a la época romana (fue levantada entre los siglos III-IV dC). Su estado de conservación es realmente magnífico, aunque también vivió de refuerzos y remodelaciones por parte de los árabes y los cristianos tras la reconquista definitiva de la ciudad. Cuenta con una veintenta de torres cuadradas y cuatro puertas de acceso (aunque sólo dos de ellas son romanas, como la Puerta del Sol, también llamada de San Pedro, o la de la Guía). El grosor es de nada menos que cuatro metros, mientras que la altura de los muros es variable, con diez metros en su punto más bajo y catorce en los tramos más elevados.
Así que uno de los básicos de toda visita a Coria pasa por bordear la muralla y disfrutar de tan magna construcción. Podemos, por ejemplo, jugar a buscar estelas funerarias entre las piedras. ¡Las hay! Porque toda piedra era útil para levantar una obra de este tipo. Incluso las de las viejas sepulturas. Algo que ocurre no sólo en las murallas sino también en la catedral, ya que fue utilizado como material los restos arqueológicos de la ciudad sobre la que se asentaba. Mucho mejor que acudir a una cantera, no cabe duda.
Visita guiada con un historiador
Una iniciativa fabulosa con la que nos topamos en este último viaje a tierras cacereñas es la de hacer las visitas guiadas de la mano de historiadores. Coria y el Valle del Alagón, el Valle de Ambroz o Tierras de Granadilla las recorrimos de la mano de auténticos profesionales relacionados con la Historia que se han unido para mostrar sus conocimientos a los visitantes por los distintos puntos de Extremadura. Su proyecto se llama GUÍAS-HISTORIADORES DE EXTREMADURA y la web para informarse y ponerse en contacto con ellos es http://guiashistoriadorex.com/. Coria y el Valle del Alagón, por ejemplo, tuvimos la suerte de visitarla con el historiador Antonio Cancho, un gran conocedor de la provincia de Cáceres y que incide en un montón de aspectos que de otra manera nunca hubiésemos conocido.
3. Admira el castillo de cuento de los Duques de Alba
Tenemos ya una hermosa catedral, incluso unas fuertes murallas cerrando la ciudad. ¿Qué falta entonces? ¡Un castillo! En absoluto, Coria tiene uno, y de los buenos. Sería en torno a los años 1472 y 1478 cuando García Álvarez de Toledo, el primer Duque de Alba, manda construir el edificio al arquitecto Juan de Carrera. Lo hace además aprovechando parte de la muralla romana e incluso una torre medieval. Aunque hay quien asevera que anteriormente hubo otro castillo perteneciente a Don Gutiérrez de Solís, Gran Maestre de Alcántara, el anterior señor de estas tierras.
Lo más curioso en un castillo al que no le faltan los elementos defensivos es que, en este caso, los duques de Alba (o marqueses de Coria) no buscaban protegerse de otro ejército o un enemigo invasor, sino de su propio pueblo, algo muy propio de los señoríos en los que la separación de los gobernantes y la plebe era un hecho constatado. Por si las moscas…
Lamentablemente no se puede visitar el interior del castillo de Coria, algo que la Asociación Amigos del Castillo de Coria está intentando sin éxito. Aunque su objetivo de promover una restauración más que necesaria y su posterior apertura al público lleva tanto tiempo paralizada que no hay demasiado optimismo en que así suceda a corto y medio plazo. Así que habrá que conformarse con tratar de cruzar su foso y poder admirar una notabilísima torre del homenaje almenada y de planta pentagonal. El castillo del Duque de Alba es realmente hermoso.
NOTA: Además del castillo del Duque de Alba hay en Coria otro palacete o casona a un costado de la catedral, en la calle del Doctor Viera, que perteneciera durante siglos a esta familia. Forma parte del patrimonio de la familia del insigne literato Rafael Sánchez Ferlosio, aunque lleva en venta desde hace muchos años y su estado de conservación comienza a ser preocupante.
4. Conoce las lúgubres mazmorras de una cárcel del siglo XVII
En 1686, bajo el reinado del último rey Austria, Carlos II, se levantó la prisión de Coria sobre otro edificio que encarnó la misma función. Se mantuvo en activo hasta 1981 y conserva las mazmorras, incluida una celda de castigo, utilizadas en la actualidad para una cárcel-museo de carácter cultural con la que aprender más en torno a la histórica Coria desde el neolítico, pasando por la época romana, islámica o cristiana, al igual que sobre las Fiestas de San Juan. Aunque el espíritu de la prisión no se ha perdido, ni en los garabatos y autógrafos de antiguos ocupantes en las paredes, ni mucho menos en los nombres de las dependencias que reflejan todas y cada una de las estancias del edificio (Sala de audiencias, zaguán, celda noble o celdas comunes, incluida la temible celda de castigo). Estas mazmorras cuentan con un estado excepcional y constituyen una visita (gratuita) que suele encandilar a todos los públicos. Aunque por fortuna se puede salir cuando uno quiera. Lo de quedarse entre rejas, como que no.
La cárcel real de Coria se encuentra en el número 2 de la Calle Monjas, junto a la céntrica Plaza de España. La entrada es gratuita y se puede visitar todos los días de la semana excepto los lunes. En invierno el horario es de martes a sábado de 9:30 a 14:00 y de 16:30 a 18:30 (Domingos sólo mañanas de 9:30 a 14:00). Durante el verano abre los mismos días, pero de 9:00 a 14:00 y de 17:00 a 19:00 (domingos de 9:30 a 14:00). La entrada es completamente gratuita.
5. Piérdete por las calles sin rumbo fijo
La catedral, el castillo, las murallas, la cárcel… No son pocas las cosas que ver en Coria. Si bien hablamos de una ciudad de más de 10.000 habitantes, su casco histórico y amurallado es bastante compacto y fácil de recorrer. De hecho los lugares de interés se suceden en el entramado cauriense de callejas estrechas y fachadas que mantienen una notable armonía arquitectónica, por lo que perderse por Coria se convierte uno de sus mayores placeres.
Descifrar los trazos de la antigua judería (Coria tuvo aljama), imaginar la sinagoga en el número 2 de Plazuela de San Juan (aunque es más inspiradora la aledaña denominada calle Sinagoga y su puerta gótica de piedra), buscar el escudo de la Santa Inquisición en la casa que hay en Cuatro Calles justo a la izquierda si entramos por la Puerta de Guía, pasear por la conocida como Calle Oscura o atrapar la fachada de la catedral desde la Calle Alojeria son unos cuantos atractivos que tener en cuenta a la hora para la visita. Por supuesto, el coche mejor dejarlo aparcado donde se pueda porque en Coria el mejor medio de transporte son tus propios pies.
6. Compra dulces a las monjas en el Convento de la Madre de Dios
La Calle de las monjas hace referencia, por supuesto, al convento de la Madre de Dios fundado por las hermanas franciscanas allá por el siglo XIII. El edificio vivió una remodelación posterior, aunque conserva su espíritu mudéjar en muchas de sus instalaciones. Reconocible por su fachada de ladrillo, no dudes en llamar a la puerta del número tres. Quizás puedas vislumbrar el patio renacentista (aunque de origen gótico mudéjar) y algunas dependencias del edificio. Pero en esta ocasión el objetivo de la visita más que cultural, pasa por adquirir los deliciosos dulces que las monjas elaboran siguiendo recetas con varios siglos de antigüedad.
La gente acude al convento persiguiendo las famosas yemas de Santa Isabel, los corazones de San Francisco, las princesitas de Santa Ángela o unos mazapanes de almendra con forma de pera y otras frutas. También son famosas su silvanas de coco o las clásicas perrunillas tan típicas de Extremadura.
7. Toma fotos al atardecer o durante la noche en el puente sin río
Mirando desde abajo la catedral y parte del acceso sur a Coria, aparece el puente sin río. Está fechado en 1518, aunque los expertos aseguran que ya en tiempos de los romanos había otro más sencillo uniendo las dos orillas del río Alagón. Pero, ¿dónde está el río? Es una pregunta recurrente en la que hay varias hipótesis, pero lo que está claro es que el río varió su curso tras diversas crecidas. Con el terremoto de Lisboa seguro que la cosa empeoró, pero es muy probable que ya llevara más de un siglo alejado de su tramo original.
Sea como fuere el puente de piedra de cinco arcos es un símbolo de la ciudad. Y uno de los mejores emplazamientos para tomar fotografías. Sobre todo cuando cae la tarde. Hay que cruzarlo entero y bajar, después colocarse a un costado y entonces tendrás una de las mejores postales de Coria.
8. Disfruta de las mejores vistas del valle del Alagón
El Valle del Alagón no es demasiado hondo. Al revés, más bien se trata de un llano. Es territorio de vegas donde abundan los huertos que aprovechan la disponibilidad de agua. Así se observa desde el mirador que hay junto a la catedral (justo detrás ponen una terraza ideal para cerrar las tardes y noches de verano). Más adelante se encuentra el conocido mirador del cubo, que permite contemplar y fotografiar al puente de piedra y a la catedral al mismo tiempo.
Las primeras luces de la mañana son excepcionales para disfrutar de los paisajes del Valle del Alagón desde estos puntos.
9. Prueba en Coria lo mejor de la gastronomía extremeña
Está muy bien eso de conocer los aspectos culturales e históricos de Coria. Pero habrá que comer, ¿no? Aquí va una buena recomendación. Extramuros, en calle la Alcalde Francisco Lomo número 31 (tel 927 50 15 82), se encuentra el Mesón San Juan. Este restaurante, liderado por Ester Fernández Santiago, sigue las sabias pautas del chef Víctor Encinal, tratando con mucho mimo los productos de la comarca. Allí la caldereta de cordero es puro arte, aunque lo complicado es decidirse con sus muchos platos.
Otros restaurantes de gran reputación son el Bobo de Coria (Calle de las Monjas 6, junto al convento de la Madre de Dios), Campana (Plaza de San Pedro 5) o el Restaurante Magar by Hotel Palacio Coria (Palacio Episcopal), al cual corresponde la terraza-mirador de la catedral.
10. Duerme como un obispo en el Palacio de Coria
Cuando en los años cincuenta el obispo dejó Coria para vivir en Cáceres tras unificar las diócesis, el antiguo palacio episcopal junto a la catedral se quedó en cierto estado de semiabandono. Hoy día es un hotel de cuatro estrellas. El AHC Palacio de Coria permite disfrutar de un edificio de varios siglos de antigüedad sin prescindir de las comodidades exigibles hoy día. Y en el corazón de la ciudad, con vistas a la torre churrigueresca y saberse en un lugar histórico. Sus habitaciones son bastante grandes y el patio es una maravillosa excusa para dejarse llevar por las horas mirando sus paredes encaladas y el viejo pozo.
Es todo un acierto la documentación que proporcionan a los huéspedes, lo que permite saber qué era cada rincón del palacio en tiempos en los que lo habitaban los distintos obispos de Coria. Incluso habitación por habitación. Desde las cocinas al establo. Mi habitación, porque me quedé a dormir en este hotel, había sido un trastero, pero casi me permitía tocar los muros del campanario de la catedral. Fantástica elección. Si regreso a Coria no dudaré en volverme a hospedar aquí.
EXTRA: Recorre el Valle del Alagón
Coria es una base excelente para hacer más cosas que visitar la propia ciudad. Si estamos en la comarca del Valle del Alagón, qué mejor que recorrer algunos de sus puntos más destacados. Como Galisteo (23 km al este por la Ext-1) y sus murallas medievales que permiten recorrerlas haciendo el camino de ronda cual centinela de la época. O Ceclavín (36 km suroeste), donde además de visitar el taller del ceramista Andrés Amores en la calle San Miguel 18 y conocer más sobre la técnica del enchinado o su peculiar visión del trencadís, es posible pasear por un hermoso pueblo de casas blancas y ermitas (hay nueve, pero tuvo diecisiete). También tomar un barco para hacer una estupenda ruta fluvial recién estrenada que une esta localidad con los Canchos de Ramiro. Un paisaje de bosques y escarpados acantilados donde anidan numerosas aves, sobre todo rapaces (es zona ZEPA).
También cabría recomendar Acehúche (36 km suroeste), donde además de buenos quesos, cuenta con una Fiesta de Interés Turístico Regional que se celebra cada 20 y 21 de enero en honor a su patrón, San Sebastián, y en que sus gentes se visten de bestias para custodiar el paso del santo. Una de esas festividades de origen pagano que se acomodaron a las nuevas premisas de la religión cristiana para no desaparecer (al igual, por ejemplo, que El Jarramplas en Piornal (Valle del Jerte). En mi visita a la localidad tuve el inmenso honor de vestirme con los distintos pelajes y colocarme la máscara para ser una carantoña más.
Podría hablar también de Montehermoso (21 km nordeste) y la tradición de su gorra (sólo queda una artesana haciéndolas, Maria José González) así como sus dólmenes prehistóricos que se pueden ver a las afueras.
Ya en el límite entre el Valle del Alagón y Monfragüe (pertenece a esta última desde hace pocos años) una visita estupenda es la del monasterio del Palancar, el lugar donde vivió sus últimos años San Pedro de Alcántara y considerado «el monasterio más pequeño del mundo». Tiene 72 metros cuadrados, el claustro sólo 3 en cada uno de sus lados, y además el santo dormía bajo la escalera sentado en una piedra y apoyando la cabeza en una viga de madera.
En definitiva, que Coria es excusa y plataforma para perderse por una de las comarcas más interesantes de Extremadura. Hay quien va y viene en el día desde la propia Cáceres (70 km sur) o desde Plasencia (45 km este), pero tiene entidad suficiente como para plantearse dedicarle un poco más. No todos los días se puede ver una reliquia única que ya veneraban los peregrinos de la Edad Media. O unas murallas romanas. O una fachada plateresca… o visitar una cárcel real. Todo eso, y mucho más, es Coria.
Yo que tú, no me la perdería.
Sele
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