10 cosas que ver y hacer en Malinas, corazón calmado de Flandes
El único pecado de Malinas es haber nacido en Flandes junto a dos de las ciudades más hermosas de este mundo como son Brujas y Gante. Sólo ese. Y, créeme, que en el pecado lleva la penitencia. Cómo sí no, entonces, se justifica que no reciba ni la cuarta parte de visitas que las otras dos. Pero eso para los viajeros que llegan hasta ella es todo lo contrario a un problema. Más bien una bendición. Malinas (Mechelen en neerlandés) trae tras de sí una gran historia, ya que fue corazón de los Países Bajos, la casa y escuela del gran Carlos V durante casi quince años y el rostro más afable de la poderosa Margarita de Austria. Y su dicha se pasea plácida en sus calles, canales, iglesias, beaterios o en una de las plazas mayores más radiantes en toda Bélgica. Incluso en la cerveza, que se elabora con la receta original que tanto deleite provocó al Emperador durante toda su vida, y a la que no halló jamás otra que le hiciera sombra.
Malinas se trata una visita altamente recomendable en Flandes , ideal para pasar un día. Tras haber viajado hasta ella en tren desde Bruselas me gustaría proponerte que la recorramos juntos a través de una lista con 10 cosas que ver y hacer en Malinas. ¿Me acompañas? ¡Pues allá vamos!
¿Dónde está Malinas? ¿Cómo llegar?
Lo primero que debemos hacer antes de nada es situar Malinas y contextualizar, aunque sea brevemente, una escapada a la ciudad. Malinas (Mechelen en neerlandés y Malines en francés) se halla a tan sólo 25 kilómetros al norte de Bruselas. A otros 25 kilómetros, si seguimos una línea recta también al norte, encontraríamos Amberes (pertenecen ambos a la misma provincia) y, por tanto, el puerto más importante de Flandes, tanto hace cinco siglos como en la actualidad. En tiempos de los Austrias la Corte se situaba en Bruselas, concretamente en el Palacio Coudenberg, pero durante la niñez y adolescencia del Emperador Carlos V, éste se quedó a vivir en el Palacio de Margarita de York y tras la muerte de ésta estuvo al cuidado de su tía por parte de padre, Margarita de Austria. Por lo tanto fue en Malinas donde éste dio sus primeros pasos y aprendió diversas disciplinas gracias a las lecciones y consejos de maestros borgoñones y castellanos que tenían el encargo de instruir al que podía ser el heredero de un Imperio nunca antes visto.
Llegar a Malinas es tan fácil como tomar uno de los muchos trenes que salen diariamente de la Estación Central, Norte o Midi de Bruselas (en función de si es en diario o fines de semana hablamos de que pasan cada 15 minutos, máximo 30) en direción Amberes (Anvers/Antwerpen). También es posible tomar un tren desde el mismo aeropuerto bruselense de Zaventem. La duración del trayecto es de unos 20-25 minutos y el precio ronda los 9€ ida y vuelta (de lunes a viernes) y se reduce a la mitad sábados, domingos y festivos (tarifa weekend). Se pueden adquirir al momento en la estación o en internet a través de la web de ferrocarriles belgas www.belgianrail.be.
Se puede llegar a Malinas/Mechelen a dos estaciones distintas: Mechelen-Centraal (al sur de la ciudad vieja) y Mechelen-Nekkerspoel (al este). Ambas están a unos 15 minutos a pie de la Grote Markt de Malinas, pero hay un bus directo que comunica estas estaciones con el centro (nº1) y el precio es de 3€ por trayecto.
Decálogo de consejos sobre qué ver y hacer en Malinas
Hay quien va y vuelve en el día desde Bruselas o Amberes por su cuenta o a través de una excursión organizada. Es un destino muy sencillo para conocer de manera independiente (aunque luego se pueda contratar para una ruta un guía local que conozca bien la historia del lugar). Se trata de una ciudad pequeña en la que todo se puede hacer a pie, ya que los llamados «imprescindibles para visitar» se ubican a una modesta distancia entre sí. Lo hagas como lo hagas hay 10 cosas que te recomiendo de Malinas y que debes saber. Son éstas:
1. Disfruta de la Grote Markt de Malinas en distintas horas del día
La Grote Markt es la plaza principal de Malinas. Y si ya hemos conocido algo de la región de Flandes nos habremos dado cuenta enseguida del esmero con el que los flamencos han ornamentado sus plazas a lo largo de la historia (Bruselas, Amberes, Gante, Brujas, Lovaina, etc.). La de Malinas es otro ejemplo de plaza viva, de un espacio absolutamente camaleónico que no sólo vive siendo un gran decorado sino, sobre todo, de recoger todos los pálpitos de una ciudad tranquila pero a la que le gusta festejar con cualquier excusa. Con los primeros rayos de sol, no importa cuando leas ésto, sacan las terrazas a la calle. Incluso durante los veranos inundan buena parte de la misma con arena de playa para traer sensaciones de verano a este municipio claramente de interior. En cambio, durante la Navidad, Grote Markt se vuelve dulce como un terrón de azúcar con la puesta en marcha de un mercadillo típico.
La gran plaza de Malinas acaudala una colección de espléndidos edificios barrocos pero, sobre todo, destaca por dos de sus flancos. Por un lado vemos emerger la gran torre de la Catedral de San Romualdo convirtiendo los edificios en meras casas de muñecas. Por el otro la fusión triple de construcciones para albergar el Stadhuis (Ayuntamiento) llama poderosamente la atención. A la izquierda, muy ornamentada y muy gótica, la antigua Lonja de Paños nos deja un Carlos V de piedra escudriñando la plaza. En el centro un intento de campanario civil (belfort beffroi) nunca culminado por falta de fondos. Y a la izquierda el Palacio del Gran Consejo, que comenzó a construirse en el siglo XVI.
Hacia la peatonal Grote Markt (hay un parking subterráneo para evitar que los vehículos rompan la escena) se vuelcan varias de las calles y avenidas más importantes de la ciudad. Todo nace y muere aquí. Y en cualquier escapada malinesa que se precie, el viajero pasará en múltiples ocasiones por la plaza (merece verse temprano, a mediodía, por la tarde y, por supuesto, de noche cuando está especialmente bonita). Además cuenta con muchos de los lugares más interesantes para visitar en Malinas a escasa distancia.
2. Entra a la catedral de San Romualdo y plantéate si subir (o no) a la gran torre
La catedral de San Romualdo (también escrito Rumoldo) tiene su origen en el siglo XIII, aunque fueron necesarios varios siglos para culminarla. Y cuando eso sucedió llegaron las guerras de religión para que se perdieran buena parte de los elementos católicos que había entonces. Consagrada a San Romualdo, quien vino desde Irlanda a predicar la palabra de Cristo estas tierras durante el siglo VII y fue martirizado en la propia Malinas, se considera uno de los mejores ejemplos (en calidad y tamaño) del gótico brabantino. Su nave de 118 metros la vuelve imponente. En su interior hay obras que merecen todo el tiempo del mundo como el Altar Mayor. Y, por supuesto, el cuadro del Cristo en la Cruz pintado por el artista flamenco Anton van Dyck.
Pero si por algo se caracteriza la catedral de San Romualdo es por su gran torre de 97 metros construida entre 1452 y 1520. Fue terminada el mismo año en que el joven Carlos fue coronado Emperador en Aquisgrán y convertido en el monarca más poderoso de la cristiandad. Es el símbolo por antonomasia de la capital, visible a muchos kilómetros, y además está protegida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, al igual que otras torres y campanarios civiles y religiosos tanto en Bélgica como en Francia.
¿Subir o no subir a San Romualdo? Esa es la cuestión…
Subir la torre de San Romualdo en uno de los «imprescindibles» en todas las guías de Malinas habidas y por haber. Pero, ¿merece realmente la pena? Pues depende de para qué. Y no lo digo por que cueste 8€ hacerlo, ni mucho menos. Sino porque tras ascender por nada menos que 514 escalones las vistas desde el skywalk de cristal que rodea la cúspide de la torre no son lo que uno puede esperarse. Al haber determinados pilares de piedra bastante altos las panorámicas bonitas se limitan a un horizonte de verdes planicies flamencas (se aprecia al sur el Atomium de Bruselas en días claros e incluso al norte la torre de la catedral de Amberes, ambos a 25 km) pero no a la ciudad propiamente dicha. Si bien está bonito observar el reloj del campanario y hasta dos carrillones, personalmente no me parece una subida tan imprescindible. Como todo en este blog, se trata de una opinión personal basada en la experiencia propia. Particularmente si es para tomar fotografías de una Malinas en pequeñito (como sí se puede hacer en Gante o Brujas, por ejemplo) no merece tanto la pena ni el esfuerzo de tantos escalones ni, por supuesto, los 8€ que requiere dicho acceso.
3. Persigue las huellas de Carlos V en Malinas
Si te interesa la figura del Emperador Carlos V estás de suerte porque Flandes está repleta de sus huellas. De hecho en la ciudad de Malinas éste pasó la niñez, y parte de su adolescencia, en el Palacio de Margarita de York. Aunque también en el de su tía Margarita de Austria. Ambos edificios palaciegos se miran frente a frente en Keizerstaat a escasos metros de la iglesia jesuita de San Pedro y San Pablo. Y son parte de la historia del último gran César en Europa.
Una estatua de Carlos V, muy fiel a cómo le describían los escritos de la época (con ese mentón inconfundible que le impedía cerrar la boca del todo, puesto que era prognato), observa Grote Markt desde el Ayuntamiento. Éste se puede visitar por dentro, aunque hay que reservar cita en la Oficina de Turismo de Malinas, para ver si hay algún grupo previsto para ese u otro día. En el interior del Stadhuis hay multitud de símbolos utilizados por el Emperador (como el águila bicéfala o las columnas de hércules con el Plus Ultra) e incluso uno de los tapices de la Batalla de Túnez mejor conservados (la serie completa está en la Armería del Palacio de Oriente en Madrid y en los Reales Alcázares de Sevilla).
Aunque el mejor homenaje posible que se le puede hacer a Carlos V es probar la cerveza local Gouden Carolus, que se hace siguiendo la receta original de la bebida que volvió completamente loco al Emperador.
No te pierdas: Tras las huellas del Emperador Carlos V en Flandes, donde hacemos un repaso muy detallado a los escenarios de esta región que formaron parte de su vida.. Dónde nació, dónde vivió, los restos arqueógicos de su gran palacio en Coudeberg, los festejos que aún se hacen en su recuerdo. Y es que queda mucho del Rey Emperador y del legado español perteneciente a la época de los célebres Tercios de Flandes
4. Date un paseo en barco por el Dijle
El río Dyle (en neerlandés Dijle), un subafluente del gran Escalda, atraviesa el centro histórico de Malinas. Aunque antiguamente veía pasar las embarcaciones cargando mercancías, su actividad fluvial puramente comercial ha terminado. Pero no quita que podamos subirnos a un barco y navegar por el Dijle para disfrutar de la ciudad de otra manera y admirar una gran colección de edificios históricos en Vismarkt, Grootbrug, Kruidtuin y Volmolen.
Este barco, que sale a diario entre abril y septiembre (ambos incluidos), zarpa del Haverwerf (en la orilla opuesta a Vismarkt y al lado de Lamot) y viene a costar 6,5€ (4,5€ para niños de 4 a 12 años y de 0-3 gratis).
5. Camina a orillas del río por las pasarelas flotantes
Si no te apetece ir en barco, que sepas que puedes hacer un bonito y confortable paseo a pie siguiendo el sendero de manera que comunica el Haverwerf y el Kruidtuin a lo largo de casi un par de kilómetros. Se trata de una estructura de pasarelas flotantes que suben o bajan en función de las mareas y desde la cual se puede tener una perspectiva más que interesante de la ciudad.
6. Admira a Rubens en las iglesias de San Juan y Nuestra Señora sobre el Dijle
Además de la catedral hay escenarios religiosos de gran belleza como el suntuoso templo que los jesuitas dedicaron a San Pedro y San Pablo (en el antiguo mercado de ganado y junto a los palacios de las Margaritas). Pero, si nos gusta mucho el arte, no debemos dejar de entrar a dos iglesias. La primera, a pocos minutos de la Grote Markt, es la de San Juan. Parece muy austera por fuera pero debes saber que expone el famoso tríptico barroco con «La Adoración de los Reyes Magos», obra magistral del gran Pedro Pablo Rubens.
Pero hay otro tríptico de Rubens casi a orillas del Dijle en la iglesia de Nuestra Señora (Onze-Lieve-Vrouw over de Dijle) que muestra a Jesucristo con los pescadores.
7. Piérdete (en silencio) por los beaterios de Malinas
Las beguinas eran mujeres solteras o viudas que se juntaban en comunidades cristianas para dedicar su vida a Dios y ayudar a los más pobres o desamparados a través de su trabajo. Estas beguinas o beatas no eran monjas y podían salir de su beguinaje en el caso de desear casarse. Fue éste un movimiento que tuvo su máximo fulgor en Bélgica y Holanda, donde se conservan algunos de estos beaterios o beguinajes, que suelen ser auténticos remansos de paz a los que merece la pena visitar.
Malinas cuenta con dos bonitos beaterios, uno muy grande y otro bastante pequeño. El grande surge a mediados del siglo XVI y se le considera un auténtico barrio, puesto que ya no existen beguinas en él (la última murió en los años noventa) y sus viviendas han sido compradas o alquiladas. Sin duda el Gran Beguinaje se trata de una ciudad dentro de la propia Malinas. Sus habitantes, que moran en casas con más de cuatrocientos años de historia, cuidan su barrio con especial empeño. A la sombra de la Begijnhofkerk, o lo que es lo mismo, la iglesia del beguinaje, de estilo barroco, las calles del beaterio gozan de un silencio que caracteriza a estos auténticos paréntesis de lo mundano.
El pequeño beaterio cerca de la iglesia de Santa Catalina data del siglo XIII y fue el primero construido en Malinas. Cuando se construyó otro más grande tan sólo se quedaron aquí mujeres ancianas y minusválidas que ya no querían irse de las casas donde habían pasado buen parte de su vida. La restauración que se ha llevado a cabo en el mismo es exquisita.
8. Degusta una buena Gouden Carolus en la fábrica de cerveza Het Anker
Sin salir del Gran Beaterio, al final de la calle Kranken (Krankenstraat, que se traduciría como «calle de los enfermos») se sitúa la fábrica cervecera Het Anker, que se ocupa de elaborar desde hace siglos la famosa cerveza Gouden Carolus siguiendo la receta de la Mechelschen Bruynen, a la que tanta afición tenía el Emperador Carlos V (tanto que se hacía traer a Castilla barriles y no viajaba sin su cohorte de maestros cerveceros). Su gran tradición le avala a Het Anker, puesto que empezó a funcionar nada menos que en el año 1369, tratándose de una de las más antiguas de toda Bélgica.
Hoy día es posible visitar la fábrica cervecera Het Anker y degustar sus mejores productos. Incluso, si te gusta mucho, maridar sus cervezas en la brasserie que tiene en las instalaciones y donde doy fe que se come excepcionalmente bien.
9. Vuelve a tu niñez en el Museo del juguete (y si tienes hijos, hazlo con ellos)
Malinas es un destino para todos los gustos y edades. Pero si te quieres dar un paseo por la infancia nada mejor que acercarte al Museo del Juguete (Speelgoedmuseum situado en el número 21 de Nekkerspoelstraat junto a la estación de trenes Mechelen-Nekkerspoel). Allí tienen más de 10.000 metros de instalaciones en un lugar nacido en los ochenta que te hace revivir la historia de los juguetes desde los antiquiquísimos títeres chinos hasta los Lego o muñecos playmobil. ¡Hay mucha vida antes de Pokemon Go!
10. Vive la noche en Malinas
Malinas no se detiene cuando no queda más iluminación que la de un cielo azul oscuro mutando a negro. Esa visión, la de la hora azul, en la Grote Markt sabe mucho mejor. Cuando el tiempo es apacible, las terrazas sirven de mirador perfecto de semejante fenómeno. Pero cuando el frío húmedo cala los huesos, el abrigo de una buena taberna puede resultar más que suficiente para saciar una noche malinesa.
Cuando las calles de Malinas se apagan, hay una parte de la ciudad que brilla con luz propia. Se trata de Vismarkt, donde siglos atrás se situaba el mercado de pescado y que ahora ve florecer una nueva juventud que se agolpa en restaurantes, tabernas y locales de moda en los que despedirse brindado una copa. Durante la noche corren ríos de cerveza en la calle Nauwstraat. Y son muchos los universitarios los que quedan en la zona de la estación Mechelen-Centraal y escuchan buena música rock en Boesjkammeree hasta la madrugada (Koning Albertplein 10-11).
Pero si eres una persona más tranquila debes saber que Malinas resiste en silencio para ti, para que la recorras con la tenue luz de los faroles y escuches la voz de tus propios pasos.
¿Te parecen pocas diez ideas para tu estancia en Malinas? Aquí tienes unas cuantas más de su Cara B (y en versión express):
- Descubre por qué en la iglesia de San Pedro y San Pablo hay nada menos que catorce confesionarios. Recuerda que allí siempre se reunía el mercado de ganado y en las transacciones tanto mercaderes como compradores se mentían los unos a los otros. Y después sólo quedaba confesarse.
- Durante la II Guerra Mundial hubo un Malinas un «campo de transición» al que fueron trasladados miles de judíos y gitanos de buena parte de Bélgica, Holanda y el Norte de Francia antes de ser llevados definitivamente a otros campos de concentración en los conocidos como trenes de la muerte. Muchos ni siquiera llegaron a sobrevivir a ese campo. En su lugar al norte de la ciudad (Goswin de Stassartstraat 153) se encuentra la Kazerne Dossin donde se conmemora este hecho y sirve además de museo y centro de documentación sobre el Holocausto y los Derechos Humanos.
- Todos los sábados por la mañana hay un mercado tradicional con productos alimenticios y artesanía en Grote Markt y en calles aledañas. Nota mental: Huele a gofre a kilómetros (buen sitio para comerse uno)
- Las tres casas más bonitas de Malinas se encuentran en Haverwerf, junto al río. La de madera en color verde se la denomina la casa de los diablitos, puesto que hay varias representaciones de estas criaturas con pezuñas a lo largo y ancho de la fachada. A su derecha, muy diferente, está la «casa del paraíso» puesto que muestra escenas del Edén.
- Debes saber que el Grootbrug (Gran puente o puente Alto) que une el Korenmarkt con Ijzerenleen
es el puente más antiguo que se conserva en Flandes. Nada menos que del siglo XIII. Durante la II Guerra Mundial sólo él era capaz de resistir el paso de tanques y otros vehículos militares. - Las calles Bruul, así como Onze-Lieve-Vrouwe son quizás las más comerciales de Malinas. Cada vez hay más tiendas muy concurridas por los compradores compulsivos.
- A la zona de Ijzerenleen se la conoce como los Campos Elíseos de Malinas. Es una avenida de preciosas fachadas a la que se llega nada más cruzar el puente alto (Grootburg) y que desemboca en la propia Grotemarkt. Debes saber que muchos de estos edificios fueron reconstruidos en los años veinte, ya que quedaron destrozados durante la I Guerra Mundial.
- El parque Technopolis de Malinas puede ser una visita muy divertida para hacer en familia. Está dedicado a la ciencia y la tecnología explicada de manera divertida. Y no tiene que ver nada con un museo convencional. ¿Dónde sí no uno puede aterrizar un avión? ¿O montar en bicicicleta sobre un cable? (Precio: 16€)
- Fuera de Malinas, a tan sólo 15 minutos en coche o autobús (nº510 y 511, dársena 11 de la Estación de Malinas), concretamente en Onze-Lieve-Vrouw-Waver, se encuentra un insituto o internado de Ursulinas del siglo XIX. Destaca, entre otras cosas, su jardín de invierno con una enorme cubierta de cristal de estilo Art Nouveau en el que se reunían los padres con sus hijas cuando iban a verlas. (Hacen visitas guiadas todos los domingos del 27 de marzo al 30 de octubre de 2016 a una sola hora, las 14:30. El precio de la entrada es de 10 euros).
- A un cuarto de hora de Malinas, dirección Amberes, se encuentra Lier, que fue la ciudad donde se casaron Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Una auténtica sorpresa no demasiado conocido y que tiene lo mejor de las ciudades flamencas en unas dimensiones más reducidas.
¿Alquilar coche en Flandes?
Si bien la región de Flandes está bien comunicada por trenes y autobuses, también es muy recomendable y rápido manejarse con un coche de alquiler. En ese caso recomiendo utilizar un comparador de vehículos de alquiler (Rentalcars), que ofrece muy buenos precios y unos descuentos de mínimo el 15%.
Más información sobre Malinas en:
– Flandes en cinco días y cinco ciudades: Resumen de un viaje por la región donde también aparece Malinas como destino imprescindible.
– Web oficial de Turismo de Malinas/Mechelen (en castellano): toerisme.mechelen.be/es
– Web oficial de Turismo de Flandes (en castellano): www.visitflanders.com/es
– Página web sobrebelgica.com. Es una de las mejores herramientas en la red que se pueden encontrar sobre el país.
Malinas resulta sugerente y algo tímida. Pero es de esos lugares que sorprenden y en los que terminas alegre de haberlos conocido…
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
6 Respuestas a “10 cosas que ver y hacer en Malinas, corazón calmado de Flandes”
Conozco Malinas, fui en tren desde A bares y fue una sorpresa increíble. Está, sin duda, a la altura de Brujas y Gante. Imprescindible en un recorrido por Bruselas.
Quise decir «desde Amberes»
Hola Sele. Hace tiempo que no pasaba por tu web. Ayer compré un par de entradas para el Graspop metal meeting 2020 y estaba mirando las ciudades cercanas entre ellas Malinas. Así que me lo pongo en favoritos. Gran post como siempre. Un abrazo
Hola crack!
A mí Malinas me gustó mucho. Creo que está eclipsada por las otras grandes como Gante y Brujas. Le pasa lo mismo que a Lovaina. Pero, en cierto modo, también tiene su gracia visitar estas preciosas ciudades con un ambiente más relajado.
Un fuerte abrazo,
Sele
[…] con una plaza fantástica y la posibilidad de ver una imprenta antigua (Plantinus). Y Lovaina y Malinas cierran el círculo de las urbes flamencas más pintorescas. Por otro lado nos queda disfrutar del […]
[…] y de la cual hemos tratado concienzudamente en este cuaderno de bitácora. En Gante nació, en Malinas se crió y en Bruselas pasó muchos años de su vida, aunque las huellas del gran heredero del […]