20 lugares fascinantes que ver en Marruecos - El rincón de Sele

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20 lugares fascinantes que ver en Marruecos

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Siempre he insistido en afirmar que Marruecos representa el viaje más cercano a un destino lejano. A un solo paso aguarda una de las experiencias más exóticas e inolvidables que nos podamos imaginar. Y es que al otro lado del estrecho de Gibraltar surge una colección de medinas convertidas en auténticos laberintos en los que perderse a otro tiempo, de suntuosos palacios que parecen haber salido de las páginas de las mil y una noches, así como paisajes que se pierden más allá de la cordillera del Atlas para transformarse en palmerales y vastos desiertos con dunas perfectas sobre las que contemplar en silencio cómo se pone el sol. Con plazas que no se apagan un solo minuto y olas golpeando un fortín de casas blancas que huelen a pescado a la brasa. Con playas de postal que abrazan la mejor luz de África y escaleras de barro por una kasbah de película.

Kasbah de Ait Benhaddou (Marruecos)

Marruecos está repleto de lugares fascinantes en los que saborear un buen té a la menta y olvidarse de la rutina. Hoy me gustaría compartir los que considero mis rincones imprescindibles que ver en Marruecos y que merecen no uno sino muchos viajes. 

Marruecos, escenario de las mil y una aventuras

Recuerdo que fue hace ya una década cuando me decidí a viajar por fin a Marruecos y contestar a todas esas preguntas que me hacía sobre el país vecino. Y lo hice en solitario, alquilando una vieja Renault Kangoo y llegando hasta las dunas de Merzouga para celebrar el año nuevo sentándome en la arena a contar estrellas. No tardé en enamorarme del trasiego infinito de la Plaza Jemaa el-Fna de Marrakech, de levantar polvo en la ruta de las kasbahs, de tomar un té a la menta en Essaouira o conducir sin rumbo por los pueblos perdidos de los bereberes en Medio Atlas marroquí. Y por supuesto regresé a Marruecos enseguida. Lo fui haciendo año tras año, en algunos de ellos varias veces, para seguir disfrutando de esos sitios que me permitieran romper por completo con la rutina. Así fueron Fez, Meknès y Casablanca, después Rabat, Asilah, Chaouen y muchos otros rincones fantásticos en los que poner un exótico paréntesis a semanas anodinas. Viajar a Marruecos se convirtió durante mucho tiempo en mi mejor medicina.

Callejón de Marrakech (Marruecos)

¿Qué ver en Marruecos? Selección de lugares muy recomendables para más de un viaje

A lo largo de estos años he ido contando cosas del que siempre he considerado y consideraré uno de mis países predilectos (aquí te doy las razones). Pero esta vez he querido aglutinar algunos lugares (veinte concretamente) de los muchos que hay que ver en Marruecos y que, de una forma u otra, se quedarán conmigo para siempre. Obviamente resulta complicado hacerlos todos en un solo viaje y siempre recomiendo separarlos en varias escapadas para tener excusas bien razonables para regresar a este país que deja huella en quien lo visita.

Hombre en burro en Marruecos

CIUDADES IMPERIALES

1. Marrakech y la plaza de las maravillas

Suele ser la ciudad por la que entran muchos de los viajeros que vienen a Marruecos por primera vez. En la amurallada Marrakech todos los caminos de la medina llevan a un solo lugar, la Plaza Jemaa el-Fna que se va transformando a cada minuto para convertirse en uno de los mayores espectáculos del mundo. La vida de este lugar, alumbrado por la fastuosa mezquita Koutoubia (hermana de la Giralda de Sevilla) facilita un encuentro seguro con sacamuelas, echadores de cartas, encantadores de serpientes (y lo que no son serpientes), monos de la berbería, vendedores de tres al cuarto, predicadores, echacartas, bohemios y una amplia colección de turistas boquiabiertos que no se creen lo que allí sucede. Una de dos, se puede observar todo desde la barrera del Café de France tomando un delicioso té a la menta o entrar de lleno a un show cargado de verdad que fue nombrado Patrimonio Inmaterial de la UNESCO y que se repite todos y cada uno de los días.

Plaza Jemaa el-Fna al atardecer (Marrakech)

Marrakech es una base excelente para hacer una excursión de varios días al desierto y muchas de las rutas que se pueden hacer desde esta ciudad.

2. Fez, la medina que era el mayor laberinto del mundo

Sólo apta para quienes disfruten perdiéndose en laberintos. Porque la medina de Fez no sólo está considerada como la más grande que existe en el mundo musulmán sino una de las más auténticas. Desde las vetustas tumbas benimerines se puede comprender desde fuera cómo es esa red de calles y callejones que no terminan en ninguna parte y que parecen haberse quedado varadas en un tiempo lejano. La llamada a la oración se cuela en improvisados bazares y choca con las puertas que guardan auténticos palacetes y lujosos riads en los que sólo falta Aladino con su lámpara maravillosa.

Fez (Marruecos)

Si hay que elegir una de cuantas ciudades increíbles posee Marruecos no tengo ninguna duda de que me quedaría con Fez . Y es que hay lugares en los que la mayor suerte consiste en perderse…

Curtiderías de Fez (Marruecos)

No te pierdas «Aventura en Marruecos II: Fez, Meknès y Casablanca» en la que os cuento los vericuetos de esta ciudad de manera más detallada. Una de las ciudades que ver en África, al menos, una vez en la vida.

3. Casablanca (Tócala otra vez, Sam)

Lamentablemente no queda nada de la Casablanca a la que nos trasladaron cinematográficamente Ingrid Bergman y Humphrey Bogart a no ser de una reproducción excelente del Rick’s Cafe junto a la muralla donde ir a tomarse algo mientras suenan canciones a piano. Pero en el mismo lugar que con sólo pronunciarlo podemos recrear al romanticismo en blanco y negro, existe hoy día un motivo más que razonable para visitar esta ciudad. Se trata de la Mezquita de Hassan II que, aunque de finales del siglo XX, conforma uno de los complejos islámicos más hermosos de cuantos pueblan el continente africano. Está levantada sobre el mar en una península artificial, cuenta con un minarete gigantesco de 172 metros de altura y sólo le supera en dimensiones el santuario sagrado de La Meca. De hecho caben nada menos que 100.000 fieles si sumamos el interior del edificio y el patio principal. Una maravilla en la que intervinieron algo más de 10.000 artesanos del país para trabajar los techos, paredes y columnas con materiales de primera calidad.

Mezquita de Casablanca (Marruecos)

Casablanca es también un clásico punto de entrada a Marruecos tanto por aire como por mar, puesto que su puerto está preparado para la llegada de cruceros. Y muy bien comunicada por tren con ciudades como Marrakech, Fez, Meknés o Rabat. Y se puede llegar a la propia Marrakech en autovía en apenas 2 horas, siendo una de las excursiones predilectas que hacen quienes de manera organizada quienes van a pasar unas horas en la ciudad (sobre todo cruceristas).

Escena en la mezquita de Hassan II de Casablanca (Marruecos)

4. Rabat, la silenciosa capital que era Patrimonio de la Humanidad

Rabat, a pesar de ser la capital de Marruecos, no hace el ruido de la célebre Marrakech, ni cuenta con una medina de las dimensiones de Fez, ni tan siquiera tiene tanta población como Casablanca. Se trata de la hermana tímida de las ciudades imperiales marroquíes, incluso de la menos visitada. Y quizás a eso se deba que Rabat termine siendo para los viajeros una de de las localidades más apetecibles y sorprendentes de su estancia en Marruecos. En la orilla sur del río Bu Regreg en el momento en que está a punto de desembocar en el Atlántico surge una pequeña medina de casas blancas cargada de autenticidad y carente de impersonales tiendas de souvenirs. No se ha turistizado ni es un parque temático de sí misma, algo que uno teme que empieza a pasar en otras urbes más famosas en el país alauita.

Rabat (Marruecos)

Una de las visitas imprescindibles de Rabat es la Torre Hasán, un minarete del siglo XII pensado para ser uno de los más grandes del mundo islámico y que nunca fue terminado. Estaba destinado a ser el tercero de una trilogía asombrosa  junto al alminar de la mezquita de la Koutoubia de Marrakech y al de la actual Giralda de Sevilla pero se quedó paralizado en 1199. A su lado se ubica la tumba del Rey Mohammed V. Pero Rabat posee mucho más, como la Kasbah de los Oudayas, en cuyo interior las casas blancas y azules recuerdan a las de Chaouen o Asilah. O a las afueras Chellah, un antiquísimo asentamiento romano habitado ahora por centenares de cigüeñas practicando su particular crotoreo.

Minarete inacabado de Rabat (Marruecos)

5. Meknès, la ciudad del Mulay Ismaíl

El Sultán Mulay Ismaíl hizo trasladar la capital de Marruecos de Fez a Meknès (en castellano Mequinez) en el año 1675, levantando una muralla con un perímetro de 40 kilómetros y un inmenso palacio en el que residir. Dado que representa a la perfección «un complejo urbano y arquitectónico de una capital magrebí del siglo XVII» así como por la «armonía de diseño y planificación islámicos y europeos» la UNESCO lo incluyó también dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad, al igual que las otras ciudades imperiales de Marruecos.

Meknès (Marruecos)

Meknès, a medio camino entre Rabat y Fez, y bien comunicada por tren desde ambas, guarda un delicioso casco histórico que se puede recorrer tranquilamente a pie o en calesa. El mausoleo de Mulay Ismaíl, más visitado por peregrinos que por turistas, es una de sus joyas, al igual que la gran puerta Bab Mansour (la más grande del norte de África) así como las tres madrasas visitables con las que cuenta la ciudad. Especialmente interesantes son las caballerizas del palacio que mandó construir Ismaíl, ya que estaban preparadas para acoger a más de diez mil caballos y las cuales se pueden visitar en su interior.

Mausoleo de Mulay Idrís (Marruecos)

6. Volubilis, un viaje a la antigua Roma

No existe en todo Marruecos mejor yacimiento romano que el de Volubilis. Esta ciudad fundada por los cartagineses en el siglo III antes de Cristo alcanzó su máxima prosperidad cuando pasó a manos romanas y se levantaron los principales monumentos que hoy día se pueden ver dentro de un inmenso complejo de ruinas protegidas también por la UNESCO. Más adelante en el siglo VII, tras un periodo de decadencia, Idrís I se proclamó emir manifestando ser bisnieto de Mahoma y Volubilis pasó a ser el corazón islámico en este área del Magreb. Si bien con el terremoto de Lisboa de 1755 quedó destruida y muchos de sus edificios fueron saqueados para levantar una nueva Meknés posee restos de gran importancia como la Basílica y el Templo de Júpiter, el Foro que vertebraba por completo la ciudad, unas antiguas termas, un arco dedicado al Emperador Caracalla (el de las famosas termas que hay en Roma) y una espléndida colección de mosaicos que se convierten en el objetivo de los viajeros que visitan la ciudad.

Ruinas de Volubilis en Marruecos

Es una excursión típica desde Meknès, aunque también se suele hacer desde Fez. Muchas veces se combina con la ciudad sagrada de Mulay Idrís, aunque no se permite entrar al mausoleo de éste. Eso sí, la atmósfera de peregrinaje hace que merezca la pena (Más información sobre una ruta guiada desde Fez a Volubilis, Meknès y Mulay Idrís).

RUMBO AL DESIERTO POR LA RUTA DE LAS KASBAHS

7. Ouarzazate, el comienzo del otro Marruecos

Una vez se deja atrás la cordillera del Atlas y el empinado puerto de Tizi n’Tichka (cuya carretera se corta cuando nieva mucho) surge otro planeta completamente diferente en Marruecos que nada tiene que ver con el de las ciudades imperiales o el Rif. Empieza aquí un país árido que hasta el desierto nos va mostrando palmerales, kasbahs (antiguas fortificaciones) y solitarios caminos caravaneros que llevaban hasta el desierto. Y todo comienza en Ouarzazate (pronúnciese «Uasasat»), una especie de Hollywood magrebí que ha visto desfilar por sus estudios de cine a la flor y nata del séptimo arte. Y es que en este territorio yermo de tierra roja se han rodado escenas de La Guerra de las Galaxias, La Momia, Lawerence de Arabia, Gladiator, Babel, Prince of Persia, El Reino de los cielos y muchas otras. De hecho la visita a los estudios cinematográficos son una visita muy recomendable cuando se viene a esta tranquila ciudad.

Estudios de cine de Ouarzazate (Marruecos)

Ouarzazate, sin ser una urbe con mucho atractivo, dispone de su propia kasbah, la espléndida Taourirt, aunque el paso de los viajeros por esta ciudad tiene que ver con el inicio de la ruta de las kasbahs y los ksars (con Ait Ben Haddou como protagonista) hacia las dunas de Zagora y Merzouga en ese desierto del Sáhara con el que todos soñamos (en Marruecos el desierto que predomina es de piedra, también llamado hammada, pero en Merzouga o Zagora se puede ver el típico de postal). Además dispone de un pequeño aeropuerto internacional.

Kasbah de Taourirt en Ouarzazate (Marruecos)

¿Marruecos conduciendo tú mism@?

Mucha gente conoce muy bien que Marruecos se trata de un destino increíble para hacer la ruta por tu cuenta y en tu propio coche. Cada vez existen más oficinas de alquiler que ofrecen un buen servicio a los turistas extranjeros (puedes comparar precios y reservar con antelación a través de la web Discover Cars, que es un megacomparador de coches de alquiler y que suelen tener mejores precios que buscándolo específicamente por compañías).

Aquí tenéis un cajón de búsqueda donde suelen aparecer descuentos respecto a las webs específicas de las compañías y que, ya os digo, que funciona bastante bien. Poned Marruecos y ya veréis.

8. Ksar de Ait Ben Haddou, el Reino de los cielos

Se conoce por ksars o ksours a las ciudades fortificadas por los bereberes, la mayoría con murallas de adobe, muchas de las cuales se encuentran en el sur de Marruecos (aunque también las hay en otros países del Magreb). Es fácil confundir e intercambiar este concepto con el de kasbah, pero con kasbah nos referimos a un tipo de fortificación que podríamos comparar en mayor medida con un castillo. El mejor ejemplo y más hermoso de cuantos hay en Marruecos con el que jamás se tendrá duda de lo que un ksar es lo tenemos en Ait Ben Haddou, apenas a 20 kilómetros al oeste de Ouarzazate.

Kasbah de Ait Ben Haddou (Marruecos)

El ksar de Ait Ben Haddou, que aparece en filmes como Gladiator, Prince of Persia, El Reino de los cielos e incluso en varios capítulos de la serie Juego de Tronos, destaca por su férreo diseño defensivo. Aún continúa viviendo gente en las casas de adobe de este complejo amurallado, aunque la mayor parte se ha trasladado a un pueblo nuevo que hay justo al otro lado del río. Grandioso y espectacular como pocos rincones en Marruecos proporciona al viajero un viaje a otro tiempo y a otro espacio mucho más lejano. De hecho esta maravilla fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987 por considerársela «un ejemplo notable de la arquitectura del sur de Marruecos». Las ruinas de una antigua kasbah coronarían este ksar convertido en una de las postales más buscadas del país africano.

Kasbah de Ait Ben Haddou (Marruecos)

Desde Marrakech se ofrecen excursiones de un día a Ouarzazate y Ait Ben Haddou, ideales si se lleva poco tiempo y se quiere ver algo de lo que hay a este lado del Gran Atlas.

9. El palmeral de Skoura, el oasis de las palmeras

Camino al desierto por la N-10, a 40 kilómetros al este de Ouarzazate, aparece Skoura. Se trata del oasis que el sultán almohade Yaqub al-Mansur mandó formar de la nada y que en la actualidad cuenta con cerca de un millón de palmeras. Pero tras esta enorme alfombra verde se esconden tal cantidad de kasbahs que resulta muy sencillo perder la cuenta. Lo mejor de todo es que muchos de estos castillos de barro se encuentran habitados, incluso algunos son lujosísimos hoteles. Encontrarlos y recorrer este laberinto de palmeras a pie o incluso a caballo es uno de los grandes destacados nada más comenzar la ruta a Merzouga.

Skoura, el palmeral de Marruecos

Toma nota de las kasbahs más destacadas de Skoura: Ameridil, Ait Abu y Ait Ben Moro

10. Valle del Dadès, territorio kárstico

El valle del Dadès es uno de esos regalos que la geología ha dejado en el sur de Marruecos. La variedad paisajística abre su abanico a gargantas y cañones kársticos, rocas con formas imposibles y un tono rojizo que choca con el blanco de los picos del Gran Atlas. En mi caso tuve la suerte de recorrer esta carretera sinuosa y durante un mes de enero en el que se puso a nevar. De los acantilados cuelgan al límite una buena cantidad de kasbahs y ksours cuyo adobe se ha ido debilitando con el paso de los siglos. Se le puede considerar el corazón de la ruta de las kasbahs puesto que la densidad de las mismas en evidente.

Valle del Dadès (Marruecos)

Su gran rival aparece unos kilómetros más adelante en un desvío en la mítica carretera N-10. Se trata de las Gargantas del Todra.

11. Las Gargantas del Todra, palabras mayores

A un veintena de kilómetros al norte de la ciudad de Tinghir aparece de repente uno de los cañones rocosos más impresionantes del norte de África. El río cinceló durante un largo recorrido de millones de años todo un cañón de paredes verticales que se van estrechando cada vez más hasta vivirse un momento mágico en el que el caminante (o conductor) se encuentra con acantilados de más de 300 metros de altura y un ancho entre ambas paredes de poco más de 10 metros.

Gargantas del Todra (Marruecos)

Para llegar al corazón más estrecho del desfiladero hay que tocar con la yema de los dedos suculentos paisajes con palmerales, viejas kasbahs y pueblos bereberes que mantienen su esencia y su silencio.

CONSEJO: Cuando se llega a lo más estrecho de las Gargantas del Todra la gente suele dar media vuelta para seguir con su itinerario hacia el desierto o de vuelta a Ouarzazate. Pero si se continúa por la carretera R-703 en dirección Imilchil uno se ve conduciendo por paisajes absolutamente demoledores y por los pueblos de adobe más bellos y solitarios a este lado del Atlas de Marruecos. Una zona sin turismo donde se encuentran escenas cargadas de autenticidad y lugares que no aparecen mencionados en ninguna guía. ¡Y es que hay que salirse de las rutas típicas! Os aseguro que este recorrido es ESPECTACULAR.

 

Pueblo del Atlas de Marruecos

12. Las dunas de Merzouga, desierto soñado

Tras kilómetros y kilómetros de hammada, una extensión inabarcable de desierto pedregoso y llano, aparece uno de los grandes objetivos de todo viajero que visita Marruecos. Merzouga es la plasmación del desierto de nuestros sueños, de un mar infinito de dunas que cambian de color a cada minuto para volverse de un rojo incandescente al atardecer. Es el Sáhara en su máxima expresión, un trasiego de camelleros y de cielos que permiten leer las estrellas con nitidez cada noche.  La posibilidad de arrojarse por perfectísimas montañas de arena y sentirse pequeño en uno de los desiertos más hermosos de este planeta se vuelve muy apetecible.

Sele en las dunas de Merzouga (Marruecos)

De Er-Rachidia a Risani, y de Risani a uno de los pequeños albergues (como el Auberge du Sud) que hay a pies de las dunas donde, por fin, desconectar completamente del mundo. Es posible hacer una larga travesía en camello por las dunas de Merzouga y dormir en un improvisado campamento en un diminuto oasis que hay en mitad de la nada.

Camellero en el desierto del Sáhara (Marruecos)

13. El desierto de Zagora

Sin ser un desierto tan espléndido e idílico como el que se observa en la zona de Merzouga, Zagora es una opción excelente para vivir una experiencia en el desierto si no se cuenta con tanto tiempo para hacer la ruta. Si bien llegar hasta él por el valle de Draa vale mucho la pena. También hay buenas dunas y se pueden hacer diversos tramos en camello.

Zagora (Marruecos)

Es la versión más rápida y asequible para hacer el desierto en rutas de uno o dos días desde Marrakech. Para Merzouga, en cambio, se requiere más tiempo para detenerse en los highlights de la ruta de las Kasbahs y así poder hacer Skoura, el Valle del Dadès, las Gargantas del Todra y compañía. Aún así comparten con Ouarzazate un espléndido punto de partida.

SABORES COLONIALES Y ENCANTADORES

14. Essaouira, la antigua Mogador

Ciudad portuaria a menos de tres horas de carretera desde Marrakech (180 km). Los portugueses, que la habitaron y fortificaron con gruesas murallas, la llamaron Mogador. De hecho se trata de uno de los puestos defensivos portugueses más fuertes e importantes de la costa este africana, un paso necesario para su ruta marítima hacia las Indias orientales. Aunque su estancia fue más efímera de lo esperado (siglos XV y XVI) y sería el sultán alauita  Sidi Mohamed Ben Abdel-lahya quien a finales del siglo XVIII mandó construir la ciudad que se puede visitar hoy día con el objetivo de competir con Agadir, un puerto en alza que se había hecho con buena parte del comercio europeo en esta parte del Magreb. No lo consiguió y la influencia de Essaouira se apagó, pero su belleza y buen estado de conservación hacen que sea otro lugar designado Patrimonio de la Humanidad.

Essaouira (Marruecos)

Rodeada de una muralla y de paseos almenados (o Skalas) que sirvieron para defender la ciudad, Essaouira es una auténtica postal del que ahora es tranquilo pueblo de pescadores, con una medina de casas blancas y puertas azules menos confusa que las de otras urbes africanas. De hecho Essaouira es más abierta que las demás, de ahí que encandilara al gran Jimmy Hendrix o a Orson Welles, quien dirigió «Otelo» en la vieja Mogador. Hoy día se siguen rodando películas, aunque su aparición más sonada últimamente fue hacer de la ciudad roja de Astapor en Juego de Tronos.

Essaouira (Marruecos)

La vivencia número uno de Essaouira está en ir al puerto, ver el atardecer junto a los barcos pesqueros azules y retamar la faena comiéndose un buen pescado fresco a la brasa frente a las olas del mar. Se considera a ésta como una clásica excursión de un día desde Marrakech, aunque recomiendo quedarse a dormir, al menos, una noche.

15. Asilah, calles blancas con vistas al Atlántico

Asilah se trata de la hermana pequeña y bohemia de Essaouira, pero su área de influencia es Tánger (a tan sólo 40 km) y no Marrakech. También fue un puerto comercial portugués (quienes la denominaron Arcila), pero las influencias de los tiempos del protectorado español en Marruecos se dejan ver muy a menudo, como en el detalle de que su restaurante de bandera se llame «Casa Pepe» o porque el castellano deambula por la medina como si tal cosa e incluso que la fritura de pescado sea su manjar estrella.

Asilah (Marruecos)

La ciudad amurallada de Asilah, siendo bastante más pequeña que Essaouira, nos deja una lindísima y laberíntica medina de casas blancas con puertas y ventanas azules a las que les gusta coquetear con el mar. La muralla se ocupa de evitar que las olas se cuelen en las calles, mientras que el torreón portogués (Torre el-Karma) vigila con cierta nostalgia la plaza más grande de la medina (Sidi Ali ben Hamdush) como si todavía siguiera formando parte de territorio luso. Es lógico que Asilah se haya convertido en una de las excursiones de un día desde Tánger más solicitadas.

Torre el-Karma de Asilah (Marruecos)

Cada verano desde 1978 se celebra en Asilah un Festival dedicado a las artes. De ahí que muchos muros se pinten y renueven constantemente como una de las mejores muestras del arte urbano en el continente africano.

Asilah (Marruecos)

No te pierdas «Asilah, la medina del Atlantico» donde cuento de manera más pormenorizada mi experiencia en esta ciudad del norte de Marruecos. Fue un viaje que combinamos con Tánger, el Cabo Espartel y las Grutas de Hércules. Perfecto destino para una escapada de fin de semana.

16. Chaouen, el reino de color azul en el valle del Rif

«Existe un lugar capaz de trasladarte a otro tiempo, en el que la prisa no está ni se la espera porque dicen que mata, y que trastoca tu ritmo y tus latidos del corazón lo quieras o no. Es un reino de calles azules y blancas, sobre todo azules, que te persiguen con sus estrecheces y juegan contigo para perderte en su laberinto de siete puertas. Cuando cae la tarde y los carpinteros rematan sus últimos trabajos, un olor proveniente de finas pipas de madera abandona las puertas entreabiertas y se cuela por los callejones para perfumar las paredes que esconden el azul del cielo hasta la mañana siguiente.» Chaouen o el Reino azul

Chaouen (Marruecos)

Posada en la cordillera del Rif, Chaouen destaca tanto que para muchos es, de largo, el pueblo más bonito de Marruecos. Y quienes lo aseguramos creo que no andamos demasiado desencaminados. La vieja Chauen, Chefchauen o Xauen, una de las últimas plazas españolas en tiempos del protectorado, se compone de una laberíntica medina en la que predomina el color azul. Y no sólo en puertas, ventanas o adornos. Está en absolutamente todo, incluso en los muros de las casas. Basta con patear la ciudad de los gatos y admirarla desde un punto de vista más alejado como Ras el-Maa (donde las mujeres acuden a lavar sus ropas en las aguas del río) para comprobar que Chaouen es el Reino del azul.

Chaouen (Marruecos)

Una excursión perfecta desde las ciudades de Tánger (en el día) o Tetuán, las cuales tiene más cerca. Aunque también hay quien llega a Chaouen con un tour de un día desde Fez, aunque ésta sea la opción más lejana.

17. Tánger

Tánger pasa por ser de uno de los puertos de entrada más usuales a Marruecos desde España, tanto en ferry como en avión (desde Madrid es un viaje de máximo una hora). Representa la decadencia y la nostalgia de una ciudad que fue «zona internacional» en los años veinte y en la que se establecieron importantes personajes del arte y la cultura de todo el mundo. Tánger en aquel momento estaba considerada como una ciudad moderna, abierta y multicultural, todo un ejemplo de comunión entre tres religiones como la musulmana, la cristiana y la judía.

Puerta de Tánger (Marruecos)

La influencia de los españoles que la habitaron hasta principios de los sesenta se deja ver en recovecos, negocios y cartelería. Si bien su medina de color blanco se ha dejado llevar por el tiempo y cierto descuido que ha desconchado las paredes, tiene todavía algo de lo que le convirtió en «la ciudad de los espías» de principios del siglo XX. Se recomienda la visita del museo Dar El Mandoub, la vieja Kasbah que sirvió como palacio del Sultán de Tánger y tomarse algo en la gran plaza 9 de Abril. Una excursión muy próxima y que no está nada mal es la de las grutas de Hércules o el Cabo Espartel.

Grutas de Hércules cerca de Tánger (Marruecos)

En los últimos tiempos Tánger se ha vuelto a poner de moda por tener muchos de los escenarios que aparecen en la novela de María Dueñas (y la serie de TV) «El tiempo entre costuras». Y resulta ideal para hacerse una excursión a la ciudad de Chaouen o a la, aún más cercana, Asilah.

CONSEJO: No irse de Tánger sin disfrutar de un té a la menta frente al mar con vistas a las costas españolas en Café Hafa (barrio de Marshan).

18. Tetuán

La ciudad de Tetuán se trata también  de un escenario protagonista de «El tiempo entre costuras» y hay quien se hace una ruta siguiendo las localizaciones de la novela, que además aparecieron en la serie de televisión protagonizada por Adriana Ugarte (en el papel de Sira Quiroga). Se encuentra casi a la misma distancia de Tánger que de Ceuta, pero curiosamente no es un destino demasiado visitado por los españoles (exceptuando a los ceutís), quizás más atraídos por los encantos de Marrakech, Fez y compañía. Aunque tiene a Chaouen a apenas a 90 kilómetros.

Mujer asomada a la ventana en Tetuán (Marruecos)

Tetuán sigue siendo una gran desconocida, pero su medina, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997, es una auténtica joya digna de descubrir. Además la influencia andalusí es evidente. De hecho la ciudad que se ve hoy día tiene muchas huellas de sus constructores, moriscos expulsados de la Península Ibérica en el siglo XVII. También fue uno de los puntos principales de llegada de judíos sefardíes, que mantuvieron durante mucho tiempo su cultura y lengua en una de las ciudades más hermosas y sorprendentes del norte de África.

19. Sidi Ifni

Una ciudad pequeña, de apenas 20.000 habitantes, tan al sur del país que no queda lejos de las costas saharauis. Sidi Ifni significa en lengua amazigh «el Señor de la Laguna» y se trata de uno de los nombres más emblemáticos del antiguo protectorado español en Marruecos. Y las huellas de este periodo son realmente evidentes en cada calle de este solitario rincón.

Ventana y su sombra (Marruecos)

Pero Sidi Ifni es la base predilecta para hacer una viaje a las kilométricas playas que se han puesto muy de moda para disfrute de surferos. Una de las visitas más recomendables que tiene Sidi Ifni es la playa de Legzira, conocida por sus atardeceres y fotogénicos arcos de color rojo. Pero lamentablemente hace unos meses uno de estos arcos colapsó viniéndose abajo. Por fortuna permanece uno de ellos intacto, aunque la perfecta imagen de postal ya no existe.

UN PAISAJE SOBRESALIENTE

20. Cascadas de Ouzoud

El mayor salto de agua de Marruecos, y de todo el norte de África, se ha convertido en una de las excursiones más bonitas de un día que se pueden hacer desde Marrakech, aunque este fenómeno natural se halla a 150 km de distancia de esta ciudad. Las cascadas tienen una altitud que supera los cien metros de alto y se pueden disfrutar por los frondosos senderos que quedan a ambos lados de las mismas.

Cascadas de Ouzoud (Marruecos)

No sólo los turistas que visitan Ouzoud aseguran haber visto una de las mejores postales de naturaleza en el Atlas sino que quienes también acuden a raudales, y parece que por gusto, son los monos de la berbería que se reúnen cada día en esta caída de agua.

MÁS LUGARES QUE VER EN MARRUECOS Y SE QUEDAN EN EL TINTERO…

En toda selección de lugares que ver en Marruecos, como en la de cualquier país, siempre se van a quedar muchos nombres en el tintero que también merecerían formar parte de la lista (una lista personal y subjetiva, por otra parte). Me vienen a la cabeza rincones como El Jadida, Tan Tan, el valle de Ketama, el ksar de Goulmima, la ascensión mítica al Jebel Toubkal, las playas de Saïdia o de Agadir, Umarhuz (y sus dragos del Atlas)…

Señal de cruce de camellos en Marruecos

POR SI ACASO, VIAJA SEGURO (Y CON SEGURO)

Siempre que viajamos al extranjero conviene estar bien cubiertos por lo que pueda pasar, por lo que siempre salimos con seguro de viaje. Y Marruecos no es una excepción. No conviene hacer un viaje de este tipo sin una buena póliza que nos cubra en Marruecos ante posibles accidentes, enfermedades o contratiempos que puedan suponernos un sobrecoste (la hospitalización o atención médica puede salir muy cara). En nuestro caso para viajar a Marruecos utilizamos el Seguro de viajes de IATI porque nos parece que cuenta con una cobertura superior a la media (más de 100.000 euros), te adelantan el dinero si sucede algún problema y ofrecen un trato personalizado. Los lectores de este blog pueden contratar el Seguro de viajes de IATI que mejor se adecué a lo que están buscando con un 5% de descuento (que se aplica de forma directa entrando a través este enlace).

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Internet durante todo el viaje (SIM de datos y llamadas)

Para tener conexión a internet en el móvil durante el viaje una buena idea es llevar de antemano una tarjeta SIM de datos O, mejor aún, una eSIM (es, decir, virtual) que llevar ya desde España en tu teléfono móvil sin tener que introducir una nueva tarjeta. Las hay para 5, 7, 10 y 15 días y olvidarse de pagar roaming o buscar conexiones wifi desesperadamente. Yo soy usuario de este servicio siempre que puedo porque es tremendamente fácil de instalar y usar. Sencillo y económico. Puedes comprarla aquí (y tener descuento introduciendo el código elrincondesele).

Tarjeta HolaFly

Un buen té a la menta. ¡Y hasta el próximo viaje!

Realmente Marruecos es un país maravilloso para el que no hace falta uno sino muchos viajes para ir descubriendo poco a poco, y sorbo a sorbo. Con un vasito de té a la menta en la mano y el trasiego incesante de la Plaza Jemaa el-Fna haciendo ruido como ella sabe, con los picos nevados del atlas haciendo contraste con las verdes palmeras, es posible empezar a soñar y no despertar nunca del más cercano de los destinos lejanos.

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PD: No te pierdas todos los artículos sobre Marruecos publicados en este blog.

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