Recorriendo territorio amish en el Condado de Lancaster - El rincón de Sele

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Recorriendo territorio amish en el Condado de Lancaster

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Ser amish es no sólo una manera de querer y creer en Dios, es una forma de vida. Para un amish no existe la tecnología, la comida basura, la ropa de marca o las redes sociales. Simplemente porque sus hábitos y costumbres no han variado en absoluto desde el Siglo XVII cuando llegaron a América. Y es que para ellos la única manera de conservar su identidad pasa por abrazarse férreamente a la tradicionalidad y no sujetarse a lo que traen los nuevos tiempos, una especie de aderezo que consideran inútil y perturbador. La presencia de distintas comunidades amish en Estados Unidos es un contrapunto surrealista al mundo moderno. La del  Condado de Lancaster, en Pennsylvania, es una de las mayores del país. Hospedados en un motel de carretera durante tres días, salimos a recorrer las carreteras secundarias de esta zona para observar y aprender más sobre ellos.

Foto de amish en Lancaster

Visitar territorio Amish en Lancaster y alrededores fue una de las experiencias más cautivadoras que pudimos llevar a cabo en la Costa Este de los Estados Unidos. Algo sencillamente para recordar…

SOBRE LOS AMISH

Que la sociedad amish, cristiana anabaptista, esté cerrada al mundo de hoy se debe a que consideran que “si algo no es estrictamente necesario no tiene por qué hacerse”, con lo que la conexión con el exterior se rehúsa al máximo. Eso no quiere decir que no se hablen con el vecino, quien conduce un 4×4 último modelo con el que lleva a sus hijos a jugar al béisbol y a comer pizza a uno de los bares nuevos de la ciudad. Significa que ellos mismos, dentro de una comunidad, trata de preservar su identidad no utilizando las artificialidades de un mundo moderno que consideran no les va a aportar nada. De esa forma no tienen televisión, radio o agua corriente. Y si necesitan llamar por teléfono sólo pueden hacerlo en caso de urgencia en uno público. Basan su vida y la relación con los demás su amor a Dios, el pacifismo y la sencillez más absoluta, que se logra únicamente alejando los demonios del progreso.

Carruaje amish circulando en Lancaster

Aunque los hay más conservadores y otros más liberales (suelen ser menonitas) se les reconoce a la legua, vayan donde vayan, por su vestimenta estilo “La casa de la Pradera”, peinados anacrónicos o los sombreros de granjero que cubren la cabeza de los hombres. No pasan desapercibidos ni a pie ni cuando van a bordo de sus flamantes vehículos de uno, dos o cuatro caballos. Esto último es literal porque aún se desplazan de un sitio a otro subidos a sus carruajes tirados por fieles corceles tal cual lo hicieron sus abuelos… los abuelos de sus abuelos y los tatarabuenos de sus tatarabuelos.

Matrimonio amish en el Central Market de Lancaster

Y aunque de forma espontánea es posible encontrarse con algún individuo o su familia en una ciudad como pueda ser Nueva York o Chicago (nosotros vimos a dos parejas disfrutando de las vistas de la Sears Tower), hay lugares de Estados Unidos donde es más fácil verlos. Y Lancaster County, en Pennsylvania, es uno de ellos, ya que viven algo más de 70.000 amish. A unas tres horas desde Nueva York, dos desde Washington y hora y media desde Filadelfia , la ciudad de Lancaster es una base excelente para explorar la región y no quedarse con los museos y ferias que tratan este tema con algo de frivolidad.

AMISH EN LA CIUDAD DE LANCASTER

Nada más aparcar en Lancaster nuestro coche alquilado en una oficina Rent a Car USA del Aeropuerto de Nueva York (tienen precios más económicos que en Manhattan, sobre todo si se reserva por internet) y ponernos a caminar hacia el centro de la ciudad nos preguntamos si sería tan fácil ver a los amish como nos habían contado. No esperábamos, por supuesto, meternos desde el primer momento en la película «Único testigo» (Witness) que protagonizara Harrisson Ford en los 80 y que mostrara al mundo esta peculiar comunidad cristiana, pero sí empezar a captar su esencia en algún rincón de la ciudad. Y no nos equivocamos, ya que en el Central Market muchos de los establecimientos están regentados por los propios amish y además era un rincón recurrente para que éstos realizaran sus compras. Queserías, charcuterías, alimentos preparados, frutas… todo lo mejor de los campos agrícolas y las granjas que habitan y trabaja esta comunidad desde hace muchas generaciones está presente en este mercado.

Los dependientes o los propios compradores no pasaban desapercibidos en absoluto. Para la gente de allí que no es amish está visto como algo absolutamente normal pero tengo que reconocer que nos chocó en un principio. Esos trajes y vestidos de museo, esos sombreros de granjero y esas barbas o cortes de pelo tan extraños llaman la atención, sobre todo a quienes no estamos acostumbrados a ellos. Aunque todo se fue normalizando en nosotros (que éramos la mirada extraña) a medida fuimos observando como más y más gente iba pasando frente a nosotros.

Familia amish en el Central Market de Lancaster

El mercado de Lancaster fue nuestra primera piedra de toque con los amish. Después nuestra intención fue ir a pasear por la ciudad centrándonos en la armoniosa y clásica colección de fachadas de ladrillo decimonónicas. Lancaster es una ciudad preciosa, realmente agradable, y con amish o sin ellos merece la pena ir a echar un vistazo, callejear un poco y respirar su tranquilidad.

Edificios en la ciudad de Lancaster, Pennsylvania

A pesar de lo que mucha gente piensa en Lancaster (ciudad) no viven amish. Ellos están en granjas o en casas construidas en el campo en todo el condado (Lo que viene a ser llamado como Dutch Country) y sólo acuden a la ciudad a por lo que necesitan. Por eso no es tan sencillo verlos fuera del mercado o como mucho pasando pasando raudos y veloces con sus carruajes tirados por caballos con los que se mueven.

Mujeres amish caminando en Lancaster

RECORRIENDO CARRETERAS SECUNDARIAS

El mejor consejo que nos dieron para intentar saber un poco más de la cultura amish es visitar su entorno. Lo primero que debíamos hacer es salir de la ciudad, olvidarnos de las Rutas 30, 222 e incluso de la 340 y tomar carreteras secundarias, ninguna en concreto y todas a la vez. Es decir, salirnos de las rutas principales y más transitadas, e ir por esas estrechas carreteras o caminos en las que se encuentran los campos de maíz, las lecherías y esas granjas de madera en las que ellos hacen su vida. Y vaya si tenían razón quienes nos dijeron por dónde debíamos movernos.

Granja amish en Lancaster County

El concepto de «salir a perderse» tiene aquí más sentido que nunca. Y eso fue lo que hicimos en distintos recorridos que escogimos «sobre la marcha» y que nos introdujeron en la vida campesina y sencilla de los amish del Condado de Lancaster. Las distancias con ciudades como Nueva York o Filadelfia son inmensas, y no hablo precisamente de las millas que las separan. Frente a las puertas de sus grandes casas de madera, esas mismas que no tienen ni televisión, teléfono, ordenador ni, mucho menos, videoconsolas, era una delicia ver sonreír a la gente y a los niños jugando a lo que siempre fue divertido. Para ellos y para todos.

Carruaje amish aparcado frente a una casa

En Horseshoe Road, Willow Road, Quarry Road o cualesquiera se llamaran los distintos caminos secundarios de Lancaster County, la suave brisa y el silencio se erigieron como los verdaderos protagonistas del entorno. Los maizales o los campos en los que pastaban los animales contenían prodigiosamente un verdor ganado a base de las lluvias y nevadas de los duros inviernos de Pennsylvania. El aroma a tierra mojada de una súbita tormenta veraniega era la única capaz de quebrar los ritmos y hacernos ver que era hora de marcharnos y continuar en otro momento nuestra incursión a este modo de vida.

Foto amish en el Condado de Lancaster

En los días sucesivos llevamos a cabo el mismo ritual. Íbamos entre pueblo y pueblo atravesando las zonas más apartadas y evitando las carreteras generales para seguir deleitándonos con esos escenarios campestres en los que los amish tienen su hogar. No tuvimos nunca una mirada inquisitorial por su parte debido a ser, al fin y al cabo, extraños que pasábamos por sus tierras. Todo lo contrario. Siempre que podían nos dedicaban una sonrisa o un saludo con la mejor intención. Al contrario de lo que mucha gente piensa, ser diferentes no significa ser ariscos con el prójimo. Simplemente entienden la vida de otra manera, se suben o, mejor dicho, deciden no subirse a los rigores de una vida moderna que no les atrae en absoluto. La célebre frase de no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita es algo que comprenden perfectamente y tratan de seguir a rajatabla.

Niñas amish con su madre en una granja de Lancaster

Se habla en muchas ocasiones de la firmeza en las tradiciones amish, en su ortodoxia. Pero eso depende de cada comunidad y, casi, de cada familia. Se sabe que cuando los hijos son adolescentes pueden disfrutar de lo que se conoce como Rumspringa, que viene a ser un año sabático en el que chicos y chicas pueden viajar y salirse del círculo familiar o comunitario, es decir, ver la vida por sus propios ojos. Muchos marchan a la ciudad, visten ropa occidental, prueban la tecnología moderna, el juego, el alcoholo… y si consideran que quieren seguir esa nueva vida adelante. Pero, para sorpresa de muchos, entre un 80 y un 90% de los adolescentes retornan a su comunidad para ser bautizados (los anabaptistas no llevan a cabo este sacramento en la infancia sino cuando ellos mismos se ven preparados para abrazarse a la religión) y vivir la vida de sus padres y vecinos amish. Es algo para reflexionar, no cabe duda.

Mujer amish en bicicleta llevando la compra

EL CARRO DE CABALLOS… VEHÍCULO AMISH ÚLTIMA GENERACIÓN (Y PRIMERA)

Señal de tráfico amish en el Condado de Lancaster

Uno de los elementos más característicos de los amish, además de su ropa, es verles circular por las carreteras en clásicos carros de caballos, normalmente de color negro. Este tipo de carruajes dibujan una de sus señas de identidad más representativas y en un lugar como Lancaster es tremendamente sencillo cruzarse con los vehículos de tracción «a sangre» que ellos mismos manejan con destreza. Bastaba con prestar un poco de atención y cuando menos nos lo esperábamos aparecía uno de estos coches de caballos. Si se viaja a esta tierra no hay que contar con la suerte o la casualidad, es garantía 100% que si se entra al Condado de Lancaster se verá a los amish circulando y provocando algún que otro adelantamiento por parte de algún vehículo a motor con algo de prisa.

Carruaje amish circulando en Lancaster County

Familia amish en su carruaje circulando por Lancaster

Era usual toparnos con los carruajes en movimiento o aparcados frente a las casas. Siendo domingo pasamos por una granja en cuyo cobertizo se estaba celebrando una de las misas amish que se caracterizan por tener una duración de entre cuatro y seis horas. Había overbooking de carros, mientras que los caballos se quedaban plácidamente pastando en el establo. De vez en cuando veíamos un ir y venir de gente que, obviamente, tendría que ir al servicio o salir a beber agua. Porque una misa de más de cuatro horas tiene que ser intensa cuanto menos…

Carros amish frente a una casa en Lancaster County

Uno de los momentos más hermosos que recuerdo de nuestra estancia en territorio amish fue junto a uno de los muchos puentes cubiertos de madera del Siglo XIX, algunos de los cuales funcionan todavía. Se nos había hecho tarde y además estaba empezando a llover con fuerza, como cada tarde. Mi madre, mi chica y yo salimos fuera a ver el puente de cerca y tomar unas fotografías. De repente escuchamos venir dos carruajes, el primero era muy grande, y a diferencia de los muchos que habíamos visto estaba tirado por nada menos que cuatro caballos. La carroza era del tipo “Casa de la pradera” y lo conducían todo mujeres. El segundo era más pequeño, aunque tampoco negro, y necesitaba sólo de dos caballos.

Carruajes amish conducidos por mujeres (Lancaster County)

Todas ellas sonreían, recuerdo que una niña llevaba un perrito en brazos, y desprendían una paz inmensa en cada uno de sus gestos. Como si fuera a cámara lenta pasaron a un palmo de nosotros, por aquel camino de bosque y con la oscuridad a punto de llegar. Si no hubiera sido por el coche de alquiler como el que teníamos al lado hubiese pensado que acabábamos de dar un salto en el tiempo para estar repentinamente en la Norteamérica del Siglo XIX.

CONOCIENDO MÁS SOBRE LOS AMISH EN LANCASTER A BORDO DE UN CARROMATO

Pero en Lancaster o cualquier pueblo como Bird in hand fue posible no sólo ver a los amish pasando a toda velocidad por delante nuestro, sino también recorrer sus tierras subidos en uno de los carruajes negros como los que ellos manejan. Hay numerosas empresas (tanto amish como no amish) que ofrecen estos paseos en carruaje y te acercan a las granjas o terrenos que uno ve desde el coche. Fue una experiencia que además nos aportó conocer mejor a estas comunidades que a priori parecen demasiado cerradas. Quien conducía nuestro coche de caballos (Aaron and Jessica´s Buggy Rides) no era amish pero sabía muchas de las peculiaridades en torno a ellos y, por supuesto, y le acribillamos a preguntas. Sobre lo que pueden o no pueden hacer, su educación o, por ejemplo si acuden a los mismos hospitales que el resto de la población. A esto último contestó que sí, que asisten a hospitales modernos cuando lo necesitan pero lo hacen menos que otros americanos porque tienen una salud de hierro debido a su estilo de vida y alimentación. Cosa que no dudo en absoluto. Los amish llevan una vida muy sana en comparación a sus compatriotas.

Subido en un carro de caballos para recorrer territorio amish en Lancaster County

Sobre los célebres Buggy Rides que se ofrecen en el condado a los turistas tengo que decir que si se hace, preferiblemente no sea en domingos, que son los días en los que los amish se pasan toda la mañana en sus infinitas misas y será complicado cruzarse con alguno que no lo esté. Y, sobre todo, porque la mayoría de actividades las organizan ellos mismos y ese día, por supuesto, cierran a cal y canto sus instalaciones.

TO BE AMISH… OR NOT TO BE

Y no he hablado aún sobre las tiendas de artesanía amish (el paraíso de los bordados), los restaurantes gestionados por amish y un largo etcétera de lugares a los que ir para estar cerca de ellos y comprender mejor su original forma de vida anclada en el pasado. Lancaster, o el Dutch Country de Pennsylvania es la opción más asequible para hacerles una visita. O de lo contrario habrá que irse a una de sus comunidades en Ohio o tener la fortuna de cruzárselos en algún lado.

Familia amish en Lancaster

Recorrer territorio amish en el Condado de Lancaster fue de las cosas más interesantes que pudimos hacer en la Costa Este de los Estados Unidos. Un soplo de aire fresco entre ciudad y ciudad que nos vino en el mejor momento. Y que, dentro del respeto y el afán por saber cosas nuevas, nos sirvió para aprender sobre una de las comunidades más desconocidas del país.

Sele

* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

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