Una ruta en bicicleta entre Brujas y Damme
Que Brujas se sitúa en entre las ciudades más «de cuento» de toda Europa es una obviedad. El corazón de Flandes emerge de forma sugerente de sus canales para proporcionar al viajero un entramado urbano delicado, hermosísimo, casi perfecto. Brujas no sólo se pasea a través de su afombra rugosa de adoquín o la hierba que recorre una inexistente muralla. También se navega desde uno de los botes que se toman en el embarcadero, a un paso de la plaza Markt. Y, por supuesto, pide a gritos un recorrido sobre dos ruedas sentados en un sillín y guiándonos por las calles mientras pedaleamos. Sobre esta tercera y entretenida opción de recorrer Brujas en bicicleta trata la experiencia de hoy después de rascar bien profundo para encontrar mis genes ciclistas que, aunque bien escondidos, los tengo. Sacamos la bici de paseo, afinamos el timbre para no atropellar a nadie, y salimos con cierta parsimonia de esta Venecia del norte rumbo a un pueblecito encantador de la campiña flamenca cuyo nombre es Damme.
Érase una preciosa ruta en bicicleta entre Brujas y Damme en la que hay que pasar por canales, beaterios, molinos de viento y campos de patatas. Érase una de las formas más divertidas y «flamencas» que se me ocurren de moverse por una región en la que no nos esperan cuestas sino planicies absolutas y paisajes bucólicos. ¿Me acompañáis?
¡Bicicleta para todos en Brujas!
Ante todo debo reconocer que nunca he sido demasiado aficionado a montar en bicicleta pero sí es cierto que me reservo para grandes ocasiones. Desde mi niñez en los caminos de la Casa de Campo de Madrid, donde iba con mis padres y mi hermana a «dominguear» con gusto (y bocadillos de filete de pollo empanado), en la que utilizaba una BH roja de pegatinas estruendosas que se pasaba más tiempo en el trastero que en la calle, he podido moverme en bici tres o máximo cuatro veces más. Una de ellas tuvo lugar en la corniche de Beirut apenas 24 horas antes de que Líbano fuera bombardeado por Israel en el verano de 2006. Bajaba hasta la playa por una calle en cuesta y la toalla se me enredó con las ruedas con el consabido tropezón que me hizo hacer un mortal contra el suelo del que todavía me acuerdo (como para no hacerlo).
Muchos años después, en mi tercer viaje a Brujas y Gante dije, ¿por qué no? Y tanto en una ciudad flamenca como en la otra volví a las dos ruedas y me sujeté al manillar con la torpeza habitual del que no ha montado demasiadas veces en su vida en bicicleta. En Brujas, tras alquilar una bici sencilla por apenas 8€ (4 horas, 12 horas son 12€) en la tienda de Eric Popelier (Mariastraat 26, web: www.fietsenpopelier.be/?q=es/fietsen) comencé mi andadura. El plan era el siguiente: Bajar al sur por el Begijnhof (el beaterio más famoso de Brujas), bordear el sendero de las viejas murallas hasta llegar a los molinos de viento y marchar desde ahí a Damme por un sendero campestre bien preparado para las bicicletas. Esta pequeña localidad se encuentra a unos 6 km de Brujas, y siempre en llano, por lo que no era un reto demasiado complicado.
Recorrido en bici de Brujas a Damme
Debo decir que en Brujas, como en toda Bélgica, las facilidades para hacerse con una bicicleta son tremendas. Incluso muchos hoteles disponen de bicis de alquiler con precios especiales para clientes (entre 10 y 12€ por día está la horquilla de precios). Y las calles tienen aparcamientos para las mismas (y gratuitos), independientemente de quienes las deja en puentes o farolas, muchas veces sin utilizar cadena para protegerlas. Los carriles-bici son numerosos, se respetan y hay una educación vial al respecto de peatones y coches que se trata de la envidia de muchos países del mundo. Es verdad de que si queremos hacer un buen viaje en bicicleta sin ser para nada expertos, Flandes, así como los Países Bajos, son una auténtica maravilla.
De hecho tienen un montón de rutas señalizadas para viajar a Flandes en bicicleta, algunas de pocas horas y otras de más de una semana.
El beaterio de Brujas
Atravesando empedrados y turistas en masa fui buscando el sur, una de las zonas más tranquilas y agradables de la ciudad. Separado por un foso navegado por cisnes llegué al Begijnhof, uno de esos de los beaterios flamencos protegidos por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Este remanso de paz en cuadrícula fue hogar de las beguinas, mujeres solteras o viudas que se asociaban para trabajar y vivir como buenas cristianas acatando los votos de pobreza y castidad. No eran monjas ni estaban sujetas a la Iglesia y, aunque no podían salir por las noches, tenían la posibilidad de abandonar el beaterio si encontraban marido.
Flandes y los Países Bajos cuentan con muchos de estos beguinajes, aunque ya sin el propósito natural para el que fueron creados. Actualmente las casas se han destinado a viviendas sociales o como museo. En el caso de Brujas, así como en otros, hay monjas benedictinas habitando algunos de estos edificios blancos de los siglos XVI, XVII y XIII dispuestos en un cuadrado en cuyo interior hay un jardín arbolado.
En bici por las viejas murallas
Del beguijaje salí bordeando el Lago del amor o Minnewater, uno de esos lugares cargados de romanticismo y leyendas. Abandoné el casco viejo de la ciudad y tomé hacia arriba sentido nordeste el antiguo camino de ronda de las murallas que en su día protegieron Brujas de sus enemigos. Su nombre en flamenco es Brugse Vesten y hoy día, a pesar de que fueran derribadas hace muchísimo tiempo, corresponden a un recuerdo transformado en zonas verdes y un gran canal por donde todavía cruzan los barcos. Las afueras, esas que rodean por completo la «almendra» que se aprecia en los mapas, son el lugar preferido para los paseantes que buscan tranquilidad y, por supuesto, de los amantes de la bicicleta.
Aquí pude permitirme ir un poco más rápido, ya que me encontré con poca gente, algunos runners y otras bicicletas circulando en plena armonía. A falta de las murallas tan sólo intuidas, Brujas conserva intactas cuatro de sus antiguas puertas de acceso. El primer ejemplo con que me topé fue la Gentpoort o Puerta de Gante, la entrada que en el medievo utilizaban los comerciantes provenientes de la ciudad vecina o de territorios más lejanos. Probablemente se trate de la mejor conservada de las cuatro puertas y, además, su interior en la actualidad es un museo de la ciudad (4€ o gratis con la Brugge City Card). Una pequeña estatua de San Adrián, protector de la peste en Brujas, se ocupa de vigilar a los paseantes desde la puerta.
Avanzando en una mañana de calor apenas tardé unos minutos en alcanzar la Puerta de la Cruz (Kruispoort) y, por tanto, el nordeste de Brujas. Dos torreones octogonales y dos torres macizas circulares, imponen respeto medieval desde hace más de siete siglos. Este lugar fue testigo de la entrada a la ciudad de emperadores como Carlos V o Napoleón y de las tropas alemanas cuando invadieron Brujas durante la II Guerra Mundial (en la película The Monument men tratan el robo de obras de arte por parte de los germanos, dentro de las cuales se encontraba una preciosa Madonna de Miguel Ángel que tras ser recuperada podemos contemplar en la Iglesia de Nuestra Señora de Brujas – Onze-Lieve-Vrouwekerk).
Los molinos de Brujas
Kruispoort es el comienzo de Kruisvest Park, una de las zonas más interesantes extramuros en Brujas. Aquí sobreviven nada menos que cuatro molinos de viento, los típicos de las estampas del norte flamenco y, por supuesto, Holanda. Los molinos de Kruisvest, cuyas aspas permitieron la molienda del trigo durante siglos, forman parte del escenario más bucólico de Brujas. Y curiosamente no es una zona demasiado concurrida por turistas. Más bien por locales, jóvenes que se tiran en la hierba durante los días de sol y padres que llevan a jugar a sus hijos que se arrojan como pelotas por las lomas de los molinos.
El primero de la ruta es Bonne Chieremolen, cerrado al público y trasladado en 1911 a este lugar. El siguiente, Koeleweimolen, es uno de los dos que permiten las visitas para observar cómo funcionaban. Aunque es cierto que el más fotogénico, pintoresco y auténtico es el tercero, Sint-Janshuismolen (también visitable a 3€). Este es el único que se ha encontrado siempre en el mismo lugar, ya que los demás molinos, aunque sí originales, fueron llevados a esta parte de la ciudad.
Por último se encuentra Nieuwe Papegaai, fácilmente reconocible por su color rojo.
La capilla de Jerusalén y las casas de Dios
Antes de seguir hacia el norte y cruzar la carretera para ir a buscar Damme, volví a entrar a la ciudad de Brujas siguiendo unas indicaciones que había recibido para no perderme dos lugares no demasiado conocidos ni concurridos. Entré desde la calle que nacía en Sint-Janshuismolen (Rolweg) a un barrio muy tranquilo de casas residenciales. Avanzando torcí a mano izquierda por Balstraat hasta llegar a Jeruzalemstraat (Calle Jerusalén) que hace referencia a uno esos lugares que llaman la atención. Una gran torre señalaba que me hallaba frente a la Capilla de Jerusalén, parte de una gran mansión de una familia de genoveses que en el siglo XIII llegaron a la ciudad para formar parte del séquito de los Condes de Flandes. En el siglo XV Anselm Adornes, el descendiente más célebre y poderoso de esta familia, mandó construir la finca Adornes. Y allí recreó una iglesia cuyo interior supuestamente se trataba de una copia exacta del Santo Sepulcro de Jerusalén tal cual era en la época de las Cruzadas (y que algunos miembros de la familia habrían contemplado entonces). Hoy día los Adornes siguen viviendo aquí, y esta iglesia es de gestión privada, pero está abierta a las visitas. Sin duda posee una historia muy interesante y, al parecer, los descendientes genoveses se mezclan entre el público y es fácil hablar con ellos. No fue esa mi suerte aquel día, ya que no encontré a nadie.
Apenas a unos metros de allí, volviendo hacia las murallas y sin salir de la Finca Adornes, entré unos minutos a uno de los ejemplos de Casas de Dios (Godshuizen) que se encuentran en Brujas. Se trata de una colonia de viviendas sociales que los Adornes hicieron para los más necesitados y que actualmente continúan en funcionamiento y en perfecto estado. Arquitectónicamente recuerda a un beguinaje, pero no se hizo para beatas sino para familias enteras sin recursos. Son auténticos remansos de paz y el origen de las acciones sociales nacidas muy atrás, en plena Edad Media. Aunque en aquella época las buenas acciones tenían que ver con la manera de subir más rápido al cielo…
Atravesando los campos para ir a Damme
Media vuelta por donde había venido y de nuevo me vi en Kruisvest, el parque de los molinos. Dejando atrás los cuatro «gigantes» que diría Don Quijote, salí definitivamente de la ciudad. Crucé la carretera y me encontré con la dicotomía de que a Damme se podía ir por dos lugares. Uno completamente recto al borde de un canal y otro que me sacaba por un camino que cruzaba los campos flamencos, ambos de aproximadamente 5 kilómetros. Entonces me decidí por el camino campestre para la ida y el paseo del canal para la vuelta, cuando estaría más cansado.
Comencé a pedalear por un sendero preparado para bicis en Zuidervaartje, desde donde a los pocos minutos me incorporaría a Poldestraat, el camino campestre que me llevaría definitivamente a Damme. Siempre iba al compás de un río que tenía siempre a mi izquierda y a amplias llanuras cultivadas con patatas (Bélgica es la reina de la patata frita) o de pastos para las vacas, que formaban parte de un paisaje extremadamente primaveral.
Tenía poco más de 20 grados centígrados de temperatura, ideal para pedalear y disfrutar de un clima sensacional que tiende a apoderarse de Bélgica y Países Bajos cada mes de mayo. Aquello me recordó esas vueltas en bici por el pueblo de algunos amigos (lamentablemente una de mis frustraciones es no tener pueblo ni por parte de padre ni por parte de madre), nuestro family-day en la Casa de Campo cuando era pequeño y, en definitiva, esos momentos que me aportaron una infancia sobre ruedas. Flandes me proporcionó ese regalo, el de reconciliarme con la bicicleta tras algún que otro trastazo como el que relataba anteriormente de Beirut y la dichosa toalla.
Llegada a Damme
En una señal de tráfico pude leer Damme y al otro lado del río empecé a vislumbrar un inmenso torreón de la iglesia de Nuestra Señora (Onze Lieve Vrouweckerk), que es de lo poco que queda en este templo cristiano (se puede subir a lo alto de la torre). Entré a Damme por la calle principal y me encontré una hilera de casas barrocas similares a las de Brujas aunque reducidas a las modestas dimensiones que posee el pueblo.
Aparqué la bicicleta frente al ayuntamiento en la Plaza principal (Grote Markt) y me di un paseo por Damme. El carrillón del edificio municipal, de estilo gótico, empezó a sonar justo cuando fui a asomarme al canal por el puente desde donde se veía una de las estampas flamencas más bellas que recuerdo. En realidad era el camino de vuelta, decorado con un precioso molino blanco, una arboleda de 5 kilómetros de longitud y de fondo la iglesia de Nuestra Señora de Brujas, nítida en un día tan espléndido como el que estaba haciendo.
En sí Damme es una localidad super interesante para visitar, sea viniendo en bici, a pie (más o menos una hora de camino), en barco o incluso en algún autobús municipal. Lugares como el Hospital de San Juan, con un museo excelente y que sirviera de «hospedaje forzado» de los españoles que llegaron a Flandes en tiempos de los tercios, es parte del rico patrimonio histórico y artístico de la que fuera la salida al Mar del Norte de la ciudad de Brujas.
Sin duda, es la escapada ideal a un pueblo cercano de Brujas si vamos con tiempo suficiente (y ya hemos visto la gran Gante, por supuesto).
Media hora más tarde estaba de regreso a Brujas utilizando el camino paralelo al canal que comunica esta ciudad con Damme. Al otro lado quedó el precioso molino blanco, los patos, fochas y cormoranes chapoteando con sus crías recién nacidas y las primeras agujetas después de años sin montar en bicicleta. Pero en este caso ese tímido dolor en el trasero había merecido la pena. A cambio había podido disfrutar de la Brujas más calmada, de los campos flamencos y, por supuesto, de la bellísima Damme.
Mi tercera vez en Brujas la recordaré siempre con un manillar en las manos y ese sonido de timbre que me recuerda tiempos pasados…
Sele
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– Tenéis más información en este blog sobre las mejores rutas en bicicleta por Flandes.
49 Respuestas a “Una ruta en bicicleta entre Brujas y Damme”
Tenemos q ir aprovechando q el Pisuerga pasa por Valladolid.
Preciosoooo
Un paseo muy tranquilo y bonito, nosotros lo hicimos hace unos meses… y si nos permites un consejo 🙂 para los que estén más en forma, a 20 km se encuentra la Reserva Natural Het Zwin (en la frontera con los Paises Bajos). Lo mejor la playa aún salvaje, dificil de encontrar en estas latitutes 😀
Javi Cabezudo, amor, cuándo me llevas?
todos los paises bajos son con bici y tmb los balticos!!
Que ruta tan bonita! Si no hace mucho frío cuando vayamos en Octubre, nos alquilaremos unas bicis para hacerla! 😉
Precioso!
Javier Segredo, vámonos!!!
El próximo verano iremos por allí de nuevo, visitando Lissewege y Zeebrugge en bici!
Tengo muchas fotos aquí,y me gustó muchísimo!!!.Brujas es precioso y por la noche es muy bonito pasear por brujas.
Cristián Beltran
Me encantó brujas
Un sitio que tengo en mente … pensé en ir desde Amsterdam, pero era una excursión de un día para estar sólo un rato, como el que dice ….
Estuve viajando por la zona belga y estuve por Brujas, Gante y Amberes entre otras. Merece la pena visitarlas.
Que bonito es Brujas me gustó muchísimo
Nostalgias
y tengo una foto ahi
Bellos lugares
Q, bueno es recorrer todos esos lugares conocer su cultura, su gente. B eloks lugares.
Mira Kitzia Teran
Precioso recorrido, merece la pena.
Pasamos una semana maravillosa recorriendo Bruselas, Brujas y Gante.
Volvimos enamorados.
Bruselas nos sorprendió gratamente, tanto q pensábamos hacer una excursión a Amberes y lo dejamos para otra ocasión. Preferimos patearnosla un poco más.
De Gante no tengo palabras. Un día me supo a poco.
En Brujas 3 días fueron ideales para descubrir cada rincón y cada museo.
Lo recomiendo de verdad.
Yo e vivido 11años cerca de Bruxelas en un pueblo que se llama Fauquez que es precioso allí pase mis mejores años toda Bélgica es preciosa para ver
Bello
Es precioso merece la pena ir a verlo
Todo Flandes es precioso, me encantó Brujas de cuento
Yeni = )
Mario Sotelo
Es verdad , Brujas es de cuentos.
bello
Me gustaria conocer estos lugares !!!! Que maravilla !!! Dios quiera que pueda ir !!!!
Joche! OMG!
Será apropiado para mis años? me encantaria. 60 bien!!!???
Brujas será mi destino obligado, tengo un pendiente ahí y por lo que veo es super hermoso!!!
Dady Roberts
Tiene muy bellos paisajes y lo mejor es que puedes andar tranquilamente…
Muy bonito el artículo, Flandes es precioso y iene un montón de sitios bonitos que ver, pero eso de que «un clima sensacional que tiende a apoderarse de Bélgica y Países Bajos cada mes de mayo»… JAJAJAJAJAJAJAJA… en fin, habrá tenido suerte de venir el día que hizo bueno.
Brujas es sencillamente el lugar perfecto para vivir. Me enamoré de la ciudad cuando fui este año.
Bonito de ver’y placentero’las gente.muy amables
Alla vamos..dentro de poco
Estos sitios son extraordinarios seguramente volvere.