Ruta en coche por la costa de Yorkshire
El litoral de Yorkshire, el condado histórico más grande de Inglaterra, se dibuja por medio de una sucesión de curvas, vigorosos acantilados golpeados salvajemente por las olas, pueblos refugiados entre las rocas donde venían a esconderse los reyes del contrabando marítimo y cientos de miles de aves que anidan en aquellas costas. Desde Staithes, el lugar en el que el Capitán Cook empezó a desplegar sus primeros mapas, así como sus primeros sueños, tenemos un recorrido de apenas un centenar de kilómetros nutridos de grandes atractivos hasta que nos venimos a topar con un auténtico muro llamado Flamborough Head, la versión británica del Cabo de las Tormentas.
El viaje que os propongo hoy tuve la suerte de realizarlo recientemente en mi última incursión a Gran Bretaña. Se trata de una ruta en coche por la costa de Yorkshire, de arriba a abajo, en la que se puede descubrir la vertiente más pirata, genuina y auténtica de aquellas rompientes incapaces de domesticar al océano.
El placer de conducir (aunque sea por la izquierda) en la costa de Yorkshire
La costa de Yorkshire es uno de los recorridos más recomendables que podemos hacer en coche sin necesidad de invertir demasiados días. Realmente bastarían tres para realizarla completa deteniéndonos en muchos de sus rincones más preciosos, aunque en realidad 60 millas (aproximadamente 100 km) a uno podrían parecerle poco. Cuando entre medias hablamos de Whitby, Robin Hood’s Bay y las accidentadas barreras naturales que vienen a fundirse a Flamborough, el tiempo es relativo. Por supuesto podríamos hacerlo en apenas un par de horas si no nos detenemos ni a mirar por el retrovisor, pero sería como asistir al estadio en la final de la Copa Mundial de fútbol y no salir del lavabo.
Un buen consejo es establecer Whitby como base de operaciones, que para eso es la ciudad costera con mayor encanto en el nordeste de Inglaterra, y a partir de ahí iniciar el recorrido desde el norte de la costa de Yorkshire hasta el gran Cabo Flamborough, donde subyace esa maravilla natural llamada Bempton Cliffs a la que vienen a perderse las aves marinas que uno imaginaría en latitudes más septentrionales del Ártico. Pero empezar, lo que es empezar, debíamos hacerlo por el principio, concretamente por Staithes, y buscar lentamente el sur acariciando todos los recodos que brillan en el camino.
Esto forma parte de un viaje a lo mejor de Yorkshire. Para moverme por la región utilicé un vehículo de alquiler recogido en el aeropuerto de Manchester (mi punto de llegada) a través de la web Rentalcars.com, un comparador que trastea entre compañías conocidas tipo Hertz, Avis, Sixt, Budget, etc. y suele ofrecer descuentos de hasta un 15% (si haces clic en el enlace o en la imagen lo comprobarás). Es muy manejable y rápido, y se trata del comparador de coches vengo utilizando desde hace un tiempo para realizar viajes de este tipo.
¿Qué ver y hacer en la costa de Yorkshire?
Staithes
Hay que dejar el coche muy arriba y ponerse a caminar cuesta abajo para llegar a Staithes, uno de los pueblos más hermosos de la costa de Yorkshire. Dos grandes paredes flanquean un estrecho camino que hay que bajar con más cautela que carrerilla. Pronto, casi sin darnos cuenta, nos percataremos de que estamos encerrados en un puño de rocas por las que revolotean las gaviotas.
En una tienda de comestibles propiedad de William Sanderson, a mediados del siglo XVIII trabajó durante un año James Cook antes de mudarse a Whitby. Allí, muy joven, aprendió más sobre el mar de lo que sólo en un barco podría aprender. Hay que imaginarse a Staithes en aquella época en la que era un centro pesquero de suma importancia y, por supuesto, un lugar donde el contrabando se aprovechaba de la inaccesibilidad del pueblo.
Desde el puerto en el que van y vienen las mareas, capaces tanto de golpear sobre las fachadas de las viviendas como de dejar a las embarcaciones varadas en una mezcla pastosa de barro y algas, uno puede pasearse al ras de un gran acantilado. No es raro ver gente buscando fósiles y tratando de sacar a la luz un nuevo hallazgo. Algunas criaturas marinas del cretácico han aparecido entre las rocas tras permanecer ocultas más de sesenta millones de años.
Runswick Bay
Avanzamos apenas un par de millas siguiendo todas las señales que nos lleven a Runswick Bay. Podemos dejar el coche cerca de la playa o mucho más arriba y hacerlo todo a pie, aunque el camino resulte un auténtico revientapiernas cuando llega el momento de regresar. El vehículo realmente no sirve de nada si queremos asomarnos por los tejados rojos de los muchos cottages que se asoman al mar.
A izquierda un pueblo minúsculo de grandes casonas en las que ya no hay rastro de pescadores. Si miramos a la derecha podemos recorrer varios kilómetros de playa con afiladas paredes dándonos sombra y regalándonos la estupenda sensación de creernos en el fin del mundo.
Whitby
A partir de Sandsend perseguimos el rastro de la arena a través de un inacabable paseo marítimo que nos lleva hasta Whitby, que más que un pueblo es una ciudad con grandes dotes para la literatura y la aventura. Dos personajes la inmortalizaron. Por un lado el Conde Drácula, al que Bram Stoker le hizo desembarcar en el puerto y desplegar sus sombras entre el camposanto y la última casa de madera de la ciudad. Por el otro James Cook, que se lanzó definitivamente al mar para ser capitán y ser uno de los mayores exploradores europeos que dio Gran Bretaña.
Whitby, atravesada por la desembocadura del río Esk, parece una maqueta de finales del siglo XIX levantada por un poeta romántico. En la parte vieja subyacen fachadas de cuento y carteles de pubs de antaño aún abiertos que nos preparan para subir los 199 escalones que hay hasta la iglesia de Santa María y la vieja abadía. Semejante escalera no es un suplicio sino todo lo contrario, uno de los grandes placeres de Whitby, ya que hace que su figura sea aún más resplandeciente.
El cementerio y la iglesia de Santa María merecen un respiro para escudriñarlos a fondo y así permitirnos admirar unas lápidas que, desgastadas por el musgo, dirigen su mirada siempre al mar. Por aquí Bram Stoker situó a Mina en un paseo lúgubre al llegar la noche. Esa Whitby todavía existe.
Unos pasos más y nos ponemos delante de la gran abadía en ruinas. Huella de las desamortizaciones y abandonos surgidos a mediados del siglo XVI cuando el Rey Enrique VIII decidió romper los lazos de su pueblo con la iglesia católica. Las huellas de Santa Gilda son apenas un ronroneo de fachadas consumidas por el salitre y suelos en los que la piedra pulida ha dejado paso a una alfombra de hierba cuyo verde es capaz de deslumbrar al visitante. Una charca sirve de espejo para disfrutar de un cuadro de William Turner capaz de erizar los bigotes del poeta romántico Don Gustavo Adolfo Bécquer.
Podéis leer más sobre este lugar en «Las abadías abandonadas de North Yorkshire»
Después está la Whitby de los Fish & Chips envueltos en papel de periódico de Magpie’s Cafe, los paseos hasta el doble faro de la difícil entrada a puerto de las naves que llegaban hasta aquí desde distintos rincones del mundo y de la vida y milagros de ilustres como James Cook (que tiene su propio museo) o Bram Stoker (se realizan distintas rutas para seguir las huellas de Drácula).
Pero para mí una de las mayores satisfacciones que hallé en esta ciudad fue poder subirme a un tren de vapor de época para dirigirme a uno de los pueblos de North York Moors, Grosmont, aunque bien hubiera podido seguir hasta el final de ruta en Pickering. Es tierra de páramos y no de costa, y uno está obligado a olvidarse totalmente del coche y del mar durante un buen rato, pero es la ocasión perfecta para disfrutar un trayecto en un expreso a vapor como los de antes, con maquinista alimentando a una gran locomotora negra con fuego, carbón y mucho sudor. En Goathland precisamente se sitúa el lugar donde se recreaba la estación de Hogsmeade en la película de Harry Potter. Y lo mejor es que apenas hubo que tocar nada para dejarla tal y como la vimos muchos en el cine.
Robin Hoood’s Bay
Apenas a 8 kilómetros de Whitby nos encontramos con una bahía y un pueblo que tienen nombre de uno de héroes más universales de Gran Bretaña, aunque se desconozcan por completo las razones. No se sabe la relación entre esta zona y el ladrón de los bosques de Sherwood que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, aunque las leyendas han tratado de situar aquí alguna de sus hazañas en las que el pueblo guardó para sí parte del botín.
Robin Hood’s Bay fue un filón de contrabandistas y piratas de la época, quienes aprovecharon la situación estratégica del lugar, perfecta para esconder sus mercancías y a ellos mismos. Quizás ese lado fuera de la ley sea el responsable de que exista esa relación con Robin Hood.
El pueblo, que conserva muchas casas centenarias, está entre los más bellos de todo el litoral no sólo de Yorkshire sino de toda Gran Bretaña. A medida nos acercamos al mar y sus tejados naranjas sobre los que se posan tanto gatos como gaviotas, nos damos cuenta de cómo surge el Robin Hood’s Bay de los contrabandistas de antaño de los que se dice habían construido cuevas entre sus casas y las paredes del acantilado para esconder lo que traían del otro lado del océano, incluyendo América. Algunas llegan a estar tan cerca del agua que cuando la marea está alta y se avecinan fuertes temporales, se ven golpeadas con gran vehemencia.
El camino a Ravenscar por el acantilado es de gran belleza, un trocito de una locura para senderistas llamada Cleveland’s Way (con casi 200 kilómetros de camino) que parte desde el norte de Yorskhire. Aunque muchos, si tienen fuerzas, hacen una pequeña parte de la misma.
Ravenscar
Lo que son sólo 6 kilómetros a pie en línea recta para el viandante se convierten en casi el doble para quienes vamos en coche. La costa de Yorkshire es especialmente escarpada en esta parte y hay que alejarnos del mar por carretera para volver a entrar en la medida de lo posible al filo del acantilado.
Ravenscar abandona las dotes de pueblo bonito porque apenas es una aldea con muy pocas casas desperdigadas que no destacan en demasía ni por su arquitectura ni por su historia. Aquí lo que uno viene a hacer es a sentir el vértigo y buscar el horizonte en Cleveland’s Way para mirar más de cien metros hacia abajo. Yo hice apenas un kilómetro de camino dejando el coche junto a una solitaria casa de té y tuve que ingeniármelas para tener mucho cuidado con el viento. Pero reconozco pude sentir la ferocidad y espontaneidad de una costa hermosísima donde el silencio sólo es interrumpido por las corrientes de aire que no cesan en su empeño de horadar la montaña.
Scarborough
18 kilómetros después abandonamos la tranquilidad para sumergirnos en uno de los centros vacacionales preferidos por los ingleses en los últimos trescientos años. Scarborough es la versión británica de lo que viene siendo un lugar de veraneo, aunque sin perder la noción histórica. Cuenta con su propio castillo en lo más alto de la colina, y la arquitectura de las viviendas históricas que se pueden disfrutar en el paseo marítimo da para recorrerlo con tranquilidad. Pero, sobre todo, destaca por su animación. Aunque el día se haya levantado nublado y con 10º siempre hay gente en la playa (hablo de la arena, bañarse es para valientes). Entre la noria junto a el puerto y el Grand Hotel, de 1867 y de estilo victoriano, hay pocos huecos, ya que Scarborough funciona los 365 días del año.
Bempton Cliffs
A medida vamos avanzando, la distancia entre nuestros pasos y el mar se va elevando a pasos agigantados hasta vernos colgados al filo de grandiosos acantilados. Hemos llegado casi al final del camino (recalco lo de «casi»), pero queda una de las mejores partes de nuestro itinerario. Paisajísticamente hablando los acantilados de Bempton son todo un espectáculo. Sus paredes incitan al vértigo en la frontera natural entre el océano y la hierba verde siempre resplandeciente.
Pero en lo que destacan los Bempton Cliffs es en la numerosa presencia de aves marinas que vienen aquí a poner sus nidos. Durante todo el año se puede capturar su paso (con la cámara como es obvio), aunque es a partir de la primavera cuando los acantilados alcanzan todo su esplendor. La llegada de los alcatraces atlánticos, las alcas y, sobre todo, los frailecillos, convierte a este lugar en un paraíso ornitológico sin igual en toda Inglaterra. El visitante se ve rodeado de aves por todas partes y tiene el placer de disfrutar de los gestos humorísticos del frailecillo, el pequeño puffin, sin tener que viajar a Islandia, donde son unas auténticas estrellas del rock pajarero.
Si quieres saber más sobre Bempton Cliffs y las aves marinas haz clic en el enlace.
Flamborough Head
El fin de ruta es justicia que sea ante un faro. O mejor dicho ante dos. En este gran promontorio rematado en el que probablemente se trate del cabo más famoso del este de Inglaterra, se conservan las ruinas de un faro del siglo XVII que ya no se utiliza. El actual, más cerca aún del mar, es lo que le otorga definitivamente al lugar ese halo de fotografía de postal, sobre todo cuando los brezos y las flores cambian de color hasta amarillear el decorado.
En realidad Bempton Cliffs son los aledaños del promontorio. Flamborough sería la llegada a la cúspide, al último recodo de un viaje por la costa de Yorkshire donde al compás de las olas también nos reciben las aves marinas. No hay más que ver la pesca kamikaze de los alcatraces para darse cuenta.
Y aquí, en el Cabo Flamborough, termina este viaje en etapas por la costa de Yorkshire. Nos hemos encontrado con pueblos perdidos, paisajes imponentes y hasta frailecillos iniciando su veraneo en esta parte del litoral del nordeste británico. Ha sido una ruta en coche con mayúsculas, sólo apta para los amantes de la Inglaterra más auténtica y sosegada.
+ Más información sobre ciudades y pueblos de Gran Bretaña en la web oficial de Visit Britain (en español) que, además ofrece muchísima información sobre ciudades, pueblos y aldeas con encanto.
+ No te pierdas 10 fotografías que inspiran viajar a Yorkshire.
Sele
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6 Respuestas a “Ruta en coche por la costa de Yorkshire”
Precioso! Gracias por trasladarme a un sitio tan maravilloso en este dia de rutina!
Gracias por tus excelentes datos. Tengo dos preguntas. Cuanto dura el viaje ida y vuelta en el tren a Pickering. La otra consulta es si conociste algún pueblito de ensueño que valga la pena de conocer en tu viaje a yorkshir e. Estoy planeando un viaje a yorkshire a fines de abril. Gracias.
Pues entre ida y vuelta yo le pondría unas 5 horas o 6. Parando, por supuesto. En la web tienen todos los horarios.
Pueblecitos de ensueño, aquí tienes unos cuantos. Los de la costa son preciosos (Staithes o Robin Hood’s Bay de mis favoritos). Y detente en Fountains Abbey. Maravilloso!!
Cualquier cosa que necesites o duda que tengas dímelo.
Un saludo,
Sele
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[…] de comenzar el viaje encontramos mucha información útil en estas páginas que os dejo aquí : El rincón de Sele , Guías Viajar y Visit […]