Lugares memorables de una ruta en coche por el oeste de Nueva Aquitania (Nouvelle-Aquitaine)
Nos disponemos a dibujar una línea recta sobre el oeste de Francia. Y, de ese modo, unir los puntos en un apasionante viaje en coche por el flanco occidental de la región de Nouvelle-Aquitaine (Nueva Aquitania). Esta es una propuesta de ruta entre las muchas que se pueden hacer en un territorio perfumado con la el Atlántico, con ciudades plagadas de Historia, castillos de cuento, pueblos con encanto, fortines, dunas de arena y muchos brindis al sol, sea de vino de Burdeos o de buen cognac en la cuna del rey Francisco I. Pondremos como punto de partida Bayona, en el País Vasco francés, y terminaremos dando un paseo en bicicleta alrededor de la isla de Ré.
Un roadtrip de aproximadamente quinientos kilómetros donde admirar el rico patrimonio histórico de Nueva Aquitania, saborear su buena gastronomía, descubrir curiosos fenómenos naturales y practicar, en definitiva, savoir-faire o, lo que viene a ser lo mismo, del arte de saber disfrutar de la vida.
ROADTRIP EN NOUVELLE-AQUITAINE
Nueva Aquitania (oficialmente en francés Nouvelle-Aquitaine) responde a la nueva reforma territorial que entró en vigor en 2016 la República de Francia, la cual redujo casi a la mitad sus regiones. Con 84.061 km² se trata, de hecho, de la región con mayor extensión de todas, con la suma de las antiguas demarcaciones de Aquitania, Limousin y Poitou-Charentes. Que si de por sí de manera independiente eran arrebatadoras, ahora juntas me parecen casi imbatibles.
Si bien en anteriores artículos hemos tratado de fondo Dordoña Périgord, para la presente ocasión el objetivo va enfocado a demarcar algunos de los lugares más increíbles que marcar en el mapa en un recorrido de alrededor de 500 kilómetros entre la ciudad de Bayona y la Isla de Ré. Siguiendo buena parte del litoral, aunque adentrándonos también en otras áreas interiores del territorio como pueden ser Cognac o Angulema. Aportando ideas entre las muchas propuestas posibles que ofrece un destino rico e inmenso como este.
8 lugares asombrosos y recomendables que ver en Nueva Aquitania (Nouvelle-Aquitaine) durante un roadtrip
He aquí una selección de ocho de los rincones que debemos marcar en el mapa durante un viaje de alrededor 500 km (y una semana de duración) junto a una breve pincelada de cada uno de ellos. Empezaremos con el sur y finalizaremos en el norte. El cómo regresar, mejor a elección de cada uno porque en Nueva Aquitania alternativas las hay todas.
Bayona – Duna de Pilat – Burdeos – Saint-Émilion – Angulema – Cognac – La Rochelle – Isla de Ré. Total: 536 km.
1. Bayona (Punto de partida, km 0 de la ruta).
Bayona (Bayonne en francés) se trata con seguridad de la ciudad más importante del País Vasco francés. Con una actividad cultural intensa y una arquitectura fascinante de entramados de madera donde predominan los colores rojo y verde, permite apreciar buena parte de su belleza en cualquiera de los puentes sobre el río Nive, el cual se encarga de separar los barrios de Petit Bayonne y Grand Bayonne, este último marcando los designios del casco viejo de la localidad durante no pocos siglos.
La catedral, consagrada a Santa María, fue declarada en 1998 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como monumento del Camino de Santiago en Francia. Sus torreones góticos se divisan desde casi cualquier parte de la ciudad. Su interior es un universo de estilos arquitectónicos diversos que nos hacen viajar desde el medievo hasta los tiempos donde el barroco era lo último. Destaca, entre otras muchas cosas, un espectacular claustro del siglo XIII, considerado como uno de los más inmensos de Francia.
Rue Port Neuf es la calle más importante del centro histórico de Bayona, ideal para comprar chocolate y otros productos de la tierra. O tomar algo, porque es aquí donde la vida de la ciudad se muestra con toda su intensidad.
PROPUESTA RECOMENDADA: LOS PUEBLOS DE INTERIOR DEL PAÍS VASCO FRANCÉS
Bayona puede ser la puerta para salir a descubrir algunos de los enclaves cercanos más interesantes. Muy conocidos son, sobre todo, San Juan de Luz y Biarritz, con largas playas un un encanto muy Belle époque. Pero recomiendo indagar un poco más y hacer una ruta de un día por los pueblos de interior más bonitos del País Vasco Francés. En localidades como Espelette, Sare o Ainhoa encontraremos pimientos secándose al sol en espléndidas fachadas cercenadas por vigas de madera verdes y rojas y escucharemos euskera en sus comercios tradicionales.
2. La gran duna de Pilat (+162 km)
¿Sabías que la duna de arena más elevada de Europa se encuentra en Nueva Aquitania? Concretamente en la Bahía de Arcachón la Gran Duna de Pilat destaca con su imponente cresta que contrasta con el azul del océano y un inmenso bosque de pinos. Uno de esos fenómenos naturales que permiten caminar por un desierto insólito y gozar desde la cumbre de unas vistas asombrosas de la bahía de Arcachón y el cabo Ferret.
Y para los visitantes que no se conforman con sólo admirar la duna a pie, existe la posibilidad de volar en parapente cuando el tiempo acompaña.
3. Burdeos, ciudad Patrimonio de la Humanidad en La Gironda (+66 km).
Burdeos está entre las ciudades más encantadoras y acogedoras no sólo de Francia sino de toda Europa. Quien acude por primera vez quizás no se imagine que todas sus expectativas van a ser superadas ampliamente. Protegida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde el año 2007 se valoró la uniformidad y estado de conservación de un casco viejo compacto y entrañable, permitiendo seguir su evolución desde la Edad Media a las luces del XVIII para ser uno de los baluartes de la ilustración.
Bañada por el río Garona, ha visto pasar a lo largo de los siglos numerosos barcos bien cargados de toneles de vino. Edificios elegantes prácticamente asomados al curso fluvial, ven partir hacia atrás una red de callejuelas estrechísimas que continúan el trazado medieval. Buenos ejemplos son la Plaza de la Bolsa así como la Puerta de la Borgoña. Exuberante y luminosa es «la ciudad rubia», pero siempre sin dejar de lado todo un patrimonio histórico y religioso que no se queda corto. Posee catedral (Saint André), basílica (Saint Michel) y la abacial (La Santa Cruz, con un pórtico maravilloso), su propia Notre Dame así como la preciosista Saint-Louis des Chartrons, cuyo interior es capaz de dejar con la boca abierta a los visitantes.
Emergen grandes torres medievales en Burdeos. Pero es a pie de calle donde la vida se abre camino. Se vuelve rotundamente amable en un casco viejo prácticamente peatonalizado al 100% y que pertenece a la gente y no a los coches. Ciudad viva, de buenos restaurantes y escaparates que parecen museos. Especialmente me declaro fan absoluto de los anticuarios del barrio de Chartrons y, por supuesto, de su inconfundible y delicioso mercado gastronómico que cada domingo hierve de aromas la ciudad del Garona.
Resulta esencial ascender las escalera de la torre de Pey-Bertrand, el campanario de la Catedral, desde donde admirar un collage de tejados bordaleses. Para Burdeos recomiendo un mínimo de dos días para disfrutarla mínimamente. Aunque advierto que las ganas de regresar son una consecuencia directa de visitar la hermosa Bordeaux.
4. Saint-Émilion, un brindis de vino de Burdeos (+42 km).
La excursión preferida por muchos desde desde Burdeos (se encuentra a escasa media hora y en dirección al Périgord). Saint-Émilion es el nombre de un fabuloso pueblo medieval donde nacen algunos de los mejores tintos del mundo, pues se ubica sumergida en un mar de viñedos centenarios. Patrimonio de la Humanidad desde 1999, esta villa de callejones y cuestas empedradas, resulta un indiscutible en tierras de Aquitania, pues atesora un vastísimo conjunto monumental donde destaca, sobre todas las cosas, la Iglesia Monolítica de Saint-Émilion, construida de manera subterránea (de arriba a abajo) en una colina de piedra caliza, siendo considerada como uno de los ejemplos más excepcionales de iglesia rupestre en el continente europeo. Sólo se puede visitar de manera guiada.
La visita a Saint Emilion, que suele ser de medio día, suele combinarse con la visita a alguna de las muchas bodegas visitables que tiene próximas. Nosotros la primera vez tuvimos la posibilidad de realizar una cata en la prestigiosa bodega de Chateau Franc Mayne y testar algunos de sus vinos de DO Burdeos premiados.
5. Angulema, la ciudad del cómic (+108 km).
Nos adentramos en el Departamento de Charente, más concretamente en el País del Cognac, para descubrir Angoulême (Angulema), una ciudad causante de una de las sorpresas más gratas de este viaje por Nueva Aquitania. Sobre una colina se posa la ciudad alta en cuyo castillo (ahora convertido en consistorio municipal) vio nacer a no pocos miembros de la casa Valois-Angoulême, como por ejemplo la hermana de Francisco I, familia que sería Casa Real de Francia desde 1515 hasta su oscuro final en las Guerras de Religión. Dicho castillo, que más bien es todo un palacio reformado, permite subir a uno de sus torreones.
No cabe duda que es una de las visitas más interesantes de Angulema junto a la Catedral de San Pedro donde los relieves de la fachada principal parecen entablar fachada historiada de la Edad Media donde los relieves parecen entablar una conversación en este libro abierto. ¿O en un cómic?
Se cuenta que dicha fachada con más medio centenar personajes principales tuvo parte de la culpa de la ola cultural que entró en la ciudad a mediados de los años setenta. El auge de las historietas o cómics en todo el planeta, convirtió a esta urbe en un imán a la que acudieron los mejores artistas del género en aquel momento como Hergé, Hugo Pratt, Uderzo, Eisner o Moebius, entre muchos otros, para dar comienzo concretamente en 1974 con el Festival Internacional del Cómic de Angulema (oficialmente en francés Festival International de la Bande Dessinée d’Angoulême). Desde entonces en cada edición celebrada la ciudad se desborda de visitantes aficionados al mundo del cómic. Se programan numerosas exposiciones y se otorgan los premios más importantes del género en Europa. Además cada año año tras año se pintan edificios, paredes, ventanas y hasta buzones de correos de la ciudad, en los cuales se pueden descubrir escenas de algunas de las historietas más populares.
Es posible hacer rutas a través de estos murales pintados a lo largo y ancho de la ciudad. De hecho existe una ruta señalizada por la Oficina de Turismo de Angulema con la cual es posible seguir la pista de alrededor de una veintena dibujos de cómic. No sólo en ciudad alta (casco histórico) sino también en el extrarradio. Resulta increíble observar edificios enteros convertidos en auténticas viñetas. No cabe duda que Angulema es una ciudad de cómic, para muchos su capital en territorio europeo.
Para futuros visitantes a la ciudad tenéis disponible en este blog un reportaje completo titulado: Angulema, un viaje a la ciudad del cómic
6. Cognac, un trago reconfortante en la cuna de Francisco I (+48 km)
El centro neurálgico de toda una Denominación de Origen reconocida mundialmente. Ciudad que da nombre a una región de viñedos de los que se obtiene uno de los mejores brandys del mundo como es el cognac (o coñac). Al parecer este elixir nació a últimos del siglo XVIII cuando los viticultores agobiados ante una notable falta de demanda de vino consideraron que debían envejecer su excedente dentro de barricas de roble francés durante años para así convertirlos en aguardiente mediante un novedoso sistema de doble destilado en alambiques tradicionales. Únicamente se puede elaborar coñac en los lugares que marca esta D.O dentro del oeste de Francia pero los de mayor pureza se encuentran, como no podía ser menos, en Cognac. De hecho la ciudad a orillas del río Charente cuenta con una gran historia ligada a la Casa Real francesa y a esta bebida espirituosa. Puesto que es en su castillo donde confluyen ambos aspectos. El mismo donde nació Francisco I, Rey de Francia entre 1515 y 1547, y en el cual se elabora coñac desde hace más de doscientos años después de ser comprado por el Barón Otard en 1795, poco después de que esta fortificación le fuera arrebatada a la corona con motivo de la Revolución francesa.
Se recomienda visitar las bodegas subterráneas de de este castillo el cual posee la fortuna de mantener algunas de las salas diseñadas por Leonardo Da Vinci (como, por ejemplo, la sala de guardia). Galerías que, al mismo nivel del río Charente, aportan la humedad, clima y beneficios necesarios para el envejecimiento en barrica de uno de los mejores brandys más aclamados . El coñac, tras reposar en estas bodegas durante un largo periodo que nos puede llevar incluso a ver añadas de 1860, se saborea después en una copa específica en forma de tulipán, algo ensanchada en la base con el objeto de que respire antes de beberlo (y donde nuestras manos deben servir para calentar momentáneamente el cáliz, al contrario de los vinos que se toman del tallo o la base). Todo esto se aprende en una visita guiada por las principales salas del castillo y la bodega donde se elabora desde 1796 un coñac con solera como es Baron Otard, vendido en todo el mundo. El precio de la visita guiada va desde los 10 euros para arriba, dependiendo de la calidad del coñac que se vaya a degustar, y permite conocer tanto el castillo como el espacio físico de las bodegas.
7. La Rochelle, el puerto fortificado (+100 km).
Proteger La Rochelle a toda costa. Esa fue una insistencia del rey de Francia clave para contar en este puerto con una inexpugnable frontera marítima donde las posibles incursiones inglesas claudicasen en el intento. Nada más acceder al puerto de la Rochelle, la torre de San Nicolás, la torre de las Cadenas y la linterna (un torreón que parece sin serlo el campanario de una iglesia donde se obtienen las mejores vistas de la ciudad) sirvieron para repeler todo amago de invasión enemiga. Y es que en la Edad Media había sido inglés durante un largo periodo y Francia, por tanto, se encargó de que no se volviera a repetir. Objetivo, que de un modo u otro se cumplió. Al menos hasta la II Guerra Mundial en que fuera parte del gran muro atlántico de los nazis (de hecho se levantó una base submarina gestionada por el III Reich).
En La Rochelle resulta obligado detenerse para a contemplar las casas de los comerciantes en estilos donde oscila el barroco y el renacimiento. Tampoco conviene perderse el palacio del ayuntamiento repleto de elementos del gótico. El casco antiguo conserva ricas fachadas con entramados de madera recubiertos de pizarra, algo no muy habitual en la época, para evitar la presencia de termitas o la putrefacción de la madera por los elevados niveles de salitre de esta ciudad portuaria.
Más de tres kilómetros de galerías porticadas es uno de los imprescindibles en La Rochelle. A lo largo de las mismas nos iremos encontrando con rincones pintorescos como «la casa de las caras» en Rue des Merciers o con «La Maison de Nicolas Venette» en el primero de Rue Nicolas-Venette donde, además de gárgolas, componen la fachada esculturas de médicos reconocidos como Avicena, Galeno, Hipócrates, entre otros muchos.
Aquellos interesados en perseguir las huellas de la II Guerra Mundial en el puerto de La Pallice les espera una base submarina de los nazis protegida por grandes puertas entre el hormigón. Mucho más cerca, en pleno centro de la ciudad (el número 8 Rue des Dames) es posible acceder a un búnker bajo un edificio donde los oficiales nazis que trabajaban en La Pallice se resguardaban de los ataques aéreos. Un rincón que había pasado desapercibido hasta los años ochenta cuando se descubrió por la más pura casualidad y que permite recorrer su interior de 280 metros cuadrados donde se conserva incluso un bar en el cual los oficiales nazis amenizaban la espera con alcohol (quizás cognac) mientras sonaba la alarma antiaérea (Precio de la visita 7€, abierto todos los días de 10:00 a 19:00 horas, web www.bunkerlarochelle.com).
8. Isla de Ré, el sueño de la luz. Fin de ruta (+10 km).
Un puente de tres kilómetros le separan a la Isla de Ré de La Rochelle desde 1998. Un punto y aparte dentro de la costa atlántica de Nueva Aquitania. Cuenta con tantos días de sol como la famosa Costa Azul y su luz se convirtió en un imán para los muchos pintores que acudieron hasta ella para inmortalizar sus escenarios. Isla de Ré, de aproximadamente treinta kilómetros de largo y cinco de anchura, lo tiene todo para ser uno de los mejores destinos vacacionales de Francia. Razón que le dan sus estupendas playas de arena, de poblaciones con encanto y Patrimonio de la Humanidad como Saint-Martin de Ré (con una magistral fortificación obra de Vauban, Mariscal de Luis XIV ), escenas urbanas frente al océano como puede ser La Flotte o la vida tranquila de Ars-en-Ré. Por cierto, ambos dos está incluidos la prestigiosa lista de los pueblos más bellos de Francia (Les plus beux villages de France).
Isla de Ré recrea en su luminoso paisaje un lugar excepcional para alquilar una bici y dejarse perder por sus más de cien kilómetros de ciclovías. O para subir a lo más alto del icónico Faro de las Ballenas. Incluso bajar a las antiguas salineras (sector que funciona en la isla desde los tiempos de la Antigua Roma). Recorrer en bicicleta o en coche varios pueblos a escoger entre la decena que tiene (los que he mencionado anteriormente son los, a mi juicio resultan más interesantes), pasarse los días en la playa (Le Bois-en-plage es magnífica) o simplemente dejarse acariciar por la brisa atlántica de sus calles empedradas y por la buena gastronomía (los aficionados a las ostras tienen aquí un paraíso).
Ya está disponible en este blog un reportaje completo sobre la isla titulado: Isla de Ré, un baño de luz en la costa atlántica de Francia.
Y aquí terminaría una ruta. O, ¿por qué no? Empezaría otra. Bien para seguir hacia la histórica y monumental Poitiers, divertirse en familia en Futuroscope o entretenerse en los pueblos y castillos del Périgord. Esto que he tratado de narrar hoy es sólo una idea más de las muchas que se pueden llevar a cabo en la región de Nouvelle-Aquitaine.
Sele
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PD: En este blog nos gusta mucho Francia. Compruébalo a través de los muchos artículos que hay sobre este país.