Ruta de las fortificaciones de frontera entre Salamanca y Portugal
No siempre la frontera entre los reinos de Portugal y España se caracterizó por la invisibilidad actual sino por todo lo contrario. Más bien fue una controvertida y enrevesada línea de castillos y fortines a lo largo de muchos cientos de kilómetros, desde Valença do Minho hasta Vila Real de Santo Antonio, desde La Guardia hasta Ayamonte. Un buen ejemplo, al que dedicamos esta lectura, se observa aproximándose a la raya (popular denominación fronteriza en ambos países) entre el occidente salmantino y el oriente de la Beira, la cual desvela poderosas fortalezas y ciudadelas amuralladas, espigadas atalayas, permitiendo imaginar un sinfín de sospechas y recelo que durante siglos cohabitó en esta vasta dehesa donde en una Europa sin fronteras las únicas lindes son las de las fincas ganaderas. Entonces, lo que no podían detener las lineas divisorias naturales que conforman los ríos Duero, Águeda o las aguas fluyendo raudas en el valle del Côa, lo hacían fabulosas obras de la ingeniería militar de los siglos XVII y XVIII basándose en los diseños del mariscal francés Vauban, tanto en lugares de nueva construcción como de adaptaciones surgidas en los entramados ya existentes desde la Edad Media.
En la frontera entre Salamanca y Portugal, llevamos a cabo un fabuloso recorrido en coche persiguiendo esos pequeños mundos abalartuados que, aunque en tiempo de guerra y dudas sirvieron para separarnos, conforman una buena muestra de la confraternidad entre dos pueblos, dos culturas en las que las semejanzas se ensalzan y las diferencias se disfrutan. La ruta de las fortificaciones de frontera representa algo más que una escapada entre fortines en forma de estrella, encantadoras aldeas históricas y símbolos en las rocas que miles de años antes dejaron nuestros antepasados comunes del Paleolítico. Es, al fin y al cabo, un viaje al instante en que España y Portugal se declararon enemigos íntimos para después luchar juntos de la mano y darse cuenta de que siempre habían sido hermanos.
Juegos de frontera entre dos reinos (Contexto histórico)
En plena reconquista de la península se vivió el nacimiento del reino cristiano de Portugal (año 1139, aunque reconocido en 1443 durante el Tratado de Zamora) después de independizarse del Reino de León, lo que marcó el inicio de un constante movimiento transfronterizo. Viejas atalayas árabes se reconvirtieron para la causa, una rivalidad mitigada en ocasiones por matrimonios entre miembros de la realeza (Por ejemplo, entre Isabel de Portugal y Carlos I) y enrarecida tras las amenazas y litigios entre unos y otros (El portugués Alfonso V ansió reclamó el derecho al trono Castilla tras contraer nupcias con Juana «la Beltraneja»). La unión dinástica que produjo a la fuerza que los dos reinos fuesen uno solo permitió que la Casa de Austria (desde Felipe II a Felipe IV) entre 1580 y 1640 gobernara los territorios portugueses. El 1 de diciembre de 1640 se produciría la muerte de la tan ansiada unión ibérica y, por tanto, restauración de la independencia de Portugal. Fue ahí cuando las relaciones entre españoles y lusos se caracterizó por períodos de cierta tensión y desconfianza.
Portugal se sentía amenazada por el poder (aunque cada vez más debilitado) de la Monarquía Hispánica, temiendo una inminente invasión. Y tenían razones para ello, pues varios fueron los intentos de reconquistar este reino, sobre todo con Felipe IV al mando, para volver a formar una unión ibérica que los Austrias consideraban legítima y necesaria para sus intereses. Fue entonces cuando nació la fortaleza amurallada de Almeida en el lado portugués, el Fuerte de la Concepción en Aldea del Obispo (Salamanca) con una primera construcción que apenas duró un asalto (en el siglo XVIII se levantaría uno nuevo en forma de estrella) y se reformaría el sistema defensivo de Ciudad Rodrigo o San Felices de los Gallegos (esta última fue portuguesa durante 17 meses entre 1706 y 1707). La llegada del primer Borbón en reinar en España, Felipe V, fue clave, pues atrajo las ideas y maneras que a Vauban, el gran mariscal francés, le habían llevado a fortificar buena parte de Francia. Un estilo arquitectónico abaluartado que marcaría una tendencia militar muy alejada de las vetustas estrategias y fortines medievales que para nada servían en ese momento. Quizás una de las obras cumbres del tipo «Vauban» en España sería la vuelta a las andadas con el Fuerte de la Concepción, que se levantó casi de cero a partir de 1735, aunque no cumpliría su cometido hasta la Guerra de la Independencia contra Francia a comienzos del siglo XIX.
La ruta de las fortificaciones de frontera (Itinerario «no oficial»)
En un espacio ciertamente extenso, el occidente salmantino y el oriente del distrito luso de Guarda (Beira Interior Norte), funden sus dehesas con una homogeneidad aplastante de llanura, encinas y bosques de ribera junto a los tímidos valles que socavan con suma paciencia afluentes y subafluentes del río Duero (Douro en portugués) como el Turones, el Águeda o el Côa. Estos dos últimos, además, con unos nexos de la prehistoria que vive en los animales piqueteados en las rocas de pizarra. Pero es a un lado y otro de «la raya», la frontera hispano-lusa, donde la mano de hombres y mujeres han marcado a lo largo de la Historia un territorio rico en fortificaciones y aldeas amuralladas que reflejan un largo período de incertidumbre y recelo. Hoy día, en una Europa libre de fronteras y magníficas relaciones entre los ciudadanos de ambos países, lo que ha quedado es una propuesta excepcional de viaje por contornos limítrofes caracterizados por una riqueza excelsa del patrimonio y los bienes culturales presentes en territorio rayano.
Durante tres días (de viernes a domingo) nos planteamos una escapada más o menos temática en la que recorrer la zona y hacer nuestra propia versión de la ruta de las fortificaciones de frontera (no limitándonos únicamente a las abaluartadas del XVII y XVIII sino también a las medievales). Durmiendo en el único hotel dentro de una fortificación estilo Vauban como es el Fuerte de la Concepción, que serviría de corazón y base para este recorrido semi-improvisado, y desplazándonos por el extremo salmantino y de la Beira indistintamente. Cruzando auténticas fronteras de papel donde no existe la presencia de soldados vigilando ni haciendo cambio de guardia, pero en el que los muros de bastiones permiten leer entre líneas que hubo un tiempo en que las cosas no resultaron fáciles. A través de algunos pueblos enmarcados dentro de la categoría de «Aldeias históricas de Portugal» (Almeida, Castelo Mendo o Castelo Rodrigo) o de lindísimas ciudades como Pinhel, hasta enclaves con Historia y buena carne de vaca morucha como Ciudad Rodrigo. Sin dejar de tener presente a San Felices de los Gallegos o el sitio arqueológico de Siega Verde, a orillas del Águeda y con una concentración extraordinaria de grabados rupestres que, junto al yacimiento del valle del Côa, es parte del Patrimonio de la Humanidad UNESCO.
Nuestra hoja de ruta (Mapa de nuestro recorrido por las fortificaciones fronterizas entre Salamanca y Portugal)
Así es el mapa de la ruta de las fortificaciones de frontera que llevamos a cabo en nuestro vehículo particular. El campamento base lo pusimos en el Hotel Eurostars Fuerte de la Concepción situado en Aldea del Obispo (Salamanca) y desde allí nos fuimos trasladando a los distintos lugares que visitar.
LUGARES VISITADOS (en este orden): Fuerte de la Concepción – Castelo Mendo – Almeida – Castelo Rodrigo – Pinhel – San Felices de los Gallegos – Zona arqueológica de Siega Verde – Ciudad Rodrigo.
Detalle de los lugares que formaron parte de nuestro recorrido:
FUERTE DE LA CONCEPCIÓN (ALDEA DEL OBISPO)
Sobre una colina frente a Aldea del Obispo, apenas a unos cientos de metros de la aldea portuguesa Vale da Mula, tenemos no sólo a un superviviente nato sino a una de las fortificaciones militares más impresionantes de España. Aunque su origen se remonta a un 8 de diciembre de 1663, de ahí su nombre recordando a la Inmaculada Concepción, es casi un siglo más tarde, en 1758, cuando finalizan la gran obra del francés Pedro Moreau, basándose en los principios de la arquitectura militar de su compratriota Vauban, encargado de fortificar buena parte de las plazas francesas. Con forma de estrella de ocho puntas, estaba pensada para ser inexpugnable y contrarrestar el Fuerte de Almeida, a 10 km al frente Portugal. Pero el destino de la fortaleza no tuvo nada que ver con atacar a un viejo amigo sino, más bien, con las Guerras Napoleónicas que entre 1808 y 1810 convirtieron a este área en un auténtico campo de batalla. Y no sería bajo el mando español, sino con Arthur Wellesley, futuro Duque de Wellington, que se ocupó de neutralizar los varios intentos de Napoleón de conquistar Portugal. Por desgracia para este lugar, a la retirada de las tropas británicas éstas volaron algunos de los núcleos más importantes del Fuerte de la Concepción con objeto de ser inutilizado. Aún así resistió una buena parte de la construcción, que quedó en el olvido, siendo usado como cantera popular, para guardar el ganado e incluso para cultivar algunos productos como champiñones en las húmedas galerías. Su patio albergaría numerosos festejos de Aldea del Obispo y en túneles y fosos acudían los niños de los pueblos de alrededor para jugar a la guerra.
Las ruinas del Fuerte de la Concepción permanecieron tal cual hasta el año 2006 cuando se inició la restauración del monumento y su adecuación, sin afectar a su estructura, destinada a ser un hotel con encanto que dispusiera de todas las comodidades, respetando al máximo el entorno histórico. El único dentro de una construcción estilo Vauban. Hoy día no sólo es un hospedaje con habitaciones de lujo en torno al patio de armas sino, además, un lugar indiscutible dentro de la ruta de las fortificaciones de frontera, puesto que puede ser visitado aunque uno no termine alojándose en el hotel.
Hoy día el Fuerte de la Concepción permite imaginárselo como centro de una de las muchas batallas contra los franceses. Todo a través de un paseo por sus fosos, cruzando el puente levadizo, atravesando el portón principal cuyo escudo borbónico se le atribuye a un hermano de José de Churriguera para dar paso a sucesión casamatas, hospital e incluso su propia capilla. Esta última, a la vista en plena plaza de armas, posee una fotogenia estupenda cuando el sol se pone en el horizonte y la luz se cuela por sus vanos redondos para después esparcirse por todas partes.
La experiencia de dormir en el Hotel Eurostars Fuerte de la Concepción
Supone una base ideal para llevar a cabo la ruta de las fortificaciones de frontera, puesto que es posible dormir en el interior de la más impresionante de todo recorrido. Este hotel de la cadena Eurostars situado a la salida de Aldea del Obispo dirección Vale da Mula dispone de veintiocho junior suites, tres suites y cuatro habitaciones dobles. Su estilo arquitectónico fusiona modernidad y confortabilidad dentro de un espacio histórico bien aprovechado. La mayor parte de las habitaciones cuentan con un pequeño salón además de la zona de cama y baño. La nuestra, de hecho, era un cuarto tipo suite en una galería con acceso a una terraza junto al foso de la fortaleza. Sin duda, una de las habitaciones más originales en las que hemos tenido la suerte de pernoctar, aunque todas son ciertamente diferentes, ya que se adecuan a los distintos rincones de esta construcción tan cargada de Historia.
Silencio, tranquilidad y relax nutren las experiencias de los huéspedes alojados en este hotel con encanto y absolutamente respetuoso con el entorno. Pero, además, el Fuerte de la Concepción cuenta con un buen restaurante que cocina los productos de la tierra. Su desayuno es, además, no de cuatro sino de cinco estrellas. Aunque lo mejor, sin obviar por supuesto el emplazamiento en forma de estrella, es el excelente trato que dispensan los trabajadores del establecimiento a sus clientes. Desde que se entra a recepción hasta que uno se cierra en su galería de piedra, la atención es exquisita. Debo agradecer los buenos consejos precisamente del personal de recepción, quienes nos dieron luz para la ruta añadiendo lugares nuevos, nos reservaron la visita guiada a Siega Verde y nos recomendaron muy buenos restaurantes para disfrutar también de la gastronomía local, tanto en el lado portugués como en el español. Más info en www.eurostarshotels.com/eurostars-fuerte-de-la-concepcion.html
Por otro lado, justo es decir también, que le debo dar las gracias a mi mujer, Rebeca, puesto que sabía de mis ganas de pasar unos días en este hotel y poder hacer la ruta de las fortificaciones de frontera. Fue ella quien me regaló la estancia por mi 38º cumpleaños. Y, de ese modo, juntos pudimos compartir una escapada realmente especial.
Como ya he comentado en varias ocasiones, el Fuerte de la Concepción, fue nuestro punto de partida para las idas y venidas a los demás puntos incluidos de la ruta. Su posición central nos resultaba perfecta para visitar Almeida (10 km), Castelo Mendo (23 km), Castelo Rodrigo (25 km), la zona arqueológica de Siega Verde (15 km), San Felices de los Gallegos (26 km), Ciudad Rodrigo (31 km) o Pinhel (43 km).
Para los interesados en el Fuerte de la Concepción cabe destacar que en la Plaza Mayor de Aldea del Obispo hay un Aula de Interpretación de esta construcción militar con paneles informativos, maquetas y un montón de historias relacionadas con este lugar. Se paga tan sólo 1€ por persona. E-mail de contacto: webaldeadelobispo@gmail.com.
CASTELO MENDO, UNA COQUETA ALDEA HISTÓRICA DE PORTUGAL
Antes de visitar Almeida bajamos al sur con nuestro coche algo más de 20 km para visitar una de las aldeas medievales más coquetas, humildes y, a su vez, encantadoras en el lado de la frontera portugués. Las murallas que abrazan esta pequeña localidad de menos de un centenar de habitantes no tienen nada que ver con los diseños típicos de Vauban. Ni mucho menos. Las de Castelo Mendo son, en realidad, de finales del siglo XIII. Con las ruinas de un castillo en la cima que ya no existe (sí su iglesia), permiten el acceso a través de cinco puertas diferentes, aunque es la Porta da Vila la principal, flanqueada con dos verracos de piedra vetones allí colocados.
Castelo Mendo nos regaló un paseo realmente agradable por el empedrado de unas calles bien cuidadas, en plena armonía con su contrastada antigüedad. Posee varias construcciones en estilo manuelino y la cumbre la marcan las ruinas de la iglesia de Santa María del castillo (Igreja de St Maria do Castelo), también del siglo XIII, así como los restos de la antigua fortificación medieval, si bien fue destruida casi por completo durante las guerras napoleónicas, que se ensañaron en este territorio.
Los pueblos que forman parte de la red de Aldeias históricas de Portugal
Castelo Mendo es parte de otra ruta de cierta relevancia y cada vez más en alza como es la de Aldeias históricas de Portugal. Esta red de pueblos con encanto está formada por una docena de aldeas sitas en el centro de Portugal, caracterizada por su ubicación estratégica junto a la frontera española, su importancia histórica y el estado de conservación de estos nuevos pueblos que forjaron y fortificaron la nación portuguesa. Se compone de los siguientes municipios: Almeida, Belmonte, Castelo Mendo, Castelo Novo, Castelo Rodrigo, Idanha-a-Velha, Linhares da Beira, Marialva, Monsanto, Piódão, Sortelha y Trancoso. Siendo los más cercanos a la frontera salmantina Almeida, Castelo Mendo y Castelo Rodrigo, todos ellos amurallados y que, por tanto, encajan perfectamente en un recorrido de fortificaciones fronterizas. Otros pueblos como, por ejemplo, Monsanto, Penha García e Idanha-a-Velha, quedan realmente cerca de la cacereña Sierra de Gata. Más información sobre esta red turística en en aldeiashistoricasdeportugal.com.
También interesante es el pelourinho o picota judicial donde se ajusticiaba a los reos y que se encuentra en la plaza principal del pueblo. Es de estilo manuelino y fue alzada en el siglo XVI. Muy similar, aunque de menor estatura, a la de Castelo Rodrigo o Pinhel.
ALMEIDA, NACIDA PARA DEFENDER PORTUGAL
Desde el cielo Almeida se vería como una estrella de doce puntas o, lo que es lo mismo, un doble hexágono. Junto a Valença do Minho en el norte y Elvás en la región de Alentejo, se puede decir que se trata de la mejor de las fortificaciones de frontera en Portugal. Al menos esa fue la intención cuando se iniciaron las obras de esta construcción abaluartada tras la consecución de la independencia portuguesa en 1640 y el recelo existente ante un nuevo intento por parte de la monarquía hispánica de retomar su intención de devolver el territorio portugués a su causa. Fue constantemente mejorada hasta fines del siglo XVIII, momento en el que, entre otras cosas, se pobló de garitas cada esquina de la muralla y se coparon las troneras. Sobre todo, tras la construcción del Fuerte de la Concepción en Aldea del Obispo, su rival apenas a una decena de kilómetros, Almeida terminó de erigirse como el enclave defensivo más imponente de la frontera hispano-lusa. De hecho esta fortificación habitada (más de 1500 personas viven intramuros) resistió hasta que en 1810, los franceses capitaneados por el mariscal André Masséna, sitiaron Almeida y lograron conquistarla. El 26 de agosto, al final de la tarde, explotó no se sabe si accidental o de forma provocada (los expertos se inclinan por esto último), el polvorín que guardaba el antiguo castillo, levantado en la época medieval. Con él buena parte del pueblo, así como la iglesia Matriz, sufrieron daños irreparables. Lord Wellington recuperaría esta plaza un año más tarde, aunque Almeida había vivido de seguro sus mejores años.
La recreación histórica del Sitio de Almeida de 1810
Todos los años, durante el último fin de semana de agosto, se lleva a cabo una recreación fiel del Sitio de Almeida. La localidad vuelve a pertenecer por unos días al siglo XIX para que los visitantes vuelvan a ver cómo fue la invasión francesa (aunque sin fuego real). Participa muchísima gente que va ataviada con trajes de la época e incluso se celebra un colorido «mercado ochocentista», al igual que se hacen desfiles militares y un montón de actividades culturales que recuerdan las batallas con Masséna. El pasado fin de semana se celebró su decimocuarta edición (no coincidimos por una semana) y está considerado como uno de los mejores eventos de recreación histórica del país. En España para las recreaciones históricas, muy recomendable Belmonte (Cuenca) y sus combates medievales así como los desfiles de los Tercios de Flandes.
Almeida bien se puede bordear a lo largo de sus más de 2 km de fosos, aunque compensa caminar por sus tranquilas callejuelas, subirse a caballo en el antiguo Picadero del Rey, visitar los polvorines y revellines o comprar en alguna de las tiendas de artesanía que hay en este pueblo que, al igual que Castelo Mendo, forma parte de la red de Aldeias históricas de Portugal. Se puede obtener más información en la oficina de turismo, en el interior de la Puerta de San Francisco (Sala de Armas), el acceso más usual a la ciudadela fortificada.
¿Dónde comer en Almeida? (O en sus alrededores)
Uno de los restaurantes más concurridos de Almeida está justo en el aparcamiento de la entrada por las Puertas de San Francisco (antes de tomar la primera puerta si se viene de Aldea del Obispo). Se llama Granitus y ofrece comida casera y raciones generosas (teléfono: +351 271 574 834).
Pero el mejor consejo que puedo dar y cuyo chivatazo se lo tengo que agradecer a la gente del Fuerte de la Concepción es el restaurante O Caçador, situado no en Almeida exactamente sino en una diminuta aldea a 5 km al noroeste de ésta llamada Malpartida. El restaurante está en una plazoleta (Largo Do Olmo 6350-091, teléfono + 351 271 574 344, atienden en portugués y castellano) y no es demasiado grande, pero en fines de semana y festivos se llena de portugueses y españoles, por lo que se recomienda reservar. La comida es excepcional y si antes comentaba de los platos grandes de Granitus, en el caso de O Caçador la cosa se les va de las manos. Muy recomendable no sólo la carne de caza según temporada, sino también el bacalao a la brasa (o gratinado) y la cazuela de pulpo a la plancha con patatas y cebolla, que a una sola persona cuesta terminársela. Los postres caseros también son de categoría. Y para colmo el sitio es barato y te atienden con mucha amabilidad.
CASTELO RODRIGO, LA HUMILDE VIGÍA
La tercera de las aldeias históricas de Portugal que visitamos en esta ruta (para otra ocasión ya sabemos que nos quedan nueve más) de fortificaciones no tiene que ver nada en absoluto con Vauban y sus diseños en forma de estrella. Castelo Rodrigo ya era villa en el medievo con el rey de León Alfonso IX, aunque tras el Tratado de Alcañices de 1297 y la demarcación de las fronteras portuguesas, paso a ser hija de Portugal. De hecho, intramuros nacieron numerosos personajes nobles, como João de Gouveia, el abuelo de Pedro Alvares Cabral, quien descubriera Brasil, así como Cristóbal de Moura, proclamado virrey de Portugal durante la unión ibérica. Este último, considerado traidor por apoyar a España en su ocupación, fue un personaje odiado y tras la guerra de restauración y posterior independencia, su palacio fue hecho pedazos, ruinas visibles en el punto más alto de la localidad. Su muralla, ya desgastada, llegó a albergar nada menos que trece torreones. Auspiciado Castelo Rodrigo por la cúspide de un cerro con vistas a la dehesa salmantina se trató de uno de los lugares más codiciados por los dos reinos peninsulares. Y también fue parte del Camino de Santiago desde la Beira. Incluso varios monjes franceses de la Orden de los Hospitalarios levantaron una iglesia dedicada a Nuestra Señora de Rocamador (Se refiere a Rocamadour, uno de los pueblos más hermosos de Midi-Pyrénées en Francia).
Toda visita a Castelo Rodrigo comienza en el arco que se conserva de su antigua puerta de poniente y el cual, quizás sea, la fotografía más recurrente en su casco viejo amurallado. A mano derecha surge un agradable salón de té con buenas vistas donde tomar un refrigerio y unos dulces (venden almendras garrapiñadas, de canela, de curry, etc…). Si seguimos subiendo llegamos a la torre del reloj y a uno de los accesos al palacio semiderruido de Cristóbal de Moura, el virrey traidor. Tras la visita a las ruinas del monumento uno puede bajar hasta la iglesia de Nuestra Señora de Rocamador y divisar en una diminuta plaza uno de los pelourinhos o picotas más altos de Portugal con nada menos que ocho metros. Muy cerca se encuentra la antigua cisterna, uno de los restos árabes que se aprecian enseguida en una de las puertas, aunque cabe destacar también que fue sinagoga judía. Es sabido que la aljama de Castelo Rodrigo tuvo una elevada población judía, tanto antes como después de la expulsión de éstos por parte de los Reyes Católicos en 1492.
Recuerda la diferencia horaria
Cuando se está jugando con la frontera entre España y Portugal conviene tener en cuenta el cambio horario en el momento de cruzarla. En Portugal es una hora menos que en España, por lo que, por ejemplo, si se reserva un restaurante en Almeida u otra localidad portuguesa que vayamos a visitar, no conviene olvidarse de este aspecto. Por otro lado, los horarios de comidas y cenas en territorio portugués no son a horas tan tardías como en España. Afortunadamente.
PINHEL Y LAS DOS TORRES
Estando en Castelo Rodrigo surgieron dos opciones, subir al norte hasta Barca d’Alva (27 km) donde el río Águeda desemboca en el Duero y zarpan buena parte de los cruceros que lo transitan durante varias jornadas. O, tomar una carretera repleta de curvas hasta Pinhel (35 km), en la retaguardia de Almeida, dado que habíamos visto ese mismo día unas fotos de su casco histórico y su castillo que nos habían llamado mucho la atención. Nos decantamos finalmente por Pinhel y debo reconocer que se convirtió en una de las sorpresas más gratas de nuestro viaje por la frontera hispano-lusa. Quizás porque no teníamos expectativas del lugar o porque el tramo sinuoso nos había hecho desear llegar con todas nuestras fuerzas. O, más bien, porque nos sorprendió un atardecer de tímidas nubes que dibujaron un lienzo espectacular en esta pequeña y acogedora ciudad blanca de la comarca Terras de Riba Côa con su castillo en lo alto, su pelourinho y una cantidad ingente de casas solariegas que son la muestra de su riqueza histórica.
Pinhel no es turística ni demasiado conocida pero lo tiene todo para serlo. En ocasiones me vinieron a la mente las blancas callejuelas de algunas ciudades con castillo del Alentejo (como Évora, Beja, Sines, Monsaraz, Vila Viçosa, Estremoz, etc..). Dejamos el coche cerca del parque municipal y subimos hasta su castillo con dos imponente torreones. La más grande, además cuenta una preciosa ventana geminada en gótico manuelino donde, entre otras cosas, se distinguen un león (izquierda) y un elefante (derecha). La otra, de menor tamaño, tiene encajado un poco afortunado edificio de turismo que le resta cierta candidez, aunque los colores del atardecer sobre los muros en torreones y murallas nos hicieron olvidar rápido este desequilibrio de tiempos modernos.
Sobreviven algunas de las puertas de la ciudad amurallada. Retomando nuestros pasos nos dimos cuenta de la enorme colección de casonas y palacetes nobles que jalonan el casco histórico de Pinhel. De hecho más de 200 construcciones están protegidas como patrimonio histórico y lugares como la casa barroca de los Antas y Meneses, de los Metello o del Doctor David, le conceden a Pinhel cierto toque aristocrático que le sienta especialmente bien.
SAN FELICES DE LOS GALLEGOS
Ya dentro de la vasta comarca salmantina de Vitigudino, junto al Parque Natural de las Arribes del Duero, surge otro de los miembros de pleno derecho de la ruta de las fortificaciones de frontera. San Felices de los Gallegos (su topónimo al parecer viene de un obispo portugués llamado Félix y de la repoblación de la zona por parte gente venida de Galicia) ha sido portugués en varias ocasiones. De hecho su castillo originario fue mandado construir por orden del rey D. Dinis I de Portugal y durante siglos formó parte de reinvindicaciones de unos u otros (como Olivenza) debido a desacuerdos en torno al trazado de fronteras.
El casco viejo de San Felices de los Gallegos fue declarado conjunto histórico-artístico, ya que consta de no pocas construcciones de elevado interés. Además de la torre del homenaje (reconstruida en los años noventa) del castillo del Duque de Alba (ahora Centro de Interpretación) y sus murallas almenadas, hay un verraco vetón (conocido como el burro de San Antón). Aunque para los interesados en los fortines abalartuados merece destacar el añadido en forma de estrella en tan sólo una zona de la estructura.
La ruta desde Castelo Rodrigo hacia San Felices de los Gallegos podría resultar comprensible por la ubicación de ambos a una misma altura, pero no es práctica. Requiere casi el doble de tiempo (y unas cuantas curvas menos) respecto a si se hace desde Aldea del Obispo. Constituye una buena opción para ir subiendo a las Arribes del Duero.
LA ZONA ARQUEOLÓGICA DE SIEGA VERDE, ARTE EN LAS ROCAS
El domingo lo reservamos para ver el yacimiento arqueológico salmantino de Siega Verde así como para visitar Ciudad Rodrigo, ambos separados por muy poca distancia (un cuarto de hora desde el Fuerte de la Concepción, así como entre ellos). Siega Verde junto a los grabados hallados con anterioridad en valle del Côa (en el lado portugués) se le puede considerar la mejor muestra existente de arte rupestre paleolítico al aire libre de la Península Ibérica. De hecho ambos forman parte de un mismo conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 2010 (El luso ya lo era en 1998, pero tras los numerosos hallazgos se produjo esta extensión en la calificación de la zona arqueológica). Sólo Siega Verde posee más de 600 grabados en las rocas con formas de animales así como otras figuras más esquemáticas. Además concentrados en un pequeño espacio, en el que destaca sobre todo la zona del puente sobre el Águeda donde está el centro de intepretación de la que parten las visitas guiadas. Antes la zona era de libre acceso y se tuvo que vallar y poner vigilancia porque mucha gente de poco seso pintorrojeaba las rocas, algo similar a lo que sigue sucediendo hoy día de forma incomprensible, y sin que nadie haga nada para prevenirlo, en los excelentes grabados rupestres de Domingo García, en la provincia de Segovia.
Tras las explicaciones recibidas en el Aula arqueológica (donde se reserva el acceso a las visitas guiadas) fuimos hacia la orilla del río Águeda con nuestro guía, que nos fue mostrando algunas de las rocas con los grabados más significativos. Eran evidentes los dibujos de animales presentes en la zona durante el Paleolítico Superior (hace más de 8000 años) como caballos, uros o ciervos, sobre todo los dos primeros. Casi todos ellos fueron dibujados con la técnica del piqueteado sobre la roca de pizarra (es decir, una a sucesión de impactos con un instrumento más o menos puntiagudo), aunque otros tantos eran incisiones más lineales. No se sabe el motivo de que dibujaran tantos animales aquí, si como una invocación mágica o la mera información de lo prolijo que era esta ribera para la caza, pero entre unos grabados y otros puede haber varios miles de años de diferencia, lo que habla de la importancia estratégica de esta zona, así como sucede en la ribera del Côa, con un clima algo más benévolo y las facilidades para capturar animales y tener carne para comer. En realidad pintaban lo que veían (y lo que deseaban ver), aunque siempre hablamos de hipótesis y no de hechos. Es lo que tiene un periodo tan largo y aún desconocido como es el prehistórico.
Horarios y tarifas de las visitas guiadas a Siega Verde
Durante el verano se llevan a cabo las visitas tanto a las 10:30 como a las 12:00 (mejor la primera para evitar el calor). El resto del año amplia visitas durante los fines de semana. En agosto (sólo en este mes), de hecho, se llevan a cabo visitas nocturnas dado que las linternas permiten observar mejor las incisiones sin depender de la posición solar.
En todo caso conviene reservar, porque, en ocasiones, los grupos se completan (las nocturnas de agosto se agotan a veces con días de antelación). Se puede hacer rellenando un breve formulario en su web www.siegaverde.es, mandando un correo electrónico a visitas@siegaverde.es o llamando por teléfono al 923 480 198. Existe la posibilidad de realizar una visita a las rocas con los grabados más destacados (la que ofrecen normalmente, más corta, de poco más de una hora) o hacer un recorrido más extenso por la ribera del río Águeda (hay que pedirla expresamente y ver si se forma un grupo).
El precio de la entrada general es de 6,50 euros. Siendo huéspedes del Fuerte de la Concepción sale algo más barato (a nosotros nos hicieron ellos la reserva).
LA NOBLE Y LEAL CIUDAD RODRIGO
Y la guinda del pastel nos la comimos al final. Fue en Ciudad Rodrigo. Dónde si no, cuando estábamos haciendo una ruta de fortificaciones de frontera y nos faltaba aún uno de sus sitios más importantes. La ampliación y mejora de la línea defensiva de Ciudad Rodrigo, de origen medieval, fue entre los siglos XVII y XVIII, cuando pasó a poseer uno de los mejores y más intrincados sistemas fortificados de la península. Su Historia, eso sí, llega muy atrás. Los cazadores que pintaban caballos y uros en Siega Verde, vetones, romanos (¿Estuvo aquí la legendaria Miróbriga?), visigodos, musulmanes, caballeros cristianos pasando por conquistadores y gobernantes de América, estuvieron en Ciudad Rodrigo. Civitatenses (ese es su gentilicio, al igual que mirobrigenses) de altura que explica la gran cantidad de palacios renacentistas que surgen tras el foso y su gruesa muralla.
Ciudad Rodrigo, a diferencia de la plaza portuguesa de Almeida y las otras aldeas históricas en las que estuvimos, sí requiere una visita más prolongada. ¡Hay tanto que ver! Desde el castillo de Enrique II de Trastámara convertido en Parador Nacional (una excelente opción de la que ya me habló mi padre, que se hospedó allí tan sólo unas semanas antes), al ayuntamiento renacentista en su fascinante y siempre concurrida Plaza Mayor, pasando por la catedral (con un claustro mitad gótico y mitad renacentista) y el pórtico del perdón conservado de forma prodigiosa como si se hubiese construido ayer mismo (se salvó de los proyectiles franceses durante la guerra de la independencia). Dejando atrás ese anecdótico y extravagante museo dedicado a los orinales que hay junto al acceso al edificio catedralicio, uno puede perseguir fachadas renacentistas (la de Palacio de los Castro es mi favorita), hacer el paseo de ronda si la solana no la impide o, mejor aún, disfrutar de las valiosas propuestas gastronómicas que ofrece la localidad.
Dónde comer en Ciudad Rodrigo (Tres ideas a muy pocos metros)
- Mesón La Paloma (Calle Paloma, 3. Tel: 923 46 24 41): Un clásico en Ciudad Rodrigo. Ideal para los amantes de las carnes y las raciones que por su tamaño, prácticamente se salen del plato. Su carne de vaca morucha, ya sea en chuletón, entrecot o solomillo, es lo más demandado. Se llena los fines de semana, por lo que conviene reservar con algo de antelación o apelar a la buena fortuna.
- Zascandil (Calle Correo Viejo 5. Tel: 665 63 58 84): La creatividad es el primer baluarte de este RESTAURANTE con mayúsculas de Ciudad Rodrigo. El buen producto es el segundo. Y la atención sería el tercero. Zascandil no falla.
- Restaurante-Pulpería Evaristo (Calle Correo Viejo 7. Tel: 923 48 06 15): Excelente pulpo y calamar. Buenos mariscos y famoso por sus arroces (el caldoso de pulpo, por ejemplo). No cuenta con demasiado espacio y se llena con facilidad.
Estos restaurantes se encuentran a una distancia escasa entre ellos. En el centro La Paloma. Y los otros dos a un costado. Muy cerca de la Plaza Mayor camino al Parador.
Ciudad Rodrigo fue el final de nuestra escapada, aunque nos marchamos con la sensación de que nos quedó tiempo para verla mejor. Estoy convencido de que más pronto que tarde regresaremos. Además se encuentra apenas a tres cuartos de hora de la zona de Sierra de Francia-Las Batuecas y pueblos con encanto a los que tengo muchas ganas como La Alberca, Mogarraz o Miranda del Castañar. La ocasión en la que más cerca estuve de allí fue cuando divisé el Meandro del Melero desde Las Hurdes (aunque éste se halla en territorio salmantino), uno de los paisajes más increíbles que he visto nunca viajando por España.
En el Meandro del Melero (vista desde Las Hurdes, aunque el paisaje está dentro de la provincia de Salamanca)
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<<Dios no ha creado fronteras. Mi objetivo es la amistad con el mundo entero.>> Mahatma Ghandi.
¡Nos vemos cruzando nuevas fronteras!
Sele
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4 Respuestas a “Ruta de las fortificaciones de frontera entre Salamanca y Portugal”
¡Hola!
Estaba leyendo tu blog, buscando información para mi próximo viaje (Ecuador) y curiosamente he encontrado este post sobre mi pueblo. Un saludo desde este maravilloso lugar, y espero que tengas la oportunidad de visitarlo con más calma.
Saludos y gracias por la información, de una mirobrigense.
Hola Sandra,
Vaya, qué vueltas da este blog! Un fuerte abrazo, mirobrigense!!! 😉
Sele
Felicidades por el magnífico reportaje. Solo te faltó hablar de un pueblo medieval que también merece la pena totalmente que es Castelo Bom, a pocos kilómetros de la frontera (se ve desde la autovía) y que no sé el motivo de que no pertenezca a las Aldeias Históricas pero que en mi opinión debería estar.
Ya un poco más al sur también está Sortelha, para mi uno de los pueblos más bonitos de Portugal.
Hola Sele, te sigo desde hace tiempo y me encantan tus rutas y tus viajes. A ver si alguna vez puedo acompañarte a alguno cuando termine esta condena de pandemia que nos ha tocado vivir. Me ha gustado mucho este artículo porque hace unas semanas estuve visitando las aldeas de Sortelha, Monsanto y Piódão, que me encantaron. Te dejo aquí el enlace de mi web en donde hablo de las tres y con unas imágenes muy bonitas. Si lo ves dime algo. Muchas gracias. Mi web: diariodeandar.com/category/portugal/