Maravillas que ver en Bután: La tierra del dragón del trueno
Los butaneses se refieren a su propio país como Druk-Yul incluso con mayor frecuencia que Bután, el nombre oficial por el que se conoce a este pequeño reino abrazado a las montañas más altas del mundo entre el Tíbet e India. Significa «la tierra del dragón del trueno». Se debe a la creencia ancestral de que existen dragones que moran en una red de cavernosas galerías de la cordillera del Himalaya. El sonido de los truenos en realidad se trataría del impetuoso y desesperado rugido de estas gigantescas criaturas mitológicas. Así es Bután, un compendio de leyendas, creencias y tradiciones que fijan la idiosincrasia e ideales de un país a la sombra de colosos y empeñado en mantenerse fiel a sí mismo. Una rareza inmensa en una diminuta nación anclada en filosofar sobre la verdadera felicidad de sus habitantes, lo necesario de hacerse perpetua repitiendo mantras milenarios y que asegura a quien la visite un refugio confortable entre valles infinitos, imponentes fortalezas y monasterios habitados por la propia sabiduría.
Recientemente tuve la suerte de averiguar en Bután que la felicidad, en ocasiones, se trata de un lugar. Y tras llevar a cabo una ruta de diez días por la tierra del dragón de trueno me gustaría comentar esos sitios imprescindibles y maravillosos que ver en Bután en un viaje distinto a cualquier otro.
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Bután, el pequeño reino de la felicidad
Viajar a Bután se sirve en un compendio de razones que no terminaría nunca de exponer. El propósito siempre apetecible de conocer un país aún insólito ante el cada vez más frecuente turismo de masas o donde la gente es amable, honesta y hospitalaria con el visitante y aún no lo percibe como un billete de dólar con pies y manos. Bután se justifica por su máxima de continuar siendo leal a sus costumbres sin tampoco renunciar a las novedades venidas de fuera que puedan afectarle de manera positiva, eso sí, mientras sea sostenible. Y eso es algo muy de agradecer hoy en día donde se echan cada vez más en falta los lugares auténticos en nuestro planeta. Estoy convencido de que Bután se trata de uno de ellos. Para el mundo es una suerte. Para mí, particularmente, ha supuesto un regalo inagotable de vivencias felices y escenarios majestuosos. El país de los paisajes mayúsculos, de las fortalezas o dzongs que muestran el súmmum de la arquitectura tibetana, de los valles mecidos por las nieblas matutinas y la sombra recibida por las grandes montañas de la cordillera del Jimalaya. El país del Nido del Tigre y el millón de estupas. Un minúsculo superviviente ante el poder de dos naciones poderosas como China e India soplándole en el cogote.
¿Qué ver en Bután? ¿Qué hacer en Bután? Guía de viaje con los lugares imprescindibles que visitar en la tierra del dragón del trueno.
Debida a la tasa mínima diaria impuesta por el gobierno de Bután a los extranjeros que quieran visitar el país (en 2022 cambiaron las condiciones) muchos de sus visitantes reducen la estadía combinándolo con países como Nepal o India (sus únicos puntos de acceso). En el caso del viaje del que acabo de regresar el principal objetivo era Bután, por lo que aumentamos con creces la media de días de estancia habitual. Estuvimos 10 días y 9 noches concretamente, lo que nos permitió hacer más cosas que Paro, el Nido del Tigre, Thimphu y Punakha (el cuarteto de habituales) pudiendo pernoctar varias noches en valles más orientales y con escasa un nula presencia de turismo tipo Bumthang o Phobjikha. O incluso Haa.
Los lugares que propongo a continuación en este artículo, estas maravillas que ver en Bután están pensadas para una ruta que supera la semana de duración, aunque en el caso de que se invierta menos tiempo, por supuesto, se pueden quitar algunos o ser modificados por otros más próximos. Esta sería una lista de sitios recomendados para un viaje por carretera y con un solo vuelo interno (el que comunicaría Paro con Bumthang en la ida o en la vuelta ya que se trataría de los extremos más alejados el uno del otro dentro del recorrido).
1. Sube hasta el Nido del Tigre, el milagro que cuelga de un acantilado.
La estrella, el objetivo, el imán de los miles de viajeros que alguna vez en su vida se plantean viajar a Bután no puede ser otro que el Nido del Tigre. De hecho no son pocos quienes saben de la existencia del pequeño país asiático porque en alguna ocasión han visto una fotografía de este lugar impactante que se asoma al abismo en un acantilado situado a nada menos que 3120 metros de altura. Parece de ciencia ficción, de película de aventuras. Y, de una forma u otra, acceder a este monasterio, tiene mucho precisamente de aventura. Este complejo religioso y sagrado recuerda la estancia del Gurú Rinpoche, introductor del budismo en Bután y considerado en el país casi como un segundo Buda, en una de sus cuevas donde se retiró a luchar contra los demonios y a meditar. ¿Y sabéis cómo cuenta la leyenda que llegó a este sitio tan apartado e insólito? A lomos de una tigresa, que a su vez era la manifestación de su esposa. De ahí que a Taktshang, que es el nombre oficial del lugar, se le conozca como Nido del Tigre.
En lo más alto del valle de Paro se levantó en 1692 este milagro de la arquitectura tibetana. Y aunque tuvo no pocos avatares a lo largo de su existencia (incluso un fatídico incendio en 1998) resplandece sobre unas rocas de las que cuelga literalmente. Tiene la atmósfera de esos grandes lugares del mundo que ver, al menos, una vez en la vida. Y puedo asegurar que contemplarlo con mis propios ojos fue uno de los mejores regalos que me llevaré de mis muchos avatares viajeros. Aunque tuviera dentro del templo un pequeño vahído por la altura que durante minutos me llevó a ver doble al mismísimo Gurú Rinpoche. Anécdotas aparte, el Nido del Tigre, al que recomiendo subir sin pretextos y con mucha fe, es la mejor manera de decir adiós a Bután. Porque ahí va un consejo, si puedes, déjalo para el final. ¡Termina en lo más alto! (Y además ya te habrás aclimatado a alturas superiores a los 2000 metros sobre el nivel del mar).
¿CÓMO ES LA SUBIDA AL NIDO DEL TIGRE? ¿ES MUY DURA?
Si el Gurú Rinpoche dicen que llegó hasta aquí volando a lomos de una tigresa, podrás comprender que para mortales como nosotros subir no sea pan comido precisamente. Hay que olvidarse de cualquier vehículo a motor porque sólo tus pies te llevarán a cubrir un desnivel de alrededor de 800 metros. Existe un sendero bien señalizado (es imposible perderse) con tres etapas muy claras que se pueden cubrir en alrededor de tres horas (gente experta en trekking lo puede reducir a casi la mitad y algo menos si se renta un caballo que hace la mitad del recorrido). Con un estado de forma mediano y con mucha calma se puede emprender esta ruta en la que conviven viajeros con peregrinos.
- Etapa 1: Punto de partida – Cafetería: Es quizás el tramo más largo y con mayores pendientes. Se atraviesa un hermoso bosque dejando atrás varios molinos de oración movidos por el agua y se zigzaguea durante alrededor de una hora (hora y media yendo muy despacio y haciendo muchas paradas) hasta alcanzar un mirador con pequeña cafetería donde sirven (gratis) pastas, galletas, té y café. Es un aliciente, ya que se puede ver cada vez más cerca el Nido del Tigre y, además, las vistas del valle y el entorno son magníficas. Hay servicios que no son una patena precisamente pero que pueden sacarte de un apuro. NOTA IMPORTANTE: Los caballos sólo pueden subir hasta aquí (y no descienden con gente nunca), en realidad unos metros antes junto a una gran rueda de oración.
- Etapa 2: Cafetería – Miradores/escaleras: Alrededor de media hora o cuarenta minutos son los que requiere esta parte de la ruta cuyo objetivo es quedar a la misma altura que el Nido del Tigre. Dado que tiene un carácter más «de interior» no se advierten tanto los paisajes, aunque sí aumenta la cantidad de banderas de plegaria sostenidas por los árboles. No conviene olvidarse que ya se está a una altura de alrededor de 3000 metros, por lo que conviene hacerlo con ciertas precauciones, puesto que el oxígeno que llega a la sangre disminuye. El final de este tramo culmina con el primero de varios miradores desde el que se puede mirar cara a cara al Nido del Tigre, así que saca tu cámara fotográfica, que empieza el espectáculo.
- Etapa 3: Las escaleras al Nido del Tigre: Aunque se trata del tramo más sencillo nos separan del Nido del Tigre alrededor de 800 escalones entre bajar y subir de nuevo. Pero la maravilla ya está ahí, justo delante, y algo sucede que tus pies vuelan solos hasta el monasterio. Hay múltiples puntos desde los que tomar fotografías pero ojo, a primerísima hora de la mañana la luz del sol está en frente y las fotos salen quemadas. Un consejo, ya que recomiendo subir temprano, es ir primero al complejo religioso y a la vuelta entretenerse con las fotos. A mediodía, incluso antes, la luz será perfecta.
ALGUNOS CONSEJOS PARA SUBIR AL NIDO DEL TIGRE:
- Lleva mucha agua contigo (y bebe, es bueno para la altura), así como alguna barrita energética, frutos secos (almendras, nueces, pasas, etc.) o fruta (los plátanos vienen muy bien para la actividad física).
- Ten siempre en cuenta que estás a una altura medianamente considerable y que los esfuerzos físicos se notan más.
- Para no encontrarse con tanta gente y regresar a una hora considerable sube con las primeras luces del día (aprox las 6:00 am).
- Hay contraluz a primera hora de la mañana desde los miradores. Visita primero el interior de monasterio y aguarda a la vuelta para tomar fotografías del Nido del Tigre. Hay quien se plantea subir de tarde, pero la consecuencia es descender un camino poco uniforme completamente a oscuras.
- Si te ves con ganas, hay más templos incluso en posiciones más elevadas que el propio Nido del Tigre por lo que podrás hacer fotografías muy diferentes a las del común de los visitantes.
- Hay establecimientos en Paro que ofrecen baños con piedras calientes para relajar el cuerpo después de la paliza. Coméntaselo a tu guía (porque aquí, al igual que por todo Bután, vas siempre con guía local) si no lo ha hecho él antes y date el capricho.
- No se permiten cámaras ni móviles en el interior del templo. Bajo multa y expulsión inmediata del mismo en caso de desobedecer esta norma.
2. Paro, algo más que un punto de partida en Bután.
En Paro todo comienza… y todo termina en Bután. El valle, con el dzong (fortaleza-monasterio) más antiguo del país, es uno de los pocos lugares del país donde se puede aterrizar un avión de pasajeros por lo que se trata de un punto indispensable en el que todo visitante pasa por él. Ya sólo contemplarlo desde la ventanilla es un espectáculo y pasar una noche aquí es un clásico, ya que el Nido del Tigre se ubica en las proximidades, lo que lo convierte en un lugar con cierta infraestructura hotelera, tiendas de artesanía/souvenirs y restaurantes. ¡Pero es que incluso el aeropuerto es bonito! Como todo en Bután, se respeta al 100% la armonía arquitectónica (que sigue los preceptos del urbanismo tibetano), por lo que uno se sumerge enseguida en todo lo que este país representa y por lo que a todos deja un buen sabor de boca.
¿Qué ver en Paro? Además de utilizarlo como base para ascender al Nido del Tigre, cuenta con no pocos atractivos que merecen detenerse en la ciudad (o más bien el valle) mínimo un día. Su dzong es pequeño pero se le considera el primero en ser construido en el país (1646). El el cual destaca la torre central y una de las esculturas más hermosas de Sidharta Gautama (Un Buda lleno de joyas e incluso con corona) que se pueden ver en todo el mundo. Un consejo es bajar a pie desde el dzong hasta el puente de piedra porque desde allí las fotos son magníficas.
Por otro lado, justo encima del mismo, se encuentra el Museo Nacional de Bután, en la zona de la antigua atalaya militar. Muestra los aspectos históricos, naturales y religiosos del país. Sin duda, lo más interesante del museo está en la sala de las máscaras ceremoniales.
¿Qué es un dzong?
Quienes viajen a Bután se familiarizarán rápidamente con este término, dzong, que se trata en realidad una fortaleza o gran palacio que aglutina el poder ejecutivo, legislativo y judicial de un distrito y que, a su vez, sirve como monasterio budista, por lo que también se incluiría en el mismo el concepto de poder religioso. Estas grandes fortificaciones se levantaron en diversas zonas del Himalaya como Tíbet (el propio Palacio de Potala es precisamente un dzong, ya que servía como residencia del Dalai Lama y en él se tomaban decisiones de carácter civil y religioso), aunque el país que más edificios de este estilo posee es precisamente Bután. Cada provincia o distrito tiene su propio dzong. Los más hermosos para visitar son los dzongs de Paro, Thimphu, Trongsa, Jakar y, por supuesto, Punakha (el mejor de todos ellos).
No conviene perderse Kyichu Lhakhang, el templo más antiguo de todo Bután (siglo VII y mandado construir por Songsten Gampo, primer Emperador tibetano) con unos preciosos jardines rodeándolo y un interior cargado de preciosismo y detalles (una de las esculturas de Buda es exactamente igual a la que se venera en el templo de Jokhang, el más sagrado para los tibetanos).
Paro, a su vez, es el destino ideal para hacer compras (La artesanía en Bután es carísima si la comparamos con los precios de Nepal, India o Tíbet, incluso objetos semejantes) ya que hay más tiendas y, por tanto, más competencia y posibilidad de negociar precio (en Bután se regatea pero poco).
Una excursión interesante desde Paro
Muy pocos visitantes utilizan Paro para saltar a otro valle que queda próximo en cuanto a kilómetros pero no en cuanto a tiempo requerido para subir y bajar hasta él (unas tres horas). Me refiero al valle de Haa, lugar de procedencia de la queridísima familia real butanesa. Un paisaje idílico con la calma de los valles más solitarios de Bután, que incluye no sólo bucólicas escenas de la vida rural sino también el atractivo de dos templos como son el templo blanco (Lhakhang Karpo) y el templo negro (Lhakhang Nagpo), a escasa distancia el uno del otro y que son dos de los ciento ocho templos que la tradición atribuye a una promesa de Songsten Gampo, el primer emperador tibetano (siglo VII).
Hay quien va al valle de Haa en el día, aunque no está mal si uno puede quedarse a dormir en una casa o granja típica butanesa. Otro motivo para intentar esta ruta son las vistas del pico nevado del Jhomolhari (7326 metros) desde el Chele-La Pass, un paso de montaña a 3998 metros de altitud inundado de banderas de oración.
3. Thimphu, la capital tranquila.
Cambiamos de valle y de ciudad. En Thimphu nos encontramos no sólo con la capital del reino sino además con la mayor concentración de gente en todo el país. Thimphu (pronúnciese Timbú) ha visto duplicar su población en menos de diez años (ahora tiene alrededor de 200.000 habitantes). Pero no deja de ser una ciudad muy tranquila en un bellísimo emplazamiento de montañas boscosas donde, por no tener, no tiene un solo semáforo (De hecho se trata del único país del planeta sin ellos – Leer curiosidades de Bután). Sólo en la avenida principal, en un cruce de caminos, hay un guardia hiperconcentrado haciendo indicaciones a los conductores, que uno no sabe si está practicando aeróbic o emulando a los Locomía.
Thimphu es interesante y tiene para un día repleto de visitas/actividades, e incluso dos. Como mínimo recomiendo no perderse:
- Tashichoedzong: El dzong de Thimphu es uno de los más grandes e importantes de Bután. Fue levantado en 1646 sobre otro del siglo XIII del que ya no queda nada en el extremo norte de la ciudad. Desde 1952 ha servido como sede gubernamental de Bután (hasta entonces lo fue Punakha) y alberga la sala del trono, las oficinas de los reyes y algunos ministerios y departamentos del reino. Por supuesto, también, un monasterio. Se puede acceder a este dzong, pero dada las características del lugar, se restringe una única visita (para todo el mundo) a última hora de la tarde (aprox las 17:00), lo que hace que se visite con poca luz, si bien a la salida impacta ver lo espectacular de su iluminación. Es el único dzong con este estricto e incómodo régimen de visitas.
- National Memorial Chorten: A pesar de ser levantada en honor al tercer rey de Bután en 1974 esta estupa blanca con agujas de oro estilo tibetano se ha convertido en uno de los lugares más emblemáticos y venerados de Thimphu. Los locales hacen la kora (dar vueltas en sentido de las agujas del reloj) o, sobre todo los ancianos, pasan las horas junto a grandes ruedas de oración mientras se encargan de mover instintivamente sus humildes molinillos cargados con plegarias y mantras.
- Estatua del Gran Buda Dordenma: Una gran estatua de Buda Sakyamuni se alza en las montañas más altas que rodean Thimphu. Abrazado por la foresta y con más de 50 metros de altura esta escultura dorada de bronce parece antigua pero no lo es, ya que lleva allí desde 2015 cuando se finalizó una construcción que duró no pocos años y que costó alrededor de 100 millones de euros pagados por empresas chinas y un millonario de Singapur para conmemorar el sextuagésimo aniversario del cuarto rey de Bután, del cuarto rey Jigme Singye Wangchuck. Pero no sólo maravilla poder admirar esta gigantesca estatua sino además su interior. ¿Sabías que dentro del gran Buda hay 125.000 budas pequeños de bronce? Por cierto, las vistas de Thimphu que quedan de camino son estupendas.
- Escuela de artes y oficios de Thimphu: El centro de estudios de artesanía típica más importante de Bután queda a un paso de la biblioteca. Ambas quedan de camino cuando se baja del Gran Buda Dordenma. Se puede visitar la totalidad de la escuela y ver trabajar a los aprendices, tanto hombres como mujeres, de grandes maestros cuando están tallando máscaras ceremoniales, esculpiendo figuras religiosas y, por supuesto pintando thankas, esas minuciosas obras pictóricas (sirven como altares religiosos portátiles) que, en ocasiones, lleva meses poder terminarlos. A la salida hay una tienda con precios mucho más bajos si los comparamos con cualquier tienda de Bután.
- Biblioteca: Queda justo abajo de la escuela de artes y oficios y el edificio es bonito, aunque la visita no requiere mucho tiempo.
- Reserva del Takin: Una vez en este bosque hubo un zoológico, que no tardó en clausurarse por completo por no tener nada que ver con la filosofía y el respeto a la vida animal en Bután. Ahora está habitado por el takin, un animal que según los lugareños tiene cabeza de cabra, morro de alce y cuerpo de vaca del que quedan pocos ejemplares que viven en las altas montañas del Himalaya. Cuando cerró el zoológico fue imposible reintroducir a los takines que tenían en su entorno, por lo que se dedicó un espacio exclusivo para ellos que terminó convirtiéndose en una reserva para la protección y reproducción del considerado como animal nacional de Bután. Está a las afueras de Bután (sentido norte) y no queda lejos para pasarse antes de visitar por la tarde el Dzong de Thimphu.
Algunas paradas interesantes entre Paro y Thimphu
Entre Paro y Thimphu hay alrededor de hora y media de carretera en relativo buen estado (son unos 55 km los que los separan). Cuando se abandona Paro, se van dejando a un lado y otro arrozales llanos (en terraza se ven más a partir de Punakha) y el camino resulta entretenido. Se dan algunas paradas interesantes como, por ejemplo, las tres estupas estilo tibetano, butanés y nepalí que hay en la confluencia de los ríos Paro y Thimpu (se observan desde el puente), aunque algo antes se encuentra algo que en particular me encantó y no dejaría de recomendar. Se trata de un puente hecho con cadenas entrelazadas y flanqueado por banderas de oración que une dos templetes y por los que se accedía a un bonito templo. Tiene setecientos años y hoy día no se puede transitar por él, pero sí por el que hay justo al lado, también de cadenas pero mucho más moderno (y estable). Da para pasar un buen rato cuando se está haciendo la ruta Paro-Thimphu. Se le conoce como el puente de las cadenas de Tachogang (el templo principal que hay justo en la otra orilla del río Paro).
4. Dochula Pass y las 108 estupas que miran a los Himalayas.
Dochula Pass es algo más que el clásico paso de montaña. A medio camino entre Thimphu y Punakha y a 3100 metros de altura representa un mirador a cielo abierto que en días claros permite ver algunos picos nevados del Himalaya. Destaca sobre todos ellos Gangkhar Puensum que, con 7570 metros, se considera como la montaña más alta sin escalar del planeta (así como el techo de Bután). Pero es que incluso en días de pura niebla atravesar el Dochula Pass es un regalo. Este lugar irradia magia y muchas emociones. Más cuando se camina en silencio por el memorial de los 108 chortens o estupas custodiadas por un tupido bosque de cipreses a los que les encanta coquetear con la neblina. Están allí desde 2004 para honrar a las víctimas de la fugaz guerra contra los rebeldes de Assam en territorio butanés. Y desde entonces se han convertido en uno de los lugares más conmovedores y especiales de Bután. Ya lo dije, es algo más que un paso de montaña.
Más arriba hay un monasterio y además queda cerca del Real Jardín Botánico de Bután, aunque éste no ha tenido demasiado éxito desde su fundación. También hay una enorme cafetería donde invitan a tomar tés, cafés, galletas y pastas. Un alto en el camino de categoría reina.
5. Punakha, la vieja capital y el dzong más bello que ver en Bután.
Bután es un viaje donde caminar por debajo de una altura de 2000 metros resulta extraño. Pero es algo que sí sucede en Punakha (a 1200 m.), la que fuera capital desde la unificación del país en el siglo XVII hasta 1955 en que se llevó hasta Thimphu en la sede política. Allí brotan dos cosechas de arroz al año (dispuestas en terrazas) y tiene árboles frutales por doquier. En la confluencia de dos ríos, Pho Chu y Mo Chu (macho y hembra según la tradición local), florece en Punakha el dzong más precioso y delicado de cuantos pueblan Bután. Cuando se contempla por primera vez, da la sensación de ser un palacio flotante que está a punto de emprender un viaje fluvial. En primavera brotan las flores de las jacarandas y rododendros, lo que supone una explosión de color al que de por sí es un escenario que por sí solo justificaría viajar a Bután.
Admira el dzong de Punakha desde todas las perspectivas posibles. Atraviesa el puente cubierto de madera y déjate atrapar por las galerías de madera ricamente ornamentadas, detente en el utse (torre central) pasada la estupa y la higuera sacrada (bodhi tree) y mira a lo más alto de sus techumbres de oro. Acércate a la sala donde se casaron los últimos reyes de Bután y charla con algún monje con ganas de practicar inglés, que te contará muchas cosas sobre esta maravillosa construcción. En realidad tómate tu tiempo. La mejor luz es la de la tarde. Y cuando salgas, no te olvides de caminar unos diez minutos hasta un larguísimo puente colgante (160 metros) cuyo balanceo permite llegar a unos campos de arroz.
El templo de la fertilidad y el divino loco
No hay que ser muy observador para darse cuenta de que en Bután hay falos pintados en las paredes de las casas e incluso algunos de madera colgados de los tejados. Una «herramienta» para luchar con los demonios más malignos y llevar la salud, el bienestar y la suerte a todos los hogares. O al menos eso pensaba el monje Kunga Legpai Zangpo, más conocido como «el divino loco», quien llegó del Tíbet hasta Bután a finales del siglo XV para extender el budismo en esta tierra y, de paso, impartir su iluminación con miles de mujeres. Incluso su pene tiene nombre propio «Rayo de la Sabiduría Llameante», capaz de arrebatar la vida a demonios de índole femenina. Él está considerado como el santo de la fertilidad en Bután. Se estableció en 1499 en un monasterio sobre una colina a las afueras de Punakha (sentido este) llamado Chimi Lhakhang, el cual hoy día es visitado por muchas mujeres o parejas que desean tener hijos. No es extraño encontrarse a mujeres dando tres vueltas al monasterio en sentido de las agujas del reloj sosteniendo un inmenso pene de madera con un lazo que, supuestamente, sería el que el divino loco trajo consigo del Tíbet. Al parecer sigue dando resultados milagrosos…
Punakha además ofrece a sus visitantes una interesante propuesta de turismo activo como realizar rafting en el río Pho Chu con tres rápidos nivel 3.
6. El valle de Phobjikha y las últimas grullas de cuello negro.
Algo menos de un 10% de los visitantes que viajan hasta Bután no pasan de Punakha, por lo que todo lo que queda hacia el este del país es todo un premio para los amantes de los lugares que no están aún muy trillados, los cuales pueden respirar bien profundo un ambiente cargado de autenticidad. Como todo en el reino del dragón del trueno, la cosa va de ir de valle en valle. Y si existe posibilidad de desear perderse en un entorno rústico rodeado de montañas, con arrozales, granjas, templos y algún monasterio… pocos lugares mejores que el valle de Phobjikha para permanecer un día (o los que se antojen) haciendo rutas de senderismo o, simplemente, contemplando un entorno bucólico y rural con aroma a humo de chimenea y hierba mojada. Phobjikha es un valle con un evidente origen glaciar (a 2900 m. sobre el nivel del mar) entre colinas habitadas por especies como el oso del Himalaya o incluso el leopardo (si bien verlos es casi imposible). Pero si hay un animal que es recibido con los brazos abiertos aquí es a la grulla de cuello negro. Cada año, desde finales de octubre a mediados de marzo, cientos de estas aves migratorias se quedan en los pastos de Phobjikha tras venir del Tíbet cruzando las cumbres más elevadas del Himalaya.
Este valle, por tanto, se antoja como un destino ornitológico de primer orden en Bután. Desde el Centro de Interpretación de las grullas de cuello negro es posible no sólo informarse sobre esta especie tan viajera y protegida por los butaneses sino además admirarlas con un telescopio público que apunta hacia sus dormideros o los pastos a los que les gusta venir a comer.
Y cuando no, se pueden hacer rutas de trekking o, por supuesto, visitar un bonito monasterio como es Gangte Goemba. Bajo el mismo hay varias tiendas de artesanía tan interesantes como caras en cuanto a precio. Bután no es país para gangas. Todo lo contrario.
7. Trongsa, el dzong del heredero del trono de Bután.
Una carretera de curvas infinitas al borde de un profundo desfiladero lleva hasta Trongsa y, por ende, al dzong de mayor tamaño en Bután. Trongsa sirvió durante siglos como punto central para controlar el comercio oriente-occidente en el pequeño reino. Y su dzong cierra cualquiera de los pasos, alargándose como un balcón en plena montaña y recordando al mundo que si un heredero a la corona quiere ser rey e incluso príncipe de Bután, primero tiene que ser gobernador de Trongsa durante, al menos, dos años y demostrar sus dotes de mando y, sobre todo, humanas. Esa es la prueba de fuego de la estable monarquía butanesa, la penúltima antes de ser coronados en olor de multitudes.
Trongsa es una de las paradas más disfrutables e interesantes en un largo viaje a Bután en el que se quiera ir más allá de los Thimpu, Punakha, Nido del Tigre y compañía. Su dzong permite recorrer largas distancias entre galerías, torreones y pequeños templos en el interior sin encontrarse, salvo pura casualidad, con más turistas. Su mayestático emplazamiento de sobre una gran garganta que ni permite vislumbrar bien el río que la atraviesa, sumado a la cantidad de detalles ornamentales de la fortificación/monasterio, requiere que le dediques fácilmente un par de horas.
Apenas a unos metros de la entrada hay un interesante y concurrido mercado de vegetales ideal para comprar fruta fresca para el camino, ya sea hacia el este o al oeste, y hacer más llevaderas (y sabrosas) las curvas que anteceden a este gran monumento.
A medio camino entre Trongsa y el valle de Phobjikha… Chendebji Chorten
Cuando se hace el camino entre Trongsa y el valle de Phobjikha (o al revés) no se puede pasar por alto una estupa estilo nepalí levantada en el siglo XVIII cuyos ojos dibujados recuerdan la onmipresencia de Buda. Chendebji Chorten, que así se llama el lugar, es un lugar donde a los butaneses que están de viaje les gusta poder detenerse unos minutos para rezar o quemar incienso.
8. Bumthang, la utopía campestre en los cuatro valles.
Tres horas más de carretera desde Trongsa y se llega al distrito de Bumthang, más conocido como «la tierra de los cuatro valles». Y es que su territorio se mide en los valles de Choekor, Tang, Chhume y Ura siendo el primero el más importante (fue el que visitamos más a fondo junto a Tang). De hecho cuenta incluso con un diminuto aeropuerto. Para viajes a Bután más largos de una semana es buena idea volar hasta allí y luego retroceder hasta Paro paulatinamente con el vehículo (es igual de válido lo contrario, hacer todo por carretera hasta Bumthang visitando los lugares que he ido comentando en el presente artículo y después regresar a Paro en avión). Lo que en coche serían más de doce horas de carretera seguidas por aire no suponen más de veinte minutos.
Choekor
El valle más grande es el de Choekor, también llamado Bumthang al igual que el distrito. Su capital, la pequeña población de Jakar (entre los cuatro valles no suman ni 25.000 habitantes) cuenta con un dzong levantado en 1667 utilizando, como no, un emplazamiento espectacular. Es diferente a los demás, sobre todo en un interior que sorprende nada más entrar por su portón principal donde uno se ve de repente en un estrecho pero extenso patio que separa la vida religiosa del funcionariado que administra el distrito.
Choekor posee numerosísimos monasterios y templos salpicados por todo el valle y de gran interés tanto religioso como artístico. De ahí que compense acudir varios días por esta zona tan poco transitada e irlos visitando junto a peregrinos y monjes. Si tuviera que elegir algunos de los monumentos budistas más importantes del valle (y asumibles en un día en Jakar) no me perdería los siguientes:
- Kurjey Lhakhang: Sin duda el lugar más sagrado de Bumthang. La huella del cuerpo del Gurú Rinpoche en una cavidad a la que se retiró a meditar motivó la construcción de este impresionante complejo compuesto por tres edificios en el que se pueden visitar varias salas. La más importante y que custodia la roca con la hendidura es la que se encuentra arriba, al final de unas escaleras. Una estatua del Guru Rimpoché, con ocho de sus manifestaciones y ocho chortens esconde la cueva de meditación y su huella corporal.
- Tamshing Goemba: Al otro lado del río, con las vistas de Kurjey Lhakhang se halla este pequeño monasterio fundado en 1501 por Pema Lingpa, una santidad para el budismo, por lo que se considera quizás el más importante de cuantos tiene la escuela Nyingma en el reino. Lo más valioso de este lugar, artísticamente hablando, son las pinturas originales en las galerías que rodean el santuario principal.
- Jampey Lhakhang: Uno de los 108 templos que según la leyenda «nacieron en un solo día» en Tíbet y Bután bajo el mandato del Emperador tibetano Songsten Gampo. Sería visitado por el mismísimo Gurú Rinpoche por lo que la importancia religiosa va más allá incluso de su antiquísimo origen.
- Lhodrak Kharchu Goemba: No se trata de un monasterio que se caracterice por su antigüedad, pero el emplazamiento es magnífico y desde él se pueden contemplar tremendas panorámicas del valle de Choekor así como el dzong que queda justo al frente. Asímismo tiene una comunidad que supera los 400 monjes. Y se trata de uno de los pocos monasterios que permiten asistir a los debates (entre las 16:30 y las 18:00 de abril a noviembre), justo en el patio que hay justo detrás del monasterio principal.
Tang
Desplazarse al valle de Tang, más allá de lo sinuoso de sus carreteras, implica todo un viaje en el tiempo. Representa lo más hondo, remoto y humilde de la labor campestre en Bután. Muy poco han cambiado las cosas allí en los últimos cuatro siglos, por lo que permite observar la vida real, sin trampa ni cartón, de un país aferrado a sus propias tradiciones. De camino al mismo se para en la conocida como «laguna ardiente» que, en realidad, se trata de un río al que se arrojó Pema Lingpa con una lámpara de mantequilla saliendo indemne y con la llama encendida. Un lugar venerado por los butaneses, aunque para los no creyentes el lindo paisaje cubierto de bosques y el rugido del curso rápido del río bastará para permitirse parar durante unos minutos.
Justo cuando se alcanza por primera vez el valle de Tang se advierte lo que parece monasterio sobre una colina rodeada de campos bermejos por el trigo sarraceno. Se trata en realidad de un convento de monjas budistas levantado a principios del siglo XXI cumpliendo una supuesta profecía de Pema Lingpa quien, quinientos años antes, vaticinó un gran centro de enseñanzas religiosas para mujeres en el valle de Tang. No iba desencaminado en absoluto. Hoy el conocido como Pema Choling es un coqueto e interesante complejo religioso que se puede conocer por dentro y en el que incluso algunas monjas han trabajado haciendo artesanía con pulseras para vendérselas a los escasos visitantes que reciben.
Pero, sin duda, una de las visitas más interesantes en el valle de Tang es la mansión Ogyen Choling junto a un importante templo religioso. Esta casa, ahora confeccionada como un museo, muestra a los visitantes en penumbra (mejor llevar linterna), puesto que no debe ser raro que la luz artificial salte cada dos por tres, cómo era la casona de unos terratenientes del arroz en pleno siglo XIX. En cierto modo no deja de ser un museo etnográfico de la vida rural y tradicional en un valle aislado de Bután. Merece la pena conocerlo. Este lugar sobrevive gracias al empeño de un suizo casado con una butanesa y renta algunas habitaciones con las mejores vistas al valle.
En el templo anexo, sin comerlo ni beberlo, si hay suerte, se puede asistir a los cánticos y oraciones de los monjes. Durante mi primera vez en Bután asistí al toque de trompeta tibetana, de esas que cuando se extienden superan los dos metros de longitud. Quien tocaba el tambor lo hacía prácticamente dormido y sus cabezadas casi le causan un disgusto haciendo el gong definitivo sobre el propio instrumento.
Junto al grupo terminamos comiendo en la casa-granja de la madre de nuestro conductor. Pero ese no es un lugar «de visita» sino una muestra de la amabilidad y hospitalidad de alguien al que no le importó invitarnos a yantar en el suelo de madera de su salón. Cosas que cada vez suceden en menos lugares.
9. Trata de coincidir con algún festival de carácter religioso en Bután. ¡Son espectaculares!
El tshechu es un festival local de carácter religioso que dura varios días y en el que los monjes danzan con trajes pintorescos y máscaras ceremoniales. Representan viejas leyendas, tanto del budismo como del propio país. Suelen darse en los monasterios, templos o dzongs más importantes y se trata, sin duda, de un acontecimiento que permite acercarse a lo mejor de la cultura y tradición butanesa. Por lo que coincidir con uno de estos festivales es una suerte que, si se consigue, redondeará por completo el viaje. Los más importantes son los tshechus de Paro o Thimphu, aunque los hay casi en cada municipio de cierta importancia (todos los comentados en esta ruta) Lo complejo es coincidir en uno de ellos, por lo que se si es posible, a la hora de planificar una ruta no está de más tratar de encajarlo con alguno de estos coloridos festejos. Las fechas son variables, ya que dependen de varios factores, y se mueven cada año.
Fechas para los próximos festivales de Bután:
10. Otros lugares a tener en cuenta para futuros viajes a Bután (o estancias más prolongadas).
Bután, a pesar de ser un país de tantas restricciones y que se tiene que hacer de manera organizada, permite todo tipo de diseños de ruta. Si son los viajeros y viajeras quienes proponen que los itinerarios se ajusten a más a sus características y aficiones, se pueden construir infinidad de itinerarios que se salgan de los típico e incluso vayan mucho más allá del recorrido que acabo de mostrar. Hay viajes para senderismo con rutas señalizadas como en el Druk Path Trek entre Paro y Thimphu (6 días), el de los mil lagos al norte de Thimphu (5 días), una alternativa para ver el Nido del Tigre desde otra perspectiva en una ruta de 2 días (Bumdrak Trek) o incluso es posible hacer alpinismo en el entorno del Jhomolhari (sin posibilidad de hacer cumbre, pues no está permitido). Y hay parques naturales como el Royal Manas donde existe una diversidad de fauna extraordinaria con tigres, elefantes, leopardos, rinocerontes, etc. No lo visita apenas nadie pero estoy convencido de que allí un safari puede ser una gran experiencia que muestra la faceta más salvaje de Bután.
Y el oriente del país, tan desconocido y remoto a la vez….
En definitiva. No hay un Bután sino muchos. A pesar de ser un país pequeño con el tamaño de Suiza ofrece mucho más de lo que uno pueda imaginarse.
¡YA DISPONIBLE! 100 consejos útiles para viajar a Bután (Guía práctica).
Allí pude llevar a cabo un viaje de autor con un grupo de personas fantásticas. Y estoy deseando regresar. Quizás en el otoño de 2021. ¿Quién sabe? ¿Tú te vendrías conmigo? ¡Cuéntamelo!
Consulta todos los viajes de autor con plazas disponibles.
¡Salud y viajes!
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: Tienes aquí reunidos todos los artículos sobre Bután.
PD2: Este martes 19 de noviembre estaré en Pangea Barcelona (Rambla de Catalunya 23) a las 19:00 hablando sobre la Expedición Svalbard. ¿Nos vemos?