Safari en el Parque Nacional Yala de Sri Lanka

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Safari en el Parque Nacional Yala de Sri Lanka

Que Sri Lanka es un país que me fascina ya lo he recalcado en muchas ocasiones. Probablemente supuso una de las mejores sorpresas que me he llevado viajando en toda mi vida. Y por muchas razones, como tener nada menos que ocho lugares Patrimonio de la Humanidad en un reducido espacio, la calidez de sus gentes, el choque cultural que se aprecia a primera vista, su herencia colonial… Pero, sobre todo, por esa Naturaleza tan despampanante que recorre la totalidad del territorio. Uno de los mejores ejemplos lo hallé en el Parque Nacional Yala (Yala National Park), que se encuentra en el extremo sudeste de la isla, del que pareciera que un buen pedazo de la África salvaje se hubiese ido flotando hasta el país asiático para recargarlo de paisajes hilarantes y una fauna única. Y es que, ¿sabéis que el Yala posee la mayor densidad de leopardos de todo el mundo? Pero no es el único caso, ni mucho menos. Por lo tanto, hacer un safari en el Parque Yala es una de las mejores cosas que nos ofrece Sri Lanka, esa lágrima de la India vertida en el Océano Índico. Desde Tissamaharama nos embarcamos en un viaje a la Naturaleza más deslumbrante que nos podamos imaginar.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Donde el agua actúa como espejo de árboles desarrapados y colinas de piedra, donde los cocodrilos esperan con impaciencia que un búfalo se sumerga en su guarida encharcada, donde el leopardo te observa sin que te des cuenta… Ese lugar existe en Sri Lanka y no nos lo quisimos perder por nada del mundo.

El Parque Nacional Yala es uno de los 12 lugares esenciales que ver en Sri Lanka durante un viaje. ¿Quieres conocer los demás?

PREPARANDO NUESTRO SAFARI EN EL YALA

Uno de los lugares clave donde se organizan safaris en 4×4 para recorrer el sector visitable del Parque Nacional Yala (hay 6 bloques diferenciados) es, sin duda, Tissamaharama, más conocida como Tissa por eso de ahorrar vocabulario y no trabarse la lengua con semejante nombre. Llegamos procedentes de Ella, una pequeña y preciosa localidad en plenas Tierras Altas de Sri Lanka, en un tuk tuk en el que nos cayó una manta de agua impresionante. Sólo decir que tuve que poner ropa mía para tapar agujeros en la maltrecha capota de tela que aguaba sobremanera.

De una región montañosa y de noches frías pasamos de nuevo al calor de las llanuras cingalesas. No teníamos nada contratado, ni de alojamiento ni, obviamente, de excursiones al Yala. Pero yendo en tuk tuk y preguntando precios en distintos hoteles encontramos hospedaje en el Lake Side Hotel por 4000 Rupias (aprox 12€/pers con desayuno), que estaba cerca del Tissa Wewa, un precioso estanque artificial ideal para observar pájaros desde una de las muchas canoas que se le ofrecen al viajero. Aún así no eran pocas las ofertas de hoteles que había por la zona y esa era una de las razones por las que fiarnos más de la improvisación y de ir mirando habitación tras habitación con un rickshaw cingalés como testigo.

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Antes de ir a dar un paseo por Tissa, antigua capital del viejo Reino de Ruhuna, nos encontramos un par de tipos con los que terminamos reservando, no sin antes regatear como es debido, un paquete que incluía todoterreno, conductor, tracker (el que te va mostrando las cosas) y las entradas, que son caras de por sí, por un total de 6500 rupias por persona (aprox 20€). Si las entradas ya son 2650 Rupias cingalesas cada uno me parece un precio bastante bueno. La idea era estar en la puerta a las 6:00 y estar de vuelta a eso de las 12:00, por lo que iba a ser un total de seis horas recorriendo el parque.

Sri Lanka es un país en el que las reservas, ya sean de hoteles o actividades a realizar, se pueden hacer sobre la marcha. Y este fue un ejemplo más de ello. En nuestro caso sólo teníamos pagada la primera noche en Anuradhapura, porque sabríamos que llegaríamos casi de madrugada tras un largo viaje. En Tissa no tardamos en recibir distintas ofertas y así podernos dedicar a pasear por la ciudad y su magnífica dagoba durante la tarde. Uno de los temas de conversación entre Pablo y yo era si tendríamos la fortuna de observar en directo al majestuoso y elegante leopardo. Cuando lo hacíamos apretábamos los puños como pidiendo que se cumpliese un deseo, que por otra parte era una especie de sueño. Nunca se irá de mi memoria la primera vez que viera un leopardo unos años antes en el corazón de Botswana y estaba convencido que, aunque era cuestión de suerte, de que la Naturaleza quisiera o no quisiera, íbamos a vivir ese espectáculo.

EMPIEZA EL SAFARI

A la mañana siguiente nos estaban esperando en la puerta del hotel a las 5:00 de la mañana, aunque aún el cielo estaba completamente oscuro. Con nosotros llevábamos un desayuno pic-nic que nos habían preparado en el hotel, además de unas cuantas botellas de agua, puesto que allí no íbamos a encontrar absolutamente nada y el calor iba a apretar bastante. Nuestro 4×4 resultó ser una cochambrosa y trémula pick up, en la cual nos subimos atrás. En parte sería mejor puesto que así tendríamos total libertad para hacer fotografías sin que nadie se nos echara encima. Y la suerte aumentó cuando nos dimos cuenta que no venía nadie con nosotros, por lo que podíamos posicionarnos como nos diera la real gana.

El oscuro camino a la entrada del Yala la recuerdo con emoción. Si si quiera ver dónde nos encontrábamos escuchaba a los pájaros piar con rotundidad cuando aún no se habían marchado los insectos que hacían de la noche todo un espectáculo sonoro. La Naturaleza a esas horas se muestra poderosa. Ya se sabe que los mejores momentos para ver animales son tanto al amanecer como al anochecer y, por esa razón, queríamos estar a la hora de la apertura del parque, a las 6:00 de la mañana, con todo el papeleo hecho y moviéndonos por dentro.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Distintos jeeps y pick ups como la nuestra se apuntaron en la puerta en un rígido control (al parecer hay mucho furtivismo y se tratan de limitar los accesos) y por fín pudimos acceder de derecho al Yala National Park. Las primeras imágenes desde un camino de arena rojiza nos llevó a ver distintos estanques, en los cuales los búfalos de agua se daban los primeros baños de la mañana, las espátulas picoteaban en el suelo y los cocodrilos, nada lejos, vigilaban su soñado alimento. Eso apenas en los primeros minutos, con además los tonos de un Sol naciente espectacular empezando a colorear unos paisajes que parecen de África más que de una isla asiática.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Tanto en esta ocasión como cuando he hecho otros safaris, todos mis sentidos se despliegan y agudizan para localizar escenas que, a veces, nos pasan desapercibidas. Muchas veces ocurren cosas frente a nuestras narices y no nos damos cuenta por estar hablando o pendientes de lo que no viene a cuento en ese momento. Para ver animales es necesario tener los ojos bien abiertos, la boca callada y la cámara lista, por si acaso. ¿Quién sabe si tienes un leopardo delante y vas demasiado distraído como para no verlo? O que hablas tan alto que todo animal huye a kilómetros donde su enemigo mortal, el hombre, ni se le acerque.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

6:20 HORAS… SALE EL PREMIO GORDO

Nuestro tracker iba con un walkie-talkie con el que se comunicaba con otros compañeros. Entre ellos se avisan si han visto algo o no, o si tienen noticias de otros jeeps. De esa forma van al tanto de dónde se están dando las cosas a esas horas y ver si están bien posicionados para llegar a tiempo. Como un radio-taxi pero en versión safari.

Sabíamos que la de observar un leopardo iba a ser una empresa difícil y que teníamos todas nuestras esperanzas puestas en esas primeras horas del día, cuando apenas regresan de una noche de caza y se mueven buscando un lugar en el que dormir frescos evitando el duro calor de la jornada diurna. De hecho, aunque el Yala sea el lugar más apropiado para verlos, siempre se depende de la suerte, de que ellos quieran o no dejarse ver. Reconozco que me hacía ilusión que sucediese, pero sobre todo por mi amigo Pablo que estaba ante su primer gran viaje fuera de Europa y que se podía llevar un enorme regalo con él. Debíamos tener paciencia y no obsesionarnos con el leopardo, ya llegaría, y si no, habrían otras muchas cosas que poder disfrutar completamente. Sólo estar en la casa del felino era un motivo suficientemente atractivo como para no perder detalle de cada segundo que pasase.

De repente, cuando apenas hacían 20 minutos de nuestra entrada al Parque, el coche se detuvo junto a otros dos que tenía delante. La gente se asombaba con prismáticos buscando la derecha, en una zona que daba a unas rocas. Escuché en voz baja un «You´re lucky, men» y miré hacia esas rocas en las que, sin duda alguna, había un leopardo tumbado. El corazón empezó a latir fuertemente y el mundo se redujo a aquel peñasco gris que proporcionaba la frescura y la confortabilidad que un depredador requería tras una larga noche de caza. Debía estar a unos 20 metros de nosotros y no tenía intención alguna de moverse de allí. Su gesto denotaba tal serenidad y seguridad de sí mismo que parecía no tener problema alguno en que unos cuantos coches nos hubiésemos detenido… sólo a mirar y a fotografiar.

Imagen del leopardo en el Yala National Park (Sri Lanka)

Reconozco que la sensación de ver un animal esquivo como este, en un paraje como el Yala, es pura emoción. La elegancia del leopardo imprimía sentido a todo nuestro viaje a Sri Lanka, como si ya sólo por aquel detalle hubiese merecido la pena llegar hasta allí. Los minutos que nos regaló aquel depredador me parecieron horas en los que una sensación de incredulidad y felicidad a partes iguales recorría mi mente. No sólo nos había tocado el Premio Gordo sino que lo había hecho con premura, cuando apenas estábamos empezando a rondar por los senderos de uno de los Parques Naturales más impresionantes que habíamos visitado.

Leopardo del Parque Nacional Yala (Sri Lanka)

Ya cuando el animal empezó a restregarse por la roca y hacer delicadas poses en las que no perdía un atisbo de saberse dominante en la situación, no pude más que frotarme los ojos y dar las gracias a la Madre Naturaleza por hacernos vivir semejante espectáculo. La entrada ya estaba pagada y sólo podían salirnos las cosas bien. Teníamos por delante muchas más aventuras…. Aquella tan sólo había sido la primera de ellas.

Imagen del Leopardo en el Yala National Park (Sri Lanka)

OBSERVADORES DE NATURALEZA EN LA TRASERA DE UN PICK-UP

En el Yala es cierto que el leopardo es la estrella, el momento soñado, pero aunque no hubiera uno solo de éstos merodeando por allí seguiría mereciendo la pena igual hacer una visita a este parque. Porque cada minuto que pasa y cada metro que se avanza el paisaje se va volviendo más bello, más salvaje y con situaciones extraordinarias para contemplar. Sorprende encontrarse en un terreno a priori árido, si lo comparamos con las selvas de más adentro de la isla, en el que de repente aparecen soberbios humedales que dan color a un suelo en el que lo mismo sale una espátula que un cocodrilo escondido.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Y tengo que reconocer que tuvimos suerte con poder ver tantos animales. Si tiro de memoria me salen, además del leopardo del que acabo de hablar, elefantes, chacales, halcones, águilas, grandes varanos, ciervos, búfalos de agua, cocodrilos, monos, cerdos salvajes y otros más que se cruzaron en nuestro camino y que pudimos observar con una cercanía brutal.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Con la pick-up pasamos prácticamente seis horas en el Parque Yala, surcando los muchos senderos de arena por los que pueden pasar ese tipo de vehículos grandes. Aunque precisamente el nuestro estaba tan descascarillado que en no pocas ocasiones le costaba arrancar. Como por ejemplo cuando salió a nuestra derecha un enorme elefante que surcaba unos arbustos. Lo teníamos a no más de dos metros y cuando habíamos tomado algunas fotografías el coche hizo amago de arrancar y no pudo. Entonces éste empezó a moverse, dio un paso más y nos miró con las que parecían unas ganas tremendas de embestir el vehículo. Y como en las películas de acción el conductor subía la llave con fuerza y se quedaba a medio gas sin fuerza para arrancar. A la cuarta fue la vencida y pudimos salir de allí antes de que el animal nos hubiese metido en un buen lío. Los elefantes tienen carácter y no son raras las circunstancias en las que se sienten amenazados y les da por salir detrás de los vehículos.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Visitar el Yala es pararse continuamente para disfrutar los paisajes que se tienen delante. Con o sin fauna a la vista representan por sí solos la Naturaleza más abrumadora de Sri Lanka.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Nosotros disfrutamos aquel día como pocos, porque además hubo motivos para ello. No siempre el Planeta Tierra se exhibe frente a tí con semejante majestuosidad, como si estuvieses dentro de un documental de a media tarde en el que tú eres el que graba, el que fotografía, el que comenta lo que va apareciendo a continuación.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Hicimos una parada en un lugar seguro para bajarnos del pick-up y poder comernos el desayuno que nos habían preparado en el hotel. A esas horas, pasadas las diez, el calor era muy fuerte y cada vez se iba haciendo más difícil poder ver animales que son esquivos a esas horas a las que odian salir. Estuvimos aproximadamente treinta minutos en una especie de playa, una de esas a las que entró la gran ola en las Navidades de 2004 en el marco del Gran Tsunami que arrasó las costas del Sudeste asiático. Dicha playa era era un diamante en bruto, sobre todo por saberse totalmente salvaje, sin rastro de la humanidad que en otras zonas del país las abarrota completamente. En esos momentos estábamos nosotros tomándonos un descanso y dando unos bocados a unos sandwiches tan rancios que mejor nos iba masticar arena del suelo. Pero a los pocos minutos se quedaría como está siempre, vacía, silenciosa, magnífica…

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Fueron muchos los momentos cumbres, incluso cuando el Sol se tornaba cruel y ambos teníamos arena metida hasta en lo más escondido de nuestros pantalones. Como cuando un varano enorme se detuvo frente a nosotros para rascar en la tierra y buscar insectos que llevarse a la boca. Era como un Dragón de Komodo de los que habíamos visto un año antes en Indonesia pero la mitad de su estatura, es decir, un metro y medio, que no está nada mal para ser un largarto. Nos llegamos a bajar del automóvil para tomar algunas fotografías y vídeos como si lo estuviésemos haciendo con una mera lagartija, cuando no era así.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Otros grandes momentos los protagonizaron los búfalos de agua, que compartían baño con los cocodrilos como si tal cosa. Si no los veíamos dentro de charcas o lagunillas, los veíamos caminar empapados sin rumbo fijo. Pero es muy habitual observar cómo mecen sus cabezas y afiladas cornamentas siendo lo único que asoman en mañanas tan calurosas como aquella. La población de búfalos en el Yala es realmente extraordinaria.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

No tanto la de elefantes, que son más difíciles de ver en el Yala, ya que su terreno más propicio se halla a cientos de kilómetros de allí en terrenos interiores más húmedos y arbolados como Minneriya y alrededores, donde tuvimos ocasión de ver grandes grupos. Pero aún así observamos en libertad a unos cuantos paquidermos en estos parajes sureños, por lo que podemos considerar que en ese caso también tuvimos suerte.

Imagen del Yala National Park (Sri Lanka)

La satisfacción fue máxima ya que las cosas no pudieron irnos mejor. Éramos sabedores de que la Naturaleza se había portado bien con nosotros y se había exhibido en toda su magnitud. En el Parque Nacional Yala habíamos disfrutado de uno de los mejores safaris de nuestras vidas. Nos llevamos en el corazón imágenes que nunca olvidaremos y por las que merecería la pena regresar una vez más a ese país maravilloso que es Sri Lanka.

Sele

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* Hay un vídeo en la que os cuento toda esta experiencia en el Yala desde la trasera de la pick-up

* Recuerda que este y los demás capítulos están indexados dentro de la Guía Práctica de Sri Lanka

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