¡Submarino nuclear en la Bahía de Avacha! ¡Dejen paso!
Deseo compartir una anécdota un tanto surrealista acaecida hace apenas unas semanas durante la expedición que hicimos a la península de Kamchatka. Breve pero realmente curiosa, de las que no se presentan habitualmente en un viaje. Pero ya se sabe que en territorio ruso lo inusual se hace posible. Todo sucedió haciendo una ruta en barco por la Bahía de Avacha, el lugar escogido en el siglo XVIII por el explorador danés Vitus Bering para fundar una ciudad, Petropavlovsk, desde la cual salir a explorar tanto Alaska como las islas Aleutianas, las cuales ya se sabe formaron parte de la Rusia de los zares hasta que en 1867 la vendieron a los Estados Unidos en el que se considera uno de los negocios más desafortunados de la Historia. En cuanto se abandona la orilla de Petropavlovsk, la clásica ciudad soviética de bloques de hormigón carentes del más mínimo gusto, la cosa cambia y la naturaleza se abre paso por medio de acantilados de basalto, farallones de piedra emergiendo del agua, múltiples volcanes a la vista y la presencia de una cantidad de fauna tremenda. A escasos metros de la orilla se sucede el vuelo de los frailecillos, araos y cormoranes. Aparecen las focas, los leones marinos de Steller y, en ocasiones, incluso las ballenas y las orcas se dejan ver en uno de esos viajes en barco que merecen la pena llevarse a cabo.
Con el jet lag aún reflejado en nuestros rostros, teníamos por delante nuestro un día estupendo y soleado en Kamchatka, un abrir boca repleto de escenas naturales de gran belleza. Y veríamos un montón de animales. Lo que jamás hubiésemos esperado es lo que sobrevino casi al final de la travesía en la Bahía de Avacha. Algo que no se trataba precisamente de un frailecillo.
Esta historia sucedió durante uno de los viajes de autor realizados en 2019 con los lectores de este blog. ¡Próximamente nuevas aventuras en las que poder formar parte!
Navegación a través de la naturaleza de Kamchatka con reminiscencias de la Guerra Fría
En la Bahía de Avacha, un paraíso de la fauna acuática
Que salga en sol en Kamchatka es motivo de celebración. Los volcanes, buena parte del año cubiertos por una espesa nubosidad, no se dejan ver tan fácilmente. Y aquel día teníamos delante al Koryaksky (3456 m.), el Avachinsky (2.741 m.), así como el cráter siempre perfecto del Vilyuchinsky (2.173 m.). Y como únicas nubes, algunas lenticulares con su peculiar parecido a un platillo volante Sobre el agua se levantaban grandes bloques de piedra, destacando sobre todo un trío de farallones conocido en la región como «los tres hermanos». O la isla Starichkov, nacida en 1981 y con numerosas colonias de aves entre las que destacan dos especies vulnerables como son el cormorán de cara roja y el mérgulo piquilargo.
En sí la zona es un auténtico imán para la avifauna. Además de multitud de cormoranes y araos, se deja ver con cierta facilidad el simpático frailecillo, pero a diferencia del que viven en el Atlántico (Islandia es el paraíso de los frailecillos), el que se observa en Kamchatka es el «crestado» del Pacífico, caracterizado con una simpática pelambrera amarilla sobre su cabeza.
Aquella mañana no sólo nos dedicamos a las aves. Durante nuestra travesía acuática por las aguas calmadas en esta porción del Pacífico nos encontramos también con no pocas focas, unas cuantas tumbadas sobre la roca volcánica y otras dejando emerger su cabeza para curiosear sobre lo que tenía a su alrededor. Incluso un león marino se dejó ver con suma claridad. Con semejantes manjares no es de extrañar que las orcas se suelan pasar por las bahías de la accidentada península de Kamchatka. Aunque nosotros al respecto no contamos con demasiada fortuna.
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El capitán del barco recibió instrucciones por radio
También hubo tiempo para quien quiso sacar la caña y ponerse a pescar. En nuestro caso, sobre todo, para que un señor ruso de avanzada edad oriundo de los Montes Altai, en compañía de quienes aseguraba eran «sus mujer y su ex», se llevara la cena en una bolsa de plástico. Cena para él y para toda su familia porque no pasaban diez segundos sin que picara algún pez. La Bahía de Avacha es un grandísimo caladero para los pescadores.
Unos a la caña, otros tumbados en proa, otros continuando con la «captura fotográfica» de frailecillos y otros tomando una sopa caliente en el salón interior. Todo parecía una jornada normal hasta que al capitán del barco le llegaron instrucciones en la radio exhortándole de que debía apartarse hacia otro lado. ¿La razón? Según explicó, se encontraba próximo un submarino nuclear del ejército ruso de maniobras y había que dejarle paso. Al principio parecía una broma. Pero si existe un sitio en que ésto pueda resultar posible es precisamente Kamchatka, soporte en puerto de una de las flotas navales más importantes de Rusia. Y, no sólo eso, ya que es bien sabido que la Armada tiene allí, desde tiempos de la Guerra Fría, una base permanente de submarinos nucleares.
Vilyuchinsk, una ciudad vetada a los visitantes que vive de los submarinos nucleares
Muy cerca de Petropavlosk, apenas a una docena de kilómetros, la ciudad de Vilyuchinsk (en honor al volcán que tiene a sus espaldas), que hasta 1994 había tenido de nombre en clave Petropavlovsk-Kamchatsky-50, lleva décadas dedicándose a la construcción de submarinos militares de propulsión nuclear, muchos de los cuales se han utilizado para probar misiles de corto, medio y largo alcance. Se trata de una ciudad restringida a los visitantes, incluso para los propios rusos carentes de un permiso especial, por considerarse de gran importancia estratégica para la Federación Rusa. Cabe recordar que la Península de Kamchatka ya estuvo vetada al turismo hasta 1992.
En efecto, lo del submarino nuclear en la Bahía de Avacha no era una broma
Primero el capitán se mantuvo en el sitio para después pedir a quienes estaban pescando que guardaran las cañas que había que salir de allí. Imprimió a la nave una mayor velocidad. Una vez se acercó al otro extremo de la bahía la cosa se tranquilizó y, de hecho, nos invitaron a comer el delicioso cangrejo de Kamchatka, del cual dimos buena cuenta. Sin dudar de la veracidad de las palabras del capitán, nos lo tomamos un poco a cachondeo, imaginando incluso a los tripulantes del submarino cómo veían caer patas de marisco a mansalva durante nuestra «cangrejada real».
Minutos antes de arribar a puerto miramos hacia el volcán Vilyuchinsky y cuál fue nuestra sorpresa cuando del agua acababa de emerger un señor submarino. Allí teníamos uno de esos controvertidos aparatos nucleares de los que tantas veces habíamos leído en esas historias de guerra fría, del sempiterno duelo entre la URRS y EEUU. Poderosas estructuras militares capaces de cambiar el planeta de signo con tan sólo apretar un botón. Y todo en una jornada de lo más apacible en uno de los lugares más hermosos del mundo.
Lo tuvimos claro entonces. En Rusia, hasta lo más insospechado puede suceder.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: Todos los posts sobre Kamchatka los puedes leer aquí. Tampoco te pierdas la serie QUERIDO ANECDOTARIO VIAJERO que contiene las anécdotas más curiosas vividas durante mis viajes.
3 Respuestas a “¡Submarino nuclear en la Bahía de Avacha! ¡Dejen paso!”
Menuda sorpresa lo del submarino… y vaya manera de estropear una gran foto, hahahaha.
Ramon
Gracias por compartir esta apasionante anécdota! 😊
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