Un viaje a Botswana contado en 13 momentazos - El rincón de Sele

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Un viaje a Botswana contado en 13 momentazos

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Ha pasado muy poco tiempo para no dejar de escuchar en mi cabeza los rugidos nocturnos que acostumbran a hacer los leones, los aullidos agudos e inquietantes de las hienas o el sonido de tambor que provocan las orejas del elefante cuando la mueven Viajar a Botswana en un safari móvil pernoctando en el interior de los parques y siendo partícipes de un intenso rastreo de huellas, señales y ruidos nos ha llevado a una especie de Edén en el que los animales corren en libertad y el adjetivo salvaje se convierte en el más bello de los epítetos. Encomendándonos a la Madre Tierra, a una pizca de la experiencia de otros viajes de naturaleza y, por supuesto, a la suerte, hemos tenido la ocasión de ver y fotografiar animales por encima de nuestras posibilidades. Tras haber realizado no pocos safaris en mi vida, puedo decir sin equivocarme que lo que ha sucedido estos días en Botswana ha sido tan grandioso que todas mis expectativas han sido superadas. Y eso que era mi regreso al país. Lo que quiere decir que debo eliminar cuanto antes de mi vocabulario esa frase que asegura que segundas partes nunca fueron buenas. Porque no es así.

Leona fotografiada en un safari en Botswana

Con mi cuaderno de notas aún caliente me gustaría comenzar contando a ráfagas de emoción cómo ha sido este viaje a Botswana. Y para abrir boca, he pensado en hacerlo a través de trece momentazos comentados de manera cronológica. Escenas increíbles que parecen haber pasado de la pantalla de televisión con un documental de animales de fondo a la memoria de una cámara de fotos que todavía arrastra polvo procedente de los senderos más inescrutables del África austral

BOTSWANA Y CATARATAS VICTORIA: TODA UNA EXPLOSIÓN NATURAL

Junto con mi buen amigo Isaac, autor del blog Chavetas, y con quien he compartido ya unos cuantos viajes difíciles de olvidar como Irán o Islas Galápagos, me embarqué en un safari móvil por el triángulo dorado de Botswana (Okavango, Moremi y Chobe) para rematar faena viendo despeñarse al río Zambeze en las Cataratas Victoria tanto desde el lado zimbabwense como zambiano. Queríamos un safari intenso, de muchas horas de rastreo, enfocado a ver y fotografiar cuantos animales pudiéramos. Yo, que años antes había conocido la zona de manera independiente, deseaba esta vez contar con más medios, un buen guía que multiplicase los ojos y la posibilidad de acampar en el interior de los parques naturales. Fue entonces cuando surgió la idea de «safari móvil» que organiza desde hace varios años la agencia española Mopane Game Safaris sita en Maun, a las puertas del Delta del Okavango.

Isaac y Sele en el Delta del Okavango (Botswana)

El concepto resultaba sencillo y, sobre todo, factible: Un par de todoterrenos abiertos para un máximo de doce personas (es decir, dos por fila), dos rangers locales y guía de habla hispana. Un campamento móvil super equipado, que se llevaba en un camión y se montaba en mitad de Moremi o Savuti (Chobe), así como la posibilidad de dormir en una isla del Delta del Okavango. Y, sobre todo, más horas de safari de lo normal (muchos safaris en Kenia o la propia Botswana son por la mañana de 6:00 a 10:00 y aquí se podía extender hasta las 12:00 para luego comer y regresar al lío por la tarde). Es decir, no era un safari para todo el mundo sino para los muy pero que muy «animaleros», gente que no se saturase con la tercera jirafa con la que se topara. Y con desconexión total, ya que en los parques no sólo no hay red de internet sino ni tan siquiera cobertura para hablar por el teléfono móvil. ¡Justo lo que necesitábamos!

Tras dos semanas de viaje (contando trayectos desde España) tengo que decir que el safari móvil que hicimos en Botswana nos regaló momentos extraordinarios, de los que el corazón palpita a toda velocidad y esa lagrimita deja de estar escondida para correr por las mejillas con cada emoción. Todo fue gracias a una organización perfecta, unos rangers que se las sabían todas y, por qué no decirlo, un grupo maravilloso que no mostró fisura alguna y se mostró siempre positivo.

Escena del safari vivido en Botswana, un viaje muy especial

Los mejores momentos del safari en Botswana

No me extiendo más. Aquí van 13 momentazos (y un bonus track adicional) que convirtieron el de Botswana en el mejor safari que he hecho hasta el momento:

1. El Okavango a vista de avioneta

Sólo al río Okavango se le ocurriría ir a morir a un desierto tras recorrer 1000 km desde su nacimiento en Angola. El Kalahari, y no precisamente un océano, se ocupa de recibir las aguas del grueso caudal de uno de los ríos más importantes de África para inundar tierra seca y convertirla en un auténtico paraíso verde. Allí llegan toda clase de animales. Es lo que hace que el norte de Botswana sea uno de los más ricos en fauna del África austral. Sólo pronunciar el nombre «Delta del Okavango» hace estremecerse a cualquier aficionado a la naturaleza que se precie.

El Delta del Okavango desde una avioneta (Botswana)

El arranque a este viaje a Botswana lo hicimos a bordo de una pequeña avioneta que durante tres cuartos de hora sobrevoló el Delta del Okavango mostrándonos numerosas imágenes de tremenda belleza. Admirar el delta desde la ventanilla del aeroplano puede recordar a lo que sucede cuando descubres un cuadro que te gusta y lo estudias con todo detalle. Aquel es el lienzo más hermoso con el que uno puede toparse en África. La tierra convulsiona cuando el agua la riega de vida y aparecen puntitos en el suelo que no son otros que elefantes en manada, jifaras, búfalos, hipopótamos y un largo ectétera con componentes del reino animal que encuentran en el Delta del Okavango la fuente para su propia supervivencia.

No os perdáis el reportaje fotográfico titulado: El Delta del Okavango a vista de avioneta

2. ¡Leones! ¡Leones!

Si hay que elegir una especie dentro de la fauna protagonista del viaje, puedo asegurar que con creces debería referirme al león. Si algo adoleció mi primera vez en Botswana es que tan sólo logré observar con una leona en Moremi. Pero esta vez parece que hemos dado con varias manadas en todas las formas posibles. He contado sesenta individuos diferentes de león entre machos melenudos, jóvenes, hembras y crías. E irse de Botswana con sesenta leones es una pasada, os lo aseguro. Hemos vivido innumerables momentazos con ellos, pero me viene a la mente la sensación de los primeros que contemplamos. Era en la Reserva Natural de Moremi tras varias horas de camino de arena. Una compañera de viaje (Noelia y su vista felina) dio la señal de alarma. Y es que detrás de aquella hierba crecida y amarilla había algo que se movía.

León macho en Moremi (Botswana)

De repente nos dimos cuenta que era un león macho que aún le faltaba algún año para llegar a la madurez junto a tres cariñosas leonas. Nunca olvidaré esos ojos melosos y profundos con los que nos miraba en su posición de esfinge. Ni el saludo cariñoso de las hembras juntando los rostros. En un safari, y más al principio, los primeros avistamientos resultan los más emocionantes. Pero ya os digo que los leones protagonizaron muchos más momentazos, algunos excepcionales.

3. Una jauría de licaones al atardecer

No habíamos llegado a nuestro campamento de Moremi el primer día y estábamos temerosos de que se nos hicieran las 18:30 y estuviésemos transitando por la reserva, algo que está prohibido y muy pero que muy controlado. Así que avivamos la velocidad. Pero cuando nos estábamos aproximando al tercer puente, donde hay una puerta de control, algo se cruzó en nuestro camino y no tuvimos más remedio que detenernos. Se trataba de una jauría de licaones adultos que se disponían para ir de caza. Esta especie, también conocida como perro salvaje africano, que puede llegar a recordar a una extraña mezcla de pastor alemán y hiena, y se le reconoce por sus simpáticas orejas redondeadas así como por su cola blanca, es bastante compleja de observar en libertad. Los licaones lamentablemente se hallan en la lista roja de peligro de extinción y se calcula que no quedan más de 7.000 ejemplares en todo el continente africano, por lo que cruzarse con ellos puede considerarse una lotería emocional.

Licaones (perros salvajes) que pudimos observar y fotografiar durante nuestro viaje de safari en Botswana

Aquel día saltaron y juguetearon cerca del coche, aunque la luz no era la mejor. Se detuvieron a beber agua a una charca donde también había jirafas, lugar donde nos sorprendió a todos el atardecer. El ranger que manejaba nuestro coche (Willy) nos advirtió que este perro salvaje, considerado uno de los mamíferos con más probabilidades de éxito en la caza de herbívoros, iba a ser muy difícil de avistarlo nuevamente. Pero, por fortuna, se equivocó. Veríamos tres jaurías más de licaones durante el viaje (En Savuti y en Chobe Norte), algunas con crías de pocos meses.

Licaones y jirafas en Botswana

4. Estrenar campamento móvil, una base perfecta en los parques

Dormir de acampada en los parques nacionales de Botswana nos puede llevar a pensar en tiendas de campaña 2second, esterillas y sacos de dormir. Pero en este viaje no fue así. Las tiendas que nos suministró Mopane Game Safaris eran tipo meru con dos buenas camas camas, mesilla, arcón para guardar los trastos y cuarto de baño adosado para no tener que salir por las noches a hacer nuestras necesidades (y más cuando las hienas tienden a merodear cada noche aquellos lares). Teníamos ducha de agua caliente (que se ponía al fuego cuando veníamos de los safaris) y un enorme agujero cavado en la tierra donde se ponía un váter de plástico (no se tiraba de la cadena con agua sino con arena de un cubo). Por mucho que lo hubiésemos leído antes en la web de la agencia, nos sorprendió muchísimo cuando llegamos a nuestra primera base en la Reserva de Moremi (Dentro del área de Xakanaxa) y vimos por primera vez semejante dispositivo en mitad de la nada. Limpio, cuidado y muy bien equipado.

Campamento de Mopane en Botswana (Safari móvil)

Nuestro campamento de apenas cinco tiendas, contaba además con una larga mesa para desayunar, comer y cenar, un fuego siempre encendido durante la noche para sentarse junto a él en unas sillas y, sobre todo, un equipo que lo manejaba al dedillo. Podíamos cargar equipo electrónico y cuando nos despertaban por las mañanas nos ponían agua caliente junto a la tienda para lavarnos la cara. La verdad que me pareció una pasada. ¡Y con eso van cargando en un camión en cada safari!

Tienda de campaña Meru que utilizamos durante nuestro safari móvil en Botswana con Mopane Game Safaris

¿Queréis saber con detalle cómo era el campamento? No os perdáis la lectura (con vídeo incluido) de «Un paseo por nuestro campamento móvil en Botswana»

5. Con el leopardo el que la sigue la consigue: La master class del rastreo

Un buen safari no es el que te lo dan todo hecho. Un buen safari es en el que los miembros del mismo ponen toda su atención y siguen los consejos de los rastreadores expertos. Durante toda una mañana en Moremi fuimos tras unas huellas de leopardo que se cruzaban en el área de Paradise Island, repleta de zonas inundadas. Sabíamos que estaba por allí, que el rastro era reciente y aún no había sido pisado por otros coches. Nuestro conductor Willy nos hizo partícipes de una clase maestra de rastreo a base de conocimientos, intuición y, sobre todo paciencia. Tras no pocas horas en que lo tuvimos a pocos metros sin darnos cuenta y los pájaros nos advertían que andaba por allí, cesamos en el empeño antes de lo deseado. Pensamos que se había marchado aquella belleza de manchas con los ojos más penetrantes de la sabana africana. Pero nos equivocamos una vez más.

Todoterreno de Mopane Game Safaris con el que viajamos por Botswana

De repente, cuando el calor apretaba y los depredadores se supone son más escurridizos si cabe (ya que son eminentemente de hábitos nocturnos), sorprendimos a nuestro leopardo (en este caso era hembra) arrastrando un impala que acababa de cazar. Había debido ser hacía pocos minutos y su empeño era llevárselo a algún lugar escondido donde empezar a comérselo, recargar energías y posiblemente subirlo a un árbol para evitar hienas y otros carroñeros. Fueron apenas un par de minutos hasta que desapareció en la espesura con su presa. Los pájaros delataban su presencia, como si fueran alarmas voladora, pero ya no podíamos acceder a ella. No volveríamos a verla en Moremi, aunque nos regaló un instante muy emocionante. El fruto de un trabajo bien hecho entre todos en el cual la lección más importante que aprendimos fue que «la paciencia es el mayor valor de un safari». Nosotros preferíamos llamarlo energía positiva.

Leopardo con impala en Moremi (Botswana)

6. Navegar en mokoro y que un elefante nos impida el paso

Uno de los medios de trasporte tradicionales en Botswana para navegar por las aguas poco profundas del Delta del Okavango es el mokoro. Estas embarcaciones estrechas, manejadas con un enorme palo que parece una pértiga permitiendo avanzar lentamente, conforman una de las experiencias más clásicas y enriquecedoras en esta región de África. En ellas precisamente dimos un paseo desde el embarcadero de Mboma (Moremi) para disfrutar del relax de no escuchar nada salvo el agua, de ir entre corredores de juncos en un silencio ensordecedor maquillado por el abrir y cerrar de los nenúfares.

Sele en un mokoro en el Delta del Okavango (Botswana)

De repente quienes manejaban los mokoros se dieron cuenta de que un elefante se había acercado peligrosamente donde nosotros estábamos. Sólo podíamos oírlo y ver parte de su grueso lomo. Y lo que iba para media hora se fue para hora y media. Bajo un sol que hacía mella tuvimos que esperar a ser rescatados por una lancha traída de Mboma porque el elefante no nos dejaba pasar. Hubiera sido un enorme riesgo pasar sin más, dado que la reacción del animal podría haber sido cualquiera. Y en los canales del delta la única escapatoria es el agua donde noran habitualmente hipopótamos y cocodrilos. En mi caso todo se vio acelerado además con los síntomas de un golpe de calor (consejo, mojarse todo lo posible, llevar gorra y protector solar a tutiplén).

Elefante en el Delta del Okavango (Botswana)

7. Atardecer en el Delta del Okavango

Dejamos los mokoros a un lado y nos fuimos a explorar parte del Delta del Okavango en una lancha con la que poder acercarnos más a los animales. Además sería el medio que nos trasladara hacia la isla de la Xhobega, donde pasaríamos una noche en un campamento fijo. Un islote rodeado de agua en mitad de la nada más absoluta. Aunque para nada estuvimos solos, tal y como pudimos comprobar en una salida que hicimos al atardecer donde no sólo contemplamos una maravillosa puesta de sol sobre el delta sino gran cantidad de fauna. Hipopótamos y aves de todo tipo (marabúes, garzas, cigueñas de pico amarillo, águilas, garcetas, etc..) diseñaron una ruta en la que los cielos se tiñeron de fuego.

Atardecer en el Delta del Okavango (Botswana)

Dormir en aquella isla al son de los hipopótamos o de los monos (e incluso de un elefante que se pasó varias horas junto a nuestra tienda), fue de lo mejor que nos pudo pasar en este viaje. El Okavango siempre regala esos escenarios e instantes con los que el viajero se marcha feliz de Botswana.

8. El Rey León (de Moremi)

Recorriendo Moremi de oeste a este para pasar a Chobe tuvimos otro de esos momentos para apuntarse en la cabeza para siempre. A la altura del Third Bridge o Tercer puente (un área muy conocida en esta Reserva) nos dimos cuenta de que bajo un árbol descansaba un león macho adulto. Éste nos recordaba a Mufasa, el padre de Simba en el Rey León. Pero no podíamos acercarnos porque le estaban grabando unas tomas los de National Geographic y tenían prioridad de acercarse a él. Lo veíamos lejos, y era harto complicado tomarle una fotografía en condiciones. ¡Teníamos allí mismo al gran Rey León y no podíamos hacer nada! (Me vino a la mente disparar con un bazoka imaginario a los cámaras. No podía tenerles más envidia) Pasaron los minutos en el que sólo deseábamos que se levantara. Parecía que todo el equipo estuviese haciendo telequinesia con el felino pero no había manera.

León en Moremi (Botswana)

Hasta que de repente volvimos a tener fe. En realidad nuestro rastreador jefe, Willy, aseguró que se iba a levantar, que empezaba a hacer demasiado calor, y que debíamos ser pacientes hasta que saliera a buscar una reconfortante sombra. En este viaje, salvo excepciones, lo que decía Willy se solía cumplir, por lo que volvimos a creer en sus palabras. Minutos después de aquello nos pidió que contáramos hasta veinte. Y, aunque parezca mentira, se levantó el león… ¡¡¡a los veinte segundos!!! Y para más inri se dirigió hacia el camino donde nosotros le esperábamos. Fue entonces cuando los minutos pasaron a cámara lente. Porque verle caminar por la hierba seca y pasar delante de nosotros sabiendo que él era el rey de aquellos dominios nos dejó sin palabras y con la carne de gallina. Sólo existía él y nada más que él.

León en Moremi (Botswana)

9. El río Khwai y el baño de los elefantes

Justo en los límites entre la Reserva de Moremi y el Parque Nacional Chobe, el más grande del país, las aguas procedentes del Okavango forman el río Khwai (no confundir con Kwai, Tailandia, ni con la película de David Lean titulada «El puente sobre el río Kwai»). Antes de entrar a Chobe, como íbamos bien de tiempo, decidimos hacer un safari express en las orillas de este río. Y qué sorpresa la nuestra que ante el calor que hacía aquella tarde nos encontramos, sin exagerar, con cientos de elefantes que acudían tanto a beber agua como a bañarse. Aquello era un auténtico espectáculo, una especie de Arca de Noé al natural donde, sobre todo, los elefantes, así como algunas jirafas, se resarcían de los rigores de una época seca que en 2015 estaba resultado extrema.

Elefantes en el río Kwai fotografiados durante un viaje de safari en Botswana

El número de figuras mastodónticas era imposible de saberlo a ciencia cierta, pero andaba por las tres cifras en un área que no superaba un kilómetro. Asistir al momento del baño en los elefantes se restregaban en el agua, jugaban y se echaban agua los unos a los otros me pareció algo realmente impagable. Mientras escribo estas palabras no puedo evitar escuchar en mi cabeza los chapoteos y los barritos de unos animales en un estado exultante de felicidad.

10. La charca de las tres leonas

El área de Savuti es un filón para los depredadores. Cuando llega la época seca el canal se seca y las charcas o pozas de agua se convierten en el último clavo al que se agarran las numerosas especies de herbívoros que se acercan a beber a ellas. En este caso tres grandes leonas escondidas tras unos arbustos vigilaban durante aquellos días una charca donde la comida acudía sola. Una tarde cualquiera acudimos a ver si seguían allí y vimos que habían matado en las últimas horas a un ñu. Éste estaba lleno de barro, al igual que las leonas, que habían capturado una buena presa con la que darse un festín. El cuerpo inerte del antílope yacía muy cerca de la orilla, probablemente a pocos metros de donde le fue quitada la vida.

Leona en Savuti (Safari en Botswana)

Pero las leonas no habían reparado en que además de acudir a beber agua posibles presas, lo hacían también elefantes. Y en ocasiones en manada. Así que cuando un buen grupo de paquidermos se acercó a la charca para su hora del baño y se percataron de que por ahí andaban las leonas cargaron contra ellas hasta echarlas. Fue entonces cuando se vio a la perfección quiénes son de verdad los reyes de la selva. Los elefantes adultos detestan a los leones porque en ocasiones atacan a sus crías, así que se hacen valer en cuanto ven a cualquier tipo de depredador.

Elefantes y leona en Savuti (Viaje a Botswana)

Una vez se marcharon los elefantes, las leonas regresaron para ver que su pieza estaba intacta. Nos acercamos sigilosamente a ellas con el 4×4. Y de hecho la que parecía la más grande y agresiva, la líder de aquellas hembras, se aproximó hacia nuestro coche (que era abierto por los laterales) sentándose a un palmo de nosotros. Si bien es cierto que para muchos animales un vehículo con gente es una unidad que no controlan (como si fuese una piedra andante) y no atacan, cuando se tiene un león que acaba de cargarse un ñu y te mira fijamente a los ojos a poco más de un metro… impresiona. El resultado: respiración contenida, tensión en el ambiente y una sensación de vulnerabilidad que pocas veces había vivido.

Leona fotografiada en Savuti durante un viaje de safari en Botswana

11. La solitaria cría del leopardo

Si ya de por sí los leopardos son difíciles de ver, mucho más es hacerlo con una cría. Las madres las dejan bien escondidas mientras se van solas a cazar (si se los llevan la probabilidad de éxito es cercana a cero y estaría expuesto a otros animales que lo atacarían). Pero en Savuti sucedió cuando menos lo esperábamos. Una pequeña cría de leopardo, que rondaba los cuatro meses de edad, tras muchas horas esperando a su madre y compungida por el hambre, salió de su escondite quedándose a la intemperie junto a un camino. Este lindo gatito con manchas (porque a esa edad el tamaño es poco mayor al del gato común) y mirada penetrante nos obsequió con unos minutos de belleza mezclada con cierta lástima. ¿Regresaría su madre? ¿No corría demasiado riesgo saliendo de su escondite? Preguntas y más preguntas nos hacíamos mientras el pequeño leopardo se refugiaba sobre unas rocas.

Cría de leopardo en Savuti (Safari en Chobe, Botswana)

Al día siguiente regresamos al lugar donde le habíamos visto. Y algo delató lo que había sucedido apenas unas horas antes de nuestra lelgada. Encontramos las huellas de la cría del leopardo. Pero no estaban solas. Su madre había regresado. A ella la veríamos más adelante, en una colina con pinturas rupestres, después de esconder mejor a su pequeñín dado que los leones estaban rondando la zona y podía ser peligroso para él. Sobrevivir un solo día en territorio hostil cuando eres tan débil se convierte en todo un triunfo.

12. La comida era sólo para papá

Savuti, reino de leones por antonomasia, nos volvió a rencontrar de nuevo con una manada muy activa. Llevábamos días viéndoles amagando con cazar una jirafa o durmiendo bajo la sombra de una acacia (que es lo más normal). Pero esa mañana habían conseguido un premio en forma de impala. Para una manada de doce miembros eso es más un quiero y no puedo que una buena noticia para ellos. Porque el macho líder es el primero en comer la pieza. Y si queda algún bocado, pues va para los demás. Pero es ciertamente imposible que un león se sacie con un inocente impala. Estuvimos un buen rato observando cómo aquel grandullón no dejaba ni las raspas a su más que desesperada familia. Acariciaban el cuerpo inerte la pata, lo oliesqueaban entre lamentos, pero nada más. Su padre no les recompensaría ni con lamer el cráneo roído del antílope. Nada.

León comiendo un impala (Savuti, Botswana)

Escuchar masticar a un gran león arrancando huesos y tendones, y rugirle a su familia en cada acercamiento nos resultó del todo impactante. Y más ver cómo cuando se levantó para marcharse se paseó junto a nosotros con el hocico ensangrentado aires de saberse líder. Su manada no había comido. Ya sabían aquellos leones que, de una forma u otra, debían cazar una presa más grande ese mismo día si no querían seguir hambrientos. Savuti esa jornada sería un lugar mucho menos seguro para otros mamíferos.

León macho en Savuti (Chobe, Botswana)

13. Las siluetas del río Chobe

El norte de Botswana es un compendio inabarcable de avifauna que se acerca a las orillas del río Chobe. Allí, según los naturalistas, se da la mayor concentración de elefantes de África y el número de especies que se pueden observar es bastante importante. Una vez se llega a Kasane (accesible por carretera normal, a diferencia de Savuti o Moremi) es usual realizar dos tipos de safari, uno en coche (el normal durante todo el viaje) y otro en barco (o de dos pisos o en lancha). De ese modo cuando llega la tarde y la luz solar juguetea con colorear escenarios y siluetas, uno puede acercarse a otros animales. Elefantes, hipopótamos, cocodrilos, búfalos, kudus, babuinos, facóqueros y un largo etcétera pasan revista a todos y cada uno de los viajeros que vienen a verlos.

Elefantes a orillas del río Chobe (Botswana)

Es en ese lugar donde uno se da cuenta de varias cosas. Que los hipopótamos no son tan tiernos como los de los anuncios de pañales, que seguir un sendero lleno de elefantes ofrece un momento de paz extraordinario y que en la boca de un cocodrilo entra todo lo que se proponga. Y, por supuesto, que Botswana no sólo es un paraíso para los mamíferos. Los aficionados a las aves tienen una cita con carracas, abejarucos, cigüeñas, marabúes, jacanas y pigargos africanos, entre muchos otros.

Haciendo un safari en lancha por el río Chobe durante nuestro viaje a Botswana

Una de las mejores puestas de sol de un viaje al sur de África tiene al río Chobe como protagonista. La gran bola de fuego se esconde cada tarde tras las llanuras namibias que se pueden observar desde el límite fluvial. Es una auténtica pasada.

Atardecer sobre el río Chobe (Botswana)

¿Qué tal han estado estos 13 momentazos? ¿Os quedáis con ganas de más? Venga, ya que habéis llegado hasta este punto, ahí va un bonus track:

14. Las cataratas Victoria desde Zimbabwe/Zambia

Este viaje lo rematamos con un salto que nos llevó fuera de las fronteras de Botswana. De Kasane a las Cataratas Victoria, tanto por Zambia como por Zimbabwe, hay poco más de una hora (sin contar los trámites burocráticos para salir de un país y entrar a otro). En nuestro caso nos hospedamos en Livingstone (Zambia) tras cruzar el río Zambeze por Kazungula. Y visitamos las cataratas desde ambos lados. En Zimbabwe lo gozamos con la mejor vista (algo que había podido vivir en mi primer viaje al sur de África), mientras que en Zambia nos quedamos con una perspectiva fenomenal de uno de los cañones. El problema era que estábamos en lo más duro de la época seca (septiembre) y el Zambeze se despeñaba en un porcentaje mínimo del caudal al que tiene acostumbrados a sus visitantes.

Sele en Cataratas Victoria (Zimbabwe)

Aún así «el humo que ruge» (que así lo llamaban los nativos antes de que Livingstone llegara hasta allí) nos deparó una gran experiencia. Sólo el hecho de regresar y disfrutar de espontáneos arcoiris, de esa lluvia incesante de partículas de agua, envolvió para regalo el mejor fin de fiesta posible de un viaje muy pero que muy especial para nosotros.

Tengo muchas cosas que contaros, algunas de las cuales aún no he sido capaz de asimilar (y mi amigo Isaac tampoco). Y es que es probable que en el presente escrito no se halle el momento más impactante de todos los vividos en Botswana. Pero todo a su tiempo. África no termina nunca…

Leones cazando un búfalo en Botswana

Sele

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PD: Este artículo está dedicado con mucho cariño a los insignes pasajeros del Mopane team: Isaac, Anabel, David, Noelia, Oscar, Reyes, Patxi, Mari Cruz, Isi, Patricia, Willy y Costa. Me habéis hecho sentir muy arropado en la noble obsesión de ver animales en libertad. Un grupo cargado de positividad y buen rollo. Va por vosotros (¡Movida, movida!)

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