Una postal de la legendaria Persépolis
Un Sol ardiente se esconde debajo de la ciudad aqueménida de Persépolis tal cual lleva haciéndolo desde hace más de 2500 años. Pero el último no fue el de siempre, ya esta vez se quedó definitivamente en mi cabeza como uno de los sueños más bonitos que he podido atrapar en mi vida. Sólo pronunciar el nombre de Persépolis infunde cierto respeto. Pero observar en directo un atardecer sobre una de las ruinas más majestuosas de todo Oriente Medio es hablar de palabras mayores.
Porque Persépolis es Persia y Persia es Persépolis, no hay mejor manera de volver a vestir la imaginación de Indiana Jones y salir a cazar tesoros de perpetua ensoñación. Uno se crea expectativas a lo largo de su vida pero ésta no es de las que no pasan de largo sin más, sino que provoca que la magnitud que le demos sea incluso inferior a la realidad que nos espera. Basta con subir las primeras escaleras y atravesar la puerta de las naciones, con dos toros alados flanqueándonos, para sentirnos insignificantes en una máquina del tiempo que no tiene fisuras o telas rasgadas. Persépolis vaga como la gran dama de la arqueología persa y se contonea con un Sol bajo y llameante para buscar tu atención. En el momento en el que le miras a los ojos estás perdido porque tu corazón se quedará para siempre encerrado en Persépolis.
Irán es un país con un vastísimo patrimonio que no entiende de milenios. Quizás las ruinas más famosas son las de Persépolis, con unos relieves únicos, columnas colosales y el testimonio en piedra de figuras mitológicas y ejércitos caminando sobre murallas. Pero este viaje me ha hecho descubrir otro milagro llamado Naqsh-e Rostam, con tumbas excavadas en la montaña que me recordaron mucho a las de la ciudad mítica de Petra (Por cierto, no os perdáis el documental que rodé en Jordania en las que aparece este lugar) pero sin apenas turistas y la conservación de bajorrelieves levantados por genios que quisieron dejarnos huellas persas para la eternidad.
La postal de hoy es de un atardecer en Persépolis, apenas el caramelo de una ciudad que todos hemos dibujado alguna vez en nuestra imaginación, aunque hasta que no la vemos no sabemos exactamente definir ese idilio con la arqueología que muchos perseguimos desde la niñez. Porque lo había soñado un sinfín de veces… el corazón de Persia apaga su lámpara de fuego para dar la bienvenida al crepúsculo.
Desde Yazd, una increíble ciudad de barro camino entre dos desiertos, recupero un silencio que sabe a mucho. El viaje continúa por unos derroteros que ni conozco. Lo mejor está por llegar, así que habrá que seguir dejándose llevar por los senderos milenarios de Irán, ¿no creéis?
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
8 Respuestas a “Una postal de la legendaria Persépolis”
La envidia que os tengo va creciendo con las postales que enviáis… a seguir disfrutando de Persia.
Que bonita es esta foto! Inspira paz.
Cuántas veces soñarías esta puesta de sol en Persépolis! Qué gusto ir cumpliendo sueños!
Un abrazo
He vivido muchos preciosos atardeceres. Así que me vengan a la cabeza posiblemente en el de Amarapura en Birmania, Amboseli en Kenia, Palmyra en Siria o incluso en Neko Harbour en la Antártida … muchos de esos que compartimos aunque en diferentes fechas…
Aún así, se que para ambos el momento en el que esa intensa bola roja bajaba iluminando un rincón de la historia que todos soñamos con ver, de esos en que cada friso, cada mosaico, cada piedra, hablan .. ha supuesto uno de los momentos más intensos de toda la aventura, de esos de guardar con mimo. Pero estamos en la puerta del desierto, Kerman.. ¿te atreves?
Uno de los lugares más evocadores del mundo sin duda es Persépolis y nos habéis regalado un atardecer increible.
Seguid inspirándonos viajes
Gracias por acercarnos esta postal. Desde luego, nos has puesto los dientes largos, y ahora sólo pensamos en viajar a Irán.
Sigue disfrutándolo. Mil besos.
Preciosa postal. Sin palabras!!! Un atardecer maravilloso!!!
[…] La mejor hora para visitar Persépolis es al atardecer. Si cierran a las 17:30 aproximadamente lo mejor es estar un mínimo de tres horas antes. La luz […]