Urueña, la villa que se volvió libro
Urueña no sólo es un poema sino también un completo recetario ilustrado. O un libro de caballerías quijotesco, el cuento de Caperucita roja e incluso el vuelo de una nave espacial del siglo treinta y seis pintada en una novela de ciencia ficción. En realidad Urueña dejó de ser un pueblo hace mucho tiempo porque sus calles no se caminan sino que se leen. Biblioteca de Castilla o Villa del libro universal, se vive a través las más de diez librerías que cierran sus volúmenes con el pergamino de los sueños. Asomada en la frontera invisible entre Tierra de Campos y los Montes Torozos, esta hermosa localidad medieval de Valladolid se ha convertido en una fila interminable de páginas manuscritas e impresas que señalar con el dedo párrafo a párrafo y línea a línea.
Al borde de la colina, con sus murallas almenadas, se encuentra la única Villa del libro en España, privilegio de muy pocos lugares en todo el mundo. Visitar Urueña es precisamente iniciar un viaje a donde sea que nos quiera llevar, una ruta que no lleva implícita la palabra FIN.
«El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho» Miguel de Cervantes Saavedra
Es curioso como desde la rectilínea Autopista A6 que se dirige hacia tierras gallegas no haya un inciso especial cuando se señaliza el desvío a Urueña en el kilómetro 211. URUEÑA sin más, reza el cartel de carretera. Como si allí no hubiera nada, un pueblo más entre muchos. Particularmente había pasado cientos de veces por delante y nunca había tirado de intermitente para ver qué es lo que había allí. Pero fue precisamente la lectura y las recomendaciones de amigos vallisoletanos los que pusieron la chincheta en mi mapa de lugares a visitar. Incluso el propio Germán Delibes, hijo del admirado escritor Miguel Delibes, me confesó al oído que era uno de sus rincones preferidos en toda la provincia. Y a partir de entonces Urueña se convirtió en objetivo, aunque no tardó en hacerse un viaje real, una visita sin necesidad de llamar a la puerta ni anunciarse.
El camino hacia el pueblo, a medida que avanzaba, me hacía iniciar un retroceso en el tiempo que resultaba sumamente atractivo. La disuasoria autopista había quedado atrás. Mientras tanto las praderas verdes preludiaban la llegada de un nuevo capítulo, la colina amurallada que abraza casas e iglesias las cuales no se miden por metros cuadrados sino por centenarios. A partir de ahí no quedaba otra cosa que perderse, caminar sin más o comprender de una vez por todas qué diantres era eso de la Villa del Libro.
Urueña, Villa del libro
En realidad lo de ser Villa del libro no sólo es un concepto sino también una actitud. Son muy pocos los pueblos del mundo que se definen a sí mismos de esta manera. Y en España el único englobado en dicha denominación es Urueña. El aprovechamiento de los espacios públicos (y privados) para la difusión de la cultura a través de los libros y que éstos sean el motivo para reunir tanto a bibliófilos «de tomo y lomo» como a meros aficionados a la lectura es una de los principales objetivos de estos lugares. La primera fue Hay-on-Way en País de Gales en los años sesenta pero Urueña se ha convertido en una de las localidades que más en serio se ha tomado eso de ser Villa del libro. Lo mejor es pasar a los ejemplos contando que en el casco histórico, habitado por no más de doscientas personas, se ha superado ya la decena de librerías.
Igualmente el Centro e-Lea Miguel Delibes, con biblioteca, talleres y exposiciones permanentes con la lectura como motivo principal, es una visita obligada. Como aficionado a la paleografía, mi asignatura preferida en la Universidad, tuve la ocasión de acomodar la pluma a la letra carolina en un taller de escritura antigua. Y reconozco que disfruté tanto o más que cuando lo estudiaba desde el pupitre de la Factultad.
Sin olvidar de lo que ya estaba desde hacía mucho tiempo, la Fundación Joaquín Díaz, que aglutina las tradiciones de millones de formas (tiene una gran colección de coplas de ciego, la literatura de la calle durante siglos), hay un buen número de lugares que no son museos sino librerías, en su mayoría de viejo, que deben formar parte de toda escapada a Urueña. De esa forma se hace el maridaje perfecto entre la historia viviente en los muros de las casas y las calles empedradas con el mundo de los libros de ayer, hoy y mañana.
Caminar por Urueña me recordó a los capítulos de «Elige tu propia aventura» que leía cuando era niño. Aquí siempre eres tú el que decide qué es lo siguiente, si buscar más nudos con o sin desenlace en un viaje que se hace con los pies y con la mirada. Sentado en el Corrillo de Hans Cristian Andersen era imposible no fijarse en las historias dibujadas en las paredes de una librería llamada «La Boutique del cuento» en las que aparecían plasmados un rey de traje transparente y el soldadito de plomo (historia triste donde las hubiera). Pero es que el pueblo tiene además su propio museo del cuento con objetos cargados de delicadeza y energía que son capaces de trasladarnos a nuestra más tierna infancia.
Y de esa manera, entre escaparates y estanterías, uno se mueve por Alcaraván, Páramo, El rincón escrito, El Grifilm y otras librerías esenciales con las que comprender la Urueña de hoy. Son todas recomendables y siempre se encuentra alguna joyita que llevarse a casa. Los libros, sobre todo los viejos, raros o descatalogados, tienen mucho de miradas de sorpresa en el desván, en ese baúl revuelto de nunca acabar en el que nacen no sólo aventuras sino también inquietudes que se quedan para siempre con nosotros. Precisamente letras y más letras que nos ayudan a forjar la fórmula que escogemos de enfrentarnos a la vida.
Urueña, Villa medieval
Sin pasar página otra forma de mirar Urueña como un libro abierto es hacer la ronda por la muralla y escudriñar los tejados en esos días en los que las nubes parecen de algodón. Una chimenea encendida nos devuelve el aroma a Castilla mientras la llanura sacude los cultivos de trigo para recordar al visitante que aquí también hay mar.
El adarve de los muros tienen un poco de la Infanta Doña Sancha, señora de Urueña por los siglos de los siglos. Sus dos únicas puertas, la del Azogue y la de la Villa desafían verbalmente al tiempo, imprimándose con la eternidad. Queda un 80% de la muralla y el castillo se encuentra en ruinas, dotándole de un aire romántico que se transmite por todas y cada una de las calles del pueblo. Las plazas, en esta zona denominadas corros y cuando son más pequeñas corrillos, guardan silencio los días de diario mientras que en los fines de semana, festivos y un 23 de abril repleto de actividades relacionadas con el mundo de los libros, no son capaces de callarse. Urueña al fin y al cabo es una escapada sencilla desde Madrid (a poco más de 2 horas en coche) y ni qué decir tiene desde Pucela.
Verano, otoño, invierno y primavera… cada estación le da su toque al pueblo, aunque las olas de Tierra de Campos en el verano son demasiado especiales como para perdérselas. Uno nunca se cansa de buscar panorámicas sentado en la muralla desde la cual en días despejados incluso se llega adivinar la lejana silueta de la Sierra de la Culebra en la provincia de Zamora. Hay pocos hospedajes, sobre todo casas rurales en el casco histórico, y por eso no es demasiada gente la que tiene la suerte de pernoctar y conocer el pueblo cuando llega la noche y se iluminan las calles de forma ténue, sin artificio alguno. Pero si se tiene la oportunidad lo recomiendo, así como salir a buscar un atardecer digno de filmar.
Un último consejo, y no por ello menos importante, es la imperiosa obligatoriedad de acercarse a la ermita de Nuestra Señora de la Anunciada, situada extramuros y para la que es necesario pedir cita en la Oficina de Turismo si se quiere visitar por dentro. Cierto es que baste dar una vuelta a su alrededor para disfrutar de su original estilo. La razón por la que a este templo cristiano de la Edad Media se le considera una de las mayores curiosidades de la provincia de Valladolid, y diría que de Castilla y León, se debe a que es el único ejemplo de románico catalán dentro de territorio castellano. Mucho tuvo que ver Pedro Ansúrez, personaje esencial para comprender la historia de Valladolid en la Alta Edad Media, y la boda de su hija con el heredero de los Condes de Urgel. Ese es el nexo con el que se podría explicar la construcción de esta preciosa ermita poseedora de los clásicos arcos geminados del arte lombardo que se eran clásicos en la Cataluña medieval.
Urueña, incluso sin el atractivo titular de Villa del libro, es uno de los pueblos más bonitos y recomendables de España. Pero su destino estará ligado para siempre al mundo de las letras, y eso es mucho. La poeta estadounidense Emily Dickinson dijo una vez que «para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro». Definitivamente Urueña se desmarca como la nave de todos los libros… y todos los viajes.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: No te pierdas más artículos sobre Valladolid o el apartado dedicado en el blog a RINCONES DE ESPAÑA
3 Respuestas a “Urueña, la villa que se volvió libro”
Jo, la verdad que no me suena de nada Urueña, pero es muy típico de la zona, la verdad! Me encantan los tejados de las casas, chulísimo también el paisaje con los campos! Un saludo, te esperamos por nuestro blog!
[…] después pasé cuatro días recorriendo lugares magníficos de la provincia de Valladolid como Urueña, la única villa del libro de España, Tiedra y su coqueto castillo o Medina de Rioseco y el cauce del Canal de Castilla, por poner […]
[…] con la que me había cruzado en infinidad de ocasiones saliendo desde Madrid (a 216 km). Como con Urueña, Tiedra y otros lugares de Valladolid a los que me gusta hincar el diente de vez en cuando […]