Unas vacaciones como las de antes - El rincón de Sele

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Unas vacaciones como las de antes

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Playa gallega (Rías Bajas)

Necesito una vacaciones como las de antes. Necesito desconectar el cerebro de razones y obligaciones, pasear por la playa, ir de chiringuito en chiringuito y que mi máxima preocupación sea decidir cuándo paralizar el coma tras una siesta de sobremesa a lo Camilo José Cela, con pijama, orinal y persianas completamente cerradas. Como un viaje a la niñez, apenas a un mes y medio de convertirme en «marido de», me escapo a vivir unos días muy buscados al otro lado de un largo trayecto de carretera para dejar el teléfono móvil en el cajón de la mesilla y el correo electrónico en lo más profundo de ese abismo de ceros y unos. Está siendo un año intenso, con un camino de miles de kilómetros en los zapatos… y los que están por venir. Para coger fuerzas y cargar las pilas me largo a mi paraíso de siempre en un lugar de las Rías Bajas cuyo nombre no quiero (ni debo) acordarme, donde poder olisquear marisco y acariciar la brisa de las olas. 

A veces el cuerpo no me pide vértigo en 4×4 por las dunas en Egipto, ni una canoa en la que te coman los mosquitos en Borneo (muy gustosamente, eso sí) o caminar por un volcán en el que me suden hasta las pestañas. Aunque viajar sea mi vida y mi ilusión sea pescar historias y momentos en rincones recónditos de nuestro planeta, hay ocasiones en las que necesito descansar y volver a las vacaciones de antes. ¿Seré el único en ver con cierta nostalgia ese maletero a reventar que sería tu despensa en el hotel o apartamento de turno durante toda una quincena? ¿Y los helados de por la tarde con tu padre y tu madre tras dar la vuelta de cada día en el paseo marítimo? ¿Seré el único en añorar no tener un teléfono que mirar y regresar a casa comido por las dudas de si habrá sucedido algo en el barrio durante semejante ausencia?

Hórreos en Combarro (Galicia)

No tengo ganas de ojear mapas que luego sea incapaz de plegar de nuevo. Al menos, este verano estoy más dispuesto a pedir la mesa de siempre con las vistas de siempre, refugiándome en el aroma de una infancia que me veo incapaz de despedir de forma definitiva por mucho que hoy cumpla 34 años. Las huellas y saludos conocidos me reconfortan lo suficiente como para considerarlas un paso atrás. Realmente para tomar impulso es necesario acudir puntualmente a remansos y paréntesis. Por eso, junto al amor de mi vida, me escapo a pasar unos días… como los de antes.

Velero

Es cierto que este plan no escrito tiene varios capítulos. Primero un fin de semana rural en Navaluenga en la casa que tuve la oportunidad de conocer el pasado invierno. Desde allí pasar a un punto esencial en mi vida entre la Ría de Vigo y la de Arosa, el mismo que me ha alimentado de sueños de forma casi ininterrumpida durante casi dos décadas. Una vez en Galicia me olvide hasta de mi nombre viajaré con mi pareja y amigos por la Costa Azul en un roadtrip que hemos decidido hace pocos días y que ninguno esperábamos realizar este verano. Aunque con chopped y embutidos del supermercado en la maleta, será en Francia esa pretemporada necesaria para tomar fuerzas ante lo que está por venir. Mi boda con Rebeca, varios viajes lejanos y la preparación de distintos proyectos profesionales requieren que durante un tiempo de agosto deba cambiar el chip completamente, dejar de ser Sele y volver a ser Jose, ese chico que sólo vivía de sueños y leía emocionado a Tolkien en la playa.

Rebeca y Sele en la playa

Son sólo unos días, en los que además he dejado programadas algunas historias fantásticas para que el blog continúe escribiendo sus mejores páginas. Así que espero no me echéis mucho de menos. Ya casi estoy aquí…

Sele

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