Viaje a la Primera Guerra Mundial en el Norte de Francia - El rincón de Sele

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Viaje a la Primera Guerra Mundial en el Norte de Francia

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“Cuando vuelva podré contarte cómo es la guerra, no la gloria que hay en ella, sino sus horrores” se puede leer una carta oculta en un desván durante casi un siglo. Formaba parte de uno de los muchos papeles enviados por correo postal con los que un jovencísimo soldado del Imperio británico informaba a su madre de las peripecias y desencantos vividos en la I Guerra Mundial. La cruenta Batalla de Fromelles desvaneció su deseo de regresar a casa y así narrar su difícil experiencia en la Gran Guerra librada en Europa que dejaría un continente destrozado. El norte de Francia se convirtió en su tumba, así como la de millones de personas que jamás pudieron volver a sus hogares. Gente que marchó en busca de gloria pero se encontró de frente con pozos de miseria, podredumbre y muerte en el barro pringoso de una trinchera inútil.

Tumba de la I Guerra Mundial en el Norte de Francia

En Nord-Pas de Calais, más conocido como el Flandes francés, pude iniciar un viaje de varios días a la I Guerra Mundial siguiendo las principales batallas que tuvieron lugar en la región. Allí fui testigo, un siglo después de la Gran Guerra, de cómo Europa se convirtió en un gran tablero de ajedrez que se quedó sin peones.

Persiguiendo cicatrices de la Gran Guerra en el Norte de Francia

A lo largo de ochocientos kilómetros la línea Hindenburg impuesta por el ejército alemán apenas se movió durante cuatro años que se hicieron eternos. Entre 1914 y 1918 la Gran Guerra cortaba por la mitad buena parte de Bélgica, la región francesa de Nord-Pas de Calais y el área nororiental galo hasta llegar a Suiza. A un lado los germanos con una preparación superior para la batalla, en trincheras y búnkeres dispuestos estratégicamente para impedir cualquier avance. Al otro los franceses y los soldados del Imperio británico venidos no sólo de Gran Bretaña sino de las lejanas India, Canadá Australia o Nueva Zelanda. En su mayor parte jóvenes, inexpertos y cargados de promesas que poco tardaron en convertirse en miedo. Entre medias “No man land”, un pedazo de tierra que separaba ambos bandos y donde ganar diez metros se pagaba con la muerte.

Mapa de la I Guerra Mundial en 1914 en el Norte de Francia

Los caminos de la memoria en Nord-Pas de Calais

Recientemente tuve la ocasión de perseguir las huellas de una contienda sin tanta literatura como la de la II Guerra Mundial pero con las batallas más sangrientas que vieron nacer al siglo XX. A través del frente occidental, de los dos lados de una frontera imaginaria en la región de Nord-Pas de Calais (Norte de Francia), viajé buscando el horror de las trincheras, los cráteres nacidos a base de bombas y la memoria de todos aquellos que, independientemente del bando al que pertenecieran, se dejaron el valor y la vida por una idea o nación que no les merecía. Sus gobiernos les habían arrojado al fuego del infierno para jugar un macabro juego en el que no se registró ganador. Cientos de miles de fallecidos, heridos y desaparecidos después el coste había sido demasiado alto. Todas y cada una de las bajas lo fueron en balde. Sólo quedó salvaguardado el honor y, afortunadamente, la memoria.

Mapa Nord-Pas de Calais (Norte de Francia)

Les Chemins de mémoire es una ruta o, más bien, un conjunto de rutas, con que en el norte de Francia se conocen a todos aquellos lugares, cementerios y memoriales en los que recordar lo sucedido durante la I Guerra Mundial, la misma a la que los galos definen como Grande Guerre y los británicos como The Great War. Un siglo después del comienzo de un conflicto que duró más tiempo de lo pronosticado estos rincones edificados con lágrimas, barro y toneladas de plomo constituyen el mejor libro donde leer una de las guerras más absurdas de la Historia. El mero hecho de esquivar el olvido y dar a conocer lo sucedido es el mejor homenaje que se pueden llevar aquellos que moran los muchos cementerios militares tanto alemanes como de la Commonwealth. Hay decenas, o más bien cientos, repartidos por todo el territorio. Y cuesta pensar que todo fue por un puñado de metros…

Foto de cadáveres en las trincheras (Foto I Guerra Mundial en el Norte de Francia)

Bienvenidos al norte… en Lille

Mi viaje comienza en Lille, la capital del norte. Apenas a unos pasos de la frontera con Bélgica se trata de la ciudad más cosmopolita y animada de Nord-Pas de Calais. A menos de una hora de París, esta joya del Flandes francés tuvo “la suerte” de ser invadida con celeridad por los alemanes en la I Guerra Mundial. Su lejanía del frente de batalla permite que los viajeros podamos disfrutar de una de las ciudades más amables y hermosas de la región. No cabe duda que el mero hecho de pasar por la Grand Place y observar la delicadeza del Palacio de la Bolsa justifica un viaje. Además, con motivo de haber sido Capital Cultural Europea en 2004, la que fuera una ciudad industrial y conocida por sus textiles, pasó a ser mucho más internacional y abierta.  Hoy día está poblada de museos y centros culturales (Tiene una sucursal del gran Louvre), e incluso cuenta con estudiantes universitarios venidos de todo el mundo que le aportan juventud y dinamismo. Es, la verdad, toda una sorpresa donde el color se sobrepone al gris y a los estereotipos que sobre el norte existen. Lille es hermosa y tiene la suerte haber conservado su frescura y su pasión por la vida. Muy cerca Roubaix ha cambiado las chimeneas de las fábricas por museos y centros de arte como La Piscine, una antigua piscina municipal del Siglo XIX estilo Art Nouveau que ha variado el espacio original con tal de ser una de las galerías más interesantes de toda Francia.

Grand Place de Lille (Norte de Francia)

Lo que queda de la Batalla de Fromelles

Lille vivió la ocupación alemana durante la I Guerra Mundial pero no fue un campo de batalla como tal. Fromelles, tan sólo a 16 kilómetros al oeste, si lo fue. Me dirijo en coche a esta localidad para recordar la batalla en la que más de 5000 australianos perdieron la vida por su inexperiencia y bisoñez (además de un error imperdonable de los mandos británicos). Todo sucedió entre el 19 y la madrugada del 20 de julio de 1916 cuando los soldados del Imperio se lanzaron a atacar un pequeño altozano conocido como “Pan de Azúcar” y sorprender así al enemigo. Equivocadamente pensaron que habían retrasado con éxito las líneas alemanas pero nada más lejos de la realidad. Los germanos, armados hasta los dientes y desde el interior de gruesos búnkers de hormigón que ni las bombas eran capaces de romper, esperaron su llegada para reventar al enemigo. Para más inri, en un nuevo intento aparecieron las tropas australianas recién llegadas a Francia. Lo que no sabían aquellos jóvenes es que los ingleses habían cancelado la operación una hora antes y entraron a la boca del lobo. El resultado fue desolador. En apenas dos días se perdieron 5500 vidas de australianos y 1550 de británicos. Por supuesto el avance y posterior repliegue había sido un error táctico imperdonable. No se ganó ni un solo centímetro. Una derrota, y ya eran muchas en la I Guerra Mundial, había supuesto más de 7.000 cadáveres en menos de 48 horas. Al parecer, aquel día en aquel lugar, había un austriaco bajito en las trincheras germanas. Su nombre, Adolf Hitler.

Búnker alemán cerca de Fromelles (I Guerra Mundial)

La idea de quienes idearon la incursión de Fromelles era despistar a los alemanes, quienes estaban muy centrados en lograr la victoria en la Batalla del Somme. Con una distracción semejante en Fromelles podían menguar sus fuerzas y así los aliados tomar posiciones. Pero, como llevaba sucediendo desde los comienzos de la Gran Guerra, el ejército alemán era superior en medios, en experiencia y en conocimiento de las nuevas estrategias militares. Esto ya no era el siglo XIX. Las cosas habían cambiado mucho desde las guerras napoleónicas y al ejército aliado el arranque de la I Guerra Mundial le había venido demasiado grande.

Restos de la I Guerra Mundial encontrados en una fosa común de Fromelles (Norte de Francia)

Los Chemins de mémoire en poblaciones como Illies, La Bassée, Aubers o la propia Fromelles son largos y su fisonomía contundente. En las que fueran líneas alemanas una hilera de búnkers mimetizados con los campos agrícolas se ven desde la carretera. Este tipo de “blockhaus”, comunicados además de las trincheras que cicatrizaron aquellas tierras, eran auténticas corazas de hormigón donde los germanos podían resguardarse y atacar sin sufrir apenas bajas. En el otro lado, separado por No man land, no quedan restos de búnkers o trincheras. Las posiciones aliadas eran tan endebles como el curriculum de sus pupilos, los mismos que salieron a verlas venir, obligados por sus generales y cegados por el vigor, para encontrarse en una emboscada que resultó maldita.

Búnker alemán cerca de Fromelles (Nord-Pas de Calais, Francia)

Cuentan que los australianos fueron tan valientes que se saltaron las órdenes de los mandos superiores para traer a hombros como podían a los cuerpos de los heridos e incluso de muchos de sus muertos. Eran compañeros y, sobre todo, amigos que no merecían pudrirse en el fango. Los Cobbers, como fueron conocidos para siempre, tienen una estatua que recuerda esta hazaña llena de compañerismo en el Australian Memorial Park. No eran expertos en el arte de la guerra, pero los australianos durante la I Guerra Mundial dieron una lección de valor que todavía se recuerda en Fromelles.

Monumento a los caídos australianos en la I Guerra Mundial

No hace muchos años se encontró una fosa común con centenares de muertos arrojados con sus objetos personales. Eran, sobre todo, restos de los australianos masacrados en la batalla de julio del 16. Cien años después el ADN y los avances científicos han permitido identificar a casi 200. En cierto modo gracias a este hallazgo muchos pudieron cerrar este capítulo. El nuevo cementerio, junto al Museé de la Bataille de Fromelles, es una muestra de que la arqueología bélica todavía tiene mucho que aportar sobre este conflicto.

Cementerio en Fromelles (Nord-Pas de Calais, Francia)

Nord-Pas de Calais, un camposanto de la I Guerra Mundial

Cementerios, cementerios y más cementerios. En su mayoría gestionados por la Commonwealth, con cruces que sobresalen de la tierra recordando a sus héroes. Uno se pasea por las tumbas y se estremece con las edades que lee. 18, 19, 20, 21… casi todos apenas eran unos imberbes que aún no sabían lo que era la vida y se encontraron con la muerte a las primeras de cambio. Otras muchas cruces hablan de “soldados desconocidos” pero “conocidos por Dios”, un epitafio que se cuenta por miles en el norte de Francia.

Gato junto a una tumba de un soldado desconocido de la I Guerra Mundial (Fromelles, Francia)

Todos los camposantos y memoriales de la I Guerra Mundial cuentan con su propio libro de registros con los nombres de todos los moradores de las tumbas. Y anexo otro libro de firmas de los visitantes. Es interesante leerlos y ver cómo muchos descendientes de los caídos en combate han regresado a buscar a sus ancestros y darles ese último adiós que nunca recibieron. Aunque ha pasado todo un siglo de la contienda, los británicos, canadienses, australianos, neozelandeses y un largo etcétera de nacionalidades visitan los caminos de la memoria para honrar a los suyos. No creo que sea cuestión únicamente de patriotismo sino, sobre todo, de respeto, de ofrecer una merecida despedida con la que cerrar una puerta que lleva demasiado tiempo abierta. Un pequeño desahogo, un alivio para estar al día con su propio pasado.

Aquí se guardan los libros de registros y de visitantes al cementerio de la I Guerra Mundial

El norte de Francia, la Gran Guerra en primera fila

Mientras aprendo (y desaprendo) sobre la I Guerra Mundial no puedo evitar preguntarme una y otra vez qué llevó a miles de jóvenes a defender un país que no era el suyo, a desplazarse miles de kilómetros y a correr semejante riesgo. ¿Por qué lo hacían? ¿Quizás por honor y ser respetados a su regreso por jugarse la vida? No lo sé, la verdad. Si la juventud exime de equivocaciones no soy yo nadie para juzgar nada. En realidad me considero un mero testigo de la memoria de aquella guerra sin otro objetivo que aprender. El norte de Francia es un pupitre en primera fila con vistas privilegiadas a la pizarra. Sólo aquí se sabe lo que sucedió.

Cementerio alemán de Illies (Norte de Francia)

Además de visitar tumbas australianas o británicas me cuelo en uno de los siete cementerios alemanes que existen en Fromelles (el de Illies tiene más de 2000 tumbas en las que se juntan incluso católicos y judíos). A pesar de que los germanos fueron el enemigo número uno en Francia, existe un respeto reverencial por los soldados caídos o más bien empujados a luchar en las trincheras. Ingleses o alemanes, qué más da. Todos eran, como dije al principio, peones de una partida de ajedrez que aseguraban sería rápida pero que se eternizó hasta dejar una cifra de muertos intolerable. Si bien no hay guerra que no sea despreciable, la iniciada en 1914 fue especialmente devastadora. Y, por primera vez, global.

CONTINÚA EN CAPÍTULO 2º

Sele
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UN POCO DE INFORMACIÓN PRÁCTICA: Llegué a Lille en tren tras volar de Madrid a París con Air France, la compañía de bandera francesa que comunica hasta 8 ciudades españolas con el país vecino. Madrid y el aeropuerto Charles de Gaulle están unidos a través de varios vuelos diarios en distintos tramos horarios.  Asímismo Air France vuela a un total de 85 países de los 5 continentes, entre ellos mi querida Vietnam, de la que os he hablado ya en este blog. Entre París Charles de Gaulle (CDG) y Lille hay un tren rápido prácticamente cada hora que viene a tardar 45 minutos.

Avión de Air France

Durante el viaje me hospedé en Lille, Roubaix, Festubert y Arras, y me moví en coche de alquiler (lo recogí en la estación de trenes Lille Flandres).


PD: Esta serie de artículos de la Primera Guerra Mundial en el Norte de Francia, que serán cuatro en total, se la quiero dedicar a Antonio Coleto González, un gran apasionado de temas bélicos que seguro me dará buenos apuntes sobre muchos de los episodios narrados. No nos conocemos en persona pero sé que el día que lo hagamos tendremos una larga, intensa y, sobre todo, interesante conversación. Y en la que estoy convencido de que no serán necesarias las trincheras. Nacer un 1 de agosto tiene estas cosas. ¡Hasta pronto compañero!

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