Un verano en El Bierzo - El rincón de Sele

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Un verano en El Bierzo

Este año han cambiado mucho las cosas. Para todos. Para todo. A estas alturas debería estar ultimando una expedición apasionante al Ártico ruso en la cual tenía depositadas múltiples ilusiones. Pero este verano ha sido de vuelta al pueblo. No al mío porque la mala fortuna me llevó a no pertenecer a ninguno, por lo que volví a caer en la tentación de buscar un pueblo de adopción temporal. Cuando estábamos confinados en nuestro pisito madrileño carente de balcón alguno, sin luz en el horizonte y los cubos de la basura erigiéndose como irreductible frontera, imploraba por una casa de piedra con jardín. De esas en las que el paisaje se cuela por las ventanas y por las mañanas la hierba humedece tanto como aporta el aroma de una noche fresca donde no caben remilgos para taparse a la hora de ir a dormir. La buena casualidad, que tiene mucho que ver tanto con el deseo y el oportunismo, me llevó a encontrar un pequeño paraíso de pizarra en Burbia, un pueblo diminuto entre montañas en Los Ancares leoneses. Y dado que se trataba de una zona a la que llevaba tiempo queriéndole hincar el diente, decidimos ir para allá incluso cuando aún no existían fechas de desconfinamiento ni se sabía si iba a ser posible viajar más allá de la provincia. Todo era cuestión de fe.

Casa de pizarra en Los Ancares leoneses (El Bierzo)

Este verano hemos pasado unas semanas haciendo turismo rural en la comarca de El Bierzo, la cual conocíamos de manera muy leve después de visitar años antes Las Médulas. Y ha sido un verano de los de antes. Con la familia, la nevera llena, botas de montaña en el rellano y palos de madera destinados a ser bastones de apoyo arrejuntados de pie junto a la puerta. De paseo matutino y siesta, de lectura sosegada junto a una ventana abierta y el niño jugando en una piscina de tela del tamaño de un barreño. De rutas, muchas rutas, para descubrir pueblos y parajes no sólo de nuestro valle atravesado por el río Burbia sino de los otros valles que componen la Reserva de la Biosfera de Los Ancares leoneses, un fortín de naturaleza y tradición donde todavía existen los tejados de paja y cierto atavismo bajo la luz blanca de sus cielos estrellados.

Viajar a El Bierzo en verano. ¡Un gran acierto!

En ocasiones caemos en el error de pensar que viajar es cuestión de kilómetros. Que cuantos más mejor. Que irse cerca no es viajar. ¡Menuda equivocación! Viajar es actitud, sentir curiosidad y tener la necesidad imperiosa de leer qué acontece allá donde vas, sea en el extremo más inhóspito de la Península de Kamchatka o tres calles más allá de donde vives. ¿Cómo no lo iba a ser en El Bierzo? El extremo noroeste de la provincia de León aguarda al visitante con un cúmulo de instantáneas de naturaleza sublime, monumentos históricos entre los que se encuentran castillos templarios, pueblos con encanto, monasterios milenarios y templos románicos de incalculable valor artístico donde la huella del Camino de Santiago (en francés) late en sus muchos hitos. Y si nos remontamos a Los Ancares leoneses, un triángulo de aislamiento donde el oso pardo se sigue dejando sentir y los pueblos de pizarra continúan deteniendo el tiempo bajo sus teitos, tenemos a nuestros pies la triple frontera (Lugo-León-Asturias) más montañosa y desconocida de lo que podamos imaginar. Aquí el turismo de masas no existe ni se le espera. Y eso, en los tiempos que corren, es una recompensa que no conviene dejar pasar.

Un sendero en Los Ancares leoneses (El Bierzo)

Dos semanas en El Bierzo pueden dar mucho de sí. Al menos así lo hemos visto nosotros. No acudimos a la cita buscando recorrer hasta el último rincón de la comarca. ¡Para nada! Más que ponerle chinchetas a un mapa nuestra intención ha estado mucho más relacionada con el slow travel y no pisarle demasiado al acelerador. Por supuesto hemos visitado muchísimos sitios pero nos hemos tomado el tiempo suficiente, así como aprovechado también a descansar o a pasear sin rumbo dejando atrás en ocasiones la cámara de fotos. A veranear sin más sabiendo que teníamos nuestro refugio en la pequeña y adorable Burbia, ese pueblo en pleno valle del que cuesta desengancharse. Aún no lo estoy intentando pero soy incapaz. No puedo entender la vida mirando edificios de ladrillo al otro lado de la ventana y no esos parajes inconmensurables donde el número de tonalidades de verde resulta abrumador. Vivir en una gran ciudad cada vez me pesa más. Se me atraganta, no lo puedo evitar. Pero esa es otra cuestión. Ahora que vengo del paraíso no es cuestión de comparar. Porque entonces tengo todas las de perder y yo he venido a hablar de cosas alegres.

Bosque de ribera en el valle del Burbia (Ancares leoneses, El Bierzo)

De lo que estoy convencido es de haber acertado con la elección de El Bierzo como destino vacacional para este 2020 tan singular. Porque hemos encontrado lo que necesitábamos. Una bonita casa rural, un pueblo de acogida maravilloso, rutas de montaña que surgían desde la propia vivienda, recorridos en carretera (tortuosas, eso sí) por otros valles y parajes de Los Ancares (nos hemos centrado en los leoneses, aunque pasamos un día a los lucenses para conocer Piornedo, el pueblo con más pallozas de la región), el regreso a Las Médulas y, como añadido, el valle del Silencio en la comarca tradicional de Valdueza donde visitamos un lugar extraordinario Peñalba de Santiago que desde hoy está en lo más alto de mi podio de pueblos bonitos de España. Y horas y más horas al fresco para conversar, leer o convertir una mesa fuera en el espacio para la sucesión inagotable de aperitivo-comida-sobremesa-cena disfrutando de unas panorámicas excepcionales con el pequeño Unai no parando de jugar como inmejorable telón de fondo.

Sele, Rebeca y Unai en Los Ancares leoneses (El Bierzo)

Ruta por Los Ancares leoneses

Ya está disponible la selección de los lugares más increíbles que ver en Los Ancares leoneses para una ruta de varios días en la zona (pueblos, paisajes, senderismo, etc.).

MOMENTOS A REMARCAR DE UN VIAJE A EL BIERZO DE 15 DÍAS

Me gustaría compartir y comentar algunos de los mejores momentos, lugares  o apartados relacionados con este viaje a El Bierzo donde unas formidables vacaciones impiden incluso que ahora sea lo suficiente ágil escribiendo en el teclado del ordenador. Espero que la virtud de la necesidad y las ganas de escribir sobre recuerdos aún frescos en la memoria (algo que echaba realmente de menos) compensen la torpeza propia de un evidente aturdimiento postvacacional.

Mariposas en Los Ancares leoneses

Nuestra casa rural en Burbia (El Salgueiro)

Nuestra base para explorar Los Ancares leoneses se encontraba en una casa rural de la localidad de Burbia, un pequeño pueblo que recibe el nombre de su principal río (o viceversa) que nace a pocos kilómetros de este en la Peña Cuiña y vive con estrecheces hasta su llegada a Villafranca del Bierzo. Un municipio al que para llegar hay que sortear las curvas de un puerto de montaña (Alto de Penoselo) o tomar una pista de grava desde la propia Villafranca del Bierzo (nosotros utilizábamos siempre la primera opción). Con gasolinera y comercios a media hora, concretamente en Vega de Espinareda, al cual pertenece administrativamente. Es decir, lo que viene a ser un pueblo perdido y solitario con encanto, con aproximadamente cincuenta habitantes y sin nada que enturbie su idilio con las montañas, el río y los bosques de castaños. Con fabulosas casas de pizarra y múltiples muestras de la arquitectura típica de Los Ancares y un nudo de senderos con los que subir a las picos, a lagunas de origen glaciar o a las brañas donde los vaqueiros de antaño subían al ganado durante los veranos hasta que empezara a asomar las primeras nieves.

Casa Rural El Salgueiro en Burbia (Ancares leoneses, El Bierzo)

Nos quedamos todo el tiempo en la Casa Rural El Salgueiro, una preciosa vivienda de pizarra con tejado a dos aguas, tres grandes habitaciones, chimenea y una buhardilla acristalada donde pasarse las horas leyendo o meditando en compañía de las montañas. Con un amplio jardín repleto de rosas, plantas de lavanda y muchos árboles (sobre todo serbales o árboles de Rowan). Al ser la última casa del pueblo es el paisaje burbiano el que se encarga de ponerle color a cada momento. Un lugar donde llegas a sentir que navegas por el valle. Y que cuando se aproxima el otoño permite ver en todo momento una cascada despeñándose de los riscos donde saltan los rebecos y está el hábitat de animales como el oso pardo, el lobo ibérico y otros muchos animales.

Casa Rural El Salgueiro (Burbia, Ancares leoneses)

Tener la oportunidad de vivir y disfrutar de esa casa tan maravillosa es ya de por sí una razón para desplazarse a Los Ancares leoneses. Ana, su dueña, la tiene realmente cuidada y limpia (con todos los protocolos por esto del COVID-19). El emplazamiento es mucho, por supuesto, pero el cariño y empeño ha sido clave para dotarla de una atmósfera especial y diría que mágica, para haberla hecho sentir como nuestra. Además muchos días la propia Ana nos venía con albaricoques, ciruelas de su árbol, fresas, remolacha o las riquísimas mermeladas que ella misma elabora. Y, si estáis leyendo esto y os apetece escaparos a esta preciosa casa, me ha asegurado que los lectores y lectoras de El rincón de Sele recibirán un detalle cuando acudan a hospedarse (sólo basta con decirle que se acude de parte de este blog). Puede ser una actividad (como buscar oro en el río) o alguna que otra sorpresa.

Interior de la Casa Rural El Salgueiro (Burbia, Ancares leoneses)

Todos, absolutamente todos (madre, padre, abuelos) hemos gozado de la estancia. Pero nuestro hijo… ¡Unai no quería salir de allí bajo ningún concepto! Todavía hoy me pregunta si vamos a volver «a la casa grande». Él sabe que sí, que volveremos, porque nos ha dado mucho cuando más lo necesitábamos.

Unai en la Casa Rural El Salgueiro de Burbia (Ancares leoneses)

Rutas en coche por los valles de la Reserva de la Biosfera de Los Ancares leoneses

Los Ancares leoneses se explican dentro de un área extensa de grandes montañas y distintos valles más allá del que ve bajar al río Ancares. Lo forman parte otros importantes valles como el de Burbia o el más septentrional, el de Fornela, ya que si avanzamos más al oriente llegaríamos al Alto Sil (y al occidente entraríamos a Los Ancares gallegos). Y dentro de ellos surgen otros más pequeños. Todos son una muestra abrupta de la erosión por glaciación. Es posible adivinar dónde los grandes ríos de hielo horadaron durante miles de años semejantes parajes, ahora cubiertos de castaños, robles o tejos.

Ancares leoneses (El Bierzo)

El punto de encuentro, el corazón desde donde parte todo este sistema de murallas de pizarra y frondosidad, es el Puerto de Ancares (1669 msnm). A partir de ese instante donde se rozan cumbres con la yema de los dedos y se adivinan los territorios de nada menos que tres Comunidades Autónomas diferentes, todo sucumbe a una red de carreteras estrechas de montaña que si en verano están despejadas y aptas, durante el invierno son pasto de los quitanieves.

Durante nuestra estancia berciana y utilizando Burbia como partida llevamos a cabo distintos recorridos por carretera por la zona, por supuesto saliéndonos también de los límites de la propia Reserva de la Biosfera pero alcanzando lugares con varios denominadores comunes relacionados con la arquitectura, las tradiciones, el habla o la gastronomía. Algunas de las más interesantes fueron:

  • Ruta por el valle de Burbia hasta Villafranca del Bierzo: Entre Burbia y Aira da Pedra aguardan unos cinco kilómetros de pista pedregosa (asequible a cualquier vehículo si se va con cuidado). Pero a partir de ahí y hasta Villafranca del Bierzo (21 km)  la carretera está asfaltada para serpentear en un valle exuberante, estrecho y casi salvaje. Es posible desviarse durante todo el camino, a las brañas de Campo del Agua donde sobreviven algunas pallozas (aunque un incendio a finales de los ochenta derribó casi todas), a Villar de Acero y su castaño casi milenario con casi dieciséis metros de diámetro (O Campano) o a los valles de Tejeira o Porcarizas. Aunque si se sigue hasta Veguellina se pasa al ras de La Leitosa, una antigua explotación romana que recuerda levemente a Las Médulas donde las posibilidades de senderismo son realmente excitantes. Todo para terminar en Villafranca del Bierzo y encontrarnos con un goteo constante de peregrinos deseosos de alcanzar la compostelana donde los senderos han estado más vacíos que nunca.

Valle del Burbia (Ancares leoneses, El Bierzo)

  • Ruta por el valle de Ancares hasta Piornedo (Lugo): Vega de Espinareda y su magnífica playa fluvial junto a un puente de origen romano fue el punto de partida de otra ruta por carretera que nos llevó a remontar el río Ancares levemente hasta alcanzar el punto más alto del recorrido en el Puerto de montaña. Entre medias visitamos localidades serranas como Pereda de Ancares, donde el dueño de una palloza legada por sus ancestros nos desgranó todos los secretos de este tipo de viviendas prerromanas. O Balouta, enclavado en otro de esos valles donde el aislamiento fue la tónica durante no pocos inviernos, y garante magnífico de viviendas tradicionales, pallozas y hórreos con teito de paja incluidos. Continuando hacia Galicia, apenas unos miles de metros antes de acceder a la provincia de Lugo, llegamos a Suárbol, paraje pintoresco con una iglesia románica porticada de gran valor artístico. Para, finalmente, dejarnos caer por el pueblo con más pallozas de Los Ancares. Piornedo, ya en la bella terra galega, posee nada menos que una docena junto a otros elementos arquitectónicos de origen castreño.

Puerto de Los Ancares (El Bierzo)

  • Ruta por el valle de Fornela: El más oriental de los grandes valles de los Ancares Leoneses es Fornela. Iniciando ruta en Fabero llegamos hasta Chano para disfrutar de las ruinas de un castro astur en un emplazamiento fabuloso. Un yacimiento con más de veinte siglos donde poca o ninguna diferencia se ve con los cimientos de las pallozas actuales. Entre medias Peranzanes o Faro (con unas panorámicas magníficas) endulzan un recorrido donde vuelven a nacer infinitos senderos para realizar un buen trekking.

Castro de Chano en el Valle de Fornela (Ancares leoneses, El Bierzo)

Fuera de Los Ancares propiamente dichos también hicimos ruta a Las Médulas, a Peñalba de Santiago (Comarca de Valdueza) o a Balboa, sin olvidarnos de Cababelos o las bodegas del Palacio de Canedo. Y, por supuesto, a Ponferrada, la capital del Bierzo. Sin olvidar el día que por pistas de grava subimos a lo más alto de La Leitosa (mi coche aún está sufriendo aquella locura).

En busca de pallozas

El patrimonio etnográfico aún presente en la zona es uno de los alicientes de toda visita a Los Ancares que se precie, sean los leoneses o los lucenses. Personalmente es algo que me siempre me ha interesado muchísimo. Hasta hace poco, aunque cada vez menos, esta comarca estuvo colmada de edificios de piedra, normalmente pizarra, cubiertos con una techumbre vegetal (normalmente de centeno). Hablamos de las pallozas o viviendas circulares o semicirculares de origen prerromano (que difieren muy poco a las casas de los castros celtas) pero también de pajares, cabañas de ganado y también hórreos u otros sistemas de almacenaje de grano y otros alimentos.

La palloza del Señor Antonio en Pereda de Ancares (El Bierzo, León)

Estos teitos, cada vez más en desuso y sustituidas sus cubiertas por pizarra u otros elementos donde el fuego haga menos mella, son parte de la idiosincrasia de una zona muy aferrada a la Historia donde no existen fechas concretas sino constantes referencias a tiempos remotos en los cuales no cabe concreción alguna. De ahí que la palloza, edificio de una sola planta y poca ventilación donde convivían familias enteras con el ganado (vacas y cerdos sobre todo) protegiéndose del calor en los gélidos inviernos, le corresponda ser una rareza que convive por igual en determinados extremos de León, Galicia y Asturias.

Pallozas en Piornedo (Ancares lucenses)

En El Bierzo observamos múltiples pallozas. En Campo del Agua, en Balboa (muy cerca en Cantejeira también los hay), en Pereda de Ancares, Balouta y, tras atravesar una frontera invisible con Galicia, en Piornedo (Lugo). Sólo nos faltó Pedrafita de Cebreiro, reservada para otra ocasión en la que nos dediquemos en exclusiva a Los Ancares lucenses.

Rebeca, Sele y Unai en Balboa (El Bierzo, León)

La mejor experiencia la viviríamos en Pereda de Ancares, donde al llegar a su única palloza (Palloza del Señor Antonio), llamamos al teléfono de Octavio que aparecía escrito en una hoja de papel en la puerta. Y al cabo de tres minutos apareció este afable personaje para mostrarnos la palloza que había dejado su tía tal cual, y que había pertenecido a sus antepasados durante siglos.

Senderismo

Durante estas semanas también hemos hecho, por supuesto, senderismo. Quizás la ruta de trekking más bonita de cuantas hayamos realizado estos días fue la que nos llevó de Burbia a los Lagos de Villouso, una reminiscencia glaciar en un empedrado elevado con el Pico Mustallar imponiendo su régimen donde pudimos observar y fotografiar a los rebecos y donde, ocasionalmente, se deja ver el oso pardo (aunque salvo por los excrementos durante el camino, no tuvimos suerte al respecto).

Rebecos en Los Ancares leoneses (El Bierzo)

El sendero partía precisamente de nuestra casa rural y nos llevó tres horas ida y otras tres vuelta, atravesando un profundo bosque de tejos. Nos dejó grandes imágenes del valle, una preciosa mañana y, por qué no decirlo, agujetas y alguna que otra rozadura.

Uno de los lagos de Villouso (Ancares leoneses, El Bierzo)

Regreso a Las Médulas

Tres años después de la primera vez, pude volver a Las Médulas. Aunque esta vez con la familia, a quienes les sorprendió tanto como a mí ese paisaje provocado por la acción del ser humano hace dos mil años. Porque Las Médulas es la resulta de una explotación aurífera romana que rompió la montaña (literalmente) y de la que salieron cantidades ingentes de oro. Pero lo que hoy día sería una catástrofe ecológica se ha convertido en una belleza natural donde de los castañares emergen farallones anaranjados que conforman un parque cultural designado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997.

La familia en Las Médulas (León)

Acudimos al Mirador de Orellán para disfrutar de las mejores vistas de Las Médulas. Y con el pequeño Unai accedimos a una galería romana (fue lo que más le entusiasmó) para después realizar la senda de Las Valiñas (muy sencilla, apta para cualquier edad y estado de forma) buscando la Cuevona y La Encantada, muestras de lo que los romanos llegaron a horadar para devastar la montaña aprovechando la fuerza hidráulica que ellos mismos se ocuparon de canalizar. Y así obtener el preciado oro , algo de lo que dio sabida cuenta en sus escritos Plinio el viejo. Aunque, como ya he comentado en este mismo blog en la guía práctica que escribí sobre Las Médulas, las posibilidades son inmensas y la estancia en la zona da para varios días.

Las Médulas (El Bierzo)

Visita a «las otras Médulas»

A unos veinte kilómetros al norte de Villafranca del Bierzo, en pleno valle del Burbia, se encuentra la hermana pequeña de Las Médulas. Se trata de La Leitosa, otra explotación aurífera donde también se produjo la misma técnica durante la época romana (Ruina montium), pero donde no se ven apenas turistas. De hecho de las dos veces que estuvimos (una con la familia y otra yo solo por otra zona) no nos encontramos con absolutamente nadie, lo que explica que este paraje fantástico (desde arriba se ve como un cráter cubierto de castaños) fuese de los lugares que mayor entusiasmo nos generaran durante este viaje por Los Ancares leoneses. Y del que, en su debido momento, daré debida cuenta en este blog.

La Leitosa (Ancares leoneses, El Bierzo)

Desde el mirador de Las Traviesas las panorámicas de este paraje natural-cultural son suficientemente alentadoras.

También desde Veguellina, debajo de las mismas, desde donde el color anaranjado contrasta con el verde de los castañares al igual que en Las Médulas.

La magia del Camino en Villafranca del Bierzo (Botillo de cumpleaños)

1 de agosto de 2020. El día que cumplí cuarenta años. O, mejor dicho, «treinta y diez», si de algo sirven las apariencias. Nos fuimos a celebrarlo a Villafranca del Bierzo, probablemente la ciudad más histórica y monumental de cuantas posee la comarca. Es indudable la cantidad (y calidad) del patrimonio histórico y artístico de esta villa que presume de ser «una pequeña Compostela». Algo contrastable por su simbología, sus baluartes religiosos, su posición a una sola etapa de alcanzar tierras gallegas y, no sólo eso, tener una iglesia consagrada a Santiago cuya Puerta del Perdón, de un románico de bellísima factura, se abre sólo en año jubilar y se vuelve posible obtener la compostelana en caso de enfermedad o accidente que imposibilite avanzar hasta la catedral de Santiago.

Villafranca del Bierzo

El castillo de los Marqueses de Villafranca, la Colegiata de Santa María de Cluniaco, el edificio de los Padres Paúles, la magnífica playa fluvial o la emblemática Calle del Agua (repleta de palacios y fachadas solariegas) son parte del entramado de maravillas que atesora la localidad berciana. Pero su secreto no sólo son los enclaves medievales sino, sobre todo, la atmósfera del Camino Jacobeo. Observar a los peregrinos llegando a pie o en bicicleta, el ambiente junto a los albergues y hospederías… La flecha amarilla lo inunda todo en la penúltima etapa del Camino francés antes de penetrar en Galicia (Pedrafita do Cebreiro). Dan ganas de unirse a este gran viaje.

Estatua de peregrino a Santiago en el puente de Villafranca del Bierzo (León)

La celebración del cumpleaños nos llevó a «soplar velas» sobre un delicioso botillo en El Parador de Villafranca del Bierzo. Un buen homenaje a este aniversario cuarentón por medio del plato más emblemático de la comarca de El Bierzo. ¿Que qué es el botillo? Una amalgama de piezas troceadas del cerdo, condimentadas (con pimentón entre otras cosas) y embutidas en con piezas troceadas y embutidas en el ciego de este animal, el cual a posteriori es ahumado y semicurado. Una delicia que, a su vez, es una bomba calórica. ¡Con eso hay quien llega a Santiago sin volverse a alimentar! (O, al menos, eso nos gustaría).

Botillo en el Parador de Villafranca del Bierzo

El castillo templario de Ponferrada

Unai no ha cumplido los tres años y le pide a sus padres ver castillos. ¡Le encantan! ¿Cómo no íbamos a ir, por tanto, a Ponferrada para visitar su gran castillo templario? Y es que de las fortificaciones más impresionantes de la Orden del Temple se ubica precisamente a orillas del Sil en la capital de El Bierzo. Su entrada con doble torreón y arco de medio punto es el preludio perfecto a un extenso patio de armas donde la vista no llega a ver el final de las murallas (parte de las cuales se pueden hacer a pie). En el interior se organizan exposiciones donde los amantes de la Historia del libro tenemos una buena razón para perdernos admirando legajos y códices de gran valor (por supuesto, muchos facsímiles también).

Castillo de Ponferrada (El Bierzo, León)

Ponferrada es la ciudad «no capital» de Castilla y León con mayor número de habitantes. Y plagada de lugares de interés como, por ejemplo, el Museo del Ferrocarril o la colección de radios antiguas del maestro de periodistas Luis del Olmo, sin duda el berciano más popular. Sumado a fiestas de templarios y ser otra de las etapas indiscutibles del Camino Jacobeo. También puede ser una base urbana excelente para saborear las mieles de la comarca (tiene a veinte minutos a Las Médulas, a poco más de cuarto de hora a Villafranca del Bierzo, Cacabelos o el Lago de Carucedo, y a menos de una hora Peñalba de Santiago y el valle del Silencio. Los Ancares leoneses, por supuesto, quedan también lo suficientemente cerca.

Peñalba de Santiago, uno de los pueblos más bonitos de España

Desde Ponferrada hay dos carreteras para viajar hasta Peñalba de Santiago. Una va de abajo a arriba (la del puerto) y la otra de arriba a abajo. La primera es ideal para tener una panorámica de las montañas y del increíble Valle del Silencio, lugar hipnótico donde San Genadio y San Fructuoso hallaron la paz en la fundación de un pequeño cenobio. La segunda, en cambio, se sumerge en lo más profundo del valle, con una ruta estrecha (de esas en las que sólo cabe un coche a la vez) y la vegetación sirviendo de túnel por los excelsos parajes de la comarca de Valdueza. Todo esfuerzo merece la pena para llegar a uno de los pueblos más bellos no sólo de El Bierzo o de la provincia de León sino de toda España.

Sele, Rebeca y Unai en Peñalba de Santiago (El Bierzo, León)

Paredes de pizarra y columnas y balconadas de madera adornadas con flores de colores nos recibieron en un emplazamiento excepcional. Allí no existe el estrés (tampoco la cobertura móvil). Pero sí un laberinto de pizarra alrededor de una iglesia mozárabe, Santiago de Peñalba, con arcos de herradura y ábsides contrapuestos (algo que sólo había visto hasta entonces en la iglesia de San Cebrián de Mazote, Valladolid). Un templo singularísimo que, sin guardar un imponente tamaño, tiene tanto que si vamos leyendo detalles se nos puede hacer de noche.

Arcos de herradura en la iglesia de Santiago de Peñalba

Peñalba de Santiago no es que nos pareciera bonito. ¡Simplemente está a otro nivel! Nada se le parece. Quizás las vecinas Montes de Valdueza o Espinosa de Compludo se le acercan en El Bierzo. Aún así esta pequeña subcomarca berciana es aún una profunda desconocida en la que me he propuesto indagar con mayor rotundidad en próximos viajes.

Peñalba de Santiago (El Bierzo, León)

Brindis entre viñedos en el Palacio de Canedo

En Cacabelos ya habíamos dado debida cuenta a la Moncloa de San Lázaro, un hospital de peregrinos reconvertido en uno de los mejores restaurantes y hoteles de El Bierzo. Pero cuando a escasos diez minutos llegamos al Palacio de Canedo, rodeado de viñedos, no creíamos estar en León sino en un lugar idílico de la Toscana. Este antiguo palacio con bodegas con más de tres siglos se ha convertido en un dinamizador de la zona gracias a la labor de José Luis Prada Méndez, una de las personas que más han hecho por El Bierzo a lo largo de su Historia. Y que es profeta en su tierra. El Palacio de Canedo, en el que invirtió para una reconstrucción total con el que volver a la vida, sería algo así como un Falcon Crest berciano donde hacer catas de vino, dormir en dependencias palaciegas, pasearse entre viñedos o acudir (como hacíamos nosotros) a brindar a última hora de la tarde desde un lugar donde, si uno se fija, se llegan a ver incluso Las Médulas como telón de fondo, aunque lejos.

Palacio de Canedo (El Bierzo, León)

Un emplazamiento histórico elegante y también relevante. Porque ir a El Bierzo y no brindar en el Palacio de Canedo deja una sensación huérfana. Es como si faltara algo. Y eso es algo que recomiendo subsanar cada vez que se acuda a la zona. El premio no puede ser mayor.

Viñedos del Palacio de Canedo (El Bierzo, León)

De esto no hay guía…

De lo que no hay guía de viajes que valga es en lo concerniente a las sensaciones, a las horas empleadas en il dolce far niente y lo sucedido puertas adentro. Pero esa es la propia aventura de cada uno. En mi cabeza no se me borra la cara de Unai cuando vio por primera vez «la casa grande» o cuando me decía «voy a ver las montañas» mientras posicionaba sus manos hacia atrás para imitar a su padre. Las muchas comidas y sobremesas al fresco donde no sólo nos alimentábamos de buenas viandas sino de un paisaje soberbio que se pintaba hasta en las servilletas de papel. Las «no siestas» donde le lectura era capaz de subyugar al sueño. Esas microexpediciones de ida y vuelta para tomar fotos o subir a un mirador y perderme con los prismáticos para localizar la fauna salvaje de la zona, que es no es poca. Las ganas constantes de improvisar y perdernos. La vista del valle de Burbia cada vez que alcanzábamos el valle de Penoselo. Las risas, los chistes, la piscina hinchable, la pelota al aire, el ruido de las abejas poniéndose finas en las flores de lavanda. El gato Moti curioseado en la ventana o las noches estrelladas donde pudimos observar a la perfección al cometa Neowise o los anillos de Saturno. Las conversaciones ocasionales con Ana para aprender de su valle mágico. Los pies mojándose en una de las pozas del río Burbia, la mejor y más solitaria piscina natural que se me hubiera ocurrido.

Toda la familia en Peñalba de Santiago (El Bierzo)

Esta experiencia de turismo rural en El Bierzo no sólo ha consistido en pasar de una coordenada a otra sino en poder RESPIRAR. Y lo pongo en mayúsculas porque así ha sido. Ahora, ya en Madrid, me siento con ganas suficientes para enfrentarme a lo que sea. Porque de este paréntesis berciano sólo se vuelve siendo más fuerte. O, al menos, un poquito más feliz.

Palloza en Balboa (León)

Por cierto, si nada se tuerce, muy pronto anunciaré uno de los proyectos más ilusionantes de mi vida. Otra manera de comunicarnos y de contar viajes. Dadme unos días y os lo explico.

Gracias por estar ahí. Ahora y siempre.

Sele

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